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A la mañana siguiente JongKey por Shawolx3

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Notas del capitulo:

Leean aquí es cuando se entiende lo que paso..

Doce horas antes...

—¡Oh, venga ya! Estamos hablando de inseminación artificial —dijo Krystal parpadeando con incredulidad—. Eso hace que se pierda toda la diversión.

Kibum apuró su martini y se echó hacia atrás en el mullido sofá de cuero del casino. Mientras consideraba tomarse otra copa ignoró como pudo la discusión de las otras dos damas de honor.

Parecía que les era indiferente que fuera de el  de quien estaban hablando, y de que ya hubiese tomado una decisión.

—La diversión viene nueve meses

después —replicó Yuri—: una

personita con su pijamita, su gorrito de

lana y su chupete. Y sin ninguno de los

"efectos secundarios" indeseados que

tendría tu plan.

El "plan'' de Krystal, si Kibum no lo

había entendido mal, giraba en torno a la camiseta que había doblada sobre la

mesita baja entre ellas. Una camiseta blanca que tenía escrito: QUIERO

UN HIJO TUYO.

—Porque, a ver, hablando en serio —  continuó Yuri—: imaginemos que

Kibum se la pone. ¿Quién te dice que el

primer tipo que lo aborde, atraído por

esa camiseta tuya, no tenga el virus del

Ébola o algo peor? Es una locura

practicar el sexo con un desconocido y sin preservativo y estás intentando

convencer a Kibum de que lo haga. Kibum levantó de nuevo su vaso, lo

puso boca abajo, y observó cómo se deslizaba hasta el borde la última gota

de martini. La atrapó con la lengua y

rogó por que la camarera lo interpretase

como un ruego desesperado de que

necesitaba otra copa. Y pronto.

—Eres una puritana; es patético —le

contestó krystal

—Lo que soy es una dama y por eso no voy a decir lo que eres tú —le espetó Yuri 

—Chicas, por favor —intervino

Kibum, antes de que llegara la sangre al

río—. Agradezco que os preocupéis por

mí, pero no quiero que discutáis.

No era verdad que lo agradeciese.

Habría preferido parecerles tan soso que

no hubiesen sido capaces de recordar su

nombre en todo el fin de semana y que lo hubiesen ignorado durante toda la cena.

Pero como su madre era incapaz de

guardar un secreto, toda la familia se había enterado de que iba a someterse a

una inseminación artificial dentro de dos meses, y, al llegar a Las Vegas para la boda de su primo Heechul, se había

encontrado con una tempestad de opiniones encontradas con respecto a su decisión.

—Krystal, me encanta, de verdad que me encanta esta camiseta, pero donde va a

ir es a mi baúl de los recuerdos. Y

Yuri, agradezco tu apoyo, pero... Yuri, levantó una mano para interrumpirlo.

—En realidad no es que apoye lo que has decidido hacer; pienso que deberías esperar a encontrar un marido, como el

resto de nosotras.

Los recuerdos de los dos años que había estado saliendo con Mir, asaltaron a Kibum, y sintió que el remolino de emociones descarnadas, vergüenza, ira, frustración, impotencia,

amenazaba con absorberla. No podía dejar que eso ocurriera.

Las palabras de Mir acudieron a su

mente: "Kibum, te juro que yo mismo no podía imaginar que esto fuera a pasar. De repente me di cuenta de que seguía

enamorado de ella".

No iba a volver a darle vueltas otra

vez a eso, no iba a perder ni un segundo

más de su vida desperdiciando un solo pensamiento en el hombre que se había

marchado a una conferencia hablando de formar una familia con el y había vuelto casado con otra.

Se irguió y tomó las riendas de sus pensamientos. No necesitaba a Mir.

No necesitaba a ningún hombre para

tener el hijo que siempre había deseado.

Bueno, solo necesitaba a uno que

hubiese pasado cinco minutos a solas

con un vaso de plástico en un banco de

semen.

