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Mi travieso esposo por Haruka Eastwood

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Notas del fanfic:

Los personajes de Kuroshitsuji son propiedad de Yana Toboso sama y la historia es cien por ciento mia :3

Notas del capitulo:

Hola, aquí les traigo un one shot :3 el cual espero sea de su agrado y me lo hagan saber n.n

Imagen de Sebastián (de acuerdo a mi loca imaginación y en base a la historia) http://ruriko-sama.deviantart.com/art/Sebastian-showing-off-his-sexy-shoulder-351388987

Finalmente una imagen donde Claude se ve sexi XD (según yo) http://www.zerochan.net/262261#full

Bueno aquí les dejo los enlaces de unas imagenes que van de acuerdo a la historia jiji espero que les gusten. 

Titulo: Mi travieso esposo

Resumen: Sebastián Michaelis, un joven recién casado por la fuerza se dio cuenta que el unir su vida a un desconocido no sería tan aburrido. Apreciaba a su esposo y era el único que le daba ese algo que sentía le faltaba…

Categoría: Kuroshitsuji

Clasificación: No menores de 18 años

Género: AU, Romance, Erótico, BDSM. 

Advertencias: Sadomasoquismo, Lemon, Parafilias, Mpreg.

N° capítulos: 1 de 2

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ~ ♦ ~ o0O0o * ~

Mi travieso esposo

Capítulo 1: Al final me enamore

Sebastián Michaelis es un joven doncel en extremo cotizado de apenas 19 años de edad, poseedor de un atractivo envidiable y actitud juguetona, el cual está felizmente casado desde hace un año con Claude Faustus, un empresario de 29 años de edad y fría mirada ámbar, capaz de helarte la sangre en cuestión de segundos. Su carácter autoritario y actitud arisca te hacían pensar más de una vez el hecho de acercarte a él, aunque cada que su vista se cruzaba con la de su lindo esposo, se podía apreciar el profundo amor que este le tenía, pese a que no lo demostrara mucho… o casi nada.

La primera vez que se vieron fue justamente el día de la boda, misma que fue planeada por los padres de Sebastián, los cuales llegaron a un acuerdo con el Faustus, único dueño y líder de la mundialmente famosa “Infinity Corp”, empresa automotriz, reconocida por la gran calidad de cada auto y la increíble tecnología que manejan, haciendo de sus autos algo único.

Tras el matrimonio, la compañía Michaelis —dedicada a la mercadotecnia—, formaría un acuerdo con Claude, logrando expandirse en el mercado, obteniendo grandes beneficios y ganancias que serian más que satisfactorias para ambos. 

Ciertamente se trataba de una idea absurda que en pleno siglo XXI existieran dichos acuerdos, por lo que tras la noticia de su matrimonio Sebastián se opuso rotundamente. Lamentablemente él fue educado para casarse y hacer feliz a su pareja. Incluso su mente lo transporto a aquel momento en donde sus enormes y hermosos ojos rojos observaron con curiosidad a la mujer frente a él, aquella linda azabache con un rostro amable y dulce. La cual le veía con seriedad mientras sostenía un pequeño libro entre sus manos, repasando sus líneas antes de ver a su lindo y único hijo de seis años frente a ella, sonriéndole ampliamente.

—Pon mucha atención, Sebastián —pidió Cordelia con voz sería pero amable—, esto es muy importante y quiero que siempre lo tengas presente ¿de acuerdo?

—Sí —asintió enérgicamente.

—Tú debes ser un perfecto doncel, por lo que debes comportante como tal. Primero: un doncel debe de estar siempre presentable y bello para su esposo.

—Pero yo no tengo esposo… —protesto entre pucheros

—Pero lo tendrás —sentencio antes de volver a dirigir su mirada al libro que sostenía—. El doncel perfecto no solo es lindo, también delicado, sumiso y tierno —la mujer observo la cara de enfado de su hijo y tomo una gran bocanada de aire antes de volver a hablar—. Tienes que ser muy inteligente y saber muchas cosas.

—¿Cómo cuales? —Curioso enfoco sus rubíes en la delicada figura de su madre.

—Cocinar, bordar, atender la casa… esas cosas, claro que sin dejar de ser delicado… como una flor —puntualizo la mujer.

—Pero yo no soy mujer.

—No dije que fueras una —le regaño—. Una cosa más, también tienes que ser fuerte y mantener la elegancia en todo momento.

—¿Cómo papá y tú?

—Si, como papá y yo —Cordelia sonrió complacida.

Sacudió su cabeza alejando ese absurdo recuerdo de su mente, realmente estaba frustrado. No importaba cuanta educación recibió para ser el perfecto doncel, porque todo lo que quería era evadir ese molesto compromiso que le ataba a alguien que ni conocía. ¡Todo eso era una mierda!

Para su familia, un doncel o mujer era alguien que debería casarse en algún momento de su vida con un varón que beneficiara económicamente a la empresa, pero mínimo quería tener el privilegio de conocerlo antes. Fantaseaba con encontrar a alguien especial que lo mimara y consintiera, que le llevara a cenar y al cine como en las películas románticas.

Lo que más le cabreaba es que jamás había visto al susodicho, pero escuchaba rumores de que era alguien de carácter frio e inexpresivo, prácticamente era una persona completamente opuesta a él en todos los sentidos. No es que Michaelis fuera la persona más alegre del mundo, aun así no era un anciano arisco (forma en que denomino a su futuro —e idiota— marido).

Lo peor de todo es que no importo cuanto se opusiera, era hijo único y debía respetar la decisión de su padre y su madre, no había de otra. Simplemente su opinión no importaba y dudaba que algún día alguien le tomara en cuenta.

Solo le quedaba dejar salir un largo suspiro y resignarse a aceptar su futuro; no sabía si agradecer o maldecir al hecho de que hasta ese momento no se hubiese enamorado de alguien o estaría huyendo en este preciso momento con esa persona en vez de dirigirse a la iglesia. Ya se imaginaba montado en una moto, mientras se sujetaba fuertemente al amor de su vida, al mismo tiempo que observaban a todos los invitados petrificados. Seria genial y algo épico.

En las puertas de la iglesia suspiro por última vez, moviendo su rostro de un lado a otro en un claro signo de nerviosismo, mientras se acomodaba el hermoso kimono blanco que portaba, el cual tenía un delicado bordado en plata en la parte inferior, mientras que el obi era de un tono celeste que hacia un contraste perfecto con sus ojos. Por último su cabello tenía un diminuto broche con forma de mariposa, la cual disimuladamente intentaba quitar, recibiendo una fría mirada de Cordelia por su actitud.

—Sera mejor que te comportes, Sebastián —ordeno la mujer tajantemente.

—Vas a hacer feliz a tu esposo y nos darás un nieto —fueron las palabras de su padre, que en vez de parecer un consejo era más bien como una orden.

—Sí —resoplo con fastidio.

Su tono de voz era apagado y hasta cierto punto furioso, estaba a punto de unir su vida a alguien que no había visto nunca, peor aún, el sujeto era diez años más grande que él ¡Diez! Era un maldito pervertido.

Algo tenía muy claro y es que en ese preciso momento odiaba su vida y a su familia por obligarlo a casarse. Según Cordelia, ella conoció a su padre justo el día de la boda y habían sido muy felices juntos. Claro que Robert era alguien amable y cariñoso, un buen padre que cumplía los caprichos de su pequeño hijo, siempre y cuando no afectaran los negocios multimillonarios a la empresa.

