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Extra-Fujoshi por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Que el yaoi esté con ustedes... que así sea!!

Siento el retraso, agreguénle que no he contestado los reviews, perdónenme, he estado enferma.

La buena noticia es que logré tener el capi a tiempo (en teoría) pero ahora mismo no me siento muy bien (nah!! El yaoi lo vale jajaja)

Me alegra mucho que el capi anterior les gustara, pensé que no sería así, pero estoy emocionada :D

Como sea, en efecto, todos tuvieron razón o al menos la mayoría, como ya lo vieron, este capi es de mis preciosos y sumamente cursis (vomitivamente cursis) Hiroto y Hitono (Hiro-chan sálvanos)

Espero que les guste, había olvidado lo azucarados que son este par y si ya de por si no me siento bien, el checar el capi me ha dejado en coma diabético.

Sin más quejas, se los dejo, esperando que sea de su agrado :D Los amo!!

Capítulo 7- Fujoshi Stalker: Un pequeño chihuahua nervioso… y celoso…

 

Aclaración: Este es un extra que se ubica después de lo narrado en “El Club de Acción Fujoshi”. La temporalidad del capítulo está ubicada en el tiempo en que Kobashi, Hiroto y Hitono están en la universidad.

****

El pequeño muchacho de metro y medio de estatura, ojos pequeños y grises se plantó frente a la puerta del departamento mientras tocaba al estilo de un poseso el timbre. La vocecita que llevaba años escuchando a su lado y era parte de su vida bufó un poco antes de regañarle.

“Pareces un maniático Hiroto, contrólate”

Lo lamento, se disculpó el pequeñín y justo entonces la puerta se abrió, mostrando a su dueño y por supuesto, su pareja. Hitono Susumiya siempre causaba ese impacto al verlo, como si creciera un centímetro durante las noches. Era ridículo obviamente, porque aunque los hombres dejan de crecer a los 21 años, la probabilidad de que el mastodonte estúpido con complejo de inferioridad creciera más que el 1.90 que ya media, era casi tan posible como el hecho de que Hiroto lo hiciera.

                —Buenos días Hitono. ¿Listo para el gran día?—preguntó Hiroto con brillo en su sonrisa y Hitono negó con una ligera sonrisa mientras lo aferraba a su cuerpo con una de sus manos y le robaba un fugaz beso.          

                —Nadie llega temprano en su primer día. Las universidades son un caos, los alumnos de nuevo ingreso no saben hacia donde ir y las oficinas están llenas con papeles y revalidaciones.

“Que tú seas un desobligado que de puro milagro logró entrar a una universidad no quiere decir que nosotros debamos serlo también” reclamó Hiro-chan con su particular humor y Hiroto enrojeció con el beso, pero le dio un poco de razón a su alter ego.

                —No nos hace daño ser puntuales Hitono.

El aludido hizo una mueca, pero asintió sacando su mochila del perchero para después cerrar la puerta del departamento. Era una reverenda estupidez, Hiro-chan siempre lo estaba diciendo. Ambos eran vecinos, sus departamentos colindaban el uno con el otro. Todo en un afán de estar juntos a cada momento. “Si iban a hacer esas tonterías… ¿Por qué no rentaron un apartamento en conjunto?” cuestionaba siempre Hiro-chan y el pequeñín le respondía que era una cuestión de sus padres. Ellos se amaban y habrían sido felices viviendo juntos, pero no creían estar listos para ese paso. Si bien, habían dado otros enormes, como el de pedirse matrimonio, hay ciertos límites a la hora de ser cursis.

Salieron tomados de la mano del edificio y Hitono preparó su motocicleta para poderse marchar. Era como cuando iban en la preparatoria y el gigante iba por él hasta su casa para llevarlo. Hiroto se abrazaba a Hitono durante el viaje y el mayor sonreía satisfecho de la cercanía en sus cuerpos. Del mismo modo fue ahora, solo que su dirección era diferente, en otra ciudad y otros caminos, pero siempre juntos, nada ni nadie les separaría. Claro que no.

Fue al llegar al estacionamiento de la Universidad T que las cosas comenzaron a torcerse. Hitono y Hiroto no estudiaban lo mismo, pero sus facultades estaban muy cerca, por lo que el camino a tomar era igual. El pequeño oji-gris bajó del vehículo y casi al instante un grupo de chicas más altas que él, se acercaron a Hitono con cara de fangirls peligrosas. Hiroto estaba temeroso y Hiro-chan demasiado irritado al parecer.

“¿Y esas quiénes son?” preguntó el alter ego con recelo y Hiroto negó sin saber.

