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Eyes on You por wearkagain

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Notas del capitulo:

Buenas noches a todos mis bellos querrubines (Siempre saludo a la hora en que público los fics), esta vez vuelvo a traer un oneshot de mi pareja favorita de One Piece ZoSan (Zoro y Sanji), y pues como siempre, aunque deba de actualizar los que llevan más capítulos, no puedo perder una idea que se asoma por mi cabeza.

Espero les agrade mucho y este one shot ciertamente es dedicado a todas esas bellas personas que siempre leen mis fics y han puesto mis historias entre sus favoritos, mil y un gracias. Por  sus comentarios, consejos, ayudas y muchas cosas más. Recuerdo que todo lo que hago es siempe gracias a todoas ustes (Y todos).

(Todos los personajes de One Piece pertenecen a Eiichiro Oda)

¡A leer!

¿Enserio iba a ser así siempre?

¿Por qué no le dejaba en paz?

Lo trataba como la basura que era, incluso roció agua bendita en su rostro.

Pero no, seguía colándose tras su ventana, sentado en aquel roble observándolo mientras dormía –Aunque la mayoría de veces no lo hacía – y le sonreía de vez en cuando cruzaban miradas. Esos ojos azules penetraban todo su ser y le hacían sentir temor.

 

 

-Parece un ángel, pero esta maldito –Le dijo una noche, a sabiendas que tal vez no podría escucharle ya que su ventana siempre permanecía cerrada. Pero por lo visto sí le escucho, porque le sonrío en respuesta.

Trataba de ignorarlo, cerrando la persiana o dándole la espalda cuando se disponía a “dormir”; de vez en cuando sacaba la biblia y leía –Claro le parecía aburrido–, o a veces rondaba por su habitación como si buscara algo. No podía negar que siempre al hacer aquellas cosas, su mirada siempre buscaba la azul de aquel extraño ser.

 

 

-Ángel maldito –Repitió una noche dejando que el frío de la pared lo sostuviera. A su lado la ventana iluminaba las paredes gracias a la luna creciente, sabía que ese hombre estaría del otro lado sentado en aquel roble –Cabellos rubios, luces como un ángel al que he visto en las escrituras… ojos azules profundos como el cielo… pero no eres uno, de eso estoy seguro –Murmuro observando la cruz que colgaba en su habitación. Cerró sus ojos e inhalo el aire, que por extraño que parezca, lograba llegar a sus fosas nasales la esencia del tabaco y coco.

 

 

Aquella mañana camino sin apuros a sus clases en el pabellón, llegaría tarde, el monseñor le echaría una bronca y luego le pondría a limpiar los pizarrones. Suspiro. Una vez entro al edificio poca gente circulaba por allí vestidos de  sacerdotes o misioneros. No, él no era nada de eso, vestía común y corriente, solo que usaba ropa siempre oscura. Él era un pobre periodista que llevaba siete años ejerciendo la profesión, que a la fuerza fue mandado a Roma para apreciar unas “clases” de religión o como otros le llamaban ¿Y porque no donde mismísimo estaba el papa y todo a lo que llamaban religión? –Era cinismo–

¿La razón?, querían hacer un reportaje acerca de todo lo que hablaba la gente allí en la iglesia, o por lo menos los monseñores que daban alguna que otra clase ¿Por qué él? No lo sabía, no creía siquiera en Dios y si existía uno, pues nada ¿Algo más que aportar? Su jefe tenía esa loca idea de que la iglesia ocultaba algo más que ángeles y demonios y vaya que había aprendido poco a poco, tomando nota e intentando no dormirse en ellas.

-Llega tarde joven Roronoa –Se percató del monseñor quien le miraba con fijeza. Bajo los escalones y tomo asiento en el lugar más cercano.

-Había mucho tráfico –Mintió, pero le vio cómo se convencía. Sonrío al ver como el hombre robusto volvía a la pizarra para retomar la “clase”.

-Pobre hombre, viviendo aquí y tu mintiéndole sobre un falso tráfico –Se viró al ver  a una mujer de piel blanca y cabellos oscuros, ojos azules y por lo visto un poco mayor que él mirándole con serenidad.

-Es una mentira blanca –Susurro mientras sacaba sus notas y alistaba la grabadora por sí se perdía de algo.

-Nico Robin –Se presentó, ahora mirando al frente y dedicándose a escribir en una laptop.

