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Tomorrow por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Gracias por venir a leer esta actualización. Este es el segundo capítulo de la actualización de hoy :)

Una mano la tenía apretándose al lavado, cerca de sus lentes oscuros. La otra agarraba con fuerza la camisa de cuadros que Kardia tenía, mientras temblaba apenas contenidamente. Se obligó a tragar grueso y tratar de relajarse, aunque la perspectiva de lo que tenía que hacer no le ayudaba. Además, Kardia hizo un sonido raro, que iba entre la exasperación y la impaciencia. Así que debía colaborar si no quería que las cosas se pusieran más difíciles en el baño del restaurant.

—Deja de hacer eso… —Gruñó entre dientes, con un sonido que asemejaba un siseo. 

—Es que aún arde.

—Arde porque te cierras. ¡Relájate! No es la primera vez, ¿no?

Asmita movió distraídamente los zapatos, buscando alguna manera de enfocar su atención a él. Kardia mordió de nuevo su labio antes de cercarlo y buscar cumplir con lo que llamaba su misión.

—Si no te quedas quieto…

—¿No podemos intentar después? O yo mismo lo hago.

—Déjame ayudarte con eso.

—Kardia…

—Solo deja de cerrarte. Abre bien y deja que entre.

—Hazlo con cuidado…

—Por Favor, Asmita. ¿Acaso crees que puedo contenerlo cuando ya está en la punta…?

El ruido en el cubículo los asustó y al voltear pudieron ver la figura de un joven, totalmente rojo y mirándolos como si fueran un par de entes extraños. Allí estaba Asmita, apegado contra el lavado, con Kardia casi encima sosteniendo la amenazante  punta de un botecito de gotas oculares. Y el muchacho los miró a los dos, miró la gotita caer en la mejilla del rubio y tras una florida palabra, se dio la vuelta avergonzado. Kardia arrugó el ceño y Asmita se limpió la gota antes de frotar uno de sus párpados.

—¡Joder! Gente extraña. ¿Por qué nos miró así? ¡Y deja de frotarte los ojos!

—¡Es que me arde!

Más tarde, al rebobinar los hechos, entenderían porque el muchacho los había mirado como si fueran un par de pervertidos y reirían por ello el resto del día.

Tras la segunda intervención con láser, Asmita de nuevo podría estar sin las vendas molestas que tanto afectaban su estado de ánimo. El doctor se las había quitado, esta vez con la compañía de Kardia ya que Albafica no podía faltar a su presentación final de una de las materias de su carrera. Más esperaba que al rato, cuando fuera la hora, pudieran ir ambos a buscarlos a la universidad. Recorrer los pasillos del enorme edificio, hasta encontrar a Albafica y darle la sorpresa. Asmita quería comprar un ramo de flores, y le había dicho a Kardia que moriría si comentaba algo al respecto.

Todavía faltaban cinco intervenciones más, pero conforme se hicieran, sería menos necesario el uso de las vendas y podría ver tras los lentes oscuros hasta que terminara el proceso. Entonces quedaría solo el periodo final de recuperación, hasta que el oculista determinara que ya no necesitaría lentes para salir, solamente los oscuros para protegerse del sol y los de lecturas para cuidar a sus ojos de las radiaciones de los televisores y computadores.

Pero podría ver a Albafica. Podría bañarse con él sin arriesgar los lentes, podría verlo al hacerle el amor. Aunque empezaba a pensar que extrañaría como usa sus dedos para acomodar los lentes sobre el tabique.

Kardia debía admitir que al verlos, sentía un poco de envidia sana. Había tenido relaciones muy fuertes, muy apasionadas, así tal como le gustaba. Al rojo vivo y al límite de lo peligroso, su vida se había tratado de vivir a mil por hora, un día a la vez. Pero a veces, cuando los veía, se preguntaba cómo sería vivir con esa quietud y seguridad.  

—¿Y que harán cuando se gradúe? —Le preguntó frente a la heladería mientras mataban el tiempo que se llevaba la clase de Alba para esperarlo. Asmita le sonrió y llevó una fresa a sus labios, entretenido con el sabor dulce y la textura granulada de la misma.

