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Extra-Fujoshi por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Que el yaoi esté con ustedes... que así sea!!

Lamento mucho la hora, en verdad no fue mi intención llegar tan tarde. En mi defensa diré que había mucho tráfico, en serio que sí.

Muchos hicieron sus apuestas y pues ya que estamos diciendo la verdad, la mayoría especuló bien. 

Dos palabras: Izumilovers... Gócenlo!!!

Oh yeah!!! Mi amor Izumi vuelve con todo su toque. La verdad es que me da un poco de pena, espero haberlo hecho bien, sino, pues péguenme con su desprecio :S

Los amo mucho y muchas gracias :D

Capítulo 8- Ojos de cielo.

 

Aclaración: Este capítulo se ubica un poco después de “Fujoshi de mi corazón”, enfocándose en otra pareja protagonista de la misma. Izumi Kou y Misaki Takaba. Han pasado varios meses desde el epílogo de la historia, por lo que algunos personajes ya no están, pero otros sí.

****

Si alguien le hubiese dicho algunos años atrás que en su cumpleaños número 18 estaría atado a una cama con una cinta negra de dudosa procedencia, el corazón roto, mucho coraje y un castaño de ojos verdes con anteojos mirándole con indiferencia, le habría dicho que era un loco psicópata. Y por supuesto, no le habría creído, eso era lógico, pero la realidad era que, estaba en esa situación y lo peor de todo, muy probablemente fuese su culpa.

Todo había comenzado unos días previos a su cumpleaños. El rubio Misaki había notado algo extraño a su novio Izumi Kou, el chico callado y sin “emociones” que en realidad le gustaba mucho. Había cuestiones que nunca se borraban a pesar de los años, y para Misaki, ya era casi costumbre el hecho de que Yuu hiciera vivas y fiestas durante una semana antes de su cumpleaños. Lo irónico del asunto era que Ren hacía lo mismo. Cada vez que lo pensaba, giraba los ojos. Ese par sin duda estaba destinado desde el principio, mira que hacer lo mismo durante doce años y no percatarse de ese punto en común. Eran idiotas, se explicaba de esa forma.

Por ello, aunque tales fiestas le hicieran feliz, esos días no lo había estado, todo lo contrario. Estaba de mal humor. Yuu le recibía todas la mañanas con confeti y papeles de colores, además de un pequeño panqué que llevaba cuenta regresiva. Cada día el número retrocedía. Misaki trataba de sonreír para hacer feliz a Yuu y él miraba ceñudamente  a su novio, quien ni siquiera le había preguntado qué iban a hacer ese día. Empezaba a tener la sospecha de que Izumi lo había olvidado y aquello le mataba. Él se había esforzado en hacerle su autoretrato, siempre presente en la fecha en que su amado había nacido. Aunque en ese momento no lo amara mucho y tuviese ganas de retorcerle el cuello.

Ren y sus fiestas no hacían nada por mejorarlo. Claro que no. El capitán del equipo de natación le regalaba toda clase de dulces, de aquellos que eran sus favoritos. En las épocas en las que estaba enamorado de él, su semana de cumpleaños era su favorita por esa razón, porque Ren y Yuu le hacían sentir tan especial. Y ahora, no lo estaba disfrutando, quería morirse y al mismo tiempo darse una paliza a sí mismo, quizá solo eran ideas suyas e Izumi solo le felicitaría el día específico.

Pero sus dudas eran mayores que su cordura y ahí fue cuando todo empezó a irse al traste. Le espió como el enfermo mental que era, comenzó a acosarle, siguiéndole a todos los sitios que iba cuando no pasaban el tiempo juntos. Al principio, al ver que Izumi se detenía en librerias y algunos puestos de revistas, además de centros comerciales y pastelerías, se sintió estúpido por hacer algo así, creyendo ingenuamente que quizá le tenía una sorpresa. Pero su corazón murió por completo cuando lo vio entrar a una Sex-shop del brazo de una chica de cabellos color miel.

Era imperdonable, a parte de que el muy bastardo se olvidaba de su cumpleaños, le era infiel. Por la misma razón, cuando el gran día llegó, Misaki estaba demasiado deprimido y molesto. Era lógico que algún día ocurriera algo así, pues tarde o temprano Izumi se cansaría de él, pero una parte de su ser, enamorada como idiota de Izumi, le decía que él nunca le dejaría porque le había demostrado con anterioridad que le amaba. Contuvo las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos y, una vez que pudo ver a Izumi en el almuerzo, tomó una decisión sabia según él, pero que en realidad era producto de sus complejos y conclusiones equivocadas.

