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FUYU NO KAZE por desire nemesis

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7-Yue, el cazador

 

¡Os explicaré después!—dijo apresuradamente el peligris tomando con sus manos uno de los brazos de Touya.

 

Era tanta su urgencia y determinación en ponerlos a salvo que les contagió su ansiedad y fueron con él confiando en sus palabras.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Llegaron al templo donde un sacerdote les recibió con las puras vestimentas blancas de su oficio.

 

Deseamos guarecernos en vuestro templo—anunció Kinomoto.

 

Es muy importante—le imploró Yukito al sacerdote. Él no tenía ya sus vestiduras del oficio pues las había cambiado antes de reencontrarse con los otros por lo que explicó--¡Yo provengo del templo de Aitama! Os suplico por la hermandad que nos une que nos dejéis refugiarnos aquí—

 

¡Pasad!—dijo el hombre algo conturbado por la premura de esa gente pero el que un colega le pidiera hacía que no pudiera negarse.

 

Mientras recorrían el camino al templo que era algo largo los ojos del peligris escrutaron el panorama.

 

“Terrenos consagrados. Humanos molestos. Confiados en sus propios pequeños poderes. Puedo entrar y salir cuando quiera de sus santuarios. De lo único que debo cuidarme es esa molesta fórmula que encontraron para encerrarnos” Muchos monjes estaban en el interior del edificio lo que puso algo incómodo al ser que se ocultaba dentro del monje.

 

Se sentaron aguardando la cena con el agradable grupo que los recibió con cortesía. El ambiente estaba lleno de referencias a tiempos pasados en forma de murales o estatuillas, el olor a incienso y flores lo inundaba todo y el día inusualmente benigno en un invierno tan frío ponía a los monjes de buen humor. Eran los primeros días de marzo y los últimos del invierno.

 

Yukito estaba nervioso. Todo se volvería más difícil con el anochecer. Su autocontrol no sería suficiente. No podría detenerlo en la noche. Solo la habilidad de los monjes para atraparlo lo mantendría a raya o al menos eso esperaba. Ahora debía alejarse, se dijo y dirigió sus pasos hacia fuera subrepticiamente habiendo dado una excusa creíble. Sentía los ojos de Kinomoto sobre él todo el tiempo lo que le inquietaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya estaba lejos cuando de pronto un estruendo hizo que se volviera y mirara al templo, colina abajo. Una columna de humo se alzaba del mismo y en su interior quiso pensar que los demás podrían con lo que fuere hasta que vio alzarse del techo de la construcción una enorme cabeza roja, con dientes agudos y una lengua bifida que movía de un lado a otro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Touya preguntó, después de ver como ese extraño reptil rojo se alzara desde las entrañas de la tierra en medio de la enorme habitación--¿Qué es eso?—

 

¡Es un espíritu de tierra!—gritó un monje también alarmado.

 

¿Qué deseáis de nosotros?—le increpó el sumo sacerdote del templo.

 

Su olor impregna este lugar. Llevo años buscando a ese desgraciado. ¡Díganme donde está! Quiero destruirlo por fin—dijo la salamandra gigante que todos se dieron cuenta le faltaba uno de sus tres ojos--¡Os mataré uno por uno hasta que me digáis a donde se ha ido! ¡Sé que encerrasteis a esa sabandija peliplateada! ¡Decidme donde está!—rugió el espíritu mientras volutas de humo escapaban por las comisuras de su boca recordando que las salamandras se asocian con el fuego.

 

¿Dijo peliplateado?—preguntó Touya preocupado porque el ser que antes atacara a Asahi los hubiera seguido y entonces su temor por el sacerdote creció. ¿Dónde estaba ahora? Debía protegerle.

 

Creo que pensamos en lo mismo—dijo el rubio mirando en derredor—Si lo que busca ese ser está aquí no puede ser nada bueno—

 

¡Pero ha dicho que no está! ¡Que se ha ido!—dijo Seto.

 

El engreído tiene razón—admitió el ninja para malestar del otro.

 

¡Iré a por…!—decía el mayor de los samurais cuando la salamandra brincó de pronto.

 

 

 

 

 

 

 

¡Déjame salir! Ya pronto no podrás evitarlo y así tal vez se salven tus amigos. De ninguna manera podrán contra Seinryu. Lo conozco, nos hemos enfrentado varias veces. Le gusta la sangre—dijo el peliplateado desde el interior del joven sacerdote.

 

¿Cómo sé que no vas a dañarlos a ellos también? ¿Cómo sé que les ayudaréis?—preguntó temeroso Yukito mientras veía la dantesca escena de entre los árboles.

