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Vuelve por Azuraki

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Notas del capitulo:

Hi, hi! Azuraki de vuelta y ahora con el tercer capítulo de este hermoso fanfic que hasta a mí me tiene enamora

Debo dar las gracias a aquellas personas que siguen mí historia y que dejan sus hermosos comentarios, cada que los leo siento una chispa que me alegra el día. Estoy feliz porque sé que les gusta y eso me hace sentir realizada y con más animos para poder continuar este fanfic que es para ustedes con mucho amor.

¡Sin más rodeos, las dejaré leer!

Los personajes de Death Note no me pertenecen.

Advertencia:  posible OoC alrededor de la historia ¡pero ya saben el motivo! No se preocupen.

Enjoy It!

Capítulo 3

Esa noche soñó que alguien rozaba su piel con la suya. Logró sentir una piel fría y suave. Sintió que alguien lo observaba. De repente, unos ojos grises no se quitaban de encima. Era ese niño otra vez que invadía su mente. Era tan extraño que lo soñaba.

Despertó al instante y recordó que no estaba en su habitación, sin mencionar  lo que hizo la noche anterior… Una promesa. Mello había hecho una promesa de “amistad”, una que ni siquiera estaba seguro de cumplirla pero tampoco sabía cómo hacerlo. No pudo ingresar a su cuarto por culpa de Matt, durmió junto a Near. Definitivamente ese día era el peor para Mello.

Se levantó de la cama y notó que el niño ya no estaba allí. Mejor para el rubio ya que se levantaría sin decir nada y solo se iría a su habitación.

Y así fue, miró de reojo el cuarto de Near. Una habitación con pocos juguetes en un estante y libros en una pequeña biblioteca. Un cuarto completamente ordenado —A diferencia de la suya siempre estaba patas arriba—e impecable. Era como ver un lugar ser ordenado cada cinco minutos.

Gracias a la compañía de Matt y por los propios méritos de Mello, en su habitación había videojuegos por doquier, envolturas de chocolates por el suelo y ropa por todo el lugar. Simplemente era un desastre. Envidió al menor por un momento.

Chasqueó la lengua y se dirigió hacia la puerta. La abrió solo un poco y observó el pasillo desde adentro. No quería ser visto mientras salía de la habitación de Near ¿Qué pensarían de él?

No vio a nadie y rápidamente salió de allí. Cerró la puerta y fue a su cuarto. Entró aliviado de saber que Matt ya estaba despierto. El pelirrojo se encontraba sentado en un sofá con grandes audífonos pero esta vez no jugando, sino que… fumando.

Mello no tardó en retirarle el cigarrillo de la boca de su compañero. Lo golpeó con fuerza haciendo que este cayera al suelo. Las razones eran simples, por olvidarse de él y cerrar la puerta. También porque andaba fumando y nunca lo supo.

Matt reaccionó tarde ante el golpe, cayó al suelo y se quedó viendo, sorprendido y bastante molesto, al rubio.

— ¡¿Qué rayos te pasa?! — Gritó Matt.

— ¿Desde cuándo fumas? — Cuestionó Mello con toda la seriedad que podría demostrar en su rostro.

— ¿E-Eh? Yo…— Volteó la mirada apenado. Sabía que si mentía seria en vano, pues, Mello lo conocía bastante bien como para darse cuenta —Hace una semana.

— ¿Acaso te volviste más idiota de lo normal? Apenas sabes ordenar tu cama, ¿y vas a fumar?

— ¡Cállate! No eres mi padre.

—No y me alegro de no serlo— Suspiró —. No fumarás. Este lugar apesta.

A pesar de que Matt era un completo idiota, de que discutían a diario, Mello se preocupaba por él; era su amigo después de todo. No le importaba verse como un amargado diciéndole que hacer y por ello lo hacía, porque Matt hacia algunas estupideces, y si Mello no estaba allí para interferir en sus tantas tonterías, probablemente el pelirrojo estaría en mal estado. Quién sabe. Aun así, Mello estaba consciente de la inteligencia de su compañero aunque este no la usaba casi nunca.