Terminó con él, le dijo que era mejor que se separaran porque al parecer, ahora tenían intereses diferentes. Cuando lo dijo, su corazón se rompió por completo e Izumi solo encogió los hombros asintiendo. Aquello le dolió más, probando su teoría de que ya no le amaba. Sin embargo, antes de que huyera superado por la horrorosa sensación en su pecho, el castaño de anteojos tomó su brazo con demasiada fuerza y lo secuestró, sacándolo de la cafetería sin decir nada.

Así fue como al final, terminó en esa situación, atado de manos en la base de la cama. Izumi no mostraba ninguna emoción en su rostro y solo negaba sin parar mientras lanzaba un suspiro frustado.

                —No me siento cómodo recurriendo a esta clase de métodos, pero no me dejas opción—explicó y Misaki entrecerró los ojos más molesto mientras se removía tratando de zafarse.

                —¡Claro que hay otra opción idiota! ¡Desátame! ¡Hazlo ahora!

                —Lo lamento, pero no lo haré hasta que te disculpes.

El rubio se quedó quieto en su sitio sin entender a qué se refería.

                —¿Disculparme? ¿Por qué?

                —Por terminar conmigo movido por una tontería—respondió Izumi mirándolo detenidamente—. Generalmente te habría dejado ir, porque como ya te lo he dicho, solo quiero tu bienestar. Pero hay una enorme diferencia entre felicidad y capricho. No voy a consentir éste.

Si ya bastante molesto y deprimido se sentía con todo lo ocurrido en ése, precisamente su día, escuchar ese tipo de palabras en Izumi aumentó ambos sentimientos en su corazón. Retorciéndose con fuerza para tratar de ser libre, sin lograrlo, Misaki comenzó a expulsar todo lo que le aquejaba.

                —¡No es un jodido capricho! ¡Eres una mierda! ¡Y estoy enfadado por una razón válida!

                —¿Qué tan válido es terminar con tu novio solo porque crees que éste olvidó tu cumpleaños? Tú lógica es innegable Misaki—ironizó el mayor sin moverse de su sitio, disfrutando en cierto modo el verlo así de desesperado.

Quizá Izumi no lo dijera en voz alta, pero amaba muchísimo el huracán que era el chico, aún si el mismo le provocaba destrozos en su cosecha. Vale, era una pésima analogía, pero le gustaba.

                —No te burles de mi—contuvo las lágrimas que quería derramar, pues Izumi acababa de admitir que lo había olvidado—. ¡Lo hiciste! ¡Y lo peor! ¡Me fuiste infiel! ¡Quiero que te mueras por eso! Si sabías que te ibas a terminar hartando de mi… ¿Para qué hiciste que me enamorara de ti? Todo era mejor cuando yo amaba a Ren, por lo menos mi corazón no estaba así de roto. Te odio, odio lo que me has hecho—terminó confesándo con las lágrimas ya desbordadas.

Izumi giró los ojos y torció la boca. Los ojos llorosos de Misaki no le permitieron observar todos esos gestos y el castaño se acercó a él, colocándose encima para poder limpiar sus lágrimas y acunar su rostro en sus manos mientras negaba, al estilo de un profesor enfadado con su alumno.

                —Ahora sí me has hecho enojar—besó sus labios fugazmente y Misaki no pudo evitar corresponder el beso a pesar de lo doloroso que pudiese ser—. ¿De dónde sacaste que te fui infiel?

                —Te seguí y te vi con una chica… entrar a una Sex-shop…

El oji-verde enarcó una ceja y se alejó de él cruzando los brazos.

                —¿Así que lo viste? Interesante—se acarició la barbilla y le sonrió perversamente, como solo Izumi solía hacer cuando pensaba en algo pervertido—. Sólo para que lo sepas, no te engañé con nadie y obviamente no olvidé tu cumpleaños. De hecho, planeaba hacer muchas cosas. No estoy acostumbrado a ser efusivo con la gente, pero pensé que por ti lo valía. Así que intenté comprarte un pastel, busqué algún regalo que fuese de tu agrado y al final, pensé que lo mejor sería algo que tú disfrutaras.

