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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Hola, hola! He vuelto :D

Lamento la tardanza. La verdad es que se suponía que debía llegar el pasado lunes. Fui a vacacionar a una playa al norte del país y sin darme cuenta terminé cruzando la frontera con Argentina y acabé en un hotel en Mendoza, fue una locura (Si hay algún/a Argentino/a leyéndome, mis felicitaciones. Jamás había comido pizza más rica y en mi vida había visto un trozo tan grande de carne como sus deliciosos bife de chorizo…los argentinos sí que saben comer. Y joder! Que baratos son los libros allá <3)

En fin…llegué este miércoles pero llegué cargada de ideas nuevas así que crisis de inspiración no tendré :D

Creo que prometí limonada para este cap, pero lo dejé para el próximo capítulo de Aiden y Ethan (porque el que vendrá después de este lo narrará el sensual Cuervo :3)

Por fis, ojo con la ortografía, tengo sueñito y seguramente uno que otro error se me ha pasado :3

Espero que les guste :3

Un abrazo ♥

Capítulo 28: ‘‘El lobo interior’’


—¡Más rápido! —Ethan volvió a tirar de mi brazo y me obligó a seguir corriendo. Ya casi les habíamos perdido por completo y los jadeos de los rastreadores se escuchaban muy lejos, pero yo estaba a punto de rendirme. Podía ver a cada paso cómo mi rodilla ya no estaba en su lugar, seguramente la rótula se había dislocado durante la forzosa caída por la colina y joder, cómo dolía. Ethan lo sabía y me había visto, pero no podía hacer nada por mí hasta que nos encontráramos seguros, y tampoco yo podía intentar hacer algo por la herida que él tenía en la cabeza y que hace poco había comenzado a sangrar, manchándole el rostro y que al parecer él aún no notaba, seguramente por la adrenalina que le producía estar huyendo. Eso me asustaba, si no curábamos esa herida podría desmayarse por la pérdida de sangre o algo.

No me di cuenta cuando mis fuerzas terminaron de agotarse. Sólo caí de bruces al suelo y cuando intenté levantarme simplemente no lo logré. El dolor en mi pierna derecha me superaba y me hacía imposible la tarea de moverme, era demasiado. Ethan se detuvo y me lanzó una mirada enfurecida.

   —N-No puedo... —balbuceé a modo de disculpas, mirando con terror cómo el hueso estaba a punto de salirse de la piel. Lo había visto en libros, sabía cómo volverlo a su lugar, pero me causaba pánico hacerlo. Dolía como mil infiernos. ¿Y si sólo la cagaba y empeoraba todo?—. N-No puedo volverlo a su lugar. Me da miedo.

Ethan dejó escapar un suspiro y se agachó a mi lado. Puso sus manos sobre mi rodilla pero sin tocarla, a escasos centímetros de la piel. Él iba a hacerlo.

   —Nunca he hecho esto —confesó con voz seria. Eso sólo me asustó más, pero yo solo no sería capaz de hacerlo. Respiré profundamente, tratando de calmarme.

   —Intenta estirarla... —ordené, nervioso. Él obedeció y lo intentó pero no había desplegado un cuarto de mi pierna cuando un nuevo dolor me asaltó—. ¡Ah, joder! —intenté ahogar un grito y él me soltó, asustado.

   —¡Mierda, Aiden! —gruñó, preocupado y enfadado a la vez.

   —Perdón... —jadeé y me recosté en el suelo, cubriendo mis ojos. No tenía otra alternativa—. Pon una mano en ambos lados de la rodilla y empuja en direcciones opuestas —ordené. Ethan obedeció y posó cada una de sus manos en mi herida articulación, pero hizo una pausa antes de intentar encajar el hueso rebelde que deformaba mi rodilla.

   —¿Estás seguro? —preguntó. Las manos le temblaban.

   —¡Que sí! ¡Jod...! ¡Ah! —No alcancé a terminar la frase, me tapé la boca con el antebrazo y grité lo más fuerte que pude. Una punzada insufrible me inundó la pierna y el sonido de la rótula reacomodándose se escuchó como un montón de hojas secas siendo aplastadas. Lo había hecho.

