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Amante de su Marido [2Min] por Bora2minFlamer

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Notas del capitulo:

Listo el capítulo 3 n.n 

Espero les guste y sorprenda lo que pasará, aunque todo el fic estará lleno de muchas sorpresas n.n

¡Minnie estaba trabajando allí! Minho no podía dar crédito a aquel inesperado giro del destino. Acababa de terminar la conversación telefónica con el esposo de su asesor financiero, que lo había llamado para invitarlo a una cena que iban a celebrar con varios amigos. Había rehusado, por supuesto. Detestaba esa clase de reuniones sociales, y siempre que podía las evitaba. Antes de conocer a Minnie ni siquiera había sabido cuáles eran los cubiertos correctos para cada plato. Había sido aquel castaño quien se lo había enseñado, quien con dulzura y paciencia había limado las asperezas de su carácter. ¿Y qué había hecho él para pagárselo?

Se dirigió enfadado hacia el ventanal y miró fuera, sin ver nada en realidad, pues no podía dejar de pensar en el menor. En aquellos cinco años, después del divorcio, nunca había intentado localizarlo, saber qué había sido de él. ¿Qué sentido habría tenido? Su matrimonio se había acabado y, aunque Minnie lo hubiera rechazado, le había ofrecido una compensación más que generosa por el divorcio.

¿Con quién se había casado?, ¿y cuándo?

Cuándo se bajó del coche delante de su casita, Tae estaba temblando de tal modo, que no sabía cómo había podido llegar hasta el pueblo. Durante todo el trayecto, su mente había estado nublada por los dolorosos recuerdos que habían resurgido al ver a Minho.

— ¡Taeminnie!

Kibum, vecino suyo y madre de Leo, el mejor amigo de Yoogeun, era quien lo había llamado, y quien estaba acercándose a él en ese momento.

— ¿Cómo es que hoy vuelves tan pronto? —Le preguntó cuando llegó a su lado—. ¿Tan bien os ha ido en la entrevista con el nuevo jefe esta mañana que os dado el resto del día libre? —añadió divertido.

Tae habría querido sonreírle y seguirle la broma, pero las emociones que se habían agolpado en su interior hicieron que le temblaran los labios.

—He... He dejado el trabajo —le dijo con voz entre cortada—. No... No podía hacer otra cosa. Mi... ¡El nuevo jefe es mi ex marido! —exclamó, rompiendo a llorar.

— Tae... —murmuró Kibum contrayendo el rostro. Le pasó un brazo por los hombros y le dijo—: Ven, vamos dentro y cuéntamelo todo.

Diez minutos después, el felino rubio le había preparado un té de tila, y estaban los dos sentados en el saloncito, el uno junto al otro.

—Conocí a Minho, mi ex marido, cuando tenía dieciocho años —comenzó Tae su relato, inspirando profundamente y soltando el aíre con pesadez—. Era verano, y estaba trabajando como albañil en la construcción de un edificio del vecindario donde yo vivía con mis tíos. Cada vez que pasaba por allí, camino del instituto, y lo veía, descamisado, y con esos vaqueros gastados...

—Mmm... Qué sexy. Ya me lo estoy imaginando—lo interrumpió Kibum para aligerar el ambiente, y sintiéndose aliviado al ver que una leve sonrisa afloraba a los labios del menor.

—No era descarado mirándolo, ni nada de eso, así que no creí que se hubiera dado cuenta, ni que se hubiera fijado en mí —continuó el castaño—, pero una noche había ido con unos amigos a un pub, y se acercó para invitarme a bailar. Fantasear con él cuando pasaba delante de la obra era una cosa, pero que me abordara era algo muy distinto. Yo era tímido e ingenuo, y él parecía tan seguro de sí mismo, que me sentí intimidado y le dije que no. Creyó que lo estaba rechazando por algún tipo de prejuicio clasista, y... —sacudió la cabeza—. Yo entonces no lo sabía, pero al igual que me había pasado a mí, había tenido una infancia muy infeliz y solitaria, y aquello le había dejado una espinita en el corazón. Se había propuesto hacer que su vida cambiase. Creo que esa noche, cuando me negué a bailar con él, aunque en un principio se sintió despechado, se lo tomó como una especie de desafío personal, y siguió insistiendo hasta que accedí a una cita. Debí parecerle sofisticado porque pertenecía a una familia de clase media-alta, pero supongo que una vez nos hubimos casado, inició su propio negocio, y empezó a tener éxito, fue perdiendo el interés en mí. Seguramente podía encontrar a una docena de chicos con más clase que yo.