                —¿Y qué mierda esperabas encontrar para mí en una Sex-shop y con una chica?

El mayor abrió uno de los cajones y obtuvo de él una bolsa blanca de regalo. La abrió y le mostró el interior mientras explicaba como si fuese lo más normal del mundo.

                —Esto. Es un kit de juguetes sexuales, incluye un lubricante. La chica iba conmigo porque yo no sabía cómo usarlo y ella me explicó. Eso fue todo—Misaki enrojeció con semejante explicación y antes de que soltara otro insulto por su forma tan directa de hablar de algo como el sexo, el castaño negó interrumpiéndole—. ¿Lo ves? Pensaba en ti y lo único que obtuve a cambio fue que terminaras conmigo y me compararas. Por ello estoy muy molesto, así que lo lamento Misaki, pero voy a tener que castigarte.

                —¿De qué estás…?—sus ojos se ensancharon al ver a Izumi obtener del paquete una enorme cinta negra. La cortó frente a él y la colocó en su boca, dejándolo imposibilitado para hablar.

Aquello obviamente provocó que comenzara a moverse con mayor frenesí, luchando por ser libre. Estaba enfadado, ese tipo era un maldito pervertido, pero lo peor no era eso, sino que la situación, lejos de espantarle como debía, estaba provocando en él sentimientos extraños. Casi se sentía lleno de adrenalina, emocionado, ansioso…

Excitado…

Tragó seco en cuanto Izumi se colocó encima de él y comenzó a desabrochar su camisa. Al tener las manos atadas, era imposible quitársela, pero bien valía la pena, porque al parecer, el objetivo de ese enfermo no era desnudarle como creyó. Tomando la bolsita de regalo, obtuvo de ella un contenedor extraño, el cuál roció en su pecho. Misaki no entendía qué era eso y la sonrisa perversa de Izumi le hizo comprender que era mejor no saber. El chico se relamió los labios y después lamió su dedo índice, todo para comenzar a juguetear con sus tetillas.

La sensación que se apoderó de su cuerpo fue completamente diferente a lo que alguna vez Izumi le había provocado. Eso era demasiado extraño, él no se excitaba así de rápido. Solo era su dedo y en una porción de su piel. Odiaba admitirlo, pero Izumi le había hecho caricias peores. No comprendía por qué algo tan simple lo estaba volviendo loco. Como si pudiese leer su mente, Izumi le explicó lo que ocurría.

                —Es un spray estimulante de feromonas, venía en el paquete. Al entrar en contacto con tu piel, ésta lo absorbe y hace efecto casi al instante.

¡Me drogaste! ¡Hijo de…!

No pudo terminar la oración en su cabeza, pues Izumi presionó con su dedo el pequeño botoncito, obligándolo a retorcerse. No podía gemir porque tenía la boca tapada, pero sus quejidos se escuchaban perfectamente y la expresión en el rostro del mayor era tan serena, tan tranquila, como si Izumi fuese un niño de 10 años que tiene un juguete nuevo, pero no demuestra su emoción. Quería golpearlo, si continuaba jugando así con él, iba a terminar corriéndose y aún no le hacía gran cosa. ¿O es que acaso ese era su castigo? Ponerlo al borde de la locura, excitarlo hasta morir y no complacerlo. Empezó a temblar.

Sus miedos se confirmaron cuando Izumi usó ambos dedos para juguetear con sus tetillas, hasta pellizcarlas. El éxtasis fue tal, que se corrió sin poderlo evitar, gritando o al menos intentándolo, al estilo de un verdulera. El castaño se percató de ello y no hizo ningún gesto. Aquello le hizo delirar. No tenía idea de qué estaba planeando, eso le encendía más que cualquier cosa. ¿Qué podía esperar de él? ¿Cómo estar listo?

                —Me parece que es tiempo de ver qué más hay en la bolsa—se preguntó y miró en el interior de la misma sacando un objeto redondo, al estilo de un aro. Le miró con escrutinio y recordó—. Según la chica… esto va… mmm… ya recordé.