A veces no le importaba lo que estuviera haciendo, siempre y cuando no involucre a nadie más… pero esta vez no, compartían cuarto y quería evitar que su habitación se llenara de humo y mal olor. No es que odiaba ese olor pero su cuarto era pequeño y casi nunca abrían las ventanas, se asfixiaría. Ya soportaba bastante con tener un desastre por los CD’s de los juegos de Matt.

Partió por la mitad el cigarrillo y lo lanzó por la ventana. Ni le importaba saber en donde caería, solo quería apartarlo de la vista de su compañero, pero Matt no se resignó para seguir órdenes. Sacó de su bolsillo un paquete entero de cigarros y del otro, un encendedor. Estaba provocando al rubio, le demostraba que no le tenía miedo. Grave error.

Mello dio pequeños pasos sin quitar la mirada de los ojos del pelirrojo, llegó a la consola de videojuegos. La tomó con una sola mano de una forma completamente insegura, podría llegar a caerse en cualquier momento pero al rubio no le importó.

Por otra parte, la expresión tranquila de Matt desapareció por completo cuando vio que Mello revoleaba la consola —aún estando enchufada— sin mero esfuerzo en cuidarla para no romperla. Su plan era simple: hacer elegir al pelirrojo. Obviamente sabía que estaba por escoger.

—Tú decides — Hizo una breve pausa mientras lo miraba desafiante. —. Esa porquería o la consola.

— ¡La consola, la consola! — No dudo en responder. Movía sus brazos agitados

Esa consola tenía millones de partidas guardadas de millones de juegos, si la perdía estaría perdiendo su propia vida. No, valía más que eso según Matt. Mello sonrió triunfante. Agarró a la fuerza el paquete de cigarros y, como lo hizo con anterioridad, lo tiró por la ventana.

Se sentó en frente de Matt y comenzaron a hablar sobre la “nueva” adicción de Matt. Luego de unos cuantos minutos, el tema se había solucionado. Obviamente no negó que le gustó probar el cigarrillo pero Matt no fumaria hasta tener edad suficiente, sólo se dedicaría a sus videojuegos. El rubio parecía un sobreprotector, pero lo hacía por su bien puesto que no sólo recibiría su sermón, sino el de Roger también.

Mello suspiró al escucharlo y se levantó del asiento. Iba a salir de su habitación pero cuando estuvo a punto de tocar el picaporte, recordó nuevamente lo de la noche anterior. Ahora todo tenía sentido. Volteó y miro con furia a Matt. La puerta estaba cerrada porque ese maldito estaba fumando a escondidas; porque el pelirrojo sabia que cuando Mello se iba por las noches, debía dejar la puerta abierta. Esa vez no lo hizo, y ahora sabia porque.

Chasqueó la lengua y salió de la habitación, no quería perder su tiempo en vano. Fue primero al baño a asearse, luego se dirigió hacia el pasillo que llevaba hacia el patio para poder recostarse en el tronco del gran árbol y comer una infaltable barra de chocolate.

Tranquilo, y de buen humor, dio la vuelta a la esquina y en su mirar se encontró con el niño que jugaba con sus juguetes en el suelo. Se había olvidado por completo que estaría allí, olvidó todo lo que le había dicho. Sintió vergüenza al recordar semejante cosa… Pensaba que era cualquiera menos Mihael Keehl.

Trató de ignorar por completo al menor, pasar de largo y evitar una charla. Ahora no tenía ganas para tener que soportar algo que podría bajarle el humor. Cruzó el pasillo  por el frente de Near. Este solo lo miraba caminar, sin decir absolutamente nada. Mejor para el mayor.

Near entendió bien lo que Mello quería transmitirle con la forma de su caminar y mirar. Supo que no debía decirle nada. Bajó la mirada y se concentró en su robot. Pensó en las palabras de Mello.

“Yo puedo… no sé, ser como un compañero”.

Había malinterpretado por completo todo. Mello dijo claramente “compañero”, jamás dijo algo sobre ser amigos. Entre esas dos palabras había una gran diferencia, los amigos se tienen más confianza que los compañeros.

Decepción.

Se sintió completamente estúpido al creer que una persona podría ser su amigo, al confiar en un ser humano, en las palabras de alguien más. Tenía que haber seguido con su protocolo y jamás haberle hablado. Él por primera vez se sintió aceptado por alguien, pero ese sentimiento no duro ni un día entero. Mello lo ignoraba como los mejores.

