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Las crónicas de Nico di Ángelo por Tycana

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Notas del capitulo:

Ey!!! lamento mucho mi ausencia, realmente no quería que pasara tanto pero aqui estoy, luchando por escribir. Espero les guste.

A partir de ahora la historia se tornará un tanto extraña, y es que tengo demasiada imaginación. Perdonen

-  ¿De qué hablas Di Ángelo? – Will comenzó a reír nerviosamente, mientras se agachaba para recoger las cosas – ya sé que últimamente te has sentido muy débil, pero no creo que sea nada para exagerar – a pesar de que quisiese evitar su nerviosismo, Nico notó como sus manos temblaban y su voz titubeaba.

-  Lo que oíste Solace, estoy muriendo, y ni tú, ni nadie podrá evitarlo – No quería mostrar lo poco que deseaba su situación, sin embargo todos se lo habían dicho, incluso la mirada de Pan se lo advirtió aun cuando no quiso hablar con él. Todos le tenían lastima, no dejaría que Will también lo hiciese.

-  Calla Nico, no morirás, ninguno de nosotros va a dejar que pase, solo debes tener la mente positiva y ya verás – Anabeth intento zafar el momento incomodo, sin embargo en ese momento Will se acercaba a apartarles de la cama de Nico.

-  Si me disculpan, necesito revisar a mi paciente – dejo la bandeja en la repisa de al lado de la cama y saco un estetoscopio de una de las gavetas.

-  ¿Acaso no escuchaste Solace? Entiende que ni tus dones de hijo de Apolo le salvarán, hay que actuar – Percy no se quería dejar alejar de Nico, después de todo seguía queriéndole como a un hermano pequeño; sin contar la promesa que tenía con su hermana Bianca – Venga hombre.

-  Déjalo Percy, estoy dispuesto a aceptarlo – la voz de Nico era apagada, débil, y sin embargo, esas simples palabras hicieron eco en los oídos del rubio.

-  ¿Puedes dejar de ser tan trágico? ¿Por qué no simplemente tienes un final feliz? – había comenzado a alzar la voz, haciendo que las náyades que se encontraban fuera de la enfermería asomasen su cabeza por las ventanas – ¡no porque seas un jodido hijo de hades tienes que terminar muerto!

-  ¡No le hables así! Además ¿Se puede saber que te puede interesar a ti Nico después de que llevas ignorándole desde que entró al campamento? – Percy se veía furioso, tanto que Nico podía asegurar que de no ser porque Anabeth le sostenía la mano, hubiese golpeado en la cara a Will.

-  ¡Tú no sabes nada Jackson! – exclamó el rubio destrozando un termómetro que recientemente acababa de sacar – no saques tus propias conclusiones, después de todo yo no soy el que no pudo cuidar a su hermana.

-  Debe ser que tu estuviste allí para salvarlo de la mantícora, o para ayudarle a salir del laberinto, o siquiera viste cuan mal estaba cuando salió del tártaro – la mirada del hijo del Dios del mar chispeaba como si la de un hijo de Ares se tratase, sentía rabia, sentía ira...

-  ¡Basta! Ninguno de ustedes estuvo allí, acepten las cosas tal cual son – Nico se había levantado de la cama e hizo algo de lo que sabía podía arrepentirse – adiós – en ese momento desapareció entre las sombras.

 

 

Se sentía débil, era como si hubiese cargado con el triple de su peso desde hacía kilómetros atrás. No sabía dónde podía estar, todo estaba oscuro misteriosamente y parecía como si estuviese solo.

“Por suerte no acabé en china” pensó mientras se levantaba a tropezones intentando mantenerse apoyado en la nada que le rodeaba. Con lentitud comenzó a caminar hacia su derecha, por fortuna uno de los beneficios de los hijos de Hades, era que la oscuridad no era un problema para él, más bien se ubicaba mucho mejor en ella.

