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Distancia por Javmay

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Notas del capitulo:

Ahhh~ :).... Me disculpo, en serio, por el retraso... pero ha llegado el último capítulo de esta corta (?) historia.... Mmmhh.. la verdad, es que estoy un poquito nerviosa n.n...Antes, MUCHAS GRACIAS a hanakaede85, CLAUDIA, Cata-chan y Dada... este capítulo, de verdad, está totalmente dedicado a ustedes... Y Cata-chan, como respondí a tu mensaje, de verdad te agradezco de corazón tu review, me hiciste ver este capítulo desde otra perspectiva... y gracias a ti salió así :D...

Espero no haber decepcionado a nadie u.u...

Como se olvidó decirlo en anteriores capítulo, Slam Dunk NO me pertenece (como es obvio)... y advierto que habrá Lemon (para Dada!! :).... ligerito, pero es algo.... además de referencias al PRIMER CAPÍTULO.... y que le robé n-n una frase a "Naruto" (que tampoco me pertenece, obvio...)

Les dejo el final:

III. Hogar, dulce Hogar

 

-

 

-

 

JAV

 

Sólo un par de minutos más…

 

Pensó indicándole al taxista la calle y número de su casa, la cual no debería ser difícil de ubicar en el vecindario tranquilo y agradable en el que él y Hanamichi (después de decidir conjuntamente que se mudarían lejos de la locura de New York) decidieron construir. No ellos per se, por supuesto, sino un grupo experto de constructores y un arquitecto que ubicaron luego de una implacable caza.

 

Rukawa no podía decir exactamente qué les llevó a una inmensa propiedad poseedora sólo de una cabaña pequeña y vieja levantada en el centro, en vez de una mansión o casa totalmente equipada (probablemente la corredora de propiedades). Quizás fue la libertad que les invadió cuando posaron sus ojos en el terreno. Posiblemente fue el sueño de levantar algo desde cero; de crear algo desde sus propios cimientos.

 

Rukawa Kaede no es romántico o especialmente sentimental, pero la metáfora escondida en la tierra y en el nuevo comienzo que podría significar, le llevaron  a mirar a su novio con ojos brillantes y anhelantes. Porque él lo quería, y Sakuragi (siempre conectado y en sintonía), también.

 

Por ello, nada más mirar cada rincón, explorar tomados de la mano los caminos, huecos, e incluso la casucha desmantelada, se sintieron flotar en una nube de sueños y deseos; de metas al alcance de la mano; de objetivos poderosos y brillantes.  

 

Decididos y emocionados (especialmente Hana) no tardaron en viajar con Eiji para mostrársela. El ex Sannoh les levantó una ceja cuando se bajó de la camioneta; frunció los labios cuando se enlodó sus costosas zapatillas con el barro; maldijo cuando casi se rompió la nariz al tropezarse…pero al final del día… cuando los tres estaban en un café recluido y confortable en el centro, Sawakita les miró y sonrió…

 

“Es perfecto para ustedes…” Comentó mostrando los dientes antes de devorar su emparedado. Y eso fue todo lo que la pareja necesitó para terminar de planear.

 

Como era de esperarse, fue costoso demoler la cabaña; sumaron ceros y ceros por mandar a recoger los escombros; gastaron tiempo y dinero al emplear a un contratista y arquitecto para que levantara el hogar de sus sueños (una casa que resultó en una extraña y armónica combinación entre la cultura japonesa y norteamericana), de la cual Eiji se burlaba hasta estos días.

 

Ambos deportistas, apenas les llamaron para avisarles sobre el término de la obra, partieron a verla con apremio. Tanto Sakuragi como Rukawa la habían adorado a penas clavaron sus ojos en la construcción. Sólo un par de semanas después invitaron a la madre de Kaede (que ya sabía sobre su relación amorosa), a Eiji, un par de otros amigos, Alex y Steph para que la conocieran.

 

La casa, por tanto, no pasaba desapercibida en la calle (a no ser que se viajara rápido y distraído).

 

Sakuragi y Kaede, sin discutir o conversarlo seriamente, habían decidido agregar en los planos una cancha de baloncesto en el patio trasero, junto con un pequeño gimnasio dentro de la casa. Hanamichi había insistido, además, en una enorme y exagerada piscina, que sin bien no usaban mucho, al menos le daba estilo a la parte de atrás.

 

Jordan, a pesar de tener un poco más de un año, era ya una monstruosidad que se la pasaba por todas las habitaciones del hogar con total libertad. Oficialmente, y a pedido de Rukawa, su casita y platos de comida estaban en el jardín, pero normalmente se la pasaba adentro cuando sus dueños estaban en la residencia, para lo que ayudaba muuucho que hubiesen contratado un servicio de limpieza que iba cuatro días a la semana (gracias a lo cual los pelos y olores de la mascota no impregnaban el aire).

 

Ya estamos, señor” Le interrumpió el taxista con una sonrisa nerviosa. Kaede, después de pagarle (junto con una generosa propina) sacó su maleta y entró a los terrenos sintiendo la emoción y ansiedad subiéndole hasta el cuello.

 

Caminando lentamente por la huella de piedras, frunció el ceño con extrañeza al no ver en la entrada de vehículos la camioneta de Hanamichi. Sin querer saltar a conclusiones apresuradas, esperó a entrar y buscar por su monito.

 

Atravesando las puertas y dejando que las maletas cayeran a sus costados, notó con frustración como se patentaba el silencio en todo el hogar. Sólo pájaros lejanos y algunos ladridos podían escucharse retumbando en pequeños murmullos por las paredes y pasillos. Rukawa, resoplando y frunciendo el ceño, agarró sus bolsos y subió las escaleras hacia el cuarto principal. En éste guardó su maleta, se sentó en la orilla de la cama y sacó su celular con reprimida molestia.

 

Mándame un foto de Jordan” Le escribió en un mensaje al pelirrojo, sin ocurrírsele una manera original de preguntar dónde mierda estaba (sin parecer obvio de que ya estaba en casa).  

 

Minutos después, luego de que un alero frustrado e irritado tomara un baño y se dirigiera a la cocina para servirse algo, recibió una respuesta.

 

“Ahora no estoy en casa… te la mando cuando llegue” Decía sin mayor información. Kaede suspiró y negó con la cabeza al redactar su réplica.

 

¿Dónde estás?” Escribió con irritación.

 

Kaede suspiró y se acarició la nuca con una de sus manos. Sintiendo la humedad de sus cabellos, cerró los ojos e intentó imaginar que Hanamichi le abrazaba por detrás y besaba el cuello con ternura. Pero la realidad es que el muy torpe no estaba en casa… Dejando caer los antebrazos entre sus piernas (mientras estaba sentado en la sala) barajó la idea de preparar un baño de espumas para cuando su pareja llegase… o quizás la cena… Aunque bueno, era tan inútil en el departamento culinario, que sería mejor expresar que pediría comida a casa para esperarle con la cena servida.

 

Entre planes y sueños, Rukawa escuchó un ronco y fuerte ladrido proveniente del patio trasero.

 

Jordan… pensó antes de levantarse para salir a saludar a su mascota. El perrito, después de llamarle varias veces, apareció detrás de un árbol con una pelota completamente desinflada entre los dientes. El bello animal, Rukawa podría jurar, pareció sonreírle mientras se acercaba. El pelinegro no tardó en agacharse y abrirle los brazos con una pequeña sonrisa.

 

Jordan no dudó en tirársele encima, lengüeteándole todo el rostro y manchándole la ropa con sus patas embarradas (Kaede en el acto decidió darse otro baño antes de que Sakuragi llegara a casa). Acariciándole la cabeza, a lo que el animal lloriqueó de felicidad, le abrió el ventanal para dejarle entrar a la sala.

 

El cachorro castaño se dirigió al salón, y estiró a los pies del sillón familiar, donde normalmente los tres pasaban las tardes viendo películas o juegos deportivos cuando no les daba la gana salir.   

 

Kaede le miró mientras sacaba su celular para leer la respuesta del pelirrojo.

 

Salí con Eiji… Ahora le dio con que quiere un nuevo auto… Le dije que te esperara, pero… tu sabes como se pone” Rukawa maldijo a su amigo en esos momentos, ¿Justo ahora al tonto se le ocurría que quería otro coche?

 

Kaede negó con la cabeza y frunció los labios. Sawakita debió haber estado muy aburrido o desesperado si llamó Hanamichi para esa actividad, pues no era ningún secreto que Rukawa se había hecho un experto en automotriz, modelos, velocidad, marcas y calidad a través de estos últimos años. De hecho, todos los autos que tenían en casa habían sido compras incitadas por el pelinegro; Sakuragi le consintió, por supuesto, pero se conformaba con manejar su camioneta (además de que nunca entendió muy bien todo el tema de los vehículos).

 

Kaede, sentado en el sillón mimando la cabeza de su mascota, pensaba en qué diablos hacer para que su novio regresara a la residencia, sin arruinar la sorpresa (él, claro).

 

Rascándose la mejilla es que sonrió y sacó su celular nuevamente.

 

Idiota, ya llegué… asique déjate de joder con los autos y asegúrate de que Hana se venga SOLO a casa, SIN decirle que estoy aquí” El zorro se palmeó la espalda en felicitación después de mandarle el mensaje a Eiji, quien ya le debía varias después de cubrirle con sus diversas novias.

 

Fue unos minutos después que la vibración de su aparato le interrumpió de su mini siesta.

 

SEÑOR, SI, SEÑOR” Le respondió Sawakita, a lo que Rukawa rodó los ojos antes de subir a la segunda planta para darse otro baño. Jordan le siguió por todo el camino, mas el pelinegro se aseguró de no dejarle entrar mientras tomaba su ducha, escuchando desde ésta como el cachorrito lloraba y rasguñaba la puerta.

 

Ya afuera, el perro se colocó a sus pies mientras él se secaba sus cabellos y arreglaba frente al espejo de cuerpo entero. Abrió el closet para elegir un atuendo casual, pero seductor; elegante, pero no demasiado forzado. Con calma estiró sobre la cama posibles camisas, pantalones y playeras para dejar con la boca abierta y salivando a Hanamichi.

 

Probándose una y otra, es que vio de reojo un balón de básquetbol afirmado por una base negra sobre uno de los veladores junto a la cama.

 

Con sólo unos pantalones negros de tela abrazando sus piernas, es que se sentó sobre las revueltas frazadas y la agarró entre sus pálidas manos.

 

Sentir su dureza y buen estado le trajo un revuelo en el estómago. La apretó entre los dedos y la miró fijamente.

 

Inevitablemente, los recuerdos que fue reviviendo en el taxi llegaron como una ráfaga a su mente: Como él y Sakuragi se hicieron amigos en su segundo año de preparatoria; ese año separados sin saber que el otro sentía lo mismo; lo alucinantemente maravillosos que fueron los primeros meses de relación (descartando el episodio que marcó y dejó en evidencia los celos que perseguirían por siempre al pelinegro); la primera vez que habían terminado, y como después habían regresado; también cuando Hana llegó a EE.UU; como pensaron que eliminar el mar de distancia les ayudaría, pero aun así rompieron no mucho después; como se habían reconciliado en una estrellada noche. Como él llegó por fin a la NBA y esperó por su pareja…

 

También, cuando Ross apareció en la película, reavivando las inseguridades e celos irracionales de Rukawa.

 

Y finalmente, como habían terminado desastrosamente hace más de tres años atrás; esa vez que de verdad ambos pensaron que ya nunca más regresarían a los brazos del otro...

 

.

 

 

.

 

Rukawa Kaede de 26 años soltó un quejido mientras se apretaba con fuerza su rodilla malherida. Inclinado en el salón de su inmenso departamento, masajeó con moderada pericia los costados para aminorar el punzante dolor, pero el silencio de la sala sólo le hacía hundirse más en su miseria.

 

El apartamento ahora se sentía tan vacío, solitario y aburrido sin voces estruendosas o risas groseras llenando el aire; se sentía opresivo sin sonidos en la cocina a altas horas de la mañana. Parecía una jaula de lujo sin el guardián custodiando la puerta.

 

Kaede hizo una mueca al frotar las articulaciones de su músculo antes de sentarse lentamente sobre el costoso sillón tras su espalda.

 

La luz de la luna, blanca y brillante, entraba ligeramente por el gran ventanal, alumbrando la figura agotada y tirada con incomodidad en el largo diván. Levantó su pierna para colocarla sobre la mesa de centro, agarrando luego la botella que había dejado sobre la alfombra minutos antes.

 

Apoyó su nuca en el respaldo del sillón con flojera después de beber un largo trago (que pasó como agua por su ardiente y reseca garganta). No es que hubiese bebido solo por todas estas horas, sino que decidió continuar lo que había empezado en la reciente fiesta que realizó su equipo en el centro de la ciudad.

 

Su presencia en el evento, sin embargo, no había sido del todo bienvenida; no cuando llevaban jugando una de las peores temporadas de toda su carrera como basquetbolista, además de actuar como un verdadero hijo de puta con todo el plantel. Esa actitud, no obstante, no le bajó la cantidad de miradas coquetas e insinuaciones  descaradas que recibió durante toda la velada. Rukawa estuvo tentado de llevarse a una de las tantas jóvenes a la cama, pero ya varias veces después de este año y medio había experimentado lo vacío y miserable que se sentía al despertar junto a ellas.

 

Al comienzo, cuando cayó en cuenta de que él ya no volvería, que ya no lo tendría nunca más entre sus brazos, a su lado, besándole, apretándole y haciéndole el amor, decidió escuchar los consejos de Eiji.

 

Sawakita venía hace meses molestándole para que empezara a salir nuevamente; le irritaba y frustraba con sus largos discursos de “cómo tenía que salir de una maldita vez de esa puta caparazón en la que se encerró meses atrás”.

 

Debido a ello es que cada mujer que Steph le puso en el brazo para cualquier inauguración o coctel, no sólo tocaron su brazo oculto debajo de costada tela. Cada una de esas cantantes, modelos y actrices, pasaron por sus labios, manos, brazos y cama.  