-Roronoa Zoro –Fue decente, algo que hace pocos meses había aprendido –A la fuerza también–

 

 

-Muchas gracias por el café –Dijo la morena tirando en una cesta de basura un vaso desechable y mirándolo con simpleza.

-No hay de que, igual ya me hacía falta hablar con alguien –Comentó aun bebiendo del suyo.

-Cinco meses y no intentar socializa, ¿Cómo logras pasar el tiempo? –Le pregunto la mujer comenzando a andar y él se compuso a su lado.

-En mi habitación.

-Debe de ser aburridor.

-Un poco, pero acabas acostumbrándote –Confesó, omitiendo la parte de su “visitante” en las noches.

-¿No te molesta vivir en un monasterio? –Pregunto un tanto intrigada.

-Bueno, no tenía elección. Duermo mucho y como hoy a veces llego tarde…. E incluso llego a perderme –Musitó en voz baja un tanto apenado, su jefe lo había obligado vivir allí para que no se perdiera en el camino. La mayor solo río y palmeo su brazo en comprensión.

-Te acompañare hasta allí, yo vivo a dos cuadras en un hostal –Le dijo y sin más se quedaron en silencio mientras la noche cubría el cielo y el sonido de los autos pasaban a su lado concluían la conversación.

 

 

-Buenas noches Robin.

-Adiós Zoro –La vio partir en dirección opuesta a la suya y retomo nuevamente su camino al edificio donde dormía él y unos cuantos más. Alzó su muñequera mirando su reloj de mano, eran las 09:30 p.m.; resoplo con molestia y continúo su camino. Casi deteniéndose por inercia en el roble que propagaba un lado de las ventanas, y acertando con su habitación.

Camino con paso lento observando la copa, esperando ver allí a aquel ángel maldito, más fue su sorpresa al no verlo allí “De seguro hoy no vendrá” Pensó un tanto disgustado, se había enseñado a su presencia. Pero claro, una pared los dividía. Paso por el umbral del edificio donde un hombre abrió la puerta, reconociéndolo de inmediato.

-Señor.

-¿Sí?

-¿Usted siempre hace guardia aquí?

-Toda la noche joven –Miro el roble y luego al mayor.

-¿Ha visto si alguien subir en aquel árbol? –lo señalo para que el hombre no mirase otro de tantos que estaban allí. Le vio entrecerrar los ojos e inspeccionar el que señalo; se giró a verle y simplemente negó.

-Nadie puede subir a aquellos arboles joven… es meramente imposible.

-¿Imposible? –Se acercó y volvió a mirar la copa.

-Sí, tiene lama, cualquiera se resbalaría y chocaría contra el suelo –Río y solo se relamió los labios.

-Muchas gracias –Dijo, para luego darle la espalda y entrar al lugar. Subió las escaleras de madera con lentitud observando nuevamente la gran cantidad de cuadros que adornaban las paredes de ángeles luchando contra demonios, Eva desnuda comiendo de la manzana y otras cosas. Se estremeció una vez llego a su cuarto y alcanzó sus llaves que estaban en el bolsillo de su chamarra, más se resbalaron de sus manos y cayeron al suelo.

Se agacho para recogerlas, más se congelo al ver unos zapatos oscuros a una distancia de su persona. Levanto el rostro de golpe, encontrándose con un pelinegro de tez morena y entrañas ojeras bajo sus ojos. Se enderezó y le quedo mirando, de la misma manera en que lo hacía este.

-Hola –Saludo un tanto incómodo, él otro solo resoplo, moviendo la cabeza afirmativamente y abriendo una puerta delante suyo, desapareciendo tras ella. Parpadeo extrañado y con rapidez entro a su habitación, encerrándose en ella. Tocio y con la mano busco el interruptor.

Encendió la luz y casi se infarta al ver delante de él a aquel rubio, sentado en su cama fumando un cigarrillo. Choco contra la pared y su voz se quebró, las piernas le intentaban fallar más se sostuvo de una repisa. Trago saliva, y fue cuando ese rubio elevo su mirada azul posándola sobre su ser, nuevamente se veía llenado por aquel color.

Sus manos rebuscaron en los cajones hasta que encontró el escapulario que le habían regalado una vez inicio aquellas clases, lo alzó con mano temblorosa y miro al rubio dibujando una sonrisa sobre su rostro.

-¿Qué quieres? –Logró articular intentando sonar amenazante, más su cuerpo delataba el terror que poseía.

-Deberías bajar eso –Se congeló al escuchar la voz de ese tipo, era dulce pero gruesa y de algún modo persuasiva, pues había intentado bajar el escapulario; pero nuevamente lo alzó contra su voluntad.