—Estoy pensando en un viaje. —Kardia silbó, luego rio y se recargó contra el respaldar—. Quería levarlo a Irlanda. Ya tengo el dinero reunido para todo el tratamiento. Entonces ahora lo que trabaje será para eso. Buscaré encontrar unos pasajes económicos, también pensé en preguntarle al profesor Ilias que estuvo allá, seguro me recomienda algunos lugares.

—¿La luna de miel entonces? ¿Habrá anillos?

Asmita aún no se atrevía a pensar más allá, pero la sonrisa que dibujó demostraba que realmente le gustaría. Y no porque tuviera que necesitar algún papel legal para decirle a la sociedad lo que sentía por su novio, tampoco se trataba de un sueño cursi. Era simplemente el tener un recuerdo así de significativo. Además, todas las opciones las tenía en la mano, el matrimonio igualitario era una realidad desde sus tiempos en Gaia. No había nada que pudiera detenerlo de querer hacerlo.

Más era una decisión muy determinante, y quería no solo estar seguro de tomarla sino de que Albafica se sintiera dispuesto a seguirla. Por lo que podrían decir de su relación, estaban preparados, pero no era el matrimonio el sueño de todos los jóvenes. No necesariamente.

—No puedo decir si habrá boda o no. Por estos tres años que llevamos viviendo juntos, nos han enseñado mucho de ambos. Creo que ya Albafica me conoce más de lo que yo mismo lo hago. Es capaz de adelantarse a mis acciones aún si no digo nada y creo que tengo ese mismo poder. Pero no sé si él ha pensado en el matrimonio como algo factible. Quizás no…

—¿En todo este tiempo no han hablado de eso?

—En realidad, no… Quizás pensamos en hacerlo después.

—O quizás están esperando el uno que el otro lo diga. —Aquella perspectiva se le hizo tan factible, que Asmita se dedicó prestarle atención. Kardia agarró la galleta para atraer el dulce de manzana sobre la copa y llevárselo a la boca—. Son seis años, Asmita.

Muchos años. Muchas vivencias, momentos difíciles, momentos tan hermosos. Asmita asintió y comprendió lo que venía tras las palabras. No se trataba de tomar el matrimonio como una confirmación. Quizás y él tenía razón, no lo habían tocado por miedo de qué pensara el otro de ello y el futuro. No era necesario pensar en el matrimonio como una obligación, quizás debería buscar el modo de sacar el tema de manera que pudieran hablarlo sin sentirse comprometidos.

—Tienes razón. Creo que es buen momento de tocarlo, al menos para saber que espera cada uno de ello.

—¡Quien quita si antes de Diciembre ya te veremos vestido de blanco! ¡Todo majo con ramo y todo!

—Jajajaja ¡no iré de blanco!

El recuerdo de aquella vez en la Kermesse lo envolvió. La casilla para el matrimonio, Pharao vestido como sombrerero loco y ellos dos en los nada elegantes trajes de superhéroes de Marvel. Él como Captain America y Albafica con su cabello oculto en la peluca castaña de Winter Soldier. Cuando insertó en su dedo la sortija de plástico celeste que aún Albafica conservaba guardada. En ese tiempo era un juego, una muestra de cuán rápido querían ir, de cuánto querían experimentar juntos. Un grito de: sí voy a casarme que sea contigo. 

Los significados por obviedad, habían mutado. Y esta vez no podían acercarse a un verdadero notariado a firmar un papel y entregar anillos sin pensar en el mañana. Pero el recuerdo de aquella vez le iluminó el rostro. Y estaba seguro que al tocarlo, con Albafica, el efecto sería el mismo.

Mañana.

Lo haremos mañana.

Cuando ambos entraron al auto, el teléfono sonó. Asmita lo contestó al abrochar el cinturón de seguridad para escuchar la noticia. Todos los planes que podría tener en ese momento para el resto del día, estaban condenados a cambiar. Y posiblemente, todos los del día siguiente. 

La velocidad en que ocurrieron las cosas, no le permitió recordar con seguridad, como habían pasado. Asmita le dijo a Kardia, entre la desesperación de sus palabras, que ya no iban a la universidad. Que el destino ahora era el centro clínico donde lo habían llevado. No supo a cuantos números llamó para que uno le contestara, y no comprendió del todo lo que la compañera intentó decirle sobre el estado de su novio. Solo podía tener en mente que sin importar qué, debía llegar.