Pese a todo su enojo estaba nervioso y gracias a su terquedad de no darle el gusto a sus padres de verlo triste (porque estaba seguro que querían su desgracia en ese momento), se mantuvo sereno y con una sonrisa retorcida adornando sus labios comenzó a avanzar a paso firme y elegante, sujetado del brazo por su padre como si se fuera a escapar, mientras sonaba la marcha nupcial, que para él era equivalente a la marcha fúnebre.

Intento sonreír para el sin fin de invitados que se encontraban en ese lugar, claro que era una sonrisa por demás hipócrita y falsa, y sinceramente era lo de menos. ¿Qué importaba si todo el mundo se enteraba que no quería casarse? Tal vez alguien se compadecía de su patética persona y lo sacaba de ahí. Sería algo como: Secuestrando al novio.

Estaba arto de todos y todo, sopesando la idea de hacer un berrinche y salir corriendo de ahí, lo cual no sería mala idea pero estaba en contra de los espectáculos públicos, por lo que de mala gana tenía que contenerse… ¿o era comportarse? Bah, en ese momento era lo mismo.

Al llegar al lado del que sería su esposo lo vio rápidamente, observando que era un hombre bastante alto, de aproximadamente uno noventa de altura. Se sintió pequeño a su lado, ya que el media poco más de uno sesentaicinco; su blanca piel no paso desapercibida para el menor, al igual que su negro cabello azabache y esos intrigantes ojos ámbar. Al menos el tipo era atractivo.

A pesar de que su futuro esposo era guapo no conocía nada de él, y eso lo molestaba mucho, aunado al hecho de su expresión de hastió que le hizo sentir un escalofrió ascender por su espina dorsal. Ignorando al hombre que efectuaba la ceremonia frente a él, decidió observar discretamente todo a su alrededor: los invitados, la iglesia y la expresión de entusiasmo en la cara de sus padres. En si la ceremonia paso de lo más aburrida para el menor, quien prácticamente no presto atención  en nada hasta que el cura le pregunto con voz calmada.

—Joven Michaelis ¿acepta como esposo a Claude Faustus para amarlo, honrarlo y respetarlo en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

En ese momento quería decir un rotundo NO, no porque no lo amo y no porque no le conozco, es más, ansiaba darse la vuelta y largarse de ahí, pero con el simple hecho de ver esos hipnóticos ojos ámbar de ese sujeto, de sus labios salió la respuesta menos esperada.

—Sí, acepto —expreso casi automáticamente, logrando una sonrisa ladina del que ahora era su marido y sin más se sonrojo.

Su corazón comenzó a latir rápidamente cuando el hombre que los unió en santo matrimonio —¡De santo no tenía nada!— dijo: «Puede besar al novio». No sabía el porqué se sentía de esa manera. Dentro de su confusión momentánea fue capaz de notar como se le empezaba a dificultar el respirar con normalidad mientras su ahora “esposo” se acercaba lentamente a él para darle su primer beso.

Si, primero… ¿por qué rayos no había besado antes? Ahora se arrepentía.

Tan solo cerró los ojos y se resigno a lo que venía, pero grande fue su sorpresa al sentir como los labios de aquel hombre presionaban suavemente sobre su mejilla y no sus labios, le miraba desconcertado, como pidiendo una respuesta del porque de su acción resiente. Curiosamente se sentía ofendido ¿por qué? Por el simple hecho de que creyó que ese hombre no le veía lo suficientemente atractivo como para besarle en los labios, ¿acaso no le gustaba? Pero eso era imposible, él, Sebastián Michaelis era alguien muy deseado por los varones y el que tenía justamente en frente de él parecía no importarle eso.

Suspiro hastiado, quería que todo esto se terminase de una buena vez, ansiaba su cómoda cama más que nada, pero aun faltaban muchas cosas para que su día terminara. Al salir de la iglesia recibieron las múltiples felicitaciones como la —nótese el sarcasmo— feliz pareja que ahora eran.

Después de eso se dirigieron a la mansión Faustus donde se celebro su reciente unión, era la primera vez que Sebastián estaba en ese lugar y quedo impresionado. La mansión de la familia Michaelis era bastante grande pero esta fácilmente era tres veces el tamaño de su antigua “casa”.

Los invitados se encontraban en el jardín de rosas blancas, (ciertamente un lugar hermoso y que de mala manera, entendía que ahora lo vería muy seguido), la mayor parte eran empresarios, pero poco le importaba ya que no conocía a nadie con excepción de algunos socios de su padre y su amigo Undertaker, quien prácticamente se burlo de él por su reciente situación.

—Mañana no vas a poder caminar —decía con mofa el doncel, sonriendo ladinamente al momento de acomodarse sutilmente su precioso kimono rojo con un hermoso bordado de color dorado, recreando la figura de varias mariposas, mientras el obi amarillo hacia un contraste perfecto con su pálida piel. Undertaker estuvo a punto de carcajearse de él cuando este adquirió un furioso sonrojo.

—Que te jodan —le miro mal haciendo, antes de que en sus ojos apareciera un brillo de maldad—. ¿O lo dices por experiencia propia?

Esta vez fue el turno de Sebastián para burlarse, debido al intenso color carmín en las mejillas de su amigo. Y es que al ser un año mayor y de familia adinerara no se salvo de un compromiso arreglado, mucho menos sabiendo lo estricto que es su padre, por lo que a Undertaker lo obligaron a casarse en cuanto cumplió dieciocho con un varón de nombre Vincent Phantomhive, un importante cenador.

—Idiota.

—Eres un bastardo pervertido —susurro Sebastián rodando los ojos.

—Al menos mi esposo no tiene esa expresión  de asesino a serie como el tuyo —defendió el albino, ya que era sabido por todos que Vincent era muy amable.

Ambos empezaron a reír por el comentario. Estaban divertidos y ajenos a lo que pasaba a su alrededor que no notaron a la presencia que les observaba atentamente, sino hasta que esa cálida mano se poso gentilmente en el hombro del pequeño doncel.

—Veo que mi esposo se está divirtiendo —Claude le hablo al oído, estremeciendo a Sebastián, quien se quedo estático al escuchar esa aterciopelada voz, tan seductora y varonil a la vez, como si le acariciara de manera lenta y sensual.

Por un momento todo quedo en segundo plano para Michaelis, quien lentamente giro sobre su asiento observando atentamente al imponente y sensual hombre que ahora era su esposo. Estaba tan cerca que incluso podía percibir claramente ese embriagante aroma amaderado, combinado con el humo del cigarro, lo cual provoco un leve sonrojo que apenas y era visible en sus mejillas.

—Faustus-sama —nombro con ironía, provocando que el ceño de Claude se frunciera por segundos, antes de volver a poner su clásica expresión.

—Me gustaría presentarte a alguien.

Susurro el mayor sin apartarse un ápice de él, observando de soslayo a un Undertaker que parecía ignorarlo olímpicamente, buscando con la mirada a alguien en particular.

Para Sebastián, más que un favor era una muy clara orden, o al menos así es como interpreto las palabras de su jodido esposo, por lo que de mala gana lo siguió despidiéndose de su amigo, quien movió los labios de manera lenta y burlona diciéndole: «Suerte».

Comenzó a caminar al lado de un serio Claude que sujetaba suavemente su cintura mientras los guiaba en un aburrido recorrido para saludar a varios empresarios, los cuales realmente le valían un comino, aun así se obligaba a sonreírles mientras recibía toda clase de cumplidos por lo lindo que era —como si no lo supiera— y felicitaciones absurdas por su boda forzada. Y conforme pasaban los minutos (que para el doncel parecían horas), su semblante se fue tornando más y más molesto.

¡Estaba completamente hastiado!

—Veo que estás aburrido —dijo mientras colocaba sus brazos alrededor de su pequeña cintura acercándolo a su cuerpo.