-Vete de aquí… ahora –Dijo. Se pegó más contra la pared al verlo levantarse de la cama y tirar el cigarrillo al suelo, para luego pisarlo y todo sin dejar de mirarle.

-He dicho –Le vio caminar a él y de la misma manera vio los crucifijos caer al suelo –Que bajes –La luz comenzó a parpadear y ese rubio continuaba acercándose a él –Esa cosa –Trago saliva, solo tres pasos y estaría sobre él –Ahora –La luz se apagó y solo el brillo de la luna lograba iluminar una que otra parte.

Tembló y trago saliva, tenía que salir de allí, ¡Ya!

Intento moverse con agilidad buscando el pomo, más algo lo agarró y fue lanzado por los aires contra una de las paredes y luego impactado contra el suelo. Gruño e intento incorporarse para luchar, pero nuevamente fue sujeto y lanzado ahora justo en su colcha. Su respiración se agito y algo extra se posó sobre él, inmovilizándolo de paso.

La luz nuevamente encandilo y vio al oji azul sobre su torso, mirándolo con un solo ojo. Hasta ahora notaba que una parte de su rostro estaba escondido tras un montón de su cabello, su piel era blanca como la porcelana y poseía un poco de barba bajo su barbilla y una ceja en forma de espiral adornaba en él. El olor a tabaco atacó sus fosas nasales y se molestó.

Intento golpearle, más por alguna razón sus brazos no se movían; Intento también con sus piernas, pero el resultado era el mismo ¡Estaba congelado! Quiso gritarle más un leve movimiento por parte de ese rubio con sus dedos hicieron que ningún sonido saliese de sí. Abrió sus ojos asustado.

-Tuve que usar la fuerza, lo siento –Nuevamente le escucho hablar, se cruzó de brazos –Supe que no crees en nada… ¿Por qué vas entonces a ese lugar? ¿Eh humano? –Gruño por lo bajo y tensó su mandíbula –Todo el tiempo matando tu tiempo yendo a lugares que jamás te llamaran la atención, que desperdicio… pero no he venido a decirte eso, vine a presentarme después de todo este tiempo. Mi nombre es Sanji, no soy un demonio o ángel como piensas mí querido –Parpadeo, ¡¿Qué rayos?! –Me han mandado a vigilarte, fui creado… por ellos dos –Le vio relamer sus labios –Querían ver porque la gente ha comenzado a no creer en ellos… sabes, en otras religiones existen diversos dioses ¿Pero sabes?, nadie sabe que hablan de los mismos… todos son iguales, que patéticos son los humanos –Le sonrió y sintió como su corazón retumbaba. Intento removerse, más la mano del hombre sobre él hizo un movimiento sobre su pecho ocasionándole un dolor impresionante, que quiso llorar y gritar.

Era un dolor profundo.

-Te lo mereces… estar con esa mujer en vez de venir, que bastardo –Cerró sus ojos, el dolor aún continuaba extendiéndose por su cuerpo, calor, dolor, como sí le estuviera dividiendo en dos –Eso me molesto –Nuevamente algo fue rasgado sobre su pecho. Abrió la boca, más nada salía de él.

Necesitaba ayuda, ¡El chico de al lado! ¡El portero! ¡Alguien!

-No vuelvas a hacerlo, ¿Entendido?, yo he puesto mis ojos sobre ti y eso me pone celoso–Abrió sus ojos con la poca fuerza que le quedaba, aquel rubio le miraba enojado y se había acercado a su rostro. Quiso escupirle –Tsk, necesitas ser marcado… de alguna manera, no creo estar para siempre en este mundo… -No entendió sus palabras, ¿Todo estaba pasando en verdad?

Debía de ser una mala pesadilla.

-Lo que te hice en el pecho se verá un poco mal, ¿Qué importa?... Aún falta algo… -Se asustó al verle su ojo brillar y su lengua pasear por sus labios depravadamente –Se bueno y no te resistas –Le vio estirando sus brazos en el aire y como si una ráfaga hubiese pasado sobre él, la ropa superior desapareció dejando al descubierto su pecho blanquecino. Intento apartar su mirada, más no pudo.

Sus ojos se concentraban en toda su extensión y a la vez en los huesos de sus caderas justo más debajo de su ombligo, subiendo un poco más allí estaban las clavículas marcadas.

