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Extra-Fujoshi por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Que el yaoi esté con ustedes... que así sea...

Ustedes dirán "esta perra no ha respondido los reviews" y yo les diré que no ha sido mi culpa, esta mañana ya estaba dispuesta a responderlos y tenía el tiempo, pero a los jodidos trabajadores de los postes de luz se les ocurrió dejar a toda la colonia sin luz y por consiguiente, sin internet :/

Apenas volvió, entonces ahora mismo me pongo en friega a responderles, muchísimas gracias por supuesto, ya saben que los amo mucho.

Espero que el capi les guste, en mi opinión, es genial y amo mucho a este par (todos lo adivinaron, es que eres muy obvia Miny jajaja)

Sin más, se los dejo ;)

Capítulo 2-Lo que es enamorarse de un chico.

 

Aclaración: Este extra ocurre mucho antes de los hechos narrados en “Fujoshi de mi corazón”, para ser específicos, unos meses antes de que Enjou conociera a Takashi en el Intercolegial que organizó la directora Fumiko. Los personajes de este extra solo aparecieron una vez en la historia mencionada, pero era justo y necesario que tuviesen su pedazo de protagonismo.

****

                —Me gustas.

El jovencito de cabello castaño y ojos negros le sostenía la mirada como si lo que acabara de decir fuese lo más normal del mundo. Y el problema era que no. No era así. Yamato Atsushi nunca creyó que tendría que enfrentarse a ese tipo de situaciones. Se rascó la cabeza con nerviosismo y miró a los lados buscando una ayuda que no llegaría, obviamente.

                —Vaya… wow… bueno… también me agradas Miharu-san pero…

                —No te vayas por la tangente, entendiste perfectamente a qué me refería. Me gustas, me atraes, de ese modo en el que estás imaginando—le interrumpió el chico con una mueca y Yamato se mordió el labio.

                —Ya veo…mmm… bueno… lo siento Miharu… pero a mi no me van los chicos…mmm…yo…

                —Está bien—respondió Miharu encogiendo los hombros—. Lo entiendo, solo quería decírtelo, no hay problema.

El capitán del equipo de basquetbol entrecerró los ojos. ¿Exactamente qué tenía ese tipo en las venas? ¿Aceite? Cualquier otra persona, independientemente de que fuese un chico o una chica, se sentiría mal de ser rechazado. Él mismo se sentía incómodo al haberle dicho tales cosas, pero era la verdad. A él le gustaban las chicas, había tenido muchas novias y disfrutaba el sexo con ellas. ¿Cómo de repente iba a aceptar a un chico? Además, ni siquiera conocía bien a Miharu, el tipo se había metido al equipo desde el segundo grado, pero casi no hablaban más que para las indicaciones de los partidos. No había lógica ahí y no entendía nada.

                —Bueno… ¿Qué te parece si nos vamos al entrenamiento? Se hace tarde…

                —Lo lamento, pero no voy a quedarme.

                —¿Es porque te rechacé?—cuestionó con cierta indignación y Miharu giró los ojos.

Se acercó demasiado a él para su gusto, considerando que se le acababa de confesar y levantó su pierna dejando ver debajo de su pantalón. Yamato empezaba a sentirse nervioso de que el chico le mostrara tanta piel cuando se percató del color morado que poseía.

                —Claro que no, me lastimé el sábado pasado y aún no sana. Prefiero abstenerme de hacer ejercicio hasta que mejore.

El más alto se acercó al moretón y lo inspeccionó con ojos escrutadores. Verdaderamente parecía algo serio, quizá necesitaba verse con un doctor. ¿Por qué no tomaba en serio una lesión de ese tipo? El chico estaba empezando a exasperarlo.

                —Aplícate un ungüento Miharu y hazte una revisión, eso no se ve bien, si empeora no podrás regresar al equipo.

                —Lo sé.

Miharu encogió los hombros sin darle importancia y Yamato lanzó un gran suspiro. ¿En serio nada le importaba a este tipo? Algo grave le pasaba por la cabeza, con razón le rechazó. Sacudió la cabeza, no era como si el hecho de que tuviese esa actitud hubiese influído. La verdad no le gustaban los hombres y fin de la discusión mental.

                —Está bien, ausentate hoy, pero mañana presentate, al menos para ver los entrenamientos, debes estar listo. El Intercolegial se acerca y no podemos darnos el lujo de perder más miembros.