Near se había confundido. Él jamás lo hacía pero esa fue la excepción...

Se levantó del suelo y se fue del pasillo, dejando atrás todos sus juguetes, sin importarle que siguieran en el suelo, tampoco si alguien los pisaba; se fue en busca de algo diferente para hacer. A pesar de que su adicción, su pasatiempo y estilo de vida, fue jugar con los juguetes; sintió la necesidad de hacer algo diferente pero no por gusto, solo hacer algo sin motivo alguno.

 

Mello se encontraba en la cima del árbol como siempre. Miraba el paisaje que más de una vez lo relajó en situaciones desesperadas.

Por su mente deambulaba Near. Siempre que lo veía permanecía en su cabeza, no importaba todo lo que hacía para quitarlo de su mente, siempre estaba ahí. Desde que hablaron pareciera que Near estuviese en todas partes, es decir, Mello siempre cruzó el pasillo, ¿Por qué nunca antes lo había visto? ¿Por qué decidió hablarle cuando lo vio? Si no fuera por ese “¿Qué?” que preguntó Mello, ellos jamás se hubieran hablado.

¿Por qué siempre pensaba en él?

Primero se sintió culpable por romper su robot, luego sintió lástima porque era muy solitario y ahora no quería saber nada de él pero aun así lo recordaba. Probablemente por el hecho de que Near era sumamente extraño, diferente y molesto. Tal vez fue la primera persona que le fue indiferente, que lo irritó en segundos. Por eso no podía sacárselo de la mente; por lo raro que era.

Lástima. Eso fue lo que sintió por el albino. Sintió lastima por él y por eso paso todo lo demás. De otra forma, Mello jamás le hubiera hablado…

“Tú eres el primer chico de aquí que me ha hablado. Gracias, Mello.”

Las palabras del menor volvieron a invadir la mente de Mello. Ahora sentía culpa otra vez.

“Soy un idiota” Pensó “Me ofrecí para ser su compañero. Hice una promesa y ahora lo ignoro por completo. Estas cosas me pasan por no pensar bien antes de hablar…”

Mello siempre fue de cumplir con sus “promesas” una vez que se proponía algo, lo cumplía. Esa era una de sus virtudes, ser un hombre de palabra, entonces, ¿Si no se echó para atrás antes, por qué hacerlo ahora? Después de todo, Near no era tan malo sino al contrario, demostró ser algo bueno con el rubio; dejándolo dormir en su cama y entre otras cosas… Lo único que lo arruinaba era su forma de expresarse, de contradecir las cosas…

Tal vez por eso pensaba siempre en él… Le intrigaba la persona de Near.

El rubio maldijo en voz baja por lo lento que fue para darse cuenta; si algo le daba intriga tenía que descubrirlo. Si Near le causaba eso, tenía que conocerlo…

Bajó del gran árbol y fue en busca del albino. Estaba decidido, iría a verlo. A cumplir su “promesa”.

“Mierda. No puedo creer lo que estoy pensando…” Se empalagaba. Pensar ese tipo de cosas era penoso para su persona, pero ya no había marcha atrás, era eso o quedar mal parado ante alguien.

Sus pasos eran rápidos. La mañana pasaba y Near se iría del pasillo pronto. En cuanto llegó, no había nadie. Ese niño no estaba y nuevamente dejó todos sus juguetes en el suelo, era un desordenado fuera de su habitación.

Resignado, buscó por todas partes al menor. Lo primero que pensó fue que estaba en su cuarto, sentado de la forma más extraña en su cama, pero al llegar su puerta estaba abierta y el niño no estaba allí.

Se quedó pensativo en el medio del pasillo pero los sonidos de cierta televisión no lo dejaban concentrarse. Matt estaba jugando a todo volumen. Menos mal que Mello no estaba para esas horas, sería completamente irritante para el rubio.

Caminó hasta llegar nuevamente al gran pasillo que conducía al patio, tal vez había ido al baño, quien sabe. Pero no fue así. Las cosas seguían igual y el enano no aparecía. Al rubio le pareció extraño el hecho de que el menor no esté con su robot en ninguna parte, es decir, dejar su juguete favorito en el suelo en buen estado e irse a quien sabe dónde. Era un mal agradecido, Mello arregló su robot y este lo dejaba tirado…

Al rubio se le acababan las ideas, después de todo, no tenía idea de los pasatiempos del menor. “¿En la zona de juegos del patio? No, es demasiado antisocial. ¿En la biblioteca? Claro que no, él tiene una en su habitación…” Pensaba Mello, pero por más que pensara no llegaba a ninguna conclusión lógica.