 

Se acostó con muchas de ellas sintiendo con la mayoría lo mismo: esa excitación al comienzo; esa calentura a la mitad, y esa decepción al final. Todo se repetía como una cinta vieja y usada. Los sentimientos, las sensaciones, la culpa, el dolor, el asco…  Al final, cuando la mujer sin nombre se dormía entre las sábanas, Kaede les miraba con frialdad e indiferencia, no encontrando nada allí en su pecho o mente… (Nada por ellas al menos)… Sin importar si las despertaba, se levantaba, ponía su ropa y salía sin decir ni una palaba… revolviéndose y arrastrándose en esa parte de sí que quemaba y crujía.

 

¿Es que acaso nunca nadie escuchó el sonido? ¿Cómo si dos planetas colisionaran y explotaran y destruyeran todo a su paso?  

 

Con ninguna de ellas pasó de una noche de pasión; de una noche de pura lujuria; porque al final, la sesión sólo era eso: besos desesperados, empujones ansiosos, sexo sin emociones. Y aunque quizás ese tipo de relaciones podría llenar a cualquier adolescente o joven (como a su mismo amigo Sawakita) a él ya no le bastaba; para él no era suficiente.

 

No cuando venía de haber probado lo que era verdaderamente hacer el amor; no cuando venía de una relación donde experimentó como se siente abrazar a alguien sin querer dejarle ir; como es besar a alguien creyendo que acaricias su alma; como es palpar y tantear piel experimentando el más alto de los cielos; no cuando venía de compartir ese sensual baile erótico que va más allá del sexo; no cuando con él se movía en unisón mientras compartían sudor, jadeos, palpitaciones y todo mientras se miraban a los ojos sin querer separarse jamás.

 

No cuando el cielo se juntaba con la tierra cada vez que se tocaban…

 

Kaede, sumido ahora en la oscuridad de su sala, se golpeó con brutalidad la rodilla lesionada, sacando un gemido adolorido de sus labios...

 

Pero no le importó….

 

Le importó una reverenda mierda destruirse nervios, células o músculos en el proceso.

 

Si ya no era capaz de jugar… si ya no era capaz de hacer deportes… si ya no era capaz de caminar… ya no le importaba…

 

…Irónico ¿verdad?

 

Cuando sus celos le hicieron perder concentración y determinación en sus prácticas y partidos, no dudó en sacrificar y remover a ese pelirrojo de su vida; creyendo y concluyendo que él era la causa de todos sus males; de todo lo asqueroso y cruel que le estaba ocurriendo y experimentando.

 

Rukawa había envuelto a su corazón en una coraza de hielo ese fin de semana que fue a visitar al otro japonés. Renunció a sentir más que el amor por el baloncesto y la furia que le estaba consumiendo por aquel entonces.

 

Estaba tan, tan, tan cegado por los celos, la rabia, su inseguridad, frustración, y desagrado, que no dudó en terminar  la relación; que no pensó dos veces en renunciar a aquello que él, creía, estaba haciendo de su juego flojo y desatento.

 

Pero la realidad…

 

…La realidad le golpeó feroz y violentamente en el rostro no mucho después.

 

Después de ese fatal día; después de ese roto y horrible “Te juro que será la última vez que me verás…” todo pareció irse a pique; todo pareció agarrar velocidad y salirse de los carriles para caer… caer… y caer…

 

Su estómago subía hasta su garganta todas las mañanas al despertar. Sus ojos se pegaban en su lugar por minutos y minutos antes de abrirlos. Su cuerpo tardaba en reaccionar, en levantarse y mantenerse en pie. Sus músculos, entumecidos, no cooperaban con facilidad para salir de la cama, para levantarse… para vivir.

 

Todo era opaco. Y triste. Y agotador. Estaba tan malditamente cansado todo el puto tiempo… Pero dormir no hacía nada para mejorar su humor. Comer más sano no hacía nada para menguar los dolores de su estómago…

 

Muchas mañanas tuvo que vomitar para descargar ese peso y bilis en la garganta y en la boca de su estómago; esa acidez y quemazón que le repugnaba y debilitaba el cuerpo.

 

Todos sus músculos perdieron fuerza. Su piel se resecaba y sus ojos entristecían.

 

Sus entrenamientos y prácticas eran una vil y burda broma (si a penas y podía rendir). Se agotaba más rápido. Estaba más lento. Fallaba y fallaba y fallaba en los partidos. Su entrenador y preparadores físicos, (cansados y enfadados) le enviaron a incontables médicos, pero nadie pudo decir qué le pasaba.

 

Debes comer mejor, le dijeron. Debes descansar más, le recomendaron. Toma estas vitaminas, le recetaron.

 

Pero no era su cuerpo el que estaba roto; el que sangraba a cada hora; el que aullaba de dolor, el que se contraía y parecía desgarrarse crudamente con cada segundo. Su cuerpo fue sólo una víctima, una consecuencia; un efecto de una causa. Él recibió los embates de una mente dispersa, fracturada y descompuesta.

 

Recibió el sufrimiento y dolor de un corazón roto y moribundo.

 

Y tontamente, la supuesta razón por la que debía terminar con él, desapareció. Su juego, su habilidad, su técnica, su agarre y su determinación, parecieron desvanecerse en el aire después de ese día… de ese frío y borroso día.

 

Ahora, hace sólo dos meses, había sido dado de baja por una lesión en su rodilla izquierda. Una lesión que probablemente él mismo se había provocado al descuidarse tanto; una herida que él mismo empeoró con sus deseos de salir de allí, de ese maldito gimnasio que le recordaba cada día, a cada hora y a cada segundo, la estupidez más grande que había cometido en su vida.

 

Pero él intentó enmendarlo. Intentó reparar y arreglar lo hecho...

 

Seis meses después de terminar, Kaede le buscó en su departamento, pero éste era habitado por otras personas. Le llamó, pero el número ya no le pertenecía. Le mandó cientos de correos, pero estos nunca fueron contestados. Le pidió a Alex y Steph que le comunicaran o ayudaran a contactarlo, pero ambos se negaron por órdenes estrictas del otro basquetbolista. Le pidió a Eiji (quien en el último tiempo se había acercado bastante al pelirrojo), pero éste también se había negado a pedido del ala-pívot.

 

Las únicas oportunidades que tuvo para verle, fue en partidos que tuvieron en la temporada, de ida y de vuelta, en el All-Stars y unos cuantos de exhibición, en los cuales muy pocos Rukawa fue titular. Cuando el pelinegro intentó buscarle en ellos, el otro siempre lograba evitarle e ignorarle entre sus compañeros y periodistas.

 

A todos los eventos que ambos eran invitados, convenientemente ya no coincidían, y Kaede sabía que todo era obra de su agente, publicista y de su amigo.

 

Y Rukawa les odió a todos: a los dos estúpidos por traidores, a su mejor amigo por verle así de desesperado y aun así dejarle a la deriva… y a él…  a él por romperle el corazón… una y otra, y otra, y otra, y otra vez… Pero más que a todos ellos… se aborreció a él mismo. Se detestaba a él por haber hecho eso hace ya meses atrás. Por haber actuado de manera tan infantil, tan inmadura, tan irracional. Por haber hecho daño a la persona que más amaba. Por haber roto lo más perfecto y hermoso que tenía en la vida.

 

Es increíble que una frase tan cliché como esa que siempre dicen en las películas y novelas rosas, esa de que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, pudiese aplicarse a su vida; parcialmente, al menos. Porque Kaede si sabía lo que tenía, solo que no supo valorarlo… nunca pudo demostrárselo… siempre creyó que con sólo estar a su lado, le decía cuanto le agradecía que le amara también. Pero la verdad es que a veces las palabras son necesarias… A veces un simple gracias, puede cambiar todo el mundo. Puede dar vuelta vidas y opiniones. Callar y esperar que la otra persona entienda todo lo que pasa por tu cabeza, es como creer que puedes volar: sueños con ello; cuando eres niño crees que es cierto; sería genial y liberador… pero no es posible…

 

Y eso no había sido todo. Rukawa no pudo dejar de lado su orgullo, su dignidad y su miedo… ni siquiera por un segundo… Se escudó detrás de una máscara que ya no le pertenecía. Dejó que lo más importante de su vida se le escapara entre los dedos…

 

Y ahora era muy tarde para cambiar las cosas…

 

Arrepentirse y sufrir por el pasado no tiene sentido… pero sentir dolor es mejor que sentir nada…

 

Y en gran parte por ello estaba así hoy… solo… ahogándose en su propia miseria… en ese insoportable apretón de su pecho… de ese golpe que le subía bruscamente el aire por la garganta…

 

Ya ni siquiera la compañía superficial y fácil le sosegaba, calmaba o lograba hacerle olvidar. Por eso prefería quedarse en casa, en la oscuridad y en el silencio de su salón.

 

Más de un año y medio… pensó cerrando los párpados con brusquedad. Algo, como un sollozo pareció escapar de entre sus labios, pero Rukawa lo detuvo al levantar la botella y beber otro trago con ansiedad. Sus manos estaban temblando, su rodilla palpitaba de dolor ardiente y su cabeza daba vueltas y vueltas. Sus ojos azules, nublados y desenfocados, se clavaron en la alfombra en entumecimiento.

 

Pensar que en ese piso pasaron cientos de noches jugando a la play, peleando con golpes superficiales, besándose como adolescentes, tocándose como hambrientos; haciendo el amor por horas y horas…

 

Si sólo… Si sólo se hubiese controlado… Si lo hubiese hablado… ¿Habría cambiado algo? ¿Habría él despejado sus dudas? ¿Sus inseguridades?... Si sólo pudiera retroceder el tiempo…

 

“Hana…” Susurró a la nada; al vacío apartamento; a la cruel oscuridad opacada por la luna; a sí mismo; a sus recuerdos… Le llamó otra vez… y otra vez… un poco más alto… Un poco más suplicante… con un poquito más de desesperación…

 

Sus ojos ardían y su garganta le ahogaba. Todo su rostro ardía con una sensación desconocida. Su respiración estaba agitada, descontrolada y salvaje. Un nuevo sollozo escapó de sus labios. Pero esta vez no lo detuvo. Salió otro, y otro y otro… y cuando algo iba a caer de la comisura de uno de sus ojos, escuchó golpes en la puerta principal.

 

Rukawa, con la mente dispersa y nublada, gruñó y se acomodó más contra los cojines negándose a realizar cualquier movimiento, pero cuando los golpes se hicieron más seguidos y potentes, se sonó y apretó los párpados cerrados con violencia para controlar lo que sea que quería escapar de ahí y así pararse para abrirle al maldito que molestaba.

 

“¿Qué quieres?” Preguntó bruscamente con un tono bajo y ronco. Eiji le miró y empujó para pasar. Kaede, con el simple toque, se desestabilizó y tropezó contra las paredes. Pestañeó varias veces antes de afirmarse y caminar a  colisiones hasta el sillón.  

 

“¡Ugh! ¡Apesta aquí adentro!... ¡¿Qué es, idiota?! ¿La cuarta vez este mes?... ¿Qué va a hacer la próxima vez, eh?.... ¿Acaso voy a encontrar coca ahí en la mesa?” Inquirió Sawakita con ojos duros y reprobadores antes de vagar por la sala recogiendo ropa y botellas tiradas por ahí.

 

“No seas imbécil” Rukawa contestó después de rodar los ojos. Eiji le vio por unos momentos antes de suspirar y dirigirse a la cocina.

 

Por unas cuantas horas estuvieron así, Sawakita intentando poner sobrio al pelinegro, mientras éste se negaba a beber el café que su amigo le había preparado. El ex Sannoh estuvo tentado de golpearle, pero cuando notó los vidriosos y vacíos ojos azules del alero, calló y suspiró con tristeza.

 

Cuando la madrugada se hizo presente en el horizonte, ambos agradecieron que fuera domingo y no hubiera práctica, gracias a lo cual pudieron simplemente estirarse en el sillón y dormir hasta recuperar las horas perdidas.

 

Kaede estaba sumido en un mundo oscuro y sin sueños cuando escuchó la música del celular de Eiji horas después. Rukawa se negó a abrir los ojos e intentó seguir durmiendo, pero con el ruido que hizo su amigo al levantarse y caminar hacia el otro cuarto, le fue imposible volver a la somnolencia, por lo que se quedó tumbado en los cojines con los ojos cerrados ignorando el resto del mundo…

 

….hasta que la conversación de Eiji le llegó hasta sus oídos.

 

“¡Pero si te dije que iba a ir!” Rukawa frunció el ceño al escucharle hablar en japonés, pues no eran muchos con los que pudiese usar su lengua materna aquí en EE.UU (no al menos que el japonés conociese).

 

A no ser… pensó con el cuerpo rígido y los oídos ultra atentos en la charla de la otra habitación.

 

“… Bueno… ¿quieres que lleve algo…?.... ¡Agh!, qué sé yo, vino, un postre o algo así… Hmp, como quieras…. Ehh… ¿yo? No… ahora estoy entrenando…” El corazón de Kaede bombeó y palpitó como hace un año y medio no lo hacia. Solo hay una persona a la Eiji no le diría que está aquí… Respirando profunda y rápidamente, se sentó con lentitud, sintiendo al instante una punzada en la cabeza que ignoró para seguir escuchando.

 

“Emm… ya veo… No lo sé… creo que la próxima semana, pero bueno… más tarde te cuento… Si… Nos vemos” Rukawa le oyó suspirar y pasearse por el cuarto contiguo, hasta que entró a la sala con una expresión agotada. Nada más atravesar la puerta, se topó con la mirada fija de Kaede. “Perdón… ¿te desperté?”

 

“¿Era él?” Preguntó saltándose cualquier estupidez que Sawakita fuese a hacer o decir para desviar su atención. El alero vio a su amigo abrir y cerrar la boca como pez, antes de suspirar y afirmar con la cabeza. Ambos se sentaron rigurosamente en el sillón sin verse las caras. “… ¿Está bien?”

 

“Si… Si, está bien… “Respondió moviendo varias veces la cabeza. “Oye, qué te parece si vamos a comer-”

 

“¿Y?” Interrumpió Kaede con una mirada severa. Sawakita se tragó un gruñido.

