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En tus manos por incubusangel

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Notas del capitulo:

Hola, gracias por sus comentarios veremos un poco de la vida de ambos

Sai estaba acostado, como se había convertido en su rutina de vida desde hacia unas semanas. El médico de los gatos había venido a visitarlo nuevamente. Las noticias eran las mismas que había dado al dar su diagnóstico inicial, sus huesos sanaban muy lentamente debido a que el “accidente”, como insistían en llamar a lo sucedido, había ocurrido cuando estaba en la transición entre gato a hombre. Después de mucho dolor, había logrado llegar hasta su forma humana nuevamente, pero de allí a poder levantarse de la cama, había mucho trecho por recorrer.   Sus hermanos lo visitaban de vez en cuando, su madre llegaba y le ayudaba a bañarse, luego peinaba sus  cabellos negros, le daba un beso en la frente y salía de allí tan rápido como podía. Itachi, su hermano mayor, estaba demasiado ocupada con el asunto de Sasuke y su fuga con el zorro, como para visitar a su desvalido hermanito menor. Esa era una de las cosas que más le dolía a Sai, aunque él era el menor de los cachorros, Sasuke siempre fue el consentido. Era normal que olvidaran sus padres muchas veces al pequeño gatito que lloraba en la cuna.   Con una sonrisa amarga limpio una lágrima solitaria que rodaba por su mejilla, no quería que si alguien entraba lo encontrara con la guardia baja. Él tenía una reputación que salvaguardar, él era el bromista de la familia, la patada en el culo de todos los amargados. Jamás nadie sabría cuanto le dolía el eterno abandono.   Suspirando cansado comenzó a sentir el efecto relajante de la medicación que el médico le acababa de administrar. Supuestamente eso le ayudaría a calmar el dolor crónico de su espalda. Dándose por vencido cerró los ojos, a veces dormir era una buena idea, especialmente cuando tu vida apesta.   Unos fuertes gritos que venían desde el primer piso hicieron despertar a Sai. Su corazón comenzó a latir tan fuerte que pensó que se le saldría del pecho al reconocer una de las voces, era Gaara, el alfa de los tigres. El temor de que viniera a terminar lo que había comenzado durante la anterior luna llena lo embargo como si de una capa oscura se tratara.   Casi le parecía ver al imponente dios nórtico entrar por la puerta de su habitación, todo para tomarlo del cuello rompiéndolo con sus grandes manos. No era ningún secreto que Sai le tenía miedo, y por muy buenas razones.   Apretando la gruesa manta de algodón contra su pecho, quiso levantarse de la cama, mala suerte que el fuerte dolor en su baja espalda le recordara la razón de que era cliente frecuente de su maldita cama. Sintiéndose indefenso comenzó a hiperventilar.   —¡El maldito cachorro esta emparejado! — Escucho el grito del tigre — Según el alfa Sabaku el chico esta de encargo.   —Palabras, simples palabras—, se defendió el alfa de los gatos monteses—. Mi hijo no se emparejaría con un maldito zorro.   —Entonces te recuerdo cual fue el fallo del Consejo— la voz helada del tigre asusto más a Sai que los mismos gritos —. Es hora de que me pagues según lo acordado y temo que no tienes con qué.   Sai a miles costos logró controlar su respiración, poniendo las manos sobre su pecho trato de calmar el latido desbocado de su corazón. Aguzando el oído felino, trato de no perderle detalle a la conversación. Una suerte que los alfas no tuvieran problema en gritarse mutuamente.   — Conozco lo que dice el maldito contrato — la voz de Fugaku tembló de modo casi imperceptible.