 

¿Ayudarles? ¿Quién crees que soy? Yo no deseo ayudarles—respondió fríamente la voz dentro suyo.

 

¿Entonces?—preguntó el ojos grises.

 

Sabes porqué lo hago. Lo que me complace en el mundo es cazarlos. Ellos son los únicos que representan un reto para mí—dijo el ojiblanco.

 

Yukito temía las consecuencias de sus acciones pero más temía que algo grave le pasara a aquellos que intentaba cuidar. Lo que le quedaba era confiar en sus instintos.

 

Si te demoras más tal vez no pueda hacer nada por ellos—le azuzó la voz interna.

 

Con todo el dolor del mundo el sacerdote le dejó tomar su lugar dejando de usar el poco poder que ahora tenía sobre ese espíritu encerrado en él.

 

Gracias a sus alas el otro se elevó y cuando estuvo a buena altura elevó sus manos en las que aparecieron un brillante arco y flecha. Su vista de águila era perfecta así que era imposible que fallase.

 

Por desgracia su enemigo pareció percibir el peligro y a último momento evitó la trayectoria de su flecha que solo atravesó a uno de esos molestos monjes que estaban viendo como atontados al gigantesco monstruo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Entonces pudieron verlo a través del hueco que dejara el monstruo en la construcción. Enmarcado por la luna misma en ese muriente día. Sus alas aleteaban para que permaneciera erguido en ese lugar del espacio y sostenía arco y flecha.

 

¿Quién es él?—preguntó Kinomoto al sumo sacerdote del lugar, ansioso por saber con quién trataban exactamente ya que el otro no les había proporcionado ningún dato sobre él mismo.

 

¡No entiendo! Estoy seguro de que es Yue, el cazador—respondió este.

 

¿Cazador?—preguntó Jouno.

 

Si. Según es conocido es el único espíritu alado, que lleva un arco y flecha. Se le llama así porque dicen que su corazón es tan frío que no siente nada, ni siquiera misericordia, pero la única emoción que logra sentir es cuando derriba una presa. Se dice que gusta de cazar a los suyos porque son los únicos capaces de darle pelea—explicó el sacerdote.

 

¿Entonces? ¿Qué no entendéis?—preguntó el pelinegro ya que el otro evidentemente hacía lo que más gusto le daba al cazar a esa sabandija roja. Ahora era para él más clara la actitud del otro.

 

¡Él no debería estar aquí! Hace cientos de años fue capturado por unos sacerdotes—explicó el otro y entonces los tres recordaron que el espíritu habló de que habían intentado matarlo pero los que lo hicieron fueron negligentes y por eso él se salvó y que por lo que intentaron estaba libre.

 

Si alguien intentase matarlo… ¿Cómo debería haberlo hecho?—preguntó Touya con un mal presentimiento.

 

El sacerdote quedó perplejo un segundo y luego cayó en la cuenta de lo que pasaba con el espíritu halado, dijo—Para matarlos solo hay una oportunidad. De acuerdo a lo que sé fueron sellados en sacerdotes que con su fuerza vital dan vida al sello y mantienen aislados a los espíritus. Ellos son llamados “vasijas”, su pureza debe ser la más absoluta posible para poder mantener el sello en su lugar. Son hombres sagrados con virtudes inquebrantables y cuando han llegado a edades muy avanzadas o cualquier mal les acecha le dan a otro cualificado el deber de ser la cárcel de dicho espíritu. La única manera de matar a los espíritus es decapitando a los monjes. Matar al monje solo debilitaría al sello dejando pasar la energía del espíritu y permitiendo que este pueda manifestarse—

 

Con que eso pasó. Asahi, un samurai que conocemos mandó matar a varios sacerdotes que poseían esas características. Parece que con al menos uno no supieron cumplir su cometido—dijo el pelinegro.

 

Así que ese fulano se llama Yue. Pues al menos ahora sé que nombre poner en su lápida—dijo el ojos mieles.

 

¡No hagáis de tonto!—le reprendió el monje—Esos seres son inmortales. Lo único que hacía capaz de terminar su existencia era el sacerdote que encerraba su poder. Ahora es virtualmente indestructible—dijo el sumo sacerdote.

 

Yo creo que siempre es posible, solo hay que hallar otra forma—dijo el paciente y peligroso ninja mientras observaba a sus oponentes. Ya por dos veces más el lagarto había esquivado las flechas del otro ocultandose en el manto subterráneo de su refugio la tierra pero lejos de parecer frustrado podía verse una pequeña sonrisa en el habitualmente gélido rostro del pelilargo en las alturas, él y Seto habían subido al techo para verles mejor. Parecía que era cierto lo que dijera el monje sobre que el otro disfrutaba mucho la cacería. Solo había que encontrar un punto débil y él estaba atento a ello.