 

“¿Y qué? Estoy seguro que tu sabes qué tal está por las revistas, periódicos o internet…”

 

“Eiji” Le interrumpió duramente.

 

“Él está bien, Kaede… jugando, superándose… siguiendo adelante” Sawakita dijo en un murmullo significativo, no porque quería ver a su amigo sufrir más de lo que ya lo estaba, sino para sacarle de ese estado, de esa petrificación en la que se había sumido; empujarle fuera de ese agujero en el que estaba cayendo; y si abrirle los ojos sobre lo que estaba pasando era la única manera de despertarle, entonces… Eiji estaba dispuesto a romperle un poco más el corazón.

 

“¿Siguiendo adelante?” Rukawa preguntó con el ceño fruncido al captar lo que ocultaba la frase. Algo dentro de él se apretó tan fuerte, que tuvo que inclinarse y comprimirse la lesionada rodilla hasta que pulsara de malestar para distraerse y mantener el control. Sus facciones se contrajeron de dolor por el pinchazo agudo que le corrió por toda la pierna, casi sacándole un llanto, pero eso era mejor, mucho mejor que sentir como su corazón se rompía… de nuevo….

 

“Si… algo que tu también deberías hacer… Y no me refiero a folladas de una noche… ¡Ha pasado más de un año, hombre!” Se alteró Eiji al verle someterse a esa masoquista y patética tortura.

 

“¿Él… está saliendo con alguien?” Las palabras a penas y salieron de su agarrotada garganta.

 

¿Por qué…? ¿Por qué…? ¿Por qué? ¡¿Por qué?!

 

Duele, duele, duele, duele… duele tanto…

 

Sawakita se movió intranquilo al verle en esa guisa. Rukawa estaba estático viendo la alfombra, casi hiperventilando y apretando violentamente sus palmas contra su rodilla lastimada. Eiji dudó seriamente en responderle, pensando que mejor debería ayudarle a levantarse e ir a la cama para que durmiera, pero recordó unas noches atrás, cuando intentó algo parecido, y recibió a cambio un lindo ojo morado.

 

Negando con la cabeza, el ex Sannoh respondió con la verdad.

 

“…Si…Me… me la va a presentar esta noche…” El zorro abrió los ojos y alzó la mirada con horror.

 

“No… no… no puede ser” Dijo más para sí que para el otro joven.

 

A prisa se levantó y comenzó a cojear como león enjaulado por la habitación, ignorando a su rodilla, y sintiendo una quemazón, un fuego derritiendo desagradablemente todo a su paso. Se tiró los largos cabellos negros y se sentó en el piso con ambos brazos rodeando su torso, pues éste parecía que en cualquier momento se rompería en miles de pedazos.

 

“Kaede… Kaede, escúchame… por favor, quizás de verdad no entiendo… de verdad soy un inútil en estos temas… pero tienes que olvidarlo… Sakuragi ya está haciendo su vida… ¡Incluso la va a llevar a Japón para presentársela a su madre!” Eiji le dijo inclinándose a su lado con la cara arrugada de preocupación.

 

“¡No!... ¡De verdad no lo entiendes!... Él y yo… debemos estar juntos… Ahora está molesto conmigo… pero si hablo con él… y si-si le hago ver que me equivoqué, él me va a perdonar y… todo va a estar bien” Replicó casi en un trance, sin ver u oír nada a su alrededor. Eiji le afirmó bruscamente los hombros para despertarle de cualquier sueño en el que estuviese inmerso.

 

“Kaede, escúchate… Pareces un loco hablando así…. ¿Qué deben estar juntos?... Por favor, sólo….recupérate ¿sí? Cuida tu rodilla…  Y si ya estás harto del equipo… entonces, entonces habla con Alex para que finiquite el contrato… pero, por favor, salte de esto-”

 

“¿Cuándo va a Japón?” Le interrumpió zafándose del agarre y parándose rígidamente.

 

La niebla de locura estaba disipándose de sus ojos, permitiéndole ver ahora todo más claro, con más objetividad y frialdad. Rukawa respiró profundamente antes lograr controlar los desbocados latidos de su corazón, la alteración de su pecho y el revoltijo de su estómago… Caminó al sillón y tomó asiento con pretendida calma.

 

He dejado pasar demasiado tiempo, se dijo observando sus pálidas y frías manos. Pero todavía no es muy tarde…

 

Él y yosomos invencibles… Nada podía romperlos. Nada podía separarlos. Quizás las cosas cambian, las personas mutan y las situaciones pueden alterarse. Pero ellos dos… Ellos dos eran una constante; la luz de una estrella; el calor del sol; la brisa de la mañana; la tibieza de un abrazo; la dulzura de un beso… Ellos eran eternos.

 

“Kaede” Eiji le dijo en tono de advertencia; pero el pelinegro ya estaba decidido.

 

“¿Cuándo?” Preguntó esta vez con firmeza y sin espacio a replicas.

 

“No estoy seguro… creo que este viernes…” Sawakita respondió con un movimiento resignado de sus brazos,  ignorando los planes que estaba ya formando en alero en su cabeza.

 

Kaede asintió con supuesta indiferencia, pero por dentro una llama le calentó el pecho de manera cruel. Sus manos se apretaron y sus uñas se enterraron en su piel para controlarse. Eiji le observaba con cuidado, por lo que el pelinegro se levantó y caminó al lavado, no sin antes decirle a su amigo que tenía hambre.

 

Minutos más tarde los dos deportistas salieron a comer algo al centro de la ciudad, conversando de temas superficiales y livianos. No equipos. No Japón. No vida amorosa.

 

Durante el resto de la semana, Rukawa tuvo el cuidado de no mencionar de ninguna manera al pelirrojo; deliberadamente actuando indiferente y tranquilo frente a su amigo, quien internamente suspiró aliviado.

 

El siguiente sábado, Rukawa invitó a Eiji al departamento que tenía su madre muy cerca del propio, donde a la hora de la cena comentó con supuesta indiferencia y hastío que hace tiempo no hablaba con sus abuelos. Su mamá, tal y como Kaede esperaba, enseguida continuó lo anterior con sus propias ideas (como lo mucho que extrañaba su cultura; la comida; a sus amigos; primos y hermanos), a lo que el pelinegro interrumpió con actuada ligereza que podía salir del EE.UU esta semana.

 

Frente lo anterior Sawakita le miró con sospecha y cierta alarma, mas enseguida lo dejó pasar (no creyéndose que Kaede podría urdir un plan así de manipulador). Cayendo totalmente en la trampa, aportó que él iría a tierra nipona por estos días.

 

Fue al final de la velada que su madre le tomó del brazo y preguntó con emoción si le parecía la idea de acompañar al otro japonés en su viaje. Kaede sonrió internamente mientras le asentía y aseguraba que no había ningún problema.

 

Rukawa, no obstante, no pudo evitar sentirse un poco idiota al planear cosas de esta manera tan infantil y estúpida; lamentablemente, sabía que era el único camino a seguir, sobre todo tomando en cuenta lo preocupado que estaba Sawakita últimamente. Kaede sabía que si Eiji le atrapada planeando esta tontería, sería capaz de advertir al pelirrojo para alejarlos. No porque su amigo no quisiese verle feliz, sino porque creía que era el susodicho, justamente, quien le hacía sufrir…

 

Pero él no entiende… se dijo durante los siguientes días, especialmente cuando llevó a cabo la segunda etapa de su súper maestro y ultra secreto plan, el cual consistía en robarle (temporalmente, por supuesto) el celular a Eiji cuando llegaran a Japón.

 

Mandándole un mensaje desde este aparato al pelirrojo sería la única manera para que el otro chico respondiese, pues Kaede estaba seguro de que si él se atrevía a llamarlo, su ex le cortaría nada más reconocer su voz.

 

Sin dejar pasar ni un día, Rukawa le mandó un:

 

“¡Hey, ya estoy en Japón! ¿Por qué no me vienes a buscar?… Estoy en el hotel “Starlet” en el centro, habitación 2205…. ¡Te traje algo!” Agregó esto último al creer que el texto no parecía muy convincente (y conociendo lo codicioso y glotón que era el otro japonés, no dudaba que mordería el anzuelo).

 

Rukawa se paseó por la habitación del hotel que arrendó sólo para encontrarse con… Hanamichi… Lo había hecho de la manera más discreta que pudo después de haber dejado a su madre en la casa de sus abuelos y a Sawakita en el hogar de sus padres.

 

Observando una y otra vez por la ventana hasta las calles, más de una vez creyó ver desde esa altura una cabellera rojiza, pero enseguida negaba con la cabeza. Contrólate… Cálmate… Respira… Respira…  Sin pensarlo demasiado, sacó del mini bar unos cuantos tragos y se los sirvió con la excusa de eliminar un poco los nervios.

 

Bebió una y otra vez al sentirse cada vez más relajado, pero no menos adolorido y ansioso.

 

¿Qué diría…? ¿Cómo comenzaría?... ¿Acaso él se quedaría para escucharle… para dejarle explicarse?.... ¿Y cuál era esa explicación de todos modos?... ¿Qué fue un idiota? ¿Un hijo un puta insensible? ¿Un bastardo sin corazón? Eso era obvio… La pregunta en realidad es… por qué…. Por qué actuó de esa manera aquel día… por qué terminó con él, en primer lugar…

 

Ya cuando su lengua se sentía pesada y sus músculos más flojos, fue que saltó de sorpresa cuando escuchó unos fuertes golpes en la puerta.

 

Como pudo fue que llegó hasta ella y la abrió con exceso de fuerza.

 

“¡¿Para que me hici-” El grito y la tan, tan, tan conocida voz, le estrujaron el corazón como nada nunca lo hizo antes.

 

Rukawa vio al pelirrojo observarle con los ojos marrones abiertos con sorpresa y confusión, mas ni un segundo después, el más alto se estaba dando la vuelta para salir de allí. Kaede, un poco más despierto, un poco más atento, pero no menos nublado, le agarró con fuerza de la playera blanca para tirarle dentro de la habitación y cerrar después con un portazo.

 

“… ¡¿Qué enferma broma es esta?! ¡¿Acaso Eiji-”

 

“Eiji… no tiene nada que ver… Le… le robé su celular y te mandé... el mensaje…” Sakuragi le miró con los ojos entrecerrados y brillantes en ira. Rukawa se maldijo por no poder hablar bien. Su mente funcionaba a la perfección: sabía lo que quería y debía decir, pero su boca, labios y lengua se sentían como acero en su rostro, y las palabras salían expulsadas de una manera arrastrada y pausada…. Maldito alcohol…

 

“Estás ebrio, bastardo” Sakuragi escupió con cólera poco controlada. El pelirrojo estaba parado con rigidez. Sus hombros estaban tensos y su boca arrugada en disgusto… asco… odio…

 

Hanamichi, sintiendo como su cuerpo temblaba de furia, ojeó el pequeño cuarto para controlarse, enseguida bufando cuando encontró botellas completamente vacías sobre la mesa de centro. Negando con la cabeza y  revolviendo sus largas hebras rojas, empuñó furiosamente sus manos para no moler a palos al hijo de puta que le miraba con los labios entreabiertos.

 

No había hablado con el maldito canalla por casi año y medio… y así tenía que ser el reencuentro: Uno casi estallando en rabia y el otro curado como tagua.

 

Lindo… perfecto… Sakuragi se dijo sarcásticamente, preparándose para salir de allí.

 

“¡No!, no, espera” Medio gritó el pelinegro colocándose obstinadamente delante de la puerta principal.

 

“¿Qué quieres?” Preguntó con apenas paciencia.

 

Todos los sentimientos y emociones que Hanamichi había creído haber superado hace ya cuatro meses, arrasaron con su cordura con solo ver un segundo al mal nacido ese. Ese bombeo loco de su corazón casi le hizo caer de rodillas (las cuales no estaban en mejores condiciones con un nervioso temblor). Su garganta estaba tan obstruida, que tragó pesadamente para alivianar el peso… pero no desaparecía… el calor abrasador seguía allí, consumiéndole y dejándole expuesto, vulnerable, herido… humillado…  

 

Mierda, mierda, mierda… Se dijo respirando profundamente.

 

¿Acaso siempre iba a ser así? ¿Acaso siempre iba a querer tirarse a sus pies cuando le viese? ¡Y el muy hijo de puta estaba demasiado ebrio para notarlo!

 

Te destrozó el corazón, Hanamichi… te abandonó como un perro… se repitió sintiendo esa familiar rabia y molestia dirigida exclusivamente a ese estúpido. Su cabeza pulsó vaticinando una jaqueca. Sus manos y brazos seguían temblando, pero Sakuragi sabía que ya no era a causa de la furia…

 

Si no salía de aquí, ahora mismo, terminaría llorando como un maldito estúpido por culpa de un bastardo que no merecía ni una de sus lágrimas…  

 

“Hablar” Rukawa respondió a penas y pronunciando la erre.

 

¡Maldita sea! ¿Por qué se me tuvo que ocurrir tomar ahora?...

 

El pelirrojo se mofó imponiendo más su altura.

 

“Yo no tengo nada que hablar contigo” Le contestó con una sonrisa engreída, empujándole con violencia de hacia la pared para abrir la puerta.

 

“Por favor” Kaede susurró de manera tan lastimera y patética, que Sakuragi no pudo evitar voltear hacia él, viéndole caer contra la pared y arrastrándose de espalda hasta quedar sentado en el piso.

 

“La última vez que nos vimos, dije todo lo que tenía que decir…” Hanamichi dijo con inquietud, con pretendida dureza, con un temblor en su voz, con dolor… porque aun recordaba ese día, a la perfección: ese momento en el que le advirtió y casi rogó al otro japonés que no se fuera; pero Rukawa, con la expresión más fría y bastarda que le había visto en años, simplemente salió de su vida. Salió de su apartamento como si todos los momentos, los besos, los abrazos, los te amo, no fuesen nada.

 

Y Sakuragi se había sentido tan desamparado, tan humillado, tan roto, tan solo, que no le hubiera importado que un camión le arrollara una y mil veces para deshacerse de ese incendio en su pecho y corazón.

