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Amante de su Marido [2Min] por Bora2minFlamer

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Notas del capitulo:

Bueno, creo que será el último capítulo de hoy.
gracias or sus RW y sus concejos, tendré más cuidado de cambiar correctamente los nombres y artículos femeninos a masculinos kk

espero les guste <3

Minho apretó el volante con ambas manos. ¿Por qué diablos estaba haciendo aquello? ¿Qué sentido tenía querer retener a Tae? Si quería abandonar la empresa, podría reemplazarlo fácilmente por otra persona. Sin embargo, SooMan le había dicho que era eficiente y responsable, y ésa era exactamente la clase de empleados que necesitaba para poder poner en marcha los planes de expansión que tenía para el negocio.

El que hubiera decidido ir a convencerlo de que no dejase la empresa no tenía nada que ver con el hecho de que fuera su ex esposo, se dijo, ni tampoco con que hubiera visto en su expediente que no estaba casado.
Cuando entró al pueblecito apretó los labios ligeramente. Aquél era exactamente la clase de ambiente que siempre le había gustado a Tae: pequeño, familiar, acogedor... todo lo que no había sido su vida con sus tíos. Aparcó en un espacio libre, y se bajó del vehículo.

No le había dicho a nadie de la oficina que Tae había presentado su renuncia, así que oficialmente seguía siendo un empleado de la compañía..., su empleado.
Rodeó el estanque, y justo iba a llamar a la puerta cuando la anciana de la casa de al lado, que había estado observándolo desde su verja, le dijo:
—Tiene el timbre estropeado. Será mejor que dé la vuelta y llame por la puerta de atrás.

Sean rodeó la casa, y al ir a empujar la puerta de la verija de madera se encontró con que no se abría. Miró por encima y vio que tenía un cerrojo echado, pero sólo tuvo que tirar de él y levantarlo. Típico del castaño, se dijo; nunca le había preocupado demasiado la seguridad, aunque, viviendo solo con un niño pequeño debería. Atravesó el jardín, y al ver que la puerta trasera estaba entreabierta sacudió la cabeza y resopló. Era demasiado confiado.
Acababa de poner la mano en el pomo cuando la oyó gritar su nombre. El corazón le dio un vuelco de preocupación, y entró en la casa a toda prisa, parándose en seco al ver que el menor estaba dormido en el sillón.

De pronto, fue como si hubiera sido transportado atrás en el tiempo. Siempre le había encantado mirarlo mientras dormía, observar sus largas y espesas pestañas, sus labios entreabiertos, el rostro vuelto hacia un lado, dejando al descubierto la pequeña oreja... Dormido parecía tan vulnerable, tan frágil...
Dio un paso adelante, extendiendo una mano para apartarle mechón de la frente, cuando recordó que no estaba en el pasado, sino en el presente, y se detuvo. Pero entonces Tae volvió a susurrar su nombre en sueños angustiado, y vacilando un instante, inspiró profundamente antes de tocarle el hombro con la mano y zarandearlo suavemente.

—Tae..., Minnie, despierta.

El menor despegó los párpados lentamente, y al verlo abrió los ojos como platos, sobresaltado, incorporándose.
— ¡Minho!, ¿qué...?

—Estabas gritando mi nombre —le dijo él.

El castaño apartó la vista apenado, sintió que las mejillas le ardían.
—Estaba soñando, eso es todo —se defendió con aspereza.

— ¿Y sueles soñar conmigo?

A Tae se le aceleraron los latidos del corazón.
—En realidad era más bien una pesadilla —le espetó.

—No has vuelto a casarte —dijo Minho de pronto, en un tono que al menor le sonó acusatorio.

Tae se levantó del sillón.
— ¿Volver a casarme? ¿De verdad crees que me arriesgaría de nuevo a compartir mi vida con un hombre después de lo que me hiciste? —le espetó acaloradamente—. No, Minho, no he vuelto a casarme, y no pienso hacerlo jamás.
No haría sufrir a su hijo dándole un padrastro que quizá no llegase a quererlo como si fuese suyo. Sabía lo que era crecer sin sentirse querido, y no iba a hacer a su pequeño pasar por lo que él había pasado.

—Entonces, ¿por qué te has cambiado de apellido?

El castaño se rodeó la cintura con los brazos.
— ¿Acaso hay alguna razón por la que no debería haberlo hecho? No quería seguir llevando el tuyo, y desde luego tampoco el de mis tíos, así que me lo cambié por el de apellido de soltera de mi madre —le espetó—. ¿Y qué has venido a hacer aquí si puede saberse? —Exigió saber—. No tienes derecho a...

—He venido por esto -la interrumpió el moreno. Sacó su carta de renuncia del bolsillo de la chaqueta y la arrojó sobre la mesita frente al sillón—. Y por esto — añadió sacando unos papeles doblados del mismo bolsillo y blandiéndolos en la mano—. Es tu contrato, firmado de tu puño y letra, y te obliga a dar un preaviso de quince días si quieres abandonar la empresa. No puedes marcharte así como así, Tae. Si no cumples lo estipulado en tu contrato, te demandaré.