Kibum contrajo el rostro al advertir el dolor en el tono del menor.

—Pero tú lo amabas, ¿no es así? —inquirió suave mente.

Tae bajó la vista a la taza de tila entre sus manos y asintió con la cabeza.

—Estaba loco por él —respondió—, aunque sólo ahora me doy cuenta de lo ciego que estuve, de lo estúpido que fui al enamorarme de él, de haber llegado a creer que sentía lo mismo por mí.

Nuevas lágrimas rodaron por sus mejillas, y el rubio le apretó la mano. Tae tragó saliva y continuó:

—Mis tíos se pusieron furiosos cuando supieron que estábamos saliendo, sobre todo mi tía. Tuvimos una fuerte discusión y me dijo una serie de cosas horribles, como que mi madre nunca le había gustado, y que siempre se había opuesto a su matrimonio con su hermano. Me dijo que, si no dejaba de ver a Minho, ya podía empezar a trabajar, porque no iban a seguir manteniéndome. Pero no podía hacerlo; lo amaba demasiado. Cuando le conté la amenaza de mi tía, me dijo que no tenía por qué quedarme con ellos y seguir aguantando sus menosprecios y sus abusos de poder, que él cuidaría de mí —El menor exhaló un profundo suspiro— Nos casamos seis semanas después.

Kibum vio lo cansado que estaba Taemin, Se levantó y le dijo:

— ¿Por qué no te quedas y te relajas un poco? Como tengo que ir al kinder a recoger a Leo, de paso puedo traerme a Yoogeun.

Tae no quería abusar de la amabilidad de su vecino, pero todavía se sentía con los nervios a flor de piel.

—Gracias, Key. Siempre eres tan bueno conmigo...

—Bobadas. Tú harías lo mismo por mí.

Y lo haría, se dijo el menor, aunque le parecía improbable que fuese a necesitarlo nunca, cuando tenía un marido que no podía ser más atento y cariñoso, y a sus padres y sus suegros, que adoraban a su nieto.

—Anda, échate y descansa. Luego nos vemos —le dijo el rubio, poniéndose de pie y levantando la mano a modo de despedida.

—De acuerdo, hasta luego —respondió Tae mientras se tumbaba.

Oliver sólo lo tenía a él, pensó cuando su vecino se hubo marchado. No tenía abuelos, ni tíos..., sólo a él. ¿Cómo que sólo a él?, se preguntó a sí mismo enfadado. Y Minho, ¿qué? Al fin y al cabo es su padre... ¿Por qué, por qué tenía que haber reaparecido en su vida? ¿Y por qué precisamente como su nuevo jefe? Le había costado conseguir aquel trabajo, y no era justo que tuviese que irse de la empresa sólo por que Minho la hubiese comprado, pero tampoco podía quedarse.

Por primera vez en aquellos cinco años, se arrepintió de no haber aceptado la compensación monetaria que le había ofrecido cuando se divorciaron. ¡Dos millones de libras nada menos! Eso le habría resuelto unos cuantos problemas.

Claro que entonces aún no había descubierto que estaba embarazado, y después sencillamente había decidido que no quería ninguna limosna de aquel hombre que, con la mayor sangre fría, le había dicho que había cambiado de opinión con respecto a tener hijos, y que no quería seguir atado a un chico al que ya no amaba.
Contra su voluntad, los recuerdos acudieron de pronto a la mente de Taemin, como un torbellino: (flashback)

Cinco años atrás, el mismo día en que Minho le había dicho que quería el divorcio, no había podido imaginar que aquello iba a ocurrir, ni lo frágil que era su felicidad. De hecho, un par de semanas antes lo había llevado a pasar un maravilloso fin de semana en un hotelito rural, para compensarlo, le había dicho, por el hecho de que las negociaciones que había estado manteniendo para cerrar un importante contrato les hubiesen impedido tomarse las vacaciones de verano que habían estado planeando.