Fue a la cocina en busca de una barra de chocolate. Siempre había en el gran refrigerador, Mello normalmente las ocultaba en un lugar seguro para que nadie las comiese. Solo él.

Satisfecho y tranquilo con su preciado chocolate, decidió ir por el camino más largo a su habitación. Cruzó por unos sectores que no visitaba con frecuencia. Era el sector de los talleres, muchos niños asistían ahí. Por parte del rubio, jamás se mostró interesado en ninguno de esos pero, probablemente por pura casualidad, podría encontrarse con Near.

Miró de reojo cada salón: literatura, actuación, deportes, etc. Nada le llamó la atención hasta que logró ver la imagen de un pequeño niño albino sentado en el suelo del salón de Artística pintando un pequeño cuadro. Los pocos rayos de sol que alumbraban desde la ventana los risos níveos del menor le daban un toque angelical. Se quedó un momento helado en el mismo lugar.

Se acercó lentamente hacia Near y cuando estuvo frente a frente, este ni se inmutó ante su presencia. El albino lo estaba ignorando por completo, lo que hizo hervir la sangre del mayor. Si se mandara la lógica por el retrete, hasta se podría decir que se llegaría a ver como el vapor de la sangre sale por sus orejas.

Mello trataba de tranquilizarse y ser un poco más comprensivo, después de todo, él también lo había ignorado antes. Masticó lo último que quedaba del chocolate. Luego de un momento en silencio, decidió hablar:

—Con que…— Suspiró —…aquí estabas.

Near mostraba total desinterés ante las palabras del rubio. Seguía pintando en el cuadro, tranquilo. No le importaba si Mello llegase a golpearlo ya que tenía las cosas bien en claro; El rubio ya no tenía porque aparecer en la vista de Near, no era correcto. No para él.

Desde arriba, podía notar lo que el albino estaba dibujando. Era un robot pequeño, parecido al que siempre tenía, solo que ese estaba más feo, era algo deforme. Definitivamente el arte no era para Near.

—Respóndeme cuando te hablo — Dijo Mello un tanto enojado pero Near seguía sin responder, ni siquiera le dirigía la mirada. Le era completamente indiferente.

Al ver que no daba resultado tratar de ser sutil, obviamente con agresiones tampoco iba a funcionar. Mello se resignó y recogió un pincel. Buscó un asiento cercano, lo llevó consigo y lo colocó al lado de Near. Lo siguiente que hizo fue agarrar un cuadro en blanco para comenzar a pintar algo. Mello nunca fue de dibujar, mucho menos con acuarelas, pero fue una idea que se le cruzó por la cabeza para poder llegar al menor. Se sentó en el asiento y apoyó el cuadro en sus piernas. Comenzó a dibujar.

No tenía idea de que dibujo hacer, ni de cómo hacerlo. Se sentía completamente estúpido… hasta Near dibujaba mejor que él, siendo que su robot era horrible.

Comenzó por hacer algunos garabatos sin sentido como “fondo” de la imagen. Lo pintaba de distintos colores: rojo, azul, amarillo, negro, entre otros.

“Soy de lo peor” Pensó Mello. Por suerte no había nadie en el salón, lo cual era algo extraño. “De seguro escaparon volando cuando vieron llegar a Near”. Ante esos pensamientos, no pudo evitar reír un poco.

A pesar de la rara acción de Mello, Near seguía haciendo lo suyo. Obviamente estaba algo sorprendido de lo que hacia el mayor, se lo veía sentado cruzado de piernas para mantener más arriba el cuadro. Usaba su pierna como si fuera una mesa. Era gracioso verlo de tal forma. Near quería reírse en su cara, pero no debía.

La pintura de Mello era extraña. Era un espacio vacío en el medio y alrededor puros colores. Luego comenzó a trazar una silueta con pintura negra, formando algo parecido a un pequeño fantasma que ni siquiera daba miedo verlo, al contrario, podría decirse que hasta daba ternura.

