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Un comienzo para dos por Yang

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Notas del capitulo:

¿Sabeis qué son los examenes? Obvia la pregunta, por supuesto, pero exactamente, qué son los examenes. Bien, os lo diré. Los examenes son como los accidentes de tráfico de un autobús. Y sí, muchos de vosotros vais a estar cómo, pero ¿qué dice? Pero no me equivoco, los autobúses, pueden pasar sobre ti de dos formas:

-Una, si tienes suerte y te libras, con algún rasguño que se curará con el tiempo, una pérdida de tiempo y un pequeño susto

-Y dos, si no tienes dicha suerte, y has pasado bajo una escalera, visto un gato negro o roto un espejo, puede que el autobús pase sobre ti, te destroce el cuerpo, o te mate.

Y así, espero que entendáis el por qué de que no estoy subiendo muchos capítulos. Pero en nada salgo del hospital (estudios) y puedo dedicarme a esto.

Vamos por la calle, yo llevando a caballito al medio dormido Ellis, y la gente, mirándonos, algunos con una sonrisa y otros haciendo bromitas estúpidas sobre nosotros. Miro a Ellis y me quedo pensando un rato el porqué de que en mi cabeza, sólo haya un pensamiento, el de proteger a este chico, que honestamente, dormido parece la cosa más adorable del mundo. Mi boca muestra una sonrisa tonta, la cual muerdo con mis dientes, para intentar mantenerme tranquilo.

Acabamos de llegar a una farmacia de 24 horas, y entro en el establecimiento, aún con Ellis en mi espalda. De repente, mientras estoy viendo los medicamentos, Ellis abre los ojos, molestado por la luz y mira a todos lados, embobado y sin saber dónde está. Giro mi cabeza un poco y le observo. Veo que tiene una cara pálida y los ojos un poco perdidos:

-Oye, si vas a vomitar, al menos, avísame, si vas hacerlo-sigue mirándole.

Ellis se sonroja, pero el pálido sonrojo no acaba de darle un buen aspecto y tapa su cara contra mi espalda, escondiéndose por la vergüenza:

-¿Podrías bajarme?-mira a todos lados un poco.

 Me quedo un rato pensativo, no acabo de entender el porqué de que le baje:
-¿Para qué quieres que te baje? Sino estoy incómodo-por fin encuentra los medicamentos y los lleva hasta el mostrador.

La dependienta nos mira sonriendo y riéndose un poco, mientras me cobra las medicinas, que pago con mi propio dinero. Ellis, que sigue estresado y con malestar, mira a todos lados y le grita:

-¿! Cómo que para qué?!-le da un pequeño capón aunque no duele, porque no tiene casi fuerzas.

La dependienta se ríe y me aconseja:

-Quizás deberías hacerle caso-mete los medicamentos en la bolsa y me los da.

Yo, contesto, sin casi inmutarme por el movimiento ni el capón que me ha dado Ellis:

-Nada, no se preocupe, prefiero llevarlo así, antes de que vuelva a vomitarme en los zapatos-le miro un poco molesto, y lo cargo con más fuerza, para subirlo, por lo que se da con un cartel que estaba colgando sobre el mostrador.

Suelta un pequeño gritito y se queda callado, tocándose la frente dolorida. Sonrió y me despido con un gracias, a la dependienta, que me saluda con una mano. Camino de nuevo por las calles que estaban empezando a vaciarse, cuando Ellis vuelve a disculparse por enésima vez:

-Siento lo de tus zapatos-está avergonzado.

Me encojo de hombros y suspiro:

-Ya se secarán, espero, suerte que el marido de tu hermana, Alan, me ha dejado estos-Ellis los mira, pero son unas deportivas y suspira.

Le miro por el rabillo del ojo y suelto un extrañado:

-¿Qué?-frunzo el ceño.

Él me contesta un poco enfadado:

-Que menudos zapatos te ha dado Alan, eran más bonitos lo que llevabas, al menos pegaban con tu atuendo-mueve un poco los hombros, que se le están quedando dormidos.

