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Un comienzo para dos por Yang

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Me despierto y sin poder evitarlo, miro la hora en el despertador, son alrededor de las siete y media de la tarde. Hemos dormido muchas horas, aunque no me extraña, después de todo lo que hemos pasado. Me levanto con cuidado para no despertarle y me dirijo a la ducha, donde con mucho cuidado, me ducho. Salgo y me pongo la ropa, unos vaqueros negros, rotos y la camisa de antes, tengo los pantalones desabrochados, cuando mi mirada recae sobre el cuerpo de Ellis. Que duerme con una plácida expresión en el rostro y con el pelo rubio echado hacia atrás.

Me acerco y mis manos pasan por su espalda, donde, sin querer, con mi sólo tacto, le despiertan. Sus ojos rojos me saludan y yo le muestro mi dulce sonrisa. Veo como toma el móvil y sus ojos, pierden la dulce somnolencia, para abrirse de par en par y soltar:

-Mierda, mierda, mierda…-sin parar de repetir esta palabra, se levanta y se lanza hacia la ducha mientras yo veo que tiene alrededor de unos veinte mensajes en el móvil de compañeros de trabajo y de su editora, Raquel.

En unos escasos cinco minutos sale corriendo de la ducha y se viste, sin siquiera dirigirme una palabra, toma el móvil y sale escopetado hacia abajo, no sin antes, darme un beso en la boca. Cuando me doy cuenta, estoy siguiéndole como antes, por las escaleras y bajando a la calle, donde el frío viento daña mis huesos y me hace tiritar. Me acerco y le veo estresado, intentando llamar a un taxi, aunque creo que con la cara de mujer embarazada que acaba de romper aguas, no va a conseguir muchos avances. Giro en redondo y tomo las llaves de la Harley de Joseph, espero que no le importe que me la deje. Llego hasta Ellis y le tomo del brazo, señalándole la moto:
-¿Puedes decirme qué pasa?-me monto en la moto y Ellis se monta a mi espalda, con cuidado.

Empieza a hablar deprisa, mientras yo me incorporo al tráfico concurrido de Nueva York:
-Nada, que tengo que entregar las nuevas canciones para las nueve y media, son las ocho y aún no he terminado-está estresado, se le va a salir el corazón por la boca-Tenemos que darnos prisa, espero que no te importe llevarme.

Niego con la cabeza y le miro:
-¿Nuevo álbum?-él asiente y miro a mi alrededor, al paso que vamos no llegaremos a tiempo, vuelvo a mirarle, tomando una decisión-Ellis, voy a infringir unas cuantas normas de tráfico, e iré un poco rápido, así que por favor, sujétate muy fuerte a mí, ¿entendido?

Ellis, que casi no parece pensar en las faltas de educación, multas y problemas que podríamos llevarnos si llegan a pillarnos, se agarra a mi cintura y yo le doy velocidad a la moto, por lo que en unos escasos minutos, estoy pasándome alrededor de unos cinco semáforos en rojo y encima, estoy derrapando, pegado casi a la acera, para meterme entre un coche y un camión, que están adelantándose. Así que en unos veinte minutos, hemos conseguido llegar al trabajo de Ellis. Este se baja, corriendo, y me agarra del cuello de la camiseta, metiéndome en lo que creo que sería el lío de papeles más grande de la historia. Pero al entrar, quitando la rapidez con la que me arrastra Ellis por el vestíbulo, todo parece tranquilo y no pasa nada:

-Pues no parece como si fueran a asesinarte-me rio, relajándome, pero Ellis no me suelta, pulsa los botones del ascensor.

El ascensor abre sus puertas y nos suelta en la Primera Guerra Mundial del Papeleo, miro a todos lados, y me veo a los compañeros de Ellis gritándose, lanzándose papeles, uno incluso le lanza una grapadora a la cabeza de otro, y entre ellos, aparece una joven de pelo rizado castaño con tonos rubios, de ojos grises, guapa, pero con una altura vertiginosa, de hecho, lleva unos tacones de aguja que la hace ser una superiora, llega hasta Ellis, con la cortina de pelo rizado, saltando a su alrededor y con la camisa un poco desabrochada, mostrando el escote más grande que le he visto llevar a una mujer y eso que he estado con muchas guarras.