 —Las cosas están bastante claras, a mi modo de ver—. Retumbo la voz del Gaara por toda la casa— Si no hay pareja, entonces me regresas las tierras que te cedí y el dinero que se giro a tu cuenta personal.   Un incomodo silencio invadió la casa, ahora más que nunca Sai hubiera querido levantarse de su prisión de mantas para ir a curiosear que ocurría en la planta baja. Al parecer la conversación se dio por terminada, ya que el fuerte golpe de la puerta contra el marco fue lo último que se escucho de parte de los alfas. Dejando salir el aire lentamente Sai relajo la espalda contra el colchón de la cama, la punzada de dolor le dijo que había abusado de sus posibilidades al tratar de levantarse por sí mismo.   “Tienes suerte, hermano”, pensó Sai al recordar a Sasuke según había podido entender de los retazos de información que llegaban hasta su habitación, este se había fugado con un zorro, que había resultado ser su pareja de vida. No es que sintiera envidia malsana, era más bien un anhelo, le hubiera gustado tener la oportunidad de correr en su primera noche de luna. En cinco meses más sería mayor de edad y esa posibilidad no existía en su futuro próximo.

“¿Quién querría cargar con un gatito enfermo’”, reflexiono en silencio tragándose las lágrimas que amenazaban con salir.  

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Gaara estaba furioso, ese maldito alfa se creía muy listo, le había puesto mil excusas para evitar pagar su deuda, desde que tenían que esperar la resolución del Consejo de Cambiaformas hasta que había que probar que la luna no era de queso. Estaba decidido a que esa sería la última conversación civilizada que tendría con ese lastimosa bola de pelos. Primero pondría la queja ante el Consejo y luego iría por el pellejo de Uchiha.   —¿Problemas, jefe? — Se atrevió a preguntar uno de los centinelas al ver como su alfa casi despega la puerta de la camioneta al azotarla al cerrarla.

 —Yo no los tengo—, hablo Gaara mientras comenzaba a conducir por el maltrecho camino— pero no puedo decir lo mismo de esa mierda que se hace llamar gato.   Los cuatro tigres que acompañaban a su alfa decidieron quedarse calladitos el resto del viaje. Gaara en su forma de hombre era músculo sólido, actitud de cómo-clavos-para-el-desayuno y unos ojos verdes que parecían anunciar la muerte próxima del siguiente que se atreviera a respirarle demasiado cerca. Era un hijo de puta cuando lo cabreaban lo suficiente.   El viaje fue bastante largo, en todo el trayecto Gaara planeo cual sería su estrategia al hablar con el Consejo. Él había pagado por una pareja, y eso debía ser lo que recibiría, en ese momento dicha entrega era imposible. La única solución honrosa sería el regreso la dote pagada por el cachorro.   Al llegar al aeropuerto un helicóptero lo estaba esperando con el motor encendido, las aspas giraban listas para levantar el pesado aparato del suelo. La manada de los tigres había sido bien administrada por los últimos cinco alfas, hasta el punto de ser una de las más prosperas. Su influencia no solo era cuestión de territorio físico, sino que también tenía inversiones en varios consorcios que tenían una excelente circulación de capital.   Dentro del helicóptero lo esperaba Sasori, un cambiaformas zorro que era el abogado de confianza de Gaara. Cuando entro apenas si este levanto la cabeza para saludar, ya que estaba concentrado en unos papeles que tenía sobre el regazo. El cabello rojo le caía sobre los ojos, impidiéndole ver a Gaara cuál era el estado de ánimo de su amigo.   —¿Algún problema? — Se atrevió a preguntar cuando ya el helicóptero tomaba altura.   —Al parecer— le dedico un guiño a su jefe— el que tiene el problema eres tú.   Tomando una tira de cuero que llevaba atada en la muñeca, peino su cabello en una coleta a la altura de la nuca. Ahora Gaara estaba listo para escuchar las buenas noticias— deja de disfrutar tanto y dí: “te lo dije”, sé que te mueres por hacerlo.   El pelirrojo le dedico una mirada evaluativa a su jefe y mejor amigo, bajo toda esa fachada de tipo duro sabía que era un bueno hombre, por mucho que tratara de disimularlo. Tomando aire se preparo para darle la patada en el culo al pobre hombre que esperaba el golpe de gracia.

