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Amante de su Marido [2Min] por Bora2minFlamer

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Notas del capitulo:

Bueno, aquí está el segundo capítulo jeje 
Disfruten! n.n

Minho salió del Mercedes, y se quedó de pie frente al edificio delante del que había aparcado.

El traje a la medida que llevaba le daba un aire elegante, y bajo la chaqueta se le marcaban los músculos, resultado de los años que había pasado ganándose el sustento trabajando como obrero para distintas constructoras, los años en los que se había prometido a sí mismo que un día las cosas serían distintas, que sería él quien diese las órdenes en lugar de recibirlas.

Desde muy niño había aprendido a valerse por sí mismo, ya que a los seis años había sido abandonado por su madre, una hippie adicta a las drogas, y lo habían llevado a un centro de protección de menores.

Al cumplir los dieciocho estaba fuera, y había empezado a trabajar, haciendo casi cualquier trabajo que le ofrecieran, y a los veintitrés comenzó a asistir a una escuela nocturna para conseguir un título en Administración de Empresas. Su treinta cumpleaños lo había celebrado vendiendo la compañía que había creado partiendo de cero por un valor de veinte millones de dólares. Podría haber dejado de trabajar si hubiera querido y haberse dedicado a vivir de las rentas, pero le gustaban los retos, y era capaz de ver el potencial de pequeñas empresas como la de Lee Soo Man, que acababa de comprar. No, no iba a retirarse a una isla paradisíaca ni mucho menos; su vida no había hecho más que empezar: tenía sólo treinta y cinco años.

Treinta y cinco años... y grandes planes para ese negocio que había adquirido hacía una semana. Sin embargo, para poder llevarlos a cabo, necesitaba la clase de personal adecuado: gente dedicada, entusiasta; trabajadora, ambiciosa. Esa mañana iba a tener el primer encuentro con sus nuevos empleados, e iba a evaluarlos como lo había hecho con cada negocio del que había ido. Haciéndose cargo con un cara a cara. Después y sólo después se leería las fichas de cada uno.

Aunque era un hombre increíblemente guapo, a esas horas tempranas de la mañana la luz del sol resaltaba las líneas rectas de su nariz y sus labios, mostrando al ejecutivo de férrea determinación que raramente sonreía. Consciente de su atractivo, sus ojos brillaron con un cierto cinismo cuando una joven que caminaba por la acera en ese momento aminoró el paso, mirándolo de arriba abajo con una mirada apreciativa.

Desde que empezó a ganar dinero, dinero de verdad, lo habían perseguido las mujeres más bellas, pero Sean sabía que se habrían alejado de él con absoluto desprecio si hubieran sabido quién había sido antes de convertirse en el hombre de éxito que era.

Los recuerdos, en parte amargos, y en parte dolorosos, disolvieron la calidez de su mirada, y el marrón de sus ojos se tomó opaco, apagado. Había recorrido un largo camino para llegar hasta donde había llegado, pero nunca le parecía que fuera suficiente.
Cerró el coche, y se dirigió hacia la entrada del edificio con paso firme.



Mientras le ordenaba mentalmente al semáforo «ábrete, ábrete, ábrete», Taemin sintió cómo el sudor empezaba a perlarle la frente y los nervios le atenazaban el estómago. Había tenido que tragarse su orgullo y llamar la noche anterior a Kibum, la madre del mejor amigo de Yoogeun, para preguntarle si podía dejar a su hijo en su casa a las siete y media el día siguiente para que lo llevara al Kinder con el suyo. Kibum había sido muy amable y le había repetido una y otra vez que no era molestia en absoluto, pero Tae se sentía como una mala madre.
Le rogó en silencio a todos los santos por que el nuevo dueño de la empresa no fuera muy quisquilloso con la puntualidad, porque, si no, acabaría de patitas en la calle.

Cuando por fin llegó a la oficina, Taemin miró su reloj de pulsera mientras se bajaba del coche. « ¡Ocho y media!», pensó horrorizado, apretando los dientes. Atravesó a toda prisa las puertas del edificio, corriendo hacia los ascensores.

Segundos después, entraba en la oficina y se dirigía al pequeño salón de actos, con la esperanza de poder colarse sigilosamente y sentarse al fondo sin que el nuevo dueño reparara en él, pero justo en ese momento se abrió la puerta y empezaron a salir sus compañeros.

— ¡Tae!, ¿dónde estabas? —le cuestionó Mir, deteniéndose a su lado.

—Te lo explicaré luego; cuando...

Tae no terminó la frase. Se había quedado de piedra al ver al hombre que estaba saliendo por la puerta detrás de SooMan. ¿Qué... qué estaba haciendo allí su ex marido?

—Quizá querría explicármelo a mí, ahora.

Qué bien recordaba aquella voz aterciopelada, ese tono gélido... Tae se dio cuenta de que sus compañeros estaban mirándolo, y se irguió, intentando recobrarse de la impresión.

—Escuche, señor Choi... —le dijo SooMan incómodo a Minho—, estoy seguro de que...

Ignorándolo, Minho se volvió y agarró la manija de la puerta del salón de actos, ordenándole a Taemin:

—Entre.

Tae se quedó mirándolo fijamente un momento, atónito, y temblando de rabia por dentro. ¡Su nuevo jefe era su ex marido! ¿Cómo podía el destino darle un golpe tan bajo?