Yuri suspiró y le dijo:

—Criar a un hijo es algo muy

especial, pero, si esperas a que aparezca

tu príncipe azul, tendrás a alguien con

quien compartirlo, y será aún más dulce.

—Bueno, en realidad... —comenzó a

responder Kibum, pero Yuri  no había

terminado.

—Tú y toda la gente como tú sois el

problema que tiene nuestra sociedad. La

vida no es obtener lo que quieres en el

instante en el que tú quieres; hay cosas por las que merece la pena esperar. Pero

dicho eso, entre acostarte con un extraño

que podría tener algo contagioso y lo de

la inseminación artificial, respaldo lo

segundo.

Kibum sintió que le ardían las

mejillas de ira, pero pensó en su primo Heechul y en cómo se sentiría si sus dos damas de honor (tres contandolo a el) se pusieran a tirarse de

los pelos y se mordió la lengua.

—Ya veo. Bueno, pues gracias por.....por darme tu opinión al respecto.

A Krystal se le escapó la risa por la

nariz y Kibum estiró el cuello, intentando avistar a la camarera. Sin

embargo, lo que captó su atención fue el

hombre que pasó por delante de su mesa en ese momento con una mano levantada, como saludando a alguien.

Era guapo en el

sentido más tradicional de la palabra:

anchos hombros, atlético... La simetría

de sus facciones era tan perfecta que

habría sido un rostro casi anodino de no

ser por la boca.

Tenía una sonrisa seductora de truhán,

de esas en las que solo la mitad de la

boca se molesta en sonreír. Era la clase

de sonrisa que hacía que una mujer perdiese el norte intentando desentrañar

los misterios que escondía.

Pero Kibum ya estaba escarmentado,

y apartó la vista de la mesa en la que el

tipo se sentó con un amigo, o socio, o lo

que fuera, y giró de nuevo la cabeza hacia Krystal y Yuri... que estaban

mirándola fijamente.

Tina se inclinó hacia delante,

apoyando los codos en la mesa.

—¿Buscando un espécimen con los

genes apropiados para que haga de

donante, Kibum? —le preguntó con una

sonrisa burlona y una ceja enarcada

—.

Ese que ha pasado, ¿te parece que

podría dar la talla?

Yuri entornó los ojos.

—El traje que lleva le queda

demasiado bien; tiene que ser hecho a

medida —murmuró—. Y mirad ese

reloj, y los gemelos... Ese tipo es un

buen partido, está claro. Kibum, deprisa, cruza las piernas.

Krystal, haz que mire hacia aquí.

Kibum abrió la boca para protestar,

pero Krystal era una mujer de acción y no

se hizo de rogar.

—¡Vaya, Kibum! —exclamó—.

¡Sabía que eras gimnasta, pero no tenía

ni idea de que alguien pudiera hacer eso

con las piernas! —luego esbozó una

sonrisa insolente y se cruzó de brazos,

echándose hacia atrás en su asiento—.

No hace falta que me des las gracias.

Yuri  y ella se echaron a reír, y

Kibum se puso roja como una amapola y

bajó la vista a la mesa deseando que se

lo tragara la tierra, o que su vaso vacío

se rellenase solo por arte de magia.

 

—Puede que ahora no lo veas así,

pero estás mejor sin ella.

Irritado, Kim Jonghyun se irguió en su

asiento y removió el whisky con hielo

de su vaso con un giro de muñeca

mientras escuchaba a su mejor amigo, Choi Minho, al que conocía desde hacía

años.

—Ya. Intentaré recordármelo.

—Sekyung y tú llevabais casi un año

juntos; es normal que estés dolido.

¿Dolido? Jonghyun apretó la mandíbula.

Aquello no era lo que había esperado

cuando Minho lo había convencido de ir a

Las Vegas esa noche para que se

olvidara de todo.

—Sería un golpe al ego de cualquier hombre —continuó Minho

—, y con un ego

como el tuyo...

