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Sólo para mi por Euridice

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Notas del capitulo:

Acá está el segundo capítulo, esta vez lo pude subir más rápido, porque ya lo tenía pronto ^^

Les advierto que Camus se va a portar un poquito mal esta vez =P

Disfrútenlo!

Era la noche de la reunión y muy entusiasmado, el caballero de acuario se dirigió hacia la primera casa. En el camino se encontró a Dokho, quien fue muy discreto y no mencionó una palabra de lo ocurrido en el bar aquel terrible viernes, y una vez en la casa de Aries, luego de intercambiar algunas palabras con Shaka, Afrodita y Shura, se puso a conversar con Aioros muy animadamente:

-  Te ves bien Camus.

 

-  Gracias; ¿Aioria no vino contigo?

 

-  No; él salió con Marin, a ocultas; como sabes si Shion se enterara sería un gran problema. Esa japonesa lo vuelve loco- dijo Aioros; Camus solamente se rió del comentario, pues ya era más que obvio que al leonino le gustaban las amazonas, y la esbelta joven lo había hechizado desde ya hacía mucho tiempo.

 

-  Espero que tenga suerte. Aunque no quiero imaginar lo que le esperaría a Aioria si la hace enojar- agregó el peliturquesa y Aioria soltó una carcajada. Marin siempre se caracterizó por hacerse respetar.

La reunión era muy amena; había sido una buena decisión asistir. Nadie preguntó sobre lo que había sucedido entre él y Milo, aunque era evidente que en cuestión de tiempo las noticias llegarían a oídos de sus compañeros. Luego de varias charlas chispeantes, Camus decidió salir a la entrada del templo de Aries por un instante; era reconfortante ver a sus compañeros, pero cada tanto le gustaba tener sus momentos de soledad. Con su copa de vino se sentó en las escaleras a contemplar el cielo estrellado; mirar las constelaciones muchas veces le traía recuerdos de Siberia. Recordaba con nostalgia las auroras boreales que había visto tantas veces en esa fría tierra, le maravillaba ese espectáculo de la naturaleza, y muchas veces se encontraba queriendo regresar para verlas otra vez. Completamente absorto en su observación celestial, no advirtió que alguien estaba subiendo las escaleras, y se ubicó justo a su lado, contemplándolo; esa persona se acercó a él y lo llamó por su nombre, pero el de acuario no se percató de ello, hasta que el sujeto insistió una vez más:

-  Caballero de los hielos, ¿qué observas tan absorto en ese cielo?

 

-  ¡S…Saga!- exclamó el acuariano, algo sorprendido- no te había visto adentro.

 

-  Es porque acabo de llegar. Luces muy bien- agregó el de la tercera casa, provocando un sonrojo en el caballero de cabello turquesa.

 

-  Gracias- apenas pudo responder. Se sentía algo confundido ante ese halago de quien había sido su pareja. Nunca le había hecho un comentario sobre su apariencia desde que habían terminado. Saga se sentó a su lado.

 

-  Siempre necesitas un momento a solas…no has cambiado nada. ¿En qué pensabas?

-  Recordaba Siberia- contestó escuetamente el de la onceava casa.

 

-  Siempre tan expresivo ¿Las cosas no resultaron con Milo?- Saga de alguna manera sabía que Camus ya no estaba saliendo con Milo, lo cual hizo sentir muy incómodo al peliturquesa, quien se quedó sin palabras por un momento.

 

-  Quisiera no hablar de eso- contestó al rato.

 

-  Disculpa. No quise incomodarte. ¿Sabes? He pensado mucho en nosotros últimamente….creo que me he comportado muy mal contigo- dijo Saga y acercó su cuerpo lentamente hasta rozar el cuerpo del acuariano; Camus no contestó- quiero que sepas que aún te aprecio mucho, eres un buen amigo…

 

-  Yo también te aprecio Saga- por un momento quedaron ambos inmersos en un profundo silencio que parecía no terminar.

