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No Regrets, Just Love. por ipen shidemiru

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Notas del capitulo:

Bueno... me fui dos semanas por culpa de los examenes y lo peor del caso es que aún no terminan... sí, dicen "presentamos el lunes" llega el lunes y te salen con "mejor la proxima semana" y así se la llevan hasta que estas otra vez en los bimestrales de otra materia (?)

sobre este capitulo debo aclarar que lo hice mientras leía Fafka en la Orilla así que creo que se me pegó algo del estilo (?) .___.

Desde que tengo memoria he deseado tener una vida que sea simple y no tenga preocupaciones pero como no puedo estar mucho tiempo al rededor de las personas eso nunca ha sucedido. No sé cómo describirlo, simplemente se opacan.

Si se preguntan si he amado a alguien la respuesta es afirmativa, si les interesa saber si aún está con vida la respuesta es otra. Fue un amor de colegio, del tipo que no te puedes sacar del alma por mucho tiempo y más si acaba por opacarse. Ambos teníamos dieciséis años, íbamos en salones continuos y llevábamos siempre los mismos cursos.  Siendo sincero he olvidado su rostro, y pido disculpas por ello. Recuerdo claramente su nombre pero su rostro se fue de mí.

 

— Disculpa... — un chico rubio se aproxima. Sonríe muy alegre, tanto que podría jurar que me coquetea — Estoy buscando el área de mantenimiento ¿Sabes dónde está?

— Tercer piso — le regreso la mitad de la sonrisa.

— Muchas gracias — Inclina levemente la cabeza. Es sorpresivamente lindo.

Tomo mi ascensor y sigo mi camino.

Le doy los buenos días a mi ayudante en recepción y cojo el café que hay ahí para mí.

— Alguien te espera dentro.

— ¿Rubio y guapo?

— Sí — ríe —, muy guapo.

Le dirijo una sonrisa cansada y me voy.

Llevo dos meses y medio trabajando en este lugar, no entiendo cómo es que todo ha fluido tan bien. Aún para mí esto va demasiado bien. Me inquieta un poco. Tengo la sensación de que en cualquier momento la tranquilidad desaparecerá.

—Buenos días — abro la puerta de mi oficina temporal. — ¿Cómo está? — pregunto por cortesía.

— Bien — vuelve la cabeza y me mira. Se asombra. — ¿Usted es Suzuki-san?

— Lo soy, ¿Qué lo trae por aquí Matsumoto-san?

Me siento frente al escritorio. Sigo viéndolo. Matsumoto se quita los lentes de sol y me presenta sus ojos. En verdad es guapo. Está ligeramente maquillado pero luce bien, muy natural. Saca unas hojas de un enorme portafolio de un par de centímetros de ancho. Son dos ilustraciones a colores pastel y una a grafito.

— Bellas Artes tendrá un evento en unos meses y necesitamos la publicidad: carteles, folletos, quizá uno o dos espectaculares, anuncios por televisión y radio...

— Creo que se equivocó de departamento. Yo trabajo en mantenimiento informático no en diseño gráfico. Lo que usted necesita es a alguien de marketing, relaciones públicas o publicidad...

— He hablado con ellos, pero no estoy dispuesto a que nadie, excepto usted, trabaje mis diseños.

— ¿Disculpe? — pregunto.

— He visto todas sus contribuciones respecto a este medio. Usted sabe que no son una ni dos. Déjeme decirle que son trabajos excepcionales en los que resalta su participación más que la del resto. La gran mayoría dan la impresión de haberse hecho a mano cuando realmente no lo son. Se ven vivos. Tiene mucho talento.

— Muchas gracias, pero sigo sin entender.

— Las personas con las que trabajo dicen que mis dibujos pueden hacer eso, tener vida, pero cuando los han pasado al PC pierden la esencia. Por eso quiero que usted los reconstruya.

— ¿Por qué no simplemente se adaptan los dibujos? Sería más sencillo, barato y no perderían la vida del creador.

— Lo pensé, mas no me agrada la idea.

Ruedo lo ojos y me pongo de pie.

— Discúlpeme un momento.

Salgo de ahí.

