Sentirse atraído hacia Francesco Bernoulli había sido algo sencillo, tanto de sentir como de admitir. Es que vamos, sincerémonos… ¡medio mundo se muere por el italiano!
Pero una cosa es la atracción y otra el enamorarse. Porque la atracción, tomada desde lo físico, no trae celos.
Celos, eso es lo que siente nuestro querido Rayo McQueen al ver como Sally se le echa encima al corredor italiano no dejándolo siquiera acercarse a saludarlo. La mataría y la enterraría en un pequeño pozo, si no le hubiese agarrado algo de cariño.
Y a pesar del hambre que tenia y a pesar de la presencia de los demás corredores, que habían llegado esa misma mañana para competir esa misma tarde, se fue azotando la puerta cual niño chiquito en un episodio de capricho agudo.
- Que desconsiderado de su parte, ni siquiera saludo.
Francesco fingió que la escucho pero, en realidad, estaba asombrado por la reacción del americano y por eso mismo estaba mirando embelesado la puerta. No se esperaba una reacción así, él solo quería fastidiar a Rayo y reírse un poco de sus gestos de enojo que a leguas se notaban, eran falsos. Tenia que admitir que era una lógica bastante infantil1, pero no lo iba a hacer porque era divertido.
- ¿Y si le llevas el desayuno, Sally?- le dijo Flo a la abogada, sonando realmente consternada ante la reacción del corredor pelirrojo y pensando que su novia no se estaba comportando como una novia muy digna- ¿Qué te parece?
- Si no es molestia, Francesco se lo llevaría sin problemas- ambas mujeres lo miraron serias, no creyendo que fuese una buena idea.
Viendo que ya le iban a dar una negativa, puso la sonrisa más compradora de su arsenal (esa que cuando era pequeño le servía para cumplir algún que otro capricho). Y seguía funcionando, gracias a Dios.
- Claro, te lo preparo y se lo llevas ¿ok?- el corredor asintió despacio con la misma sonrisa, no fuera a ser que se perdiera el efecto- Sally dile como llegar, no queremos que se nos pierda.
- Claro.
Sally se cruzo de piernas y comenzó a jugar con un mechón de su cabello rubio mientras le explicaba, de manera lenta y pausada, a Francesco como llegar al cuartel general de McQueen que era donde también estaba su departamento. Cuando termino, el italiano suspiro aliviado pero al notar el desconcierto en la mirada de la chica, enseguida volvió a poner su mejor sonrisa y dijo con tono seductor:
- Gracie
Y se fue corriendo, pero tuvo cuidado de no azotar la puerta para no quedar como un ansioso. Los demás corredores, que estaban en una mesa algo lejana al punto donde ocurria todo, se miraron entre ellos sin entender absolutamente nada pero con una creciente curiosidad… ya estaban que parecían una ronda de viejas chusmas cuchicheando2 lo que ellos creían que pasaba.
Francesco no tardo mucho en llegar al cuartel general de McQueen, nada tuvo que ver que casi hiciese el trayecto corriendo. Suspiro mientras subía los últimos escalones de la escalera hacia el segundo piso, que era donde estaba el departamento.
Cuando llego, tocó la puerta despacio, estaba algo agitado por la carrera que se había mandado. Ni cinco minutos después, Rayo abrió la puerta y el gesto sorprendido de su parte no se hizo esperar, aunque por dentro estaba que se moría de los nervios por ver a Bernoulli en la puerta de su departamento.
- ¿Qué haces aquí?- el tono empleado por McQueen delato su nerviosismo, el pobre estaba que se maldecía internamente.
- ¿Te costaba mucho poner un ascensor Rayito?- el pelirrojo enarco una ceja y se cruzo de brazos, el moreno tuvo que admitir mentalmente que se veía adorable en esa pose.
- Vuelvo a preguntar…-hizo una pausa, ya estaba mas tranquilo pero se tomo un momento para deshacerse de la posición de sus brazos y meter sus manos en los bolsillos de su pantalón- ¿Qué haces aquí?
- Te fuiste del café sin desayunar…-el italiano le mostro, con una sonrisa que destilaba diversión, el pequeño paquete que traía en las manos-Francesco se ofreció a traerlo hasta aquí.
- Gracias, pero no tenias que hacerlo… yo podía…
- Francesco quería hacerlo- le interrumpió con un gesto de su mano, pidiéndole que hiciese silencio y logrando que Rayo se sonrojara hasta parecer un tomate.
Sin tener un completo control de su cuerpo y sabiendo muy bien las causas, ver completamente sonrojado a Rayo hizo que un deseo irrefrenable de abrazarlo lo recorriera entero. Es que se veía adorable de ese modo. El pelo rojo revuelto, los ojos celestes brillando, la remera gris que le quedaba algo ancha y unos pantalones ajustados de color negro. Para él, para Francesco, McQueen era sexi… aunque jamás lo admitiría en voz alta, claro que no.
Para McQueen, apenas vio al italiano en su puerta el mundo se paro y el aire comenzó a dejar de circular con normalidad. Ósea, imagínense la siguiente situación: el chico/a que te gusta se aparece en la puerta de tu casa y con las fachas3 de Bernoulli (que eran un pantalón de jean claro con roturas que le quedaba algo suelto, una remera negra algo ajustada y el cabello marrón algo desarreglado pero peinado).
Entre medio de toda esa situación, en la que ambos se miraban sin decir nada, el corredor de formula le paso el paquete al americano, el cual saco las manos de sus bolsillos y lo agarro rápidamente.
- Am…-Rayo dejo el paquete tirado por ahí y comenzó a jugar con sus manos, visiblemente nervioso y aun sonrojado- ¿Quieres pasar?
En otro momento, Francesco tal ves se hubiese burlado del sonrojo del otro pero en ese momento el también se había puesto algo nervioso por mal pensar el comentario (no se lo esperaba realmente). Se hizo una pausa hasta que, viendo que la persona delante de él no diría nada, quizás por que también se dio cuenta del doble sentido de su pregunta, dijo:
- No, gracie McQueen…- otra pausa, el aire comenzaba a ponerse denso, tanto que se podría cortar con una sierra eléctrica-¿Nos vemos luego?
- Claro, a la tarde es la carrera…-enseguida y al ver como el italiano reía entre dientes ante lo obvio de lo dicho, repuso:- así que nos veremos ahí.
- Ya lo sabia, de ningún modo me perdería la oportunidad de vencerte…-Francesco comenzó a caminar hacia las escaleras y volteo para mirar a Rayo con una sonrisa por demás seductora- ciao, McQueen.
Si, primera duda despejada: no era simple atracción, aunque no podía asegurar aun que era.
Conclusión: ese hombre lo traía cada vez más de cabeza.
Tarea para luego: terminar con Sally y decirle la verdad, cosa de que no acercara tanto al italiano... ¡que era suyo, mierda!
Bien... tal ves debía calmarse... todo era culpa de Francesco y su maldito atractivo.