 

Saga miraba los ojos azules de Camus y él solamente esquivaba la mirada; presentía que el joven de pelo azul buscaba algo más que una simple charla, y si bien caer en los tentadores labios de Saga podría ser un alivio temporal a su soledad, sentía que quizás ese no era el momento. Después de todo, estaba en una reunión con sus compañeros, no querría comentarios fuera de lugar luego, y además aún amaba a Milo.

 

-  Escucha, si estás de acuerdo me gustaría que pasáramos más tiempo juntos; ¿te gustaría cenar conmigo? No tiene que ser mañana, pero…a decir verdad la hemos pasado bien también, eso no lo olvido.

 

-  Supongo que sí, ¿por qué no? Será mejor que entre, o pensarán que soy un antisocial- respondió el acuariano, y se levantó para entrar a la casa de Aries.

 

-  Está bien; entremos- contestó Saga y los dos caballeros entraron nuevamente a la primera casa.

Una vez allí, todo transcurrió con normalidad. A medida que avanzaba la noche los caballeros volvían a sus respectivas casas, y pasada la madrugada el caballero de acuario se retiró, y Saga decidió irse con él; en el trayecto conversaron bastante, pero sobre temas mundanos, el tópico Milo se evadió a la perfección. Atravesaron el templo de tauro que se encontraba obviamente vacío, y una vez subieron las escaleras de la casa de géminis y se hallaron dentro de la misma, Saga le comentó a Camus que se alegraba de verlo, pues se había preocupado cuando no lo veía entrenando; llegó la hora de despedirse y el griego intentó besar al francés, quien hábilmente le esquivó el beso y se despidió con un simple apretón de manos.

Luego del largo camino hasta su casa, se fue a la cama pensando en lo que había ocurrido esa noche; no esperaba que el geminiano de repente se mostrara con ansias de revancha, y que estuviera interesado en verle más a menudo, fuera del contexto de entrenamiento. Todo le resultaba algo extraño, pero al mismo tiempo no dejaba de plantearse ideas en su cabeza: Milo estaba ahora saliendo con Misty, y aparentemente era feliz, por tanto no tenía que rendirle cuentas a nadie; tal vez mientras esperaba a enamorarse nuevamente, y ser correspondido, divertirse con Saga un tiempo no sería tan mala idea. 

A los pocos días Milo volvía de su misión, y aunque creía que mantener su cabeza ocupada en un asunto de mayor envergadura le ayudaría a aclarar sus ideas, aún parecía muy confundido. Disfrutaba mucho de su tiempo junto a Misty, pues el rubio lo agasajaba como pocos lo habían hecho, y lo llenaba de demostraciones de afecto, pero por alguna razón no podía olvidarse del caballero de acuario. Al regresar al santuario, se fue con Misty a su casa, y pasaron una gran noche; el sexo había sido maravilloso, pero el rubio muchas veces parecía insaciable, y esa noche no fue la excepción. Una vez que ambos llegaron al clímax, Misty intentaba seducir al escorpión para tener una segunda vuelta, pero Milo parecía muy poco afín a la idea de hacerlo de nuevo, por lo que simplemente se quedó tumbado en la cama muy pensativo, y esto no pasó desapercibido por Misty. Al preguntarle a Milo qué ocurría, este le dio una respuesta muy esquiva: que la misión lo había dejado exhausto y que pensaba en el hecho de cuánto tendría que entrenar al día siguiente.

