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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Hola, querubines. Lamento el retraso. Debí haber actualizado antes pero no pude, otra vez me llegó una oleada de trabajos que no me dejan ni dormir :( Encima, como pocos deben saber en el norte de Chile tuvo lugar una inundación de una magnitud catastrófica y estoy tramiteando la posibilidad de viajar allá como voluntaria para ayudar a los damnificados.

Ehm...bueno, como era de esperarse estos capítulos (Si. Jo, son dos ! :3) son una especie de "transición" por lo de la muerte de Ethan. Desde el próximo episodio comenzará nuevamente toda la acción :3 

Espero que les guste. 


Como siempre, ojo con la ortografía :3

Un abrazote gigante

Capítulo 31.5: ‘‘Todo está en la piel’’



Sentí una mano sosteniéndome con fuerza y automáticamente la imagen de aquellos ojos negros se me vino a la cabeza. No me di cuenta cuándo fue que me empezaron a gustar tanto como para llenar cada uno de mis pensamientos.

   —¿Estás bien? —preguntó en voz baja. Había tenido un mal sueño y él me despertaba. Abrí los ojos y reconocí el cielo oscureciendo en plena tarde silenciosa y una fogata que le daba un poco de calor al improvisado campamento en el que estábamos. Todos dormían menos él, y ahora yo. Estaban guardando fuerzas, nos faltaba muy poco para llegar.

   —Estoy bien —sonreí y él correspondió mi sonrisa. Juguetonamente moví una mano a su cuello y tomé el colgante color azul que se deslizaba por su piel, él dejó que lo tomara y jugara con la cadena, como había cogido de costumbre en este último tiempo. Tomó mi rostro y me robó un beso, me estremecí y un nudo nervioso se alojó en mi estómago. Últimamente él me provocaba muchas cosas.

¿Cómo habíamos llegado a esto?

   —Bienvenido al grupo, Jack —había dicho, clavando los inconfundibles ojos negros en los míos. Eso fue lo primero que me llamó la atención de él. Su mirada no era como la de Ethan, no era hostil ni amenazadora, sus ojos eran paz, tranquilidad, eran calma y seguridad, pero también tenían algo oculto, algo misterioso que me cautivó desde el primer momento.

No tardé en descubrir qué fue lo que me atraía de él. Treinta minutos más tarde estábamos en la camioneta, escapando y quitándonos de encima a los zombies que estaban sobre el vehículo. Fue ahí cuando me mordieron, fue ahí cuando él me cortó un dedo. Entonces lo descubrí, en el momento en que intenté ahogar un grito contra su hombro. Era su tacto, su piel me electrizó. Fue extraño, lo sé. No soy para nada un romántico, no creo en las almas gemelas, no creo en el amor hollywoodense, en ese donde el primer contacto lo desenfrena todo. Pero aquella vez, sentirle tan cerca, en esa situación fue simplemente..., distinto.

Entonces creí que aquel adrenalínico sentimiento al tocarle había sido obra de la misma adrenalina producida cuando eres mordido por un zombie y estás a punto de perder una parte de tu mano.

Recuerdo que llegué esa tarde a la cabaña con la intención de descansar y olvidarme de lo ocurrido. No existían los primeros contactos explosivos, no existía el amor a primera vista. Para mí, no existía nada de eso.

Y entrada la madrugada, seguía sin poder dormir mientras me intentaba convencer a mí mismo de mis propias palabras.

Me levanté y me dirigí al baño. Todos dormían..., o eso creí. Llegué al lavabo y me mojé la cara varias veces. No podía quitarme a Eden de la cabeza y eso me molestaba porque no tenía sentido. En honor a la verdad, debo admitir que me lavé el rostro al menos unas diez veces antes de siquiera pensar en volver a intentar dormir.

El chillido de la puerta me apartó de mi tarea y mi sangre se aceleró cuando le vi justo ahí, bajo el umbral.

Precisamente él.

   —E-Eden... —balbuceé. Él sonrió a modo de saludo.