Habían llegado allí al atardecer, y habían dado un romántico paseo antes de subir a su habitación, donde Minh lo había desvestido lentamente y le había hecho el amor.
Luego, durante la cena, el moreno le había entregado un gran sobre marrón, con mucho aire de misterio, y le había dicho que lo abriera. Al hacerlo, Minnie encontró dentro información de una inmobiliaria sobre una antigua casa parroquial de estilo georgiano. Habían pasado por delante un día el año anterior, con el coche, y se había quedado enamorado de esta.
—Dijiste que era la clase de sitio en el que siempre habías soñado vivir —le recordó él—. Está a la venta.

Tae había pasado el resto del día como en una nube, planeando entusiasmado con Minho cómo iban a decorarla, habitación por habitación.
Aquella noche volvieron a hacer el amor, y por la mañana, al despertar en los brazos de Sean, se había dicho que no podía haber en la faz de la tierra un chico más feliz que él. Sin embargo, dos semanas después le decía que ya no lo amaba, y que quería el divorcio. (Fin del FlashBack)

 

 

Tae cerró los ojos, sintiéndose física y emocionalmente exhausto, y al poco rato, se quedó dormido.
Ya había tenido aquel sueño otras veces, un sueño en el que se repetía lo que había ocurrido cinco años atrás: (sueño)

Estaba en la salita del apartamento donde habían vivido juntos, y oía la llave girar en la cerradura de la puerta. Minho había llegado pronto del trabajo. Corría a saludarlo, pero él lo apartaba irritado.

—Minho, ¿qué pasa? —le preguntaba el menor, extendiendo una mano y estremeciéndose al ver cómo ignoraba ese gesto de cariño.

Minho se giraba sobre los talones, dándole la espalda, y el menor lo observaba sin comprender, sintiendo que su corazón se llenaba de temor.

—Quiero el divorcio —le decía el moreno en un tono gélido.

— ¿El divorcio? —repetía él—. Pero, ¿por qué...? Minho, ¿qué estás diciendo? —le preguntaba con voz ronca, la garganta atenazada por la angustia y la in comprensión.

—Estoy diciendo que ya no siento nada por ti, y que quiero que pongamos fin a nuestro matrimonio.

— ¡No!, ¡no! No es verdad, no puede ser verdad...—gemía desesperado—. Tú me amas...

—Creía que te amaba —le aclaraba él con frialdad—, pero me he dado cuenta de que no es así. Queremos cosas distintas de la vida, Tae. Tú estás loco por tener niños, y yo estoy harto de oírte hablar de ello sin cesar.

—Pero… pero eso es imposible —susurraba el menor—. Desde... desde el día en que nos conocimos has estado diciéndome que tú también querías tener hijos —le recordaba con voz temblorosa—, que querías que formásemos una familia...

— ¡Por amor de Dios, Taemin!, ¿cuándo vas a despertar? —la interrumpía él exasperado—. Habría dicho cualquier cosa con tal de llevarte a la cama.

El desprecio en su voz era como un cuchillo que se le clavase en el alma.

—Mira, Tae, no es mi intención que discutamos. No siento nada por ti, y este matrimonio no tiene sentido. Ya he hablado con mi abogado. Recibirás una compensación monetaria que te permitirá...

— ¿Hay otro chico? —lo interrumpía el menor, con el corazón en un puño.

Se miraban durante largo rato en un tenso silencio, y él rogaba por que le respondiese que no, pero en lugar de eso le contestaba con un sarcástico:

— ¿Tú qué crees?

Tae se notaba temblar y aunque no quería llorar delante de él, no podía contener las lágrimas por más tiempo, y empezaba a sollozar, diciendo su nombre en un ruego entre desesperado e incrédulo.

Notas finales:

Aigo.. tan duro el rano..
Qué asará con tae? volverá a la oficina? tendrá el valor de volver a mirar a minho después de todo lo ocurrido?

 

espero les esté gustando, dejen sus rw n.n


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