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The Slave Fighter {DaeUp} por HaePark

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Notas del capitulo:

Os adoro lectoras ;A;

Muchas gracias por vuestros rw's, que iré ahora mismo a responder.

Espero que os guste este capítulo *-*

3-If you are expecting for someone

—¿Qué sucede? —inquirió JongUp. Se sintió intimidado por la mirada del otro chico, al que él no tenía constancia de haber visto en su vida. ¿A qué podía deberse esa mirada de odio? Porque el chico lo contemplaba como si le deseara mentalmente los peores golpes de Taekwondo que puedan ser imaginados.

—Soy Jung Daehyun—le espetó el contrario por toda respuesta.

JongUp hizo memoria. Daehyun…Daehyun…no había ningún Jung Daehyun entre sus recuerdos.

—Tal vez se deba a mi escasa memoria, pero no me suena el conocerte de nada.

Jung Daehyun enarcó una ceja con escepticismo. Sostuvo unos instantes la mirada de JongUp antes de retirarla mientras sacudía la cabeza.

—Impresionante. Ni siquiera lo recuerdas.

JongUp frunció el ceño y negó.

—¿Hemos coincidido en algún torneo, tal vez? —probó.

—Ya lo creo—repuso Daehyun—. Tú fuiste el niño que le arrebató la copa nacional a Kekemato este verano, y concretamente, a mí.

La mandíbula de JongUp literalmente cayó por la impresión. De pronto, a sus recuerdos asomó la cara de un muchacho mirándolo con palpable rencor. La verdad era que su mente no había memorizado los rasgos del chico en cuestión, únicamente su expresión. Y Jung Daehyun le había mirado con idéntica rabia hacía apenas unos segundos.

Era él, sin lugar a dudas. Se habían encontrado de nuevo.

JongUp sonrió.

—Creo que ya te recuerdo. No te hizo ninguna gracia que Kekemato perdiera, ¿Verdad?

Daehyun no le devolvió la sonrisa.

—No me hizo ninguna gracia perder—recalcó específicamente.

JongUp se encogió de hombros.

—Probablemente ya me ganarás tú alguna vez.

Se dio media vuelta y prosiguió con su tarea de organizar lo mejor posible sus pertenencias en el interior de aquel improvisado armario empotrado.

Aún sintió los ojos de Daehyun sobre su nuca durante unos momentos más, hasta que el muchacho inquirió:

—Pero lo dudas, ¿Verdad? Dudas que yo sea capaz de ganarte.

JongUp no se volvió. Para sí, frunció el ceño y suspiró.

—Por supuesto, lo dudo. Si te derroté una vez, es porque mi cuerpo se adaptó al tuyo y encontró tus puntos débiles, ahí donde es más fácil derrotarte. Si volviéramos a luchar, el resultado sería idéntico.

Daehyun hizo un ruidito reprobatorio.

—¿Estás totalmente seguro?

JongUp se encogió de hombros.

—Es de lógica.                      

No se trataba de él y de su destreza. Cuando luchaba, su propio cuerpo, sus propias defensas e instintos emergidos de la parte más instintiva e irreflexiva de su mente, funcionaban por sí solos para procurarle la victoria. No era él y su destreza. Probablemente, de no contar con el don que poseía, nunca hubiera sido capaz de derrotar a Daehyun. Daehyun era ágil, fuerte, y poseía una curiosa resistencia salida de su fiera determinación. Sus puntos débiles eran difíciles de alcanzar, y sus errores oscilaban en torno al hecho de que Daehyun dedicaba más esfuerzo y concentración al ataque que a la defensa.

—Demuéstralo.

—¿Ahora? —bostezó JongUp.

—No, ahora y aquí no. No creo que les hiciera gracia a los profesores que lucháramos en el dormitorio.

—Cuando y donde tu digas, pues.

JongUp no pudo ver como la sonrisa de Daehyun se ensanchaba y se cargaba de malicia.

—Mañana a las diez de la noche, en el campo de entrenamiento.

El más joven apoyó la frente sobre el panel corredero superior al que estaba abierto. Pelear…había llegado hacía menos de una hora y ya tenía una pelea que librar en su futuro próximo. ¿Cómo eludirla? No sentía miedo, sino una pereza increíble.

Como no encontró excusa para evitar el enfrentamiento, al menos, no una que no le hiciera quedar como un auténtico cobarde, asintió a su pesar:

—Sea pues.