Me quedé en silencio por medio minuto en el suelo, conteniendo las lágrimas. Eso había dolido. Me senté lentamente y noté que mi rodilla había vuelto a la normalidad. Aún estaba inflamada y seguía ardiendo como el infierno, pero ya estaba bien y con mucho esfuerzo podría seguir caminando. En estos casos debía ser así, no puedes sentarte a revisar una posible fractura o descansar ante una lesión, no cuando estás escapando de zombies con un sentido del olfato súper desarrollado y un montón de chicas heridas que apenas se recuperen, saldrán a cazarte. Debía hacerme a la idea de que seguramente mi pierna continuaría doliendo por mucho tiempo.

    —Yo te llevo —Ethan me tomó los hombros y las piernas para levantarme en brazos.

   —¡No! ¿¡Qué mierda estás haciendo!?

   —Voy a cargarte, estúpido ¿No lo ves? —gruñó. Sentí mis mejillas arder.

   —¡Si lo veo! ¡Pero bájame de una puta vez o te vas a desmayar!

   —¿Desmayarme? —rio—. Si apenas pesas unos kilos, estás muy flaco.

   —¡No hablo de eso, tarado! ¡Suéltame! —grité, perdiendo la paciencia y me revolví entre sus brazos.

   —Como ordenes... —me soltó repentinamente y me dejó caer al suelo. Me quejé unos segundos y rodé por el piso. Él me miró desde arriba con los ojos cargados de burla.

   —Tienes una herida en la cabeza... —refunfuñé desde el suelo, mientras juntaba energías para volver a levantarme—. Si haces un mínimo esfuerzo podría pasarte algo..., necesito verla para ver si es grave o no —Su mirada cambió.

   —Lamento haberte lanzado al suelo... —murmuró. ¿Qué? Esa disculpa me sorprendió.

Me puse de pie con un poco de dificultad y me acerqué a él, cojeando.

   —Agáchate un poco... —pedí, avergonzado. Él era mucho más alto que yo. Obedeció y pude apartar los oscuros cabellos para ver la herida que aún sangraba a un costado de su cabeza. No era demasiado profunda, pero la hemorragia al parecer no quería detenerse. Me quité la sudadera e improvisé un vendaje para su cabeza. Reí un poco al terminar.

   —¿De qué te ríes? —preguntó.

   —Lo siento —intenté contener la carcajada que estaba a punto de estallar en mi garganta—. Pareces una chica de los años cincuenta con eso puesto —le había hecho un lindo nudo, como una bandana parecida a las que usan las chicas que se visten al estilo "Pin-up"

   —Muy chistoso... —Ethan entrecerró los ojos y casi a modo de venganza me levantó y me cargó en brazos de la forma más humillante en la que se puede cargar a un chico; al estilo princesa. Habría sido más feliz si sólo me hubiese levantado como a un saco de papas, pero no lo hizo—. Sólo estorbarás si intentas caminar —dijo, como dándome explicaciones. Tuve que resignarme, era verdad. Si él estaba bien y yo no podía caminar del todo bien, era lo más razonable.

No sabía dónde estábamos, el paisaje había cambiado drásticamente. Supe que nos encontrábamos muy lejos ya de la cabaña en medio del bosque que estaba a un lado de la carretera y seguramente la guarida de Alexa estaba más lejos aún, quizás a kilómetros. Ethan trotaba con cuidado mientras seguíamos descendiendo por un levemente empinado terreno, con muchos árboles que no alcanzaban a formar un bosque y pequeñas cumbres de tierra que parecía seca, pero que alimentaba a muchos arbustos y plantas. Una brisa húmeda y algo salada, pero agradable llegó a mi rostro y el sonido de unos pájaros que jamás había oído en directo pero que reconocí como gaviotas entró en mis oídos. Intenté levantar la cabeza y mirar más a mí alrededor. ¿Podía ser posible?

   —¿Sabes dónde estamos? —pregunté.

   —Muy lejos de la guarida de Viuda, por suerte —Una sonrisa de medio lado se dibujó en su rostro—. Te aseguro que los rastreadores no nos encontrarán aquí —Eso no me decía nada.