— El idiota que te hizo esta documentación no tenía idea de lo que era un contrato de emparejamiento.   —¿Qué dices? — Gaara se veía tan impactado, que de no ser por la gravedad de la situación, Sasori se hubiera reído.   —Así es amigo, en estos documentos se habla de una pareja que debe de ser entregada, pero no se especifica quién es el afortunado, solo se dice que es uno de los hijos menores del alfa Uchiha. Ah!... Dice que es un macho… ¡Bonito problema tienes!   —¿Pero cómo? — Rugió Gaara, arrebatándole los documentos de las manos a Sasori, como si pudiera entender una mierda de toda esa palabrería jurídica.   Después de releer las dos hojas y verificar su firma en esos documentos, los tiro a un lado — ¿Y… ahora? — Pregunto el alfa de los tigres pasándose la mano por el rostro— Sabes que mi amado tío aprovechara este fallo.   Sasori se recostó en el asiento, tratando de relajar el cuello lo masajeo con su mano abierta. Ambos hombres eran tan distintos como el día de la noche. El abogado vestían de traje hecho a la medida, cabello rojo perfectamente bien arreglado, corto hasta apenas tocar sus orejas, sus ojos negros eran dos chispas vivaces. Su jefe, por el contrario, bien podía confundirse con un guerrero más que con un hombre de negocios. El cabello rojo alborotado, el cual llevaba bastante largo, su musculatura era más propia para manejar una espada que una computadora portátil.   —Estoy seguro que tu le bajarás las ínfulas al querido tío— se mofo el abogado— Ese lo que está necesitando es que alguien le saque el palo que tiene enterrado en el culo. En lugar de un tigre, más parece un viejo búho.   Ambos hombres rieron, la verdad era que tenían problemas serios encima. Su credibilidad ante la manada estaría en entredicho, eso si no encontraban una manera honrosa de salir del problema.   —Por ahora debemos ver qué respuesta nos da el Consejo— levantando la mirada, una sonrisa maliciosa se formo en los labios de Sasori —. Espera un momento… ¿Mencionaste algo de un cachorro de gato montés?... Uno qué se atrevió a morderte…   —¿Qué tiene que ver esa pequeña mierda con todo esto? — Se encogió de hombros Gaara. No le veía la lógica a esa idea que se atravesaba en la conversación.   —Creo que debes exigirle un cachorro al alfa, nadie tiene que saber que era a Sasuke a quién habías elegido…   Gaara recostó la espalda al asiento, desviando la vista hacia la ventana, observó el paisaje verde que se extendía como una manta bajo el helicóptero— Si no queda de otra, quiero que me entreguen a ese pequeño cachorro luchador. Al menos sé que todavía es virgen, ya que todavía no llega a su primera luna llena…No tendré la sorpresa de que también este emparejado.   —Entonces habrá que pedirlo un mes antes de que llegue a su primera luna—, estuvo de acuerdo Sasori — tomando en cuenta lo que pasó con Sasuke, el alfa tendrá que ceder. Con suerte ni siquiera tendremos que apelar al Consejo.   —Eso sería lo ideal— bufó Gaara, odiaba ser tomado por tonto y peor tener que hacerlo público.   El helicóptero aterrizo suavemente sobre la pista colocada a un lado del complejo, el que más parecía un fuerte. Allí Gaara tenía a los que llamaba su gente. Cuando su padre había muerto, extrañamente a algunos de sus hermanos les habían ocurrido sospechosos accidentes, dejando las cosas entre su amado tío y Gaara. Por suerte su progenitor se había tomado el tiempo para convertir a su primogénito en todo un hijo de puta capaz de poner de rodillas a su cariñoso tío o a cualquiera que se atreviera a retarlo.   Apenas poner los pies sobre el pavimento, Gaara y Sasori se vieron rodeados por guardias fuertemente armados — Tuvimos visitas indeseables— se explico el Beta de la manada con una mirada furibunda que dejaba a las claras que su día no había sido precisamente lindo.   —Mi tío— fue la respuesta obvia de Gaara, ese maldito era una piedra en su zapato desde que tomo su lugar como alfa—¿Qué quería ahora?   