Jonghyun resopló molesto.

—Si vamos a hablar de egos, tú

tampoco te quedas corto.

—Sí, bueno, de acuerdo. Lo único

que estoy diciendo es que hace dos

semanas estabas dispuesto a casarte con

ella, así que no me creo que el hecho de

que te haya dejado te dé igual, como

intentas hacer ver.

Jonghyun sonrió.

—Estoy bien, Minho, en serio. Sekyung era

una chica estupenda, pero cuando me

dijo lo que tenía que decirme... me sentí

más aliviado que otra cosa.

Por el gruñido que soltó Minho era

evidente que no se lo tragaba. Y, bueno, hasta cierto punto podía ser que tuviera

razón, pero no en el sentido que

imaginaba.

No estaba destrozado porque se

hubiese acabado su relación. No podía

estarlo porque no había dejado que su

corazón pasara a ser parte de la

ecuación. Podía parecer cruel, pero era

la verdad. Y era algo que Sekyung había

entendido desde el principio.

Lo del amor no iba con él. Conocía demasiado bien lo destructivo que podía

llegar a ser, porque lo había

experimentado en sus propias carnes.

Lo que él quería era formar una

familia. La clase de familia de la que él

no había podido formar parte, aunque era lo que siempre había deseado. La

clase de familia de la que su padre no le

había considerado digno de formar parte

porque era un hijo bastardo.

Había muchas cosas sin las que había

pasado en su infancia, cosas que se

había volcado en conseguir ya de adulto:

dinero, respeto, su propia casa... y el

próspero negocio que dirigía con mano

férrea.

Sin embargo, para formar una familia

necesitaba una compañera. Creía

haberla encontrado en Sekyung, que tenía

estudios, pertenecía a una buena familia,

era una mujer con la cabeza en su sitio y

no tenía esa dependencia emocional que

mostraban otras personas. Parecía la

elección perfecta. O eso había pensado hasta el día en que, cuando estaban

comiendo, había doblado su servilleta,

la había dejado junto al plato, y le había

dicho sin alterarse que quería un

matrimonio basado en algo más que lo

que había entre ellos. Había pensado

que podría conformarse con lo que él le

ofrecía, pero se había dado cuenta de que no.

Él lo había aceptado. La honraba que

hubiese tenido el buen juicio de

decírselo a tiempo, antes de que

pronunciaran sus votos.

De modo que no, no le había roto el

corazón. ¿Que si estaba decepcionado?

Pues sí. Pero se sentía inmensamente

aliviado de no haberse casado con ella. 

 —Creo que te sientes solo, que estás

triste —continuó diciendo Minho.

Jonghyun apuró su copa y notó como el

alcohol le quemaba la garganta y ese

calor descendía hacia su estómago.

Necesitaba otra copa.

—Recuerda que hay otros peces en el

mar —añadió Minho

¿Dónde estaría la camarera?

—Como las dos chicas y el chico de esa mesa,

sin ir más lejos. ¿No las has oído?

Parece que el es un gimnasta. Seguro que es muy flexible en la cama

—dijo Minho con una sonrisa lobuna.

Jonghyun enarcó una ceja y giró un

poco la cabeza.

—¿Cuál ?

Minho se rio.

—No lo sé; lo he dicho para

asegurarme de que estabas

escuchándome. Me preocupo por ti, tío.

Jonghyun lo sabía. La amistad de Minho había sido la única constante en su vida

desde el día en que había dejado atrás la

pobreza entre la que se había criado y

había sido enviado al internado más

exclusivo de la costa este a los trece

años. El ser un hijo ilegítimo lo había

convertido en un chiquillo resentido, y

Minho había tenido la mala suerte de que le

tocara como compañero de cuarto. No le

había dado muchos motivos para caerle

bien, pero por alguna razón le había

caído bien, y se habían hecho amigos.