Sonrió agriamente y le digo:

-No haber vomitado en ellos-se vuelve a callar sonrojado y me da un capón, antes de que se oculte de nuevo.

Yo también me quedo callado y no volvemos a hablar hasta que no llegamos a la puerta de mi estudio. Está en una esquina de la calle, y su pared de ladrillos rojos desentona con la exquisitez de los edificios que se encuentran a su lado, pero a mí me parece una preciosa vista. Tiene dos plantas y una puerta de cristal con unas campanitas en el marco, para indicar la entrada de clientes. Recargo a Ellis con una mano y cojo mis llaves, cuando me sugiere:

-¿Puedo bajarme?-está un poco molesto aún-Puedes coger las llaves más fácilmente.

Le miro extrañado y vuelvo a preguntarle:

-¿Por qué me dices eso de nuevo?-cojo las llaves por fin-¡Aquí están!

Ellis me grita, montando un escándalo en la calle:

-¡Por qué nos está mirando todo el mundo!-grita avergonzado, aún más, si es que es posible.

Me echo a reír y abro la puerta:

-Ni que te conocieran-entramos, y enciendo las luces, luego, dejo a Ellis en un sofá rojo y de patas negras.

Se sienta, aún está mareado, por lo que me dio cae sobre él, como si estuviera deshinchándose. Saco las medicinas y me acerco a un mini bar que tenemos para los refrescos y demás. Tomo agua y le sirvo las medicinas.

Mi estudio es una planta baja enorme, con millones de dibujos en las paredes y fotos de algunos de los lugares a los que hemos viajado todos mis compañeros y yo. Hay un mostrador enorme, formando una c, en madera oscura en la que se toman los pedidos y demás. Con dos plantas a sus pies. Y detrás, unas ocho camillas negras delante de nueve espejos. Una de esas camillas está en una esquina, al fondo y tiene el espejo más grande de todos, en el que una pintada lo marca del resto. En la esquina superior derecha, está un corazón pintado con rotulador permanente, en el que una K y una A, se ajustan dentro, aunque parece que está un poco borrado.

Kyora me asalta con una pregunta:

-¿Qué tal estás?-desvió mi mirada antes de que se dé cuenta y le sonrió.

Con una voz apenas audible, le digo:

-Mejor, muchas gracias, aunque aún me siento revuelto-me da un vaso con la medicina y me lo tomo con pesar y mala cara. Cuando me lo trago hago una mueca.

Se ríe y yo le miró, molesto:

-¿Qué?-contesto un poco borde.

Me frota el pelo con una mano delgada y grande y me sonríe:

-Que eres adorable, debajo de toda esa mala ostia-me mira con esos ojos ambarinos.

Frunzo mis labios, pero ese comentario me ha dejado un poco descolocado. Se sienta a mi lado, y yo no sé qué más hacer o decir. Nos quedamos en silencio, mientras él tiene la espalda apoyada, y los brazos sobre el reposabrazos y el sillón, estirado, cuán largo es y yo bien sentado. Menuda pinta tenemos. Me miro en un espejo y comento en voz baja:
-Debería ducharme e irme a casa, menudas pintas llevo-escucho una risa muy fuerte y me giro-¿Qué?-comento molesto de nuevo.

Kyora sigue riéndose y se tapa la boca, hasta que por fin, comenta:

-Pareces un diseñador-sonríe-Tan apenado por tu ropa y aspecto-me mira con una fina sonrisa.

Voy a comentar algo, cuando levanta un dedo, haciéndome callar, se levanta y me da la mano:

-Tengo una ducha arriba, aunque será muy distinta de la que te sueles tomar, pero espero que sea de su agrado, célebre compositor-sabe quién soy y me sorprendo-Me gusta tu música, aunque la que compones ahora me parece pésima-me levanta.

Me quedo un rato pensativo, muchas críticas han dicho que estoy pasando por una tapa oscura, pero nunca han dicho que sea pésima, de hecho, es valorada por muchos como una delicia para los oídos. Y sin embargo, este hombre acaba de soltarme que es pésima. Acabo juzgándole por su estilo, mientras él es que me ha ayudado y me ha pagado las medicinas, y está haciendo todo esto, cuando no me conoce. Este hombre es bueno, y puede que sólo esté diciendo la verdad, pero sólo puede.