-¿Te gusta? –Ronroneo aquel rubio lamiendo sus labios y acercándose como un animal hasta él. Le miro a los ojos, estaba perdido –Te prometo que disfrutaras de esto –El dedo blanquecino delineo su pecho a través de su polo negro, que de la nada era cortado finamente y alejado de su cuerpo –Vaya cuerpo te mandas mi marimo –Su respiración nuevamente estaba descontrolada.

Sanji, como le había dicho que se llamaba paseo sus dedos sobre su pecho, mandando escalofríos a todo su ser. No le dio tiempo al ver como ese semi-demonio besaba y mordía su cuello y con sus dedos jugueteaba con sus pezones. Se arqueo e intento resistirse, pero las olas de placer le estaban consumiendo. El cuerpo sobre el suyo comenzó a menearse rozando ambas entrepiernas, sintiendo como ambos empezaban a endurecerse, y eso que solo eran roces.

-¿Ya estas duro marimo? –La mano que acariciaba uno de sus pezones bajo con lentitud por su pecho, llegando hasta el botón de su pantalón el cual fue desabotonado junto con la cremallera  que bajaba con suma lentitud. Gimió, esa mano traviesa había comenzado a acariciar su bulto sobre sus calzoncillos, ocasionándole fricciones –Marimo, ¿Te gusta? -¿Cómo diablos quería que le respondiera si no podía hablar? –Vamos a ver –Jadeó audiblemente, la mano estaba ahora acariciando su carne, los calzoncillos habían sido bajados.

Parpadeo, ¡Había jadeado!

-De...Déjame… agh… -Apretó sus labios.

-Pero si te está gustando marimo.

-No… Ahm… me digas… marimahhh…

-Quiero probarte –Aquello lo paralizó y sintió ese cuerpo desaparecer encima suyo, al igual que el roce en su erección. Levanto su mirada y buscó por toda su habitación, no le veía. Nuevamente intento moverse, pero seguía paralizado –Dije que no te resistas –Su mirada cayó a los pies de su cama. Sanji estaba allí quitándose sus pantalones.

-¡¿Qué…?! –Estaba perplejo, eso debía de ser una broma.

-Vamos a hacerlo, ¿No es obvio? –Le río.

-¡No lo haré contigo!

-Oh vamos, sigues resistiéndote a tus deseos marimo.

-¡Que no me digas así!

-Entonces no grites –Quiso protestar; le vio acercarse a sus caderas y se espantó; le estaba bajando los pantalones junto con sus calzoncillos y zapatos dejándolo completamente desnudo y con su miembro erguido. No podía estar más avergonzado –Que grande –Dijo con sensualidad el otro presente que también estaba desnudo ante sus ojos.  Apretó sus parpados y deseo que realmente fuese una pesadilla –Te vas a perder la mejor parte –Abrió sus ojos y le vio gatear hasta quedar frente a su erección.

-O…Oye…

-Te haré sentir bien –Se calló de golpe y apretó la mandíbula. Aquellas manos traviesas tocaron la punta de su pene mandándole un choque eléctrico; retuvo sus jadeos mientras la mano del rubio acariciaba toda su extensión de arriba hacia abajo con una tortuosa lentitud –Te estas poniendo cada vez más duro –Gimió y levanto su rostro notando a Sanji cerca de su miembro, mordiéndose los labios con lujuria –Tengo ganas de probarte, jo –Trago en seco llamando su atención. El oji azul le sonrió con picardía y le guiño el ojo –No te pierdas esto –Le iba a preguntar el que, más ahogo un jadeo brutal. Sanji había metido de golpe su pene en su boca comenzando un vaivén lento, mientras apretaba su boca y lograba chocar su pene contra su garganta. Gimió y jadeo impresionado, le estaba haciendo una jodida felación del infierno.

Aquella cavidad bucal estaba caliente, húmeda y ni hablar de su lengua, que delineaba en círculos sobre su falo y relamía las venas que sobresalían de su erección. Quiso poder moverse, agarrar esos cabellos y obligarlo a seguir con más rapidez, lo mataba con aquella suavidad.

-¡AHHH! –Grito alcanzando su libido con rapidez, pues aquel lugar se había apretado contrayéndolo y apretando su pene, obligándolo a venirse con fuerza. No podía creérselo, ¡Había sido rápido!, más fue su sorpresa al ver a Sanji tragar toda su esencia, para luego soltar su pene y comenzar  a lamer el resto que había logrado escapar.

-Sabes salado pero delicioso, marimo –Le escucho decir mientras seguía en su labor. Dejo caer su rostro contra la almohada y allí noto como su cuerpo volvía a responder poco a poco.

