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La voluntad del corazón por Azur

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Notas del capitulo:

¡Hola! Disculpen si me tardé un poco, me tomé unas mini-vacaciones antes de continuar, pero..

Estoy muy contenta porque más de ¡Mil lectores le dieron la oportunidad a éste fic! Muchas gracias por el honor. Parece como si hubiese sido ayer cuando empecé ésta historia :'D

Es un récord increíble y gracias por sus review's. Feliz de estar complaciendo a más personas por medio de la lectura y para compensar a los lectores.... *suenan tambores*

¡He escrito 2.000 palabras extra de lo habitual! , Así es...éste capítulo es el más largo :D

Espero les guste.


Nota: Los que están en cursiva son flashback y la "cursiva" con comillas son pensamientos.


PD: Los personajes de Saint Seiya son de Masami Kurumada. No me pertenecen n__n

-Mamá te prometo proteger a mi hermanito. Lo amo mucho- dijo una niña que tenía en sus brazos a un bebé de 1 año que le sonreía dulcemente. La madre tejía sentada en una silla y sonrió al oírla. En eso salió de otra habitación el padre quien besó la frente de la mujer y con la diestra sacudió los cabellos de la niña.

-Iré a trabajar- comunicó y salió de la casa. Hacía frío afuera y nevaba con frecuencia.

El bebé creció y al tener los cinco años jugaba con la hermana. Rachel era bonita y tenía los cabellos verdes y ojos violáceos al igual que su padre pero muy parecida a su madre. En ése tiempo el padre reunió ahorros para intentar abrir un restaurante, pero le faltó un poco más y pidió un préstamo a una poderosa familia, los Smirnov. Eso lo escuchó el pequeñín de cinco años quién era Camus. Su padre de cabellos verdes, ojos violáceos, cejas bífidas y de rostro fino pero serio no tenía más tiempo para pasar con su familia. En un día como cualquiera se fue y no regresó. Pasaron 7 días y la madre, cabellos aguamarina y ojos del mismo color con una ternura en su mirada, se preocupó y se desesperó. La comida se acababa y sus dos hijos empezarían a pasar hambre.

Rachel iba de la mano con Camus y se acercaron a su madre, quien lucía preocupada.

-Mamá ¿Cuándo regresará papá?- preguntó la niña

-No lo sé mis niños- contestó.

-Pero saldré un rato y volveré. Quédense aquí- pidió ella, agarró un abrigo y salió de la casa. Rachel llevó a Camus a su cuarto y debajo de la almohada, le mostró un retrato de una fotografía, la familia junta.

-Él es papá Degel- dijo la niña y con su índice le indicaba a Camus para que fijara su atención en ese punto.

-Ella es mamá Seraphina- y señaló a la mujer en la foto

-Y yo soy Rachel, tú hermana mayor-. El pequeño ladeó su cabeza y sonrió al ver a su hermana a su lado. Después la niña lanzó el retrato por encima del ropero, para que se quedara escondido ahí.

Más tarde regresó su madre con dos bolsas en ambas manos y acompañada de un extraño, pelinegro de ojos marrones, alto  y atractivo. Los pequeños estaban cerca de la chimenea jugando con unos peluches y otros juguetitos.

-Hijos míos, él es Gerard  Depardieu. Nos ayudará, es el mejor amigo de su padre- dijo la madre. Gerard se sentó en sus piernas frente a los menores.

-Pero miren nada más. Parecidos al padre y la madre. Dignos hijos de Degel- comentó sonriente y fue a la cocina con Seraphina.

Los días pasaron y la navidad estaba cerca. Rachel le contaba los cuentos a Camus y se divertían juntos, pero observaban a su madre siempre en compañía de Gerard y éste la cortejaba muy sutilmente. Solo que los infantes, tan inocentes, nunca se dieron cuenta de éste hecho.

Dos días antes de navidad, la gente del pueblo descansaba en sus casas refugiados del frío. En horas de la mañana, Seraphina terminó de tejer una ropa blanca y llamó a la hija. Rachel vino con ella y Camus.

-Pruébate hija. Será tu nueva pijama-  habló dulcemente. La niña agarró contenta la ropa y fue a su habitación. Camus era un niño inquieto y se subió a los regazos de su madre. Estaban mirándose y sonriéndose tiernamente. Ambos sentados en un sofá. Repentinamente se abrió fuerte la puerta y Degel estaba furioso con una expresión demoníaca quien enfocó su mirada en Seraphina. Fue directo a ella y la madre alejó a Camus de sus brazos.

-Esposo, ¿Qué te sucede?- preguntó ella tratando de tranquilizar al enfurecido peliverde. Degel se colocó frente a ella.

-Me engañas con Gerard, maldita traidora- reclamó muy enojado.

-No, ¿Quién te ha mentido? ¿En dónde estuviste todo este tiempo?- preguntó ella aterrada.

-¡Todos en el pueblo se ríen de mí! Mi mejor amigo…- rechinó sus dientes de la furia.

-Quebré y fui a pagar mi deuda con los Smirnov por eso tardé. ¡Pero tú no pierdes el tiempo!- elevó la voz.

-Mi amor…- murmuró ella y Degel la abofeteó tan fuerte que cayó al suelo. Se subió encima de ella, ignorando a Camus quien los observaba aterrado y choqueado, comenzó a molerla a golpes. Los nudillos de Degel estaban manchados de sangre y luego la ahorcaba.

-Te amo… por amor hago esto. El amor duele….y si no estás conmigo..- habló entrecortado y con una tonada cargada de ira.

-no estarás con nadie más- dijo con una voz llena de odio y en sus ojos cargados de ira, parecía un endemoniado. Seraphina no respiraba y él siguió golpeándola. Hasta que Degel se dio cuenta de su crimen. Comenzó a reír como un lunático y con ambas manos se agarró la cabeza. Luego fijó sus ojos en Camus.

