Al fin es sábado, pero daba igual me levante temprano, mis padres siempre se iban con mi hermana al parque a correr y cosas así, yo siempre les decía que no quería ir, no se me dan mucho los deportes y me canso demasiado rápido por eso tengo un pase en deporte para no hacer mucho ejercicio.
Baje a la cocina para comer al menos un cereal, revise el refrigerador pero ya no había leche, fui al baño y me peine un poco, mi cara de muerto se había ido, el dormir me hizo bien, subí para ponerme unos tenis y un suéter, tome mi cartera y al bajar mire que había una nota:
“Hijo, iremos a la convención del cine, regresamos en un rato” me encogí de hombros y Salí de casa después de tomar mis llaves, estaba a punto de llegar a la tienda cuando por poco choco con un chico.
-Hola ¿Me puedes ayudar?- Una voz en realidad grave me asusto pero después mire al responsable de mi susto por unos segundos, era extremadamente guapo y todo lo que puede pedir alguien, alto, con una gran sonrisa muy bonita, sus ojos cafés, el cabello negro no muy corto y algo despeinado, asentí con la cabeza lentamente, mire como me daba el extremo de un hilo rojo, lo tome dudando un poco.
-Quédate aquí- Dicho eso se fue unos pasos derecho no se cuanto anoto y después se quedo parado como pensando en algo, mire el listón rojo y recordé la leyenda japonesa, pero lo único que me vino a la mente era una frase que se dice al final del cuento "un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper”.
-Gracias, acabas de salvarme la vida- Otra vez sonrió y yo casi me desmayo, en verdad no sabía que podría haber una tan hermosa.
-No hay de que- Trate de devolverle la sonrisa y no verme tan estúpido como me sentía, vi como miraba mi mano, estaba tan embobado con el que no le había regresado su hilo, pero al querer hacerlo no podía, se había enredado en mi mano, no sé como tal vez por el nerviosismo lo había hecho sin darme cuenta.
-Espera un poco- No le respondí como era mi costumbre pero aun así ahí estaba yo esperando a ser desamarrado, sus manos eran demasiado suaves y bonitas, sus uñas un poco largas, lo contrario a mis manos, las mías estaban en mal estado en completo mal estado, me las mordía y alrededor también, en verdad me dio demasiada pena que haya visto la peor parte de mi, al fin termino y tomo el hilo yo solo le atine a bajar la mano.
-Listo, estas libre, gracias por la ayuda- O tenía un problema o en verdad no quería estar libre, mi corazón latía un poco fuerte y sentía algo raro en mi estomago.
-Gracias por lo último, adiós- Hice una pequeña referencia, parecía mayor que yo por eso lo hice sin pensar, me fui a paso lento pero tratando de ir rápido, que pena, llegue a la tienda compre la leche y un paquete de galletas, pague y regrese por donde vine rezando por que ya no estuviera seguro mi rostro era el de un tomate.
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Mi familia y yo estábamos a punto de salir para visitar a mi hermano y sí, yo iba un poco más feliz pues hace tiempo que quiero volverlo a ver, dijeron que iríamos primero a ver a unas personas y ellos eran nada más ni nada menos que doctores.
-¿Y bien? ¿Estamos aquí por?- Entramos a una casa verde, en verdad que parecía todo amor, amistad y solidaridad, las enfermeras con una sonrisa de oreja a oreja que creo que yo en mi corta vida solo pocas veces había podido hacer.
-Hijo esto es por tu bien, nos preocupamos por ti y queremos que estés bien- Mire a mi madre con cara de incredulidad, no es que dudara de sus palabras pero tal vez ya me estaba pasando un poco con eso de no comer mucho y si efectivamente estaba bajando de peso.
Hay fue cuando escuche como una señora ya mayor pronunciaba mi nombre con un asentó algo raro tanto que me dio risa como se escucho, solo que aguante y mire a mi padre buscando una salida, pero al ver su cara sonriente supe que de él había sido la idea, no me moleste a ver a mi hermana ya que ella estaba hablando por el celular con su novio o alguna amiga, me encogí de hombros y sin más fui hasta la doctora, sentándome en su despacho, el cual constaba de un pequeño cuarto pintado del mismo color que la casa, con un escritorio al centro con algunos papeles enzima seguro de sus otras consultas, con muchos símbolos de cruses, buda, cosas espirituales.
-Jun Hong ¿Por qué no comes?- Me miro con una sonrisa como el de las demas enfermeras, pero no hizo que cambiara mi semblante serio.
-Porque no me da hambre-
-¿Depresión?-
-Supongo- No quería ser grosero pero esto de los médicos ya me tenía hasta la coronilla.
-¿Miedo?-
-Si-
-¿A qué?-
-Estar con personas y sentirme solo- Tenía que decir algo, esas preguntas desde los diez años que las escuchaba una y otra vez, pero la realidad de eso era otra.
Después de minutos sobre preguntas similares, terminaron dándome una terapia de masajes con aroma, si ya lo habrán notado mi padre es amante del naturismo, me dieron más medicamento, ya tenía el suficiente para un año, jarabe, pastillas, gotas, té, entre otras cosas mas.
Siempre me habían tenido bajo la mira, pues se les hacia raro como me comportaba desde algunos sucesos que a su tiempo les contaré, salimos de ese lugar, justo cuando resibi un mensaje de texto:
“DaeHyun
Necesito verte, es urgente ¿Dónde estas? Paso por ti”
-Deja eso hijo, sube al auto-Mientras hacia lo que me pedia mi padre, me sente en la parte tracera de la camioneta al lado de mi hermana, conteste el mensaje.
“Hyung, lo siento, pero ahora estoy un poco lejos de casa, en cuanto llegue te marco”
Al llegar al lugar donde se rehabilitaba mi hermano mayor, me dio un sentimiento depresivo, ese lugar totalmente blanco me hacia recordar cosas un tanto desagradables, pero al tiempo ya estaba acostumbrado, yo iba cada tres días pero mis padres no lo sabían ya que decían que no era bueno estar tiempo hay, pero me daba lo mismo es mi hermano, no podía dejarlo tanto tiempo solo, después que mi padre aparcara el auto frente al lugar, bajamos.
-No podemos quedarnos mucho tiempo- Comenzo a caminar , entrando al establecimiento, lo seguimos a paso lento, le preguntamos a la señorita detrás del mostrador y solo nos señalo el largo pasillo de paredes blancas y piso gris, después de caminar unos minutos llegamos a la habitación 711, mi madre toco tres veces y la puerta dejando ver a un chico alto, su cabello negro despeinado, aun no lo tenia muy largo , con el mismo color de piel que yo solo que un poco palido, con una playera gris y un pantalón negro, estaba descalso, siempre le había gustado estar asi, dice que se sentía mas libre, pasamos todos pero al yo quedar al lado de el, me toco la cabeza, lo mire y me sonrio.
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