—No... No puedes hacerme eso —susurró el menor.

—Ya lo creo que puedo, y pienso hacerlo si te empeñas en dejar tu puesto de esta manera —replicó Minho—. He pagado mucho dinero por esta empresa, Tae, e imagino que no has olvidado que ante todo soy un hombre de negocios, y que me gusta rentabilizar mis inversiones.
Sus palabras le sirvieron a Taemin para darle la respuesta que hacía rato llevaba deseando darle por su prepotencia.
—Si algo he hecho en estos cinco años, ha sido no desperdiciar un solo momento acordándome de ti—mintió.

— ¿Ni un solo recuerdo? —inquirió Minho en un tono insolente, acariciándole la barbilla con el índice, y bajando la vista a su boca—. ¿Vas a decirme que no te has acordado siquiera una vez de esto?

Sin darle tiempo a reaccionar, sus labios descendieron sobre los de él y, sin saber cómo, Tae se encontró con sus manos deslizándose por debajo de la chaqueta de Minho, y subiendo por su espalda. Fue un beso sensual, apasionado, tal como recordaba los besos del moreno, y cuando él levantó la cabeza, sus ojos se encontraron, y permanecieron así, mirándose, largo rato.
Las manos del alto habían subido a su nuca, y estaba masajeándola suavemente en movimientos circulares con los pulgares. Un escalofrío delicioso recorrió la espalda de Taemin, que cerró los ojos, temeroso de que su mayor pudiera leer en ellos la excitación que estaba sintiendo en ese momento. Se notaba los pezones erectos, como si ansiaran el contacto de sus dedos y sus labios, mariposas en el estómago, y un creciente calor  en la parte más íntima de su cuerpo, su hombría.
Minho lo besó de nuevo, y esa vez Taemin se dejó llevar por completo, abriendo la boca para permitir los fieros envites de su lengua, y sus manos recorrieron la espalda del mayor mientras de su garganta escapaba un gemido de placer.
Minho bajó las manos a sus caderas, y lo atrajo hacia sí, masajeándolas. El menor sintió que el deseo lo consumía. Lo necesitaba tanto…, tanto...

— ¡Mami, mami!

La voz de Yoogeun  llamándolo desde el jardín lo devolvió a la realidad, y se apartó de Minho, que lo soltó también en ese mismo instante. A los pocos segundos, se abría la puerta trasera, y entraba su hijo, seguido de Kibum.
—Le dije a Yoogeun que si quería podía quedarse un poco más jugando con Leo, pero parecía cansado y me dijo que tenía ganas de venirse a casa, así que...—comenzó su vecino, deteniéndose al ver a Minho.

—Gracias, Key —le dijo Taemin, agachándose para tomar en sus brazos a su pequeño, que había corrido junto a él.

El rubio miró incómodo a Minho y luego a su amigo.
—Eh... bueno, pues nada, me voy —dijo, apresurándose a salir de la casa.

El moreno estaba mirando con incredulidad al niño. Tenía un hijo... Taemin  había tenido un hijo... Aquello sólo podía significar que algún otro hombre...

El pequeño se revolvió en los brazos de su madre, y Tae finalmente lo bajó. En cuanto los pies del niño tocaron el suelo, alzó el rostro hacia el más alto y le pregunto:
— ¿Quién eres?

—Yoogeun-ah, es hora de irse a la cama —le dijo Tae con firmeza, y mirando a Minho añadió—. No tienes nada que hacer aquí. Si no te importa, querría que te marcharas.

—Lo que te he dicho sobre el trabajo iba en serio, Minnie—insistió él.
— ¡Te he dicho que no me llames así!

Tae se dio cuenta demasiado tarde del efecto que su tono alterado había tenido en su hijo, que se aferró a su mano y miró al moreno fijamente, con los ojos abiertos como platos, pero lo mal que se sintió por ello no fue nada en comparación con la irritación que lo invadió cuando Sean le dijo:
— ¡Estas asustando al chico!

Antes de que pudiera responderle, lo sorprendió agachándose y tomando al pequeño en sus brazos. El castaño esperó que su hijo se revolviera, como hacía siempre que alguien a quien no conocía lo tocaba, pero vio con gran disgusto que el pequeño, en vez de intentar apartarse de él, se dejaba hacer dócilmente y, tras mirarlo con una expresión muy solemne un buen rato, le decía:
—Un cuento, señor, por favor.

Taemin sintió como si el corazón se le quebrantara. El pequeño no sabía que aquél era el hombre que los había abandonado antes siquiera de que él naciera.
—El padre de su amigo Leo le lee un cuento a su hijo cada día, al llegar del trabajo —le explicó apenado a Minho—. Supongo que por eso...