El grupo fue caminando hasta llegar a uno de los edificios cercanos, una construcción cuadrada de hormigón y grandes ventanas de cristal reforzado—. Al parecer tenía la idea de que se haría cargo de las cosas aquí mientras estabas ausente— se encogió de hombros el Beta—, no lo dejamos pasar de la entrada.   —Bien—, reconoció Gaara mientras ya su cerebro comenzaba a pensar en hacerle una amistosa visita a su pariente— no quiero a ese imbécil dentro de este lugar.   —Se lo hicimos saber—, sonrió de manera bastante maliciosa el Beta— el tipo despotrico de un modo bastante infantil.   —Ese es mi tío— bufo Gaara.   Dentro del edificio lo esperaban tres de los cinco ancianos de la manada, hombres rubios, altos y de espaldas anchas que aún no lograba doblar los años. — Alfa— saludo el mayor de los tres hombres — necesitamos hablar con usted.   Gaara observo a los tres hombres, sus semblantes serios y sus ojos severos esperaban una respuesta del joven Alfa. Sus ropas conservadoras contrastaban con los vehículos negros, las motocicletas deportivas y los helicópteros estacionados en el gigantesco hangar.   —Podrían haber esperado en la casa— observo el alfa. Estaba seguro de que entre Sasori y los ancianos, iba a acabar poniéndole la cereza a su día de mierda.   —Es mejor que lo hablemos aquí—, hablo uno de los hombres que hasta ahora habían guardado silencio— Tal vez en esa esquina— señalo uno de los lugares más alejados del hangar.   —Está bien— estuvo de acuerdo Gaara, dejando a sus centinelas junto con Sasori. Caminando detrás de los ancianos llego hasta donde supusieron estarían libres de oídos curiosos— ¿Por qué tanto misterio? — fue la pregunta obvia.   Los ancianos se miraron entre ellos, los rasgos de los cambiaformas tigres eran claros, altura, contextura de músculos marcados, cabello rubio y ojos de color claro. A pesar de los siglos que ya llevaban encima, esos hombres parecían nerviosos como gatos en una fiesta de mecedoras. El más joven de los tres, el que en años humanos podría pasar por un hombre de cincuenta , hablo— Debes encontrar la manera de mejorar las cosas con tu tío — no podo disimular lo mucho que le disgustaba decir aquello— Él se ha quejado con nosotros de qué lo tienes relegado del sitio que le corresponde en la manada.   Gaara se cruzo de brazos, dejando que sus músculos se marcaran bajo las mangas de la chaqueta— ¿Y ustedes quieren que yo le bese el culo a esa hiena rastrera?   Los tres hombres le dedicaron una mirada comprensiva al que para ellos era todavía un muchacho— Si estamos aquí es para prevenirte— respondió el líder de los ancianos— de cinco solo tres estamos hablando contigo. Has tus cuentas.   Ahora le toco el turno a Gaara de poner las barbas en remojo. Dos de los ancianos estaban dispuestos a apadrinar las quejas de su tío— Entiendo— reconoció a regaña dientes—. Ahora díganme que aconsejan que haga.   —Trae a tu pareja— hablo el viejo tigre— resguarda a las crías que engendraste el año pasado. Toma todas las medidas de precaución. Primero buscara matarte a ti, pero como ya sabe por experiencia propia que eso es un tanto difícil, irá por tu descendencia y por la pareja que el destino te dio.   — Aún no me he emparejado— se explico Gaara. El rumbo de la conversación lo estaba comenzando a preocupar más de lo debido.   —Ya tienes edad de hacerlo— señalo Kratos, el segundo más viejo— si quieres afianzar tu lugar en la manada, debes hacerlo. Un alfa sin cachorros y sin una pareja no es digna de confianza. Nadie defiende mejor su territorio que un tigre emparejado y que ya tiene crías.   — Lo de las crías ya lo solucione— arrugo el ceño el alfa— lo de la pareja… es cosa de tiempo.   —Pues que no te tome mucho traerlo aquí— insistió Tereom, el más anciano de los cinco—. Tu falta de pareja es algo en lo que él ha estado insistiendo. Dice que solo eres un cachorro que busca divertirse sin querer tomar enserio sus responsabilidades.   