-La maté….por amor…- expresó enloquecido. El aguador estaba congelado, no podía moverse y su padre fue a la cocina. Tomó un cuchillo con la diestra y venía acercándose a Camus quien lagrimeaba de terror.

-Por amor…uno mata… es capaz de hacer atrocidades…- confesó el desequilibrado peliverde. La niña salió de su habitación y gritó horrorizada al ver como su padre intentaba hacer daño a su hermano. Ella se puso enfrente de Camus y como él francés estaba detrás de ella, Rachel la miró por encima del hombro hacia atrás.

-Corre y vive-  susurró. En ese momento el aguador tuvo valor y corrió a la puerta. Rachel también pero como su padre venía detrás de ellos, la niña empujó a Camus hacia afuera, le sonrió y cerró la puerta. Quedándose encerrada junto con Degel.

Camus golpeó la puerta tratando de salvar a su hermana. Ella gritó una vez y luego silencio. Él miró por debajo de la puerta  y como había nieve en el suelo, se manchó tornándose roja. Retrocedió a paso lento y como había una ventana grande a la altura del peliaguamarina, se acercó y vio a través de ella. Su padre gritaba llorando, arrodillado y con el cuerpo de Rachel en brazos. El cuchillo que tenía en su mano, ensangrentada se apuntó en su cuello y se clavó así mismo. Muriendo también.

El francés corrió con lágrimas en los ojos. Tenía poca ropa encima y mucho frío, temblaba a cada rato. De la desesperación al escapar de su casa, llegó al pueblo vacío de gente y caminando vagamente, se encontró con un mendigo que tenía unos cinco largos fósforos. Su expresión facial cambió drásticamente. El mendigo era un anciano con algo de ropa, también tenía frío y sus labios estaban azules, su piel pálida como el papel.

-Niño, ¿Dónde están tus padres?- preguntó pero Camus lo miró indiferente reflejando una mirada sin vida.

-¿No tienes?- interrogó y el mendigo comenzó a toser. Camus se sentó frente a él. Llegó mediodía y él permanecía en esa misma posición, mudo y con frío. Algunas personas salieron y al ver al mendigo se apartaban. El anciano mostraba los fósforos y trataba de venderlos pero nadie le hacía caso. Después se hizo de noche y el frío era más intenso. Camus empezó a toser sin parar y el mendigo tuvo piedad de él.

-Ven conmigo.- dijo y el niño sin temor a que le haga daño, se acercó. El anciano le pasó los fósforos en la mano y le miró a los ojos al menor.

-Vende alguno de ellos, inténtalo y podrás conseguir comida.- y lo abrazó. Compartieron calor soportando el helado clima.

Al día siguiente, Camus ayudó al mendigo para vender los fósforos, dejó a un lado la timidez y se acercaba a cada persona de la calle para convencerle. Pero esa clase de fósforos extensos de 30 cm de largo nadie usaba, era anticuado.  Todos los ignoraban ni se atrevían a tocarlo. Era un viernes y esas personas seguían con lo suyo, hablando entre ellos felizmente. El día siguiente sería navidad.

Camus regresó al mediodía hambriento y triste junto al mendigo.

-Tampoco vendí- comentó el anciano. Luego llegó la noche y el frío fue aún mayor. Se abrazaron y cuando amaneció ya era sábado y navidad. El francés entreabrió los ojos y el anciano siguió durmiendo. Trató de despertarlo pero seguía con los ojos cerrados. Se apartó de él y recorrió con los fósforos en busca de personas. Pero ninguno estaba en la calle, todos en sus casas. Camus se acercó a una casa y a través de una ventana vio como tres niños estaban cerca de la chimenea recibiendo calor de la pequeña fogata, luego sus padres les traían regalos. Después su madre le dio un postre a cada uno. El francés arrugó sus cejas de la tristeza y se sentó en la fría nieve. Comenzó a nevar y él estaba hambriento, sediento, friolento. Se movió de ahí cuando el dueño de la casa lo descubrió y le gritó a patadas para que se largara.

Regresó el peliaguamarina junto al mendigo que siguió sin despertar.  Lo empujó pero no respondía. Luego de media hora de intento se dio cuenta. Estaba muerto. Ahora realmente está solo, en medio de la nada en navidad. Se apoderó de los fósforos para intentar vender al menos uno. Recordó los cuentos donde la gente supuestamente ayudaba a los demás.  Nadie lo ayudó. Siguió caminando y en horas de la tarde, decidió sentarse en un lugar. Abrazarse  a sí mismo y el frío lo azotaba sin compasión. Al ver una pequeña roca cerca de él, rozó un fósforo en la superficie de la roca, lo prendió y le transmitió calor. También un recuerdo de sus tiempos felices. Entonces sin darse cuenta prendió todas y se quedó dormido.

Estaba por primera vez en esa oscuridad donde no sentía nada solo quería que su dolor terminara. Escuchó ligeros pasos hacia él y apenas entreabrió los ojos. Vio a Alexander frente a él quien le extendió la mano, él intentó tocarle pero se desmayó.

Camus respiró rápido al terminar de recordar. Buscó a Milo con la mirada pero éste estaba dormido. Se removió de sus brazos y se levantó con algo de dificultad. Miró al griego por un rato. “Debes estar muy cansado y casi anochece” pensó al ver por la ventana como la oscuridad inundaba el lugar. Las lágrimas escaparon de sus ojos involuntariamente. “El gran muro que construí… con temor a recibir heridas, preferí apartarme. A…” y al lado contrario donde estaba Camus, cerca de Milo. Kardia apareció y sonrió al ver a su hermano dormido. La mayoría de los síntomas de la droga pasaron. El aguador lucía como alguien normal pero las alucinaciones no le dejaban en paz.