—Lo sé —dijo esbozando una sonrisa

—. Bueno, ¿dónde está ese gimnasta?

Dos rondas y unos cuarenta minutos

después, Jonghyun se había quedado solo

en la mesa porque Minho, que había estado

flirteando con la camarera, había

acabado desapareciendo con ella.

Se sacó la cartera del bolsillo, dejó

unos cuantos billetes en la mesa y puso su vaso vacío encima. Todavía quedaba

mucha noche por delante, y no tenía

ganas de volver. Podría ir a una

de las mesas en las que estaban jugando

a las cartas, o comer algo, o buscar

compañía. O no. Estaba de lo más

apático y...

 —Disculpe.

Jonghyun alzó la vista, pensando que

sería una camarera que se había

acercado a recoger y limpiar su mesa,

pero en vez de eso se encontró con el

Peli negro que estaba con dos amigas en otra

mesa, el que Minho creía que era gimnasta.

A juzgar por su estatura y la curvilínea

figura enfundada en un pantalon apretado

oscuro, no parecía un gimnasta. No

estaba nada mal.

—Hola —lo saludó—. ¿Puedo hacer

algo por ti?

El peli negro , de ojos gatunos,

sonrió vergonzoso.

—Verás, me he dado cuenta de que

estabas a punto de irte, y te estaría muy agradecido si me dejaras salir de aquí

contigo, como si nos estuviésemos

yendo juntos.

Vaya. Jonghyun parpadeó.

—¿Solo "como si"? —inquirió

decepcionado.

Kibum sonrió de nuevo y se pasó una mano por el cabello.

—Sí, bueno, es que mis... amigas

vieron que me fijé en ti cuando llegaste y..... en fin, no te imaginas lo pesadas que

han estado todo el tiempo, así que les he

dicho que me acercaría para ver si

estabas interesado con tal de que me dejen tranquilo.

De modo que se había fijado en él..., pensó Jonghyun, permitiéndose recorrer su

esbelta figura con la mirada. Sí, no estaba nada mal, aunque el peli negro lo reprendiera moviendo el dedo cuando

volvió a alzar la vista a su rostro.

—Ah... ah... de eso nada —le advirtió

—. Mira, eres guapo, pero yo lo que quiero es salir de aquí.

Él sonrió divertido y al girar la

cabeza vio que sus amigas estaban

mirándolos.

—No son muy sutiles.

Kibum se encogió de hombros.

—No, por lo que sé de ellas no

parece que la palabra "sutil" forme

parte de su vocabulario.

Jonghyun enarcó una ceja.

—¿Por lo que sabes de ellas? ¿Qué

clase de amigos sois?

—En realidad no somos amigos;

hemos venido a Las Vegas como damas

de honor para la boda de un primo mío.

Pero el domingo por la mañana nuestras

obligaciones de damas de honor habrán

terminado y espero no tener más trato

con ellas. Son las mejores amigas de mi

primo; se conocen desde que iban juntos a la guardería.

Ajá...

—¿Y se están entrometiendo en tu

vida amorosa porque...?

El peli negro arrugó la nariz y puso los ojos en

blanco.

—¿Hay alguna posibilidad de que me

ayudes a salir de aquí?.... —le preguntó impaciente.

 

Jonghyun se echó hacia atrás en su

asiento, y le indicó con un ademán el

que Minho había dejado vacío.

—Si quieres que resulte convincente

deberías sentarte un rato y charlar

conmigo; al menos diez minutos.

La mirada escéptica de el le dijo

que sospechaba que estaba pensando en

algo más que en ayudarlo a zafarse de

sus "amigas". Aunque no se parecía a

las mujeres que solían interesarle,

podría ser justo la clase de diversión

que necesitaba. Además, parecía el

clase de chico que no acostumbraba a

ligar con extraños, un reto, pensó,

sintiéndose cada vez menos apático.

—Vamos, solo diez minutos.