El chico asintió sin ninguna expresión en el rostro y se alejó del lugar dejando a Yamato con más dudas que respuestas. ¿Por qué era así? ¿Siempre actuaba de esa forma? ¿Por qué nunca se dio cuenta? ¿Cómo podía gustarle a un tipo así? ¡Deja de darle vueltas al asunto! Le regañó su cabeza y él deseó arrancarse los cabellos. ¿Y ahora cómo lo iba a tratar?

                —Esto es un gran problema—se dijo negando con la mano en su frente.

Pero en realidad, lo que Yamato no sabía era que el dilema estaba apenas comenzando.

****

Lo vio sentado en la banca mirando al resto de sus compañeros. A Yamato se le hizo demasiado extraño que tuviese ese gesto en el rostro. Se veía entre fastidiado y molesto, no comprendía por qué. ¿Acaso le molestaba estar ahí? Pues nadie le había dicho que viniera si solo iba a estar sentado.  Error cabeza hueca, tú le dijiste que viniera, le replicó su consciencia y un aura maligna se instauró encima de él.

Se acercó a él para saber más o menos como se encontraba, el que no llevara el uniforme y solo su pans era una clara señal de que, seguramente le habían prohibido hacer deporte. ¿Y si tenía que sacarlo del equipo? ¿Cómo lo iba a tomar? Seguramente pensaría que era una discriminación por decirle que le gustaba, todo porque el tipo era demasiado voluble y seco. ¿Cómo tratar con él?

                —Hey… ¿Cómo estás? ¿Fuiste al doctor como te lo recomendé?—cuestionó tratando de lucir natural y sin el nerviosismo que en realidad le devoraba.

Miharu levantó la mirada y no hizo ningún gesto, ni afirmativo ni negativo. ¿Qué se suponía que significaba eso? En serio le sacaba de sus casillas.

                —Estoy bien, el doctor dice que no es grave, pero que debo cuidarme, sin embargo no me prohibió hacer deporte, así que vengo a la practica.

                —¿Estás seguro?—Yamato no confiaba del todo, el moretón del día anterior se veía demasiado serio. ¿Y si le lastimaban?

La mirada que Miharu le lanzó medio le hizo temblar. ¿Por qué se veía tan siniestro?

                —Lo estoy, deja de mirarme como si estuviese mintiendo. Voy a jugar y a participar en el Intercolegial. Tú mismo dijiste que debía estar listo. ¿O no?

Yamato suspiró resignado y asintió.

                —Entiendo—el capitán sonrió aliviado sin saber el motivo y luego agregó—. Bueno, ya vamos a comenzar.

El chico asintió y se levantó uniéndose al coro de risas del resto de sus compañeros. Si sonríe así es porque el rechazo no le afectó tanto, pensó Yamato y comenzó a dar las indicaciones. Entre calentamientos, bromas y ciertos ejercicios, varios minutos después ya se encontraban jugando un partido amistoso entre ellos para medir sus habilidades. A Yamato le gustaba mucho exponer al equipo en esas situaciones, pues así descubrían el valor del juego en equipo y la unidad, además de cada habilidad de sus jugadores.

Estaba siempre preparado para cualquier contratiempo, pero sin duda nadie le dijo que no lo estaría para cuando un par de chicos se metió en el camino de Miharu y lo empujaron sin mucha brusquedad, pero la suficiente para que Yamato entrecerrara los ojos y parara el juego. Para alguien normal, la fuerza que habían usado no significaba nada, pero Miharu era diferente. No le agradó que fuesen tan bruscos.

                —¿Qué pasa capitán?—preguntó uno de ellos al ver su ceño fruncido.

                —Me parece que tienen que medir su fuerza a la hora de bloquear a los contrarios.

Miharu ensanchó sus ojos y después hizo una mueca. El resto se quedó sin comprender muy bien.

                —Pero Yamato-san, si se refiere a Miharu-san, apenas si lo tocamos, creo que…

                —Yo sé muy bien—interrumpió el más alto sin frenarse—. Pero deben saber con quien usar esa fuerza y con quien no.

Ese último comentario fue suficiente para que Miharu explotara por dentro. Siendo consciente de que todos le miraban, el joven se acercó al capitán del equipo y le plantó un buen puñetazo en la nariz. Todos quedaron anonadados, incluido el propio Yamato.  Miharu no dio explicaciones, solo se le quedó mirando con rabia profunda, como si él hubiese dicho algo en verdad ofensivo. En serio que no entendía nada a Miharu, no podía entenderlo de ningún modo.