Si bien la respuesta pareció convencer a Misty, la realidad era que el caballero de la octava casa no dejaba de preguntarse cómo estaría Camus, y que lo extrañaba. Después de todo, antes que su saliente, había sido su amigo, quizás el mejor que pudo haber tenido. Para Milo, Misty era en verdad una maravilla, pero el caballero de acuario tenía algo que le atraía mucho, aunque no lograba darse cuenta de qué era. Muchas veces pensaba si el de cabellos turquesa habría querido tener una relación seria con él, si quizás en realidad lo amaba a pesar de nunca haberle dicho una palabra al respecto. Milo a veces podía ser un poco picaflor y salir con varios a la vez, sin llegar a establecer una relación; él no quería solamente a Camus o solamente a Misty, le hubiera encantado tener a sus dos bellos y disfrutarlos a ambos, pero el acuariano no quería ser “plato de segunda mesa”, se lo remarcó en aquella última conversación; ¿por qué Camus lo celaba tanto de repente?, nunca había sido posesivo antes, ni tampoco tan celoso. Con todas esas dudas rondando en su cabeza, el escorpiano no hacía más que dar vueltas en la cama mientras que su amante dormía plácidamente a su lado.

Era un nuevo día y Camus había terminado sus quehaceres cuando recibe un mensaje de Saga, invitándolo a su casa a ver unas películas esa noche; el acuariano aceptó sin dudarlo, pues si había algo que tenía en común con el geminiano era su gusto por las películas de cine europeo independiente. Así que luego de asearse, se dirigió hacia la tercera casa.

Al llegar a la octava se quedó unos minutos parado frente a ella, ya que seguramente Milo estaría allí. Pensó muy bien qué diría en caso de encontrarlo, y luego de dar un largo suspiro se encaminó puertas adentro. El escorpiano se encontraba completamente inmerso en un libro que leía, cuando el acuariano le preguntó si podía pasar; se sorprendió al reconocer aquella voz que por semanas no había escuchado y por un momento se asombró al ver al caballero de los hielos solicitándole pasar con mucha naturalidad, como si nada hubiese ocurrido.

-  ¡Camus!, puedes pasar….tú… ¿cómo has estado?- preguntó intentando entablar un diálogo.

-  Estoy bien, tengo algo de prisa, lamento no poder quedarme a conversar…- contestó.

-  Sí…claro, adelante. Espero verte pronto- agregó el de cabello azulado y el acuariano simplemente le sonrió y se retiró.

Camus siguió camino hasta la casa de géminis y Milo pensaba que tal vez debía darle más tiempo a su amigo antes de volver a acercarse a él, pero no podía dejar de sentir miedo de que las cosas tal vez no volvieran a ser como antes.

Finalmente Camus entró a la casa de géminis y allí estaba Saga completamente solo, esperándolo. Kanon parecía estar muy compinche con Deathmask, razón por la cual se encontraba en la casa de cáncer, dejándole a Saga los aposentos. Luego de preparar algo de comida, Camus y Saga se sentaron en el sofá a comer y mirar su película; Saga había propuesto ver “Delicatessen” de Jean Pierre Jeunet y Marc Caro. La película era por demás bizarra, pero les arrancó unas cuantas carcajadas por momentos; la disfrutaron mucho y cuando esta finalizó se encontraban bebiendo un vino blanco muy refinado (Saga podía ser muy sibarita cuando se lo proponía) y recordando algunas locuras de su pasada relación, como la vez que tuvieron sexo en un rincón apartado del coliseo (locura propuesta por Saga, por supuesto) y Shion casi los descubre. Tras un momento de pausa de todas esas risas, Camus sintió que Saga masajeaba sus hombros, alegando que lo notaba tenso, y cuando menos esperó, el gemelo ya estaba besando sus labios. Sin oponer resistencia alguna, el acuariano puso sus manos alrededor del cuello del peli azul, quien poco a poco lo recostaba en el sillón.