-Independientemente de lo que hagas, los dos deben ir al hospital- opinó

-Iré a comer lo que haya- comentó secamente el aguador y salió de la habitación. Caminaba despacio por que no se sentía del todo bien, pero era soportable. Respiraba cada tanto. “¡Esto es un castigo! Estoy en la casa donde crecí y ahora dependo de ella.” Y en cuestión de segundos recordaba como era antes cada rincón cuando era apenas un infante. “Es curioso, recuerdo cosas que una persona normal no podría, hasta la sensación del tacto, todo”. Llegó a la sala, en la chimenea el fuego era encendido con madera u otros materiales de la casa. “Destruyen poco a poco mi propia casa o lo que fue antes”

Después observó a un sujeto, era Charlie conversando con otro mendigo animadamente. Camus no le conocía y estaba a espaldas de él, apunto de acercarse y preguntarle.

-¡No Camus!- advirtió Rachel y el peliaguamarina al voltear la vio detrás de él. Se entristeció al verla, se había sacrificado por él para que viviera. Cumplió su promesa, lo protegió de la muerte en su niñez.

-¿Eres nuevo?- preguntó otro hombre que se había colocado al lado izquierdo de él. Camus asintió con la cabeza.

-¿Tienes hambre?- interrogó y el aguador volvió a asentir la cabeza. Como el desconocido estaba abrigado, sacó del interior de su abrigo a la altura de su pecho una lata de comida.

-Son fideos- comentó porque Camus observó lo que le entregó desconfiado, pero cuando hay hambre no hay pan duro. La famosa frase se aplica en el francés y el contrario le pasó un abrelatas. Camus buscó con la mirada a Rachel pero ya no estaba. Consumió los fideos y buscó un basurero, solo encontró uno, lleno de basura pero depositó la lata allí.

Pronto se hizo de noche y a partir de las 20:00hs en punto, Kardia se apareció al costado derecho de Camus.

-¿Vas a admitirlo ya?- preguntó. Esta era una pregunta espinosa y nada agradable para el aguador pero no le respondió. Estaba entre los mendigos, callado y solo, pero los otros no le molestaban.

-¡Y por eso estoy aquí! Voy a ayudarte- dijo y le guiñó el ojo. Camus volvió a ignorarlo, estaba frente a otros y no podía “hablar abiertamente” con él.

Mientras que Milo abrió los ojos, se quedó dormido y fue por el cansancio. Con sus manos se quitó las legañas de sus ojos y bostezó perezosamente. “¡Qué bien dormí!”, pensó y levantó los brazos hacia arriba. Miró a su costado y estaba solo. Exhaló aire despreocupado, estaba despertando recién. Hasta que al pasar dos segundos, se sentó alarmado. “¡Camus!” y por fin se dio cuenta de su ausencia.

Por su parte, el francés era fastidiado por Kardia, ese tipo rondaba a su alrededor y le decía tantas cosas que empezaba a convencerle sus ideas. Fruncía el ceño cada tanto y los demás se alejaron de él poco a poco. Parecía enojado y no querían que se descargara con alguno de ellos.

-Traeré a mi hermano- afirmó Kardia. “Es solo producto de mi mente que recreó la imagen de Kardia y mi conciencia me está atormentando. Es imposible que consiga traer a su hermano” pensó Camus pero, apenas se fue caminando Kardia hacia la habitación donde estaba Milo y vino acompañado por éste. Por más que no lo viese, claro. Los mendigos al ver a Milo se alegraron de su presencia. Estar con el aguador era como estar afuera, emanaba frialdad y tristeza, sentimientos rechazados por los demás. Milo era tan diferente. Camus al verlo se sorprendió. Kardia estaba al lado de Milo y esbozó una sonrisa.

- Te- lo -dije.. -habló pausado y con picardía el mayor de Milo.

-Tsk- murmuró impotente y miró otro lado. Sin embargo el escorpión también notó el extraño comportamiento del peliaguamarina. Quiso acercarse a él pero otro sujeto le tocó el hombro.

-Hola Milo, hemos guardado comida para ti.- dijo amable y el heleno sonrió.

-Contemos historias- propuso otro y todos se animaron, excepto Camus que era fastidiado por Kardia. Mientras Milo se unió con los otros a oír y su hermano mayor reía cada tanto alrededor de Camus.

-Sigue resistiéndote que no te  servirá de nada- y como nadie le hacía caso, los mendigos hablaban fuerte. Entonces el francés se animó a responderle.

-Eres un insensible, acabo de recordar porque odio esta casa, el amor, la razón que detestaba los sábados y la navidad. Todo se reduce a ese día que lo perdí todo. Mi infierno comenzó desde ése día cuando los Smirnov arruinaron a mi familia-

-¿Seguro? ¿Crees que ellos tuvieron la culpa? Recolecta información y luego saca tus propias conclusiones-

-No me tomes por idiota, mi padre biológico dijo que pagó su deuda con los Smirnov pero ¿De qué manera? ¿Matando a otros o enterrando cadáveres? No tengo que preguntar nada, ¡Estoy seguro! Conviví con los Smirnov y se cómo operan- explicó enojado pero en voz baja.

-Soy malo aconsejando y no puedo ayudarte con eso.-

-Se nota- dijo áspero y en voz baja el francés. Kardia arrugó la nariz y se colocó frente a él, chocó su sien contra él.

-Escúchame bien. Refugiarte en el dolor y autocompadecerte es lo peor que puedes hacer. No me agradan los pesimistas y déjate ayudar, porque solo no puedes- dijo esto y con el ápice de su dedo apretó fuerte el corazón de Camus.

-Puedes cambiar y salir del infierno en que vives.- y se puso a su lado. Los demás estaban sentados en círculo, Milo también y se unió a ellos. Camus se sentó al lado del escorpión porque era alguien de fiar.