 

“¡Hanamichi!” Gritó Kaede desde el piso cuando le vio desaparecer por la puerta.

 

Sakuragi, que ya estaba en el pasillo, escuchó algo que nunca en su vida, en sus años de preparatoria, ni en sus años de noviazgo, había presenciado u oído: sollozos...

 

Con sus ojos achocolatados más abiertos de lo normal, se devolvió hasta donde estaba el mal nacido, quien ahora tenía sus rodillas apretadas contra su pecho, y su rostro enterrado entre ellas.

 

Hanamichi se quedó estático mientras le miraba estupefacto y confundido. No entendía nada. ¿Qué era todo esto? ¿Un juego? ¿Una broma? ¿De verdad Rukawa estaba así sólo porque estaba ebrio?

 

Observándole temblar y apretar sus manos contra sus rodillas, Sakuragi suspiró y se golpeó la frente por su debilidad. Agachándose junto a la masa humana, le tomó de un brazo para ayudarle a que pusiera de pie.

 

Rukawa, quien se creía solo en el cuarto, al sentir el familiar calor contra su piel, alzó rápidamente la vista. Sus ojos azules estaban rojos y aguados, dejando que gruesas hilillos de lágrimas corrieran por sus mejillas, nariz, labios y barbilla. La visión, la verdad, era patética y no muy atractiva, pero a Hanamichi le rompió el corazón una vez más.

 

Sakuragi soltó un jadeo cuando el pelinegro, sólo un segundo más tarde, se le tiró encima como un niño pequeño buscando refugio, casi golpeándole cuando pasó sus flojos pálidos brazos por su cuello, y enterró su mojada cara entre su cuello y hombro.

 

“Por favor…no, no… no me dejes….por, por favor” Murmuró a una y otra vez.

 

Sakuragi, que estaba asombrado por esta demostración y explosión de sentimientos (y también seriamente perturbado por el bizarro comportamiento), le apretó contra su cuerpo para levantarle del piso; hecho lo anterior, ubicó al somnoliento alero sobre el sillón para después preparar algo de café y buscar algún pocillo o algo así por si al ebrio le daban ganas de vomitar.   

 

Cuando Rukawa estaba sobre las mantas dormido, Sakuragi tomó asiento en el sillón individual y le observó fijamente....

 

¿Qué le pasa…? Se preguntó confundido y agraviado. Apretando la quijada y suspirando, Sakuragi aceptó el hecho de que, sin importar lo mucho que ese hijo de puta le lastimó, aun así era incapaz de verle así de destruido… en un estado tan enfermo ydeplorable…

 

Quizás es por su lesión…. Pensó recordando las últimas noticias que había leído sobre el jugador de Miami Heat, el que, según el artículo de internet que había ojeado con molestia, estaría de baja por unos meses a causa de una lesión en su rodilla izquierda. Hanamichi, que había sufrida su propia cuota de lesiones, podía relacionarse con el dolor que al parecer estaba sintiendo.

 

La frustración, la ansiedad, la irritación… no se les desearía a nadie.

 

Sakuragi suspiró mientras veía el cielo oscuro fuera de la ventana.

 

Tragó nerviosamente al tiempo que sacaba su celular y le mandaba un mensaje a su novia, quien ahora estaría con su madre en casa de esta última. Le escribió que la salida con su amigo se había complicado un poco y que no podría llegar hasta más tarde… le pidió profusas disculpas y le colocó “te quiero” al final…

 

Al ver la frase escrita, sin embargo, le hizo sentir un hueco en el pecho y una punzada en la nuca. Alzó la vista hacia el bulto humano entre las frazadas, y negó con la cabeza con molestia.

 

Pensé que eras un genio, Hanamichi… se dijo junto con un gruñido mientras se apoyaba en el respaldo para dormir.

 

Cuando la mañana se alzó en los cielos, el sol no pretendió ser amable en apuntar con fuertes y calientes rayos solares al japonés de hebras negras acostado como un niño inquieto en la cama totalmente deshecha.

 

Kaede, llevándose instantáneamente una mano sobre sus sienes, siseó por lo bajo cuando percibió un agudo dolor atravesándole el cerebro mientras se revolvía entre las frazadas para sentarse.

 

Se pasó con fuerza ambas manos sobre su rostro y ojos para despejarse, pero no fue sino hasta que vio al pelirrojo profundamente dormido en el sillón individual, que los recuerdos de la anoche anterior volaron a través de su mente; y extrañamente, no se sentía avergonzado, humillado o molesto por haberse desahogado de esa manera, pues era la primera vez en su vida que lo hacía, y debía admitir, que algo de liberador tenía sentir ese ardor y calor en la quijada, ojos, nariz y pecho.

 

Ahora mismo, sus ojos azules se sentían extraños, pero no se preocupó. Al contrario, se acomodó entre las mantas para observar a su ex sentado e iluminado por los rayos matutinos.  Recién ahora, sobrio, calmado y en silencio, podía apreciar los largos cabellos rojos peinados impecablemente hacia atrás, dándole un aspecto salvaje y arrebatador… como siempre luce… se dijo Kaede mordiéndose los labios.

 

Sólo allí la acidez del interior de su boca se hizo notar. Haciendo una mueca, se levantó para darse un baño y limpiarse.

 

Hecho lo anterior, y con una toalla rodeando sus hombros, tomó asiento en la orilla de la cama esperando por el despertar del otro ocupante de la habitación.

 

Al parecer la fresca y aromática fragancia que salía a vapor del lavado hizo su magia, pues no mucho rato después el pelirrojo se revolvió entre los cojines y abrió los ojos mientras se estiraba y respiraba profundamente.

 

Rukawa casi rió cuando le vio extender los brazos y bostezar con la boca abierta; pero se controló a tiempo.

 

“¿Uh?” Exclamó Sakuragi mirando extrañado a su alrededor.

 

“Buenos días” Kaede le interrumpió su inspección en un susurro que aun así alteró a Sakuragi. Ambos se quedaron viendo fijamente por unos eternos minutos. Ninguno de los dos se movió o desvió la mirada. Pero no era silencio lo que Rukawa quería. “…Gracias por quedarte” Murmuró sin quitarle los ojos de encima.

 

El pelirrojo bufó y se paró para estirar los músculos.

 

“¡Hmp! ¿Y qué esperabas que hiciera…? ¿Qué te dejara ahogarte en tu propio vomito?” Kaede hizo una mueca ante la brusca réplica, sabiendo que no tenía razones para esperar una respuesta sensible o emocional. Sabía y entendía que Hanamichi estaba molesto, furioso, quizás hasta rencoroso… y con razón, pero… no podrían avanzar y superarlo si ambos actuaban como niños…

 

Si es que quiere superarlo, Rukawa pensó con cierta alarma.

 

“Yo… ayer quería-” Comenzó el pelinegro observando el piso.

 

“Ya tengo que irme…” Sakuragi interrumpió antes de partir hacia la puerta.

 

Kaede no supo qué hacer; qué decir para detenerlo. ¿Todo esto había sido para nada? ¿Todo el sufrimiento… todo ese dolor? ¿El viaje? ¿El absurdo plan?... ¿Todo no sirvió de nada? ¿Aquí terminaba todo?

 

¿Así como así?

 

Su pecho se estrujó con tanta ferocidad, que una mano se dirigió allí por inercia para apretarse el lugar. Si estoy sangrando… entonces por qué no veo  la sangre… pensó volviendo a sentir ese ardor en el rostro.

 

Un fuego se concentró en sus ojos antes de apreciar como agua salía de sus ojos azules.

 

Pero no le importó.

 

Nada importaba ahora.

 

¿Qué es llorar… de todos modos? Desahogo… pensó. Alivio… continuó… Pero si era eso… ¿entonces por qué el nudo en su pecho seguía aumentando? Por qué el aire le faltaba. Por qué parecía que la gravedad había caído sobre su cuerpo y músculos y le tiraba al piso. Todo parecía tan… lejano… tan agotador… tan oscuro.

 

Hanamichi… Hanamichi… pensó y pensó cerrando los ojos y apretando los dientes.

 

Hana… Hanamichi… siguió llevando sus manos hasta sus cabellos. Los apretó y tiró, pero todo su cuerpo estaba entumecido. No podía sentir a su piel, ni a sus manos, ni a sus pies ni a sus labios. Se mordió y rasguñó, pero su cerebro estaba concentrado en ese rompimiento allí, en su pecho.

 

Le torturaba y destruía… y tiraba y ahogaba…

 

“Hey” Escuchó desde la puerta. Con la cabeza gacha, sonándose fuertemente y limpiándose los rastros de lágrimas, se volvió encontrando a un Hanamichi con el ceño fruncido. “Oye… creéme… todo estará bien… Yo también he pasado por lo mismo… es frustrante, pero… se supera” Rukawa le frunció el ceño, sintiéndose aun más apaleado y destrozado que segundos antes.

 

…¿Superarlo…?

 

¿Qué todo estará bien…?

 

…Ni en veinte, treinta o cuarenta años…

 

Negó con la cabeza mientras repetía lo que le había dicho Eiji hace poco. Efectivamente, el pelirrojo había volteado la página… había seguido adelante…

 

…Había dejado de amarle…

 

Y ahora tenía a alguien más…

 

Inevitablemente, un jadeo y sollozo escapó de sus labios cuando el aire subió por su garganta de manera brusca y cruel. Sakuragi enseguida se sentó a su lado.

 

“Oye, zorro… tranquilo”… ¿Qué acaso no sabe que me está matando?, pensó inclinándose para mantener a su torso y corazón en su lugar. “…Es sólo una lesión…” Continuó golpeándole amigablemente el hombro.

 

…¿Qué?...

 

“¿Una lesión?” Preguntó volteando hacia pelirrojo, quien lucía tan confundido y perdido como Kaede se sentía.

 

“Esto… ¿Esto no es por tu rodilla?” Hanamichi ya no sabía qué demonios pensar o decir.

 

Era la primera puta vez en su vida que veía a Kaede Rukawa de esta manera… así de… tan… tan mal… tan destruido, roto y sin vida, lo cual hacia que él mismo se sintiese miserable.

 

“Es por ti, maldito estúpido” Le respondió con la voz temblorosa y los ojos aun llorosos. Le frunció el ceño y le miró fijamente sus ojos marrones “Me equivoqué… ese-ese día… todo lo que dije… fue una mierda;… no me importa si no estoy jugando bien… no me importa si no puedo caminar…. Nada me importa si… si tu no estás conmigo” Le dijo sin bajar la mirada.

 

Sakuragi fue abriendo cada vez más los ojos con lo que escuchaba.

 

…No podía creerlo.

 

Después de todo este tiempo. Después de tanta separación… de tanta distancia… ¿El pelinegro se atrevía a venir a él ahora?....

 

Hanamichi sabía que Rukawa le había buscado algunos meses después de que terminaron, pero en ese momento estaba demasiado destruido para enfrentarle. Estaba demasiado débil y vulnerable… justo como se sentía ahora.

 

“Rukawa-” Le llamó, causando una dolorosa mueca en el alero por ser llamado con tanta formalidad después de todo este tiempo. Su apellido sonó como un latigazo en la espalda.

 

Sakuragi sintió su corazón latir como en una carrera de caballos. Sus pelos de los brazos, nuca y todo el cuerpo se pararon ansiosos y expectantes… Pero… ¿valía la pena? ¿...Era justo?

 

El pelirrojo había sufrido tanto… tanto… tanto… que por unos meses pensó seriamente en la posibilidad de abandonar la NBA y volver a Japón; a casa; donde sabía tenía seres queridos que le apoyarían y ayudarían a olvidar y seguir adelante. Sin embargo, había sido Eiji y el resto de sus amigos americanos quienes le empujaron a seguir en el país y en la liga de baloncesto americana; a no rendirse y bajar los brazos…

 

…Y ahora Sarah…

 

“No… Yo te quiero… Por favor… Por favor…. Dame otra oportunidad, sólo una…Hanamichi, por favor… ” Susurró Kaede acercándose cautelosa y lentamente al cuerpo contrario. El pelinegro vio como el otro japonés se lamía los labios y volteaba la vista al piso en contrariedad.

 

Pero Rukawa estaba decidido. Estaba desesperado. Estaba determinado.  

 

“Yo-” Alcanzó a decir Sakuragi antes de que el alero se le tirara encima y le besara con ansias y ardor.

 

Y Hanamichi no le empujó, rechazó o dejó estar… al contrario… estiró su mano para agarrar un puñado de hebras negras para apretarlas más contra su cara.

 

Se besaron como posesos; como si el día fuese a acabar en cualquier segundo. Kaede le abrazó por los hombros y cuello mientras le lamía los labios y le metía la lengua. Hanamichi respondió abrazándolo y subiéndolo a la cama. Tiró al pálido joven al centro de las desordenadas mantas, para luego tumbar todo su peso sobre él.

 

Se desvistieron de sus chaquetas y poleras a tiempo record, sin medir, sin pensar en consecuencias, en efectos, en culpa, y en el arrepentimiento que podría invadirles luego.

 

Sólo se dedicaron a sentir…

 

Sólo se concentraron en el cuerpo contrario. En los apretados abrazos. En los roncos gemidos. En los apasionados besos. En las calientes caricias. En los húmedos mimos. En el sudor y en la eternidad del tiempo mientras estaban juntos de esta manera tan íntima...

 

El pelirrojo se sacó el cinturón y desabrochó los pantalones mientras Rukawa respiraba sobre su boca y se bajaba ropa interior y pantalones deportivos con apremio. Se besaron locamente mientras se preparaban y calentaban con agarrones, dedos y saliva.

 

A Kaede le dolió la brusca intromisión, pues hace ya tiempo que su ex novio no le hacia el amor, pero no le importó; no cuando por fin podía aferrarse a su calor y energía; no cuando podía lamerle el cuello al tiempo que le rodeaba con sus piernas y el mono se empujaba fuertemente contra él, provocando que el colchón y cabecero golpearan la pared, no cuando podía apoyar ambas palmas en la fuerte espalda de su monito, y rasguñarle, apretarle y fusionarse con su calor.