   —¿Está bien tu mano? —preguntó. No parecía siquiera haber estado durmiendo, no tenía la típica inflamación de ojos que amerita despertarse en medio de la noche, es más, aquellas esferas negras estaban bien abiertas, clavadas sobre mí. ¿Él tampoco había dormido?

   —S...Sí, gracias —respondí mientras me volvía a mojar el rostro, intentando ignorar el horrible nerviosismo que anudaba mi estómago, aquella era de lejos la situación más extraña que había vivido alguna vez. No era normal, para nada.

Me sobrecogí en un escalofrío cuando oí que cerraba la puerta tras de sí.

   —¿Jack? —Su voz se escuchó seria. Levanté la vista y le vi parado tras de mí, mirándome desde el reflejo del espejo.

   —¿Sí?

   —¿Tú también lo has sentido, no? —preguntó. Mi pulso se aceleró cuando le oí hablar.

Creí que esa loca sensación había sido sólo mía. Debía de ser así.

   —¿De qué estás hablando? —murmuré, tomando una toalla y restregándomela contra la cara.

Sus manos rodearon mis caderas. Me estremecí violentamente, como si sus dedos quemaran.

   —De esto... —susurró, hablando sobre mi oído. Sus manos ardían y su voz me entumecía—. ¿Acaso no sentiste algo electrizante cuando me tocaste en la camioneta? ¿No lo sientes ahora?

   —Suéltame..., pervertido —intenté apartarme, pero él me acorraló contra la muralla. Mi corazón empezó a latir rápidamente, sin control. Creí que iba a morir de un infarto allí mismo.

Esto... ¿podía ser normal?

   —No quiero asustarte... —se alejó unos centímetros y tomó mi rostro entre sus manos, escrutándome con su mirada. Sus ojos negros me analizaban, buscaban una respuesta y pude sentir que la había encontrado sin decirme nada más—. Jack —dijo—. Sé que también notaste lo que pasó en la camioneta —Sus dedos sobre mis mejillas no hacían más que acrecentar aún más esa extraña sensación que se desbordaba en mi interior.

   —N-No sé de qué estás hablando —repetí en un balbuceo—. Esto es... raro —Me había contradicho en una misma frase. Él sonrió.

   —Lo sé.

   —¿Podrías... soltarme? —pregunté. Sabía que si yo intentaba apartarlo no podría, mis manos temblaban.

   —No —respondió y se acercó más a mí. Sus labios se toparon con los míos levemente, en un contacto simple que fue más que suficiente para sentir como todo estallaba en mi interior. Aquella corriente eléctrica de la que él había hablado me hizo estremecer por completo.

Se apartó con brusquedad y una sensación de vacío me invadió la boca.

Esto definitivamente era lo más extraño por lo que había pasado.

«¿Un simple contacto puede desencadenar todo esto?»

   —Así parece —murmuró y abrí los ojos, sorprendido. Habló como si me hubiese escuchado. Me quedé helado—. ¿Qué pasa?

   —¿Cómo lo hiciste?

   —¿Qué cosa?

   —¡Responder a mi pregunta! —alcé la voz, nervioso. Comencé a perder la paciencia y llegué a creer que toda la situación era solamente parte de un alocado sueño que estaba teniendo con el joven que me había salvado de convertirme en un zombie esa misma tarde.

   —Tú me preguntaste si un contacto podía...

   —N-No lo dije —le interrumpí y mis labios temblaron—. Lo pensé.

   —Lo pensas... —hizo una pausa y se rió nerviosamente—. Tienes razón, todo esto es muy extraño.

De pronto, me sentí desesperado.

Apoyé mi espalda contra la muralla.

   —¿Qué vamos a hacer? —pregunté. No, definitivamente no podía vivir tranquilo si estaba al lado de un hombre que causaba extrañas sensaciones en mí con el sólo hecho de tocarle. Muchos dirían que esto es lo más maravilloso del mundo, pero para mí era algo angustiante enterarme que él también se sentía de la misma forma. Hubiese preferido creer para siempre que había sido una alocada idea mía.