                —¿Qué diablos te pasa? ¿Por qué hiciste eso?—reclamó obviamente enfadado y eso solo sirvió para que el coraje del otro se incrementara más.

Comenzó a alejarse de él y todos no sin antes dejarle unas flamantes palabras de recuerdo.

                —¡Vete a la mierda!

Yamato solo continuó sobándose la nariz mientras el resto del equipo estaba en shock. Nunca nadie se había atrevido a golpear a Yamato Atsushi, el tipo era demasiado grande para ellos y en realidad le guardaban un profundo respeto. Solo Miharu estaba lo suficientemente loco como para hacerlo. El capitán negó, a pesar de ser él, el golpe había sido demasiado fuerte. Le sorprendía que Miharu tuviese tanta fuerza.

Dio órdenes a todos para que continuaran con el juego y él se lanzó a buscar al muchacho para aclarar exactamente lo que estaba pasando. ¿Era un efecto retardado de lo que había querido hacerle por rechazarle? Era lo más lógico, pero no comprendía por qué se le había ocurrido ahí, precisamente enfrente de todos. Entró a los vestidores y ahí lo encontró guardando sus cosas con ira absoluta.

                —¿Y bien? ¿Me dirás qué fue eso? ¿O tendré que adivinarlo?

                —Eres demasiado estúpido como para entenderlo—replicó secamente el chico de cabello castaño y Yamato giró los ojos.

                —De acuerdo, supongamos que lo soy. Explícamelo.

Miharu lanzó unas cuantas prendas y después le lanzó su mirada como rayo mientras cruzaba los brazos.

                —Me estás tratando diferente y eso no lo voy a tolerar. ¿Entendiste?

Ensanchó las cejas. ¿A qué se refería Miharu con “tratarlo diferente”? Trató de acercarse un poco y el gesto de desprecio le dijo que sería más complicado. Y seguía sin entender. ¿De qué modo le gustaba a este chico?

                —¿Cómo es que te trato?

Su paciencia se murió al parecer, pues ya no le importó la diferencia de alturas y lo tomó de las solapas de su playera para azotarlo en la pared con todo el odio que parecía tenerle.

                —¡Como una chica, ímbecil! ¡Y no lo soy! ¡El maldito hecho de que te haya dicho que me gustas no quiere decir que debas darme un trato especial! ¡Sigo siendo un hombre! ¡Nada ha cambiado! ¡No soy fragil y no tienes por qué tratarme como si me fuese a romper! ¡Idiota!

Estaba por darle otro puñetazo cuando Yamato lo paró. Aquello le hizo enojar más, obviamente y comenzó a moverse desesperado por darle una paliza. Aunque no fue necesario, Yamato comprendió su error y se disculpó.

                —Lo lamento—Miharu se paralizó de repente—. Está bien, admito mi error, fue humillante que actuara de esa forma, pero trata de entenderme. Ahora no sé cómo lidiar contigo, temo que cualquier cosa que haga te ofenda y al final de cuentas terminas enfadado. Yo no sé cómo portarme contigo.

Miharu giró los ojos y se zafó de su agarre antes de responderle con puya:

                —Te lo vuelvo a repetir, nada ha cambiado, vale. Me rechazaste, eso quiere decir que el del problema soy yo, no tú. Así que deja de darle importancia al asunto o me veré en la necesidad de dejar el equipo.

                —No tienes que ser tan radical, de acuerdo. Te prometo no volver a tratarte de esa forma.

El chico hizo una mueca y aceptó de mala gana.

                —Bien, ahora déjame, voy a darme una ducha.

Estaba por replicar que aún estaban en entrenamiento cuando el timbre sonó, dándole la razón a Miharu. Hizo un mantra interno, el chico en verdad le sacaba de sus casillas. Asintió y salió de ahí con una nueva certeza. Él tenía razón, nada había cambiado, era solo él preocupado por sus reacciones, pero Miharu acababa de decirle que no tenía por qué hacerlo. Recordó sus palabras, el del problema era él, eso fue lo que dijo, pero una parte de sí mismo se sintió contrariado con tal respuesta. ¿Acaso no era doloroso para él? ¿Por qué nuevamente actuaba como si no le importara? ¡Basta! ¡Tienes prohibido preocuparte más por Miharu! Le regañó su consciencia y él asintió. Era verdad, no era su problema, así que no tenía nada que ver con él.