-¿Y ustedes son…amigos?- preguntó uno a Milo. Se refería a él y Camus. El griego desvió la mirada incómodo por la pregunta, sentía que ya era  momento de confesarle al francés que sus impulsos por tenerlo con él eran más fuertes y empezaba a costarle tratarlo como un amigo nada más. El  peliaguamarina ni escuchó la pregunta porque Kardia estaba detrás de unos muchachos haciendo gestos y molestándolo. El silencio se hizo más incómodo.

-Psst- murmuró Kardia que apareció detrás del aguador pero rápidamente se puso frente a él. Camus se movió inquieto al observar a Kardia, los otros le miraban raro.

-¿Odias a mi hermano?- preguntó Kardia pero el francés no podía responder, trataba de disimular que no alucinaba.

-Responde- dijo y con su mano atravesaba el cuerpo de Milo, como un fantasma. Pero estiró un mechón de cabello del francés y le guiñó el ojo.

-No- habló fuerte y se puso de pie. Captando la atención de todos los presentes, el escorpión estaba boquiabierto. Camus respondió a la pregunta de Kardia pero todos pensaban que contestó la interrogante para Milo.

-¿Son pareja?- preguntó otro y arqueó la ceja. Kardia como todo un picarón travieso, gritó para que Camus no escuchara esa pregunta.

-¿Aprecias a mi hermano?- interrogó Kardia al francés y el peliaguamarina respondió con tal que lo dejara de molestar. Olvidándose de los demás, hasta de Milo.

-Sí-

Todos se miraron entre ellos. A Milo le costaba procesar lo que escuchó y otro tosió sarcásticamente para captar la atención. Kardia se puso al lado de éste sujeto y Camus fijó su mirada en Kardia, pero los demás no veían al travieso hermano de Milo.

-No tenemos nada en contra de los homosexuales. ¿Verdad chicos?- declaró y los demás asintieron la cabeza. Milo observó a Camus y notó que algo no iba bien en sus expresiones faciales, parecía tenso. Se puso de pie para apartarlo y hablar en privado, tal vez se sentía mal.

-Yo puedo hacer que ustedes dos se besen- dijo todo picarón Kardia quien reposó su codo por el hombro de Milo, contemplando a Camus.

“¡Qué molestoso es tu hermano Milo! ¡Es un entrometido!” pensó el peliaguamarina. Kardia sonrió de oreja a oreja, complacido con la mirada cabreada del francés y se movió de ahí. Se puso muy cerca de un mendigo y en sus oídos dijo

-Beso- y repetía la misma palabra. Camus quedó sorprendido al leer los labios de Kardia, “¿Es broma?” pensó. Al mendigo le pareció oír “beso” y por la entonada, sonaba graciosa y simpática.

-¡Beso!- afirmó el mendigo y a los demás les gustó la idea. Como si se tratase de una enfermedad contagiosa, todos repetían la palabra “beso”. Todos estaban entusiasmados, querían presenciar la escena y golpeaban con las manos el suelo manteniendo el ritmo constante. Ya después se pusieron a gritar y Camus estaba más molesto pero muy avergonzado. “Que Milo me perdone por lo que haré” pensó el francés y le robó un beso, casto y tan corto que igual todos quedaron sorprendidos.

-Mal, mal, mal- comentó  Kardia y meneó la cabeza en negativa.

-Eso no es un beso de verdad- declaró

-Eso no es un beso de verdad- repitió un mendigo las mismas palabras de Kardia. “¿Ahora te escuchan?” pensó el francés al ver a Kardia detrás de Milo. El escorpión ocultó su mirada bajo su flequillo y ya que todos reclamaban un beso más apasionado, él tomó la iniciativa. Agarró de la cintura a Camus, lo apretó junto a él y le plantó un verdadero beso. El aguador se ruborizó al sentir esos labios tan expertos que lo devoraban y luego la lengua del peliazul recorría sus labios. Camus entendió perfectamente el mensaje y se dejó llevar por el momento, permitiendo que la lengua de Milo ingrese a su boca. Se sintió tan bien pero él también era un experto en el beso francés, así que sus lenguas se rodearon intensificando el beso. Ya por fin cuando se les acabó el aliento y tuvieron que separarse, ambos respiraban agitadamente. Ninguno de los dos podía creer lo que hicieron ni tampoco que la atracción entre ellos fuera tan intensa.

-¡Ése es mi hermano! JA- habló victorioso Kardia aplaudiendo fuertemente.

-¡Wow, eso sí es pasión! ¡Bravo!- exclamó uno que aplaudió y los otros también. Kardia sonrió contento y se encogió los hombros. Los aplausos quitaron del trance entre Camus y Milo que se habían quedado estáticos inspeccionándose con la mirada, fijamente a los ojos. Leyéndose las almas. Camus se apartó del escorpión y como no podía soportar la bochornosa situación, se fue a la habitación. Milo sonrió nerviosamente y se rascó la nuca. Charlie se levantó y le dio una palmadita suave en la espalda.

Al cabo de unos minutos Milo estuvo conversando con los demás y se despidió de ellos. La noche estaba muy avanzada y ya tenían sueño. El griego fue a la habitación, suspiró. Era momento de enfrentar lo que realmente pasaba entre ellos. ¿Amistad o amor? Y obtendrá la respuesta esa misma noche aunque tenga que presionar a Camus. Lo conocía bien, eran grandes amigos y a pesar de su frialdad también era sensible. Algo que encontraba tierno el escorpión.

Cuando ingresó al cuarto, bajo la luz de una vela que iluminaba, cerró la puerta. Camus estaba sentado al costado de la cama, cerca de la ventana, dándole la espalda a Milo. Tenía la cabeza agachada. “¿Qué te pasa?” pensó el griego y al instante escuchó ruidos de llanto a lo bajo. Enseguida se acercó a él y se sentó a su lado. Los largos cabellos aguamarina no le permitían ver a Milo su rostro y con su mano los puso detrás de la oreja. Camus lloraba y en sus manos sostenía el retrato de una fotografía mojado con algunas lágrimas.