Hablo con mi ayudante. Ella dice estar al tanto de todo y completamente de acuerdo con Matsumoto-san, además de que el jefe le ha pedido que me convenza de hacerlo aunque usualmente no hago ese tipo de trabajo.

Regreso donde el rubio guapo.

— ¡Qué le parece! Trabajaremos juntos — digo entre energético y fastidiado.

— Suzuki-san, se lo agradezco — inclina otra vez la cabeza.

— Por cierto — digo —, comentó que ha visto mi trabajo, pero hace menos  de tres meses que llegué a esta empresa.

— Oh, disculpe, es verdad. Lo perseguí un poco — ríe. Es simpático —. Fue un tanto laborioso llegar hasta usted. La primera animación que le vi fue hecha hace cinco años... Así que conozco un poco de los lugares donde ha estado. No fue mi intención convertirme en un acosador laboral — bromea.

No puedo evitar sonreír.

 

 

— Suzuki...

— ¿Qué pasa?

— Te invito una copa... Ya acabamos con este proyecto, nos lo merecemos. Vamos, aún es temprano y yo también trabajo mañana.

— Matsumoto, si dices que aún es temprano qué te parece si vamos a cenar, yo invito.

El rubio luce confundido pero acepta. Nos hemos estado coqueteando desde el día dos de trabajo, han pasado tres meses ya. Matsumoto es tan profesional que pese a haberlo invitado antes llegó a poner unas excusas tan válidas las cuales, en más de una ocasión, me hicieron pensar que interfería en su vida... No sé, una forma extraña de mantener el interés. Yo me habría ido con cualquiera, siempre y cuando fuera solo por una noche, y de hecho, lo hice algunas veces en las últimas semanas.

 

Cenamos en un restaurante bar lejos de la oficina. Fui conducido aquí por Matsumoto y hasta el momento no tengo queja alguna con la comida, es buena. Son las dos con cuarenta y cinco minutos. Matsumoto está un poco ebrio pero no lo suficiente para seducirlo.

— Estoy borracho, sería descortés dejar irme así... — hace una pausa — deberías acompañarme a casa. Está cerca.

Me sorprendo. Realmente lo hago. Esta persona ha hecho latir mi corazón y me acaba de invitara a un lugar privado...

— ¿Vives solo? —pregunto tras pagar la cuenta.

— Claro, ¿Creíste que vivo con mis padres? — se planta en la acera para no perder el equilibrio. Rio.

— En algún momento llegué a tener compañeros de apartamento. Pero vivir con tus padres seguro es más barato.

— Claro que lo seria, pero trabajo y puedo costearme estas cosas. Además, ellos no son de Kioto.

— ¿Si? ¿De dónde vienes entonces?

— Soy una combinación de los fluidos sexuales de mis padres — Carcajeo y Matsumoto me toma del hombro — Disculpa, parece que el piso está inquieto ¿Te molesta?

— En absoluto. Si lo prefieres puedes tomarme del brazo.

Lo hace. Si fuese una chica sentiría claramente sus senos, pero como no lo es sólo tengo una sensación de calor. Caminamos por una calle tranquila. Pienso que debería ser más peligroso, no es común ver gente a estas horas de la madrugada andando a pie. Creo que fue una muy buena idea el bar lejos del centro. Las calles están bien iluminadas, hay algunos autos rondando pero no se siente como si estuviéramos en un barrio concurrido. Es simplemente silencioso, un silencioso bueno.

— Ne, Matsumoto, la verdad me gustas.

— Suzuki, no creo que sea buena idea decir eso cuando ambos estamos borrachos.

— Tú lo estas más que yo.

— Por eso mismo. Tú también me gustas... Estamos borrachos... Vamos a mi casa... — ríe pícaro. Lo miro y noto que él me ve divertido.

— Ya veo. No me incómoda para nada, así que te robaré un beso y espero que lo disfrutes.

Nos detenemos en la parte oscura de la acera, esa que está entre los dos postes de luz.

No puedo robarle el beso como he dicho. Él me ayuda y permite ser besado. Comienzo sin usar la lengua, un beso sin mucho compromiso. Matsumoto realmente me gusta. No sé cómo explicarlo ni en qué momento me di cuenta.