Si tan solo pudiese creérselo él mismo.

****

Estaba de mal humor. No… pésimo humor. Nada podría definir su sentir en ese momento. Estaba indignado, quizá era eso. No comprendía para nada a los hombres, vale, él era uno. Tal vez debía reformular su oración. No comprendía para nada a los hombres que gustaban de otros hombres. Exactamente, no entendía a Miharu en absoluto, tenía unas inmesas ganas de retorcerle el cuello.

¿Por qué motivo? Bueno era muy sencillo. En realidad el motivo tenía nombre y apellido. Se llamaba Enjou Junko y venía envuelto en una capa de amabilidad y ternura que le hacía imposible odiarle, así que el objeto de su mal humor debía ser Miharu. Todo comenzó cuando el pequeño y lindo Kaichou llegó con ellos tratando de darles ánimos y explicando que los había inscrito en el famosísimo Torneo Intercolegial de deportes en el cual siempre quedaban mal.

Le pareció divertido molestar al chiquitin, todo por su apariencia en realidad adorable. Era demasiado bajito para tener 15 años y portaba unos lentes que debían pesar más que su cabeza. Oh claro, el problema estuvo cuando Miharu y Jun-kun, que era como había empezado a llamarlo, se hicieron cercanos. Demasiado para mi gusto, se dijo con un tic nervioso mientras los veía reírse de alguna broma privada.

Miharu nunca sonreía, siempre parecía que nada le importaba y de repente, Jun-kun le arrancaba risas y hasta bromas. No lo entendía, se suponía que el que le gustaba era él, por qué mostraba emociones con otro chico y no con él. Deseó arrancarse los cabellos. ¿Por qué mierda estaba de tan mal humor? No tendría que ser su asunto. ¿O sí? No era como si quisiera que Miharu le sonriera a él nada más o algo por el estilo. Le rechazaste, no esperarás que te siga queriendo, lo más probable es que Jun-kun sea su nuevo objetivo, por ello coquetea así, se dijo a sí mismo y aquella idea le hizo enfadar más. Si Miharu le hubiese coqueteado al menos una mílesima parte así, como lo hacía con el Kaichou tal vez él…

Espera… ¡Qué!

                —¡Mierda! ¡Puta mierda!—cubrió su rostro con sus manos y vociferó.

                —¿Se encuentra bien Capitán?—preguntó el pequeño Kaichou mirándolo con curiosidad en sus ojos ocultos detrás de sus enormes gafas.

Le sonrió con coquetería y, si hubiese prestado más atención, Yamato se habría percatado de la mirada endiablada que Miharu le lanzó al verlo hacer eso.

                —Estoy bien Jun-kun—pasó su brazo por encima del hombro y bromeó con él—. Solo pensaba en muchas cosas, nada pervertido contigo por supuesto. Al menos no aún.

Guiñó el ojo y al instante recibió el manotazo en la cabeza. Se sobó y miró al responsable, llevándose la sorpresa de que era Miharu, quien había llegado hasta colocarse al lado de Jun-kun.

                —Déjalo en paz, mírale la cara, solo logras que se incomode. A veces eres tan estúpido.

Yamato no pudo evitar mirarlo con molestia y después enfocó sus ojos en el Kaichou, quien ciertamente estaba rojo, incluso más que la sangre que seguramente no corría en la venas de Miharu. Oh Dios, es demasiado lindo, no puedo ser borde contigo, pensó enfadado Yamato.

Así que su enojo debía ir al único responsable.

                —Yo no soy estúpido—miró al pequeño—. Y lamento si te incomodé, pero todo es broma—señaló a Miharu con encono—. Lo que ocurre es que eres un exagerado que me detesta por alguna razón… oh espera… sé cuál es la razón.

Lo último lo dijo con cierta ironía y Miharu enrojeció de rabia. Le enseñó el dedo de en medio ante el asombro de Jun-kun y con su mano libre, se llevó al Kaichou lejos de ese patán maldito.

                —Púdrete.

¡Oh no! ¡No escaparás esta vez! Se dijo con más rabia al verlos de la mano. Yamato no se entendía ni a sí mismo, pero no iba a permitir que esa “amistad” creciera más. Si tan solo ambos no fuesen tan orgullosos, habrían comprendido que se morían de celos el uno por el otro. Pero en las cuestiones del amor, nadie es sabio y menos cuando eres un novato en ellas.

