28 de Julio de 2014, Londres, Inglaterra.
Amanecía un nuevo día en la ciudad londinense con un resplandeciente sol postrado en el cielo. Las calles comenzaban a ponerse bulliciosas de gente que iba a trabajar, sobretodo se escuchaba el ruido provocado por los coches en movimiento. Londres desde hacia tiempo era una de las ciudades más importantes del continente europeo, y una de las más prósperas, siendo uno de los destinos más elegidos por los turistas. A pesar de situarse en tiempos de crisis, el país había podido sobrevivir sin muchas bajas en su economía, y la coordinación entre los políticos y los soberanos procuraron el bienestar de los ciudadanos. También era importante como los ciudadanos se habían acomodado con las tecnologías surgidas en los últimos años; ahora los telégrafos Den Den Mushi eran simples antiguallas de coleccionistas. Además era notable el cambio en la manera de pensar, mucho más permisividad y con más libertades. Se podría decir que esta era una época más pacífica, e incluso la armada inglesa solo se encarga de proteger a los ciudadanos, ya casi no estaba alerta del peligro de las guerras. Sinceramente, parecía que la gente disfrutaba y tenía muchas menos preocupaciones viviendo en los tiempos de estos años, en comparación a los años de guerras vividos durante casi toda la historia. El mundo se había unido, más o menos, y las relaciones entre los países intentaron llevar a disminuir los conflictos bélicos.
Por otra parte, la forma de vivir había cambiado. La gente no vivía tan reprimida y podía explorar mucho mejor sus gustos y habilidades. Ahora se daba rienda suelta a los placeres. La informática, Internet, los videojuegos, la música, etc, todas eran nuevas formas de diversión que anteriormente no existían o eran simplemente dirigidas a un cierto público en particular. Las mejoras en la educación, en la salud, en los derechos, en el trabajo y en diferentes ámbitos habían causado una calidad de vida mejor que hace un siglo.
Sin embargo los recuerdos de aquellos desastrosos años de penurias y destrucción siempre permanecerán en las memorias de las personas. Ya que hay que conocer esa parte de la historia para no volver a cometer esos terribles errores que causaron tantas muertes de seres humanos.
Aunque era un día como otro cualquiera en la ciudad, hoy era diferente. En primer lugar se debía al buen tiempo que hacía, ya que de normal Londres se conoce por sus numerosos días lluviosos incluso en la estación veraniega. En segundo lugar es que había cierto ambiente de respeto y quizás de tristeza a causa de un recuerdo que le causaba mucho dolor al ser humano. Esa época que comenzó hace un siglo. Hoy era el aniversario del comienzo de la I Guerra Mundial.
Sorprendentemente, una nueva noticia había salido a la luz ese mismo día y estaba muy relacionada con aquella destructiva guerra. El descubrimiento de las ruinas de un cabaret situado en el centro de la ciudad, descubierto durante la construcción del nuevo centro comercial. Las obras habían sido paralizadas a causa de ese descubrimiento y un grupo de arqueólogos se dirigía a estudiar ese pequeño pedacito de historia. En realidad era solamente una pareja de arqueólogos formada por madre e hija, las más conocidas de todo el Reino Unido.
La madre, Nico Olvia, de cabellos largos y blanquecinos, era la encargada de dirigir la excavación, y si necesitaba ayuda contrataba a trabajadores para que hicieran el trabajo de limpieza del terreno. Pero este no era el caso. Y por otro lado estaba Nico Robin, la hija, y a pesar de no ser la capataz en la excavación, normalmente era ella quien descubría los secretos más misteriosos y escondidos de los yacimientos. Robin, de cabellos oscuros tenía una actitud dulce, pero de vez en cuando cambiaba a ser fría y un poco malévola. Además, ella siempre vestía normal, es decir, no se ponía un traje de trabajo, quizá para no perder la belleza de la que era característica.
Madre e hija acababan de llegar a aquel escondido lugar del centro histórico y estaban a punto de comenzar a investigar.
-Señora Olvia, cuando quiera puede comenzar su trabajo- dice un inspector de policia que estaba asignado para proteger aquel descubrimiento. Seguro que descubrimos parte de nuestra historia.