—No realmente —respondió automáticamente, intentando ocultar su mirada molesta mientras se alejaba sutilmente del hombre mayor, forzando una sonrisa más falsa, claro que en esas circunstancias, ¿quién sonreiría de forma sincera?

Luego de un par de horas más, Sebastián agradecía internamente que todo ese alboroto haya terminado, pero cuando se despidió de sus padres, sintió momentáneamente una corriente de alivio que inundo su ser, al menos hasta que Cordelia se acerco discretamente para susurrarle al oído:

—Pórtate bien con tu esposo en la cama —eso fue como un enorme balde de agua helada para el menor, quien casi olvida ese detalle, mejor dicho, no es que lo haya olvidado, pero simplemente no quería pensar en eso.

Irónicamente hasta hace unos momentos seguía creyendo que perdería su virginidad con un varón al que realmente amara, no con un estúpido hombre una década más grande y del cual no conocía absolutamente nada. Su cuerpo estaba tan tenso que resultaba doloroso, aun así se obligo a entrar al lujoso auto que ya esperaba a la pareja.

Actualmente se encontraba camino al lugar donde pasaría la tan ansiada «Luna de miel». No podía hacer nada para que sus manos dejaran de temblar, más que inhalar y exhalar, porque no importaban las mil y un clases que recibió por parte de su madre para ser un perfecto esposo que satisficiera a su marido. ¡Nada lo preparaba para ese momento! Y como todo buen hombre que seguramente era su jodido marido, estaba seguro que querría consumar su feliz matrimonio, genial, ¡realmente genial! Lo peor de todo es que no se podía negar, prácticamente sus padres lo habían vendido mejor postor, claro que el hecho de que Claude fuera malditamente atractivo tenía algo que ver.

Discretamente —o eso creía Sebastián—, miro de soslayo al imponente hombre que permanecía en silencio a su lado, mientras bebía lentamente de su copa, recargando sus finos labios en el borde antes de beber el cristalino y espumoso liquido de su interior.  Por su parte, Sebastián miraba cada cierto tiempo por la ventana del auto, observando cómo los enormes edificios se perdían a lo lejos, en su lugar tenía un paisaje precioso de frondosos árboles, por lo que instintivamente apretó la tela de su kimono entre las manos, al no tener ni idea de donde estaba.

Iba tan metido en sus pensamientos que no se percato del momento justo en que llegaron. Curioso miro atreves del cristal del auto, contemplando la imponente reja que se encontraba frente al auto, la cual se abrió después de unos segundos, dejando ver el camino de piedrecillas hasta una enorme mansión de color blanco. Era una hacienda preciosa; cuidadosamente iluminada, lo cual hacia que el agua de la fuente frente a ella pareciera que brillara hipnotizando a Sebastián que se quedo observándola un largo rato, antes de dirigir su vista al cielo, mirando con una mueca que ya estaba anocheciendo. Mueca que desapareció al ver a lo lejos un hermoso lago de manera atenta, meditando el hecho de que se encontraban bastante lejos de la ciudad.

—A varios kilómetros —comento Claude viendo divertido como el pequeño doncel se tensaba visiblemente.

Completamente pálido, como si hubiese visto un fantasma se giro sobre sus talones observando la imperturbable expresión del hombre mayor, abriendo sus ojos de la sorpresa, creyendo por una fracción de segundos que podía leer su mente, aunque eso era ilógico ¿cierto?

—No, no leo tu mente.

Sebastián trago saliva evidentemente nervioso, ¿qué rayos estaba pasando? ¿Quién era ese tipo que le respondía sin siquiera decir palabra alguna? Incluso se atrevería a decir que en estos momentos Claude parecía ser un demonio que esperaba el momento en se descuidara para matarlo, tomar su alma o beber su sangre como en esas películas de terror que veía Cordelia.

Su expresión le atemorizo por una fracción de segundos, esa maldita expresión tan fría, que no demuestra nada, ni un ápice de lo siente o piensa. Incluso pensó en Claude como un asesino potencial, mientras él era un simple sacrificio.

—Tranquilo, no soy un asesino, pero… —soltó una risilla socarrona antes de continuar, la cual estremeció a Sebastián, que no sabía que era más perturbador, ¿qué Claude le contestara o que haya sonreído?—. Eres muy predecible y tus gestos dicen mucho de lo que piensas.

Dicho eso se acerco lentamente a su esposo, como si Sebastián fuera un animalito asustado y temiera ahuyentarlo, por lo que cuando estuvo a su lado se agacho solo lo suficiente para poder tomar la pequeña mano con la suya, dirigiéndolo dentro de la hacienda. Rápidamente se hizo notorio el cambio de temperatura, puesto a que estaba cálido, incluso Sebastián fue capaz de sentir un aire familiar dentro del lugar.

Conforme avanzaban por los amplios pasillos sentía su corazón al límite con la sola idea de que se encontraban completamente solos, claro que en ese instante el menor no contemplo a las personas del servicio. Creía que estaba encerrado en ese lugar olvidado por Dios y completamente alejado de la civilización, por lo que estaba inquieto, más que nada porque sabía lo que se aproximaba.

Sus siempre sonrosadas mejillas se tornaron pálidas cuando se detuvieron frente a una habitación. Posando su vista en Faustus, quien abría lentamente la puerta, soltando su manita para prender luz. Noto que hasta ese momento el varón a su lado nunca le soltó la mano mientras caminaban silenciosamente por los pasillos. 

—Pasa…

El menor no dijo absolutamente nada, porque entre más rápido terminara todo mejor para él. Tras un suspiro pesado se adentro a paso firme dentro del lugar, observando la amplia cama matrimonial en medio del lugar, instintivamente cerró sus ojos y apretó los puños con fuerza sobre la delicada tela del kimono. Sintió aquellos fuertes brazos rodearle, mientras el embriagador aroma, tan varonil y seductor inundo sus sentidos a tal grado que se relajo en cuestión de segundos.

Claude deposito un suave y tierno beso en su mejilla derecha, antes de separarse de Sebastián.

—Esta será tu habitación, si necesitas algo estaré en la de al lado.

Sus ojos se abrieron de la impresión, buscando toparse rápidamente con la mirada ámbar de Claude, que le veía un tanto curioso por el repentino cambio de actitud. Sebastián simplemente se quedo en blanco, ¿acaso ellos no iban a hacer “eso”? ¡Es que era idiota! En la iglesia no se tomo la molestia de besarlo como es debido y ahora resulta que no quiere tomarlo ¿de qué diablos se trata todo esto?

Se sentía ofendido e ignorado, pero sobre todo herido por el evidente rechazo que mostraba el hombre mayor para estar con él, incluso llego a considerar el hecho de que no era lo suficientemente atractivo para el varón. Pero eso era imposible, es decir, se trataba de Sebastián Michaelis, cualquiera quisiera estar con él.

—Espera —ordenó molesto, mientras le sujetaba del brazo.

Sebastián estaba evidentemente cabreado y Claude debería entender el porqué, a menos que fuera demasiado idiota y de hecho tampoco se lo perdonaría de ser así. Le dolía en demasía que ese hombre se comportara como un maldito santo con él, cuando era evidente que no lo era. Sentía que no era suficientemente bueno para satisfacerlo, incluso se cuestiono la posibilidad de que Faustus solo se casara para obtener mayores ganancias para su maldita empresa. Aunque eso era en parte cierto, aunado al hecho de que Sebastián siempre tuvo varios pretendientes que le decían lo atractivo que era, mismos rechazo porque no estaba interesado y ese hombre que le tiene ahí, lo da de lado como si nada.

—¿Qué pasa? —Cuestiono neutral. 

