De pronto Minho abrió mucho los ojos al comprender, y de su garganta escapó un gemido ahogado antes de que inclinara otra vez la cabeza para tomar sus labios de nuevo.
Aquel fue un beso largo, un beso con el que Minho quiso transmitirle la promesa de que las cosas iban a ser distintas a partir de entonces, y también la tristeza que inundaba su corazón por el tiempo precioso que habían perdido por su culpa, por aquellos cinco años de separación.
Sin embargo, como si aún no se lo acabara de creer, cuando despegó sus labios de los del menor, murmuró sacudiendo la cabeza:
—Pero es imposible... no puedes estar embarazado...
Taemin sonrió de nuevo.
— ¿Quién lo dice? Después de todo, sólo hace falta un espermatozoide para fecundar un óvulo.
Minho sonrió enternecido y le acarició la mejilla con el índice.
—Bueno, desde luego éste es un cumpleaños que no olvidare —dijo.
—Y todavía no ha acabado... —le recordó Taemin, para añadir con picardía—: ¿Sabes eso que dicen de que los embarazados tienen antojos? Pues yo sólo tengo uno... y eres tú, Choi Minho, así que, a partir de hoy, ya sabes lo que quiero — murmuró besándolo—. Además, no querrás que tu hija piense que no quieres a su madre, ¿verdad? —dijo volviendo a besarlo.
Sin embargo, Minho interrumpió el beso y lo miró desconcertado.
— ¿Has dicho «hija»? —preguntó—. ¿Cómo sabes que va a ser niña?
Taemin se encogió de hombros divertido.
—No sé, intuición. Por eso accedí a dejar que Yoogeun tuviera su cachorro ahora.
— ¿Porque pensabas que iba a ser una niña? —inquirió Minho, sorprendido.
—No —replicó el menor riéndose—, ¡porque es mejor no tener dos bebés a la vez!
Creía que habías dicho que era mejor no tener dos bebés a la vez.
Taemin levantó la vista de sus preciosas gemelas, antes de mirar divertido a Minho. Sus hijas habían nacido con sólo diez minutos de diferencia aquella misma mañana, y después de haber llevado a Yoogeun al hospital a ver a sus hermanitas y de llevarlo de nuevo a casa, dejándolo con la señora Park, Minho había regresado con Taemin.
—Y yo creía que habías dicho que era imposible que estuviera embarazado — respondió, sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas emocionadas al ver el orgullo en el rostro resplandeciente de su marido.
Minho tomó su mano y le besó suavemente los nudillos.
—Sin ti este milagro no habría sido posible —le dijo—. Has sido tú quien las has llevado nueve meses en tu vientre.
Taemin sonrió, cansado pero feliz, y su mirada se poso en la tarjeta de felicitación que Minho había puesto en la mesilla, junto a la cama.
—Rusty se ha aficionado a esto de «firmar» tarjetas —bromeó con el mayor—. ¡Y tres marcas nada menos, y dos de ellas rosas! —añadió riéndose y señalando dos marcas con la misma forma de la pata del animal, pero de tela que había pegadas a la cartulina.
Minho se rió también.
—Bueno, respecto a eso tengo una confesión que hacer... —dijo—. Para hacer las marcas rosas acabamos destrozando un par de servilletas. Dara se puso furiosa cuando se enteró, pero se aplacó un poco al saber que era para las gemelas.
Las niñas estaban despertándose y pronto empezarían a exigir su alimento, pensó Taemin mirándolas con amor de madre, pero aún tuvo tiempo de inclinarse hacia delante y demostrarles cuánto quería a su padre con un beso.
FIN
FIN????