-¿Te acuerdas que… preguntaste por…mis padres biológicos?- la voz se le quebraba al aguador. Verlo así le rompía en mil pedazos el corazón del peliazul.

-Sí, lo recuerdo bien- contestó

-Aquí están- dijo y le pasó el retrato a Milo. El escorpión lo sostuvo y miró con detenimiento. La fotografía de una familia unida y lo comprendió de inmediato. Camus era idéntico a su padre, quien inclusive en la foto reflejaba una helada mirada. La madre una más tierna y en el medio, la niña acompañada de Camus el más pequeño.

-¿De dónde sacaste esto? No entiendo, dijiste que te olvidaste de ellos-

-Los recordé Milo. Aún sigo drogado y lo sé porque las alucinaciones continúan y también ando recordando repentinamente. Al parecer me drogaron con el fin que recordara mi pasado- expresó el francés. Sus lágrimas pararon pero se sentía herido por el doloroso recuerdo.

-¡Maldición!, los Smirnov no paran de hacerte daño- mencionó enojado Milo.

-Pero, desahógate conmigo. Te escucharé y te apoyaré pase lo que pase- confesó más afectivo el escorpión y con la siniestra recostó la cabeza del aguador en su pecho.

-Todo empieza a encajar. El hombre malvado que veía en mis alucinaciones era mi padre, se llama Degel. La niña con pijama blanco era mi hermana mayor, Rachel y la casa que tanto temía era ésta- confesó. Milo se sorprendió y con sus manos agarró de los hombros a Camus para mirarlo a los ojos.

-¿Qué?- estaba asombrado y mucho el peliazul.

-Ésta es la habitación de Rachel y era cinco años mayor que yo-.

-No puede ser. Los otros dicen que una mujer grita y un hombre ríe como loco.- el escorpión seguía pensando que no era más que locuras de los mendigos. Pero luego en el cuarto donde ambos están, una voz femenina infante comenzó a cantar, una canción de cuna.

-La canción que me cantaba de pequeño.-dijo melancólico y continuó

-Rachel sigue aquí… la mujer que grita es mi madre y el hombre es mi padre.- argumentó Camus y con la diestra tocó el rostro de Milo. Captando aún más su atención.

-Sus espíritus no descansan y siguen aquí. Murieron en ésta casa y fui el único que sobrevivió. Tú no lo  sabes pero, hubo doble homicidio y un suicidio. Todo empezó..- y fue contándole el peliaguamarina el recuerdo que antes quedó reprimido en su memoria. Su cerebro activó una barrera como mecanismo de defensa para no decaer en la profunda depresión y se sintiera menos solitario. Pero tal protección dejó secuelas y Milo tuvo razón desde el principio. Por más dolorosa que fuera la verdad, hay que recordarla y convivir con ella para aprender del pasado.

Milo abrazó fuertemente a Camus cuando acabó de contarle su cruel pasado. Por primera vez en tanto tiempo, el francés se sintió apoyado y sin más preámbulos correspondió al abrazo. Estuvieron así minutos y Camus dejó de llorar. La calidez del escorpión lo reconfortaba era como si lo comprendiese. Le ayudaba mucho el afecto demostrado por el peliazul. Luego se miraron y el peliaguamarina lo miró con los ojos vidriosos.

-Gracias Milo- agradeció. Estaban tan cerca, ambos podían sentir el aliento del otro y sus corazones latían apresuradamente. Una atmósfera realmente romántica. El ateniense miraba los finos labios de Camus, lo tentaban a probarlos de nuevo y lo mismo podía decir el francés de los exquisitos labios del escorpión. Quien se acercó fue Camus intentando besar a Milo pero éste se alejó. Sorprendiendo al aguador y Milo lo soltó.

-Te amo Camus. Desde ésa vez que Kanon te demostró lo que sentía por ti y no fui capaz de confirmártelo. – confesó finalmente

-Milo, el amor..-  murmuró dudoso

-¿Qué sientes por mí?- interrumpió el peliazul exigente. El aguador desvió la mirada hacia el suelo.

-Que..- susurró y el griego con el dedo índice levantó el mentón de Camus para que lo mirara a los ojos.

-Te quiero- dijo despacio y al escorpiano le brillaron los ojos al oír que era su amor era correspondido.

-Tengo miedo que esto no funcione- admitió Camus

-También yo-

-¡Felicidades Camus, al fin lo has hecho! ¿No era tan difícil?- dijo Kardia que se apareció recostando su espalda en un rincón del cuarto. El aguador con solo verlo frunció el ceño y se levantó ubicándose frente a él.

-¡Qué vergüenza! Ahora ya no podré salir, no puedo mirar  a ninguno de ellos después de ese bochorno. ¡Eres un cabrón!- expresó enojado. Milo miró el hecho como siempre, Camus hablando con alguien que nadie más ve. Era obvio que estaba discutiendo.

-¿Y ahora con quién discutes?- preguntó

-¡Con tu hermano! ¡Milo él siempre fue…- habló fuerte, se giró a ver al heleno y le dio temor la seriedad en esa mirada casi asesina.

-¿Fue qué?- interrogó algo molesto el escorpiano. Amaba a su hermano y no permitirá que nadie lo ofenda ni aún después de muerto.

-Travieso- corrigió Camus a lo que en verdad quiso decir “molestoso”.

-¿Era el responsable de tu extraño comportamiento en la sala? ¿Por qué lo hizo?-

Ahora era Camus quien no quería seguir con esa conversación. Responder a esa pregunta y decirle “Para que me confesara a ti y aclare mis sentimientos” sonaba tan ridículo y vergonzoso. De hecho jamás se confesó, lo hizo Milo pero gracias a eso reconoció sus sentimientos hacia él.