Antes de que pudiese esperarlo, Izumi bajó sus pantalones, despojándole de su ropa interior. Estaba todavía tan perdido en las olas de placer del primer orgasmo que no pudo preveer lo que haría. Solo cuando sintió el aparato en su pene y a Izumi presionando un mini control remoto, la tierra entera tembló. Esa cosa vibraba, por mucho que hubiese querido mantener su orgullo, ya no pudo y las lágrimas de goce absoltuo inundaron su cara, además de sus quejidos atrapados en la cinta que tapaba su boca. Se retorcía sin parar e Izumi solo contemplaba la escena.

                —Parece que te agrada—aumentó la intensidad del aparato y el rubio cerró sus ojos embargado en la poderosa sensación.

Dios mío, esto tendría que ser ilegal, sentirse así de bien tendría que ser ilegal, se dijo perdido en sus obnubilados pensamientos. Ya no podía más, era tan delicioso que simplemente apretó sus puños atrapados y se corrió de nuevo. Izumi frunció el ceño negando y le quitó el aparato.

                —No me agrada, quiero escucharte, me parece que te quitaré la cinta.

Misaki asintió deseoso de que lo hiciera y el castaño la arrancó con cierta brusquedad. Lo primero que hizo una vez que su boca estuvo libre fue jadear recuperando el aliento ante el segundo orgasmo. El mayor sacó de la bolsa un vibrador negro y lo analizó tratando de recordar cómo se usaba. El oji-azul negó rápidamente y con la voz temblorosa por la excitación le suplicó:

                —No… Izumi… por favor… detente… no quiero eso…

                —No dolerá, te lo prometo—le tranquilizó con una ligera y casi imperceptible sonrisa, pero Misaki continuó negando.

                —Izumi… te lo suplico… no quiero eso… te quiero a ti… solo a ti…

Por un breve instante le miró con tanta ternura que su corazón casi se salió de su pecho, pero entonces negó y encendió el aparato, colocándolo en su entrada con cuidado. El rubio comenzó a gemir con ganas, tanto que su garganta ardía. Se sentía bien, claro que se sentía bien, pero no quería eso en su interior, al único que anhelaba era a Izumi y ahora, en ese preciso instante comprendía cuál era el castigo. Izumi intentó penetrarle con el vibrador y Misaki negó con más fuerza, aún si la parte masoquista de su ser suplicaba por ser penetrado por eso.

                —Yo… Izumi… perdóname… pero por favor… no… perdóname… perdóname…

Izumi se detuvo y comenzó a negar limpiando sus lágrimas, besando su rostro con demasiado fervor. Arrojó lejos la bolsita de juguetes y lo acunó en sus brazos mientras él mismo desabrochaba su pantalón y entraba en él, con el cuidado de las piedras preciosas o los alfareros. Como cuando sabes que algo es preciado y quieres evitar el más mínimo movimiento brusco.

                —Lo siento… me dejé llevar…—se explicó mientras Misaki sonreía, feliz de que fuese él quien lo hiciera. Le miró con dulzura, como solía mirarle él y también negó.

                —Está bien, entiendo que fui caprichoso, obviamente no quería terminar contigo. Te quiero, muchísimo, no puedo tolerar la idea de que algún día dejes de quererme. Y cuando creí que habías estado con otra persona, quise morirme.

Izumi comenzó a moverse en su interior, arrancando más sonidos en su boca y lágrimas, pero de felicidad absoluta. Sostenía sus caderas con sus manos, tratando de que con ello sus movimientos fuesen más profundos. Besó sus labios, sus mejillas y sus lágrimas, todo con brusquedad y paciencia, haciendo que su corazón se fragmentara en pequeñas partículas que podía ver detrás de sus párpados cuando cerraba los ojos.

                —Eso no va a pasar, yo nunca me hartaré de ti, entiéndelo bien—habló el castaño y acarició su cabello con delicadeza hasta que su mano llegó a su barbilla, pasando por su mejilla—. Y si llegara a pasar, no habría problema, todo lo que tengo que hacer es volverme a enamorar de ti… eso es sencillo.

Continuó envistiéndole con fuerza y Misaki continuó jadeando, mordiéndose los labios, perdiendo el alma en cada suspiro, en cada estocada que le arrancaba gemidos y le llenaba de dicha, placer y deleite. Las palabras del Cuidador de Aves le atravesaron y deseó poder ser libre para abrazarlo, para demostrarle lo emocionado que estaba. Aunque, nuevamente leyó su mente, pues levantando sus piernas para profundizar su unión, Izumi lo abrazó con fuerza y Misaki no pudo más, perdió el sentido y cómo único recurso, solo cruzó sus piernas detrás de él.