Todo esto era muy extraño, y lo extraño siempre me ha asustado.

   —¿Qué más? —Sus ojos oscuros parecieron reírse de mí.

   —N-No sé... —No, no, no. Estaba loco. ¡Eso era ridículo! ¡Nos acabábamos de conocer!

   —Podríamos intentarlo... —insistió, otra vez como si escuchara mis pensamientos—. Sé muy bien que aún sientes algo por Aiden... —sonrió al verme sonrojar. ¿Tan notable era?—. Y sé que seguramente eso que sientes es solamente porque proyectas la imagen de Gabriel en él.

   —¿Cómo te enteraste de Gabriel? —gruñí, poniéndome a la defensiva y evalué la posibilidad de que Eden me había estado espiando, como un maldito acosador. Pero lo que dijo era cierto, muchas veces había pensado en ello. Sabía que debía dejar ir a Gabriel de una buena vez y sabía que cuando veía a Aiden, lo veía a él. Para olvidarme de Gabriel debía dejar ir a Aiden también. Ya lo había decidido, pero no lo había hablado con nadie.

   —Sólo lo sé... —rió.

   —¿Eres un adivino o algo? —pregunté. Él rozó su mano con la mía.

   —Todo está en la piel —respondió. No le entendí—. El caso es... —siguió—. Tú quieres olvidarte de Aiden y yo también deseo..., olvidar ciertos recuerdos que no deberían estar ahí —Por alguna razón, pensé que con "esos recuerdos" se refería a Ethan. Pero esa posibilidad se me hizo descabellada—. ¿Qué dices, Jack? —Su otra mano se dirigió a mi rostro para tomar mi mejilla—. ¿Aprovechamos esta temible conexión y olvidamos juntos?

Aquello no sonaba tan descabellado.

No me permitió pensar en una respuesta siquiera. Se abalanzó sobre mí y me besó. Aquella extraña sensación me invadió de nuevo y un frenesí nervioso me obligó a seguirle la corriente. Debía sacarla de alguna forma, canalizarla, darle rienda suelta. Mi espalda se arrastró por la muralla hasta que ambos caímos al suelo, causando un escándalo, pero no me importó. Me siguió besando, en los labios, en la frente, sobre los hombros, en mi cuello.

   —A-Ah... —gemí. Fue algo incontrolable.

   —¿¡Qué demonios!? ¿¡Qué es lo que están haciendo!? —oí un grito, me sobresalté y me aparté rápidamente de él, intentando contener el posible infarto que podía provocarme el contacto con Eden. Alcancé a ver la figura de Ethan cerrando la puerta, tan rápido como la había abierto y sus pasos que se escucharon pesados afuera. Parecía furioso.

Me ruboricé como una manzana bien roja.

   —¿Qué ha pasado? —jadeé, nervioso. Eden comenzó a reír a carcajadas.

   —No lo sé —me rodeó con el brazo, como si estuviese acostumbrado a ello. Pero no lo estaba, no debía.

   —Debemos tener más cuidado la próxima vez —dije, como si eso fuera lo más normal del mundo.

Sabía que no debía ser así, pero estaba ocurriendo.

   —Tienes razón, Jack.

  —¿Jack?

   —¡Jack! —di un respingo al escuchar mi nombre. Otra vez me encontré con los ojos negros mirándome fijamente. Ya había oscurecido—. ¿En qué estabas pensando?

   —En nada —sonreí. Supuse que él ya lo había adivinado. Él siempre adivinaba.

   —Apuesto que pensabas en... —estuvo a punto de decir algo, pero su voz se detuvo de pronto y él calló en seco como si le hubiesen cortado la lengua. Su sonrisa se desvaneció, su cuerpo se endureció y luego vi su mano temblar. Una mueca de pálido horror le llenó el rostro y un jadeo escapó de su boca, como si le costara respirar.