—Apostemos algo—propuso Daehyun.

—No tengo dinero—se apresuró a hacer constar JongUp.

—No es eso. Yo tampoco tengo. Propongo otro tipo de prenda. Si yo gano, puedo pedirte lo que yo desee. Y si tú ganas, al revés.

JongUp cerró el panel corredero. Se volvió hacia Daehyun con los brazos cruzados y el rostro ladeado.

—¿Por qué me suena todo esto a encerrona, Daehyun?

—No, no—el rubio agitó las manos con las palmas hacia arriba, como para mostrar su inocencia—. No pretendo convertir esto en algo personal. Será Kekemato contra Dadamato.

Dadamato. Representaría a Dadamato de nuevo y quizá por última vez. En una ridícula pelea de colegiales, pero eso era mejor que nada.

—De acuerdo—se resignó.

 

 

JongUp no durmió demasiado bien esa noche, a pesar de su acentuado cansancio. En cuanto hubo cerrado su apuesta con Daehyun, se metió en su futón y pretendió dormir, en lo que obtuvo deplorables resultados. Consiguió entablar una especie de duermevela, de sueño frágil que al mínimo ruido se rompe y posteriormente se recupera. Mientras tanto, la habitación se llenaba de compañeros que acababan de cenar y ducharse e iban a dormir.

Se fingió dormido solo para no tener que hablar con nadie. Se situó en posición fetal, girado hacia el sitio de Daehyun, quien también estaba metido en su futón. Al contrario que JongUp, el chico rubio no parecía haber tenido ningún problema para conciliar el sueño. Su respiración era suave, tranquila y lenta, sus ojos estaban cerrados, y sus labios, por los que suspiraba al compás de sus expiraciones, estaban entreabiertos.

JongUp examinó a su contrincante con interés. Le resultaba increíble pensar que aquel chico al que ahora estaba viendo dormir pacíficamente era el mismo feroz e implacable guerrero con el que había luchado hacía unos meses. Cuanto más lo pensaba, más detalles recordaba de su encuentro. Recordó que Daehyun estaba determinado a llevar la victoria a su academia y peleó por ella como un lince, como alguien que no acepta una derrota por respuesta. Se defendió con saña animal, no le importaban sus propias heridas si era capaz de ocasionarle un rasguño al contrario.

No debía dejar que su visión lo amedrentara. Daehyun tenía talento, desde luego, pero JongUp, tenía más.

Pasó no menos de una hora hasta que todos los chicos se hubieron callado, pues hasta bien entrada la noche mantuvieron conversaciones tontas de punta a punta de la habitación. Había uno o dos que pidieron silencio incontables veces, sin resultados efectivos. Por ello, al día siguiente, en cuanto se despertaron, resolvieron celebrar un consenso de dormitorio después de la ceremonia de la bandera.

JongUp, que había dormido un sueño irregular, se despertó con la luz del nuevo día, que entraba a raudales por la ventana que se encontraba frente a él. Se levantó quejándose.

—Buenos días—lo saludaron algunos compañeros, que ya estaban despiertos.

—Buenos días.

—Hemos decidido celebrar una reunión de habitación para elegir al líder de la misma. Lo haremos después de la ceremonia de izamiento de bandera.

JongUp abrió su panel-armario y sacó ropa limpia.

—¿En qué consiste la ceremonia de izamiento de bandera?

Lo descubrió unos diez minutos más tarde, cuando todo el cuarto se puso en fila india y desfiló hacia el campo de entrenamiento. En el punto más elevado del sitio, al frente de la llanura de hierba que se usaba para las luchas, se encontraba, orgullosa y erguida, la bandera de Corea.

Los veinte chicos del dormitorio de JongUp se colocaron a la izquierda de la bandera, las chicas a la derecha, y los chicos del otro dormitorio, frente a ella. Los profesores se dispersaron entre los alumnos.

Cuando se abrió por última vez la puerta trasera de la academia y salió de ella una mujer menuda y anciana, con el pelo recogido en un moño en la nuca, la academia en pleno entonó el himno surcoreano a todo pulmón.

La mujer atravesó las hileras de alumnos, se plantó frente a la bandera y la izó. Acto seguido, hubo aplausos, y después, todos los alumnos volvieron al interior de los dormitorios.