                —Ahh… Izumi… yo… me voy a… no puedo… más…

                —Está bien, hazlo… solo recuerda… la próxima vez que termines conmigo por una necedad, amarrarte no será lo único que te haga… tenlo en cuenta…

Él asintió y se apoderó de su boca con frenesí para besarle con todo el fervor que poseía. Misaki removió sus manos con fuerza, de verdad deseaba abrazarlo, aferrarse a él mientras alcanzaba el clímax y su convicción fue tanta, que al final la atadura cedió rompiéndose. Estrechó a Izumi con sus brazos ahora libres mientras se corría jadeando con ganas en su oído. Aquello fue suficiente para que también el castaño alcanzara el orgasmo corriéndose por primera vez en su interior.

El sueño se fue apoderando de él en ese preciso instante y por más que intentó tener los ojos abiertos, no pudo. Cayó rendido entre sus brazos y medio escuchó que Izumi decía algo, pero no pudo captarlo por completo.

Aunque en su subconsciente quedó grabado un “Te amo”.

****

Comían el pastel que Izumi había comprado.

Seguían en su habitación obviamente. Después de dormir por horas, presa del cansancio y el engarrotamiento de sus músculos, Misaki había despertado buscando a Izumi entre las sábanas. Se sentía algo ridículo con semejante comportamiento, pero no podía evitarlo, casi juraba escuchar la voz de la mosca de Kotori diciéndole “Igual y sí eres tan cursi como aseguras no ser”. Quiso golpearlo imaginariamente y cuando se percató de que Izumi había adornado la habitación y tenía múltiples regalos encima de la cama, se tuvo que tapar la boca de la emoción.

Por supuesto le preguntó por qué tantos regalos y el castaño de los ojos verdes había explicado que al no hallar el regalo adecuado, había terminado comprando todos. Su corazón se hinchó por completo con semejante respuesta y le regañó por hacer semejante gasto innecesario. “Se trata de ti, no es innecesario” había sido su respuesta.

Después había traído el pastel, de durazno su sabor favorito y con una vela que, graciosamente, tenía la forma de un canario. Misaki sonrió por la broma privada y sopló pidiendo un deseo un tanto egoísta, como solía ser él, el cual le hizo sonrojarse violentamente. Izumi besó el dorso de su mano y le instó a que abriera sus regalos. Había ropa, dulces, algunos libros, un estuche de pinceles y acuarelas, además de colores pastel y lápices de dibujo; también compró un nuevo objetivo para su cámara que seguramente le salió en un ojo de la cara y flores. Sí, el cursi ridículo seguramente se había estado juntando con esa mosca estúpida, había flores. Si bien, él no era de detalles románticos, no mentiría al decir que no se emocionó con todo.

Estaban comiendo su segunda rebanada de pastel cuando, de reojo, Misaki observó la bolsa de regalo con esos “juguetes pervertidos” y enrojeció con intensidad al recordar todo lo ocurrido. Dios mío, soy un enfermo, se dijo algo alarmado e Izumi leyó la línea de sus pensamientos, disculpándose en el acto.

                —Lo lamento, en serio me pasé con eso.

Le miró sin entender. ¿A qué se refería? Él había sido el sucio enfermo que se había excitado desde el momento en que se sintió amarrado y ahora era Izumi quien se disculpaba. ¿Por qué lo hacía? ¿Cuál era su error?

                —¿De qué estás hablando?

                —De eso—señaló la bolsa—. Mi intención había sido que disfrutaras un poco, he leído que en las relaciones hacer ese tipo de cosas las estimula para salir de la monotonía y pensé que, como era tu cumpleaños, te agradaría. Pero solo logré hacerte llorar y no me medí, perdí el control de mis emociones. Discúlpame por eso.

                —¿Tú perdiendo el control de tus emociones? Me cuesta creerlo—ironizó el rubio y entonces fue consciente del resto de su discurso. Comenzó a negar con fuerza al entender por fin el motivo de todo su comportamiento—. No Izumi… yo… no lloré porque me hubiese desagradado…—sintió la vergüenza en el rostro, pero debía ser sincero—. La verdad es que… me gustó… mucho… solo hasta la parte del vibrador o esa cosa…

Lo sacó de la bolsa y al contemplar bien el aparato, se estremeció ligeramente. Izumi lo tomó en sus manos para analizarlo casi del mismo modo en que él lo había hecho y resolvió sus dudas.