                —¡Hola!—saludó una de ellas ignorando la presencia del pequeñín y dejando extrañado a Hitono, quien no comprendía por qué había una orda de jovencitas a su alrededor en pleno estacionamiento—. ¿Cómo te llamas amigo? ¿Eres nuevo? ¿En qué facultad vas? ¿Irías a mi fiesta el sábado por la noche?

                —Soy Hitono, sí soy nuevo, estoy en ingeniería y no creo poder ir a tu fiesta—replicó el más alto sin entender la forma de portarse de las chicas y mirando de reojo a Hiroto, quien solo estaba callado.

                —¿Y por qué no? ¡Vamos Hitono! ¡Intégrate! ¡La universidad es para pasarla bien!

“¡Vamos Hiroto! ¡Cállala! ¿Acaso no lo notas? ¡Se le está lanzando a Hitono!” reclamó muerto de celos Hiro-chan y el pequeño negó. Eso era imposible, además, sabía que Hitono nunca le engañaría, pues le amaba, se lo había demostrado con anterioridad.

Sin embargo, una cosa eran las certezas y otra muy distinta las sensaciones. Más chicas comenzaron a congregarse alrededor de ellos dos y adularon sin parar a Hitono, quien trataba de ser amable y seco al mismo tiempo. No comprendía nada de lo que ocurría y la mirada ansiosa de su novio le hizo comprender que se les hacía tarde. Trató de zafarse de ellas y tomar nuevamente la mano de Hiroto, pero el pequeñín lo evitó negando con una media sonrisa.

                —No te preocupes—susurró mientras las demás le veían como si fuese una molestia—. Iré a mi clase, todo está bien, te veré en el almuerzo.

                —Pero Hiroto…

                —Nos vemos—le cortó antes de que dijera algo y Hiro-chan fue quien se encargó de despotricar en contra del mayor y contra él mismo.

“¿Qué pasa contigo? ¿Acaso piensas dejarlo solo con tantas chicas? ¡Ese maldito mastodonte estúpido con complejo de inferioridad! ¡Lo detesto!”

                —Cálmate Hiro-chan—pidió Hiroto caminando a toda prisa para evitar que la fea sensación se apoderara de él y comenzara a llorar, ya no era un niño, sino todo un universitario que debía actuar con madurez—. No hay problema alguno porque yo confío en él, vale, sé que me quiere demasiado.

“Eso no quita que no te de tu lugar. Eres su pareja. ¿Por qué no se los dice y así se soluciona la situación? Tú podrás decir que eres todo lo maduro que quieras Hiroto, pero la realidad es que, una persona nunca puede dejar de sentirse insegura cuando ama. No lo reprimas, acepta que te molesta que haya tantas chicas interesadas en él” aconsejó Hiro-chan como todo un sabio y Hiroto solo bajó la cabeza negando.

No, no podía admitirlo, porque si lo hacía perdería el control de sí mismo y él no quería cometer errores. Hitono se esforzaba tanto en no celarlo, sería un ingrato si él no hiciera lo mismo. Le amaba. ¿Qué más pruebas quería de ello? Se detuvo en uno de los pasillos y se abrazó a sí mismo con fuerza. ¿Por qué el amor era así? ¿Por qué conllevaba tantos miedos? ¿Es que acaso el que inventó el amor se divertía con las tonterías de sus enamorados? ¿Por ello les daba tantas emociones negativas? ¿Disfrutaba sus ansiedades? ¿Por qué en el amor debía existir inseguridad? No lo sabía, casi del mismo modo en que desconocía cómo actuar en esa clase de situaciones.

¿Qué es lo que debo hacer? Se preguntó con nervios y Hiro-chan ya no reclamó, solo se quedó en silencio para darle apoyo.

“Lo sabes bien, solo necesitas sacar valor de tu interior”

****

La muchacha castaña de 18 años, amante del yaoi y para nada respetuosa del espacio propio y la privacidad no paraba de presumirle al pequeño sus logros en su primer día. Logros que obviamente tenían que ver con el ámbito homosexual. La recientemente inaugurada facultad de fotografía a la cual la chica asistía estaba muy alejada de las facultades de su pareja gay, pero ni eso la detenía.

Ahora que tenía libres las horas en las que usualmente era el almuerzo, una estrategia de más planeada al acceder al horario que ambos chicos tenían para poder modificar el propio, la fujoshi estaba del mejor humor del mundo. Pero no por ello pasaba por alto la dispersión que, ese día en particular, caracterizaba a su pequeño uke. Entrecerró los ojos perversamente para poder abordar el tema con delicadeza.