Hablaremos, flirtearemos... Me puedes

tocar el brazo una o dos veces para que

quede más realista. Y yo puedo

remeterte un mechón por detrás de la

oreja. Tus "amigas" se lo tragarán. Y

luego me inclinaré y te susurraré al oído

que nos vayamos de aquí. Quizá podría

decírtelo en un tono que te haga

sonrojarte como una amapola. Tú finges

estar nervioso y te muestras tímido, pero

dejas que tome tu mano y nos

marchamos.

La expresión de el muchachi no tenía

precio. Parecía que la había puesto

nervioso solo con detallarle el plan.

—Bueno, no sé... —balbució. Tragó

saliva y bajó la vista un instante a sus

labios antes de que volviera a mirarlo a los ojos—. Suena convincente, supongo.

Pero... ¿qué sacas tú con esto? Algo me

dice que no eres solo un buen

samaritano.

Jonghyun esbozó una sonrisa lobuna.

—Lo que yo consigo son diez minutos

para intentar convencerte de que me des

veinte. Y luego ya veremos.

Cuando el peli negro sacudió ligeramente la

cabeza, Jonghyun se sintió aún más

decidido a seducirlo. En esos pocos

minutos había estado fantaseando con

cómo sería una sonrisa sensual de

aquel de ojos gatunos, y el que fuera a hacerle

sudar para conseguir que le diera una oportunidad no lo hizo darse por

vencido, sino todo lo contrario.

—Quizá sea mejor que lo dejemos

estar y vuelva a mi mesa —dijo el peli negro —.

No soy de esos chicos a los que les van los ligues de una noche. Y aunque

estuvieses buscando algo más tampoco

estaría interesado.

El tono en que dijo eso último

aumentó la curiosidad de Jonghyun.

—¿Ah, no? ¿Y eso por qué?

El peli negro abrió la boca para responder,

pero la cerró de inmediato, y después de

carraspear dijo:

—Perdona, pero es algo un poco....demasiado personal para una primera

cita fingida que ni siquiera es una cita.

Jonghyun sonrió y encogió un hombro.

—Bueno, ¿y por qué no hacemos que sea una cita, aunque sea fingida? Ya que

estamos fingiendo, incluso podríamos

tener una segunda y una tercera cita, que

es cuando empieza lo bueno.

Los labios de el peli negro se curvaron en una

sonrisa antes de que se echara a reír.

—En serio, ¿por qué no puedes

responder a mi pregunta?

El muchacho sacudió la cabeza, y Jonghyun  vio

que estaba a punto de levantarse. No podía dejar que se fuera así después de

que se hubiera armado de valor para acercarse a su mesa.

—Espera, te acompañaré hasta la salida —le ofreció, pero el volvió a sacudir la cabeza y sonrió.

—Gracias; me las apañaré para soportar las pullas de mis "amigas" hasta que se cansen y nos vayamos.

—Como quieras. Por cierto, ya es un poco tarde para presentarnos, pero me

llamo Jonghyun —dijo él tendiéndole la mano.

—Yo Kibum—contestó el estrechándosela.

Justo en ese momento algo de color blanco apareció volando y cayó sobre el

regazo de Jonghyun. Soltó la mano de Kibum y al levantar aquella cosa blanca

con las dos manos vio que era una

camiseta. Lo que tenía escrito con letras mayúsculas le hizo parpadear.

—Pero ¿qué...?

Unas cuantas mesas más allá se oyeron las voces de las otras dos damas de honor. Miró a Kibum a los ojos y le dijo:

—Ahora no es solo que sienta curiosidad, es que necesito saberlo.

Kibum escrutó su rostro en silencio, como si estuvieran pasando mil

pensamientos por su mente, antes de claudicar con un suspiro.

—Está bien, Junghyun.

—Jonghyun —lo corrigió él.

Kibum tragó saliva.

—Jonghyun. Es verdad, perdona. De acuerdo, ahí va...

 

Notas finales:

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