Pero soy débil y uso la lengua. Lo tomo entre mis brazos. Es una cálida sensación la de su boca. Su aliento es a cerveza pero qué problema, igual el mío.

Termina el beso y en seguida aparta la cara de mí.

—Me siento como un niño que acaba de dar su primer beso...

— No fue tan malo — no miento —. Si gustas puedo ayudarte con eso.

Lanza una carcajada.

— Mi departamento está cerca. Ya es bastante tarde, no sé si podrás tomar un taxi ¿Quieres pasa la noche ahí? Me han dicho que mi sofá es cómodo.

— ¿Me estas proponiendo quedarme a dormir? — Asiente — No, muchas gracias. Lo haría, pero no creo que aceptes mi única condición. Vamos, te dejaré en la puerta y me iré.

— ¿Por qué haces que me sienta inútil? Tú siempre haces todo, me coqueteas, me invitar a cenar, pagas, me llevas a casa, no quieres sexo...

— ¿Quién te dijo que no quiero sexo? — gira los ojos.

— Es un decir. De todas formas la única acción que mi cama tendrá hoy es yo tirándome a dormir. Si no fuera porque estoy aquí contigo creo que ya estaría tirado en la acera durmiendo...

— ¿Cómo sabes que yo no te puedo quitarte lo cansado? — presumo una habilidad que realmente me gustaría probar.

— Pero lo borracho no.

— ¿Para qué quiero quitarte lo borracho? Estás lo suficientemente consiente.

— Ya, Suzuki, pórtate como el profesional que me impresionó.

— Y tú como el sexy artista que aterroriza a todo el personal.

— Gracias por lo de sexy— ríe.

Matsumoto luce muy bien al reír.

 

Llegamos a un edificio bastante grande. Matsumoto me mira y levanta las cejas.

Lo beso. Sus labios se derriten en los míos. Es una sensación inigualable. Lo acorralo contra la pared. Siento su cuerpo junto al mío, no es tan pequeño como creía, mi vista debió engañarme. Le beso el cuello y pronuncia un monosílabo que me excita.

Me aparta de un golpe.

— Suzuki...

— Me dejé llevar...

— ¿Sabes? Realmente me gustas. Y siendo sincero hace un tiempo que no he tenido sexo... Pero no soy del tipo de persona que se acuesta con otra en la primera cita. No importa si la comida fue buena, si me gusta como besa, si me agrada o si quiero tener sexo, igual no me acuesto con él. Creo que en eso somos distintos, ¿no?

Es muy observador.

— Suzuki, ¿Podemos salir nuevamente?

Doy la vuelta y comienzo a irme.

— Conoces mi número.

 

Una semana después recibo su llamada. No dice nada por la tardanza, de antemano sé que la promoción es un trabajo duro.

— Hoy a las ocho en la disco Onigokko ¿Estas libre?

— ¿De cuántos años te parezco? Ese es un lugar de niños.

— Bien, al Dim. Es uno de mis lugares favoritos.

— Me gustan los espejos en el techo.

— Sí, son geniales. Pero hablaba de la cafetería.

— Sí, también me gusta. ¿Sabías que para ser mesero allí, aparte de ser bueno con las órdenes y eso, hay que ser bien parecido?

— No sabía. Pero si me había preguntado por qué todos los meseros son tan guapos...

Reímos un poco y luego nos despedimos.

 

Nuestra segunda cita es tan memorable como la primera: comemos, bebemos, disfrutamos de nuestra compañía y reímos mucho. Tal parece que Matsumoto realmente es de humor ácido y muy realista pero cuando pesca la risa su cambio es natural.

Esta noche tampoco tenemos sexo. Acompaño a Matsumoto a su casa y nos despedimos con un simple beso:

— A decir verdad, yo esperaba algo más... ¿Largo?

— Solo doy besos largos cuando estoy del otro lado de la puerta — juega conmigo.

— Entonces, déjame pasar — extiendo mi mano sobre la pared lo que hace que él quede atrapado. Me mira a los ojos. Vuelve a darme un pequeño beso.

— Buenas noches.

Éste juego permanece.

Notas finales:

fue muy corto, mucho muy corto. tuve que recortarle unas cuantas frases innecesarias. 

Espero que lo hayan disfrutado ^^


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