                —Hoy conseguí el teléfono de cuatro chicos gays. ¡Lo entiendes Hiroto! ¡Cuatro chicos gays que me contarán sus traumas y a los cuales acosaré! ¡Oh sí!—lanzó un beso al aire—. Aunque claro, ustedes siempre serán mi pareja número 1, mis seme y uke perfectos.

“Como siempre, es imposible deshacerse de ti aún pasen los años” replicó Hiro-chan bufando y Hiroto suspiró con fuerza.

                —Ya veo, felicidades Kobashi.

                —No te veo muy animado para ser tu primer día. ¿Acaso pasó algo?—chasqueó los dedos y se interrumpió a sí misma—. Déjame adivinar, no sabes cómo sentirte con respecto a la reciente popularidad de Hitono.

El menor levantó la mirada sorprendido de que ella lo supiera y ella guiñó un ojo. “A veces parece que se te olvida que hablas con esta enferma mental Hiroto. Ella lo sabe todo” explicó el alter ego y él tuvo que darle la razón. Ciertamente, Kobashi era impresionante.

                —¿Cómo lo sabes?

                —Los rumores de un tipo alto, apuesto y seco recien llegado circulan por toda la universidad y yo me dije “Ese no puede ser otro que mi Hitono Susumiya”. Por eso lo sé—reprimió una risita perversa y agregó—. ¿Estás muerto de celos mi Hiroto?

                —No… solo… no sé qué hacer.

“Él dice que no está celoso, pero yo sí, estoy muy enojado. Obligaré a Hiroto a preparar pastelitos con cianuro y se los ofreceré a esas chicas” ironizó el otro y el pequenín se exaltó con semejante idea. Olvidandose de que no estaba solo, regañó a su mejor amigo.

                —¡Hiro-chan! ¡No digas cosas tan graves!

La fujoshi no pudo reprimirse y comenzó a carcajear con ganas. Todos en ese lugar la miraron y al instante la ignoraron. Era de esperarse, siempre hay algún loco entre los de nuevo ingreso. El menor se sonrojó violentamente ante lo hecho y justo entonces, Hitono decidió aparecer.

Llevaba el ceño fruncido, al parecer las cosas no le habían salido tan bien. El instinto que se apoderaba de Hiroto cada vez que veía mal a Hitono, estuvo deseoso de sonreírle, tomar su mano entre la suya y decirle que, cualquier cosa que hubiese estado mal, mejoraría. Pero sus recientes miedos lo frenaron y solo fingió una media sonrisa que el más alto pudo descrifrar muy bien.

                —¿De qué se rie esta enferma mental?—se sentó con ellos observando de reojo a la castaña, quien aún seguía en su ataque de risa.

                —No lo sé—mintió Hiroto con la cabeza agachada y el oji-azul tuvo un mal presentimiento.

                —¿Pasa algo?

El oji-gris negó mintiendo otra vez y a Hitono eso ya no le gustó. Lo conocía bien, quizá no tenían tanto tiempo saliendo como otras parejas, pero ese medio año que llevaban amándose para él era suficiente como para adivinar lo que pensaba y lo que no. Estaba triste, deprimido y ansioso. No le gustaba verlo así, le encantaba cuando Hiroto brillaba a su lado, cuando se emocionaba por las pequeñas cosas y el estar juntos era de vital importancia.

Por ello, que ahora muchas personas se acercaran a él y lo hicieran a un lado le molestaba. Pero peor, que él lo permitiera. ¿Por qué Hiroto se resignaba así? Estaba a punto de decirle que no tenía nada que temer, que ahora mismo era capaz de levantarse encima de la mesa y gritarles a todos que le amaba, cuando el pequeñín, como si también lo leyera, se levantó impetuosamente de su asiento y se despidió alegando que tenía clases.

                —Llegaré tarde y es de mala educación, te veré a la salida—miró a Kobashi y ésta, se rio un poco más antes de calmarse por completo—. Nos vemos Kobashi.

Y salió corriendo con un regaño obvio de Hiro-chan. “Eso es huír” le dijo y él le respondió que no, eso era salvar la situación antes de que se saliera de control. Tanto Hitono como Kobashi le miraron partir y el pelinegro se acarició el puente de su nariz sin saber a ciencia cierta qué hacer.

Kobashi le miró con astucia y recargó su barbilla en una de sus manos, mientras jugaba con los cubiertos de su comida con la otra. Fue sigilosa, casi certera al jugar sus siguientes cartas.

                —Él nunca admitirá lo que siente, teme ser una molestia.

Hitono le miró con sorpresa y negó al instante.