Quizás fuera que desde que había dejado de salir con Milo ya no tenía sexo, o que tal vez recordaba la química innegable que tenía con Saga en asuntos sexuales; fuera cual fuera la razón, se sentía muy bien y saboreaba los labios del geminiano que no se desprendían de los suyos. Saga llevó a Camus a su habitación y una vez allí ambos reanudaron sus apasionados besos en la cama, ambos acostados y con sus manos recorriendo sus cuerpos por debajo de la camisa. Se quitaron los zapatos y su ropa, pues ya sentían que la temperatura subía y toda esa tela les molestaba; las manos del de la tercera casa conocían ya a la perfección el esbelto cuerpo del acuariano y no se mostraban tímidas: acariciaban cada centímetro, sentían cada poro y jugueteaban también con ese suave cabello color aguamarina. El de la onceava casa no se quedaba atrás, y también movía sus manos a lo largo del bello cuerpo de Saga, envolviéndolo en apasionadas caricias. El gemelo suspendió su beso por un corto lapso de tiempo para fijar su mirada en esos bellos ojos azules que muchos acusaban de fríos como el hielo, ignorando que el hielo también puede quemar; posteriormente observó el contraste de su blanca piel con aquella apenas más dorada del francés, y continuó besando el largo cuello de este, rozando sus labios por todo el esculpido torso de Camus, hasta encontrarse con su pelvis.

Quitó la ropa interior del acuariano con la misma habilidad que solía hacerlo en las tantas noches que compartieron alguna vez, y acarició su miembro con la lengua, provocando un torbellino de placer en el acuariano. Sin dudas Saga sabía cómo complacerlo; engulló su miembro lentamente y lo recorría con sus suaves labios desde la base hasta el glande, haciendo que la experiencia provocara solamente el disfrute de su amante. Mientras tanto, acariciaba su perineo y rozaba las yemas de sus dedos en la masculina entrada, haciendo que el de cabello turquesa gimiera con pasión contenida.

Ensalivó uno de sus dedos para estimular aún más a su compañero, y luego de abrir sus largas piernas lo introdujo poco a poco en la masculina entrada, sintiendo cómo el peli turquesa arqueaba su espalda y dando un ahogado grito expresaba que se encontraba en una oleada de placer. El de cabellos azules tomó el rostro del de la onceava casa con sus manos y lo besó una vez más, pues sus labios de sabor tan embriagante como el vino eran un manjar que no podía dejar de probar. Mientras su lengua y la de Camus danzaban vivazmente, Saga tomó al de cabello turquesa de sus caderas y las elevó para encontrar una posición más cómoda para ambos. Sintiendo su suave perfume, tomó su miembro y, luego de colocarse un preservativo, lo dirigió hacia la entrada del acuariano, introduciéndolo en una suave pero profunda estocada que hizo al francés enterrar sus uñas en la espalda del griego, pues si bien aún sus entrañas ofrecían cierta resistencia, la sensación que le produjo fue tal que le hizo temblar. Saga comenzó a mover su pelvis de manera tal que tocó un sensible punto en el interior del peli turquesa, sintiendo este que se desvanecía en los brazos de su amante; este último aumentaba gradualmente la velocidad de su vaivén al tiempo que disfrutaba de la absoluta entrega del acuariano. Sentía cómo su miembro avanzaba en el interior del de la onceava casa y le llenaba de goce su melódico canto de placer, al punto que la presión que sentía sobre su miembro le hizo llegar al clímax, al tiempo que el de Francia arqueaba su espalda, acercando su cuerpo hacia el torso del griego y acabando entre los dos. Camus dio un suave alarido de satisfacción y sintió como cada músculo de su cuerpo se relajaba luego de ese mar de sensaciones placenteras que le hicieron sentir que su alma abandonaba su cuerpo por instante, comprendiendo por qué en su tierra natal llaman al orgasmo “le petite morte”.

Saga se desvaneció sobre él dando un ronco gemido, y ambos se acomodaron entre las sábanas quedando frente a frente, contemplándose aún sin aliento luego de semejante acto hedonista. Sintiendo ambos el sudor de sus cuerpos y el calor que los abrasaba, dando un profundo suspiro, el griego lo miró a los ojos y sonrió exclamando:

-  ¡Por Athena, Camus! ¡Había olvidado que lo hacíamos tan bien!