Sus miradas chocaron y la del pequeño doncel se mostraba molesta, mientras intentaba contener las lágrimas no derramadas que luchaban por querer salir de sus ojos. No podía creer que todavía se atreviera a preguntar, ¡debería ser más que evidente! Pero es que será cabrón. «¡Sabes perfectamente lo que pasa maldito!» Le grito en su fuero interno sin apartar su mirada de la contraria. Quería gritarle, estaba furioso, de hecho no definía si era más su enojo o el sentimiento de rechazo que se agolpaba en su pecho. Poniéndolo peor el hecho de que estuviera así por un hombre que ni siquiera conocía, claro que no era cualquier hombre, se trataba de su esposo, aun así, lo había visto por primera vez esta mañana y ahora resultaba hilarante el hecho de que no quisiera follar con él.

Sebastián debería sentirse feliz porque Claude le respetaba y le iba a dar su espacio, incluso creía (muy en su interior, pero lo hacía), que el hombre estaría dispuesto a esperar hasta que se sintiera completamente listo para estar con él de forma más intima. Un tanto dudoso podría decir que si le pidiera salir y conocerse es muy probable que él varón frente a él aceptara el ofrecimiento, sin embargo era todo lo contrario, tan solo estaba herido por el aparente rechazo, sintiéndose infeliz. ¡No quería esperar!

—¿Acaso no te gusto? —le soltó sin más.

Irónicamente comenzaba a arrepentirse de su arrebato, golpeándose mentalmente por su poco autocontrol, bien le había dicho Undertaker y es que simplemente no podía mantener su enorme boca cerrada cuando más lo necesitaba. Incluso su madre lo reprendía constantemente por el hecho de ser tan expresivo y exteriorizar todo lo que sentía de la forma menos sutil que existía. Bueno, al menos en esta ocasión no había gritado… aun.

Lentamente le soltó, ruborizándose cuando la mirada inquisitiva de Claude hizo un rápido escaneo de él, observándolo como un bicho raro por un par de segundos, logrando que se sintiera más ofendido de lo que ya estaba. Su cuerpo temblaba pero no precisamente de nervios, era enojo o algo similar, de hecho ni siquiera el propio Sebastián podría definir lo que estaba sintiendo en esos momentos, tan solo una cosa era clara y es que no estaba actuando como él.

—Me gustas y mucho —declaro como si nada.

—Entonces… porque…

Claude enarco una ceja en espera de que acabara la frase, pero ahora él no se encontraba muy seguro de querer continuar. Sabía que debía quedarse callado y no decir absolutamente nada, pero no podía contenerse por más tiempo…

—Entonces ¿por qué, qué? —le instó.

El tono de voz del mayor sonaba tan estúpidamente sensual a oídos de Sebastián, logrando que los colores se le subieran al rostro, pero tan tapido como se apoderaron de sus mejillas se fueron. Y es que la molesta sensación de que Claude se burlaba de él fue la gota que derramo el vaso, sin embargo la última parte racional que aún conservaba el pequeño doncel le estaba gritando que no podía acostarse con un tipo que conocía desde hace unas horas, pero resulta que el tipo frente a él era nada más y nada menos que Su jodido y amado esposo. Entonces la parte racional quedo en el olvido.

Tal vez debería quedarse callado…

—¿Por qué no quieres pasar la noche conmigo? Y ¿por qué no me besaste en la iglesia? ¿Acaso no te gusto? —Bramo claramente irritado, antes de tomar una gran bocanada de aíre—. ¡¿Qué no soy suficiente para ti?! —Estaba perdiendo los estribos, lo sabía muy bien, pero no le importaba en lo más mínimo… curiosamente nada le importaba si era con él—. ¡¿Por qué te casaste conmigo si ni siquiera me besas en los labios?!

Antes de que lo notara lágrimas de coraje resbalaban por sus pálidas mejillas, manteniendo los ojos cerrados mientras le gritaba cuanto pensamiento pasaba por su aturdida mente, pero ¿qué mierda pasaba con él? Cuando finalmente se detuvo agacho su cabeza claramente arrepentido.

Estaba a punto de salir de la habitación que en cuestión de segundos se torno silenciosa, pero Claude le tomo del brazo, atrayéndolo suavemente hacia su cuerpo, acurrucando al menor contra su pecho. Claro que no era un consuelo.

En un rápido movimiento tomo la barbilla del doncel con sus dedos para obligarlo a levantar el rostro, contemplando por un instante aquellos rubíes vidriosos que le miraban expectantes antes de presionar sus labios contra los de su esposo. 

Era un beso suave, demasiado. Su tacto era tan cálido y prolongado, mientras presionaba sutilmente sus labios contra los del mayor, sumergiéndose en un mar de sensaciones placenteras cuando una húmeda lengua delineo sensualmente sus belfos, obligándolo a separarlos para permitir que su pequeña cavidad fuera invadida, suspirando con necesidad mientras sus manos recorrían libremente la ancha espalda de Claude. Estremeciéndose entre esos fuertes brazos que le rodeaban protectoramente.

Se separaron solo cuando Sebastián soltó un suave jadeo en busca de aíre, apartando sutilmente a su pareja que le miro son una sonrisa ladina y un tanto socarrona, apreciando el fuerte sonrojo que se extendía por las mejillas del menor, acercándose provocativamente para lamer el fino hilillo de saliva que resbalaba por la comisura de sus labios.

—Eres más temperamental de lo que imaginaba, Michaelis —ronroneo contra su oído, apresando el lóbulo de su oreja, el cual mordisqueo con malicia.

Sebastián abrió sus ojos claramente sorprendido.

—¡Claro que no! —Chillo ofendido—. ¡Idiota! —Miro mal al mayor mientras inflaba sus mejillas en un claro puchero, que le hacían ver apetecible.

La mirada picara de Sebastián se paseo por el rostro de Claude, quien arrugo el ceño, colocando una expresión que curiosamente divertía al menor. Grave error, ahora se había convertido en la presa de aquel imponente hombre frente a él.

En un rápido movimiento lo aventó contra la gran cama posicionándose encima de él  a horcajadas. Ahora realmente se arrepentía de sus palabras tan impulsivas, porque bien pudo haber dejado que aquel varón se marchara de la habitación cuando tuvo la oportunidad, sin embargo ahora era demasiado tarde.

Claude hábilmente apreso las muñecas de Sebastián arriba de su cabeza con una sola mano, mientras lo besaba desenfrenadamente, logrando que el cuerpo del doncel bajo él se calentara de manera que resultaba insoportable. Mordiendo su labio inferior antes de separarse de aquel intenso contacto que dejo sin habla al más pequeño, quien solo podía jadear, sintiéndose aturdido por un solo beso que se apoderaba de su boca de forma deliciosa, deslizando su lengua por cada rincón, antes de enredarse con su compañera que difícilmente podía seguir el ritmo de tan apasionado beso.

Su otra mano se deslizaba lentamente por su costado, estremeciéndolo cuando acaricio su muslo, deslizando la fina tela del kimono hacia arriba para poder tocar directamente aquella deliciosa y nívea piel, tan suave al tacto. Por primera vez en toda su vida tenía miedo de algo que él había provocado, pero las firmes manos de Claude sobre su pierna desnuda le hacían olvidar ese pensamiento.

Con su lengua delineo los suaves belfos del menor, como si quisiera dibujarlos, grabarse a la perfección su forma, su sabor y su contorno. Sin levantar el rostro comenzó a besar y morder la delicada piel del cuello de Sebastián, quien se limito a echar su cabeza hacia atrás para darle mayor acceso a su pareja, sintiendo aquel cuerpo caliente e impaciente que se deleitaba encima de él.