-  ¿Quién está allí? – preguntó una voz que no podía detallar.

-  No te haré daño, soy Nico – se acercó a dónde provenía la voz y alcanzó a ver una leve silueta femenina acurrucada en una esquina de aquella misteriosa bodega – tu... ¿Quién eres?

-  Soy Epylo y es mejor que no te acerques, podría hacerte daño – Nico pudo detallarle un poco más. Su piel era pálida y a diferencia de la suya esta tenía un tono grisáceo, tenía unos grilletes de hierro estigio que amarraban sus piernas a una pared de bronce celestial, podía verse cada una de las heridas que le habían causado. En efecto, no era una simple mortal.

-  Descuida, soy igual que tú, no soy completamente humano...

-  Lo sé, hueles a semidiós – respondió ella arrugando el entrecejo y frunciendo la nariz – eres un hijo de Hades, te vi llegar, además, apestas al inframundo y al tártaro, créeme, he estado allí – su piel se erizó y parecía como si temblase.

-   ¿Eres un monstruo? – preguntó acercándose aún más, la situación le llamaba mucho la atención.

-  Me ofendes, la agudeza de mi olfato no me convierte en monstruo, mi nombre se origina de epikíndyno óplo, que significa

-  Arma de gran peligro... Pero... exactamente que eres ¿Un arma dañada?

-  Exacto, así que si los dioses decidieron dejarme aquí, atrapada en el interior de una cueva subterránea, custodiada por Atenea y Ares, es porque no salí bien – dijo algo en un  susurro y por su cuerpo comenzaron a surgir ondas eléctricas y su cuerpo se volvía robótico – esto es de Hefesto, él se encargó de crearme – extendió su mano y una chispa de electricidad surgió – Zeus me dio el poder de sus truenos y de allí nace mi energía eterna bajo la que se rige este autómata – extendió ahora la mano izquierda – Poseidón me dio de su poder marítimo, tu padre me otorgó muchas cosas, entre ellas la capacidad de viajar entre las sombras y el poder de traer de vuelta y hablar con los muertos...

-  ¿Estás queriendo decirme que todos los dioses te otorgaron dones? – preguntó intrigado mientras observaba ambas manos de la chica.

-  No todos, Hera no accedió a este trato, en cuanto a Ares, me dio su habilidad en batalla, gracias a Atenea tengo el don de la sabiduría, Afrodita me maldijo con su supuesta “bendición” ya que por desgracia puedo observar a cualquier persona y determinar toda su vida sexualmente amorosa y seducirle... – soltó una carcajada al ver la expresión asustada de Nico – exacto, supe que eras gay desde un inicio... Hermes me dio su habilidad con la comunicación y el poder para ser sigilosa, Apolo me otorgó su habilidad músico-medicinal con la que puedo así como algunos de sus hijos, curar heridas con mi canto, solo que algo más fuerte... – se estiró para tocar la mano de Nico y dio un largo suspiro – alguien ha dejado de cuidarse tanto como debería, morirás en una semana.

-  Ya me lo esperaba, ¿Puedes adelantar un poco el proceso? En definitiva creo no poder más con esto...

-  Semidiós, no tientes a tu destino, se paciente, Artemisa me dio algunas cosas, su odio por los hombres y el don de la arquería; aunque claramente no te odio a ti, después de todo…– soltó una carcajada – Dionisio tampoco quiso aportar nada a la causa, después de todo lo predijo, “no será más que otro problema”... pero en fin, creo que deberías volver, ahora vendrán Ares y Atenea a revisar que no haya hecho ningún tipo de locura, cuídate mucho semidiós, nos veremos pronto...

-  Espera, no quiero irme, aun debo hacerte algunas preguntas... – en contra de su voluntad, y sin saber cómo, aquella cueva se desapareció y ahora estaba nuevamente en la entrada del campamento.

