Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Distrito rojo. por -oOYUKI-NII-Oo

[Reviews - 64]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

∞ Titulo: "Distrito rojo"

∞ Autor: YUKI-NII.

∞ Género: Friendship

Ranting NC17

∞ Pareja: SasuNaru

∞ N/A Naruto no me pertenece. Todo es de su gran autor, Kishimoto-Sensei

∞ Resumen: Sasuke va ahí, entre esas casas escondidas y personas recluidas. Sasuke va ahí, para encontrarse con un rayo de sol, para que le besen las heridas y le cuiden el corazón. Sasuke va ahí, porque es Naruto quien le espera, tras biombos casi trasparentes y kimonos resbalándole por la piel.

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:. .:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

Estación. 2

.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:. .:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.

 

 

Noche cerrada,

Incierta…Llegas tú.

Se hace la luz.

 

 

Hay carretas pasando por una calle de tierra prensada, con enormes casas de más de 100 metros cuadrados a los costados. Hay personas corriendo en ambas direcciones, bullicios de voces saturando el ambiente. Huele a flores y sopa de miso. La enorme puerta principal  de una de esas mansiones, que parecen castillos antiguos de grandes emperadores, abriéndose; detiene todo tipo de movimiento por unos segundos.

La gente ha vuelto su andar mas lento, solo para poder ver un estibo de lo que se esconde tras las gruesas puertas de madera de una de las residencias mas magnas de la prefectura. Con un alto castaño de cabello largo saliendo en compañía de un niño de no mas de 2 años tomado de su mano. Su vestimenta seria y de colores ocres lo distingue entre todos aquellos que abren paso, formándole un camino libre de choques, tranquilo y sin dificultades.

Las puertas se cierran, y todo el bullicio toma forma de nuevo, con susurros y señalamientos incluidos. El heredero del clan Uchiha ha salido a dar su paseo matinal.

Naruto llega hasta un pequeño hostal cubierto de enormes varas de bambú, y con una amable mujer rubia atendiendo desde atrás de un mostrador. Hay un mechón rebelde cubriéndole la mitad del rostro, le sonríe, invitándole a pasar, en un japonés forzado que hace al de ojos azules reír bajito. Puede reconocer a su compatriota. Con esos rasgos exóticos que la ropa típica de Nagasaki, que no acaba de personificarle el cuerpo, le da. Parece que trae más un disfraz que algo de uso diario, que ha tomado como uniforme oficial.

El rubio, que empuja las cortinitas de la puerta para pasar a la recepción improvisada, deja la maleta a un costado. Ella le mira, parpadea, y parece querer decir algo. Prueba su suerte, temeraria y enérgica.

—Welcome to Yamanaka Hostal. I´am Ino Yamanaka, nice to meet you

Naruto sonríe, aclarándose la garganta y siguiéndole el juego a la expectante rubia, que tiene, al igual que él, unos bonitos ojos azules, un poco mas oscuros que los del Senju*

—Thank You. I Naruto, and nice to meet You too

Ino aplaude complacida, soltando una risita encantadora, y sintiéndose casi como en casa, con esa breve probada de su lengua natal, que a veces le hace demasiada falta. Busca en la hoja de registro, el nombre del fornido rubio, pasando su dedo por un pergamino algo arrugado y deteniéndose brevemente al encontrarlo.

—Es la segunda habitación de la derecha, te acompañaran— hay un pequeño grito dirigido al fondo del corredor, por donde sale un alto castaño, con paso flojo y bostezando. La Yamanaka frunce el ceño ante esto, por la imagen de holgazán que su amigo le da a su establecimiento, hace un mohín con la boca y respira profundo. — Shikamaru, guía a Naruto, por favor. — el moreno asiente, mirando el poco equipaje y ofreciendo su ayuda, ante lo que el rubio solo niega, el otro alza sus hombros y comienza caminar sobre sus pasos. Naruto toma su maleta y le sigue — Espera. ¿Eres estadounidense? —

—No, soy británico — Ino, da un saltito, cuadrando sus hombros y acercándose más

— ¿Eres turista? Porque si es así, deberías de ir al festival de Hanabi*. Este año será cerca del Monte Inasa. — Naruto niega, a Ino se le junta las cejas, los festivales son una de las cosas que a ella más le gusta, lleno de lámparas de colores, vistiendo kimonos y comiendo pulpo asado. No puede creer lo poco atractivo que eso puede resultarle a alguien que viene desde el otro lado del mundo. Naruto solo esta negando a la pregunta y no a la invitación.