                —¿Cómo podría ser él una molestia? ¿Acaso piensa que yo me siento cómodo con la situación? Claro que no. Desearía quitarme de encima a tanta gente y demostrarles que mi corazón es solo suyo.

                —¿Y entonces por qué no lo haces?—ella entrecerró los ojos y continuó ante el gesto indagante del ex-bravucón—. Tengo un plan perfecto para ello. Tú le demostrarás que él es único en tu corazón y de paso él, liberará sus frustraciones.

El oji-azul cruzó los brazos reacio a confiarle a ella ese problema. Sabía que era una enferma mental que se esmeraba en verlos juntos, pero aún así, la loca fujoshi era capaz de cualquier cosa con tal de ver acción entre ellos.

                —¿Cuál es ese plan? No incluye nada pervertido. ¿Cierto?

                —Relájate, tú solo confía en mí—le guiñó el ojo y a él no le quedó otro remedio que aceptar.

Comienza la acción, pensó perversamente la castaña.

****

Estaba de pie en el estacionamiento, cerca de la motocicleta de Hitono. Sabía que el más alto salía después que él según su horario, pero eso no evitaba que se sintiera ansioso. Comenzó a comerse las uñas del nerviosismo y Hiro-chan le regañó por tales actos. A ese paso, se quedaría sin cutículas, eso era seguro.

“Relájate, nada podría ser peor en este día de mierda Hiroto”

No digas palabrotas Hiro-chan, regañó el pequeño oji-gris y justo entonces pudo divisar a Hitono, siendo perseguido por una orda aún mayor de chicas que la de la mañana. El horrible sentimiento en su pecho se intensificó y se mordió el labio tentado a llorar o salir corriendo. Cualquiera de las dos opciones era viable. Sin embargo, la actitud de Hitono fue lo que le hizo quedarse en su sitio, pues no se veía enfadado o algo por el estilo. Hasta sonreía, siendo demasiado cortés con las chicas a su alrededor.

                —Muchas gracias por acompañarme chicas, pero de aquí puedo solo—se despidió Hitono con una sonrisa amable y señaló a Hiroto—. Él viene conmigo, es Hiroto Kendo.

La líder del grupito miró de arriba abajo al pequeño, encontrándolo insignificante. Aquello amedrentó más al hijo de los Kendo y Hitono por poco se olvida de lo planeado y sus modales para poder golpear a esa chica. Pero recordó el verdadero afán de todo eso y se relajó repitiendo mantras y palabrotas en su interior.

                —No importa—dijo la chica y le sonrió a Hitono con completa coquetería acercándose demasiado a él—. Entonces… ¿Sí vendrás a mi fiesta?

                —Ya te dije que me parece imposible, pero tal vez si le dices a Hiroto, él pueda hacerlo—respondió el mayor y la chica ignoró la sugerencia.

                —Pero quiero verte ahí Hitono, deseo tenerte.

“¡Hija de…!”

Contrólate Hiro-chan, contrólate, contrólate, no puedes hacer un escándalo, no puedes, repetía Hiroto apretando sus puños con tanta fuerza que hasta se veían blancos. Sus ojos estaban llorosos y su cuerpo temblaba. El propio Hitono se preocupó de verlo así, pero continuó el plan, solo porque Kobashi lo había dicho.

                —No todo en esta vida se consigue.

La chica entrecerró los ojos y colocó sus manos en su pecho, acercando su rostro al suyo. El mastodonte por poco y vomita, pero ella no lo notó, creyendo que lo ponía nervioso su truco de “seducción”.

                —Yo siempre logro lo que quiero… y tú eres mi siguiente objetivo.

El vaso se llenó, derramandose. Si hubiese podido, Hiro-chan habría salido a darle una paliza a esa tipa, pero aquello no fue necesario. Nadie lo hubiese pensado de alguien tan pequeño y lindo, pero en cuanto ella dijo tales palabras, a los dos segundos alguien la alejó de Hitono y le dio un par de bofetadas.

El mayor estaba sorprendido y al pequeño le punzaba la mano, pero no se reprimió más. Lanzándole la mirada más envenenada que jamás había hecho, Hiroto comenzó a hiperventilar mientras sacaba todo lo que se había guardado.

                —¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Eres molesta! ¡Eres resbalosa! ¡Eres grosera! ¡Y obviamente eres caprichosa! ¡Pero no le tendrás! ¡Él es mío! ¡Solo mío! ¡Me costó demasiado conquistar su corazón como para que ahora pretendas llegar y arrebatarmelo! ¡Primero te arranco la cara antes de permitirlo!... ¡Zorra!—su pecho subía y baja sin parar y el coraje que no había exteriorizado, fue coronado con unas cuantas palabras.