-¡Qué bonito…tan tímido!- dijo Kardia y agarró el cachete izquierdo del francés para estirarle. Camus apartó esa mano.

-Anda, dile la verdad o lo haré yo- amenazó Kardia

-¡No lo harás!-

-¿Apuestas?-

Camus frunció el ceño y sin poder creerlo, Kardia desapareció. El francés suspiró aliviado y Milo enarcó la ceja, seguía esperando una respuesta y se cruzó de brazos. Pero para pesadilla del aguador, Kardia regresó con una tiza blanca en la mano. En la pared frente al escorpiano, comenzó a escribir con la tiza.

Ahora Milo quedó con la boca abierta. Pues era capaz de leer lo escrito por una tiza que se movía “sola”.

“He cumplido. Milo has crecido pero te volviste muy reservado. ¡Diviértete un poco más! Quiero verte sonreír y molestaba a Camus para que admitiera su amor por ti.” Escrito por Kardia.

Milo casi enloqueció, se acercó de inmediato a la pared y reconoció el garabato al final de la oración. Esa era la dichosa media firma de su hermano mayor. Lo conocía perfectamente. Realmente era su hermano.

-Kardia, hermano- dijo Milo y miró sus alrededores, con la pizca esperanza que pudiese responderle y él oírle. Cuando el escorpiano observó a Camus, éste le miró un poco triste.

-No está-

-Apenas lo veas, ¡Avísame, por favor!- rogó Milo quien se le acercó y el aguador afirmó con la cabeza.

-Es hora de dormir- dijo más serio Camus y cuando movió su pierna derecha perdió la fuerza para sostener su cuerpo porque se adormeció por completo. Cerró los ojos mientras caía, esperando recibir el golpe del suelo, cosa que nunca llegó. Milo lo atrapó a tiempo entre sus brazos.

El escorpiano le ayudó a Camus a acostarse y durmieron en la misma cama. Milo apagó la vela con un suplido y estaba algo trastornado, pensando en su hermano.

El francés cerró los ojos y durmió. Aun que despertó a las 3 de la mañana con el cuerpo todo duro, apenas podía moverse. Tuvo una pesadilla, su padre le perseguía con el cuchillo que mató a Rachel. Comenzó a tenerle un terror a Degel. El peliazul le daba la espalda, lo miró por un momento y se mantuvo despierto. Tratando de no dormir porque si cerraba los ojos volvería a tener la misma pesadilla. Se dio la vuelta y luego de unos minutos volvía a moverse. Tanto se movía que eso despertó al escorpiano.

-¿No puedes dormir?-

-Disculpa te interrumpí el sueño-

-No importa tampoco puedo dormir-

Ahora ambos se miraban a los ojos, acostados de lado sumidos en un silencio. Camus se aproximó a Milo y acercó su cabeza al pecho del peliazul.

-Si no te molesta, quisiera estar así-. Milo sonrió ante la petición y cerró los ojos, tratando de concebir el sueño, cosa que logró media hora después al igual que el francés.

 

Al día siguiente el escorpiano despertó y observó a Camus de pie, arreglando las colchas con que se había cubierto, colocándolas dentro del ropero.

Después los dos salieron de la habitación y Camus se mostró lo más indiferente posible ante las incómodas miradas que recibía. Todo gracias al suceso del beso de ayer. Eran las 7 de la mañana y en la sala todos los mendigos estaban de pie, algunos afuera y los otros pocos caminando rumbo a la salida con bolsas en la mano.

-Como ya se acabó la comida, iremos a buscar basura para venderla en otro pueblo vecino. Está algo lejos y tardaremos en llegar. Así que ustedes dos- dijo Charlie y señaló con el dedo índice al peliazul y al peliaguamarina.

-Se quedarán y cuidarán la casa.-

Al irse los demás, Camus empezó a ordenar y limpiar. Milo le ayudó y en toda la mañana no se hablaron.

Al mediodía llegaron los mendigos, excepto Charlie. Quién se fue un poco más lejos a averiguar otros lugares donde vender la basura reciclable.

Trajeron una buena porción de comida en lata, se repartieron entre ellos y felicitaron a Milo y Camus por la limpieza. Un mendigo trajo una televisión de 14” (pulgadas) con antena. El problema era que no había electricidad pero otro encontró una batería y conectó el cable del televisor a la batería, logrando que funcione y se prenda. Eran ingeniosos cuando se lo proponían.

Colocaron el televisor en una parte de la sala y se sentaron, uno al lado del otro para compartirse el calor. Milo y Camus estaban juntos frente al televisor. Afuera el frío era terrible y solía colarse el viento entrando adentro gracias a las grietas de la casa.

Prendieron la televisión y en uno de los canales abiertos, mostraba una película. Algo interesante y luego una parte romántica entre un hombre y una mujer, que se quedaron en una habitación oscura en la noche comenzando a besarse y quitándose la ropa. En sí, sexo. La mayoría silbaron felices pero a Camus le incomodaba la escena, bajó la vista hacia abajo un poco ruborizado, evitando verla. Milo como siempre tan atento, lo notó y se le acercó a su oído murmurándole

-¿Qué pasa?-

-Nada-

-Anda, dime ¿Por qué no ves la película?-

-Me da vergüenza-

-¿La escena?- preguntó simpático Milo casi sin creerlo.

-Sí- contestó el aguador. El heleno rio un poco

-No es gracioso-  defendió el francés inflando sus cachetes. Lo hizo sin darse cuenta pero tal gesto enterneció al escorpiano.

-¡Qué inocente!- y le dio un beso en la mejilla. Camus arrugó la nariz, sonrojado y miró la película que dejó de mostrar esa parte. Los demás suspiraron frustrados.