 

Pero no duró demasiado. No cuando ambos estaban tan ansiosos y ardientes por el otro cuerpo. Agotados y eufóricos es como respiraron agitadamente sobre las sábanas, antes de sucumbir al sueño...

 

Horas después, el gruñido hambriento de su estómago despertó a Rukawa, quien tuvo que pestañar varias veces antes de enfocar y adivinar dónde y por qué se encontraba allí.

 

Kaede, sin querer evitarlo, sonrió infantilmente mientras abrazaba la almohada y miraba hacia los anaranjados cielos fuera de la ventana. Suspiró e inhaló intentando embriagarse con el perfume de su monito en las mantas.

 

Hana… pensó revolviéndose en la cama y mirando a todos los rincones de la habitación. Con lentitud se levantó, sintiendo un delicioso dolor en todo su cuerpo y músculos. Sonrió aun más al recordar lo que él y Sakuragi habían hecho horas atrás.

 

Al final, el pelirrojo no estaba en el cuarto, pero Kaede, mientras se duchaba y arreglaba para partir donde sus abuelos, se dijo que lo más probable es que Hanamichi se hubiese levantado antes para partir donde su madre y (ya pronto) ex novia para presentarse y dar las respectivas explicaciones después de todo un día de ausencia.

 

Rukawa se recordó que Hanamichi sabía que él tenía el celular de Eiji, así que cualquier cosa le llamaría allí.

 

Y eso se dijo Rukawa durante lo que restó de tarde, noche y mañana siguiente, cuando ninguna señal del pelirrojo se hizo notar.

 

Kaede, sintiendo como su corazón se comprimía y estrujaba en su pecho, se encerró en uno de los cuartos de la residencia antigua de sus abuelos y llamó a la casa de los padres de Sawakita, donde pidió hablar con el joven.

 

“¡Tu, maldito idiota!” Fue como le saludó el ex Sannoh a penas escuchó la voz del alero de Miami Heat. “…¿Cómo te atreviste a sacarme el celular?... Ahora Hanamichi está hecho una furia, y… ¡Por supuesto! ¿A quién le echó toda la culpa? ¡A mí!…” Le acusó con evidente enojo y decepción, sin embargo Rukawa estaba demasiado concentrado en Sakuragi como para prestar atención a amistades dañadas y traicionadas.

 

¿Está enojado…?... Pero--… ¿Por qué…? Se preguntó mirando frenéticamente cada rincón de la pequeña habitación. Entre pensamientos nublados y desesperados, Eiji le preguntó dónde estaba, a lo que Rukawa le respondió automáticamente que se encontraba en casa de sus abuelos maternos.

 

Sólo horas más tarde Sawakita apareció con el rostro descompuesto por la rabia para arrebatarle con brusquedad el celular (no sin antes entregarle un pequeño papel blanco), y luego irse sin despedidas o segundas miradas.

 

En la susodicha hojita había un número de celular apuntado, al cual el pelinegro no dudó en marcar.

 

“¿Si?” Contestó una voz ronca y masculina que Kaede reconoció en seguida como la del tonto pelirrojo. Por un momento el zorro quiso gritarle y reclamarle por lo que había hecho, por haberle dejado en ese cuarto sin mayores explicaciones, sin haberle llamado o avisado, por lo cobarde e infantil que estaba actuando, mas se conformó con morderse la cara interna de su mejilla y gruñir internamente para tragarse la rabia.

 

“¿Hanamichi?” Dijo sólo para que el otro reconociera su voz.

 

“Ah… oye… nos vemos en una hora en el gimnasio de Shohoku” Respondió en un susurro antes de cortar la comunicación. 

 

Rukawa le frunció el ceño al inocente aparato, deseando tener al torpe frente a él para golpearle con un palo, pero se contuvo y fue arreglar para salir, ya que sus abuelos no vivían tan cerca de su antigua preparatoria, y tenía pensado ir lentamente en bicicleta.

 

Cuando llegó a los terrenos escolares una hora y media después, no pudo evitar quedarse parado un rato viendo las inmediaciones. Ninguna de las veces que había venido a Japón estos últimos años se había dado el tiempo de visitar Shohoku. Si al profesor Anzai y a sus ex compañeros de equipo, pero nunca a la escuela, que para bien o para mal, había ayudado mucho para formar al hombre que ahora mismo observaba con los labios ligeramente abiertos los pocos y sutiles cambios del recinto.

 

Ubicó su bicicleta en la parte de estacionamiento respectivo, y se dirigió con un paso calmado al gimnasio, desde donde se escuchaba el botear de un balón. Rukawa inconscientemente aceleró el paso.

 

Moviendo con lentitud la portezuela corrediza, se quedó unos segundos en la entrada, viendo como Hanamichi corría y encestaba despreocupadamente. Cuando la pelota rodó hasta los pies del pelinegro, Sakuragi se dignó a reconoció su presencia.

 

Rukawa se inclinó para agarrarla y jugar con ella por unos minutos. Dribleó, corrió y encestó relajadamente. Ninguno de los dos habló por bastante rato.

 

El sol cayó y el viento se enfrió, mas ellos continuaron sumidos en un mundo donde nada más existía a parte de la duela, el balón y esa antigua rivalidad que siempre sacaba lo mejor de ambos. Por unas cuantas horas se sintió como si el tiempo no hubiese pasado… como si todavía fuesen estudiantes de preparatoria entrenando y preparándose para un inminente partido...

 

Pero la realidad era otra…

 

“¿Y… arreglaste las cosas?” Kaede se decidió a preguntar luego de un silencio en el que ninguno de los dos se movió o molestó en hacer algo.

 

Los dos estaban parados en el centro de la duela, un poco sudados y cansados por el ejercicio, pero principalmente abrumados y agotados por todos los sentimientos experimentados las últimas horas.

 

“Si…” Sakuragi suspiró después de unos largos segundos sin volverse hacia él.

 

Kaede frunció el ceño por lo desmotivado y poco entusiasta que parecía el pelirrojo…. ¿Tanto te molesta volver conmigo…? No pudo evitar preguntarse con dolor y decepción… O quizás… quizás la chica esa se puso difícil….

 

“… ¿Terminaste con ella?” Inquirió para asegurarse. Hanamichi enseguida volteó sus ojos marrones para mirarle con el ceño fruncido.

 

“¿Qué?” Exclamó.

 

“¿Qué si rompiste con la chica que estabas saliendo?” Repitió con precaución.

 

No se suponía que este reencuentro fuese de esta manera. Kaede no estaba esperando fuegos artificiales o música cursi de fondo, pero se imaginó este escenario de una manera completamente diferente. Ninguno de los dos era especialmente romántico o sentimental, pero Kaede creía que era hora de sentarse y hablar… conversar y aclarar lo que había pasado ese día hace un año y medio atrás.  Pero la actitud de Sakuragi, fría y distante, parecía repelerle y alejarle con falta de consideración… Rukawa no le culpaba, pues para él también era extraño estar de esta manera después de tanto tiempo separados… Pero habían hecho el amor… Habían arreglado las cosas… se habían dado otra oportunidad…Ahora sólo tenían que hablarlo… Planear, decidir y…. comenzar a vivir…

 

“Creo… creo que entendiste mal las cosas, Rukawa…” Le interrumpió Hanamichi…

 

No… no puede estar hablando en serio… se dijo Kaede abriendo los ojos y los labios con sorpresa y un nudo insoportable en la garganta.

 

“…Lo de ayer fue un error… Los dos estábamos… alterados y… confundidos… tu incluso, estabas totalmente ebrio…y eso es todo… no se volverá repetir” Continuó ignorando el rostro sorprendido y choqueado del alero.

 

Hanamichi se sentía como un estúpido, un traidor y un maldito bastardo: por lo que le había hecho a Sarah, por lo que ahora le estaba haciendo a Rukawa, y por lo que se hizo a él mismo. Pero más que todo, se sentía perturbado y alterado por sentir todo esto atacándole tan de repente. Porque no se suponía que volvería a ver a Rukawa de nuevo en esta vida. Lo de ellos había terminado, finalizado y cesado definitivamente. De manera horrible y cruel, pero había terminado. Y Sakuragi se aborrecía por haber caído de nuevo…

 

Por haber sucumbido a ese deseo ardiente que parecía eterno cuando se refería al pelinegro. Cuando Rukawa le había mirado con sus ojos nublados, sus labios estirados, y tocado con sus pálidas manos en ese cuarto de hotel, ese fuego en su estómago le invadió cada resquicio de piel y en lo único que pudo pensar, fue en él… en su zorrito… en Kaede gimiendo y revolviéndose entre sus brazos.

 

“… ¿Qué?” Susurró el pelinegro dando unos pasos hacia Sakuragi.

 

“¿De verdad creíste que porque tuvimos sexo todo estaba arreglado?... ¡Las cosas no funcionan así, bastardo!... Lo de nosotros ya pasó… Ahora debemos… olvidar y-” Comenzó observando la cancha y moviendo la manos con firmeza.

 

Sólo debo seguir adelante… avanzar… dejar atrás… se había dicho y repetido hasta el cansancio este último tiempo y todo este día. No podía volver a eso. No podía humillarse de nuevo. No quería volver a rogar; a suplicar por un amor que debería ser entregado de manera voluntaria.

 

“Eres un cobarde” Kaede le interrumpió con dureza, enfado y dolor dibujado en cada facción de su rostro.

 

Rukawa no se molestó en ocultar lo dolido y traicionado que se sentía; y más importante, no le importó avivar el explosivo carácter del pelirrojo; al contrario, le parecía mucho más atractivo lidiar con su violencia y gritos, que con esa careta falsa y madura que le presentaba.

 

Y además, el pelinegro sabía que alterando a Sakuragi era la única manera de hacerle reaccionar, de hacerle ver como todo esto estaba mal; porque el zorro estaba seguro; estaba convencido de que ellos dos, juntos, era como todo debía ser.

 

“¡¿Cómo me llamaste, maldito miserable?!” Gritó acercándose y golpeándose la mejilla. Kaede se inclinó y tocó el área afectada con el cuerpo temblando, pero no debía perder el control…

 

Hanamichi, por otra parte, estaba respirando como un animal enardecido, y no, no por lo que recién escuchado, sino porque una parte de él también pensaba lo mismo:… Él no estaba enfrentando la situación… sólo estaba escapando de una…

 

“… ¿de verdad tienes la cara para decirme que ayer hicimos el amor sólo porque estábamos calientes?” Le respondió sin gritos, pero con fuerza y seguridad, sintiendo sus ojos arder y su estómago palpitando en incomodad. Su cara le ardía y sus manos temblaban por tocar a Sakuragi.

 

Y por unos instantes, sólo por unos segundos, Kaede se odió por estar tan malditamente enamorado de un obstinado como el pelirrojo… pero tal y como ese impulso llegó, uno más fuerte arrasó con su cordura… Lo amo. Lo amo… Lo amo con todo mí ser… y lucharía por él aunque tuviese que perder la vida en el intento, porque todo esto era su culpa. Él mismo había arruinado todo. Él los había roto. El los había quebrado y separado. Él fue el estúpido que arruinó todo, y por eso mismo, él debía enmendarlo…

 

“Obviamente habían sentimientos… pero… ¡Pero ya es el pasado!…yo ahora estoy con alguien” Intentó razonar Hanamichi, pero más con él mismo que con el otro ocupante del recinto.

 

“Con-con quien puedes terminar…. Hana… yo sé… yo sé que aun estás enamorado de mi” Kaede le interrumpió con una tono de voz desesperado, ansioso, anhelante. Sakuragi se mofó enseguida.

 

“¡Ja! ¡¿Y tu crees que conoces mejor mis sentimientos que yo?!” Gritó sin controlar su rabia y miedo. Estaba demasiado trastornado, demasiado sobresaltado; todo estaba distorsionado e incómodo y fuera de equilibrio. Necesitaba, desesperadamente, el orden que había logrado hace unos meses.

 

No puedo caer de nuevo... No puedo… aceptarlo, de nuevo… se dijo negándose a mirar fijamente al otro deportista.

 

“Si, sé como te sientes… Tienes miedo… lo sé porque yo también lo tengo… miedo de sufrir de nuevo, de caer como lo hicimos, de fallar, de sentirme como la mierda de nuevo… entiendo eso… pero somos nosotros, Hanamichi… nosotros dos…” Kaede intentaba explicarse con movimientos lentos y miradas tiernas. Su voz era un susurro, una súplica ahogada. Hanamichi estaba tenso y enojado, pero Kaede podía comprender cómo que sentía, ya que él también estaba receloso y aterrorizado de pasar de nuevo por lo de este año, pero sabía que todo sería peor sino volvía con Sakuragi. No quería vivir sin él. Sin sus sonrisas, elocuentes comentarios, vibrante e inagotable energía, dulce mirada, ingenua personalidad, entusiasta actitud, poderosa fuerza, caluroso amor… Hanamichi era lo que necesitaba, lo que quería, lo que deseaba, lo que más amaba y ansiaba.  

 

Rukawa quiso seguir, pero el pelirrojo le interrumpió con el rostro rojo de rabia.

 

“¡No, maldito estúpido! ¡Nosotros nada!... ¡No lo entiendes!... ¡¿Acaso no te das cuenta lo que mal que estábamos juntos?!... Una pareja no se supone que esté peleando e insultándose a cada cinco minutos… Una relación sana no está rompiéndose cada 6 ó 7 meses…. No se supone que amar sea tan doloroso, zorro….” Susurrando lo último, Sakuragi se sentó en la duela y suspiró entrecortadamente. “…Y estar enamorado de ti… lo único que me trajo… fue dolor…” Terminó mirándole a los ojos.  