Un fuerte golpe que arranco pedazos de concreto de la pared hizo que los centinelas y Sasori volvieran a ver desde su lugar en la entrada del hangar.   —He entregado mi vida a la manada— hablo pausadamente, midiendo su ira—. No ha habido un maldito minuto del día en que no me haya dedicado al bien de todos. Es que no ven lo que hemos crecido en los últimos cincuenta años como para sigan jodiendome con las quejitas de Oroshimaru.   Tereom, Leo, Kratos, ni se inmutaron ante la furia de su alfa, un tigre no llega a su edad por ser cobarde, o idiota, sabían que Gaara tenía razón, pero eso no cambiaba el hecho de que cada palabra que habían dicho, fuera cierta.   —Trae a tu pareja—, resumió Leo, que al ser el menor de los ancianos, era un tanto más compresivo que los otros— busca a tus cachorros y tráelos. Toma todas las medidas de precaución y prepárate para enfrentar a Oroshimaru, si es que quieres sacarte esa espina de la pata, pero ante todo ten en cuenta, que esto traerá consecuencias para todos.   Gaara apretó tan fuerte las mandíbulas que le comenzaron a doler los dientes, en silencio vio como los tres hombres se despedían de sus centinelas y del abogado, para salir como si nada, por la puerta del edificio. Hasta que sintió como sus manos se humedecían, se dio cuenta de que se había clavado las garras en las palmas.   —¿Malas noticias? — pregunto Sasori al acercarse a su jefe.   —Busca arreglar este asunto con el Alfa Uchiha — le dedico una mirada gélida al abogado—. Esta vez tú te encargaras de hacer ese maldito contrato. Tráeme a esa bolita de pelos malcriada… Lo quiero aquí antes de su primera luna, no vaya a ser que ande de puta como su otro hermano y cuando yo llegue ya se haya emparejado.   Sasori podía ser un chico lindo y pelirrojo, pero era tenía alma de zorro, y como lo era ese sigiloso animal, él era lo suficientemente listo como para saber que era hora de mover el culo sin hacer más preguntas de las necesarias— Dalo por hecho— respondió mientras se dirigía hasta el deportivo negro que lo esperaba fielmente junto a la motocicleta de Gaara.   El alfa subió a su motocicleta, el corto viaje hasta el departamento que tenía en el complejo que compartía con los centinelas de su círculo de confianza, le ayudaría a despejar un poco la cabeza. La tarde estaba fresca y el sol iluminaba desde un cielo despejado, en unos minutos llego hasta el garaje donde guardaban los vehículos de uso diario. Allí se encontró con dos enormes tigres que trotaban hacía la salida que daba a las piscinas que ayudaban a los enormes animales con su manía de refrescarse en el agua.   Sin detenerse en formalismos busco la entrada del elevador. Al tocar el número tres, en lugar de subir, comenzó a bajar hasta el subsuelo donde se encontraban los departamentos donde vivían los que conformaban el círculo interno del alfa.   Una vez en su “hogar, dulce hogar”, que no era más que un refugio de dos ambientes, el dormitorio separado del resto por una delgada pared blanca. El sitio estaba igual que cuando se había mudado muchos años atrás, una cama grande en la habitación, algunos muebles genéricos en la sala, la cocina que nunca usaba y la mesa con las cuatro sillas donde jamás se había sentando. La televisión y el equipo de sonido era lo único que había añadido en última década.   Cuando el padre de Gaara lo había traído, separándolo de sus otros hermanos, lo quiso preparar para tomar su lugar como el alfa. Quién diría que traer a su hijo a vivir junto con los otros guerreros, manteniendo en secreto cuál era su relación, fuera lo que al final terminara por salvarle la vida. Mientras sus hermanos, bajo extrañas circunstancias iban muriendo, Gaara se mantuvo seguro haciendo frente al duro entrenamiento de los otros machos que se convertirían en centinelas.  


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