Por fortuna su energía había sido reestablecida por lo que podía caminar sin caer directamente al suelo, sin embargo sus esfuerzos por pasar desapercibido y simplemente irse al inframundo a esperar su pronta muerte junto a su padre, ya que un campista se le acercó y le tomó del brazo.

-  Tu vienes conmigo – no continuó la conversación, solo se resignó a jalarle de la muñeca hasta que llegasen a la casa grande.

La primera vez que había llegado al campamento, había quedado completamente asombrado con aquel místico lugar,  el muro de escalada, los centauros, las ninfas, incluso recordaba el “documental de orientación”. Recordaba al señor D indignado por sus pocos puntos de combate en el juego mientras le explicaba sobre la denigración que le daban los mortales en la actualidad; la cabaña de Hermes, donde todos sin conocer su progenitor divino le habían tratado con un ánimo incomparable. Si, un ánimo que cambió mucho después de que le viesen en la batalla del campamento.

Annabeth y Percy estaban sentados sobre el porche de la Casa Grande, ambos estaban hablando con Quirón.

-  Sigue reusándose a…  

-  Le he conseguido, estaba en la entrada – dijo el chico que le había llevado hasta ahí.

-  ¡Nico! – exclamó Annabeth acercándosele.

-  ¿Se puede saber por qué hiciste eso? ¿acaso enloqueciste? Pensábamos que habías colapsado y algún monstruo se había aprovechado de tu debilidad – Percy había comenzado a zarandearle – o peor aún, ¡que te habías vuelto sombra!

-  Esperen un momento, yo no me hubiese ido de no ser porque ustedes comenzaron a hablar de cosas que no sabían, es más, no estaba esperando regresar, ahora mismo debería estar en el inframundo, si me disculpan – intentó apartarse pero el mismo campista que le había traído, le cerró el paso por la entrada.

-  Tú de aquí no sales – no se había dado cuenta, pero ese chico era bastante musculoso.

-  ¿Y tú quién eres? – preguntó indignado ante la altanería, poco propia de aquellos que le hablaban. Solo alguien se había atrevido a hablarle así, y ese alguien era Will Solace.

-  Soy Martín Herrera, hijo de Ares – “eso lo explica” pensó instantáneamente el hijo de Hades – soy amigo de Will, y el estrictamente pidió que no te dejase hacer ninguna otra locura.

-  Eso explica muchas cosas – dijo en un susurro inaudible.

-  En fin, Nico, hemos contactado con el campamento Júpiter – Reyna – y les hemos preguntado si en alguno de sus archivos se encuentra alguna profecía no cumplida acerca de algún hijo de Hades y nos han notificado la siguiente – Quirón desenrolló una hoja de papiro y comenzó a leer.

Un hijo de la muerte emprenderá un viaje

Junto a un hijo del sol y uno de su misma suerte

Un viaje al occidente donde nace la sangre, los toros y la verbena

Y allí enfrentará a su destino.

-       Creemos que podría tratarse de ti… - Nico no pudo evitar echarse a reír.

-       Dejen de buscar estúpidos intentos de salvarme, entiéndanlo, ese es mi jodido destino, yo ya lo he aceptado – en ese instante sintió un fuerte golpe en su mejilla.

¿Qué acababa de suceder? ¿Por qué razón seguía sintiendo un leve ardor en donde antes había nacido el fuerte golpe? En cuanto pudo superar su estupefacción por el momento, pudo observar como Will Solace tenía su mano alzada ¿Acaso él acababa de golpearle? Sabía que al hijo de Apolo no le gustaban los comentarios “emos” pero eso era un poco exagerado.

-       ¿Dejarías de ser tan idiota? – dijo cerrando con fuerza los parpados – Un hijo del sol, ese debo ser yo, Will Solace, líder de la cabaña de Apolo, me postulo para la misión.

¿Por qué tomaba tantas molestias con él?

Notas finales:

Se qué está corto, no juzgen... :( espero poder seguir escribiendo pronto. Cuidense


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