-Diablos… -Murmuro con pesadez.

-Aún no hemos acabado –Se sentó de golpe, pero el rubio de nuevo estaba sobre él sosteniendo sus hombros.

-Vete de aquí –Lo agarró e intento empujarlo, pero ese chico parecía una garrapata contra su cuerpo.

-¿Quieres que vuelva a inmovilizarte? –Detuvo su fuerza, de cierto modo no quería sentir su cuerpo en estado vegetal –Buen chico, ahora acuéstate y déjame el resto a mí –Se dejó caer contra el colchón aun pensativo.

Se sobresaltó viéndolo llevar su mano hasta su pene, volviéndolo a despertar.

-Te la meteré hasta el fondo –Le escucho decir y aquello le hizo querer empujarlo, claro que nuevamente ese rubio lo inmovilizo y quedo como piedra -¿Qué te dije?

-No dejare que me penetres.

-¿Ah, no?

-¡No!

-He, que aburrido –Le vio rodar los ojos –Soló porque me has entretenido… haré una excepción –Le intrigo aquello y su garganta se secó. Sanji había llevado tres dedos a su entrada, metiéndolos de un solo golpe, haciéndole gemir.

Apretó los puños, aún estaba inmóvil. El oji azul se sentó sobre él dejándole ver como se auto penetraba y dilataba su entrada con esos tres dígitos. Sus gemidos resonaban en toda su habitación y las expresiones que hacía este mientras se complacía era el colmo. Con la otra mano, comenzó a estimular su pene que palpitaba gustoso.

-Maldito… -Vocifero intentando moverse, fallando en el intento –No… No hagas eso…

-Eres…ahmm…idiota…Oh…

-¿Eh? –Jadeo.

-Um…Cómo…Ahhh… como quieres… jo…joder…uuhhh… que eso en-entre…en mí –Le señalo con la mirada su pene que nuevamente se alzaba en toda su gloria. Se sonrojo ante aquello.

-Deja que me mueva –Pidió, a lo que recibió una negativa -¿porque? –Pregunto molesto.

-Para que veas que ¡Ahhh! –Saco sus dedos dejando ver como su entrada tenía un buen tamaño –Que se siente querer algo y –Le vio situarse justo sobre su miembro –No poder tocarlo –Agarró aquel pedazo y lo dirigió a su preparada entrada –Esa mujer te toco… no lo perdonare –Y de un solo golpe, hizo entrar todo su falo en aquel interior.

Ambos gruñeron y gimieron audiblemente. Había entrado, estaba apretado, caliente, estaba devorándose vivo su pene. Jadeo viendo como el rubio comenzaba a cabalgarlo con fuerza, de arriba hacia abajo haciendo que su trasero chocara con su pelvis y su bolsa, haciendo que estas al chocar sonaran con fuerza. Eso le excito de sobremanera, queriendo acercarse y agarrarlo; pero no podía mover ni un musculo.

Se sintió morir y vivir, los gemidos de Sanji retumbaban las paredes, los golpeteos y el rechine de su cama no se hizo esperar para nada. Ese rubio seguía forzando su entrada, apretando su pene como si quisiese arrancárselo, era un dolor placentero que nunca antes había sentido.

-¡Que grande! –Gritó con parsimonia Sanji dejando de subir y bajar, para luego iniciar a moverse ahí mismo adelante hacía atrás rozando su pene con el abdomen del otro –Zoro, Zoro –El aludido se sorprendió al ver como el otro pronunciaba su nombre mientras continuaba con aquel bamboleo.

¡Joder, quería tocarlo!

Implemento más fuerza a sus músculos, necesitaba también sentirle, saber cómo era su piel, su cabello, sus labios. Todo. No supo cómo, pero logro liberarse sentándose de golpe sorprendiendo al otro. Paso sus brazos tras aquella espalda notan ancha y sus manos agarraron y apretaron con fuerza sus nalgas, robándole un grito. Beso su cuello, su mandíbula y por ultimo atacó sus labios.

Primero le sintió resistirse, pero una vez que le dejo ahora a él sobre el colchón le correspondió aquel beso, uniendo sus lenguas en una batalla inesperable de quien se adentraría a su cavidad bucal. Zoro, llevo las piernas del otro sobre sus hombros y comenzó a embestirle con fuerza y pasión, escuchando como ahora esos gemidos se formaban en gritos llenos de goce y deleite.