-Gracias Inspector Jaguar- contesta la mujer de cabellos blanquecinos muy educamente. En seguida me pondré con el trabajo.
-Por favor, si me permite, llameme Saul- dice el inspector algo cortado, ya que conocía aquella mujer desde hace gran cantidad de tiempo y nunca había tenido el valor de declararle sus sentimientos.
-Como usted quiera, inspector Saul- contesta Olvia con una sonrisa en el rostro.
Ambas mujeres se adentraron a aquella zona en construcción casi como si estuvieran en caso. No tenían problemas con atravesar aquellas zonas llenas de arena y utensilios de la obra. De camino, entablaron una conversación.
-Madre, no deberías darle tantas esperanzas a ese inspector, si ya sabes que nunca estarás con él- dice la joven Robin sin ningún miramiento.
-Robin ser cortés con un viejo amigo es de ser buena persona- contesta la madre como si estuviera dando una lección a su hija. Además hija deberías entenderlo, tienes treinta años.
-Lo mio no son las personas- contesta Robin con unas palabras muy sinceras.
-Y que lo digas. Por cierto, ¿porqué está tan repleto tu bolso, parece que lleves a un ser humano ahí metido?- pregunta la madre algo curioso por lo que su hija portaba.
-Es que lo llevo. Bueno en verdad no es del todo cierto- contesta Robin mientras Olvia colocaba una gran cara de sorpresa.
La joven de cabellos oscuros mete la mano en su bolso y empieza a rebuscar entre el contenido. De allí saca una calavera de un ser humano y la sostiene mirándola fijamente.
-Cuantas veces te he dicho que no te lleves cosas de la investigación para quedártelas- regaña la madre a la hija aunque la otra no le prestaba mucha atención. Además ¿de donde lo has sacado?
-De la anterior excavación, me hice amiga de él y ahora lo llevo conmigo a todas partes- contesta muy sinceramente Robin. Se llama Brook y cuando estaba vivo era músico que tocaba en un antiguo bar del siglo XIX.
-Hija, no te puedes inventar la vida de un ser humano, aunque ya este muerto- vuelve a regañar la madre a la hija pero obteniendo el mismo caso que anteriormente. Bueno, da igual, pongamos a trabajar.
Las dos mujeres ya habían llegado a la zona en construcción donde se habían encontrado los restos de aquel antiguo cabaret. Ambas se dividieron y cada una fue a investigar una parte del yacimiento. Tras pasar varias horas en aquella explanada de tierra, y sin comer, parecía que comenzaban a tener agotamiento, pero aún así no dejaron su búsqueda de respuesta. Cuando ya habían concurrido siete horas, Nico Olvia ya tenía una mera explicación/ suposición de lo que había ocurrido en aquel lugar. Aunque ambas estaban en distintos lugares, comenzaron una conversación a gritos.
-Robin, escucha- gritaba Olvia desde uno de los extremos del yacimiento. Creo que estos son los restos del tan conocido Big Mom Cabaret, regentado por la empresaria Charlotte Linlin hasta el año 1914. He encontrado un sello del cabaret, así como un par de carteles metálicos de la exuberante fachada.
-Madre, ¿qué le ocurrió a este lugar?- pregunta Robin a pesar de saber la respuesta, quizás para darle algo más de protagonismo a su madre.
-El verano de 1914 fue cuando se inició la I Guerra Mundial, y el detonante fue la bomba soltada por la Alianza, el grupo enemigo de los ingleses, que destruyó todo el cabaret. Se dice que no hubieron supervivientes, bailarinas, el público y la propia Charlotte Linlin murieron por la explosión, e incluso altos cargos de la armada inglesa en ese momento, como el general Sengoku. La verdad, fue una masacre.
Mientras Nico Olvia contaba la historia a su hija, Robin había levantado unos escombros y había descubierto una especie de escalera hacia lo que parecía ser el sótano del local. Sin pensarlo dos veces, se adentro, sin decir nada a su madre. El sótano estaba prácticamente intacto, aunque si estaba cubierto de escombros y restos del piso superior. Poco a poco se adentraba más a descubrir los misterios de aquel lugar. Mientras avanzaba, hablaba ella sola con su nuevo amigo Brook.