—Vivo aquí, en Japón, en Shinjuku. — Ino enmudece por unos segundos, el rubio, de piel bronceada y con un Yukata que le queda demasiado grande para su compacto cuerpo solo le mira, Ino no puede creer como un británico ha venido a caer al país del sol naciente y no sea una maravilla para los locales que le ven curiosos y embelesados.

—Bueno, pues aún así, deberías ir al Hanabi, habrá muchos fuegos artificiales. — La Yamanaka, abre sus brazos grandes, haciendo un medio círculo por arriba de su cabeza, y con los ojos clavados al techo de tejas. Naruto asiente. Despidiéndose de ella. Para ahora si seguir al hombre, de nombre Shikamaru, que ahora le observa de refilón cuando en un principio ni siquiera le había llamado la atención.

Ino con la mano en alto y feliz se imagina, como es que Naruto se vera, caminado por las orillas del mar, con las lámparas flotando sobre el agua, iluminándole los pies.

Sasuke entra en el momento justo que Itachi se levanta del tatami para dejar sobre almohadones a un pequeño niño dormido, el menor del los Uchiha mira a través del shoji, como el sol de media tarde va muriendo por el horizonte, bañando todo de rojo, naranja, lilas y azules. Una paleta de colores que podría inspirar un Haiku. Su hermano se inclina, flexionando rodillas y tronándose los músculos de los brazos una vez y ha acomodado al niño, tapándolo con una manta y apartándole el cabello del rostro. Los hilos dorados de los cojines donde descansa su cabeza se mueven al compas de su respiración.

Sasuke se siente relajado solo de verlo, con sus largas pestañas rozándole las mejillas y el rastro de leche coloreándole los labios.

— ¿Cómo ha ido hoy el té negro? — Itachi, que ha regresado a su antiguo lugar, le mira con las ojeras marcadas bajo los ojos y los hombros caídos. Toda la fachada de hombre de negocios y líder de clan se le ha caído al entrar a esa habitación solo donde están ellos tres.

Las manos de Sasuke le cubren la cabeza, deslizándose por sus cabellos, comenzando a trenzarlo. Esa es una de las maneras en las que el menor controla su ansiedad, con los dedos enredándose en sus oscuras hebras. Escucha como la lengua choca con el paladar, en un sonido de fastidio que solo hace que Itachi cierre los ojos, el masaje en su cuero cabelludo le pulimenta los músculos.

—Normal, la temporada de verano pronto pasara y las bodegas deben de empezar a llenarse, la cosecha de este año ha sido buena. — Sasuke termina de peinarle el cabello que le llega hasta por debajo de la cintura. Da unos pasos hacia atrás dirigiéndose hasta el niño, recargándose en la pared y resbalando silencioso y con cuidado, sus nalgas se amolda a uno de los cojines sueltos. Sasuke se concentra en el rostro del pequeño. — ¿Cómo va tu herida? —

Itachi se gira sobre si mismo, para ver de enfrente a su hermano, se abre el Yukata, que le resbala dejando el tórax descubierto pero plagado de vendas. Hay una mancha de color violeta ensuciándole justo a la altura del pectoral derecho. La herida no termina de suturarle.

Fue tan solo unas semanas atrás, entre el sembradío de té y con el alba llenado de rocío las hojas, cuando un hombre que traía cubierta la mitad de la cara y un revolver, le disparo a quema ropa justo en el pecho, el sonido ahuyentó a las aves y alerto a los pocos trabajadores que llegaban, desmontando sus bicicletas y corriendo desaforados hasta el lugar de origen de ese trueno sin lluvia que anunciaba una tragedia.

Encontraron al heredero del clan Uchiha, con un pedazo de tela en la mano y tirando boca arriba, sobre los brotes de té negros, con la sangre regando las plantas y los ojos a punto de cerrársele.

El diagnostico. Un pulmón perforado y reposo indefinido. Fugaku y Mikoto, que se encontraban en Kioto, delegaron la responsabilidad y autoridad a Sasuke, que de inmediato traslado a su hermano hasta su casa, dándole un ala completa de la mansión, y poniéndolo a todos los cuidados y visitas de médicos necesarias.