El de acuario rió algo sonrojado y besó los labios del peli azul. Como era de esperarse, el agitado vaivén agotó sus energías, dejándolos en el más profundo sueño. A la mañana siguiente Camus vistió su ropa de entrenamiento (que hábilmente había llevado, pues se imaginaba que la “noche de películas” en casa de Saga tuviera el final que tuvo) y desayunó junto a Saga, posteriormente fue a aquella playa donde desde hacía ya unas semanas entrenaba junto a Aioros. Se sentía muy enérgico y lleno de vida, por lo cual una vez que terminó regresó a su casa a darse una larga ducha; se preparó un almuerzo fresco y se tumbó en la cama a recordar lo acontecido la noche anterior. Sin dudas había sido una experiencia que hacía mucho no tenía y necesitaba, pues si bien es un santo de Athena, también tenía placeres terrenales que atender, y por el momento Saga podría encargarse de complacerle.

Los días pasaban y Camus se entregaba a los servicios que Saga le ofrecía; actuaban como amigos frente a todo el santuario, para en la privacidad de sus templos abrirse a la dicha de esa pequeña muerte que tanto disfrutaban juntos. Ambos eran muy hábiles planificando sus encuentros, y su plan funcionaba a la perfección: siempre esperaban a que los de las casas aledañas estuvieran entrenando, o en alguna misión, se veían en algún motel de Atenas, todo por supuesto con perfectas coartadas, y las cosas iban de maravilla. Camus se sorprendió de sí mismo al hallarse divirtiéndose tanto con el hecho de tener un “amigo para el sexo”; no estar ligado sentimentalmente a Saga y tener tan buena conexión en la cama con él le resultaba el plan ideal para borrar por completo la idea de que Milo estaba ahora con Misty. Ya no le importaba, pues quizás él y Saga no se amaran, pero pasaban como nadie. No obstante, su pequeño secreto sería descubierto muy pronto.

Era una tarde de jueves cuando Shion envió a Deathmask y a Shaka a una misión en una aldea cercana al santuario; no era nada grave, pero les llevaría un día entero; Kanon se encontraba entrenando junto a Dokho y Aioros, y por lo que Saga había oído, Aioria andaba de galán con la amazona Marin, y había escapado con ella a ocultas. Shura se encontraba en casa de Afrodita, por lo cual no había caballeros al acecho; todo parecía perfecto, motivo por el cual el geminiano se dirigió a la casa de acuario para pasar tarde y noche junto a su secretamente sensual guardián, con el afán de realizar su ya conocido ritual erótico que ambos gozaban sin ningún tipo de remordimiento. Fue una noche como tantas, cargada de pasión y deseo compartiendo un buen vino y largas sesiones de masajes con aceites aromáticos a las cuales ambos empezaban a mal acostumbrarse.

Agotaron su energía como nunca, y sumado a lo relajante de los masajes no advirtieron que durmieron hasta pasado el mediodía; despertaron y olvidaron por completo donde se encontraban, repitiendo su ya muy arraigado hábito del sexo. No advirtieron que alguien entraba a la casa del aguador y llamaba el nombre de quien la custodiaba.

-  Camus, ¿estás aquí? Necesito pasar, debo reunirme con Shion…- explicaba el caballero de escorpio, pero no obtuvo respuesta alguna.

A los pocos segundos escuchó un pequeño grito en la habitación del acuariano; alarmado, pensando que algo pudo haberle ocurrido a su amigo, se dirigió hacia allí. Abrió la puerta impetuosamente quedando tan congelado como si Camus lo hubiera atacado con su ejecución aurora; al sentir el ruido de la puerta, los dos amantes quedaron paralizados.

-  ¡M...m…milo!- exclamó el de la onceava casa en estado de shock. El de géminis había quedado boquiabierto y no sabía qué decir.