Antes de que se movieran un poco, Yamato tomó el brazo libre de Jun-kun y lo atrajo a sí mismo.

                —¡Deja a Jun-kun en paz! ¡Tiene trabajo que hacer! ¡No lo monopolices!

                —¡Quién mierda monopoliza a quién!—replicó furioso Miharu al ver su mano en el brazo del Kaichou y también lo jaló en su dirección—. ¡Suéltalo ahora!

                —¡Suéltalo tú!—volvió a jalar con más fuerza y el chico no pudo más.

                —¡Oigan! ¡Basta! ¡Actuan como una pareja disfuncional!

Ambos lo soltaron con una brusquedad nada propia y Enjou cayó al suelo por el impacto. Ninguno se ofreció a ayudarlo y en realidad no lo esperaba. Tanto Yamato como Miharu se habían quedado quietos, casi en shock con las palabras dichas por el pequeño. ¿Qué mierda estaba haciendo? Se preguntaba sin parar Yamato. ¿Por qué discutía de esa forma con Miharu? ¿En verdad daban esa impresión? Antes de que inventara cualquier excusa para salirse por la tangente como últimamente hacía, Miharu se apoderó de la situación.

                —Lo lamento Jun-kun, tienes razón, eso fue inmaduro—le miró fugazmente como si le estuviese dando una orden y agregó—. Yamato, resolvamos nuestro conflicto a solas. Sígueme.

El chico comenzó a caminar en dirección a la salida de las canchas y Yamato, sin saber muy bien qué actitud tomar, solo medio le sonrió a Jun-kun y se alejó siguiendo al otro. ¿De qué iban a hablar? ¿Y exactamente cuál era su problema? Ahora que lo analizaba, no veía sentido alguno. ¿Por qué estaba tan molesto con Miharu hace unos minutos? ¿Qué diablos le estaba pasando?

Cuando Miharu se detuvo en uno de los pasillos de los vestidores, Yamato pensó que seguramente ahora se le lanzaría a la yugular y le insultaría. Pero no fue así, el chico se giró sobre su propio cuerpo y le dedicó una mirada serena. Es la mirada más linda que me ha dado en todo este tiempo que llevo de conocerle, pensó fugazmente el capitán sin comprenderse otra vez.

                —No te entiendo Yamato, en serio no puedo. ¿Qué tienes en contra del Kaichou? ¿Te hizo algo? ¿Por qué te desagrada tanto?

                —Estás mal Miharu… Jun-kun no me desgrada… al contrario… es lindo.

El ceño fruncido de Miharu le dijo que quizá fue incorrecto usar ese adjetivo, pero no había otro que viniera a su mente cuando pensaba en el Kaichou.

                —¿Entonces por qué lo molestas? ¿Por qué lucías tan enfadado?

Y de nuevo el enojo se apoderó de él. No pudo evitarlo. Miharu nunca era así con él, con nadie. ¿Por qué protegía tanto a Jun-kun? Reafirmo mi teoría, él es su nuevo objetivo. No pensaba permitirlo, primero lo amarraba antes de consentir ese romance.

                —Es divertido molestarlo es todo, pero si te preocupa que trate de quitarte a tu nuevo novio, no temas. Como ya te lo dije, no me van los chicos.

Ni siquiera pudo prevenir el puñetazo que recibió en cuanto pronunció tales palabras y en verdad debió hacerlo, pues nuevamente decía cosas que eran ofensivas e hirientes. Él era así, siempre soltando el veneno a la menor oportunidad.

                —¡Hijo de puta! ¡Por qué mierda no lo superas!—rió con puya y agregó elevando las manos, al igual que el tono de su voz—. ¡Oh claro! ¡Es tu maldito ego! ¡Te sientes el centro del universo! Pero déjame decirte algo, no lo eres.

                —¡No es así idiota!—replicó sin entender por qué sus palabras le fastidiaban—. Simplemente creo que eres un hipócrita. Diciéndome que te gusto, obligándome a meditarlo sin control una y otra vez. ¿Todo para qué? Para que en cuanto aparezca otro, tú me remplaces. Ustedes los gays son muy extraños, sus gustos cambian demasiado pronto.