—Chicos—dijo uno del grupo de JongUp en cuanto hubieron entrado todos en el dormitorio. Cerró la puerta tras él—No sé qué pensáis vosotros, pero tenemos que ganar a los otros dormitorios cuando se celebren las competiciones. No nos vendrían nada mal diez minutos más de sueño.

Muchos le dieron la razón afirmando con la cabeza.

Acto seguido, se organizaron en círculo.

Eligieron votando a mano alzada. Los candidatos fueron GunWoo, un tal Hakyeon y un chico más joven, rubio y de aspecto alocado, que se presentó como JiHo. Por votar a alguien, JongUp votó a GunWoo, que quedó segundo tras JiHo.

Cuando JiHo se puso en pie para ser nombrado capitán de la habitación, JongUp vio como sobre el hueso de la cadera, bajo la camiseta, tenía tatuado un conejito color rojo, el símbolo de la academia ShiShimato.

Mientras iban al comedor para desayunar, pensó en lo unidos que permanecerían todos siempre a sus antiguas escuelas. Los inicios son duros, parecen una tontería, un recodo del camino en el que aún no se resuelve nada —como en los cien metros lisos, el ganador resulta ser el corredor que se encuentra primero al final—, pero resulta curioso lo impresos que pueden quedar en el interior de una persona. ¿Y qué hacer con ellos?

Relegó esos pensamientos a un segundo término en su mente. No era lo apropiado embargarse en la añoranza en el segundo día de academia.

Una vez en el comedor, se sentó al lado de Zelo, pues había ahí un cojín libre.

—Buenos días, JongUp—le saludó Zelo. Se apresuró a apartarse para dejar a JongUp instalarse cómodamente a su lado— ¿Qué tal has dormido? ¿Qué te ha parecido la ceremonia de izamiento de bandera? ¿Estás emocionado con la perspectiva de los entrenamientos? ¿En ellos me enseñarán a luchar como tú? ¿Qué te parecen las clases de hoy?

JongUp gruñó como respuesta a las primeras preguntas.

—¿Qué clases tenemos hoy? —contestó a la última.

Entonces, Zelo se metió la mano en el bolsillo del pantalón vaquero que llevaba y extrajo de él un papel arrugado. Lo desplegó sobre la mesa.

—Este es nuestro horario. Nos lo dieron ayer por la mañana.

JongUp exhaló un largo suspiro. A primera hora tenían biología con el grupo de las chicas, a segunda, historia antigua con los chicos, luego inglés,  recreo y más clases soporíferas. Después de la comida, tenían las correspondientes horas de entrenamiento. JongUp sospechó, al ver lo compacto del horario, que aquel tren de vida no lo soportaría ni media semana.

Se resignó a acompañar a un alegre Zelo hacia la clase de biología. Las aulas se encontraban en el pasillo de arriba, tras la puerta que la directora —la mujer que había izado la bandera— abrió para los chicos. Subieron haciendo tonterías y charlando entre ellos, y después se segregaron para encaminarse cada uno hacia su clase.

En cuanto entraron en el aula, se produjo la usual carrera por ocupar los sitios al fondo de la clase. JongUp y Zelo consiguieron apropiarse uno en penúltima fila, delante de GunWoo y JiHo y detrás de dos chicas.  El revuelo reinó en la clase los diez minutos previos a la llegada del profesor.

—Ey, ey—JiHo le dio un empellón a JongUp en el hombro—¿Con cuál te quedas?

JongUp vio que estaba señalando a las chicas. Las miró, pero lo único que podía ver de ellas era su cabello. Por decir una al azar, señaló a la de la derecha.

—¡Eh, Sunhwa! —exclamó JiHo. JongUp le dio un manotazo en el brazo en un vano intento de acallarle.

La chica que JongUp había elegido se giró. Su amiga también lo hizo.

—¿Sí?

—Te presento a Moon JongUp, el campeón contra el que luché en el torneo nacional de este año.

JongUp pegó un bote en la silla. ¡¿También había luchado contra JiHo? No se acordaba absolutamente nada de él, ni siquiera le sonaba de nada.

—Ah, sí, el niño de Dadamato que nos quitó la copa—recordó Sunhwa con una sonrisa irónica.

—Tengo diecisiete años—quiso hacer constar JongUp ante el apelativo.