Pero el moreno no estaba escuchándolo. Mirando al niño a los ojos, se dio cuenta de que, aunque lo hubiera intentado, no habría podido sentir resentimiento ni odio hacia él, aunque fuera el hijo de otro hombre.
— ¿Un cuento? —repitió, sonriéndole.

Oliver asintió entusiasmado con la cabeza.
—Mami... el libro —le dijo a Tae insistentemente, volviendo la cabeza hacia su madre.

—Minho tiene que irse ya —replicó el menor, dándoles la espalda para doblar la manta que se había echado por encima al tumbarse en el sillón—. Ya te leeré yo uno más tarde.
— ¡No! ¡Quiero que me lo lea él ahora! —protestó el niño.
—No me importa, minie —intervino Minho—. ¿Por qué no me das ese libro y ya está?

La suavidad de su tono de voz hizo que el castaño se volviera hacia él mirándolo sorprendido. Yoogeun tenía la cabeza apoyada en su hombro.
—En realidad aún es pronto para acostarlo —murmuró.
— ¿Hay alguna ley que prohíba leerle un cuento a un niño cuando no es la hora de irse a la cama? —replicó Minho.

Con un nudo en la garganta, Taemin sacudió la cabeza sin decir nada, y fue a buscar el libro de cuentos favorito de Oliver.
Algo más de una hora después, Minho estaba sentando en el sillón con Yoogeun en su regazo, leyéndole el tercer cuento, cuando notó que se le estaban cerrando los ojos.
—Me parece que ya está listo para irse a la cama —le dijo a Taemin.
—Sí —asintió él—. Dámelo, subiré a acostarlo.

Pero en cuanto extendió los brazos para tomar al pequeño, el moreno sacudió la cabeza.
—Yo lo llevaré. Dime dónde está su habitación.

El menor se lo dijo de mala gana, y este subió las escaleras con el niño en brazos, mientras Tae recogía el vaso, el plato, y los cubiertos de la cena de su hijo.
Entretanto, en el piso de arriba el moreno estaba metiendo al chiquillo en su camita. Al arroparlo, sintió que se le encogía el corazón de ternura. Las lágrimas le nublaron la vista, pero parpadeó para contenerlas, y cuando salió del dormitorio y volvió a bajar las escaleras, ya había recobrado el control sobre sí mismo.
Taemin estaba limpiando con un trapito la mesita frente al sillón, donde a Yoogeun se le había derramado un poco de leche. Minho se quedó mirándola en silencio con las manos en los bolsillos.
— ¿Cómo te las arreglas para ocuparte del crío, trabajando a jornada completa?---le preguntó de repente.

Al alzar la mirada, Taemin vio que tenía el ceño fruncido, como si de verdad le preocupase, y se apresuró a bajar la cabeza de nuevo hacia la mesa mientras seguía frotándola con el trapito, a pesar de que ya estaba más que limpia. No podía cometer otra vez el error de creer que aquel hombre tenía sentimientos.
—Si sólo trabajara media jornada no ganaría lo suficiente para mantenernos— contestó con aspereza—. Además, soy la única familia que tiene.
— ¿Y su padre? —inquirió el mayor.

Taemin inspiró profundamente antes de contestar.
—Yoogeun nunca ha tenido un padre.
— ¿Quieres decir que los abandonó? —preguntó el moreno, casi fuera de sí.

El castaño no podía dar crédito a la censura que había en su voz.
—Sí, nos abandonó —asintió, soltando el trapo  y cruzándose de brazos para ocultar el ligero temblor de sus manos—, pero mi hijo y yo estamos mejor sin él. Y ahora, si no te importa, querría que te fueras —añadió, yendo hasta la puerta y abriéndola.

—No te preocupes, no pensaba quedarme más tiempo —respondió él, dirigiéndose hacia el menor. Al llegar a su lado, se detuvo, y lo miró a los ojos—. No olvides lo que te he dicho: mañana por la mañana, te quiero en tu puesto —le dijo con aspereza.
—Pues lo siento, pero no estaré allí —respondió el menor en el mismo tono.
—Taemin, te lo advierto: si no estás allí mañana... —comenzó Minho.
—Mañana es sábado —le recordó el menor secamente—. No trabajamos los sábados.

Sean entornó los ojos y resopló, irritado por el fallo, mientras el menor se preguntaba qué pensaría el chico con el que ahora compartía su vida del hecho de que fuese un adicto al trabajo que casi nunca se tomaba vacaciones.

—Muy bien. El lunes, entonces. Si no te encuentro en la oficina el lunes por la mañana, atente a las con secuencias —le dijo el alto, y salió de la casa.

Notas finales:

Qué pasará cuando tae decida contarle aquella sorpresa?

Volverá acaso a la oficina, o se arriesgará a una demanda?

Muchas sorpresas para el próximo capítulo n.n

 


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