—¡Amo! —Link se obligó a salir de su impresión y moverse con el grito de Fay.
Se movió rápidamente para tomar la Espada Maestra nuevamente y defenderse de un posible ataque del Heraldo o de quien creía desaparecido, Grahim. Comenzó a pensar en la situación mientras miraba cada golpe furioso que el Heraldo soltaba en contra del escudo que empezaba a perder fuerza, ¿por qué le protegía? Él era su enemigo y había jurado hacerle sangrar los oídos con sus propios gritos unos días atrás, no había ningún motivo para que saliera a defenderlo, a menos que quisiera atacarlo con la guardia baja.
—Lárgate de aquí, no tienes oportunidad ahora —Grahim habló, con ese tono metálico que le caracterizaba en la forma final que había mostrado en su última pelea.
Tan pronto sus palabras abandonaron sus labios, agitó una mano, haciendo aparecer un portal parecido al que lo había llevado a ese lugar para empezar—. Amo, después de un análisis de su condición, las posibilidades de derrotarle son bajas —las palabras de Fay no le ayudaban nada, sí, sabía que sería una batalla dura pero nunca pensó que debía de retirarse—. Me dispongo a analizar el portal.
Link apenas y alcanzó a asentir antes de que un sonido seco inundara sus oídos, giró la cabeza a tiempo para ver el escudo destruyéndose y a Grahim siendo tirado al suelo por la fuerza bruta del Heraldo, colocó su escudo frente a él y alistó su espada para protegerse, pero se sorprendió cuando este pareció ignorarle, estaba más concentrado rompiendo el diamante que había en el pecho de Grahim con su pie.
—Confirmo que el portal nos lleva de vuelta a la Tierra del Presidio —Fay volvió con buenas noticias, al fin—. Sugiero salir antes de que se disponga a atacar.
El chico asintió mientras se empezaba a alejar del lugar. Cuando había dado un par de pasos, un grito le hizo mirar hacia atrás, Grahim había dejado de estar en su forma final, podía ver sus brazos negros y piernas llenas de líneas finas del mismo color que le caracterizaron en su pelea en el Santuario Antiguo. Sin embargo, lo que más le preocupaba era ese líquido cobrizo que brotaba de su pecho y boca y que la empuñadura de la Espada Maestra obscura estaba saliendo por ella.
—¿Amo? —Fay se materializó, mirándolo con confusión.
—¿Lo está matando? —murmuró, mirando como Grahim luchaba por liberarse de la bruma negra que le sujetaba las muñecas y tobillos al piso, desesperado por detener el avance de la espada.
—Es claro que la extracción de la espada está llevándose a cabo en contra de su voluntad —contestó, analizando las expresiones de Link.
—No puedo… dejarle —Link sacó nuevamente su espada y escudo para después, dando unos cuantos pasos hacia atrás, cargó en contra del Heraldo, logrando empujarlo hacia atrás puesto que no esperaba aquel acto.
Soltó un par de golpes con la espada más para dejarle en un estado de confusión más grande, para después correr y levantar a Grahim del piso, agradeciendo que la bruma le había soltado.
—S-Sky Child… creo haberte dicho que te largaras —su voz sonaba más bajo que un susurro, el líquido seguía fluyendo de sus labios y prefirió hacer caso omiso de la empuñadora que seguía a medio salir de su pecho.
—Cállate y no dificultes más las cosas —le zanjó, caminando lo más rápido que sus pies le permitían con el peso del otro que, por si fuera poco, era un tanto más alto que él.
Un sudor frío le recorrió el cuerpo cuando escuchó los pasos apresurados tras él, era cuestión de segundos que el Heraldo estuviera sobre ellos y dada la condición en que se encontraba, significaba la muerte segura. Por lo tanto fue un gran alivio el entrar al portal justo antes de recibir el golpe, su entorno se distorsionó por unos segundos antes de aparecer aclararse de nuevo, revelando la Tierra del Presidio con un poco más de luz.
—Confirmo que hemos arribado con éxito a nuestro destino —Fay volvió a materializarse, intercambiando la mirada entre Link y Grahim.
Link depositó en el suelo a Grahim quien parecía perder las fuerzas cada vez más, después se dejó caer de sentón al piso, estaba demasiado cansado y todo su cuerpo gritaba de dolor.
—¡Link! —la voz de Zelda le hizo levantar la mirada, viéndola a ella y Vilán correr a dónde estaba—. ¿Qué ha ocurrido?
—No he podido ganarle —murmuró, sintiendo vergüenza con cada palabra.
—E-Era obvio… N-No entiendo como la idea de ganarle cruzó por tu mente… —la débil voz de Grahim les hizo dar un salto a Zelda y Vilán, quienes, alarmados, se alejaron de él.
—¿Qué está haciendo él aquí? —Zelda se apresuró a ayudar a Link quien intentaba ponerse de pie.
—¡Zelda! —El grito de Impa antecedió ante su aparición, quien se posicionó sobre Grahim, con una daga presionada sobre su cuello.
—Anda, desagradable sirvienta de la Diosa, aprovecha mi debilidad y termíname —sonrió con burla por unos segundos antes de toser nuevamente, expulsando más líquido.
—¡Espera, Impa! —Link le colocó una mano sobre su hombro—, él me protegió…
—¿Qué? —Fue el coro de voces que inundó los oídos de Link.
—S-Sí. El Heraldo estaba por atacarme y él… simplemente se interpuso —no tenía otra explicación, ni siquiera él mismo entendía lo que había ocurrido ahí atrás.
—¿Qué significa esta empuñadura? —Impa preguntó, apretando la daga más firmemente sobre su cuello.
—¿No puedes procesar las cosas? Creí que tenías una mayor inteligencia —comenzó, era sorprendente para la mayoría que pese su estado cercano a la muerte, siguiera con su misma actitud—, la Espada Maestra obscura reside dentro de mí, esta empuñadura le pertenece a ella.
Impa gruño ante sus palabras pero optó por mantenerse tranquila—. Resulta más que obvio que es una trampa que crearon tú y tu despreciable amo —la mano de la mujer brilló en un tono azul—, Link, sujétale.
—Lo que pienses tú, realmente no me interesa —Grahim miró a Link quien asintió levemente antes de hincarse para sujetarle de los brazos—. Mi único fin es que Link, no desaparezca bajo ninguna circunstancia.
Impa miró a Link quién desvió la mirada rápidamente, sintiendo un extraño calor en el rostro, sus mejillas se tiñeron ligeramente de rosa. La sirvienta de la Diosa llevó su mano hasta la empuñadura de la espada y empezó a empujarla hacia adentro.
Grahim gritó, sintiendo un dolor mucho más intenso que el que había sentido cuando el Heraldo le había golpeado, intentó liberarse del agarre de Link con desesperación o patear a Impa para que dejara de hacer eso, pero ambos eran demasiado fuertes para su débil estado.
—¿Qué has hecho, Impa? —Zelda tartamudeó, viendo cómo Grahim parecía haber caído inconsciente después de que terminó.
—He sellado la espada dentro de él, no será capaz de sacarla por ahora. —Contestó poniéndose de pie—. Volvamos al templo, Vilán, llévalo.
El chico dudó un par de segundos para después recoger al inconsciente Señor de los Demonios, echando una mirada a Link y Zelda que no encontraban palabras.
—Hablemos allá arriba —la chica le sonrió mientras echaba a caminar tras ellos.
—Amo, las palabras podrían interpretarse de manera romántica o simplemente, interés.
—Fay… no es el momento.