Itachi, que casi se ahoga con su propia sangre y experimento la impotencia y el terror de no haber podido detener al bastardo, estuvo los primeros días, después de su llegada, sin poder dormir. No fue hasta que su sobrino. De enormes ojos claros y palabras a medias que a veces se necesitaba descifrar, se acurruco a su lado en el futón, con ese olor a bebe y aceite de camelias, que Itachi pudo conciliar el sueño. Sin pesadillas y maquinaciones de futuras malas posibilidades, al estar aún sin detener al culpable, pudiesen alcanzarle más. Su sobrino solía enredar su manita en su largo cabello, como si se sostuviera a él, y al mismo tiempo a Itachi, en un agarre firme y suave.

—Mejor, Neji ha puesto manzanilla a lo inflamado de la herida

Sasuke asiente, con los ojos a punto de cerrársele y las sienes punzándole. Itachi coge una de las mantas que hay dobladas sobre el futón y la hecha sobre los hombros de su hermano. Sasuke ha tenido suficiente trabajo por el día de hoy.

 Naruto pasea por el mercado local. Donde el olor a pescado fresco atraviese las fosas nasales y se queda ahí, instalando, casi justo al lado del tabique, como inquilino no deseado. Las voces de los comerciantes, que elevan, las caballas y salmón, le hacen la boca agua, asadas, con hierbas y sashimi. Continua caminando, con los ojos fuertemente cerrados, alejándoles de la secciones donde el cangrejo y el pulpo rebosan, en enormes contenedores de agua, aún vivos.

Los tentáculos sobresalientes de un pulpo especialmente enorme con calamares a su alrededor, hacen que el estomago le ruga, enojado, fastidiado, casi en amenaza, porque aun no le ha alimentado. Naruto le susurra, bajo y con cariño. Promesas de ramen y trozos de hudon, que parecen calmar la situación.

Se detiene en un puesto, donde kilos de camarones son vaciados sobre hielo. Se inclina. La voz del dueño le llega rápida, asegurándole calidad y precio. Naruto que ha pasado toda su vida buscando lo mejor y consiguiéndolo a precios a veces ridículos en negociaciones, afila la mirada, con una sonrisa traviesa surcándole la cara. Ese día desayunara camarones fritos junto a Ino. Quien ha prometido acompañarlo a la dirección de esa persona que tiene que visitar.

Ino ha preguntado, con los ojos brillantes y las mejillas sonrojadas, si ha venido buscando a su amor. Como en una novela histórica, de héroes que lo dan todo a cambio de ese final feliz junto a la mujer que aman. Naruto ha negado que venga por una mujer. Ino ha puesto un mohín, demasiado decepcionada que una gran historia de amor no se teja cerca de ella, o aún mejor, que le suceda.

Naruto ha reído, desvergonzado. Al notar como Shikamaru ha dado la media vuelta nada mas de ver las quejas de su jefa, con una mano cubriéndole el oído mientras masculla, lo problemática que son las chicas.

Ino, que con sus manos juntas a modo de plegaria a detenido su dilema existencial al escucharlo por lo bajo, le ha gritado que ese día no habría desayuno para él, solo para Naruto y ella. El rubio ha terminado haciendo las labores que el holgazán de Shikamaru ha relegado, acostado sobre el tejado del hotel, viendo las nubes pasar.

El comerciante, deja caer, un nuevo lote de camarones recién capturados, que el de ojos azules ha evaluado como más grandes. La discusión comienza, con un precio de yenes por debajo de lo normal que  el alto hombre, de mangas en los codos y mandil de plástico contraataca. Está acostumbrado a las amas de casa que buscan ofertas.

Lo que empezara por un dialogo se ha convertido pronto en gritos, sobre tamaño, calidad, y competencia, Naruto ha dejado caer su bomba mas grande, diciendo entre líneas la enorme competencia que podría satisfacerle.

Se sostienen las miradas, ceños fruncidos y labios listos para cualquier replica. El comerciante cae primero, dejando que su mentón le toque el pecho, derrotado, y con la bolsa lista para darle su compra al rubio que sonríe enorme, casi como un zorro astuto, murmura el dueño.

Una risotada tras su espalda le hace girar, un chico de gruesas cejas y enormes ojos le pasa un brazo por los hombros, admirado de la forma en la que ha obtenido un kilo y medio de camarón a precio de uno.

—Sutorenjā-kun* esa ha sido estupenda. Tienes la flor de la juventud  fluyendo en ti.

La voz, enérgica y que resuena junto a su oído, le parece divertida, el chico, con su vestimenta blanca y un pañuelo sobre la cabeza, trae una jaba con sardinas. La dejado a su lado, en el suelo. Demasiado sorprendido de que un extranjero haya sido capaz de seguirle un regateo a un comerciante de pescado, y más aún, ganarle.