   —¿Pero, dónde exactamen...? —callé cuando él me dejó en el suelo. Habíamos pasado la tierra seca con árboles y arbustos y ante mí se alzaba un manto blanco—amarillento sobre el piso que parecía más oscuro por la caída de la noche, con algunas rocas y cáscaras de algo que no supe reconocer inmediatamente.

Solté un grito de asombro. Frente a mí, las olas ruidosas se meneaban en medio del mar. Sí, habíamos llegado una playa y sí, era la primera vez que veía el mar. Pude haberlo visitado antes, pero debido a mi fobia nunca me atreví a hacerlo. Las playas siempre estaban repletas. Embelesado con la vista, comencé a avanzar como hipnotizado hacia el mar. El resplandor de la luna llena dibujaba un camino blanco, como hecho de leche, sobre las aguas, un camino que daban ganas de seguir y perderse en él. Esto podía ser un paisaje normal, pero para mí fue lo más hermoso que había visto en toda mi vida. La brisa se hizo más fuerte a medida que avanzaba y el viento hizo temblar mi ropa, pero no me importó. Una extraña calma me invadió por completo.

   —¿¡Qué demonios estás haciendo, Aiden!? —escuché la voz de Ethan, lejana. Era una locura, pero me moría por sentir el agua salada sobre mi piel. Aceleré el paso y casi corrí hacia el mar, me quité la camiseta, los zapatos y los pantalones, quedando tan sólo la ropa interior en su lugar y me adentré en el agua. Estaba fría, jodidamente fría y me sacudí estremecido apenas entré, pero seguí adelante. Pequeñas piedrecillas lastimaban mis pies por primera vez y esto sólo me obligó a adentrarme más y más—. ¡Idiota, te vas a congelar! —gritó y yo me giré para verle. Estaba riéndose de mí mientras se quitaba la camiseta y ajustaba aún más la improvisada venda que le había hecho, quizás en un intento para que no se soltara.

   —¡Ven y sácame de aquí, entonces! —desafié. Me acerqué a la orilla y comencé a correr por ella con toda la dificultad que implicaba tener una lesión en la rodilla. Parecía un estúpido niño de diez años, quizás un trozo de la infancia que nunca tuve llegó a mí en ese momento. Ethan intentó alcanzarme, pero dudó un poco cuando volví a meterme en el agua—. ¡Cobarde! —acusé, burlándome de él y levanté el dedo corazón mientras le sacaba la lengua, sabiendo que eso le enfurecería y le haría correr hacia mí para molerme a golpes o algo.

Me miró decidido y comenzó a avanzar hacia mí a paso lento, pero se detuvo. Una sonrisa se asomó en su rostro y en ese momento sentí el impacto. Una gran ola se había levantado a mis espaldas y yo no me había dado cuenta, y me había enredado en ella, me había sumergido, dando algunas vueltas involuntarias y había tragado un montón de agua que hizo que me ardiera la garganta. De pronto, me vi arrastrado nuevamente hacia la orilla. Ethan comenzó a reír a carcajadas.

   —¡Jajaja! —tendió una mano hacia mí para ayudarme a levantarme—. ¡Sa—Sácate esa alga de la cabeza! —gritó entre risas, una risa eufórica que jamás había oído de él y me soltó sin quererlo. Mi rostro se pegó directamente contra la arena mojada.

Aprovechando su descuido, tomé su tobillo y lo hice caer también. Me levanté como pude y lo arrastré con dificultad mar adentro, haciendo que tragara algo de agua con espuma.

   —¿Sabías que la espuma lleva consigo algas y moluscos muertos? —me burlé a carcajadas, mientras le obligaba a tragar otra vez.

Se soltó de mi agarre y yo me metí otra vez al agua para intentar escapar de él, pero él me siguió y de pronto nos encontrábamos los dos luchando en medio del mar, como dos niños, saltando las olas pequeñas y sumergiéndonos ante las grandes para no ser arrastrados. El frío era intenso y nos calaba hasta los huesos, pero no importaba. Aquel momento de embriaguez fue algo para mí, inigualable, algo así como un oasis en medio de un desolador desierto. Demonios, cómo necesitaba algo así.