Pero en cuanto todo se disipó y fue consciente de lo que había hecho, ensanchó esos pequeños ojos enrojeciendo. “¡Oh mi Dios! ¡Eso ha sido lo mejor que has dicho desde… jamás! ¡Fue sublime! ¡Muchas felicidades Hiroto!” le elogió el otro en su cabeza y Hitono sonrió con suficiencia mientras se colocaba a su lado y lo tomaba en sus brazos ante la indignación de la chica y todas las que estaban ahí.

                —Ya lo oíste… lo lamento, pero no tienes oportunidad—ironizó en lo último y, como para corroborarlo, para sorpresa del propio Hiroto y Hiro-chan, hizo una última cosa que dejó paralizados a todos.

Levantó el rostro de su novio y le besó con ganas frente a ellas. El pequeñín ensanchó sus ojos, pero no se reprimió. En cuanto ambos pares de labios estuvieron en contacto, ambos se besaron con intensidad para estupefacción de las chicas, sobretodo su lidereza. Movió sus labios, introdujo su lengua y aferró su cuello para nunca dejarlo ir. El rojo le dominaba las mejillas y no le importaba, estaba tan feliz. Hitono le estaba diciendo a todos con ese beso que era suyo, que siempre le daría su lugar. Había sido tonto tener tantos miedos y si bien, no se sentía orgulloso de lo que había hecho a la hora de perder el control, ya no le preocupaba en lo más mínimo.

Se dejó llevar en ese beso cerrando sus ojos y Kobashi apareció para agregar sal a la herida en el club de fans que Hitono había creado y al cual, irremediablemente, acababa de perder.

                —Lo siento chicas, su galán es gay, así que déjenlo en paz.

Todas ellas le miraron con rabia, principalmente la jefa, pero se retiraron con el rabo entre las patas y Kobashi encogió los hombros como si acabara de pasar lo más irrelevante del mundo. Se giró sobre su cuerpo para contemplar el beso y tomó una fotografía con emoción. Amaba a ese par, los amaba mucho. Aún si estaba en una nueva escuela con más compañeros gays y muchísimo material, la realidad era que, el tener la satisfacción de poseer una pareja gay que siempre le daría la fuente perfecta de yaoi, no tenía precio.

Ambos eran de sus parejas favoritas.

****

Entraron al departamento envueltos en un beso profundo.

Como ultimamente pasaba desde que se habían mudado a ese edificio, Hiroto siempre pasaba el tiempo en el departamento de Hitono, el suyo casi nunca contaba con su presencia. Hiro-chan siempre le regañaba por ese desperdicio, pero no podía hacer mucho en contra de los deseos del chiquitín al estar cerca de su amado. Por la misma razón, la fujoshi acosadora había tomado ciertas medidas. Ellos no lo sabían, porque a lo largo de los años, Kobashi había aprendido que lo mejor del acoso es cuando tus víctimas no lo saben. Instaló cámaras escondidas en el departamento de Hitono y ahora mismo, la fujoshi estaba en el departamento contiguo, en el cual vivía, observando la futura acción.¡Oh yeah! Sexo de reconciliación… es el mejor.

Debido a su diferencia de alturas, cuando se besaban, Hitono optaba por cargar al menor en sus brazos y éste, envuelto en las sensaciones que sus besos le provocaban, enredaba siempre sus piernas alrededor de él, aferrándose, en una analogía de decir que nunca lo soltaría. Y al mayor de casi 19 años eso le agradaba, porque era verdad. Si el pequeño Hiroto pudiese ver en el interior de Hitono, se habría percatado de la inmensidad del amor que le profesaba. Se habría sentido abrumado, obviamente. El defecto de Hitono era ese, amar con demasiada intensidad, lo había hecho con Kaori y ahora con él. Pero la diferencia entre el primer amor del mastodonte y su pequeño era que, ahora, su amor era más maduro y consciente, por lo mismo, era más real.

Continuaron moviendo sus labios, el pequeñín acariciaba el rostro de Hitono y entre besos, el mayor llevó a su novio a la habitación. Sabían ambos lo que venía, en realidad era algo que esperaban desde hacía mucho. No habían tenido sexo desde la graduación, por cuestiones de trámites y el llegar a la ciudad envueltos en trabajo. Cuando Hiroto se quedaba, a lo más que habían llegado era a unos cuantos besos, por ello ahora, sabiendo que por fin estarían juntos, el pequeño Hiroto no pudo evitar cuestionarse si estaba bien. Sin embargo, ni siquiera tuvo tiempo de abrir su boca para hablar, aunque sí para continuar perdido en esos labios que parecían querer succionarle el aliento.