Near observaba de reojo la pintura de su nuevo acompañante, trataba de no ser obvio para que este no se diese cuenta de que lo estaba mirando. Dedujo rápidamente que era un fantasma, pero desde su punto de vista, los fantasmas no debían ser así. Lo que se lograba contemplar en el dibujo de Mello era como un pequeño pulpito blanco, pues, tenía algo parecido a los tentáculos como pequeñas patitas sin dedos, como un montón de letras U redondas. Obviamente no era un pulpo, era el supuesto fantasma. Muy raro fantasma. A Near le gustaba más si fuese un pulpo.

—Ya esta — Dijo Mello dejando el pincel en el suelo, sin importarle nada. Tenía su mejilla izquierda manchada con pintura negra, entre otros colores. En su rostro, se postraba una leve sonrisa. —. Este eres tú, Near.

El aludido volteó su mirada hacia el cuadro que Mello le estaba mostrando. El fantasma que dibujó era Near. El albino no comprendía porque tenía que ser como un fantasma, ante eso, miró al mayor con mirada incrédula.

—Por lo raro que eres. Tu cabello blanco, tus ojos grises, tu piel blanca — Lo miraba detenidamente para notar si el menor captaba la idea pero seguía viéndolo incrédulamente sin entender porque un fantasma. Entonces, suspiró y agregó —. También porque eres solitario y todos te tiene miedo. Por eso un fantasma.

—Se supone que los fantasmas deben dar miedo. Ese no da miedo, al contrario, tiene una mirada serena. Algo como eso no debería dar miedo… Ese no soy yo. Además, parece un pulpo — Respondió rápidamente Near. Estaba en total desacuerdo con el dibujo. Definitivamente ese fantasma era todo lo contrario al menor. Su expresión no se parecía a la de él. Además, si no fuera porque Near tenía una muy buena vista, podría notar una pequeña sonrisa en el rostro del fantasma.

—Como no te conocen, das miedo — Ignoró por completo el hecho de que Near pensara que era un pulpo. Hizo una breve pausa y volteó la mirada. —, pero una vez que te conocen no es así.

Pero eso no era todo lo que Mello quería hacerle entender al menor. Quería decirle que detrás de esa expresión seria que siempre llevaba, se ocultaba una pequeña sonrisa que él mismo logró contemplar cuando hablaron. El fantasma que había dibujado transmitía ternura porque Near era solo un niño, parecía un ser inocente e indefenso. Las muy pocas veces que lo vio sonreír lo hacía ver tierno… Aunque sea un total amargado. Jamás se lo diría, claro que no.

Las palabras de Mello sorprendieron al albino. No pudo evitar sonreír un poco. Estaba conmovido. Por otra parte, el mayor volvió a mirar al albino que seguía sonriendo. Mello sonrió triunfante. Después de todo, no estaba tan mal con su teoría; Near tenía una sonrisa como todos los demás.

Pocos segundos después, dejó de sonreír ya que se sentía extraño. No quería sentirse así. Odiaba no comprender la causa de esas sensaciones que aparecían en él.

El silencio se volvía incomodo. No había palabra por parte de Mello, entonces Near se levantó del suelo, tenía un pequeño pincel en su mano y luego trazó una línea de mejilla a mejilla en el rostro de Mello, pero antes de terminar, fue interrumpido.

— ¡¿Qué de…?!— El rubio apartó la mano del menor de su cara. Lo había pintado, no sabía qué cosa extraña le hizo pero no iba a dejarse pintar su rostro.

—Solo quería dibujar una sonrisa en tu rostro — Esta vez no sonrió pero podría notarse la cálida mirada que poseía, estaba tranquilo y hasta parecía sonreír. —. Después de todo, siempre tratas de ocultarla.

Mello no podía creer como se sorprendía siempre estando con Near. Ese niño descifraba cualquier cosa, se acababa de dar cuenta de algo que nadie sabía sobre el rubio. Por más que odiara admitirlo, Near tenía razón.

Al ver que Mello no respondía, Near se acercó nuevamente para terminar de trazar la línea que no había podido terminar. Estaba por la mitad, como una media sonrisa, hacia ver a Mello como un pervertido. La siguió hasta llegar a la otra mejilla. Daba gracia verlo así, parecía un payaso.