Claude impedía cualquier movimiento del pequeño, mientras maliciosamente separaba las piernas de su doncel con la rodilla, posicionándose entre ellas, rosando descaradamente su miembro.

Sus pequeñas manos se apretaron en puños cuando soltó un vergonzoso gemido, escondiendo instintivamente su rostro en el cuello del hombre mayor, que se estremeció cuando Sebastián inhalo profundamente su esencia, mordiendo el lóbulo de su oreja de la misma manera que él lo hacía momentos antes.

Por lo que tras un ronroneo profundo del menor dejo salir una sonrisa ladina, simplemente su pequeña pareja era condenadamente sensual y apetecible con esa expresión de excitación en su angelical rostro, que no dudo en volver a asaltar aquellos labios que torpemente le correspondían.

No entendía nada. Ni siquiera sabía porque se estaba excitando con aquel constante rose de su piel, aquellas manos lo recorrían libremente y le asustaba el hecho de que disfrutaba cada caricia que le proporcionaban esas frías manos que le desvestían con desespero. Finalmente el obi había cedido y actualmente se encontraba en el borde de la inmensa cama, su pecho había quedado descubierto, revelando aquellos apetecibles botoncitos rosáceos que esperaban ser mimados.

Sus besos se dirigieron descaradamente a su pecho, donde besaba, chupaba y mordía con fuerza, los pezones de Sebastián, dejando visibles marcas que tardarían en desaparecer. Le excitaba la sola idea de marcar aquel pequeño cuerpo como suyo. Maldita imaginación suya que fantaseaba con doblegar a ese esquivo doncel, domarlo y dejarlo a su merced, quería escucharlo gemir su nombre y que pidiera más como una putita, su putita.

La sensación de sentir como su piel era apresada entre esos labios era realmente inigualable, enviando corrientes de electricidad por su espalda, arqueándose de tal manera que parecía ofrecer su pecho desnudo a aquel hombre que le miraba fascinado, con sus misteriosos ojos ámbar que buscaron los del menor.

—¡Ah~! D-Detente —suspiró tras un gemido gutural—. ¡Déjame!  

La dulce voz del doncel era baja y entrecortada, casi suplicante, sin embargo Claude ignoro aquella petición que en vez de querer detenerlo le incitaba a continuar, provocándole aun más morbo el hecho de ver al menor pedirle que se detuviera con las mejillas sonrojadas, y los labios entreabiertos de los cuales escurría un pequeño hilo de baba que descendía hasta su firme pecho.

Suavemente el kimono era retirado del doncel, dejando completamente descubierta la parte superior de su cuerpo, mientras Claude comenzaba un nuevo recorrido de besos húmedos desde el cuellos, pasando por la clavícula donde se detuvo, apresando la suave piel entre sus labios antes de succionar un poco, creando una pequeña marca amoratada que hizo gemir sonoramente a Sebastián, por lo que motivado siguió bajando cada vez más, deslizando devotamente su lengua de forma circular por uno de sus pezones, antes de repetir el mismo proceso con el otro. Cuando finalmente estuvieron erectos sonrió orgulloso, soltando un poco las pequeñas muñecas del doncel, para apoyarse mejor y llenar de besos el vientre de su pareja, deteniéndose justamente en el ombligo.

Se sentía extraño, más que eso, debido a que una parte de él quería que se detuviera, por lo que cuando sus muñecas fueron liberadas no dudo en golpear con relativa fuerza a su bastardo esposo. En un vano intento por que se apartara de su cuerpo, pero para su sorpresa le propino una tremenda bofetada, que lo dejo confundido, logrando que su labio inferior comenzara a sangrar, pero él no se detuvo, al contrario volvió a besarlo con fuerza, oprimiendo sus labios de manera ruda contra los de un desconcertado Sebastián que se quedaba sin aliento por el descarado ultraje a su boca.

En ese momento sintió la mano de Claude meterse entre su ropa interior, acariciando lentamente su miembro, el cual estaba más despierto que nunca. No lo entendía. No podía concentrarse con esa boca que hacía un trabajo estupendo en su pecho, no dejaba ni un centímetro sin ser besado, aun así inevitablemente se asusto, y lo peor de todo es que no era precisamente de Claude. Estaba aterrado de él mismo y de sus pensamientos, del hecho de que disfrutaba enormemente de un contacto tan bruto y salvaje, acaso ¿lo estaba gozando?

Sabía que la respuesta era un inminente si, incluso creía que si el hombre mayor le diera un azote en la nalga se correría. Estaba loco, no era normal, nada lo era, ni lo que sentía ni lo que pasaba. Prácticamente lo estaba violando, de hecho lo está violando, no es posible que lo disfrutara. Escalofriantemente lo hacía y mucho, incluso ansiaba más.  

—¡Detente!... por favor… —pidió retorciéndose bajo el cuerpo de su esposo.

Pero igual que la primera vez, no le hizo el menor de los casos y comenzó a despojarlo completamente del blanco kimono que no tardo en estar botado junto al obi que momentos antes arrojo lejos. Esos ojos ámbar resplandecieron con un brillo de lujuria al recorrer el cuerpo casi desnudo de Sebastián, deteniendo su mirada en la preciosa ropa interior de encaje en color blanco, la cual arranco de su cuerpo con una sonrisa maliciosa.

Deleitándose del furioso sonrojo que se apodero de las mejillas de su pareja cuando lentamente coloco sus manos sobre las rodillas de Sebastián, quien dio un respingo al sentir como sus piernas eran separadas, solo lo suficiente para permitirle a su esposo acomodarse entre ellas, contrayendo su cuerpo cuando el primer beso fue depositado en el muslo interno de su pierna. Los labios de Claude subían cadenciosamente, deteniéndose a centímetros de su miembro en el cual deposito un pequeño beso antes de engullir toda su longitud de un solo golpe, empezando con una felación lenta, subiendo y bajando rítmicamente mientras masajeaba sus testículos con una mano.

Nunca había experimentado algo así, de hecho nunca pensó siquiera llegar a sentir una sensación tan excitante y vergonzosa a la vez, por lo que cuando Claude apretó sus labios en la punta del pene del menor, fue simplemente demasiado, por lo que sin previo aviso termino por correrse en la boca de su pareja, escuchándolo más que abochornado el cómo tragaba toda su esencia, lamiéndose los labios antes de mirar lascivamente a su doncel.

—Eres delicioso —declaro a la par que depositaba un beso en la mejilla del pequeño—. Lo probare todo de ti —dijo con voz grave estremeciendo al doncel.

Durante unos segundos el cuarto se lleno de un completo silencio mientras Sebastián permanecía en la cama completamente inmóvil, componiéndose de su primer orgasmo. Parecía mudo a la vez que se encontraba tembloroso y aniquilado con las jodidas caricias de Claude, dando un pequeño respiro cuando el colchón se hundió un poco lejos de él, observando atentamente como su pareja se despojaba de sus ropas, pero sobre todo el sonido de su zíper al bajar le causo escalofríos. 

—C-Claude… ¿Qué vas a hacer, estúpida araña? —Cuestiono con un hilo de voz por lo cansado que se encontraba, aun así se obligo a mantener los ojos abiertos.

El varón ni siquiera contesto, solo le tomo de los cabellos, dejándole a la altura de su enorme falo, observando complacido el brillo en los ojos de su esposo.

—Es hora de darle otro uso a esa linda boquita tuya…  —Y sin más metió su palpitante miembro en la boca de un preocupado Sebastián que creía que se ahogaría por tener semejante falo en la boca.