Hitono colocó a su pequeño novio en la cama y dejó de besarlo unos breves instantes solo para mirarle con adoración absoluta. Tomó su mano, aquella que aún llevaba el anillo improvisado, prueba de su exagerada locura romántica al decir que algún día cercano se casarían, y besó el dorso de la misma, como si fuese su príncipe, su tesoro más preciado. Y lo era. Hiroto enrojeció por completo con tal acción y perdió sus dedos de la mano libre en el cabello negro del mayor. Él era la primera persona a la cuál le había dado todo. Su primer beso, su primera vez, su primera felicidad e incluso su primer llanto. Todo lo poseía Hitono, él era la persona de su vida. Las dudas ya no estaban ahí, no importaba si era demasiado joven para comprenderlo o si la vida aún tenía mucho que mostrarle. Quería conocerlo todo al lado de ese tipo que al principio era brusco, tosco, agresivo y cruel, pero que poco a poco había ido conociendo en realidad, descubriendo su nobleza, su roto corazón y su anhelo de amar y ser amado. Yo te amo mucho, susurró en su pensamiento.

                —Voy a hacerte el amor Hiroto, voy a llenar cada centímetro de tu ser con él, con mi ansia, con mi deseo… ¿Estás de acuerdo?—preguntó Hitono sin dejar de mirarlo a los ojos y el chiquitín asintió perdido en el azul de éstos.

                —Sí… sí quiero…

Se sonrieron y nuevamente Hitono se apoderó de sus labios, usando sus manos para desvestirle con esa lentitud y cuidado que solo a él le caracterizaba. No comprendía cómo podía Hitono tratarlo tan delicadamente, como una piedra preciosa. Cada vez que le besaba, cada vez que le quitaba la ropa, cada vez que acariciaba con la yema de sus dedos su piel. Suspiró en el beso y sintió como la camisa caía mientras él trataba de hacer lo mismo, de tomar iniciativa y estar activo cuando hacían el amor. Levantó con sus pequeñas manos la playera que Hitono tenía y éste lo permitió, interrumpiendo su tarea de besarle para ayudarle a quitársela.

Su respiración siempre se descontrolaba cuando era consciente de su desnudez y el rojo en su cara ya hasta parecía un insulto. ¿Cómo podía seguirse avergonzando a pesar de que ya no era la primera vez? Hitono le sonrió leyendo su mente y besó sus manos antes de dirigirlas por su cuerpo, besándolo en el acto una vez más para relajarle. Y correspondió ansioso, excitado y enamorado. Se deleitó en el tacto de la piel de Hitono, en la suavidad de sus labios que poco a poco, mientras él le acariciaba, fue descendiendo, besando sus tetillas, arrancandole suspiros y finalmente hasta llegar a su vientre, donde desabrochó el pantalón, provocando que sus sentidos, ya nublados con todo lo que se arremolinaba en su ser, volvieran al ser consciente de lo que planeaba.

                —Hitono… espera… no… eso no… me da vergüenza…

Él le escuchó, pero no hizo caso, bajando los pantalones, deslizándolos por sus piernas al igual que su ropa interior, quedando completamente desnudo frente a él. Quiso morirse de la pena, obviamente que así Hitono notaba lo excitado que se sentía. Su pene estaba erecto y sabía perfectamente cuáles eran sus planes, pero era demasiado para él. Nunca habían practicado el sexo oral entre ellos, no quería que Hitono lo hiciera primero, en todo caso, hubiese deseado ser él quien le hiciera sentir algo así. Por ello se negaba.

                —No te averguences, ya te lo dije, voy a derramar en cada centímetro de tu ser mi amor, en cada rincón. Esto es solo el principio.

Y justo antes de que el pequeñín negará con el rojo inundándole todo el cuerpo, Hitono se introdujo su pene en la boca, comenzando a succionar. Hiroto se retorció en el sitio ante la sensación tan poderosa que le provocaron sus labios ahí y comenzó a hiperventilar.

                —Hitono… no… ahh.. ahhh… para… por favor… ahh… ahh…

Pero no le obedeció, al contrario, continuó con sus movimientos. Lo sacaba, lamía el largo, jugueteaba con la punta retrayendola y cuando, después de besar con fervor sus testículos, el mayor continuó subiendo y bajando con su boca, a Hiroto ya le temblaba la voz. Tenía los ojos llorosos, era demasiado, demasiado. Sus gemiditos que expresaban que en realidad lo estaba disfrutando y su cabello, el cual, en un afán por tener algo real a lo cual aferrarse, había apretado. Hiroto tenía las manos en su cabeza y le suplicaba que se detuviera, pero con una convicción para nada creíble.