 

-  T….tú….S…s…saga….- balbuceó el escorpiano, pero rápidamente trató de ocultar su sorpresa- Necesito pasar, Shion me mandó llamar…

 

-  Puedes pasar- contestó el de acuario sin entender por qué se sentía tan incómodo en esa situación; él ya no tenía nada que ver con Milo, pero por algún motivo sintió que quizás ya había sido suficiente del juego que él y Saga habían empezado.

El caballero de escorpio salió tan rápido como pudo de la casa de acuario, sin poder quitarse de la mente la imagen de Saga teniendo sexo con Camus. No lograba entender por qué esa escena hizo que su corazón se comprimiera; su mente empezó a jugarle trucos muy sucios y comenzó a especular: ¿quizás Camus andaba con Saga mientras salía con él?, ¿cómo podía tener el descaro de recriminarlo por Misty cuando él se acostaba con su ex? El escorpiano de repente se sintió muy enojado y celoso; pero debía tratar de mantener la cabeza fría, pues Shion lo esperaba.

Ya en el salón del patriarca, este le solicitó a Milo que le informara sobre cómo había ido la misión; el escorpiano enfocó sus pensamientos en eso para cumplir con lo que Shion le solicitó y además para olvidarse del suceso acontecido en la casa de acuario. En pocas y claras palabras le explicó que todo salió como estaba previsto, y hecho esto se retiró de allí, caminando con rapidez para llegar a la onceava casa y encarar a su guardián; pues exigía una explicación de lo que había visto, pero desafortunadamente Camus ya no estaba allí- “¡zorra escurridiza!”- pensó Milo apretando los dientes, y se fue de allí.

Pasaron unos tres días y, si encontrar a Camus en el santuario desde el día que se vieron en el bar ya era difícil, ahora, después del incómodo incidente con Saga, localizarlo se había vuelto tan arduo como buscar una aguja en un pajar. Al parecer, el aguador tenía estudiado los movimientos de Milo, y evitaba a toda costa cruzárselo para tener que explicarse con el escorpiano.

Un miércoles de esa misma semana, el caballero de escorpio terminaba de entrenar, y decidió dirigirse hacia un lugar aislado del santuario al cual le gustaba ir a pensar. Cuando estaba llegando, contempló una extraña imagen: era Misty, hablando con… ¿Saga? Estaba a punto de recriminarle al geminiano la osadía de acercarse a su preciado rubio, cuando el peliazul se fue, dejando a Misty solo. Milo no pudo contenerse y empezó con su interrogatorio:

-  ¿Qué hablabas con Saga? ¿Desde cuándo le diriges la palabra?

 

-  Tranquilo, mi bichito celoso, él estaba preguntándome si había visto al caballero de acuario…

 

-  ¿Cómo? Entonces él y Camus…- preguntó Milo, temiendo que sus sospechas fueran ciertas.

 

-  Así parece… al parecer ha estado derritiendo al cubo de hielo hace ya un tiempo- dijo el rubio con una sonrisa macabra.

 

-  ¡¿Qué?! Entonces cuando Camus y yo….Saga….no, no es posible…

 

-  Vaya…sí que es cierto el rumor de la doble cara del gemelo….pero no te preocupes, olvídate de ese iceberg. No merece tus hermosos labios…- dijo Misty con una sensual voz y besó al de la octava casa.

A pesar del cariño de Misty, Milo estaba embargado por la furia; su más grande temor se confirmaba y le resultaba difícil de digerir que Camus hubiese sido capaz de engañarlo tanto tiempo, y para peor, que se pusiera en papel de víctima ante Aioros y Aioria. Ahora entendía por qué el aguador se escondía tanto de él, por qué lo evadía tan hábilmente; empero el escorpión sabía que era cuestión de tiempo para encontrarse con Camus, conocía todos los rincones del santuario y tarde o temprano, el de cabello turquesa tendría que enfrentarlo cara a cara.

 

Notas finales:

¿¿Podrá Camus explicarle a Milo lo sucedido?? ¿¿Cómo lo tomará el caballero de escorpio?

 

Espero que les haya gustado!


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