   —¿Eden? ¿Estás bien...? —tomé su mano para intentar llamar su atención. Cuando rocé su piel, la imagen de Ethan y Aiden me llegó a la cabeza.

«Todo está en la piel»

De pronto, me sentí angustiado, horriblemente angustiado. Le solté.

   —¿Qué demonios ha sido eso? —pregunté, asustado, mientras sentía cómo mi pecho se cerraba. Los orbes negros volvieron a mí, pero ya no estaban tranquilos ni serenos como siempre. Ahora parecían asustados.

   —Un mal presentimiento —dijo, con voz apenas audible.

 

 





  

















Capítulo 32:
“Extraños”
 

   —Eh, chico... —Algo me movió, despacio. El sonido del disparo seguía todavía retumbando en mi cabeza, gruñendo entre mis oídos—. ¿Estás vivo o no? —El peso de una mano me sacudió. No quería abrir los ojos. No, sí quería, quería abrirlos y darme cuenta de que todo había sido un mal sueño, que nada de todas las imágenes que empezaron a atormentar mi cabeza de repente era real, quería abrir los ojos y darme cuenta de que nada había pasado. Quería despertar y ver el rostro de Ethan, sonriéndome o gruñéndome, no importaba. Sólo quería verle ahí y saber que estaba bien.

La mano me sacudió más fuerte.

   —Ya sé que estás despierto. Vamos, ¿cómo te llamas? —abrí el ojo izquierdo primero para cerrarlo enseguida, luego abrí los dos al mismo tiempo. Distinguí una silueta que se alzaba sobre mí, pero no logré reconocerla. Mi vista tardó algunos segundos en aclararse, lo único que logré ver fueron esos ojos negros, intensamente negros, como un cielo sin estrellas. Negros, como los de...

   —E-Ethan... —balbuceé aún en sueños, pensando en voz alta.

   —¿Ethan? Bien. Un gusto saber que sigues con nosotros, Ethan —Mi vista terminó de aclararse, alguien me estaba sonriendo. No, esos ojos no eran los de Ethan, eran de otra persona. Un chico me observaba atentamente, como si yo fuera una especie de bicho raro. Me sobresalté un poco al verle, sus ojos eran negros y su cabello completamente blanco. ¿Albinismo? ¿Podía afectar sólo el color del cabello? Sacudí la cabeza, todo me daba vueltas. Estaba confundido. ¿Dónde estaba?—. Veo que aún no despiertas del todo —El brazo de ese chico me levantó y me ayudó a sentarme sobre el suelo helado. Me quedé en silencio por un buen rato, creyendo todavía que todo era parte de un horrible sueño.

Sólo debía despertar.

   —¿Cómo llegué aquí? —fue todo lo que logré decir luego de unos cinco minutos. El chico estaba sentado frente a mí, en posición india, con una sonrisa brillante y juvenil en su rostro infantil.

   —Te vimos salir corriendo desde el interior de una iglesia —Su sonrisa se ensanchó. Tanta alegría ya comenzaba a molestarme, ¿Por qué demonios estaba tan feliz?—. No sé qué es lo que viste allí dentro, pero no nos atrevimos a mirar. Te desmayaste y te trajimos hasta aquí. —explicó.

   —¿Te trajimos? —pregunté, acariciando la parte posterior de mi cabeza. Dolía.

   —Mis hermanos y yo —respondió—. Ella salió un rato. Al parecer nuestra mascota se escapó, ella adora esa serpiente... —Él hablaba tan rápido que me mareaba—. A mí no me agrada tanto, la piel escamosa me da escalofríos —se encogió de hombros—. En fin, mi hermana siempre sale sin avisar, Eve es todo un lío. Jacob ha salido tras ella así que ahora estamos solos... —hizo una pausa y dejó de hablar por unos instantes. Creí que nunca iba a callarse—. Por cierto... —sonrió otra vez—, soy Allen. Es un gusto, Ethan —me estiró la mano, pero no pude tomarla. ¿Ethan? No, este chico estaba malentendiendo todo. Sentí las lágrimas llenándome los ojos sin razón aparente—. Eh, ¿estás bien?