                —Solo disfrútalo… mi cielo—le aconsejó Hitono con una sugerente mirada mezclada a la ternura y el deseo. Una mirada que le removió todas las entrañas y le sumergió en el orgasmo casi al instante en que Hitono volvió a lamer su miembro.

                —No… yo… voy a… ahh… ahh… voy a…

No tuvo que decirlo, pues casi al momento se corrió en la boca de Hitono, quien tragó todo sin decir nada, ni siquiera un gesto de asco o incomodidad. Todo lo contrario, cuando Hiroto se descargó por completo, el más alto tragó y se relamió los labios, provocando que el pequeño oji-gris, aún mareado por el éxtasis, se avergonzara más.

                —Jesucristo… ¿Te lo tragaste? ¡Pero Hitono!—reclamó con el rojo en su cara y ligeros espasmos en el pecho.

                —Yo lo quiero todo de ti, ya lo sabes—respondió el gigante recostándolo debajo de él en la cama. Sentir el peso del mayor sobre el suyo comenzó a acelerar los latidos de su corazón—. Todo Hiroto, hasta lo malo. No quiero que vuelvas a tener dudas nunca más, confía en ti, sé fuerte y si tienes algo que decir, dilo.

                —Hitono…—susurró el menor, pero no pudo seguir hablando, pues el oji-azul comenzó a besarle el cuello con ansia, a pasear sus manos por sus caderas, la piel de su vientre, sus costillas y finalmente sus tetillas, sumiéndolo en más sensaciones de las que ya había vivido.

                —Escúchame… quiero saberlo. Si te sientes triste, dímelo. Si estás feliz, dímelo. Si quieres llorar, hazlo. Si tienes ganas de gritar, no te contengas. No quiero que vuelvas a reprimir nunca más tus emociones Hiroto, amo verte brillar frente a mí, amo que seas feliz a mi lado, a pesar de mis múltiples errores. Nos prometimos confianza y yo quiero que la tengas, no solo en mí, sino en ti mismo. Confía en tu fuerza, en tu valor, en tu amor, en tu ser. Yo lo hago completamente.

Mientras hablaba, destrozando las barreras y los miedos de Hiroto con el discurso dado, Hitono había dibujado en su piel cada palabra. Cada caricia era el símbolo de la sinceridad de lo dicho, en cada suspiro que el menor exhalaba y cada gemido cargado de placer, Hiroto había comprendido lo que tanto trataba de decirle. Las lágrimas se desbordaban de sus ojos por la felicidad absoluta y el éxtasis que sus labios en sus tetillas, sus manos en sus piernas y sus dedos en su interior, pues sumido en la felicidad de las palabras de Hitono, no había notado cuando éste comenzó a prepararle usando el lubricante.

Cada vez que el mayor introducía uno de sus dedos, Hiroto se mordía el labio entre gemidos y las miradas cargadas de amor que Hitono le daba lo hacían estremecerse más y más. Estaba llorando no porque doliera o fuese incómodo, si no porque él tenía razón. Se habían prometido confiar el uno en el otro, pero también era cierto que él no podía reprimir para siempre todo lo que sentía. Era dichoso cuando Hitono tomaba sus manos entre las suyas y casi murió de alegría cuando le besó enfrente de todas esas chicas. En verdad se lo preguntó entre gemidos y movimientos del mayor en su entrada. ¿En serio el creador del amor encontraba divertido tanto enredo? ¿Era porque al final, cuando todo se aclaraba, la belleza del mismo amor iluminaba el mundo? O tal vez… era porque en cada trozo de lágrima derramada por amor, había una luz de esperanza, de dicha absoluta, de fuerza, de libertad…

De vida…

Hitono desabrochó sus pantalones y se preparó para penetrarlo. Ya no podía más, se había aguantado demasiado solo porque quería que Hiroto sintiera en sus manos todo lo que él prometía. No se trataba solo de palabras, sino también de hechos y él planeaba cumplir cada una de las promesas y juramentos. De verdad iba a casarse con él si la vida se lo permitía y le protegería amándole siempre.

Se colocó el condón que obtuvo del buró de su cama casi al igual que el lubricante y la deslumbrante sonrisa aunanda a las lágrimas del pequeño fue suficiente para que su corazón muriera por completo. Y renaciera de las cenizas, como el ave fénix, como todo lo precioso y valioso de la vida. Se introdujo en él despacio, siendo cuidadoso como siempre, pues su Hiroto era tan pequeño, que un movimiento en falso podría lastimarlo. Solo cuando estuvo por completo dentro, le limpió las lágrimas con sus dedos y besó la punta de su nariz esperando a que se acostumbrara.