-Brook, es fascinante la de cosas que se pueden saber con la historia. Estoy ansiosa por descubrir los misterios que oculta este lugar. ¿Tú que piensas Brook?- pregunta Robin sin recibir respuesta por parte de la calavera, era lógico. Bueno da igual, no me importa tu opinión.
Robin continua avanzando por aquellos pasadizos con la calavera en mano. Pero de repente ve algo sospechoso al final del camino.
-Mira Brook, una puerta- dice en voz alta con mucho entusiasmo.
La joven de oscuros cabellos se acerca y tras varios intentos, consigue forzar la cerradura y entrar a aquel lugar.
-Brook, parece la habitación de una de las bailarinas, que interesante. Incluso aún está intenta la ropa, espera, la ropa es de chico... Parece que es la habitación de un bailarín y está casi sin destruir- Robin cada vez se encontraba más entusiasmada, tanto, que se olvidó de la excavación y decidió ponerse uno de los vestidos encontrados, que casualmente era de chica, de color rojo( quizás el vestido de una cantante de cabellos anaranjados).
-Brook, ¿qué tal estoy?- pregunta a la calavera pero nuevamente no recibe respuesta. De verdad, estás muy callado, no me gusta tu actitud. ¿Qué es eso que está encima de la cama?
Robin miró en la parte de arriba de la cama y se encontró con un par de abanicos antiguos, conservados en perfecto estado. Sin embargo no había nada abajo, solo estaban posados en la cama, como si hubiesen tenido alguna función.
-¿Qué hará esto aquí encima?- se pregunta Robin a sí mismo.
-Servía de sabana a una pareja de tortolitos que estaban muy acurrucados- contesta una voz dejando algo descolocada a Robin.
-Brook, ¿has hablado tú?- por primera vez Robin estaba asustada ya que ella se guiaba por la lógica, y sabía que a pesar de su gran amistad con Brook, una calavera no podía hablar.
-Perdona, no me compares con una simple calavera, horohorohoro- contesta de nuevo una voz que no pertenecía a Brook.
-¿Quién eres? Muéstrate, manifiestate espíritu del más allá- dice Robin igual que lo hacían los guiones de las series de misterio.
-No hace falta tanta inquietud y alboroto- contesta la voz de una joven, apareciendo atravesando la pared y sentándose en un lateral de la cama. Me llamo Perona, y soy la bruja dimensional, horohorohoro.
-¿La bruja dimensional?- pregunta algo desconcertada la arqueóloga.
-Sí, mi poder es viajar a través del tiempo y la historia- contesta la bruja Perona de aspecto algo escalofriante, ya que portaba un paraguas y además tenía como un estilo gótico fantasmagórico.
-No sería más lógico que fueras la bruja temporal- responde Robin olvidando la educación de la que tanto hablaba su madre.
-Eso a ti no te importa- contesta algo enfadada Perona. He venido con un objetivo.
-Espera, espera. Antes dime porqué sabes lo que ocurrió en esta habitación de hace un siglo- pregunta Robin algo curiosa por las palabras que antes había nombrado la bruja dimensional.
-Porque yo viajo por el tiempo. Aquí estaba una pareja de chicos durante el ataque con la bomba al cabaret, pero gracias a mi poder los pude salvar, y trasladarlos a otro lugar segundos antes de la explosión, horohorohoro- responde con la verdad Perona. Pero desgraciadamente no tenía más poder para transportar a más personas del cabaret.
-Entonces eso es lo que ocurrió- dice Robin hilando todo los cabos sueltos de la historia. Y ¿ahora que?
-Nos vamos de viaje los tres, Brook, tú y yo, horohorohoro- dice la bruja dimensional revelando sus intenciones.
-¿De viaje? ¿a donde?- pregunta algo preocupada Robin ante la declaración de intenciones de la otra chica.
-Al pasado- contesta la bruja dimensional Perona, abriendo un portal que se traga a las tres personas.