 

Rukawa negó con la cabeza mientras sentía nuevamente ganas de llorar y gritar, y rogar, y caer al piso… pero se controló para no rendirse

 

Antes, probablemente, hubiese bajado la cabeza, o quedado mirando fijamente un punto lejano. En otro tiempo hubiese agarrado el balón y huido a entrenar y agotarse físicamente…

 

Pero no ahora…

 

Ahora lucharía por Hanamichi Sakuragi…

 

“Estás equivocado, Hanamichi… Quizás si hemos sufrido… si nos hemos dañado…. Mucho… Pero ese dolor no es nada comparado con lo feliz que me has hecho… Yo…” Susurró sintiendo como sus mejillas se coloreaban, sin estar acostumbrado a expresarse de esta manera. No era normal en él exponerse, expresarse, o hablar lo que pensaba y sentía, pero si con ello podía demostrarle a Sakuragi que había cambiado… si podía lograr que le perdonara… que le diera otra oportunidad… entonces le diría todo…

 

“¡Y eso es lo único que importa!... Ahora deberías estar feliz, Rukawa… porque ya no tienes a nada ni nadie que distraiga…” Dijo con amargura mientras se levantaba y volteaba hacia la portezuela del gimnasio; tenía que irse, arrancar, refugiare, recuperar la calma… ya no soportaba estar ahí adentro.

 

“¿De verdad eres tan idiota que creíste que esa era la verdadera razón?” Rukawa preguntó con desesperación por verle partir.

 

Ya no más mentiras… ya no más engaños… Se dijo Kaede antes de suspirar. Ya no podía fingir que todo estaba bien, que todo estaría bien. Perder su orgullo por Hanamichi no debería ser ni siquiera un tema debatible… porque por el pelirrojo estaba dispuesto a hacer todo y más…

 

“Si vuelves a insultarme una vez m-”

 

“Mi falta de concentración fue sólo un efecto… fue lo que me hizo explotar… la verdadera razón por la terminé contigo… fue por… por Ross….”

 

No…No lo permitiría… Ahora era el momento de la verdad, de sincerarse y abrirse como nunca en su vida lo había hecho.

 

“¿Shalee…?” Hanamichi preguntó con verdadera sorpresa pintada en sus facciones. Pero inmediatamente un fuego le invadió el estómago y cada músculo adolorido por el ejercicio anterior.

 

Ese estúpido… pensó el pelirrojo apretando los puños con rabia y violencia. Apretando los dedos, entrecerró los ojos en dirección al ojiazul que no se acobardó con la mirada asesina.

 

¿Nos hizo tanto, tanto daño… sólo por sus malditos celos?

 

“…Estaba horriblemente celoso de ella… de ustedes… No soportaba verlos juntos… Cada vez que estábamos separados… en lo que único que podía pensar era en ustedes dos… Y… me volví loco convenciéndome de que tarde o temprano… me dejarías por ella…. Pero ahora sé que fui un estúpido… Confío en ti más que en nadie… y nunca, nunca, debí dudar de ti, de nosotros… ” Confesó después de unos segundos de silencio, esta vez bajando los ojos, pues una cosa es que estuviera dispuesto a decir la verdad, pero otra muy distinta era sentirse orgulloso de lo que había pasado.

 

“… Gracioso ¿no?....” Hanamichi interrumpió con un bufido, que más parecía sollozo “…Que nada pasó con ella… hasta después de que terminamos…” Continuó con los ojos brillantes y una sonrisa cruel.

 

Kaede, intentando controlar toda expresión facial, sintió un apretón en su garganta, un acido subiéndole e instalándose en su boca; pero respiró profundamente para controlarse. No valía la pena estallar; eso era justamente lo que quería Sakuragi; una reacción, una excusa para mandar todo al diablo. Y además… no tenía derecho de alegar por algo que pasó cuando no estaban juntos… Ahora podía entenderlo… Ahora podía estar en paz con sus inseguridades… con sus celos… Porque posiblemente siempre le irritaría que mujeres y hombres rondaran al pelirrojo… pero ellos se amaban más que nada… y ese mismo amor le daba una confianza plena y ciega…

 

 “…Nunca fuimos novios ni nada de eso… pero nos acostamos… varias veces… Algo que tu, por lo que he escuchado, también has hecho bastante…” Sakuragi continuó con crueldad, pero deseando morderse la lengua al dejar entrever los celos que a él mismo le invadían al saber que su ex no estuvo precisamente solo estos meses. Y que en realidad, fueron esos mismos celos y rabia hacia él lo que le motivaron a involucrarse con su amiga, en primer lugar, un poco antes de conocer a su actual novia.

 

“Si quieres hacerme daño…. Felicidades, lo estás logrando…. Pero eso ya no importa… ahora-” Dijo Rukawa arrugando los labios. Hanamichi movió la cabeza con exasperación.

 

“¡Ja!... ¡¿Lo ves?! ¡Es justamente de esto de lo que estoy hablando, Kaede!... ¡No se supone que queramos hacernos daño!”

 

“Ya no importa, Hanamichi… Lo que hicimos este ultimo año no importa… es el pasado…. Yo… yo te amo… y sé que fui un hijo de puta al hacerte daño de esa manera--”

 

“¡Eso mismo, bastardo!... ¡¿Si tanto me amas, entonces cómo pudiste hacerlo?! ¿Cómo pude yo terminar contigo tantas veces?.... Eso… Eso no es sano…

 

“¿Y a quién mierda le importa lo que es sano?”

 

“¡A mí! ¡A mí me importa!... Lo que tengo con Sarah-”

 

“No digas su nombre” Le interrumpió cerrando los ojos con fuerza. No necesitaba saber su nombre; no necesitaba imaginársela; no necesitaba saber que ella existía… que ella tenía lo que él más deseaba y amaba en la vida.

 

“…Lo que tengo con ella… es normal… es como una relación tendría que ser…” Continuó más calmado y sosegado. El pelirrojo vio como Kaede negaba con la cabeza y caminaba hacia él con decisión. El chico más bajo sólo se detuvo cuando unos pocos centímetros les separaban.

 

“¿Sabes…?... me importa bien poco lo que es sano… lo que es normal; lo que es una buena relación… tu y yo nunca vamos a tener una casa en los suburbios… no vamos a tener una parejita de mocosos corriendo por ahí, o un chucho arruinando el patio, o disfrutar una tarde sin pelear por alguna estupidez…pero no me importa… porque lo único que quiero… es a ti… en las buenas, y en las malas…en la mañana, en la tarde, todas mis noches….el único que puede hacerme feliz, Hanamichi… eres tu… y eso, para mí, es lo único que importa…” Le susurró casi uniendo sus labios con los contrarios.

 

Sakuragi quiso, deseó, necesitó abrirle los brazos, acercarse a él y apretarlo contra su cuerpo. La piel y las manos le cosquillearon para olvidar todo el sufrimiento y arriesgarse de nuevo. El pelinegro le miró profundamente a los ojos, se acercó un poco más y le murmuró en su oído:

 

“… tengo que volver a América mañana… pero te voy a estar esperando… mañana, y al día siguiente, y al siguiente… y hasta que te des cuenta… que lo único que importa… es que me haces feliz, y que yo te hago feliz… Te amo, Hanamichi Sakuragi… como a nada… Y te voy a seguir amando hasta mi último respiro” Terminó besándole  la mejilla y luego acariciándole con su nariz.

 

Segundos después, se paró con toda su altura; le dio una última mirada al sorprendido y petrificado pelirrojo, y salió de allí con una calma que su eufórico corazón no compartía, y que su vertiginosa sangre no avalaba.

 

Después de ese encuentro, fue directamente donde sus padres y familia, informándoles que debía regresar cuanto antes a EE.UU; lo cual no era exactamente mentira, pues él simplemente se había ausentado del equipo y de sus responsabilidades cuando decidió que iría a Japón en busca de Hanamichi.

 

Kaede sabía que tendría que enfrentar las consecuencias cuando llegase a la  tierra del baloncesto, pero, a decir verdad, no le desgarraba para nada el alma saber que lo más seguro es que le finiquitaran su contrato. Alex querría definitivamente matarle y contarle en pedacitos para luego venderle por libras; al igual que Steph, quien si bien se había mostrado más sensible y comprensible con su situación, tampoco estaría saltando de alegría por la mala prensa con la que tendría que lidiar.

 

Gajes del oficio… le había dicho una vez hace ya tiempo Hanamichi, cuando en una revista X salió un artículo prácticamente ventilando toda su vida privada (menos lo de él con el pelirrojo) sin su autorización.

 

Efectivamente, volvió a Miami con periodistas y cámaras acosándole a todo segundo. Tuvo que enfrentar a directivos, entrenador y fanáticos molestos y desilusionados. Pero en lo único que podía pensar… era en su monito…

 

Y esta vez no le importó perder la concentración…

 

No le importó que todo haya quedado en segundo plano a causa del ruidoso pelirrojo. No cuando, por el momento, era lo único que le importaba y preocupaba.

 

Los Heats, finalmente, después de una serie de estrictos acuerdos y feroces discusiones, le ofrecieron que siguiera en el equipo con un contrato de un año más. Pero Rukawa se negó.

 

Alex le gritó y casi golpeó para que volviera a sus cabales, pero el pelinegro nunca se había sentido tan lúcido y despejado en su vida.

 

Decidió, en cambio, continuar jugando y entrenando como un free agent hasta que Sakuragi se decidiese. Le esperaría y esperaría y esperaría…

 

Porque Kaede estaba seguro, y 100% convencido de que Hanamichi volvería. Y eso lo sabía no por presumir; no se lo decía por vanidad, ego, exceso de confianza, seguridad, testarudez, obstinación o presunción.

 

Lo sabía porque… él amaba al pelirrojo, y de esa misma manera sabía que éste le correspondía completamente. Y aunque algunas veces le costó, ahora confiaba plenamente en Hanamichi. Le conocía mejor que nadie, después de todo.  

 

Una semana pasó sin novedades. Nadie llamó a su puerta. Nadie llamó a su celular. Sabía que Sawakita había vuelto, pero cuando intentó llamarle, el ex Sannoh le cortó (no sin antes educarle en su vocabulario sucio con algunos insultos bastante originales).

 

Otra semana pasó, y sus compañeros de equipo le perdonaron con un encogimiento de hombros cuando le vieron apoyarles desde la banca con gritos y señas (a causa de su lesión aun no podía jugar). Su entrenador todavía le entrecerraba los ojos y titubeaba en hablarle, pero ya no le ignoraba como una mosca en el transporte público. Y él continuó creyendo, aunque sabía (por internet) que Sakuragi había vuelto a Norteamérica…

 

Otra semana pasó, y Kaede seguía creyendo… Continuaba sonriendo a la foto que tenía de Hanamichi y de él en el velador de su cama, seguía durmiendo en las noches deseando el cuerpo del pelirrojo abrazándole; seguía despertando anhelando por una vanidosa sonrisa despertándole… Seguía leyendo como viciado cada noticia que salía de él; veía sus partidos, le animaba silenciosamente… y seguía confiando…

 

Y otra semana pasó sin la venida de Sakuragi.

 

Rukawa estaba bebiendo un vaso de leche en el balcón de su apartamento. Contempló las estrellas y deseó que Hanamichi estuviese ahí con él, hablando de como había ido su día… necesitó de su vulgar risa, y pretenciosos comentarios. El pelinegro bajó la mirada y suspiró con tristeza… Porque esa tarde había visto una foto en la prensa del ala-pívot y su supuesta novia, una chica llamado Sarah…

 

Pero  Kaede continuó creyendo….

 

Dos semanas más pasaron… y Rukawa estaba siendo presionado por Alex para buscar otro equipo, aunque su rodilla no estaba del todo sana. El pelinegro se acarició el lugar dañado y cerró los ojos mientras se acomodaba en la sala de su apartamento.

 

Sin mucho que hacer, encendió el televisor y lo dejó en un partido de baloncesto. Con verdadera atención estudió a los jugadores, y se sorprendió aguantando el aliento con algunas jugadas…

 

Verdaderamente los Knicks son increíbles… pensó antes de escuchar dos suaves golpes en la puerta.

 

Distraídamente miró la hora en su reloj deportivo, preguntándose quién podría ser a esas horas de la noche, pues Eiji todavía no le perdonaba, y no es como si tuviera otros muchos amigos llamando su atención.

 

Con un suspiro se levantó con cuidado de su pierna y abrió lentamente la puerta del departamento.

 

Un juego” Murmuró Hanamichi con una sonrisa que abarcaba su barbilla, sus labios, las arrugas de sus ojos, y sus expresivos chocolates.

 

El corazón de Kaede bombeó como loco en la caja de sus cosquillas, mas lo único que pudo hacer fue reír tontamente, infantilmente, impulsivamente. E incluso más fuerte cuando recordó esta misma escena hace ya años atrás; después de que terminaran por primera vez, y él le fue a buscar a la casa con un balón haciendo ese mismo efecto y diciendo la misma frase.

 

“Torpe” Susurró con los ojos abiertos. Sus manos y brazos temblaron para alcanzar el otro cuerpo, para acercarse y hundirse en su calidez, en su fuego, en su energía…

 

Le respondió e intentó controlarse dándole espacio para pasar. Sakuragi bajó el balón y entró con aprensión y lentitud.

 

“Estás aquí…” Susurró el pelinegro con los ojos brillantes y acuosos. Lo cual era estúpido… porque él sabía… El sabía que Hanamichi vendría… Y aquí estaba… frente a él… con las mejillas coloradas… los ojos achocolatados derretidos…

 

Kaede no entendía, pero se sentía tan ligero… como en una nube… como en un avión… Como si estuviese en las sabanas de su cama saliendo de la somnolencia. Se sentía tan malditamente feliz… pero aun así sus mejillas estaban húmedas… Su nariz ardía y no podía dejar de morderse los labios…

 

“Hey, no llores… zorrito, por favor, no llores” Murmuró el pelirrojo con el ceño fruncido y sus propios ojos llenándose de agua salada. Hanamichi se acercó y le tomó el rostro entre sus manos ásperas y cálidas. Rukawa cerró los ojos y sonrió entre las lágrimas, derritiéndose con el calor y la textura tan conocida contra su piel. Sakuragi correspondió el gesto y pegó su frente a la contraria…

 

“Eres un maldito bastardo, ¿sabías?” Sus palabras, dichas con suavidad y ternura, hicieron a Kaede reír. “… Dejaste a este genio todo confundido…. Tuve que… replantearme todo… cuestionar todo de nuevo…” Continuó cerrando los ojos y acariciando con su nariz el cuello y mejilla del pelinegro.

