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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaa, querubines
Lamento no haber actualizado antes. Capítulo cortito, muy cortito :c lo siento. Creí que podría hacer más al tener un día feriado, no contaba con que mis profesores mandarían mil trabajos que hacer para esta semana ;C puta uni >< 

También estoy algo estresada y -supongo- que por culpa de eso estoy pasando por una pequeña crisis -gran crisis- de inspiración :C 

Bueeno, como siempre ojo con los errores ortográficos que no lo he revisado muy bien :C 

Espero que les guste 

Un abrazo. 

Capítulo 40: Molestos ojos negros


Miré por la ventana y me sentí incómodo. Eden y los demás todavía no llegaban y la tormenta había pasado de algunas gotas suaves a un vendaval agresivo y ruidoso. El viento se estrellaba contra la ventana y hacía crujir su marco. Mis ojos se dirigieron a Aiden, dormía mientras jadeaba suavemente. Estaba muy enfermo. Me acerqué a él y noté que temblaba ligeramente. Toqué su frente, tenía fiebre.

Una piedra chocando contra el cristal me sobresaltó y me puso en alerta. Un aroma excesivamente húmedo entró a mis fosas nasales y el ruido se hizo más y más fuerte. Otra piedra chocó contra la ventana. ¿El viento estaba levantando escombros?

   —Aiden... —le llamé para despertarlo—. Aiden, despierta —lo sacudí ligeramente por los hombros. Él no parecía querer despertar. El ruido se volvió más molesto, esto no era normal—. ¡Despierta de una vez! —le tiré de la mano y lo levanté para tomarlo en mis brazos y llevarle yo mismo. Abrió los ojos sorpresivamente.

   —¿¡Qué está pasando!? —gritó, retorciéndose entre mis brazos y yo sólo le agarré con más fuerza para que no cayera el suelo. Levantó la cabeza y miró de un lado a otro, notablemente asustado—. ¿¡Qué es todo ese ruido!? —El viento era demasiado fuerte y hacía crujir todo el hostal que parecía estar a punto de derrumbarse.

   —No lo sé —Atravesamos la puerta y Abercrombie, que al parecer había estado durmiendo fuera de la habitación, ladraba nerviosamente hacia algún lugar mientras nos seguía con la cola entre las piernas. El ruido era insoportable, absolutamente todo parecía crujir víctima del viento y toda la construcción se sacudía violentamente—. Creo que se aproxima un huracán.

   —¿Seguro que no es un terremoto?

   —Es más posible un huracán que un terremoto en este lugar, Aiden —me burlé. Él me hizo un gesto con la cabeza para que lo bajase, pero se lo negué, si él intentaba caminar por su cuenta seguramente nos retrasaríamos más.

   —E-Es sólo un huracán... —balbuceó con voz torpe—. Canadiense escandaloso —gruñó. No le respondí. En Canadá también había huracanes, pero no tantos como en este lugar, por eso yo no había vivido ninguno de cerca.

Doblé por un pasillo y me encontré con la escalera que daba al subterráneo. Cuando entré aquí la primera vez, me dediqué a revisar todo el lugar para asegurarme de que no hubiese ningún zombie dentro, pero el único lugar al que no entré fue al sótano. Debía arriesgarme.

Le vi la cara al chico que tenía entre mis brazos y pensé que si seguía moviéndome así de rápido él vomitaría. Estaba pálido, tan pálido que asustaba. Entonces, una idea se me vino a la cabeza; él y yo nos habíamos besado, y yo ya había sido infectado para ese momento. ¿Y si era contagioso? ¡Mierda! Debí haber tenido más cuidado.

   —Aiden... —Él levantó el rostro cansado hacia mí cuando le hablé—. ¿Desde cuándo estás así de enfermo? —Mi voz salió como un hilo nervioso. Él sonrió.

   —Fue hace poco. No voy a transformarme en uno de ellos, Ethan —contestó. Fue como si me hubiese leído el pensamiento. Él también había pensado en ello y me sentí más tranquilo al darme cuenta de que tenía razón.

Abrí la puerta con cuidado y me encontré con lo que esperaba encontrarme; un zombie estaba ahí, encerrado, como si lo hubiesen dejado allí a propósito. Saltó hacia nosotros al mismo tiempo que yo, sin mucho cuidado, dejaba a Aiden en el suelo y alcanzaba a esquivarlo para, sin pensarlo demasiado, tomar del cuello a ese monstruo y azotar su cabeza contra la muralla repetidas veces, hasta que su cabeza se partió. Aiden soltó un pequeño grito de espanto. Tomé el cuerpo del zombie y lo arrastré fuera, tirándolo tras la puerta para después cerrarla con brusquedad. Aiden se sentó en el piso, con los ojos verdes bien abiertos y con una mueca de horror en el rostro. Le estiré la mano para ayudarle a ponerse de pie, pero no la tomó enseguida, si no que titubeó unos segundos antes de alcanzarla.