 

Touya buscaba con afán al sacerdote perdido entre las paredes inhóspitas del revolucionado templo, sin éxito. Después de buscar por mucho decidió ir afuera por si había salido con la mayoría de los sacerdotes.

 

Entonces sucedió. A corta distancia las flechas no son efectivas en un combate. Por eso el alado permanecía en el aire para hacer uso de ellas. La astuta salamandra entonces salió inesperadamente de debajo de sus pies y logró lanzar un manotón antes de que el otro lograra disparar. Terminó en el patio del templo pero allí se repuso rápidamente y logró lanzar su flecha justo a tiempo porque el otro se le venía encima.

 

La salamandra dio un mortal grito y fue llevada hacia atrás por el impacto de la flecha que diera en el centro de su boca abierta. Un fuego azul se propagó en su garganta y sus restantes ojos perdieron luz mientras caía.

 

Entonces Jounichi lo supuso e intentó llevar a cabo su personal venganza. Tomó la flecha del cuerpo del monje después de bajar por el hueco del templo y luego salió para lanzarla contra la espalda de su mortal enemigo.

 

La flecha dio en la espalda del confiado Yue quien trastabilló un poco hacia delante y después se volteó con una mueca insana en su cara angelada.

 

¿Cómo te atreves?—preguntó mientras con una de sus manos se arrancaba el objeto—Usar una de mis propias flechas en mi contra. ¿Y crees que con eso podrás pararme simple mortal?—

 

Tal vez no te he parado pero si puedo ver que te has debilitado—le contestó el ojos mieles pues el otro medio arrastraba un pie, señal de que la herida si había tenido sus secuelas.

 

De pronto Yue pudo ver que Kinomoto se acercaba con otra de sus flechas en la mano y determinación en su mirada.

 

Tal vez con esta tengamos más suerte—dijo el pelinegro.

 

¡Parad! Nos ha salvado—dijo un monje.

 

Eso no es lo que él quería. El solo cazaba y nos vimos favorecidos pero él me debe la vida de mis amigos—dijo el rubio con mirada penetrante.

 

¿Estáis seguro de querer matarnos?—dijo de pronto sonriente el ojialbo mirando al pelinegro y este tuvo un mal presentimiento.

 

¿Matarles?—preguntó intentando aclarar su mente.

 

¿No me halláis parecido a cierta persona?—preguntó el alado tomando por sorpresa al otro que siempre vio algo raro en su cara pero no acertaba a saber que era aquello que vio tan familiar desde la primera vez que le viera y al oír mencionar eso se fijo y después de un momento lo supo. Esa mueca hacía que el parecido fuera más leve, junto con el pelo largo y de distinto color, al igual que esos inhumanos ojos pero…

 

Se quedó parado al igual que su corazón y la saeta repercutió al caer en el abaldozado patio.

 

¡No creo que quieras acabar con su vida! Después de todo yo he visto por sus ojos durante mucho tiempo—dijo sonriente Yue pues sabía que el otro no le dañaría ahora y algo le decía que no permitiría que nadie le dañara.

 

Seto entendió la velada advertencia pues recordó como aquella tarde encontró al sacerdote y tanto él como Katsuya se dieron cuenta del parecido con Yukito y tras oír que se encontraba atrapado dentro de un monje.

 

¡Pero si estás aquí es porque le mataron!—articuló Kinomoto.

 

¡Desgraciadamente eso no es suficiente para liberarme y me veo forzado a permanecer aquí hasta que su alma cumpla su ciclo pues este monje parece tener ciertas cualidades y aferró su alma al sello para continuar su existencia! Al parecer tenía motivos fuertes para permanecer aquí—dijo el pelilargo.

 

El de ojos negros supo que le estaba diciendo algo importante. Al igual que Kaiba. Pero Katsuya no entendió pues nada sabía de lo que hablaban. Frustrado por la charla y sintiéndolo por el sacerdote decidió que valía la pena sacrificar la vida del peligris si con eso se deshacían del alado, que el otro en fin se aferraba al sello para mantenerlo debil ante los humanos y que debía valorar su sacrificio llevando a cabo lo que quería. Matar a Yue. Recordó a sus amigos mientras corría y agarraba la flecha caída.

Notas finales:

Espero les guste

^^

mata ne


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