Irónicamente para él no era alarmante el hecho de haber mirado fascinado aquel pedazo de carne: palpitante y caliente a su gusto. Estaba más que encantado mirando la punta rojiza, de la cual escurría una deliciosa gotita de liquido pre-seminal que se le antojo probar, mientras su dedo delineaba aquella vena que delineo con sutileza. Instintivamente separo los labios, fascinado y ansioso, provocando que se atragantara al querer engullirlo de una sola vez. Ni siquiera paso por su mente el hecho de negarse, por lo que finalmente cedió un tanto avergonzado al capricho de él.

Coloco sus manos sobre las caderas del azabache para sostenerse, pero él comenzó a moverlas simulando penetraciones dentro de su boca, obligándolo a ladear un poco el rostro para no atragantarse, sintiendo como aquellos finos y largos dedos se deslizaban por su sedoso cabello, mimándolo un poco antes de imponerle un ritmo más rápido que logro sacar un gemido gutural de Claude. A cada segundo se excitaba aun más, comenzando a mover su lengua otorgándole un placer mayor, mientras inconscientemente llevo su mano a su propio miembro intentando satisfacerse.

Ambos sabían que pronto llegarían al clímax, pero correrse no estaba aun dentro de los planes del ambarino, por lo que rápidamente aparto a Sebastián de su cuerpo que le miro entre desafiante y molesto.

Complacido al ver aquel gesto, le tomo suavemente de la barbilla, besando su nariz antes de deslizar tres dedos dentro de su boca, mientras con la otra mano levantaba las caderas de su dulce esposo. Faustus aspiraba lentamente aquel delicioso aroma a vainilla, deslizando su nariz desde la frente hasta el cabello de un hipnotizado Sebastián que comenzaba a suspirar con anhelo de ser tocado, conformándose con múltiples besos repartidos por su cuerpo. Llegando al éxtasis con esas firmes caricias, mientras retiraba los dedos de esa pequeña y apetecible boquita, deslizándolos por el costado del doncel.

—C-Claude —gimió su nombre al sentir como aquellos dedos acariciaban su entrada. Delicadamente el hombre mayor le guiaba de tal manera que su espalda quedo por completo recostada en la suave superficie de la cama. Sin embargo estaba a punto de pedirle una locura, pero no le importaba, si era Claude nada más le importaba—. Métemela sin prepararme —Jadeo cuando el primer dedo presiono un poco para adentrarse.

No sabía de dónde había tomado el valor necesario para decir aquello. Sus mejillas estaban coloreadas de un intenso carmín al momento de tomar la mano de su pareja y retirarla de ese lugar tan intimo, evitando que le preparara. Necesitaba sentirlo, pero no de la forma convencional, no deseaba que fuera dulce y el solo pensamiento de ser poseído de forma salvaje, siendo embestido por ese perfecto ejemplar de hombre era más que excitante, estaba demasiado húmedo y no deseaba esperar.

Observo aquellos hipnóticos ojos ámbar que le fascinaron desde el primer momento en que los vio. Entrelazo sus dedos en su fino y sedoso cabello mientras lo acercaba lentamente, pegándolo a su cuerpo. Decir que estaba completamente excitado era poco y su esposo lo notaba, regalándole picaras miradas y seductoras sonrisas mientras pasaba su lengua por sus labios; sintiéndose más deseado que nunca. Aunque Sebastián no sabía en qué momento comenzó a desearlo con tanta intensidad. Todo lo que anhelaba era que Claude lo penetrara salvajemente, que lo partiera en dos, la sola idea de pensar en ese delicioso dolor le es placentero, y lo suficiente excitante para prenderlo.

—Sebastián —escucho su nombre salir de aquellos sensuales labios.

Enredo sus brazos alrededor del cuello del hombre mayor al tiempo que él se acomodaba entre sus piernas y comenzaba a frotar la punta de su miembro contra la húmeda  y deliciosa entrada de su doncel, era un suave movimiento de arriba hacia abajo que le erizaba la piel por completo, antes de ponerlo sumamente nervioso. Finalmente sintió como la punta de aquel enorme falo presionaba su entrada, arremetiendo contra su cuerpo, introduciéndose de una sola estocada, certera y profunda.

—¡Claude! —Grito al sentirle por completo, echando la cabeza hacia atrás. Parecía que le había desgarrado, pero poco le importaba, sentía un inmenso dolor, pero a pesar de todo eso hacía que deseara más—. Maldita sea, muévete —ordenó, no quería que esperara a que se acostumbrara, quería sentirlo moverse bestialmente dentro de él.

Aquel sensual moreno arremetía fuertemente contra él, mientras Sebastián observaba extasiado la frente perlada en sudor de su esposo y como sus mechones azabaches se pegaban a ella. “Bastardo y sensual Claude” Creyó haber mascullado para él, pero por aquella sonrisa llena de prepotencia con un deje de malicia no le fue difícil adivinar que lo había escuchado fuerte y claro. Propinándole una potente estocada en aquel delicioso punto que le hacía delirar de placer. Sintiendo un espeso liquido resbalar de entre sus nalgas cada que aquel varón arremetía con ímpetu.

Su miembro era tan grueso que le llenaba por completo, no podía hacer nada más  que gemir su nombre y pedir por más. Sus sonidos de placer se entremezclaban en aquella habitación, levemente iluminada por los rayos de luna que se filtraban a través de la ventana. Con cada segundo que pasaba los suaves jadeos pasaron a convertirse en gemidos y en gritos de satisfacción que pedían por más. El menor se aferraba a la fuerte espalda de su amante, clavándole las uñas sin consideración provocando que comenzara a sangrar por sus arañazos.

Solo hicieron falta unas cuantas estocadas más, dirigidas a ese punto de placer para que volviera a tener un delicioso orgasmo, dejando salir su semilla entre sus abdómenes mientras que Claude hundió su cadera contra el pequeño doncel llenándolo de su esencia caliente, que le provoco un ligero ardor. Y con la misma delicadeza que entro se retiro de su cuerpo, recostándose a un lado, intentando normalizar su respiración.

—¿Estás bien? —Pregunto un poco alterado acurrucándolo contra su pecho.

Sebastián le miro desconcertado, afilando la mirada, primero lo viola y después se preocupa, que persona tan extraña es ese hombre: Claude Faustus.

—Creo que sí —contesto apenado, girándose un poco para ver a su pareja pero el inminente dolor le hizo soltar un agudo quejido, el cual intento acallar cubriéndose rápidamente la boca—. ¡Me duele! —grito sin pudor alguno logrando hacer que el mayor riera por su expresión.

Él, Claude, realmente es un demonio, uno muy sádico y precisamente Sebastián acababa de comprobarlo, aunque muy a su pesar se dio cuenta que el también era un demonio, uno muy masoquista, por lo que tal parece que eran el uno para el otro. Tal vez no lo conocía mucho, pero si sabía que él era primero en ver esa hermosa sonrisa y también sería el último.

—No parecías quejarte tanto hace unos segundos, ya que gritabas fuertemente “¡Ahí, dame duro! o ¡Más, dame más!” —Le imito con socarronería provocando una mirada asesina de aquel dulce doncel.

—Estúpida araña.

—¿Por qué araña?

—Porque son feas como tú.

Ahí estaba otra vez la risa de su Claude, porque ahora era solo suyo.

—Y tú eres mi cuervo —roso la punta de su nariz con la de su esposo y antes de que pudiera replicarle algo coloco su dedo índice sobre sus labios—. Por escandaloso… ahora ¿qué te parece una segunda ronda?