Las manos de Sanji llegaron a su espalda, que comenzaba a ser maltratada por sus uñas. No se quedó atrás, llevo su boca a ese cuello y propino una mordida súbita que dejaría una perfecta marca. Lamió y mordió cada parte que podía mientras el chapoteó de ambos cuerpos era más fuerte, más rápido y sin control.

Se detuvo y escucho un gemido de protesta por parte del otro, más no duro ya que logró girarlo para que quedase con el rostro sobre la colcha; levanto su cadera y adentró de una sola estocada su pene, soltando un gruñido prepotente; mientras que por parte del otro fue un grito de sorpresa.

Volvió a seguir embistiéndole de la misma manera ruda y se sintió a punto de vaciarse. Llevó su mano al miembro de Sanji empezando a masturbarle a la misma velocidad en la que llevaba sus estocadas.

-Me…ahmm…me…

-Y yo…

Con una sola estocada final, Zoro sintió como su mano era bañada en esa espesa esperma caliente, a la misma vez que esa entrada se apretaba y lo engullía con rudeza haciendo descargar toda su semilla allí adentro.

Se dejó caer sobre el rubio y deposito un beso tras su nuca. Su respiración se estaba acompasando y de un momento a otro, sus ojos se cerraron, quedándose dormido al momento.

 

 

-Y por esto damos terminada la clase –Dijo el hombre de setenta años, apagando un monitor de imágenes. Los presentes se levantaron de su asiento y comenzaron a salir por la puerta trasera. La morena al darse la vuelta se fijó que allí estaba ese moreno de cabellera verde, así que se le acercó para hablarle.

-Hola –Le saludo siempre educadamente a lo que él levanto la mirada sonriéndole.

-¿Vamos? –Asintió y ambos se dispusieron a caminar en silencio; ya en el prado decidió romper el hielo -¿Quieres un café?

-Esta vez tendré que negar tu invitación.

-¿Y eso?

-¿Recuerdas que te hable sobre un carpintero muy popular? –Asintió –Me ha invitado a cenar –Río a lo que el peliverde solo se alegró, de que la morena pudiese ser correspondida.

-Entonces otro día será.

-Sí, gracias… nos vemos –La vio partir en dirección a la calle principal, por lo que se giró volviendo al monasterio. Estaba tan distraído que no noto cuando choco con alguien, tirando las pertenencias del otro al suelo.

-Disculpa –Dijo agachándose y comenzando a levantar la gran cantidad de papeles.

-No, yo estaba distraído –Dijo el otro, una vez alzó la mirada se encontró con el que era su vecino –Gracias –Más este no le miro, recibiendo las cosas y comenzando a correr por el prado. Parpadeo y se alzó de hombros.

Había muchas clases de personas.

Saludo al portero y subió las escaleras hasta llegar a su habitación. Saco las llaves de su pantalón y una vez abierta, entro y cerró tras su espalda la puerta. Cuando pasó el pestillo sintió como unas manos acariciaban su pecho y comenzaba a quitar su cinturón con rapidez.

-¿No puedes esperar a que llegue?

-Ya llegaste –Escuchó el ronroneo por parte del rubio, quien ahora siempre le esperaba en su habitación para devorárselo… en sentidos sexuales –Venga, quiero hacerte mío –Le apartó las manos y se giró para mirarle.

-Ya te dije que no dejare que me penetres –Le vio hacer un ridículo puchero. Acaricio aquel cabello dorado y su piel sobre su mejilla, suave –Eres mucho.

-Déjate de eso y ve a la cama –Le vio darle la espalda y como se quitaba su camisa blanca, mientras unos pocos rayos de sol bañaban su cuerpo. Se le acercó por la espalda y le abrazo, depositando suaves besos desde sus omoplatos hasta su cuello -¿Te gusta, marimo?

-Demasiado, cejas de sushi –Le  escucho gruñir y solo río. Sanji se dio la vuelta quitándole su polo verde, dejando al descubierto su pecho y a la vez una cicatriz demasiado grande que iba desde su pecho hasta su cadera. Le vio delinearla con sus dedos con lentitud, deposito un beso sobre sus labios.

-Eres mío.

-Lo soy… y tú mío –Termino, para luego besarle y alzarlo. Llevándolo a su cama.

Notas finales:

Espero os haya gustado y disculpen si existe alguno que otro error; pero es que escribo en word y luego releo y me doy cuenta que olvide alguna que otra palabra, así que os pido perdón.

Espero leerles en mis otros fics y no olviden comentar este. Besos y chao chao.

 


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