El día que Minho salió de su vida, abandonándolo por otro chico, había rezado por no tener que volver a verlo nunca más. Había dado todo en su relación, pero a él aquello no le había importado. El éxito, que no habría conseguido sin su ayuda y apoyo, lo había vuelto arrogante, las cosas habían cambiado, y de pronto un día ya no era lo bastante bueno para él.

—Señor Choi, no sea duro con Taemin —volvió a intentar interceder de nuevoSooMan por él—. Es un empleado responsable y...

—Gracias, señor Lee, pero, si no le importa, yo me haré cargo de esto — le cortó Minho con aspereza.

Taemin entró en el salón de actos, y Minho lo siguió, cerrando la puerta tras de sí.

— ¿Tae?—dijo en un tono despectivo—, ¿qué ha sido de «Minnie»?

Minnie... aquel era el diminutivo que había empezado a usar Minho al poco de conocerlo, porque sus tíos lo llamaban Taemin y a él le parecía demasiado frío. Volver a oírlo de sus labios hizo que toda una serie de dolorosos recuerdos afloraran en Tae.

Alzó la barbilla desafiante, y le contestó con una risa amarga.

— ¿Quieres saber qué ha sido de Minnie? Murió hace cinco años, Minho, cuando destruiste nuestro matrimonio.

— ¿También tienes ahora otro apellido? —inquirió él, preguntándose si Tae podría comprender o siquiera notar la ira que había hecho que su voz se hubiese tornado ronca de repente.

— Kim

— ¿Kim? —repitió él, casi escupiendo la palabra.

— ¿No creerías que iba a seguir usando el tuyo? —le cuestionó Tae.

—Así que has vuelto a casarte sólo para poder cambiarte de apellido.

Los ojos de Taemin relampaguearon al escuchar el desprecio en su voz.

— ¿Por qué has llegado tarde? —exigió saber Minho abruptamente. ¿No quería dejarte salir de la cama?

Tae sintió que le ardían las mejillas.

—Sólo porque tú...

Pero no dijo más, y tragó saliva cuando los recuerdos acudieron como un torbellino a su mente: Minho imprimiendo en su nuca leves besos al amanecer, que seguían con insistencia hasta que estaba despierto del todo y se tornaban en algo más para luego...

Taemin se enfureció consigo mismo al sentir la excitación que estaba invadiéndolo con sólo pensar en ello. ¿Acaso no había aprendido la lección? Minho había hecho trizas el amor que había sentido por él, de un modo cruel y deliberado. Se alegraba de que creyera que había encontrado a otra persona, que se había vuelto a casar. ¿Se habría casado él con el chico por el que lo había dejado?

En ese momento, sonó el teléfono móvil del moreno. Lo sacó del bolsillo de su chaqueta para contestarlo mientras le decía que podía marcharse. Mientras se daba media vuelta para dirigirse hacia la puerta, Tae oyó la voz maculina al otro lado de la línea:

—Minho, querido...




Tae estaba acabando de recoger las cosas de su escritorio cuando Mir entró en su despacho.

—Tae... ¿Qué estás haciendo?

— ¿Tu qué crees? Recogiendo mis cosas —respondió él secamente.

— ¿Te marchas?

El castaño alzó la cabeza para asentir y vio una expresión de espanto en el rostro de su compañero.

— ¿Te ha echado simplemente por llegar tarde?

Tae esbozó una leve sonrisa.

—No, no me ha echado. Digamos simplemente que me marcho antes de que lo haga

—Pero, Tae... —replicó Mir—. Quizá tu relación con el nuevo jefe no haya empezado con buen pie, pero parece un buen tipo; seguro que en el fondo es un encanto.

¡Minho! ¡Encanto! Tae reprimió una risa amarga. Podían decirse muchas cosas del moreno, pero no que era un encanto. Choi Minho era un hombre arrogante y sin sentimientos. Resoplando, dejó a un lado la caja que había estado llenando de cosas y se puso a teclear en el ordenador.

—Gracias a Dios... has cambiado de opinión—dijo Mir, suspirando de alivio.

—No lo he hecho —replicó el castaño sin dejar de teclear—. Estoy escribiendo una carta de renuncia.

— ¡Renuncia!—exclamó el menor espantado—. ¿No crees que te estés tomando esto demasiado a pecho? Tal vez SooMan pueda hablar con él y arreglar las cosas.

Sin embargo, Tae no quiso escucharlo, y siguió tecleando para, segundos después, imprimir la carta, doblarla y meterla en un sobre que puso en la bandeja del correo interno. Una vez hecho eso, tomó la chaqueta de su asiento y se la puso ante la mirada angustiada de Mir.

—Me marcho —le dijo—. Por lo que a mí respecta, ya no trabajo aquí.

—Pero, Tae, no puedes irte así... sin decírselo a nadie —le insistió su compañero siguiéndolo por el pasillo.

— ¿Qué no? Fíjate.

Y con esas palabras, salió por la puerta y abandonó la oficina.

Notas finales:

aigo, en verdad espero les esté gustando la adaptación n.n

trataré de actualizar lo más pronto posible y dejarles varios capítulos para que comiencen a leer y no esperen mucho n.n

 

dejen sus RW

se aceptan comentarios, sugerencias y críticas n.n


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