—Bueno, fue una victoria reñida pero justa, ¿No? —terció la amiga. Se apartó la cascada de cabello liso de los hombros antes de añadir—En ShiShimato sabemos perder, pero yo que tú tendría cuidado con los de Kekemato—volvió la cabeza hacia la esquina de la clase donde se encontraba sentado Daehyun junto a un grupo de chicos presumiblemente de Kekemato. Después se acercó a JongUp, Zelo, GunWoo, JiHo y Sunhwa antes de añadir en voz baja, a modo de confidencia—: Esos no están acostumbrados a la derrota, y, créeme, están deseando hacerte morder el polvo.

—¿Cómo lo sabes, Zinger? —inquirió entonces Zelo.

—Bueno, yo vencí a Lee HongBin en un regional hace dos años. —suspiró, como si solo la remembranza doliera—Fue horrible. Por la victoria de un campeonato semestral la academia Kekemato en pleno se propuso hacerme la vida imposible durante un tiempo indefinido, que dura hasta el momento presente.

Zelo se encontraba abstraído y asombrado por las palabras de Zinger, pero JiHo no daba la impresión de terminar de creérselo mucho.  Por su parte, GunWoo estaba vivamente interesado en su narración. A JongUp lo dejó más o menos indiferente. Esa noche derrotaría a Daehyun por segunda vez. Y, después, lo derrotaría tantas veces como él se propusiera ser derrotado.

Su vista se desvió hacia la esquina en la que su rival se encontraba. Estaba hablando con el chico que tenía sentado a su lado. El otro chico dijo algo, y Daehyun rió. JongUp comprobó entonces que observar la cotidianidad de tus oponentes, sus gestos, sus rasgos, su forma de reír, de hablar o de expresarse, resulta un ejercicio fascinante. Ardió en deseos de que llegara la noche para volver a tumbar a Daehyun sobre el suelo de un tatami, esta vez herbáceo. Sería como la recreación de la batalla que le hizo ganar la copa nacional. Y, probablemente, el recuerdo de algo.

La clase de biología fue terriblemente soporífera. El profesor, un hombre enjuto de unos cuarenta años, se limitó a hacerles constar que no esperaba gran cosa de una clase íntegramente dedicada a las artes marciales y al ejercicio físico. Después les hizo dibujar una célula.

Ese profesor también les daba matemáticas y física, por lo que los chicos comprobaron que iban a poder disfrutar mucho de su compañía. En literatura, inglés e historia se cambiaban de clase e iban con el otro grupo de chicos. En el resto de asignaturas, filosofía, japonés y expresión artística, estaban ellos veinte solos.

No hicieron nada en toda la mañana salvo retocar sus respectivos bocetos de células y copiar extensos apuntes de filosofía. El resto de horas estuvieron dedicadas a las presentaciones de los profesores y de los grupos.

Pese a lo aburrido de la mañana, cogieron la comida con ganas, probablemente nerviosos ante la tarde de entrenamiento.

Después de comer, se fueron inmediatamente al campo. Sesenta personas, cuarenta chicos, veinte chicas, aguardaron bajo el sol del mediodía a que apareciera el instructor o sensei.

JongUp se había propuesto dedicar ese entrenamiento a espiar y valorar más a fondo la técnica de Daehyun.

El instructor se presentó como Kim Heechul. Era un hombre más bien de constitución delgada y nervuda, con una amplia sonrisa y un aire excéntrico que llamó la atención de sus nuevos alumnos.

—Voy a poneros por parejas—anunció tras un silbido de silbato—comenzaremos practicando llaves sencillas a modo de calentamiento, ya que esta es la primera clase en la que se encuentran presentes todos los alumnos y pretendo dedicarla a comprobar el nivel que puedo esperar de este grupo.

Fue paseándose entre los alumnos emparejándolos entre ellos. JongUp lucharía contra JiHo, GunWoo contra Zinger y Zelo contra Sunhwa. Bastante lejos de ellos, Hakyeon se situó contra Daehyun. JongUp los miró por el rabillo del ojo mientras hacía la clásica reverencia frente a su oponente, y le pareció ver como su mirada se encontraba, por una fracción de instante, con la de Daehyun.

Si su oponente era inteligente, cosa con que siempre se debe dar por hecho, también estaría controlándole visualmente durante todo el entrenamiento. Conocer las características del enemigo antes de enfrentarte a él supone una ventaja importante.

La lucha comenzó. Heechul fue gritándoles, entre silbido y silbido, el tipo de llave que debían utilizar, y ambos combatientes peleaban por evitarla y practicársela al contrario. JiHo mordió el polvo una, y otra, y otra vez.