La chica es la tal Raquel, aunque parece más joven que Ellis, ya es una gran jefa, aunque muy educada y buena con mi novio, ya que le dice:

-Perdona Ellis, pero dime por favor que tienes ya las letras-es sorprendente que pueda guardar la compostura en esta guerra de papeles.

Pero así lo hace y Ellis tan sólo me toma de la mano, dándole la respuesta de que aún no ha terminado, sólo con sus acciones y contestando, esta vez con palabras, a la pregunta, de quién soy yo:

-Este es Kyora, mi novio-me mira-Cariño, esta es Raquel, mi editora y jefa-me arrastra de nuevo hasta su despacho, donde  nos encerramos.

Allí, Ellis pasa a convertirse en un modelo de dibujo, del cual, sólo consigo ver su espalda y sus brazos, moviéndose con una rapidez sorprendente, llegando a componer letras, mientras la inspiración sigue encendida como una mecha. Y yo tan sólo me dedico a dibujarle, haciendo pequeñas modificaciones y cambiando de ángulo al terminar mis dibujos, así consigo captarle, de perfil, con el lápiz en su mano, en el alto y pensando con una expresión seria. Me siento tan feliz de poder hacer que esto, que en un momento, cuando le traigo un café al ver que ha pasado una hora, no puedo evitar darle un pequeño beso en la mejilla, haciéndole cerrar un ojo, mientras estrello mis labios contra su piel.

Llega a pasar tanto tiempo, que cuando son las nueve y veinte, ni siquiera me doy cuenta de que Ellis se acaba de levantar y sale un momento para entregar las canciones. Cuando vuelve, parece haberse quitado un peso de encima, y suspira aliviado, me ve a mí, sentado de lado en el butacón, con el lápiz de dibujo sobre mis labios y me sonríe, diciendo:
-¿Te he aburrido mucho, verdad?-me sonríe cariñosamente.

Me quito el lápiz de la boca y le miro tranquilo:

-No, la verdad es que no, estaba entretenido dibujándote-sonrío al verle sorprendido.

Intenta acercarse para mirar el dibujo de su retrato, pero yo lo tapo con mi pecho y como diría un niño pequeño, ocultando su tesoro más preciado, suelto:
-No, Ellis-le miro, poniendo los morros-No voy a enseñártelo, es mío y sólo mío y de nadie más-caprichoso.

Ellis suelta una carcajada y me da un suave beso en la punta de la nariz, para tomar mi cuaderno a traición y mirar sus dibujos, yo me levanto, gritando un poco:
-¡Eh!-alzo las manos pero Ellis se ha subido sobre el dicho butacón y encima ha levantado su brazo, para que yo no pueda tomar mi cuaderno, aunque sea más alto que él-¡Eso es mío!-suelto de repente.

Ellis tan sólo hace como si no me escuchara y empieza a hojear las páginas, viendo sus dibujos y sorprendiéndose, hasta que baja los brazos y me mira:

-Dios Kyora, tus dibujos son maravillosos-le arranco el cuaderno de sus manos y lo abrazo a mi pecho-Tienes que ser un grandioso tatuador.

Se levanta y corre hasta una pequeña estantería que tiene bajo la mesa del despacho, para tomar un libro, mientras me sigue diciendo:
-Es una sospecha mía, pero…-me mira-¿Podría ser que tú fueras… JV?-me muestra un libro con una ilustración de una chica con un perro en la sudadera.

Tomo el libro y le miro sorprendido:

-Dios, este libro fue publicado hace mucho tiempo, aún me acuerdo de la escritora, era una buena chica, aunque por desgracia su libro no consiguió tener tanto éxito por su contenido como por sus diseños, y ése fue mi trabajo, se deprimió mucho-le miro, está sorprendido-¿Qué?

Ellis tiene los ojos abiertos y me grita, eufórico:
-¡Sabía que eras tú!-sonríe muy feliz-Es increíble, ¿eres ilustrador también?-asiento.

Le devuelvo el libro mientras le digo:

-Estudie arte y me dediqué a hacer tatuajes, pero un día, un escritor de obras de teatro, un aficionado casi, me pareció, se presentó en el estudio y le hice un tatuaje, tenía fama por aquel entonces, de ser el mejor tatuador de todo Nueva York, e incluso vinieron a mí grandes estrellas, sobre todo del deporte-me río-Pero eso fue distinto, al principio no sabía qué hacerse, incluso no era ni mi cliente, pero bueno, pasó a serlo cuando le dije que podría tatuarse un corazón con el interior de un teatro, se lo hice en el antebrazo, y parece que adoró mis diseños, por lo que empezó a recomendarme y pasé  a ser aprendiz para ser ilustrador y de ahí a trabajar en grandes obras, o hacer antiguos diseños para libros cómo Los escarabajos vuelvan al atardecer y demás.