De pronto y sin previo aviso, me jaló del brazo y me atrajo hacia él en un abrazo fuerte y asfixiante. Tomé aire al sentirme arrastrado hacia atrás por una ola que se estaba formando y prometía ser mucho más grande que las demás. Nos sumergimos y fuimos empujados a la orilla. Supe que debía salir de ahí en ese momento. La marea aumentaba y los estragos del agua helada y el frío invernal comenzaron a hacer su efecto en mi cuerpo, haciéndome temblar. La venda sobre la cabeza de Ethan se había perdido y con ello mi sudadera, pero al menos su herida había dejado de sangrar. Entre risas que iban bajando su volumen y eran reemplazadas por balbuceos de gargantas tiritantes, ambos salimos de la orilla y nos sentamos sobre la arena seca, a varios metros del mar.

La palabra "Lunático" tiene su origen en la antigua roma, donde los suicidios, delitos y demás desastres eran registrados cuando la luna estaba llena. Siempre he creído que la luna ejerce algún poder sobre el ser humano y supongo que esta no fue la excepción. Ambos nos habíamos puesto algo lunáticos jugando en el frío mar en la mitad de una noche cerrada y helada. Pero valió la pena.

   —Tienes los labios morados... —balbuceó y noté que él también los tenía de esa tonalidad. Su rostro empalidecido considerablemente por el frío—. Idiota, mira cómo quedamos por tu culpa —intentó sonar enojado, pero su voz sonaba demasiado temblorosa y no logró en absoluto oírse intimidante.

   —L-Lo siento... —modulé torpemente—. Pero apuesto a que no te divertías así hace mucho —se me quedó viendo, sus ojos no brillaban, estaban tan oscuros como la noche. Otra vez esa mirada profunda y algo aterradora se clavó sobre mí. Debía confesar que muchas veces esa mirada me inquietó y hasta me asustó, pero ya me había acostumbrado a ella. Incluso me agradaba.

Quitó sus ojos de mí para mirar al mar por unos segundos. A pesar del fuerte oleaje, era tranquilizador, ese sonido calmado y luego agresivo, cambiante. La brisa aguada sobre mi piel, el frío, las aves, la luz de la luna pintando de blanco el manto negro azulado. Todo era perfecto.

   —Sabes... —comencé, de repente—. Dicen que en Sudamérica existen playas hermosas que apenas han sido descubiertas... —Una vez vi un documental sobre las playas vírgenes que existían al sur del continente. Verdaderos balnearios que parecían un paraíso—. Si todo esto llega a terminar algún día... me gustaría ir allá —confesé.

    —Cuando todo termine iremos allá —dijo e inmediatamente aclaró su garganta—. O bueno..., tú podrás ir allá —reparó, seguramente al notar lo cursi que había sonado lo que dijo.

   —Prefiero ir contigo... —dije—. Ya sabes, para volver a hacerte tragar espuma —me burlé y como respuesta recibí un pequeño golpe en el brazo que casi me hace perder el equilibrio.

   —¿Crees que hayan zombies en Sudamérica? —preguntó. No lo había pensado, de hecho, no me había sentado jamás a pensar en ello. ¿Y si esta ciudad era la única infectada? ¿Y si tan sólo Estados Unidos y Canadá lo estaban? ¿Y si en los países vecinos se logró controlar el brote del virus?

   —No lo sé... —respondí por fin, encogiéndome de hombros y abracé mis piernas para calmar el frío. Empecé a vestirme cuando noté que mi cuerpo ya se había secado casi por completo. Ethan se puso de pie y comenzó a vagar de aquí para allá, buscando algo que no supe lo que era hasta que llegó nuevamente a mi lado con un montón de hierba seca, algunas ramas de arbustos y pequeñas rocas. Hizo un círculo con las piedras y dentro de ellas colocó la madera y la hierba, improvisando así una especie de fogata. Me detuve para mirarle. Levantó su pantalón del suelo y allí buscó algo que no tardó en encontrar, un encendedor. Y así ocurrió la magia.