                —Te asusta… ¿Verdad?

                —No es eso—rebatió de repente y casi juró explotar por lo que estaba por decir. Oh joder. ¿Por qué Izumi lo orillaba a decir cosas de ese tipo?—… es… es que no quiero nada dentro de mí que no seas tú… solo a ti te quiero… ahí…

Mierda, mierda, mierda… ¡Qué jodida vergüenza! ¡Izumi pervertido y sucio! ¿Por qué me haces decir tantas barbaridades! El castaño sonrió, contrastando su pena y se acercó hasta que sus rostros quedaron frente a frente. Le dio un rápido pero profundo beso mientras tomaba sus manos entre las suyas, las cuales besó una vez que liberó sus labios.

                —De acuerdo… algún día lo volveremos hacer… sin eso… es solo que… de verdad me enfadé…—acarició su mejilla con ternura y, aunque trató de ocultarlo muy bien, Misaki pudo leer la ansiedad. Era demasiado nuevo para él, ultimamente Izumi estaba demostrando demasiadas emociones, como jamás lo había hecho y mentiría si dijera que eso no le abrumaba. El oji-verde hizo su pregunta regresándolo a la realidad—. Misaki… yo… necesito saber algo… ¿De verdad te arrepientes de haberte enamorado de mi? ¿Hubieses deseado seguir enamorado de… Ren?

Todos los radares del rubio Misaki se dispararon. Rememoró las palabras dichas en sus momentos de enojo y encontró el momento exacto en que dijo tales estupideces. Dios mío. ¿Por qué era tan venenoso cuando estaba molesto? Se apresuró en abrazar a Izumi, aún con el dolor en su cadera y negó con fuerza, sintiéndose un verdadero idiota caprichoso.

                —No, no, no Izumi. No hagas caso a los desvaríos de un tarado enfadado, no es así. No me arrepiento, no podría hacerlo. Enamorarme de ti es lo mejor que me ha podido pasar. El amor que siento por ti es completamente distinto al que sentí alguna vez por él. No tienes idea de lo mucho que le supera. Soy feliz cuando tomas mi mano, cuando, entre momentos de tranquilidad, me miras fugazmente. Perdóname por hacer tanto drama este día, lo entiendo, soy de lo peor.

                —No eres de lo peor, eres humano. Creo que ya te lo he dicho, pero incluso amo esa parte de ti tan inmadura y egoísta—se levantó de la cama para ir directo al escritorio, donde tenía varios libros y algunas tareas atrasadas. Misaki le miró con curiosidad y el castaño encontró un pequeño sobre color azul cielo, el cual tomó en sus manos y llevó consigo hasta estar juntos de nuevo.

                —¿Qué es eso?—no pudo frenar su curiosidad, por mucho que lo hubiese intentado.

                —Digamos que los regalos no se han terminado…—besó su frente y colocó el sobre en sus propias manos—. Este es mi regalo final, espero que te agrade.

Al estilo de un niño en navidad, Misaki abrió el sobre desesperadamente y obtuvo un papel del mismo color con algo escrito. Con la mirada le preguntó a Izumi si podría leer y éste asintió.

Ojos de cielo.

 

Ojos de cielo que posee tu rostro

son tan bellos como el amanecer

para mi son tan fáciles de querer

ojos de cielo que adornan tu rostro.

 

Si algún día tú dejaras de quererme

ojos de cielo solo tendría que reconquistarte

y si fuese yo el que dejara de amarte

ojos de cielo solo tendría de ti reenamorarme.

 

Ojos de cielo que representas pureza

eres mi amor, mi vida entera

eres tan brillante como la primavera

eres tan único como la misma belleza.

 

Eres tan libre ojos de cielo.

Eres tan mío ojos de cielo celeste.

¿Por qué el amor es tan necio ojos de cielo?

¿Por qué se empeña en intentar poseerte?

 

Ojos de cielo de los que estoy enamorado

ojos de cielo que siempre amaré

yo no puedo detenerme, me haz hechizado

con esos ojos de cielo que siempre anhelaré.

 

Amo perderme en tu cuerpo, en tu desnudez.