Cuando vuelvo a mirar a Ellis, es feliz, se siente feliz porque le he contado una parte de mi vida y siente que es un pequeño logro en nuestra relación, me alegra que sienta eso, en un momento, Ellis mira hacia una puerta que se encuentra cerrada y toma mi mano:
-¿Quieres oír una de las nuevas canciones antes que los demás?-me sorprendo, porque es el mejor regalo-Creo que he cambiado un poco el estilo de este último álbum y me gustaría que mi fan personal, me dijera si le gusta o no-me lleva hasta esa puerta.

Y entonces, cuando abre la puerta, lo siento, siento que Ellis va en serio con esto de confiar en mí y en quererme, porque veo la parte más interna y secreta del alma de Ellis. Giro la cabeza en todas las direcciones, porque no quiero perderme nada de su alma, y me doy cuenta de que le veo en todas partes, está aquí, en su sala de música personal, aquí se encuentra su corazón, aquí está Ellis. Cuando le miro, tiene la sonrisa de un niño pequeño, un niño pequeño que está en su rincón secreto.

La sala está especialmente preparada para que esté insonorizada, es de paredes negras, como con losas grandes y con líneas horizontales, en las que a veces, se encuentran sujetas a estas, cuadros de la familia o de momentos de la vida de Ellis. También el diseño del suelo, con las tablas de un caoba oscuro y los sillones granates, que parecen ser casi como unas camas con los cheslones que están sujetos a ellos. Dos pianos, cada uno con su sitio especial y cada uno mimado a su manera, por Ellis. Uno de ellos con una banqueta con una manta de triángulos, también granate y otro, de un estilo más frío pero con un jarrón de flores blancas sobre su superficie. También unos siete saxofones, sujetos a la pared, y en perfectas condiciones, colocados en equilibrio. Todo está en perfectas condiciones, excepto una cosa, un marco de fotos en una cómoda, en una pared vacía y la ausencia de una manta en el sofá parece indicar que alguien ha quitado parte de su espacio personal de esta sala, miro a Ellis y sin necesidad de preguntar, sé que se ha tratado de Jack. Me quedo callado, preguntándome si una pequeña parte de mi alma, podrá ostentar el honor de ser colocada en esa cómoda y en ese sillón. Pero cuando me doy la vuelta, veo a Ellis tomando un saxofón de la pared, uno de tono dorado, reluciente y con una banda de un tono negro con pequeños diseños de triángulos en ella:
-Bueno, sin más dilación-se prepara y yo no me quejo porque estoy en un lugar importante, de hecho, llego incluso a preguntar, que si puedo sentarme en el sofá, donde Ellis se coloca enfrente mía y sin ninguna palabra más, toca el saxofón.

El sonido llena la sala, comienza bajo, pero a medida que pasa el tiempo y yo cierro los ojos, la música empieza a subir y pasa de un momento agudo y tranquilo, a un tono grave, jugando con el agudo y el grave en todo momento, y sintiéndome como entretejido en una especie de telaraña, donde el sonido no cesa. Sigue e incluso llega a subir el grave, llenando el espacio durante unos segundos, hasta que decae, y deja el espacio, y así, se sigue sucediendo. Es relajante y bueno, y cuando suena algo más fuerte, hace que te estremezcas, causando que los dedos de tus pies se muevan y una leve sonrisa aparezca en tu rostro. Y de repente, sube y sube, hasta volver a bajar, como una montaña rusa y poco a poco, deteniendo el ritmo, hasta que al final, todo se queda en silencio.

Abro mis ojos y veo que Ellis está un poco rojo, cuando deja el saxofón con mucho cuidado sobre su sujeción, me vuelve a mirar y me dice:

-Espero que te guste… Porque se llama Dibujos en la Piel-me suelta muy nervioso, esperando mi respuesta.

Y me doy cuenta, Ellis me ha dedicado una canción..

Notas finales:

Bueno y ya está, este es el final del capítulo 11, mañana subiré el siguiente, y perdonen mi tardanza, pero tuve problemas con la inspiración 


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