Estaba a punto de negarse, ¿cómo que una segunda ronda? Era más que claro que se desmayaría y el hecho de sentirse como si le hubiera atropellado un bus le hizo estar nervioso. Ese hombre era insaciable, por lo que intento escapar de las garras de su esposo sentándose de golpe en la cama, sintiendo un punzante dolor en la parte baja de su cadera, mismo que se extendía rápidamente por todo su cuerpo obligándolo a contraer sus músculos.

Al ver divertido el intento de huida de su pareja aprovecho el momento para sentarse detrás de él y rodearlo con sus brazos. Empezando a repartir dulces besos por todo su cuello y nuca, lo cual hacia que los bellitos de esa zona se erizaran por su tacto.

Sus hábiles manos recorrían el pecho del menor, estimulando sus pezones a la par que su traviesa lengua lamia el lóbulo de la oreja de su doncel. Claude lo hacía gemir con una facilidad indescriptible y retorcerse bajo su cuerpo pidiendo por más. Cuando las frías manos abandonaron su pecho, solo lo hicieron para atender el miembro de su pareja que comenzaba a despertar. Un poco incomodo, Sebastián se removió sintiendo la palpitante erección contra sus nalgas, provocándole una sensación exquisita.

Lentamente lo coloco en cuatro repartiendo besos sobre la nívea espalda. Logrando que se perdiera en el placer nuevamente, sobre todo cuando los labios de Claude se detuvieron en su espalda baja, y sus grandes manos se posaron descaradamente sobre sus suaves y redonditas nalgas, separándolas para permitirle a aquella lengua recorrer su rosada entrada, adentrándose sutilmente, sacando un fuerte gemido de Sebastián por su repentino acto.

Esta vez lo penetro lentamente, centímetro a centímetro se fue adentrando en su cálido interior, moviéndose delicadamente, masturbándolo al ritmo de su vaivén de caderas, incrementando la intensidad poco a poco, sin dejar de besar la espalda y el cuello de su esposo, notando como una fina capa de sudor le hacía brillar un poco bajo la tenue luz de luna.

El pequeño doncel solo podía sostenerse fuertemente de las sabanas, intentaba no caer debido a que sus brazos no aguantarían mucho más tiempo y él lo sabía, por lo que sus estocadas aumentaron la intensidad, viniéndose cuando su miembro fue deliciosamente apresado por las cálidas paredes del menor, que había llegado al orgasmo manchando las sabanas bajo su cuerpo tembloroso. Finalmente, ambos cayeron rendidos en la cama, abrazados y con la respiración agitada que inútilmente trataban de normalizar.

Su cuerpo entero había sido arrasado por una llamarada de placer desbordante, misma que le cobraría factura en la mañana, pero no quería pensar en eso, al menos no ahora y fue así como se entrego a un profundo sueño en brazos de su esposo.

Al abrir los ojos se encontraba completamente solo en aquel enorme cuarto, acurrucado entre las sabanas, las cuales olían a él. Aun estaba cansado y sus ojos se negaban a abrirse, aun así por su mente pasaban escenas de la noche anterior, coloreando sus mejillas de carmín, el cual se iba extendiendo rápidamente por todo su rostro. Divagaba entre recuerdos cuando de manera somnolienta abrió los ojos y le vio entrar por la puerta del cuarto con un delicioso desayuno, hecho solamente para él.

—Amor —ronroneo sobre su oído cuando llego a su lado—. ¿Cómo te encuentras?

—Me duele todo —musito escondiendo su rostro entre las sabanas.

Claude se sentó a su lado, deslizando sutilmente su nariz sobre la mejilla de Sebastián, antes de depositar un besito en su cabeza.

—¿Quieres que te ayude a bañarte?

—Y-Yo puedo solo ¡Pervertido! —Se escandalizo, intentando incorporarse en la cama, pero el fuerte dolor en su cadera le hizo soltar un chillido aferrándose a Claude, quien preocupado lo tomo en brazos llevándolo hasta el baño y depositándolo con cuidado en la bañera que previamente había llenado, complacido de escuchar un suspiro de alivio salir de los labios de su doncel.

—Lamento esto —deslizo su dedo índice sobre el labio inferior del menor, el cual estaba ligeramente hinchado.

Se sentía más que culpable, puesto que se había comportado como una bestia salvaje con su esposo, por lo que si este le dijera en esos momentos que le odiaba realmente no se sorprendería, sin embargo el hecho de que las pequeñas manitas de Sebastián lo tomaran del rostro para verlo a los ojos le desconcertó, al menos hasta que vio la pequeña negativa de este, seguido de un suave beso en los labios, permitiéndose regalarle una cálida sonrisa al lindo chico que se sonrojo de forma adorable.

—Ah… esto… Faustus-sama.

—Claude —gruño el mayor ganando la atención del pequeño—. Solo Claude.

—¡Eh! —Le miro sorprendido, ya que Cordelia le había advertido muy seriamente que nunca fuera irrespetuoso con su esposo, incluso ella llamaba a su padre con honoríficos—. Pero es que… yo no puedo.

—Ayer en la noche parecía que si podías —comento con malicia viendo el sonrojo de un avergonzado Sebastián, y el hecho de estar desnudo en la bañera no ayudaba nada—. Anoche era “estúpida araña”, ¿ahora soy Faustus-sama? 

—Pero es que… —intento volver a protestar, pero los labios del mayor lo silenciaron.

—Claude~ —susurro de forma lenta y pausada, haciendo que el menor asintiera con una enorme sonrisa que decoraba su rostro—. Por cierto, ¿qué querías decirme?

—Oh… bueno, la verdad… esto —balbuceo mirando hacia otro lado—. ¿Por qué vinimos aquí? —Pregunto tímidamente, esperando no molestar al azabache.

—Mmm —fue todo lo que escucho, mientras Claude le ayudaba a bañarse. No quería hacer que se molestara aun más pidiéndole que se marchara por lo que bastante abochornado se dejo hacer, hasta que finalmente estaba listo.

Sorprendentemente el moreno le ayudo a salir de la bañera y le llevo cargando hasta la cama, que para su sorpresa estaba perfectamente ordenada, bueno ahora estaba seguro que no podría ver a la cara a ningún empleado sin sentirse incomodo. Pero cuando levanto la vista se encontró con la figura de su esposo que acomodaba su ropa junto a él para que se vistiera, sintiéndose un inútil-avergonzado. Sacudió ligeramente la cabeza al percatarse de que era la primera vez que veía atentamente al moreno, el cual portaba un pantalón blanco y una camisa negra abierta de los dos primeros botones.

Malditamente atractivo.

—¿Necesitas ayuda? —cuestiono con aparente calma, desviando el rostro para que Sebastián no viera aquel minúsculo sonrojo que apareció por segundos en sus mejillas.

—C-Claro que no —exclamo haciendo un movimiento brusco que le hizo soltar un chillido de dolor y encogerse un poco, sintiéndose como niño regañado cuando Claude poso su vista sobre él arqueando una ceja—. Pervertido —mascullo.

—Parece que eso es un sí —murmuro mientras ayudaba a su pareja a vestirse.

Sabía que la primera vez de un doncel era complicado, por el hecho de aquel terrible dolor en la cadera que se extendía por todo su cuerpo con cualquier movimiento brusco, lo cual hacia que no se pudieran mover libremente por un par de días, sin embargo con Sebastián era diferente. Su pequeño difícilmente se movía y cuando lo hacía era inevitable que soltara un gritillo de dolor y sus ojos se cristalizaran, esa era la principal razón por la cual no le hubiese importado esperar un poco más para intimar, pero sus palabras… tan solo perdió el control y aquellas enormes ganas de poseerlo de forma salvaje lo dominaron, por lo que ahora encantado le ayudaba, después de todo la culpa era mayormente suya.