Fue suficiente para que la chispa se encendiera. Miharu rebatió tales palabras con otro golpe y esta vez Yamato no se quedó quieto. Le devolvió el puñetazo y al instante comenzaron una pelea. Uno contra otro, tratando de hacerse daño, tratando de descargar todos esos sentimientos que, al menos Yamato, no entendía. Al no haber nadie cerca, se dieron con todas sus ganas hasta que estuvieron satisfechos, más bien hasta que la sangre que desbordaba desde sus labios o los moretones en sus caras o músculos, los hicieron sentirse satisfechos. Comenzaron a respirar tratando de recuperar el aliento ante tanta fuerza utilizada y finalmente se miraron a los ojos.

Y otra chispa se encedió, pero una completamente diferente a la primera. En cuanto los ojos de ambos estuvieron conectados, ya no pudieron frenarse más. Sin cuestionamientos se lanzaron a los labios del otro con un desenfreno que incluso superaba al de su reciente pelea. Yamato devoró esa boca y pudo sentir el sabor a sangre. No le importó, en lo más mínimo, ni siquiera se puso a pensar en una explicación lógica a lo que estaba haciendo. Él solo quería actuar y ya, se estaba dejando llevar y no permitiría que nada lo arruinara. Apretó el cuerpo de Miharu entre el suyo y lo acorraló en la pared sin dejar de besarlo, sin dejar de penetrar esa boca con su lengua y deleitarse en el sabor del chico, en la suavidad, en sus movimientos, en lo húmedos que eran sus besos y en el hecho de que, ahora mismo, no le importaría meterle mano en ese preciso instante. Aún si Miharu no era una chica o peor, aún si a él no le iban los chicos como tanto aseguraba.

El deseo se apoderó de sus cuerpos, no lo podían frenar. De repente, más que un beso, parecía una orgía entre sus lenguas, sus labios y sus manos. Miharu no era una cándida señorita y se lo hizo saber con sus manos, que recorrieron todo a su paso. Su espalda, su pecho, sus biceps y pectorales, sus caderas, su pelvis y finalmente, su entrepierna. Si en verdad a Yamato le desagradara tanto la onda gay, se había encrispado al instante en que sintió tales caricas cínicas y sin rastro de vergüenza. Pero no, fue todo lo contrario. Se sintió tan satisfecho que él dejó de frenarse, de cuestionarse y se olvidó de todo. Juntó más sus cuerpos y acarició su trasero con obvia lascivia, besando el contorno de su cuello por un breve instante y después volviendo a su boca, porque maldición, era adictiva, esos labios le estaban matando y quería más de ellos.

No hablaron, no dijeron absolutamente nada. Ninguno quiso romper esa aura que de repente se apoderó de ambos. Las palabras no fueron necesarias cuando cerraron la puerta de los vestidores con seguro y menos cuando se tumbaron al suelo, Yamato encima de Miharu y poco a poco se despojaron de todas sus prendas. Miharu no era una chica, no dejaba de repetirse Yamato y sin embargo, ver su cuerpo desnudo no le causó asco ni repulsión, al contrario, cuando notó como el chico se masturbaba frente a él solo para provocarlo, el capitán mandó a la mierda todo rastro de heterosexualidad que hubiese podido tener en su cuerpo.

Miharu se había sentado a horcadas encima de él y con los ojos cerrados movía su mano sobre su pene con frenesí. Arriba y abajo, con una sensualidad que no creyó que poseería. No quería ser un espectador, quería tirársela incluso más fuerte que como estaba haciéndoselo. Sin vergüenza colocó sus manos encima de las suyas hasta quitarlas y la sensación le excitó tanto que hasta gruñó. El chico estaba caliente y duro, le gustaba, le gustaba mucho la cara que ponía cada vez que se detenía en la punta o jugueteaba con sus testículos. Y qué decir de los sonidos de su boca. Al principio había intentado frenarlos, suponiendo que era su orgullo masculino empeñándose en no morir a manos de él, pero ya después, cuando Yamato aumentó la intensidad en sus manos y se relamió los labios con obvia seducción, ya no pudo callarse.

Los gemidos salieron en forma natural y aquello le extasiaba, quería escucharlo gritar su nombre con esa voz entrecortada que tenía en su momento. Apretó con sus manos y tiró con mayor fuerza provocando que el chico se aferrara a sus hombros y lanzara un gemido tan delicioso que solo logró encenderlo más. Miharu se corrió en sus manos y antes de que se preguntara qué diablos debía hacer con eso, él se agachó a su altura y lamió sus dedos con un erotismo que lo llevó a hacer lo mismo. Yamato y Miharu probaron la misma esencia con sus lenguas, las cuales a la vez se cruzaban en ocasiones y se entrelazaban en más besos obscenos y cargados de lujuria.