El día transcurrió normal y llegó la noche, todos se manejaban con velas. Milo llegó primero a la habitación y depositó la vela encima de una mesita, cerca de la cabecera de la cama. Tocó su vientre y le empezó a doler. No podían quedarse ahí más tiempo y tendría que buscar algún hospital para quitarse el maldito paquete. En ese momento le entró la duda. “Si yo tengo un paquete de heroína, ¿Qué tiene Camus? Porque tiene el mismo corte que el mío” pensó el peliazul y como si él lo hubiese invocado, el aguador entró y cerró la puerta y tenía puesto en la cabeza un gorro marrón, otro en la mano que se la pasó a Milo.

-Hará más frío ésta noche eso dice en las noticias, póntelo- habló Camus. El peliazul agarró el gorro y se lo puso en la cabeza.

-Oye, ¿Puedo preguntarte algo?-

-Sí-

-¿Sabes qué paquete te pusieron?-

-Me olvide de preguntarles-

-¿Y no tienes un poco de curiosidad?-

-¿Para qué? Cuando vaya al hospital tal vez me entere-

-¿Tienes alguna idea de por qué Vincent te envió hasta aquí?-

-Mmm..no sé, pero tengo la sensación que lo hizo para torturarme-

-No sé, debe haber otro motivo más- dijo Milo y con su mano tocó su mentón. Se sentó al costado de la cama pensativo.

Camus sacó las colchas del ropero y las puso en la cama. Entonces Milo le agarró de la mano acercándolo a él, frente a frente.

-Ahora que me acuerdo. Sabes besar muy bien- habló sensual con una mirada fija y picarona a los ojos del peliaguamarina.

-¿Qué creías? Tuve un ex en el pasado- comentó el francés secamente y miró otro lado, con un poco de rubor en la cara.

-Ah, es verdad. Lo habías mencionado antes.- dijo serio mirándole a los ojos. Camus giró la mirada para verlo.

-Pero yo también tuve algunos que no se resistían ante mí- argumentó seductor. El aguador agachó un poco la cabeza, esquivando esa mirada tan pícara.

-Sí, me imagino.- opinó como si nada

Si Milo quería poner celoso a Camus, la verdad no lo estaba consiguiendo pero si lograba incomodarlo. Él no podía sostenerle la mirada. El escorpiano quería seducirlo y sabía muy bien cómo hacerlo.

-¿Qué te pareció el beso de ayer?- interrogó atrevidamente. Camus se sorprendió por la pregunta y tardó en responderle. Frunció un poco el ceño y no por que estuviera enojado, sino avergonzado. Se sonrojó ligeramente y Milo se paró acercando sus labios con los suyos. Cosa que lo asombró más, pero el peliazul se sentó de improvisto al costado de la cama con una sonrisa.

-Supongo que bien por eso te quedaste sin habla- comentó Milo. Quería besarlo en ése momento pero decidió ir a un ritmo más despacio y pasional, además ese gorro le estorbaría en sus planes.

-Siéntate a mi lado, no me gusta que estés parado- dijo y jaló del brazo a Camus logrando que se sentara en la cama, a su lado derecho. El francés seguía asombrado

-Bueno-musitó.

-Mejor me quito el gorro- dijo Milo

-Pero quítate también el tuyo. El ambiente está más cálido- habló el escorpiano con dobles intenciones y con sus manos le quitó a Camus el suyo. Tiró los gorros hacia la mesita donde estaba la vela pero obviamente no alcanzó a hacer contacto con el fuego.

Milo volvió a acercarse a Camus con una mirada pícara y sonreía sensualmente, estaban tan cerca de un beso. El francés lo miró sonrojado.

“¿Por qué no puedo alejarlo ni esquivarlo? Me siento impotente…ante él” pensó el aguador y sin poder evitarlo, ambos se aproximaron más besándose. Cerró los ojos y se dejó llevar con un beso suave, lo agarró del brazo y Milo de la cintura. El ritmo del beso se estaba intensificando y Camus sentía que si no paraba ahora ya no respondería por sus actos. Se alejó de los labios del peliazul y colocó su diestra encima de su boca.

-Nada mal Milo.. besas bastante bien- comentó el francés

-Lo sé- dijo arrogante y relamió sus labios. Luego sonrió contento y cerró los ojos con un ligero tono rosado bajo sus ojos. “¡Qué buen sabor tienen tus labios Camus! Si así saben  tus labios, no quisiera imaginar el de tu cuerpo” pensó encantado con la idea el escorpiano.

-Quiero probar más de ti- habló sensual y sujetó con sus manos las de Camus, sorprendiéndolo y recostándolo en la cama. Por supuesto Milo estaba encima del francés. Las sombras de ambos se proyectaban gigantes en las paredes de la habitación gracias a la luz de la vela.

-Vamos, déjate llevar y verás que el frío no nos afectará- continuó Milo con la charla y se aproximó a los labios del peliaguamarina besándolo apasionadamente. Camus abrió la boca para que la lengua del peliazul lo examinara, pero cuando él tuvo la oportunidad también lo hizo. Al separarse un puente de saliva se formó y se escurrió en la comisura de los labios del francés. Los labios de ambos estaban rojos a causa del beso. El griego empezó a lamer el mentón del peliaguamarina y luego fue bajando hasta su cuello. Comenzó a desprender las ropas de arriba y no dejaba de besar con pasión el cuello de Camus.

El peliaguamarina se sorprendió de sus propios jadeos involuntarios. Nunca se había sentido así. Milo le despojó de sus ropas de arriba y ahora desabotonaba el de sus pantalones.

-Espera- murmuró sorprendido Camus y Milo le miró a los ojos posesivamente desafiante.