Ojos de cielo que me miran de forma tan preciosa

te deseo tanto, tu aroma, tu calidez

te deseo tanto a tí... creatura divina y hermosa.

 

Te amo tanto ojos de cielo

espero que algún día lo puedas comprender

sólo contigo mi corazón está vivo, ojos de cielo

sólo contigo... ojos de mi querer.

Si Misaki seguía vivo era de puro milagro, en verdad que sí. Sus manos, si no es que todo su cuerpo, temblaban sin parar. El rojo de su cara ya era algo obvio y su ritmo cardiaco estaba por las nubes. Se sentía como una colegiala enamorada, era demasiado para él, tenía ganas de brincar y saltar de alegría y al mismo tiempo enterrarse en el hoyo más profundo para ocultar la bruma de tantas emociones. No lo pudo evitar y se lanzó a los brazos de Izumi escondiendo su cara en su pecho.

                —¿Por qué eres así Izumi? ¿Por qué te empeñas en hacerme sentir así? Dios… vas a matarme… ¿Cómo es que lo logras?

Izumi ladeó el rostro sin entender sus palabras, pero también rodeó su cuerpo con sus brazos.

                —No te entiendo. ¿Te desagradó? Pensé que si tú me habías hecho un autoretrato, yo podría intentar escribirte un poema. ¿De verdad es tan malo? Mira que escribir no se me da muy bien, soy más un tipo de lectura…

                —Oh por el amor de Dios Izumi—le interrumpió con el ceño ligeramente fruncido. ¿Era en serio?—. Solo cállate y bésame.

No tuvo que persuadirle tanto. El más alto levantó su rostro, el cual aún seguía sonrojado y besó sus labios como siempre lo hacía, con esa mezcla de pasión, ternura y desenfreno que tanto le caracterizaban, con ese sello tan particular que Izumi poseía. Hicieron a un lado todos los regalos y nuevamente se recostaron en la cama, besándose sin parar, usando sus manos para acariciarse. Misaki aferraba al oji-verde con sus manos en su cuello y muy en el fondo de su corazón, guardó esas palabras tan hermosas que eran prueba viviente de que, aún si algún día su amor moría, era seguro que éste renacería. Porque Izumi tenía la capacidad de hacer que las cosas, las personas y todo a su alrededor, recuperaran la esperanza, la fe y la felicidad.

                —Voy a hacerte el amor otra vez Misaki… ¿Puedo?—preguntó el Cuidador de Aves y el rubio le miró mal. ¿Por qué hacía semejantes preguntas? Era obvia su respuesta.

                —Siempre puedes—respondió aferrándolo más a su cuerpo y volvieron a besarse con mayor intensidad.

                —Feliz cumpleaños Misaki… te amo—dijo firmemente Izumi Kou, sin ningún rastro de duda y Misaki sonrió como un idiota ante la declaración.

                —Gracias… también te amo.

Y era una certeza. Posiblemente ambos tenían mucho que aprender sobre cómo estar en una relación, pero lo más importante, sus sentimientos, predominaban, y ya con eso, tenían media batalla ganada.

Si no es que toda.

Notas finales:

No sé qué me dio más vergüenza, si la sesión de sexo desenfrenado y sadomasoquista (nah exageras) o el poema, juro que el poema me hace sentir abochornada //OvO//

Pero no sé, díganme loca pero creo que Izumi se ha vuelto más intenso jajaja nah!! Siempre ha sido así, sólo que nunca lo expresó jajajaja

Espero que les haya gustado y me regalen su hermosa opinión.

El próximo capi es el regalo del ganador del mini-concurso!!! Oh sí!!! Así que la palabra clave es muy fácil. Traté con todas mis ganas de pensar en una complicada y ésta fue la que vino a mi mente. No creo que sea difícil:

VETERINARIO

Aunque claro, el ganador ya sabe (eso es trampa!!)

Otra cosa más, estamos muy cerca del final de este especial. Específicamente, dos capítulos, así que la próxima semana serán los últimos. No nos sintamos mal porque... bueno... se viene la segunda temporada!!!! Oh yeah!!!

Si mis planes no me fallan la subiré miércoles 21 de Enero :D mismo horario, mismo canal ;P

(No tienen idea de cómo la espero, en serio)

Y ya me calmo, como sea, muchísimas gracias por todo su apoyo, como siempre, los amo muchísimo y los veo sin falta el martes ;)

Bye  bye :3


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