Con el sudor bañando sus cuerpos, el más alto ya no pudo más y entre besos aunados a caricias en su trasero y vientre, le susurró con una voz casi salvaje, al borde del desenfreno:

                —Te la tengo que meter en algún lado o te juro que te mataré.

El más bajo sonrió con satisfacción y se relamió los labios mientras se preparaba con sus propios dedos. Se introdujo el primero y lo movió en sí mismo mientras le lanzaba una mirada obvia de cátedra. Era como si le exigiera que pusiera atención para la próxima vez y Yamato asintió sin perderse nada de la enseñanza. Cada uno de los gestos que hacía al estimularse él mismo, cada uno de los gemidos y esos movimientos sensuales que eran una obvia invitación. Quería follárselo ya, tenía que hacerlo pronto. Estaba demasiado duro que incluso unas cuantas gotas de líquido preseminal fluían de la punta. Lo vio meterse el segundo dedo y el gemido involuntario fue suficiente para que se olvidara de todo, aún si no estaba del todo preparado, ya no le importaba. Se incorporó hasta tener su rostro frente al suyo y lamiendo su dedo, él mismo lo introdujo al mismo tiempo que Miharu tenía los suyos. Obviamente que se retorció en cuanto sintió la intromisión y más con los movimientos casi desenfrenados que su dedo hacía. Y solo era su dedo, la sola idea de imaginarse su pene ahí dentro lo excitó aún más.

Con su mano libre cortó la distancia entre sus caras y le besó con esa lengua escurridiza que Yamato empezaba a adorar. La paseó por sus labios, sus dientes y finalmente la juntó con la otra, jugueteando, saboreándola, disfrutándola mientras sus dedos entraban y salían llevándolo a la locura.

                —Es suficiente… estoy listo… métemela ya…—suplicó entre besos y gemidos.

No se lo tuvo que decir dos veces. En cuanto escuchó la autorización ni siquiera le dio tiempo de respirar. Yamato metió su pene directamente en su entrada y el grito de Miharu le gustó tanto que al instante comenzó a moverse, aún si el otro no se había acostumbrado. Cuando todo terminara iba a tener un dolor insoportable en el trasero, pero no podría importarle menos. Le dolía tanto y a la vez le excitaba  que por nada del mundo le pidió que se detuviera. Aún si sus movientos eran casi bestiales, le penetraba con una fuerza casi inhumana y estaba seguro que no iba a poder caminar, no era una idea, sino una certeza.

Y sin embargo quiso más.

Lo recostó sobre el suelo y comenzó a penetrarse a sí mismo cabalgándole, enviándole oleadas de placer a Yamato, oleadas que solo intensificaban sus ganas de hacerlo más duro. No sabía que hacerlo con un hombre fuese tan placentero, se podía aventurar a decir que incluso era mejor, pues como su trasero era estrecho, cada vez que le penetraba, sentía sus paredes apretarle más y más. Colocó sus manos en sus caderas y lo obligó a moverse más rápido. Miharu obedeció encantado y su garganta se cerró mientras saliva salía de su boca ante los gemidos y gritos que profesaba al estar gozando como nunca lo había hecho.

Y no, no era por el hecho de que estaba enamorado de él o esas cursilerías estúpidas, era porque Yamato le envestía como si también lo disfrutara, como si su cuerpo despertara todos esos deseos ocultos que él había tenido que disimular por un año entero desde el primer instante en que lo vio semidesnudo en una de las prácticas. Sí, era amor, claro que sí, estaba consciente de que lo quería muchísimo, por ello le mataba de celos que se empeñara en molestar de esa forma a Jun-kun y por la misma razón había querido marcharse del equipo en cuanto le confesó sus sentimientos y le rechazó. Pero el hecho de que fuese amor no quitaba que el sexo fuese asombroso y vaya que lo era, con Yamato era increíble, era brusco y sin control. Y le encantaba.

Sin dejar de gemir su nombre como tanto había querido el capitán, Miharu se masturbó al tiempo en que se corría, derramando todo en su vientre y parte de su pecho. Al verlo correrse así, con esos gritos y gemidos, Yamato también sintió el orgasmo y estuvo a punto de salirse de su interior, pero el chico negó.

                —No… córrete… dentro…

                —¿Estás seguro?