Fuego.

Bendito fuego.

El calor llegó a mí rápido mientras la fogata consumía la hierba seca y levantaba las llamas. Me sentí reconfortado y moví mis manos al fuego para frotarlas, como si con ese movimiento recobrara la vida. Ethan me imitó.

Se me quedó mirando unos minutos en silencio y tardé en notar dónde exactamente estaban clavados sus ojos. Su mirada estaba sobre mi pecho desnudo. Sólo entonces lo recordé, la marca de Scorpion, aquel mensaje que había dejado sobre mi piel y que ya había cicatrizado, dejando un escrito que me sería imposible de borrar. Otra vez recordé todo lo que había pasado, lo que Scorpion me hizo y lo doloroso que aún se me hacía. También recordé lo que había pasado hace poco, ése hombre había defendido a Ethan y le había salvado la vida. Recordé cómo pasé a su lado y le vi ahí agonizando. ¿Había hecho lo correcto, no?

Estaba seguro de que me había equivocado.

   —¿Quieres quitarte eso, Aiden? —preguntó, pero más que una pregunta fue una afirmación. Sus ojos subieron hasta los míos y se quedaron ahí, anclados.

   —Eso es obvio... —dije suspirando y corriendo la mirada lejos de él. Rocé con mis dedos las notables cicatrices y un escalofrío me recorrió la espalda al recordar la primera vez que vi esa herida sobre mi pecho.

Tomó su chaqueta y comenzó a hurgar en ella para buscar algo en su interior que no tardó en sacar y mostrarme. Era una especie de pistola, que no parecía precisamente eso. Apretó un botón y el aparato soltó un sonido extraño.

   —¿Q-Qué demonios es eso...? —balbuceé, intentando retroceder. Esa pequeña máquina daba miedo, por algún motivo inexplicable.

   —Una máquina para tatuar, la robé de la guarida de Alexa. Es muy extraña, no necesita el maldito pedal, ¿puedes creerlo? —Sonrió de medio lado—. Mira, el sistema está integrado aquí... —dijo y presionó un botón que pareció cambiar la vibración de ese aparato infernal, temblé al oírla sonar otra vez—. Al parecer funciona con batería, aún le queda... —me miró fijamente—. Puedo hacer que esas cicatrices desaparezcan. ¿Quieres hacerlo? —preguntó.

   —Un tatuaje es una decisión para toda la vida... —dije, nervioso.

   —¿Y prefieres tener la marca de Noah para siempre? —Sus ojos negros me atravesaron—. Confía en mí, sé cómo hacerlo.

La decisión que mostraba terminó por convencerme, aunque me pareciera una locura.

Me hizo un gesto para que me recostara sobre la arena. Yo obedecí. Claro que confiaba en él, sabía que era un buen dibujante, lo había visto. En lo que no confiaba era en esa endemoniada maquinita y su aguja que relucía bajo la luz de la fogata. Pero tenía que hacerlo.

No volvería a ver el mensaje de Scorpion. No tendría más su recuerdo.

Puso una mano sobre mi hombro para intentar calmarme.

   —¿Quieres algo en especial?

   —N-No lo sé...

   —¿Hay algún animal que te guste? —preguntó.

   —¡Un lobo! —exclamé casi al mismo tiempo que él terminó esa pregunta. Pensé inmediatamente en un lobo, me gustaban los lobos. Una vez leí una historia en uno de los viejos libros de la biblioteca de mi padre, que hablaba sobre la lucha interior de cada uno de nosotros, representada por dos lobos combatiendo entre sí.

   —Un lobo, bien... —repitió—. Pero sólo hay rojo y negro aquí... —titubeó.

   —E-Está bien, pero sólo hazlo rápido —ordené, con más nervios que autoridad en mi voz. Creo que estaba demasiado asustado. Él me entregó su camiseta.

   —Muérdela —dijo e inmediatamente el incidente con Jack se me vino a la cabeza. Estuve a punto de arrepentirme, creyendo que me dolería tanto como si me cortaran un dedo, pero me controlé. La máquina comenzó a sonar otra vez y el primer pinchazo no se hizo esperar. Dolía, pero era soportable. Cerré los ojos y de igual forma mordí el pedazo de tela, algunas punzadas dolían más que otras, especialmente las que pasaban más cerca de mi cuello y tetillas, haciéndome soltar algunos pequeños quejidos que intenté ahogar.