—Joder, tío—dijo a la décima llave, ya sin molestarse en incorporarse de nuevo—Eres bueno.

JongUp sonrió.

A su lado, Zinger acababa de derrotar a GunWoo, y Zelo y Sunhwa seguían disputándose el resultado.

Fue un entrenamiento agotador, y Heechul no les concedió tregua. Cuando consideró que algunos, como JiHo o Hakyeon —primer resultado obtenido de la observación de Daehyun; es un luchador impredecible— habían perdido demasiadas veces seguidas, cambió las parejas para formarlas más igualitarias.

JongUp jamás había formado parte de un entrenamiento de tanta categoría. En Dadamato tenían buenos senseis, pero las sesiones nunca habían sido tan largas y el principal propósito no era el entrenamiento exhaustivo y la obtención de resultados, sino el pasar un buen rato practicando Taekwondo. Distaba muchísimo del entrenamiento que ofrecía la academia Mato. JongUp hubo de apelar primero a su resistencia, que tenía, y bastante, después, a su fuerza, a sus potentes músculos, y, por último, a su fuerza de voluntad. Cuando a las nueve Heechul tocó por última vez el silbato y los mandó a la cena, JongUp sentía unos ardientes deseos de arrojarse sobre su futón, que nunca se le antojaría tan mullido, cómodo y cálido como entonces, y no volver a levantarse de él jamás. Jamás.

Tosiendo, pues tenía la garganta reseca, se dirigió al comedor en pos de Zelo y GunWoo. Detrás de él venían unos chicos, que al verle jadear no desaprovecharon la ocasión de embromarle:

—Tendrían que ver ahora al campeón…

—No es tan fiero el león como lo pintan, ¿Eh?

Y los demás corearon su estúpido comentario con risas. JongUp los miró por encima del hombro y vio que ellos también estaban sudorosos y con la piel enrojecida por el esfuerzo, pero no jadeaban. Uno de ellos llevaba un collar con el estigma de Totomato, un conejo azul.

—Déjales—dijo Zinger pasándole informalmente un brazo por los hombros—Solo están celosos de tu éxito.

—La gloria es efímera, Hana—comentó uno con sorna—y de la fama no se vive mucho tiempo.

—Míralo, no tiene músculos. Está hecho un blandengue—rió otro, que le dio un doloroso empellón a JongUp en el hombro.

De pronto, el chico estaba en el suelo, y Sunhwa apareció detrás de él, frotándose las manos con aspecto complacido.

—Es mucho más fácil practicarle una llave a alguien si esa persona no está atenta.

—Gracias—dijo JongUp a media voz—pero no vuelvas a hacerlo.

Un grupo de curiosos se había congregado en torno al incidente. Al alzar la cabeza, JongUp vio que Daehyun estaba entre ellos. En su rostro lucía una expresión insondable.

JongUp se separó del grupo violentamente y se fue directo al dormitorio. Genial. De veras, genial. Él no quería llamar la atención, y ahora todo el mundo le conocería como “el campeón al que una persona que no puede tumbar ni a un niño como Zelo tuvo que proteger”.

Por suerte, el dormitorio estaba vacío. Cerró la puerta tras él de un portazo, no le apetecía tener compañía. Fue directo hacia su futón y se dejó caer sobre él.

Joder, aquel lecho se le antojó el paraíso terrenal. Si solo pudiera dormirse y no despertar hasta pasada una semana, no volvería a desear nada más en toda su vida.

Estiró los brazos tanto como pudo hacia ambos lados. De pronto, el índice de su mano derecha rozó algo, algo que no formaba parte de la ropa de cama.

Era un papel. Doblado. Una nota.

Descolocado e intrigado, JongUp la desdobló para leerla.

En trazos irregulares y caligrafía desordenada, la misiva así rezaba:

Jung Daehyun planea tenderte una trampa para humillarte frente a todo Kekemato. No vayas a vuestro encuentro. NO VAYAS.

Notas finales:

¡Espero que les haya gustado! Con el próximo capítulo, que espero poder subir mañana, se sabrá cual es la trampa que quizá Dae pretende tenderle a Jong ewe

Me notifican por aquí que al director de la TS le han salido almorranas...¿Quieren contribuir con un rw? (??????)

Los amo. <3


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