Ya en el centro clínico, las trabas para hacerle saber de su estado casi lo llevaban a la desesperación. Las preguntas de si era o no familiar de la persona, le habían cerrado la oportunidad de ver por sí mismo el estado de su novio. Lo obligaron a  esperar como las compañeras y compañeros para saber de su estado, mientras intentaban comunicarse con su padre. Asmita hizo lo mismo por su cuenta, pero el hombre no estaba dentro del país. Y su única oportunidad de saber algo se esfumaba ante esa imposibilidad.

«Está muy delgado» «No estaba comiendo bien» «Al otro día comenzó a sangrar por la nariz. ¡Me preocupé! Pero él dijo que estaba bien, que seguro era que no desayunó» «Ayer le vi un morado enorme en el brazo. Me dijo que se golpeó, pero eso, eso no se veía normal» «Se la pasaba con mareo. A veces cuando llovía, le daba como calentura» «Me prometió que se haría una examen de sangre. ¡Le dije que estaba muy pálido!» «La última vez que lo acompañé a nadar, se cansó muy rápido. Me dijo que debía ser agotamiento general por el proyecto» «Le dije que si quería que lo llevara a verse, pero insistió en que lo llevara a su casa. Dijo que ya te había dejado mucho tiempo solo»

Asmita se quedó en silencio, mientras las horas pasaban. Todo cuanto pudieron adelantarle es que debían hacerle estudios. Que estaban buscando la fuente de aquella inesperada hemorragia. Que nada era seguro. Que lo mantendrían en observación.

«¿No te diste cuenta, Asmita?»

Cuando Kardia puso su mano sobre el hombro, apenas Asmita había notado que aún estaba allí. Levantó la mirada, sosteniendo su campera con fuerza, con los lentes oscuros que ocultaban los ojos enrojecidos y el rostro desencajado. Le hizo un par de pregunta: si quería algo, si necesitaba llamar a alguien. Pero no tenían a quien más llamar. Si el padre de Albafica no contestaba, no tenía a quien más recurrir. Su propio padre no era una opción. Renegó. No quería comer, no quería irse, no tenía a quien llamar. Su único plan era quedarse allí sentado en esa silla hasta que alguien le diera respuesta de cuál era el estado de su novio. 

Al acabar el horario de visita, cuando ya todos se habían ido convencidos de que no tendrían noticia ese día, uno de los médicos se acercó a ellos dos. Kardia no se había movido de allí. Siguió hablando, intentando sacar a Asmita del estado de trance en que se había hundido.

—Me dijeron las enfermeras que eres su novio. —Asmita levantó la mirada y asintió, casi con un movimiento acartonado. El hombre estaba entrado de edad. Su finísima cabeza blanca estaba decorada de más vellos blancos que castaños y sus lentes guardaban el brillo de unos ojos claros, como dos piedras de cuarzo marrón.

—Lo soy. Vivo con él desde hace tres años.

—Bien. Necesitamos que le traigas ropa, es posible que se quede aquí por más tiempo. Trata de comunicarte con otro familiar y ubica si está asegurado.

—¿Qué pasa…? —Se adelantó Kardia, exasperado ante la falta de información que convertía el momento en una total agonía.  El hombre pasó la mirada desde el muchacho de cabello rebelde y azul, hasta el  rubio que le mantenía el rostro, con un ligerísimo temblor en su mandíbula—. ¿No nos va a decir?

—Aún no lo sabemos. Sospechamos algo pero no queremos adelantarnos hasta tener más pruebas. El hemograma en estos casos puede ser engañoso. Por lo pronto, tiene un cuadro severo de anemia que se debe tratar. 

—Comprendo… —Kardia miró con espanto muy creíble la pasividad con la que Asmita recibía la noticia. Simplemente él se levantó, dio un par de pasos mientras apretaba la campera a su cuerpo y se detuvo para lanzar un suspiro—. ¿Me acompañas a casa a traer todo? 

Eso ni se preguntaba. Kardia se levantó como un resorte de su asiento para pasar el brazo por su hombro y llevarlo hasta la salida, ya sin ánimos de decir nada. Ahora que lo notaba con detenimiento, Asmita encerraba una tormenta en una finísima copa de cristal, que se destrozaría al mínimo movimiento. Al menos, el intentaría que durara así por un poco más de tiempo.

Asmita en todo el camino, no habló.

Notas finales:

Mucha sgracias por leer y por comentar. ¡Nos veremos en la próxima actualización!


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