                —No te imaginas lo especial que eres para mi, no tienes idea de cómo le agradezco a esa loca fujoshi el que te haya metido en mi vida. Tú cambiaste tanto de mi. Y fue para bien.

                —También se lo agradezco—susurró Hiroto sin dejar de mirarle a los ojos, fundiéndose en ellos, en el azul de su mirada—. Tú también me haz cambiado, gracias por amarme.

El mastodonte estúpido sonrió y acarició su mejilla con ternura.

                —No… gracias a ti.

Sus corazones latieron al unísono y esa fue la señal que necesitaron. Hitono comenzó a moverse en su interior, envistiendo con cuidado pero con intensidad también. Hiroto se aferró a sus brazos y comenzó a jadear envuelto en el placer de los movimientos de su novio. Entraba y salía de él con delicadeza, con tanta dulzura, pero también con ganas, con desenfreno, dándole satisfacción a cada deseo, gruñiendo al sentir cómo el menor le apretaba y extansiándose ante el rostro de su pequeño, el cual se contraía a cada estocada. Sus lágrimas salían sin control y la voz se le secaba de tanto suspirar y gemir.

Pero no dejaba de mirarle, no dejaba de sonreír ante la felicidad que sentía, ante lo placentero que era hacer el amor y olvidarse de los miedos. Solo ser ellos dos y sus respiraciones acompasadas. Hitono siguió moviéndose hasta que los sentidos poco a poco se le nublaron ante el orgasmo futuro y aumentó la velocidad arrancándole a Hiroto un agudo gemido que seguramente se escuchó en toda la cuadra. Pero la vergüenza no tenía cabida en ese momento, así que tal como le había dicho Hitono, no se reprimío y nuevamente se tomaron de las manos, se dijeron con la mirada que estaban a punto de terminar y se pusieron de acuerdo, permitiendo que el placer, la dicha, el gozo y el amor, se derramaran de sus cuerpos al mismo tiempo.

Hiroto se corrió en un gemido demasiado erótico y Hitono lo hizo también con la voz ronca por la excitación. Cuando sus respiraciones comenzaron a volver a la normalidad, se besaron con desenfreno, felices de estar juntos una vez más. Enamorados como debió ser desde el principio, enamorados como esa fujoshi acosadora había destinado desde el primer instante en que los vio.

Como ella siempre lo predijo.

****

Llegaron a la universidad en su moto, nuevamente, pero esta vez quien les increpó fue la fujoshi amante de las puercadas y el morbo. Les sonrió de forma deslumbrante y ambos se sintieron extraños con ese comportamiento. Al caminar entre las facultades, las chicas del día anterior se les quedaron viendo y, como si el pequeño Hiroto hubiese dado un nuevo paso hacia la madurez que tanto ansiaba, sin miedo ni vergüenza alguna tomó la mano de Hitono entre la suya, entrelazando los dedos y brillando para él, como siempre lo hacía.

“Oh sí… ardan perras” replicó Hiro-chan con satisfacción y Kobashi lanzó un gritito de fangirl mientras comenzaba a tomar fotos de la situación.

                —¡Kya! ¡Ustedes son tan hermosos que un día de estos me matarán! ¡Es seguro!

                —Esperemos que ese día llegue pronto, fujoshi enferma—ironizó Hitono y Hiroto apretó su mano con fuerza en señal de regaño. Hiro-chan bufó empalagado con tanta dulzura, pero también sonrió.

El mundo entero quizá podría haber cambiado, pero habían cosas que nunca se modificarían. Y una de ellas, era la euforia que recorría cada partícula de su ser cuando tomaba la mano de Hitono entre la suya. Como si fuese solo suyo, como si él lo hubiese elegido.

Y así era.

Notas finales:

El "ardan perras" de Hiro-chan lo copié de un amigo mío, me gusta como suena jajajaja

Si sobrevivieron a la cursileria de este par (y al encanto del pequeño Chihuahua nervioso estando muerto de celos) entonces les felicito, espero de corazón que les haya gustado, ahora mismo me pongo a responder reviews, juro y perjuro :D

La palabra clave del próximo capi que será el viernes si no me equivoco es: PERVERTIDO

Yo sé que lo descubriran, me han mostrado lo obvia que soy jajaja

Nos vemos el viernes, los amo mucho!!! :D


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