—Eso ha sido fácil tebayo. Deberías conocer a las viejas de los puestos de verduras, esas si son duras.

Naruto se contagia de la risa escandalosa del desconocido, que sigue alabándolo, hinchándolo el ego, y haciéndose un espacio, como futuro amigo de esa ciudad que le recuerda que tan cerca de lo que tanto ha esperado, está.

—Soy Rock Lee

El chico se inclina, la pañoleta de su cabeza se resbala, Naruto la atrapa antes de que llegue al suelo, el chico le sonríe, luminoso, mas cerca y con los ojos brillándole, el rubio trata de aguantarse la carcajada que le quiere brotar del pecho, ante la forma de cabello que tiene, con una partidura en medio, y coleta baja. Le enmarca la cara y le resalta las cejas. Respira profundo, mordiéndose la mejilla y sacudiendo la cabeza.

— Naruto.

El llamado del comerciante con la bolsa de su pedido lista, le hace abandonar por unos momento a Lee, que le observa, cabello rubio y ojos azules. Típico espécimen extranjero que resalta en una marea de oscuros y grises. Una vez y el contenido esta en las manos de Naruto, el dueño del establecimiento, acepta en voz alta su pérdida, lo felicita por su agilidad de responder rápida, y sus tácticas sucias de zorro de la montaña. Naruto le sonríe, sacando una bolsita pequeña del interior de su Yukata, no le ha pasado desapercibida la muñeca que descansa tras el mostrador.

—Tome, son de Tokio, a lo mejor ya no están tan dulces, pero todavía saben bien tebayo.

El hombre toma la bolsita marrón, abriéndola para ver wagashis de colores, alza el rostro para ver al rubio que le da un pequeña sonrisita, y se despide de él. El viejo corresponde viendo la espalda de ese extranjero, de chillona voz y ojos de olas bravías. Ojala que vuelva a verlo por su puesto otra vez.

Lee, que ha visto todo ese proceso, siente algo cálido fungiéndole en el pecho. Naruto ignora esto, demasiado embelesado por su compra, con la saliva escurriéndole del labio inferior, e imaginando el acompañamiento para sus futuros camarones fritos, se limpia la boca con la manga de su ropa, mientras mira al de cabellos oscuros, caminar a su lado.

Hablan poco, Naruto le dice que viene de Tokio, Lee le cuenta, como un secreto a un extraño que esta seguro de no volver a ver, que siempre ha adquirido visitar la capital, con sus grandes edificaciones, y pasear cerca de la casa imperial, para rendir honores y agradecimientos, por la forma en la que el mandatario de Japón ha cuidado del país.

Naruto dobla a la derecha, por la salida sur, de la enorme pescadería, le dice una adiós algo melancólico. Lee le ha caído muy bien. Es una lastima no poder quedarse un rato mas con él. Lee siente lo mismo, pero le sonríe, diciéndole que el poder de la juventud los volverá a reunir, Naruto no discute ante ello, solo asiente enérgico. Ha sido un placer.

Lee, le mira desaparecer por el muelle, con los camarones en las manos y una bolsita marrón, que le a dejado sobre su oscura cabeza, repleta de más wagashis de colores.

Huele a sal, a sal de mar, de rayos de sol, olas y arenas. Huele a grandeza, nostalgia y nervios.

Naruto esta sentado sobre una roca, con la vista fija sobre los brillos de las nubes reflejadas en ese espejo azul de aguas cálidas. Sus pies se hunden entre los granos escurridizos y pegajosos de la orilla. Hay cangrejos ermitaños saliendo de las Ciénegas y estrellas de mar enredadas en algas. El sonido de las olas y las gaviotas le inundando los pensamientos, de kimonos de mariposas y visitas de una vez al mes.

Su corazón esta acelerado, casi como si hubiese corrido. Ha estado así desde que bajo del tren y puso el primer pie en Nagasaki. Abordado barcos y saboreando tokiyaqui de carretas improvisadas de las calles.

Naruto se siente emocionado, temeroso, nervioso y lleno de incertidumbre. No esta seguro que es lo que encontrara, porqué, en primer lugar, ha viajado hasta ahí, solo para compartir espacio vital con un Sasuke escondido en el centro de la ciudad. Para respirar el mismo aire, y ver el mismo lado del sol. Solo para saber que el Uchiha también ha estado ahí, quizás no el mismo día, pero dejando su presencia como historia que no vendrá en libros de educación.