 

Kaede, sin poder aguantarse, envolvió sus brazos alrededor de la otra estrecha cintura, apretándole y acercándole a su cuerpo.

 

“No te acostumbres a escucharlo, pero… tienes razón, Kaede…” Hanamichi dijo con una sonrisa arrogante antes de subir sus pulgares para limpiar todo rastro de lágrima. Rukawa suspiró por la acaricia, suspirando y acercándose al otro rostro… “… yo también te amo… y lo voy a seguir haciendo… hasta mi último respiro…” Terminó para acortar la distancia y unir sus bocas… Pero no de manera necesitada, desesperada o violenta… Todo lo contrario…

 

Esa noche, por supuesto, no entrenaron o retaron a un juego; primero, porque la lesión de Rukawa le exigía reposo absoluto, y segundo, porque pasaron toda la velada hablando.

 

No se besaron desesperados, ni hicieron el amor con locura y pasión. Sólo se tiraron en la cómoda cama del zorro, se agarraron de las manos…  y hablaron… conversaron de todo y de nada… en silencios cómodos y dulces...con palabras ligeras y despreocupadas.

 

Rukawa intentó explicarse mejor, con calma y con tranquilidad. Expulsó sus temores, sus inseguridades… Hanamichi le escuchó y le dio un bruto golpe en la frente por idiota… Discutieron, pero volvieron a hablar…. Entre susurros, entre besos, entre abrazos, entre miradas, entre más palabras, entre disculpas… entre perdón…

 

Y finalizaron la charla con una Te amo, antes de dormir.

 

.

 

 

.

 

Kaede en el presente movió la famosa pelota entre sus manos. Ambos sabían que fue cursi y sentimental el guardarla e inmortalizarla, pero habían decidido colocar el balón de esa noche en un lugar especial; en un lugar donde los dos pudiesen siempre verla y recordar ese episodio; pero no el dolor y sufrimiento de la distancia, sino el amor y confianza, tan fuertes y eterno, que fue capaz de reunirles nuevamente.

 

Rukawa sentía que desde ese día mucho… y nada… había cambiado.

 

Tal y como le había dicho a Hanamichi una vez, ellos dos nunca dejarían de pelear y discutir como niños, pero ahora era porque a uno se le olvidó comprar leche, porque no sacó a pasear a Jordan, porque se le olvidó besarle como despedida, porque la camisa que estaba usando era horrible, porque dejaba ropa tirada en cualquier parte, porque comía como un animal hambriento… y por tantas otras cosas que terminaban en un suspiro del otro. Y ya cuando era más serio, lo hablaban, algunas veces se gritaban e incluso empujaban tanto física como emocionalmente… pero… siempre, siempre…al final del día, uno de los dos abrazaba al otro y pedía perdón… y el otro perdonaba con un beso, un abrazo, un golpe o un suspiro…

 

El ladrido alerta y ronco de Jordan le trajo al presente. Le frunció el ceño al perrito para callarle, pero sus protestas murieron al escuchar sonidos de llaves y puertas en la planta baja. Tan ensimismado y perdido estaba, que había viajado por largos minutos a sus recuerdos y perdido por completo la noción del tiempo.

 

Sabiendo que era su pareja, se colocó rápidamente cualquier playera, tiró las ropas de la cama al suelo y salió del cuarto en silencio.

 

 Jordan le siguió, pero cuando identificó el aroma de su dueño de hebras coloradas, corrió a su encuentro como desesperado.

 

“¡Pequeño~! ¿Cómo está el cachorrito más lindo del planeta?~... hey…pero--… ¿Cómo entraste?” Escuchó que le decía Hanamichi al animal.

 

Desde las escaleras, Rukawa pudo ver como su pareja arrullaba y jugaba con el perro como si ambos fuesen niños en el jardín de infantes. Rió internamente para no hacer aun notar su presencia.

 

Sakuragi, luego de mirar con desconfianza todos los rincones de la casa para averiguar por dónde diablos había ingresado la mascota, le abrió de par en par el ventanal para que volviese a jugar con su pelota de baloncesto favorita (que ya tenía toda desinflada y baboseada).

 

Kaede bajó en silencio, y se quedó quieto viendo a Sakuragi, quien se encontraba revolviéndose los cabellos y mirando como el cachorro jugaba y se revolvía en el pasto.

 

“Yo le dejé entrar” Susurró para llamar la atención de su pareja. Sakuragi se volteó tan rápido, que de seguro el movimiento le mareó, pero aun así no le demostró, limitándose a quedarse con ambos ojos marrones abiertos y los labios cayéndoles casi al piso. 

 

“Zorro…” Susurró por inercia. Kaede rió y negó con la cabeza por el apodo, que a pesar de los años transcurridos, era imposible sacar de los labios y mente de Hanamichi; especialmente en la intimidad y en la privacidad de la casa, donde siempre le llamaba así. “Pero…. ¡Nyahahah! ¿Acaso extrañabas tanto a este genio que no podías esperar ni un día más?”

 

Hanamichi se burló mientras se acercaba al esbelto y perfecto cuerpo de su pareja, quien ahora le miraba con mofa y respondía “Si, claro, tonto”. Pero el pelirrojo sabía mejor. Pues a él le pasaba le mismo cada vez que salía de casa.

 

Era extraño, patético, tierno, y horriblemente romántico, que después de todos estos años de enamorados, aun así Sakuragi sentía un apretón doloroso y cruel en su corazón cada vez que debía viajar y alejarse de Rukawa. Irónico si se recordaba todo la distancia que tuvieron que soportar a comienzos de la relación, o las veces que rompieron a través de los años.

 

Ahora, en cambio, parecía que incluso respirar era más difícil cuando una mano pálida no aferraba la suya, o una mueca irónica no le animaba, o unos ojos azules no le hipnotizaban.

 

Sawakita siempre se burlaba de las cursilerías que tenía que presenciar cuando se reunían, diciendo que se parecían a unas niñitas locas de amor; nada que ver con lo que proyectaban: una pareja de hombres, deportistas, con un pasado violento, y con actitudes y personalidades tan fuertes y bruscas como las de nadie. Pero ambos hacían oídos sordos.

 

Les había costado sudor, lágrimas y sangre llegar a donde estaban el día de hoy, y no dejarían que nadie ni nada se interpusiera en los que ellos llamaban perfección…

 

“¿Tienes entrenamiento mañana?” Preguntó Sakuragi en un murmullo privado cuando se colocó al frente del pelinegro; ninguno de los dos se privó de inmediatamente tocar y acariciar el cuerpo contrario.

 

Hanamichi se maravillaba en ese pozo azul mientras que con una fuerte mano mimaba las cortas hebras negras, y con la otra le agarraba el costado para pegarle a su ansioso cuerpo. Kaede tampoco se negó tal placer, enseguida envolviendo sus brazos por los fuertes hombros de su monito. Con sus manos le palpó y tocó cuello, hombros y la parte alta de su espalda apretando los dedos y jadeando al percibir el calor emanar por la delgada ropa.

 

“En la tarde… muy, muy tarde…” Susurró antes de morderse los labios con lo que, esperaba, fuese un gesto tentador y sensual.

 

Sin embargo, era tanto el tiempo que llevaban juntos, que era inútil negar que conocieran cada truco para volver al otro loco de pasión y deseo. Y por supuesto, Hanamichi cayó justo en la seducción. El pelirrojo sintió la resequedad de sus labios mientras los abría mínimamente. Sintió ese calor en su parte baja; sus pupilas se dilataron, y sus ojos bajaron y bebieron del cuerpo apretado contra el suyo. Tan tentador. Tan perfecto. Sus pelos se le pararon al tiempo que se inclinaba y le besaba firme, pero con suficiente delicadeza y dulzura como para transmitir el amor que le profesaba.

 

Ambos respiraron profundamente mientras unían cada línea, cada revoco, cada punto de humedad y calor. Se refregaron y chocaron los labios, además de disfrutar del juego de sus narices y mejillas. Rukawa inclinó la cabeza y se apretó un poco más para profundizar el beso. El pelirrojo gimió y colocó una palma en el otro trasero.  

 

Sakuragi, con la punta de su nariz, acarició sensualmente el cuello pálido y cálido; palpó la barbilla, cejas, y orejas. Respiró sobre el rostro contrario y siguió besando cada resquicio de piel.

 

Kaede le besó la punta de la nariz antes de pegar su boca a la contraria. Abrieron labios y juntaron lenguas con pericia y sensualidad. Rukawa quería succionar el aire de Hanamichi, quería lamerle y morderle; dejarle sonrojado y jadeante de deseo. Cuando se separaron y miraron a los ojos,  ya no pudieron contenerse; no cuando Rukawa había metido, sigilosamente, una ansiosa y helada mano por debajo de la polera contraria, encontrándose de inmediato con la musculosa y caliente piel de su monito.

 

Hanamichi le gruñó y le levantó del piso.

 

El pelinegro, no obstante, al instante le empujó con suavidad, desprendió de sus brazos y volvió al piso para enseguida tomarle la mano áspera, pero perfecta y así guiarle al cuarto principal.

 

“Ya no tienes que hacer eso, zorro… ¡Mi espalda está bien!” Le alegó el ala-pívot mientras subía a su lado.

 

Sakuragi sabía a la perfección por qué Kaede se había negado a que le cargara, y esto era porque el pelinegro aun estaba preocupado por la lesión de la parte trasera de su pareja; la verdad, es que a Hanamichi ya le estaba hartando tanto cuidado y atención que le daba su zorrito.

 

Sí, está bien, era comprensible que por el nivel de la lesión necesitaba reposo y cuidados intensivos, pero… ¡Él no era ningún bebé! Además, ya una vez había pasado por el mismo dolor, y lo había superado. Costó, pero lo dejó atrás. Y ahora haría lo mismo. Y para ello, no necesitaba  ni ayudaba que Kaede no le dejara ni agacharse o colocarse la ropa solo.

 

“No, hasta que el médico lo diga” Rukawa se limitó a contestar entrando al cuarto.

 

Hanamichi observó la habitación con confusión, sorprendido por el desorden (ropa tirada, cajones abiertos, y  artículos de limpieza desordenadamente en los muebles), pues él se había asegurado de dejar todo ordenado cuando salió. Cualquier pregunta que pretendió hacerle a su zorrito, sin embargo, murió cuando el pelinegro se dio la vuelta, se apretó a su pecho, y le besó fieramente para empujarle (delicadamente, no olvidemos la espalda) hacia el centro de la cama.

 

Rukawa no dudó ni se reprimió en darse un festín con el cuerpo de dios griego del pelirrojo bajo de él. Acarició, apretó y besó cuanto quiso. Le sacó la ropa con cuidado, dejándole completamente desnudo. Por unos cuantos segundos, se sentó y contempló con la respiración agitada la piel sonrojada y perlada en sudor. Con la punta de sus dedos apretó los pectorales y abdominales. Se agachó y mordió los músculos sólo por capricho. Hanamichi gruñó y le agarró al cabeza. Rukawa sonrió antes de lamerle y chupar los huesos de la cadera.

 

Cuando Sakuragi le empujó hacia abajo para que le atendiera otras áreas, Kaede se erguió para sacarse pieza por pieza con lentitud y sensualidad, casi volviendo loco al pelirrojo que salivaba con cada resquicio de piel que quedaba al aire.

 

Sakuragi, mientras Rukawa volvía a torturarle con besos pausados y mucha lengua, aferró con fuerza la sábana bajo sus manos, intentando controlarse y reprimirse, sabiendo que el pelinegro no le dejaría darle vuelta, tomar el control; o en realidad, dejarle hacer nada que requiriese un (supuesto) esfuerzo de su parte.

 

Apretaron sus pechos ya sudados y calientes para continuar acariciándose.

 

Rukawa, respirando entrecortadamente, se sentó sobre el estómago de su pareja, y comenzó a masturbarse lentamente pero con fuerza, sin vergüenza y excitado de que su pareja le estuviese observando con los labios secos y abiertos. Sakuragi se mordió y lamió los labios, sabiendo que sus ojos estaban hambrientos.

 

Kaede, gimiendo y agarrándose sus tetillas, clavó sus ojos en los marrones, tentándole y retándole por más. Y Hanamichi sonrió antes de colocar ambas manos en la parte baja de la espalda contraria y nalgas para acercarle a su rostro.

 

En aquella posición, él acostado sobre su espalda, y Rukawa casi sentado en su pecho y cuello, era la única manera de darle una mamada. Y el pelinegro no se hizo de rogar.

 

Kaede se afirmó con ambas manos al cabecero de la cama, mientras veía fascinado e hipnotizado como su duro y venoso miembro desaparecía en la boca caliente y mojada de su monito. Cuando el placer, la calentura, la humedad, fiebre y lujuria fue demasiada, empezó a penetrarle la boca con poca delicadeza, brincado y estocando con poca coordinación. Pero Sakuragi no se ahogó o molestó por la brusca acción, ya acostumbrado a ello; al contrario, apretó aun más las nalgas del zorro para acercarle y meterle más entre sus hinchados y rojizos labios.

 

Kaede, con el rostro rojo y sudoroso, gimió y lloriqueó por las sensaciones bañando su cuerpo. Sus brazos ardían  por la posición y fuerza que ejercían para seguir pulsando dentro de la boca de Hana. Sus muslos dolían, su abdomen se quejaba, pero nada se sentía mejor que esto. Nada, nada, nada. Su monito le chupaba como un experto, como si estuviera igual o más excitado que él. Kaede casi gritó cuando Sakuragi gimió, provocando una inmensa y exquisita vibración en todo su cuerpo… 

 

“H-Hana… me voy…” Jadeo mirando a su pareja. El pelirrojo le clavó los ojos y asintió (como podía). Con permiso concedido, Kaede dejó que todo fluyera…

 

Fue un fuerte gemido y ronco gruñido  el que dejó escapar cuando se corrió deliciosa y eléctricamente en la boca de su monito. Intentó controlar su respiración para moverse hacia atrás y tirarse sobre el húmedo pecho de Hanamichi. Éste le agarró de algunas hebras negras y le atrajo a su boca con hambre y desesperación; a ambos no les importaba los restos de fluidos que fueron intercambiados por el beso abierto y hambriento.