—Ahora te ves más alegre.

Mello jamás se dejaría hacer semejante cosa pero esta fue su excepción. Estaba completamente helado.

“No puedo creer lo que estoy haciendo. Dejándome hacer ese tipo de cosas. Si alguien llegase a verme de esta forma…” Pero los pensamientos del rubio se vieron interrumpidos al oír la voz del albino nuevamente.

—Pero pareces payaso — Dijo mientras ocultaba su leve sonrisa con su mano. Se estaba burlando de él, pero Mello no reaccionó como normalmente lo haría, actuó por impulso, pero no con un golpe o algún grito. Mello tomó el pincel que estaba en el suelo y sin más, pintó el rostro del menor. Dibujando una pequeña pero aun notoria sonrisa, un tanto deformada pero se lograba entender.

— ¿Quién es el payaso ahora? — Decía Mello entre pequeñas carcajadas. Near se veía tan raro de esa forma. Le causaba gracia ver esos ojos grises sorprendidos y con una sonrisa como esa.

—Ambos los somos — Dijo Near, observaba los relucientes ojos zafiros de Mello que también observaban los suyos. Era todo un contacto visual.

Permanecieron de esa forma hasta que Mello llegó hasta su límite de incomodidad, se sentía demasiado extraño. Se levantó del asiento, limpió su rostro con un viejo trapo que estaba en una gran mesada; y se quedó viendo su retrato. Un pequeño fantasmita que él mismo dibujó. No estaba tan feo después de todo, hasta podría llegar a gustarle.

Near hizo lo mismo y limpió su rostro. Dejó su retrato en la mesada, no lo guardaría ya que sólo lo dibujo para pasar el tiempo.

—Ten — Mello le estaba entregando el retrato del fantasma. No iba a llevárselo consigo a ninguna parte, es por eso que decidió entregárselo a Near. —. Aun no está seco, pero llévatelo a tu habitación y déjalo que se seque...

—Gracias por el regalo, Mello — El albino sostuvo el retrato cuidadosamente para no mancharse los dedos con la pintura que aun estaba fresca.

— ¡No es un regalo, idiota!— Volteó la mirada, pudo sentir un maldito rubor en sus mejillas. Eso lo irritó demasiado, ¿Por qué iba a sonrojarse con semejante tontería? No era un regalo… claro que no.

—Lo hiciste tu y ahora me lo estas entregando. Obviamente es un regalo — Dijo Near con una tonada de voz superior. Hablando seguro de sí mismo.

—Es porque no sé donde dejarlo, yo no lo quiero.

—Pudiste tirarlo.

Era cierto, Mello pudo haber tirado el retrato si no lo quería. Pero algo en él se lo impidió y por eso quiso entregárselo a Near.

—No me jodas, idiota — Y sin más, el rubio se retiró del salón pero antes de desparecer de la vista del albino, volteó a mirarlo. —. Haz lo que quieras. Tíralo tú si quieres, no me importa.

No podía creer los rápidos cambios de humor que sufría el rubio. Se dejaba llevar fácil por sus sentimientos. De alegre pasaba a estar enojado, o eso pensaba Near.

El albino, luego de ver a Mello retirarse, observó cada detalle del “fantasma” que supuestamente lo representaba. No iba a tirarlo, después de todo era su primer regalo. A Near no le gustaba recibir cosas de las demás personas —no eran tantas— pero esa fue su excepción, pues, se trataba de Mello.

Olvidó por completo cuando el rubio lo ignoró en el pasillo. Ese momento que había pasado con Mello con las pinturas hizo que olvidase todo “rencor” hacia el mayor. Se dio cuenta de que la promesa seguía en marcha.

Atesoraría ese retrato por siempre. Lo dejaría a la vista en su habitación para poder contemplarlo siempre. A pesar de que no le gustaba pintar, ni dibujar, le encantaba el regalo. Su primer obsequio.

Notas finales:

¿Qué les pareció este capítulo? Near y Mello cada vez están más cercanos, ¿Qué opinan ustedes? Por favor, seria de gran ayuda saber su opinión, ya sean positivas o negativas, ¡con gusto las leeré y contestaré!

Sin más gracias por leer y espero nos leamos pronto. Sayonara!


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