-Tu cuerpo me provoca de distintas maneras- dijo muy sensual y atacó uno de los pezones rosados del francés que al mínimo contacto gimió complacido. Relamió ese botón y luego lo mordisqueó un poco. Camus elevó más su gemido y con sus manos se agarraba de las sábanas. Quería detenerlo pero su cuerpo deseaba que Milo siguiera. Su mente y cuerpo no se ponían de acuerdo.

El escorpiano llevó la otra mano al miembro de Camus y empezó a tocarla por encima de la ropa. Con un “sube y baja”, eso despertaba muchas sensaciones en el aguador quien se ruborizaba cada vez más. Milo se  complacía al ver esa mirada cargada de placer en Camus y también al oír sus jadeos. Le excitaba más. La hombría del francés se puso duro

-Nunca lo he hecho con alguien- comentó el peliaguamarina

-¿Ni con tu ex?-

-No, tú…pareces muy experto-

-No lo soy- confesó Milo y sorprendió a Camus. 

-Solo me estoy dejando llevar. Relájate. Admito que leí algunos libros eróticos así que.. se lo que hago-

-Para eso sí, te pones a leer libros-. Camus casi nunca veía a Milo leer un libro ni siquiera el tiempo que pasó en el refugio.

-Solo si se trata de algo muy interesante, sabes que prefiero las películas-

Lo extraño era que Milo no haya visto pornografía antes de conocer a Camus y sinceramente, en su opinión le parecen muy falsas las relaciones sexuales filmadas, solo son puros gritos femeninos y sus rostros no eran enfocados. No le excita para nada solo ver una danza erótica sino ve de cerca, el placer en el rostro de los participantes de la danza. En fin, esa era una de las razones por la que no veía porno.

-Vamos a hacer que te quedes sin habla- comentó pícaro Milo y metió su mano por debajo de la ropa. Masturbando rápidamente el miembro de Camus.

Él francés gimió fuerte y sintió una oleada de calor, su cuerpo tembló un poco y segundos después eyaculó en la mano de Milo. El escorpiano sonrió contento y el aguador cerró los ojos con la cara roja como un tomate y no vio que Milo probó el sabor de su semen.

“Como lo supuse… delicioso” pensó el heleno al sentir el sabor blanquecino. Mientras Camus recuperaba el aliento el escorpiano lo desvistió por completo, dejándolo desnudo. Milo también se quitó su ropa y se subió encima del francés probando nuevamente esos labios que lo tenían loco. Camus rodeó sus manos alrededor  del cuello de Milo correspondiendo el beso, las caricias, todo.

El escorpiano en medio de sus besos comenzó a frotar su miembro con la de Camus y eso generó intensas sensaciones en ambos. Después atacó su cuello con devoción y luego subió a la oreja, lamiendo el lóbulo lentamente. Despertando así la hombría del aguador y Milo se ponía más duro con cada jadeo por parte de Camus. Entonces lo besó y metió un dedo en la entrada del francés. Camus le dejó bien en claro lo doloroso que era cuando pegó un grito, pero Milo lo tranquilizaba con besos dulces y suaves en sus labios, mientras proseguía y simulaba una penetración con ese dedo. Después metió el segundo e hizo movimientos de tijeras. El  francés le estaba arañando la espalda fuertemente, le dolía.

Cuando ingresó el tercer dedo, el aguador dio otro grito y golpeaba la espalda del peliazul con sus manos.

-Tranquilo. Dolerá un poco al comienzo, luego te encantará pero primero- y con sus tres dedos buscaba el punto débil de Camus hasta que lo encontró. Él francés casi enloqueció cuando Milo tocó ese punto.

El griego sonrió contento y sacó los dedos. Luego acumuló su saliva en la mano y la masajeó en su miembro. Después se colocó entre las piernas de Camus, levantó una por encima de su hombro y metió primero el glande. El francés sintió dolor, bastante hasta que Milo lentamente metió todo su miembro en la entrada de Camus. Esperó que el aguador se acostumbrara a esa invasión.

Camus lagrimeaba, se le escapaban pequeñas lágrimas de los ojos y no podía evitarlo.

-Se paciente- comunicó el aguador

-Lo estoy siendo-

Después Camus se movió un poco indicándole a Milo que ya era hora para las suaves embestidas. Al comienzo el francés sintió dolor, pero cuando el escorpiano rozó su punto débil se entregó al placer y gemía más fuerte con las apresuradas embestidas.

-Estás…tan…estrecho- dijo Milo entre jadeos roncos y Camus solo repetía el nombre del que le daba placer sin cansancio. Minutos de estar así y al punto de llegar al clímax, cuando los movimientos eran más violentos, tantos que los testículos del peliazul chocaban con la pelvis del peliaguamarina, llegaron juntos soltando un jadeo alto y profundo. Teniendo un orgasmo increíble. Camus manchó el vientre de ambos y Milo se derramó en su interior, llenándolo.

Seguían algo perturbados por el grandioso orgasmo que tuvieron y se miraron a los ojos. Estaban sudados y cansados. Milo salió cuidadosamente de Camus y se puso a su lado. Luego agarró esas colchas que estaban en la cama y que tuvieron suerte de no haberse caído, cubriendo la desnudez de ambos.

-Casi no siento el frío- mencionó Camus sonriente. Milo acarició su mejilla con la yema de sus dedos.

-Eres grandioso. Te amo- y le besó tiernamente. El aguador correspondió al beso y ambos se transmitieron un cálido amor por medio de ese beso. Al soltarse, Camus cerró los ojos y Milo también. Entregándose juntos al mundo de los sueños.

Notas finales:

¡¡Kyaaa!! no pensé que el lemmon me saliera tan bien ¿O eso creo O.ó? Bueno.., hice lo mejor que pude n__n

He roto un récord personal, yo pensé en escribir 1.000 palabras extra pero tenía que poner lemmon asi que doblegué mi meta... Hasta yo estoy sorprendida x'D

Se vienen más sorpresas, los quiero. Un beso.

Nos leemos.


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