   —N-No..., te confundes —balbuceé—. Yo no... —me detuve. Ethan había muerto, ya no tenía a  nadie en quién apoyarme, ya no tenía a nadie con quién sentirme resguardado. No era sólo eso, además tenía dos guaridas de cazadores tras mi cabeza. Allen parecía un buen chico. Era mejor si simplemente no conocía mi nombre, así le evitaría problemas—. No es nada.

   —¿Estás bien? —repitió. El tacto caliente y húmedo en mis mejillas me hizo darme cuenta que las lágrimas ya habían comenzado a caer. Me apresuré en secarme los ojos con la manga de la chaqueta que traía puesta, la chaqueta de Ethan, y su olor entró inevitablemente en mis fosas nasales. Lo inhalé como si fuera la vida, y como si fuese alérgico a él, el llanto aumentó.

   —L-Lo siento... —sollocé. No podía evitarlo, estaba fuera de mi control, no era como si yo quisiera llorar. Estaba empezando a asumir todo lo que había pasado y ver a ese chico en vez de Ethan sólo me hizo sentir peor. ¿Dónde estaba? Estaba solo. No había nadie. Me faltaba algo.

Ethan...

La mano de Allen palmeó fuerte mi hombro, en señal de apoyo.

   —Estás bien ahora —Su voz se escuchaba suave y amigable, pero no lograba entrar en mí y consolarme. Me abracé a mis rodillas—. ¿Qué pasó? —preguntó.

No pude responder inmediatamente. Me quedé unos minutos en la misma posición, cubriendo mi rostro con ambas manos para no seguir llorando y parecer un idiota frente a un desconocido. No pude responder. No respondí. Pero algo me hizo reaccionar.

   —¿¡Qué demonios!? —di un respingo y me levanté, sacudiéndome nerviosamente. Una serpiente cayó de entre mis ropas. Allen empezó a reír—. ¿¡De qué te estás rién...!?

   —¡Lo lamento! —Una voz dulce entró en mis oídos junto a la figura de una chica que entraba precipitadamente a la pequeña casa en la que estábamos. Me quedé boquiabierto mirándola. Ella era de ensueño; mejillas blancas apenas sonrosadas, ojos grandes y azules que me miraban avergonzados, el cabello tan o más blanco que el que supuse era su hermano. Esta chica no parecía humana, parecía un ángel.

Caminó hasta mí y se agachó para tomar a la serpiente que de manera extraña prácticamente se arrastró hasta sus brazos, como hipnotizada. Los ojos de la chica se cruzaron con los míos cuando ella volvió a levantarse. Su mirada era tranquilizadora.

   —Hola —sonrió—. Soy Eve —tendió la mano libre hasta mí y yo la tomé. Era cálida, inmensamente cálida.

El nombre le quedaba bien.

   —¡Eve! ¿Qué hemos hablado de las salidas sin avisar? —Otra voz entró en el lugar, pero no le presté mucha atención. Estaba mirando a mí alrededor, analizando el terreno. Estábamos en una casa pequeña parecida a la que estaba a un lado de la carretera, de la que nunca debimos haber salido. Recordé que debía llegar ahí ahora. ¿Cómo iba a mirar a los chicos a la cara? ¿Cómo iba a explicarle a Eden que su hermano había muerto? Contuve una nueva oleada de lágrimas que amenazó con brotar de mis ojos nuevamente. Me sentía miserable. Había sido mi culpa, toda mi maldita culpa. Si no hubiese tropezado esa vez—. ¿Chico? —La voz interrumpió mis pensamientos. Me centré para mirarle—. Vaya, al fin despertaste —Ese debía ser Jacob, el otro hermano de Allen. Vestía como un oficinista recién salido de la fiesta de su vida, con la corbata negra hecha pedazos suelta y una camisa que antes debió haber sido blanca arremangada hasta los codos. El saco lo traía sobre sus hombros. Su cabello era increíblemente largo, era pelirrojo.