Claro que Sebastián no se quedaba atrás, ¿y es que como se le ocurre gritarle que lo penetre sin preparar? Era lógico que su instinto saliera a relucir. Cuando termino de vestir a un terco Sebastián que se resistía a ser mimado sonrió de lado al ver su adorable mohín.

—No era necesario —dijo entre molesto y apenado.

—Lo sé —se sentó a su lado dándole la charola de comida—. Ayer hable con Cordelia en la mañana y me comento que habías estado un poco estresado, imagine que sería por la boda, así que decidí venir aquí un par de días para que te relajaras y ya después podríamos ir a donde tu quisieras, ya que tenemos un mes para disfrutar de nuestra luna de miel. 

»También quería que conocieras esta hacienda, la cual perteneció a mi madre y me trae muy buenos recuerdos, por lo mismo no conozco otro lugar más tranquilo que este.

El menor sonrió  ladinamente al observar a Claude, quien estaba en lo cierto ya que era un lugar bastante tranquilo, por lo que cuando pudiera moverse le pediría que le enseñara todo, al menos mientras pensaba donde quería ir en su luna de miel. Venecia era una buena idea… tal vez.

... 

Sebastián jamás planeo conocer a ese hombre, mucho menos casarse con él a los dieciocho años, pero a pesar de que todo fue tan rápido no se arrepentía de absolutamente nada, al menos tenía otra cosa que agradecerle a sus padres, porque Claude era todo lo que siempre busco en alguien y todo lo que necesitaba. Muchas veces discutían y peleaban como cualquier pareja y es que no todo puede ser miel sobre hojuelas, claro que siempre es por cosas sin sentido, lo curioso es que cada que el azabache se molestaba con él le llamaba “Michaelis”.

Irónicamente en sus labios sonaba tan malditamente sensual su apellido que terminaba saltando a los brazos de aquel hombre, devorando sus labios a besos. Algo sumamente curioso para Sebastián es que muchos se sorprenden de su relación, ya que no es un secreto para nadie lo inexpresivo, frio y antisocial que puede llegar a ser Claude, mientras que él es alguien temperamental, escandaloso y siempre busca imponer su santa voluntad. Se le hace gracioso el hecho de que lo cataloguen como un sádico que logro domar al imponente Claude Faustus, cuando todo es al revés, claro que eso es algo que solo ellos dos pueden saber.

Actualmente había pasado exactamente un año desde que se unieron en santo matrimonio (aunque de santo no tenía nada). Claude seguía a cargo de las empresas mientras él se dedicaba a trabajar como un chef en un café, en el centro de la ciudad. Siempre amo hacer postres y gracias a Cordelia —quien dulcemente le obligo—, había tomado clases de repostería, descubriendo que era todo un genio en eso y a pesar de que en un principio sus padres se escandalizaron y opusieron rotundamente, porque “¿Cómo era posible que él teniéndolo todo quisiera buscar un vulgar trabajo como ese?”.

Según su madre era rebajarse, humillarse y dejar mal a la familia, porque ella no lo había educado para trabajar en un establecimiento de tercera haciendo algo de tan bajo nivel. Solo en una cosa tenían razón, Sebastián no tenía la necesidad de trabajar porque bien o mal lo tenía todo, claro que el pequeño doncel no lo hacía por dinero, sino para poder sentirse útil y productivo porque él no era una muñequita de aparador que se quedara quieto.

En cuanto a Claude, siendo sinceros él creía que Sebastián era demasiado lindo e inocente, por lo cual ansiaba encerrarlo y tenerlo solo para él. Claro que era un pensamiento por demás egoísta y posesivo, por lo que decidió apoyar a su pequeño doncel, aunque lo conocía lo suficiente como para saber que si él lo aprobaba o no terminaría haciendo lo que quería y es que era un terco y cabezón de primera. A regañadientes sus padres aceptaron, pero algo que no se esperaron nunca fue que Claude les dejo muy en claro que ahora él era esposo de Sebastián, por lo tanto ya no se podían inmiscuir en su vida, acción que silenciosamente agradeció el menor.

La única condición que le pusieron, tanto Claude como sus padres fue que tuviera cuidado porque había muchos pervertidos y es que cuando Robert no le convenció con la idea de comprar una cadena de restaurante para que él pueda administrar se dio por vencido aceptando que su pequeño trabajara en ese lugar.

Tras un par de meses trabajando en el café “Kuroshitsuji”, se sentía realmente feliz de poder hacer una actividad diferente a las que siempre mencionaba su madre, curiosamente no trabajaba tanto, solo unas cuantas horas aun así se esforzaba al máximo, ya que cada que él estaba en el café había un sinfín de clientes en espera de ser atendidos y su jefa Victoria, una mujer de cabello plateado estaba más que encantado de que él estuviera ahí.

Con una sonrisa Sebastián se despidió de todos cuando salió, debido a que hoy termino su turno una hora antes por motivo de su aniversario. Al estar fuera observo el letrero del lugar, que ponía con letras doradas “Kuroshitsuji”. Cuando motivado por su gran curiosidad le pregunto a Victoria por el nombre, ella solo se encogió de hombros y le dijo que su esposo despertó un día diciendo que tendría un café con ese nombre y que sería muy popular. Sebastián rio sonoramente y es que su sueño se había hecho realidad.

Abrocho su suéter antes de seguir caminando por las calles, que extrañamente se encontraban vacías a pesar de que aun no era tan tarde. Dio un suspiro mientras avanzaba como de costumbre directo a la parada del autobús, y es que él odiaba manejar, sabía hacerlo muy bien, incluso tenía su licencia, pero simplemente era que no le gustaba hacerlo, por lo que prefería el trasporte público, aunque tenía que caminar par de calles para llegar a la parada del autobús.

Recordaba cómo había discutido por eso con Claude, debido a que se negó a llevarse su auto al trabajo, era evidente que no podía llegar conduciendo un Aston Martin, porque ¿Qué dirían sus compañeros del trabajo si llegaba día a día en un carro último modelo? No es que le avergonzara ser rico, es solo que no le agradaría que lo trataran diferente o que se acercaran queriendo ser sus amigos por dinero. Era más que evidente que Claude se molesto con él por su terquedad y amenazo con mandar al chofer a recogerlo todos los días, sin embargo su negativa siempre fue la misma.

—Esa estúpida araña puede ser muy molesta —susurro para sí mismo mientras tranquilamente caminaba por la calle.

Conforme avanzaba un extraño escalofrió le recorrió el cuerpo, erizándole los bellitos de la nuca. De forma inquieta volteo a todos lados dándose cuenta que la calle estaba completamente sola, mientras las lámparas del alumbrado comienzan a tintinear para prenderse, dándole un aspecto bastante tétrico al lugar, aunque afortunadamente estaba a casi nada de llegar a la parada, por lo que se permitió sonreír despreocupado.

De su bolsillo saco su celular para mirar la hora, cuando sintió unos pasos cerca de él logrando que su cuerpo se tensara por completo, al girar sobre sus talones su rostro comenzó a palidecer al darse cuenta que no había absolutamente nadie. Suspiro aliviado mientras se daba vuelta para seguir su camino, cuando de la nada su rostro es cubierto por un paño húmedo. Temeroso solo puede pensar en que Claude tenía razón, mientras cierra lentamente los ojos quedando a merced de su agresor…

~ * o0O0o ~ ♦ ~ o0O0o * ~

Continuara

Notas finales:

Espero que les haya gustado, ese es el final, pero si veo que les gusto are un pequeño capítulo "extra" explicando que paso después XD de lo contrario así lo dejare :3 Sin más yo me despido y les deseo un excelente día/tarde/noche. 


Haruka Eastwood


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