 Al rubio a veces se le desfigura un poco la convicción, y le ganan los nervios, han pasado cinco días desde su llegada a esa parte sur de Kuyshu. Con puerto pesquero, y barcos de vapor. Ha ido dos veces a la dirección que Jiraiya le diera. La primera acompañada de Ino.

Ambos tomaron el transporte público, un enorme tranvía, sin puerta con una capacidad de no más de 20 personas. Viajaron por media hora, hasta llegar al corazón de la prefectura, entre conversaciones de mujeres y llantos de niños.

Caminaron cinco cuadras, entrando a la zona donde las familias, y clanes mejor posicionados del área se hallaban, dueños de barcos pesqueros o sembradíos cerca de la montaña. Era un pasillo de mansiones interminables. El sol se puso cuando el numero y placa que Naruto buscaba se irguió ante el. Imponente, de caligrafía casi obscenamente hermosa, y puertas de ciudad perdida. Que resguardaba secretos, castas, alcurnia, elegancia y honor.

La tradición japonesa en su máximo esplendor.

Sintió un nudo formándosele en el estomago, y el sudor comenzarle a recorrer la espalda. Ino cubrió su boca con ambas manos, impresionada, incrédula, de que el amigo que Naruto había venido a buscar fuese el dueño de las hectáreas más grande de té de la región.

— ¿No vas a llamar?

Ino, curiosa se alzó sobre sus pies, tratando de mirar más que murallas y fachada. Naruto negó. Demasiado sobrepasado por esa insoldable forma en que la mansión se imponía ante él, fuerte y ancestral. Como el apellido de Sasuke, como Sasuke mismo.

Naruto dio unos pasos hacia atrás y se fue, abrumado, con las manos temblándole y una silenciosa Ino siguiéndole desde atrás.

La segunda ocasión que se hayo frente a esas puerta, estaba a punto de anochecer. Un coche negro, con llantas de cara blanca se posiciono unos metros antes de la entrada. Vio bajar a un hombre de largo cabello castaño, con un niño en brazos. La puerta se abrió. Una mujer, de cabellos cortos y oscuros les recibió, tomando al pequeño niño y sonriéndole al hombre.

Naruto miro, la entrada de la casa, y el largo puente que se recorría para llegar a ella. Miro el símbolo del paipái, del clan Uchiha decorando el alfeizar de madera y sombras moviéndose con lámparas para iluminar el camino de los recién llegados.

El de ojos azules no ha visto ninguna vez a Sasuke, aún así, él siente, muy adentro, y tal corazonada de chica entrando a la adolescencia, que el Uchiha esta ahí, resguardado tras paneles de madera y puertas de robles. Como Dragón refugiado dentro de una cueva, esperando el momento justo para salir y desplegar sus alas. Mostrándose fuerte, y peligroso.

Naruto casi puede sentir, la bocanada de fuego que le dará, en cuanto lo vea. Naruto quiere consumirse hasta las cenizas. Quiere ahogarse con su nombre entre la lengua y el paladar, quiere beberse su imagen y grabarla, como fotografía en sus memorias. Quiere ver a ese hombre en el que Sasuke se ha convertido, solo una vez mas, solo una ultima vez.

Se pone de pie, con el agua cubriéndole los tobillos, con los getas en la mano y el deseo tatuándole la piel junto a  los rayos del sol.

Neji ha oído hablar del extranjero que va a la pescadería todos los días muy temprano por las mañanas. El primero en mencionarlo fue Lee, que tras la compra de pescado para dos días. No tuvo otro tópico que las sonrisas, habilidades de negocios y “wagashis de colores, Neji ¡De colores!” con la boca repleta de esa masa dulce escurriéndole.

El castaño, le miró de mala manera, ante su falta de masticar antes de hablar. Antes de regresar a su actividades y olvidarse de ello.

Pero ha sido una semana completa de oír rumores en el pueblo, sobre sus habilidades casi risibles para pescar camarón, y como es que consigue todo a un menor precio, se ha hecho amigo de mas de la mitad de dueños de la pescadería, mientras trabaja como ayudante en un hostal, se dice que es británico pero que habla a la perfección japonés.

Que las jovencitas de buenas familias, acompañadas de sirvientas, se pasean por las costas solo para poder mirarlo de lejos, sentado sobre una roca o jugando con la arena.

Neji, que no sabe mas allá de un físico típico europeo que porta ese forastero, le ha sido imposible ver venir, esa jugada del destino, que caprichoso suele cumplir con sus objetivos de maneras que en ocasiones mete en problemas a las personas. Como él.