   —¿Jacob, no? —deduje, cansado ya de las presentaciones amables. Allen había dicho que Eve y Jacob eran sus hermanos, pero este hombre no se le parecía en nada a ninguno de los otros dos.

   —Exactamente. ¿Y tú eres...?

   —Eve, Jacob. Él es Ethan —interrumpió Allen. Tardé algunos segundos en darme cuenta de que se refería a mí. Con un nudo asfixiando mi garganta, me planteé la posibilidad de confesarles que ese no era mi verdadero nombre, que no lo merecía, que ese era el nombre de las dos personas que acababa de perder. Ahora el nombre Ethan tenía una connotación tan dolorosa para mí, que me angustiaba oírlo.

   —Pueden llamarme Eth —dije. Así sonaba más lejano.

   —Hola, Eth... —El pelirrojo se me acercó para tenderme la mano—. Creíamos que no despertarías nunca —Mi rostro confundido debió decirle algo, porque enseguida aclaró—. Dormiste por casi cuatro días.

   —¿¡Cuatro días!? —grité. No, no. Ya era demasiado tarde. Tenía que volver—. ¿Dónde estamos?

   —Tranquilo... Oh, pequeña —La serpiente que Eve tenía en los brazos se escapó y se arrastró hasta los pies de Jacob, como exigiéndole atención. El joven dejó que subiera por sus pantalones, sin inmutarse siquiera y la tomó en sus manos, observándola, como si esa cosa fuera su hija o algo así. No sé por qué, pero me estremecí en un escalofrío. Él era extraño—. Estamos en el kilómetro sesenta y siete de la Great Highway —No pude evitar los nervios que se arremolinaron en mi estómago, a punto de hacerme vomitar. Estaba muy cerca del punto de encuentro. ¿Estarían aún Eden, Jack y los demás esperándonos?—. ¿A dónde te diriges?

Tardé en responder por estar mirando a Allen y a Eve que en silencio tomaron unos bolsos demasiado pequeños como para cargar comida, ropa y todo lo que se necesita para sobrevivir en medio de un apocalipsis como en el que estábamos.

   —Al kilómetro ciento cincuenta y cinco —dije, y me percaté también de que en esa casa había menos armas de las que debería—. Me reuniré con unos amigos en una vieja cabaña —Las últimas palabras salieron sin ánimo de mi boca e incluso, me costó decirlas. La sola idea de llegar ahí solo me enfermaba.

   —¿Qué te hizo separarte de ellos?

   —Nos atrapó una guarida de cazadoras —expliqué. Él me miró extrañado y sus ojos se tensaron.

   —¿Cazadoras?

   —Alexa. Es una mujer peligrosa.

   —Ya lo creo —Su voz se escuchó ligeramente burlona.

  —¿Nos vamos ya o qué? —Allen pasó por mi lado y me dio otra buena palmada sobre el hombro—. Sólo estábamos esperando a que despertaras para partir, ¿o necesitas descansar un poco más? —clavó los ojos negros en los míos antes de atravesar la puerta y me estremecí. Su mirada me recordaba a la de Ethan, pero supuse que era tan sólo por el color. Ellos parecían muy distintos.

   —No, estoy bien —dije.

Sentí que él no merecía esos ojos.

 

Notas finales:

Eh chicos! espero que les haya gustado (perdón si no estuvo muy movido. Yo también estoy algo depre por lo de Ethan (?) xDD)  Desde el prox capítulo volveremos a lo bueno. 

Les intrigan los personajes nuevos? Aquí tienen imágenes. 


Allen

Eve 

Jacob

(Denle click a los nombres xd) 

Preguntas/comentarios/criticas? Déjenlo todo en un lindo review :3 

Un beso!

PD: Me esforzaré por traer más el miércoles. 



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