Ethan parecía muy concentrado en lo que hacía, no hablaba y se podría decir que apenas sí respiraba. Le miré un par de veces y nunca le vi apartar sus ojos de mi pecho. Eso sólo me tranquilizaba, él iba en serio.

Pasó alrededor de una hora y media para que se detuviera, mi torso estaba acalambrado para entonces e inevitablemente la sangre había comenzado a salir. Él me quitó la camiseta de la boca y la pasó sobre el tatuaje para limpiarlo. Lo miró satisfecho y soltó una sonrisa, como un artista que acaba de dar a luz una obra de arte.

   —Está bien... —dijo—. Para hacerlo con escasa luz y apenas dos colores —Su sonrisa se ensanchó. Me enderecé para sentarme y logré observar vagamente cómo no quedaba nada de la marca de Scorpion. Una felicidad indescriptible me embargó y me llenó con rapidez de una inmensa paz. Era libre. Ya no tenía aquellas horribles cicatrices y en vez de eso la figura oscura de la cabeza de un lobo de ojos rojos se alzaba sobre mi pecho, parecía que el viento le desprendía los erizados pelos y mostraba algo de sus huesos. Gruñía con la mirada firme y aterradora, que me recordó a la de Ethan, mientras dejaba relucir unos filosos y fieros dientes. Era fantástico, simplemente me encantó. Suspiré, soltando todo el nerviosismo y la alegría que me producía el ver a ese lobo allí, cubriendo mis antiguas heridas. Ese animal me representaba a mí y en parte a él. Representaba lo que comenzaba a ocurrir en mi interior y en lo que quería convertirme.

Iba a superar esto. Iba a transformarme en ese lobo rabioso.

   —G-Gracias... —logré decir luego de un largo rato—. Es perfecto... —sentí cómo se me humedecían los ojos.

   —Me alegro de que te gustara —suspiró él—. Quería borrarte esa marca...

   —Y lo hiciste —sonreí y le miré aún más agradecido. Muchas personas se hacían tatuajes todos los días, pero éste para mí representaba algo especial y creo que él lo sabía. Me miró y sonrió, se acercó a mí y me cubrió con su chaqueta.

   —No te pongas a lloriquear, por favor —rogó, medio burlándose. Solté una pequeña risa.

   —Está bien... —me aferré a su pecho justo cuando él pensaba apartarse. Se quedó quieto y me dejó abrazarle. Estaba cansado y quería dormir y, aunque me molestara admitirlo, sabía que si le tenía cerca podría descansar mejor. Me ayudó a recostarme, mi pecho ardía bastante ante el contacto con su piel, pero el cansancio y el frío eran mucho más grandes. El calor de las brasas comenzó a relajarme. Su mano se movió a mi cabeza y sentí que estuvo a punto de posarla sobre mis cabellos para acariciarlos, pero algo le hizo detenerse y apartarla antes de hacerlo.

   —Buenas noches, Ethan... —mascullé en un bostezo, comenzando a ser presa del sueño.

   —Duérmete ya... —ordenó—. Para que pueda vestirme —Sólo entonces me di cuenta de que él aún seguía semidesnudo. Pero lejos de alejarme y dejar que se vistiera para cubrirse, le abracé con más fuerza y empecé a quedarme dormido. Él se rio en voz baja—. Buenas noches... —le oí susurrar, justo antes de caer en un profundo sueño.

Notas finales:


Ahh! Un poquito de romanticismo y tatuajes bajo la luz de la luna llena y a la orilla del mar no le hace mal a nadie
¿Quieren ver cómo quedó el tatuaje de Aiden? Pinchen este link :3  

Bueno, como siempre, cualquier comentario, crítica o alguna pregunta a los personajes, pueden dejarlo todo en un lindo –o no tan lindo- review :3

Intentaré actualizar lo más pronto posible.

Besos! 


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