   —Lo siento... —susurró en voz baja cuando se levantó—. Esa escena me trajo malos recuerdos —No entendí a qué se refería.

Miré a mí alrededor: como esperaba, ese sótano era prácticamente un búnker, como todos los que había visto en Estados Unidos; preparados para soportar huracanes y tormentas. Las murallas eran sólidas y el sonido envolvente de afuera era absorbido por ellas. El búnker también tenía un baño, una pequeña cocinilla y sólo una pequeña ventanilla en el suelo que miraba hacia la acera de enfrente. Me agaché y la abrí para mirar por ella.

   —¡Ethan! —oí la voz de Eden metiéndose entre el sonido del viento y la lluvia. Agudicé la vista y vi una pequeña luz parpadeando desde el edificio que estaba al otro lado de la calle. Ellos también habían entrado al búnker de ese edificio.

   —¿¡Estás bien!? —grité con fuerza, el viento estaba cada vez más ruidoso.

   —¡Estamos bien! ¿¡Cómo está Aiden!?

   —¡Está bien! —mentí y giré mi cabeza para mirarlo. Pareció tambalearse—. ¡Quizá no tanto!

   —¡Cruzaremos apenas termine la tormenta! —gritó y se le desgarró un poco la voz por el esfuerzo—. ¡Encontramos medicamentos!

   —¡Está bien! —cerré la ventanilla, cortando la comunicación y recordé que aún no le explicaba cómo había logrado salvarme. Volví mi vista al castaño y suspiré, relajándome. Eden y los demás habían encontrado medicamentos. Eso iba a ayudarlo.

Sólo había que esperar.

Aiden había vuelto al suelo, estaba acostado, abrazando sus rodillas mientras temblaba. No tenía que ser adivino para darme cuenta de que lo estaba pasando realmente mal. Busqué con la vista algo para cobijarle y lo encontré; una frazada y algo que antes pudo haber sido una almohada serían su nueva cama improvisada. Lo moví un poco para recostarlo mejor, lo cubrí y apoyé su cabeza sobre la almohada. Dejó escapar un jadeo cansado.

   —En una escala del uno al diez... ¿Qué tan mal te sientes? —pregunté, sentándome a su lado. Estaba preocupado.

   —Veinte —sonrió. ¿Aún podía hacerlo? —. Pero no podría estar mejor.

   —¿Mejor? —reí—. ¿A esto le llamas estar mejor?

   —Estoy bien porque estás aquí —volvió a dirigirme una de sus sonrisas. Sentí mis mejillas ardiendo e inevitablemente, el recuerdo de lo ocurrido la última vez que estuvimos juntos en la iglesia, llegó a mi mente. No lo habíamos hablado.

   —Idiota —dije.

   —Yo también te quiero —soltó con naturalidad. Mi sonrojo aumentó. Este chico me hacía sentir como un adolescente con las hormonas revueltas.

   —Estás delirando por la fiebre.

   —Quizás... —estiró una mano temblorosa hasta mí y acarició mi rostro—. ¿Te has dado cuenta de que siempre que estoy borracho o mareado digo este tipo de cosas? —dejé escapar una risa al mismo tiempo que él hacía lo mismo. Asentí con la cabeza y sentí algo de lástima por verle en ese estado. Miré dentro de los ojos cansados y me sentí fatal. ¿Por qué demonios estaba tan mal?

   —Tus ojos están más apagados—observé. Él sólo suspiró como respuesta. Volví a tocar su frente para comprobar, otra vez, que seguía con fiebre y mi mano descendió por su mejilla hasta rozar con la yema de mis dedos sus labios.

   —Ethan... —Su voz se oyó levemente ahogada por la presión de mis dedos—. ¿Y si soy yo quien muere ahora? —quité mi mano.

   —No digas tonterías —gruñí.

Con dificultad se sentó en el suelo, acercándose a mí y antes de que pudiera pensarlo siquiera, sus labios asaltaron los míos. Le rodeé con los brazos en un intento por sujetarle y me perdí en ese beso. Le besé con cuidado, despacio e intenté no mostrarme tan ansioso. No sabía si era por la fiebre, pero su respiración se agitó y eso no hizo más que estremecer la mía. Soltó un jadeo.

   —Lo siento —me disculpé. Quizás había ido demasiado rápido.

   —No lo sientas... —volvió a acercarse y me besó otra vez. Sabía que estaba mal, pero no podía evitarlo, le deseaba. Quería devorarlo.

Nuestras respiraciones se aceleraron aún más dentro de la boca del otro.