 

“Increíble… como siempre…” Murmuró Rukawa con los ojos medio cerrados y la mente totalmente drogada y dispersa. Hanamichi sonrió vanidoso y rió.

 

Después de un rato de más caricias y besos sensuales, flojos, pasionales, ansiosos y lentos, Kaede se sentó nuevamente, pero esta vez para inclinarse al velador cercano y desde ahí sacar el lubricante ya casi vacío que guardaban.

 

Sin esperar un segundo o dejar que el pelirrojo se acomodara, el zorro comenzó a prepararse.

 

Con una mano firmemente agarrada a la piel y abdominales de su pareja, Kaede jadeó, suspiró y gimió por las sensaciones reviviendo cada célula agotada de su cuerpo. Su otra mano estaba metiendo y penetrándole con sus dedos. Sus labios abiertos jadeaban y gruñían cuando expandía más el apretado y caliente canal. Sus ojos, nublados por la bruma de pasión y excitación, a penas y le dejaban pensar.

 

Sakuragi, con su miembro ya más que duro y caliente, apretó juguetonamente el de Rukawa, quien se curvó y casi lloriqueó con la cabeza en alto. Cuando ya el pelinegro se sintió listo y, francamente, desesperado, se sacó sus empapados dígitos, montó y se metió sin mucha delicadeza la dureza de su pareja.

 

“¡Z-zorrito!... idiota, por qué no esperaste…” Alegó con la boca abierta y los ojos bien cerrados.

 

“Cállate… a ti también te gusta así”… Brusco… un poco salvaje…. Pasional y descontrolado….

 

Juntos gimieron y se revolvieron sobre las mantas, no obstante, cuando Kaede recobró un poco la razón, apoyó fuertemente las manos en el pecho de su monito para impedirle cualquier movimiento.

 

Sakuragi le miró fastidiado y frustrado, pero… sabiendo que nunca podría ganar contra la testarudez de su pareja, suspiró y se tiró con brusquedad al colchón dejándose hacer. Rukawa sonrió en victoria antes de empezar con un meneo tentativo.

 

De atrás para adelante, parecía más que estaba acostumbrándose y deleitándose con el miembro enterrado en su interior, mas cuando Hanamichi gruñó en molestia, rió y comenzó verdaderamente a montarlo.

 

Empezó de a poco, sacándose sólo la mitad para después volver a dejar caer su cuerpo. Pero cuando ello no fue suficiente para ambos, su auto penetración se volvió más frenética y violenta. Cambiaba y cambiaba de ángulo buscando el que llevara a su monito más profundo en su interior. Gimió de frustración cuando su ardiente deseo no parecía cumplirse. Le arañó la piel sin poder controlarse y empezó a sacarse por completo el miembro erecto para metérselo con fuerza.

 

Ambos gritaron con la sensación.

 

“¡Oooh---! ¡Si--…! ¡Kaede, Kaede!.... ¡Así! ¡Justo ahí!” Era lo único que salía una y otra vez de la boca de Sakuragi, quien sólo podía palpar y acariciar el otro cuerpo contrario.

 

Cuando vio la cara arrugada y frustrada de Rukawa, comenzó inmediatamente a masturbarle con cierta violencia, aprovechando el líquido pre seminal para hacer los movimientos más veloces. El pelinegro le agradeció apretando deliciosamente las paredes de su interior.

 

“¡Hana!...Aprieta más fuerte… ¡Hana! ¡Si---!... Te sientes tan bien…” Pareció cantar hasta el final, cuando el pelirrojo, aferrándole casi violentamente de las caderas, comenzó a moverse hacia arriba para penetrarle a la velocidad que él necesitaba. “…Aahh… más fuerte, fuerte… “Jadeó cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás.

 

Sakuragi, gruñendo, intentó complacerle, pero la posición no le ayudaba demasiado; gimió de frustración, pero su zorrito aumentó la velocidad, sacando un gemido en ambos. Sakuragi, sintiendo todo caliente, y abrumador, apretó la nuca en la almohada cuando se corrió vigorosamente en el interior de su pareja. Rukawa continuó montándole, esta vez con más calma, disfrutando ahora de la humedad, y del calor, y de la presión, corriéndose ya luego él sobre los músculos marcados de Hana.

 

Ambos hombres permanecieron así por varios minutos; pegados, abrazados, y disfrutando del calor contrario.

 

Kaede, sin embargo, demasiado consiente de la viscosidad pegada en la parte baja de su abdomen, se levantó con flojera de la cama hacia el baño. Hanamichi, no obstante, no tardó en agarrarle de la mano para no dejarle ir, tirándole incluso para darle un manso beso. Su pareja le respondió, por supuesto, pero aun así se desprendió de su agarre y partió al lavado por unas toallas húmedas.

 

Entre besos y caricias es que se limpiaron, y al final, tontamente, terminaron igual dándose un baño.

 

“¿Eiji sabía…?” Preguntó Hanamichi más tarde, cuando estaban tirados en sus ropas deportivas sobre el sillón de la sala principal, con Jordan en el piso mordiendo su pelotita, y en el televisor un juego de baloncesto universitario.  

 

“Si… Le dije que te mandara a casa” Respondió Kaede al tiempo que una de sus pálidas manos se alargaba hacia el plato a su lado para sacar una galleta de chocolate chip, mientras que la otra seguía acariciando y jugando con los cabellos rojos de su mono, quien tenía la cabeza recostada sobre sus muslos, pero de lado para ver el partido que proyectaba la pantalla.

 

Rukawa sabía que ahora mismo el pelirrojo estaba maldiciendo al pobre de Sawakita por ocultarle y engañarle con algo así. Pero el ex Sannoh sabía que no debía enfadar a un zorro testarudo.

 

Kaede sonrió al pensar en su amigo, quien después de esa supuesta traición por robarle su teléfono celular, no le habló por más de un mes. Fue en realidad Sakuragi quien intervino y les encerró (como una parejita tonta que tiene que confesarse) en el departamento del primero para que solucionasen (de una maldita vez, palabras de Hana) sus problemas.

 

Eiji, aunque le perdonó rápidamente en ese momento, aun así le dejó en claro que su absurdo plan le había herido, pues había traicionado su confianza. Por fortuna, la amistad no se quebró o sufrió fracturas permanentes, por lo que no le costó volver a donde estaba, sólo que ahora tenía la adición de Sakuragi, que le daba la gracia y chispa energética a los otros dos muy cómodos japoneses.

 

“¡Sh!... Ese Eiji… ya se las verá conmigo por engañar a este genio…” Refunfuñó Hanamichi antes de pedirle un galletita de chocolate. Kaede se la dio de buena gana trozo por trozo en la boca. Se besaron tiernamente después de eso, antes de que Sakuragi se sentase con la rapidez de un resorte

 

“… ¡¿A que no sabes lo que Eiji me contó?!” Casi le gritó a su pareja a pesar de la poca distancia que les separaba. Rukawa se controló para no rodar los ojos o suspirar con fastidio por la interrupción del romántico momento, limitándose a hacerle un gesto para que continuase. “… ¡Le va a proponer matrimonio a Caroline!” Kaede se quedó mudo y un poco estático por la… información.

 

¿Sawakita… casado? ….ppfff…Siii, claro… Eso era como imaginarse a Hana mudo.

 

Caroline, si bien es cierto, era la novia más duradera que le conocían al otro japonés, la pareja sólo llevaba cinco meses juntos, algo que Rukawa creía con suerte el tiempo suficiente como para aprenderse el apellido de la otra persona.

 

“Que idiota…” Suspiró tirando su nuca al respaldo del sillón. Hanamichi le asintió mientras volvía a su antigua posición.

 

“¡Sí!... Yo le dije lo mismo… Pero me respondió que no tenía moral para decirle algo” Rukawa frunció el año ante eso… ¿Qué no tenía moral? ¿Por qué…?

 

Él y Hanamichi después de años, y años, y años de noviazgo decidieron dar el siguiente paso. Y bueno… no es como si eso del casamiento estuvo en sus mentes antes.

 

A decir verdad, ninguno de los dos si quiera lo había pensado antes del momento en el que simplemente decidieron hacerlo. Kaede, bajando la mirada a su mano que mimaba los cabellos rojizos de su novio (o en realidad esposo...pero a los dos esa palabra se les hacía extraña), fijó sus ojos azules en el anillo impecable y dorado que descansaba en uno de sus dedos; adentro de éste guardando una inscripción que rezaba “Ni la distancia puede separar el cielo de la tierra”.

 

Rukawa recordaba el día que lo decidieron a la perfección.

 

Fue una tarde, un día tranquilo y ordinario. Los dos deportistas, después de luchar por ello, lograron al fin coordinar y sincronizar sus vacaciones, para las cuales decidieron viajar a Madrid.

 

Kaede hacía ya tres años que se había cambiado y comenzado a jugar con los New York, Knicks, quienes si bien al comienzo se mostraron escépticos con el japonés, no tardaron en depositar su confianza en él cuando comprobaron sus innatas e increíbles habilidades en la duela.

 

Hanamichi, cuando decidió que ya no quería estar alejado de Rukawa, también hizo los arreglos necesarios para cambiarse; él, en cambio, a los Brooklyn, Nets, quienes no venían de una muy buena temporada. Pero el pelirrojo no es nada sin un reto por delante, y eso se convirtió en su meta: en hacer de su equipo uno de los mejores de la conferencia.

 

Ambos estaban en el hotel, retozando en la cama, riendo, conversando, golpeándose mansamente, besándose, y haciendo el amor.

 

Fue uno de esos días apacibles en los que despiertas sin ganas de salir de la cama. Esos días en los que demoras y retrasas horas y horas para bañarte y levantarte. De esos días que las mantas y el colchón parecen tener un imán que tu piel no puede resistir. Los dos, acostados superficialmente sobre las frazadas, permanecían pegados al contrario. Kaede estaba acostado a lo largo de la cama con la cabeza apoyada totalmente en la almohada, mientras que Hanamichi, horizontal al colchón, mantenía su nuca en el pecho de su novio. Tenían una de sus manos fuertemente unidas.

 

Kaede, mirando la bronceada y callosa mano de su novio, simplemente preguntó “Por qué no nos casamos”

 

Ni siquiera hoy en día Rukawa puede responder qué fue lo que le motivó o empujó a proponer aquello. Sin embargo, ahora sabía, con absoluta seguridad, que fue uno de los mejores y más maravillosos impulsos de su vida. Sakuragi se había quedado tan asombrado, que al comienzo creyó era una broma tonta, mas cuando se volvió a los serios ojos azules de su zorro, tragó ruidosamente y le tartamudeó que a qué venía eso. Rukawa le levantó los hombros y le volvió a preguntar. El pelirrojo, relajando sus expresiones, suavizando sus ojos, acariciando las mejillas del alero, se inclinó, le besó, y le susurró “Por qué no…”

 

Menos de dos semanas después, Eiji había viajado para ser padrino de bodas junto con los padres de cada uno de los chicos. Algunos de los amigos del pelirrojo también habían alcanzado a asistir a una de las bodas más rápidas de la historia. Y gracias a que en New York, el matrimonio entre el mismo sexo era legal, no tuvieron problemas. Sólo por cosas de marketing fue que no modificaron nombres o apellidos (además de que ninguno de los dos estaba listo para salir al ojo público).

 

“Bueno… si le hace feliz….” Susurró Rukawa después de unos minutos de silencio, en los que sólo se escuchaba el murmullo del televisor y los gruñidos del cachorro.

 

“Mmmhh….” Alcanzó a exclamar Sakuragi, quien a decir verdad, estaba un poco adormilado por las caricias propiciadas por su pareja.

 

“¿Yo… te hago feliz?” Preguntó bajando la mirada, deseando encontrarse con los ojos chocolate que le derretían cada vez que le observaba. Hanamichi, un segundo después, ya estaba sentado, agarrando con ambas manos el rostro delgado del otro joven para pegar ambas miradas, sonriéndole con infantil alegría.

 

El corazón de Kaede, como siempre, se apretó de puro gozo al estar entre los brazos contrarios.

 

“Noooo~…. Tu, zorrito… me haces inmensamente feliz…” Corrigió antes de darle un besito largo pero dulce. Respiraron sobre el contrario. Se abrazaron y sonrieron como bobos cuando apoyaron sus frentes.

 

“Tu también” Murmuró Rukawa dándole enseguida un piquito. El pelirrojo rió.

 

“Ya lo sé, idiota… Soy una genio después de todo”

 

“Torpe”

 

El beso y momento intimo, fue momentos después interrumpido por el ladrido lastimero del Jordan, quien ahora les miraba implorando atención de parte de sus dueños. Hanamichi, dándole un último beso a su novio, corrió al patio junto con el alegre perrito, que enseguida le siguió con entusiasmo.

 

Kaede sonrió y negó con la cabeza antes de seguirles al jardín…

 

…No…

 

…No cambiaría nada…

 

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FIN

 

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Free agent (Agente libre): Un jugador que no tiene contrato con ningún equipo de la NBA debido a que su contrato ha expirado o ha sido cancelado por su equipo en conformidad con los procedimientos de cancelación de la NBA.

Notas finales:

TAT... Y ha terminado!!... uff... Creo que esta es la historia que me ha dejado más sacudida emocionalmente.... Me encantó escribirla... pero, también estoy feliz de haberla terminado n.n... Espero, de verdad, no haber decepcionado, especialmente con el reencuentro, y con la actitud de Kaede... Creo que se notó un gran cambio en el personaje :3.. Maduró, creció, se dio cuenta de lo que quería, de lo que era importante.. y no dudó en luchar por ello... 

Qué les pareció, muy forzado?..... irrealista??.... Simple??....

Dejen todas sus opiniones, me encantará leerlas y responderlas...

Espero que nos leamos nuevamente pronto por estos lares!! Amo a esta pareja, y me encantaría escribir más de ella.... quizás pronto actualice, "El Abecedario de las Clavadas" :).... que si no han, leído, los invito! 

 

MUchos saludos y abrazos :)


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