Me lleva hasta la segunda planta, por una escalera de caracol de barrotes negros, y la segunda planta es del mismo diseño, aunque mucho más personal, hay unos sofás delante de unas ventanas de claraboya que muestran la imagen de los edificios con pocas luces encendidas.

Me llama por mi nombre y me indica un pasillo. Le sigo, es estrecho y sólo tiene una puerta, que da a un baño, con un váter, un lavabo y una ducha, todo de paredes en un tono verde apagado y con una cortina que separa la ducha de las demás piezas:

-Dúchate aquí, ahora te traigo algo de ropa, creo que tengo algunos boxers y alguna camiseta-me mira-¿Todo bien?-asiento-Bien, te dejo privacidad.

Se va y yo cierro la puerta, pongo el agua y se calienta poco a poco, me desnudo, suspirando al ver el lugar:

-Aquí cogeré alguna infección, seguro-me quito los calcetines y me congelo-Mierda mierda, mierda-me meto corriendo en la ducha y suspiro de felicidad al notar el agua caliente sobre mí.

Me ducho con tranquilidad, y en un momento, alguien abre la puerta y me deja la ropa sobre el lavabo:

-Ahí tienes, tranquilo, llevo los ojos tapados-abro un poco la cortina para ver si es verdad, y en efecto, no está mintiendo, lleva la mano sobre los ojos.

No puedo evitarlo, sonrío un poco, porque es tierno y adorable, a su manera, seguro que es un don juan con las chicas. Al pensar en eso, me acuerdo del beso y me pongo como un tomate, antes de que se vaya, le digo:

-Ky..Kyora..-susurro-antes, con lo del beso…esto…-no sé cómo seguir-Estaba mareado y no sabía qué hacer y… tenía ganas de sexo y… y…-ya no sé qué más decir.

Kyora sonríe un poco y pasa su mano por mi cara, buscando mi pelo, me quedo extrañado, cuando de repente, me revuelve el pelo:

-Nada nada, no te preocupes-se aleja-Anda, dúchate rápido, que yo también estoy cansado.

Acabo, cómo él dice, rápido y me visto, con una camiseta blanca de un cuervo y unos boxers, con mis pantalones. Salgo corriendo, porque tengo mucho frío.

Kyora está apoyado en la pared, al lado de la claraboya, mientras me espera. Tiene una bonita silueta, cuando me escucha, se gira y me sonríe:
-¿Tienes frío?-lo dice porque estoy dando pequeños saltitos.

Sarcástico, le contesto:

-No, por eso no pego saltos cómo una colegiala idiota-tiemblo-Joder, que frío ¿No tienes calefacción?-miro a todos lados.

Kyora niega con la cabeza y me señala la cama:

- Puedes dormirte en mi cama, tiene dos sábanas de plumas y una de pelos, por las noches suele hacer mucho frío.

Le miro y le pregunto, preocupado:
-¿Y tú, dónde vas a dormir?-miro la cama, preguntándome qué va a pasar.

Cuando Kyora, al leer mis pensamientos, se intenta disculpar y aclarar rápidamente:

-No tranquilo, yo dormiré en el sofá, no pasa nada-mueve las manos delante de su cuerpo, nervioso.

Asiento y me dirijo a la cama, sin un antes:

-Buenas noches, estoy muy cansado, mañana por la mañana pagaré las medicinas-educado-Disculpa las molestias.

Kyora también se despide con un sí, sí. Y se acuesta en el sofá, para quedarse profundamente dormido. Yo me meto en la cama y me quedo igualmente dormido, porque en efecto, la cama es muy calentita y cómoda, y sobre todo, porque el aroma de Kyora me sigue toda la noche.

 

Notas finales:

Y bueno, decidme en comentarios o en agornayami@gmail.com vuestras quejas o advertencias de muerte si queréis. Esperaos, que puede que venga algo llamado ammsidnsdkmkfnenlemondnekbjbsjdhbejnddjsdh


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