                —Sí imbecil… ahh… hazlo…

Sin negarse más a los deseos del joven, Yamato envistió un poco más y se corrió justo en su interior. Era increíble lo placentero que resultaba hacerlo y más al sentir sus uñas aferrándose a él, sintiendo el calor de su semen dentro. Respiraron una vez más con frenesí y el mayor salió de él lentamente, postergando el momento y ganándose un ligero gemidito por parte de Miharu.

Se recostaron en el suelo mirando al techo, tratando de superar todas las emociones que entonces se apoderaron de su interior. Yamato sentía el cuerpo agarrotado, pero una extraña calidez se instauró en su pecho una vez que fue consciente de lo que habían hecho. Si había querido salirse por la tangente con respecto a Miharu y lo que le pasaba, ahora simplemente no podía hacerlo. Lo miró de reojo, tenía los ojos cerrados y al parecer también meditaba algo. Antes de que pudiese decirlo y arruinar esa “paz” instalada entre los dos, Yamato actuó siendo sincero.

                —Creo que me gustas…

Miharu abrió los ojos y ni siquiera se molestó en ser irónico, aunque ganas no le faltaban.

                —¿En serio? Si no fuese por lo que acaba de pasar juraría que solo era una molestia para ti

                —No lo eres—replicó rápidamente Yamato y se giró para quedar junto a él, solo así lograría mirarlo a los ojos—. Admito que al principio pensé que sería algo complicado, pero creo que ya me gustabas, solo que no era consciente.

Estaba a punto de quedarse dormido y sin embargo quería escuchar bien esa explicación a la cuál no le veía lógica, aunque si lo analizaba, nada entre ellos la tenía.

                —¿Cómo fue que llegaste a esa conclusión?

                —Bueno… desde que me lo dijiste… yo… no me lo pude sacar de la cabeza. Le di tantas vueltas que al final creo que me empezó a agradar la idea y cuando te vi tan acaramelado con Jun-kun, te quise dar una golpiza por remplazarme tan pronto. Se suponía que era yo, no él.

                —Eres un idiota—increpó Miharu girando los ojos—¿Cómo podría gustarme Jun-kun? Es demasiado lindo para mi gusto, pero tú sí te veías demasiado interesado en él, así que también quise golpearte.

Yamato sonrió. En realidad no estaba acostumbrado a todo eso, pero le hizo sentir feliz saber que no era lo que creía, solo eran celos, celos que indicaban que aún era especial para él. Sin más miramientos, entrelazó su mano con la suya y como jamás creyó que pasaría, el rojo se apoderó por completo del rostro de Miharu. Wow… se ve tan lindo, incluso más que Jun-kun.

                —¿Qué haces?—preguntó tratando de sonar enfadado, cosa que no podía con su sonrojo.

                —Estaba pensando que… tal vez… podríamos empezar de nuevo… rebobinar el casette… cuando tú me dices que te gusto yo… te respondo que también… y empezamos a salir. ¿Qué dices?

Miharu giró los ojos y ocultó en lo más profundo la risita casi nerviosa de felicidad absoluta. Al final solo replicó con fingida indiferencia.

                —Supongo que si eso te hace sentir menos idiota está bien.

Yamato sonrió con suficiencia y lo acercó a su cuerpo antes de robarle un dulce beso. Claro que sí, iba a comenzar bien con él, esta vez dejaría de cuestionarse tanto y simplemente disfrutaría. Después de todo, no le molestaría en lo más mínimo que ese chico se enamorara de él y mucho menos tendría reparos en hacer lo mismo.

Pues quizá… siendo demasiado cursis… puede que ya lo estuviera.

Notas finales:

Déjenme satisfacer mis deseos de ser sarcástica y cruda:

"Yamato: Creo que me gustas...

Miny: No, en serio, ni siquiera nos dimos cuenta, y menos cuando te lo follaste, ni por aquí nos pasó"

jajajajaja ya basta, lo siento, no pude evitarlo, si Miharu se contuvo, yo no jajajaja

Jun-kun!!! Adorable y dulce Jun-kun!!!!! Y pensar que eres todo un Seme que se respeta jajajaja

Les agrado??? Espero que sí, a mí me gustó mucho, si no... pues pueden golpearme :D

El próximo capi estará el martes (One day before Christmas!!!) y sólo diré una frase para definir sobre quién será:

Fierecilla RULES!!!!

Los amo mucho y espero verlos el martes ;)


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