Que ha apartado la vista de su pequeño protegido y su pelota recién adquirida en las exportaciones que han llegado al muelle. Trata de mantener la calma ante todo, los pasos del pequeño aún son desequilibrados, como los de un patito recién nacido. Solo sabe decir su nombre y edad, no puede proporcionar mayor información.

Neji respira ante sus pensamientos negativos, moviendo la cabeza hacia todos lados, corriendo por ese espacio de arboles y flores silvestres en las que suele sacar a su sobrino a jugar.

El sonido de la risa infantil, le detiene de golpe, corre hacia el lado donde el riachuelo del pueblo desemboca. Con el estomago en la garganta y la palidez, destiñéndole la piel.

Corre, con miedo, con impotencia, con terror, ese niño, que es lo más valioso que tiene, no solo para él, continua riendo, como una sonata tétrica que se burla de él y su incapacidad de cuidarlo. El cabello se revuelve con el viento, se la ha disuelto el recogido, pero él sigue corriendo, quitándoselo del rostro cuando ya no puede ver más, o se le mete en la boca, ante su aliento condensado de agitación.

Neji atraviesa los arbusto que esconden el agua fluyente, mirando esa figurita de niño, el alma, que se le había caído hasta los pies, sube poco a poco antes de detenérsele abruptamente de nuevo, al ver a un rubio con la mano en la espalda del niño.

El ceño se le frunce y hay furia re borboteándole la sangre, ante ese toque del desconocido.

Neji camina, con pasos fuertes y pesados, atrayendo la atención del forastero, que le sonríe.

— ¿Este niño es tuyo?

Y Neji quiere contestar que si, que es mas suyo que de nadie, que él le ha cuidado desde el momento en que llegó al mundo y que ha hecho un juramento de ser su protector hasta el final de sus días. Pero no, ese niño no viene de él, no forma parte de su genética directa, sin embargo hay un lazo impetuoso e invisible que le ata al pequeño.

Asiente con la cabeza, porque si, en parte le pertenece, es de él. Como él del niño.

—Me alegro que lo hayas encontrado. Yo no sabia a donde acudir para poder ayudarle.

Y es entonces cuando lo nota, el rubio se ha llevado la mano al pecho suspirando de alivio, mientras que no ha abandona el agarre sobre la ropa del niño que abraza su pelota, quien yace a centímetros de la orilla del riachuelo, si ese hombre no lo hubiese visto, sino hubiese llegado…

Se inclina, con la respiración agitada y los brazos en alto, el pequeño de cabello azabache y mejillas rojas por el calor imita el gesto. Neji lo toma, abrazándolo contra su pecho, sintiendo que todo ha dejado de girar, que la tierra bajo sus pies esta de nuevo estable.

El rubio se aleja entonces. Neji lo mira, ojos azules. Extranjero. Huele a pescado, se ve aún asustado y el pecho palpitante, ha jadeado al hablar. Tuvo que correr para alcanzar al pequeño. Neji, que cree saber quien es, se aclara la garganta, deteniéndole.

—Gracias…

—Naruto, me llamo Naruto

Y hace una inclinación, Neji le imita, con el niño aún sostenido de él.

—Gracias, Naruto-San

La seriedad en la voz del castaño, ha hecho avergonzar al rubio que ríe de manera frenética, no sabe como manejar bien las formalidades.

—No ha sido nada tebayo.

Y se lleva una mano tras la cabeza, revolviéndose los cabellos de la nuca mientras camina hacia atrás. Neji carraspea de nuevo, para detenerle.

—Me gustaría que nos acompañe a la mansión. Quisiera agradecerle de manera adecuada.

Naruto niega en automático al escuchar la palabra mansión. Ahora sabe que acaba de salvar al heredero de un clan. Y honestamente no quiere involucrarse por segunda vez con ninguno. Pero el niño baja de los brazo de Neji, pateando y revolviéndose para correr hasta él y darle un gracias entrecortada, con voz aguda y sonrisa de lámparas en invierno. Le ha fundido un poquito el poco raciocinio al de ojos azules que termina recorriendo el camino a la mansión de la mano del niño y con Neji, atrás, como un guarda espalda imperial.

Naruto aún no tiene ni idea, que ese pequeño, es la llave, para las puertas que ha querido abrir durante esas dos semanas. Esas que le separan del pasado y una futura despedida.

 

Senju* apellido de Tsunade, y que le es dado a Naruto junto a su nombre.

Hanabi* festival de flores que se celebra en abril.

Sutorenjā* forastero o extranjero

 

-

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).