¿Qué demonios estaba haciendo? Él estaba enfermo.

   —E-Espera, Aiden... —me separé repentinamente y alcancé a ver sus ojos cerrados y las mejillas sonrosadas. Usé toda mi fuerza de voluntad para no volver a besarlo entonces. Hizo una especie de puchero—. Tienes demasiada fiebre... —me alejé un poco de él y lo volví a recostar—. Iré por algo de agua —Él balbuceó algo a modo de queja, pero no lo tomé en cuenta y me puse de pie para ir a buscar agua. Cerré la puerta tras de mí y suspiré. Si él seguía comportándose de esa forma no podría controlarme. Me lavé la cara varias veces, por suerte, había una toalla y la usé para secarme el rostro y luego la empapé en agua para llevársela a Aiden. Estaba estrujándola cuando oí un estruendo y los ladridos de Abercrombie.

Aiden...

Un mal presentimiento me invadió de pronto.

Di la vuelta para abrir la puerta del baño, pero no cedió. Se había trancado.

Y entonces, un silencio cubrió todo el lugar. ¿Había intentado levantarse y había perdido el equilibrio?

Di un empujón para abrirla.

   —Abre la boca... —oí una voz desconocida.

La puerta cedió. Lo que vi no me gustó para nada.

   —¿Qué... demonios? —fue todo lo que atiné a decir. Aiden seguía en el suelo recostado, pero dos personas más estaban con él. ¿Cómo habían entrado? Miré hacia la puerta que estaba semiabierta aún y luego clavé mis ojos en la figura que estaba frente a mí, sujetando a Aiden mientras le hacía tragar una pastilla. ¿Debía sentirme tranquilo al pensar que esa pastilla podía ser un medicamento? No pude. Me molestó la forma en que ese chico de cabello blanco sujetaba a Aiden y me irritó la jodida sonrisa que esbozó cuando me vio.

Aiden tragó la pastilla y luego se removió en los brazos de ese chico para escapar.

   —E-Ethan...

Los ojos de ese extraño me miraron como si se estuviesen burlando de mí. Eran negros, tan oscuros como los míos.

Lamentamos haber entrado así —sonrió otra vez, sin soltar a Aiden y una punzada de celos se alojó en mi pecho. Le dejó con cuidado en su improvisada cama y se puso de pie para saludarme, caminando hasta mí y estirando su mano—. Soy Allen Lightnay —recibí su saludo y cuando le toqué pude sentir una energía tensa emanando de él. Ese chico me dio muy mala espina—. Y ella es mi hermana, Eve —La otra persona que estaba ahí, una chica, se acercó a mí y me saludó de mano con timidez. Su cabello era tan blanco como el de su hermano y sus ojos eran azules, casi celestes. Parecía una chica salida de algún libro de Tolkien o algo por el estilo.

   —Ethan..., Ethan Grey —me presenté, sacudiendo suavemente la mano de la joven. El chico  esbozó otra sonrisa.

   —He oído a Aiden hablar de ti —dijo—. Creí que habías muerto —soltó sin inmutarse y me miró de arriba abajo. Mis ojos se movieron hacia Aiden, molestos. Él pareció darse cuenta.

   —¿Dónde está Jacob? —preguntó, seguramente para distraer mi atención.

   —Lo hemos perdido de vista —respondió Allen sin dejar de mirarme y luego de unos segundos sus ojos se dirigieron a Aiden—. No sabemos dónde se ha metido, lo hemos buscado por todas partes.

   —Él está bien, de seguro —Aiden sonrió. ¿Por qué trataba de animar a ese chico? ¿De dónde se conocían? ¿Por qué parecían tan... cercanos?

No me atreví a preguntar ninguna de las dudas que tenía en la cabeza. Avancé y le lancé suavemente la toalla mojada.

   —Para bajar la fiebre —dije. Pasé por el lado de Aiden y me senté cerca de él, pero no lo suficientemente cerca. Él me miró extrañado. Los otros dos chicos se sentaron en el suelo también. Ya habían entrado, era un hecho que iban a quedarse.

Una mano se extendió frente a mis ojos.

   —¿Quieres uno? —Allen se había sentado a mi lado y me ofrecía un sándwich. Lo tomé sin dudar, moría de hambre.

   —Gracias.

Aiden a mi lado suspiró cansado y apoyó su cabeza en mi hombro. Los ojos negros de Allen se clavaron molestos en mí, esos ojos que no me daban buena espina. Sonreí, como un ganador.

Afuera, el sonido de los truenos se hizo más fuerte, más violento y la lluvia mucho más ruidosa.

 

Iba a ser una noche larga.

 

Notas finales:

Criticas? comentarios? preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review  :3 


Abrazos ! 


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