Comienza la noche en el Big Mom Cabaret. Los focos de la fachada se encendían iluminando las callejuelas de aquella gran ciudad. Dentro, las mesas se preparaban, se colocaban las sillas, se extendían las alfombras y se preparaba el telón para el espectáculo. Detrás, en el sótano, las bailarinas se ataviaban para la función, se ponían los polvos y se engalanaban para los hombres. Subían sus medias, colocaban sus corsés, algunas se adornaban con plumas y otros enseres, con abrigos, boas, vestidos largos, de cola, cortos, más ajustados, de colores foscos, u otros más alegres. En definitiva, cada una se preparaba para su actuación, y siempre todas con el mismo objetivo, la sensualidad.
Ambos salones, ya estaban listos para que el público comenzara a entrar. Las puertas se abrieron dando paso a las masas de hombres de buena clase que iban a malgastar su dinero en aquellos placeres momentáneos. Los encargados de dar inicio a los actos, ya estaban detrás del telón esperando que todo estuviera dispuesto para empezar. El salón Thousand Hall estaba repleto de altos cargos de la aristocracia londinense, políticos y empresarios, gente adinerada y militares de altos rangos. Entre algunos de los asistentes, se encontraba altos funcionarios de la armada que ya eran muy conocidos y frecuentaban constantemente el local. Además destacaba una figura de un hombre, de aspecto joven que se encontraba solo en una mesa y no paraba de beber, como si estuviera ahogando sus penas con alcohol. Un hombre de cabellos oscuros. Por otra parte, el Sunny Hall estaba modestamente preparado, la camarera Paula servía las mesas mientras que Shakky se preparaba las bebidas de sake. Aquel antro un poco más lúgubre que el de arriba también se había llenado con gente. En una pequeña mesa cercana al tablado del escenario, había dos amigos ansiosos. Tanto el Sunny Hall como el Thousand Hall estaban ya preparados. El espectáculo de esa noche iba a comenzar.
-Buenas noches, caballeros, es un placer volver a verles por nuestro humilde local. Hoy es una noche mágica, vuestras fantasías se harán realidad. Mi nombre como muchos ya conocéis es Emporio Ivankov, y me encargaré de ser vuestro maestro de ceremonias. Al ser una noche muy especial, queremos apostar por algo novedoso entre nuestros actos. Jamás en la historia de este cabaret se ha realizado, espero que les sea de agrado, y que sea un buen comienzo- termina la explicación Ivankov y se retira por detrás del telón.
De la parte trasera, aparece una joven con un vestido negro, que le cubría hasta las piernas y que le daba un toque elegante y sofisticado( tipo Strong World). La joven se acercó al centro del escenario y comenzó a hablar. Parecía nerviosa, nunca se había encontrado ante una situación así, aunque las había pasado peores. En un principio le había ilusionado mucho la idea de poder actuar en la parte superior, aunque sea como sustituta de Victoria Cindry ya que estaba mala. Pero ahora le intimidaba tantos ojos observando y juzgando eso que iba a hacer. Por un momento pensó que hubiese sido más fácil haber continuado bailando el Belly Dance, que tanto contentaba a los hombres.
-Buenas noches señores, estoy encantada de actuar para ustedes. Espero que lo disfruten- dijo la joven de cabellos anaranjados, con un carácter muy refinado, muy distinto al que mostraba de costumbre y continuó diciendo. Esto se titula Simone Song, y tengo el placer de presentársela por primera vez.
Antes de comenzar la actuación, al final de aquel amplio salón, en un extremo de la sala se asomaba un joven rubio que subió a ver como actuaba su vieja amiga y darle apoyos. No siempre se puede llegar a actuar en el Thousand Hall pensó él muy contento por su amiga. Por otro lado, en frente del rubio, en la lejanía de la otra pared, aparecía un hombre de cabellos verdes que parecía perdido y desorientado, que tras abandonar el salón de abajo, había seguido un impulso hasta conducirlo ahí. Al entrar al salón, se dio cuenta de la presencia del rubio, a quien conocía de antes, y ambos mantuvieron la mirada durante un largo tiempo, sin decirse nada.
La actuación daba comienzo(Aquí os dejo el enlace de la canción,https://www.youtube.com/watch?v=z75kqMY5Di8 ,tenéis que escucharla entera antes de continuar leyendo, es obligado, es como vivir parte de la historia)
Tras acabar de cantar, el público aplaude eufórico por la gran actuación. La mujer estaba muy agradecida por tanto elogios. Sin embargo, en uno de los extremos, el rubio no podía contener las lágrimas, durante la canción no dejaba de pensar en algo y había tomado un decisión bastante decidido pero un poco imprudente. Aprovechando el ruido de los aplausos, se acercó al de cabellos verdes y sin pensarlo dos veces, le pegó una bofetada entre lágrimas que le caían y sin poder mirarlo a la cara. Cuando terminó, giró la cabeza y caminó sin mirar atrás, pero dejando un rastro mojado en el suelo.
El de cabellos verdes no se lo podía creer. Quien había ido a buscar le acababa de golpear sin motivo alguno, o al menos que él no supiera. No lo entendía, quería ir tras él pero su enfado y su ego de hombría le impedían dar un paso hacia adelante. Quería preguntarle porque, porque le pegaba, sobretodo después de los acontecimientos que sucedieron la última vez que se encontraron. No podía explicarlo pero su corazón le dolía muchísimo más que el golpe recibido. Sin embargo, en su cerebro solo pasaba la idea de querer rechazarlo y odiarlo por lo que acababa de hacer. Era un dilema interno que no le dejaba respirar, necesitaba tomar una rápida decisión. Pero finalmente ganó la mente, y el orgullo, dejando el corazón a un lado y seguramente reprochándose esta elección más tarde. Salió de aquel salón, donde nadie se había percatado de aquella pelea, fue en busca de sus amigos que estaban decepcionados porque no habían podido ver a la joven de cabellos naranjas. Su enfado iba aumentando por momentos, incluso llegó a volcar un contenedor con una sola patada.
Mientras, aun en el salón Thousand Hall, la joven que todavía recibía grandes ovaciones del público, era la única que al estar en el escenario, se había dado cuenta de lo que pasaba al final de la sala, y se había quedado perpleja. Cuando pudo, se despidió de la gente y se marchó rápidamente hacia el sótano. Exactamente se dirigió a la habitación del rubio. Entró sin llamar a la puerta y lo encontró sollozando entre lágrimas en su cama. No podía parar de llorar y ella solo pudo acercarse, tumbándolo entre sus piernas, y consolándolo hasta que se recuperara.
La noche había acabado para ambos, el de cabellos verdes deambulando por la ciudad con un gran enfado y golpeándolo todo a su paso. Mientras, el rubio se consumía en su diminuta estancia, entre lágrimas y arropado por su amiga.