Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sedúceme por Haruka Eastwood

[Reviews - 130]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, enserio mil perdones por la demora, sé que tal val quieran matarme (y me lo merezco), pero es que este capítulo me costó horrores porque no quedaba contenta con el resultado, hasta que finalmente llego la inspiración necesaria y salió esto ^w^ personalmente ame el resultado :3

¡Sin más preámbulos a leer!

Titulo: Sedúceme

Resumen: Después de una odiosa semana de exámenes, Ciel se ve arrastrado a un bar por su amigo Alois, donde por culpa de unas copas de más, demuestra su lado seductor con un moreno de atrayentes ojos escarlata. ¿Será él quien seduce o caerá en las garras de la seducción?

Categoría: Kuroshitsuji

Clasificación: No menores de 16 años

Género: Romance, Erótico.

Advertencias: Lemon.

N° Capítulos: 14 de 17

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Sedúceme

Ciel Phantomhive Pov

Capítulo 14: Nuestras lágrimas

Me deje caer sobre la cama inhalando profundamente, ya que aun podía percibir los rastros de su colonia sobre mí, haciéndome sonrojar por lo estúpido de mi pensamiento, parecía colegiala enamorada de un perro idiota, el cual tenía una molesta sonrisa llena de burla, que si bien no me molestaba, hacia que me quedara viéndole como tonto un buen rato.

Chasqueo la lengua frustrado y es que es extraño como todo ha cambiado en tan poco tiempo. Un día creí tener perfectamente definida mi orientación sexual y al siguiente me acuesto con un hombre en un bar gay, al cual no había visto en mi vida, lo peor de todo es que no me podía sacar de la mente aquellas manos sobre mi cuerpo, pero en mi momento de superación aparece y jode todos mis planes. Si bien, he comenzado una relación que va más allá de la amistad con él, no significa que haya definido exactamente lo que siento por Sebastián.

Vaya, está más que claro que no se trata de una estúpida curiosidad y es que ¿quién diablos se mete en la cama con otro hombre más de una vez por curiosidad? Al menos yo no lo aria, por ahora solo tengo una cosa clara y es que le quiero, pero sus palabras, aquel «Te amo» que me susurro me dejo en blanco, en ese momento no tenía ni la más mínima idea de que responderle.

Claro que tampoco lo podía hacer, se atreve a decirme eso cuando el maldito bastardo sigue casado con una mujer que jamás en mi vida he visto, y no es que quiera conocerla, simplemente que si realmente dice amarme tanto pues que la deje y es en ese momento en que yo pensare exactamente que siento por él. Por una parte le quiero, es un sentimiento un tanto extraño, pero no me quiero ilusionar, siento que si lo hago nada saldrá bien y tiendo a mostrarme renuente cada que estoy con él, pese a que me encanta que me abrace y me bese.

Un poco molesto conmigo mismo me levanto y me dirijo a la ducha en completo silencio, dejando que la tibia agua moje mi cuerpo y me relaje. Desde hace varios años no tenía un cumpleaños que pudiera considerar agradable, pero este lo ha sido y todo gracias al idiota de Sebastián. Normalmente esperaba a que mis padres llegaran de su viaje, cenábamos en familia, me felicitaban y aconsejaban lo que realmente era sermonearme sobre mi conducta, ya que siendo el único heredero de la fortuna Phantomhive debo estar a la altura y comportarme como es debido, no es que me molestara, después de todo nunca les he dado motivo para reprenderme ya que soy el hijo modelo.

Al salir del baño me pongo el pijama y me tiro en la cama quedándome profundamente dormido.

—¡Feliz cumpleaños!

Escucho que gritan y muy a mi pesar me obligo a abrir los ojos, sintiéndome atacado por la molesta luz que entra por la ventana y es que viendo bien, suelto intencionalmente un gruñido al percatarme que alguien ha recogido las cortinas por completo. Me siento demasiado cansado, por lo que no soy capaz de abrir los ojos, pese a que tengo muchas ganas de abrazar a mi madre, ya que hace meses que no la veía, tan solo me llamaba de vez en cuando por teléfono, aunque constantemente me enviaba varios regalos por paquetería, mismos que siguen guardados en el armario, al menos la mayor parte.

—Despierta dormilón —musita mi madre sentándose al borde de la cama, comenzando a mover mi pierna, así que termino sentándome en la cama, restregando mis ojos en un vano intento por disipar mi sueño. Estoy a punto de decir algo pero sus cálidos brazos me rodean haciendo que instintivamente me acurruque entre ellos como cuando era pequeño—. ¿Nos extrañaste? —Inquiere risueña y sin pensarlo asiento con la cabeza.

—Feliz cumpleaños hijo —dice mi padre comenzando a alborotar mi cabello.

—Gracias —bisbiseo medio dormido escuchando la risilla de mi madre.

Como cada año, me despiertan entre risas y bromas por parte de ella, ya que mi padre sigue siendo igual de serio que siempre, es bastante amable, no lo niego, pero muchas veces tiende a parecer todo lo contrario con esa actitud indiferente, tan solo pocas veces le he visto reír abiertamente.

Siempre en este día nos quedamos en casa y platicamos alrededor de la chimenea con unas galletas, pastelillos o cualquier otro acompañamiento, que a mí me viene dando igual, ya que mientras sea algo dulce para mí está bien, aunque prefiero el pastel de chocolate. Finalmente a las siete treinta nos sentamos a la mesa, para disfrutar de un banquete en conmemoración a la fecha. Según ellos es así, ya que quieren compensar todo el tiempo que no están conmigo, por eso es que este único día están todo el día tras de mí, pero siendo sinceros yo preferiría verlos más seguido y no tenerlos solo un día al año.

—Qué extraño —murmura mi padre y mamá le ve curiosa, como incitándolo a que hable—. Creí que Elizabeth nos acompañaría esta noche para celebrar tu cumpleaños.

—¡Es verdad! —Chilla mi madre con emoción—. ¿No han pensado en formalizar más su relación? —inquiere con picardía, mientras en sus ojos noto la alegría de verme con ella—. Yo quiero ser abuela —dice al fin y siento atragantarme con el agua.

—Rachel, aun es muy pronto para andar pensando en nietos, primero tendrá que terminar sus estudios y familiarizarse con el manejo de la empresa —le reprende mi padre con dulzura—. Aun hay tiempo.

—Tienes razón —concuerda ella, guiñándome un ojo—. En nuestros viajes he tenido la oportunidad de charlar con el matrimonio Middleford y son personas excepcionales, sin duda alguna su matrimonio será perfecto.

Les miro de soslayo, suspirando un poco mientras me remuevo un tanto incomodo en el asiento y es que durante todo el día he intentado evadir el tema, pero parece que al final no lo he conseguido, por lo que aclaro mi garganta llamando la atención de ambos. Realmente el hecho de que haya terminado con Elizabeth no representa ningún problema para mi, sin embargo los conozco y sé que la lluvia de preguntas acerca del motivo va a ser inevitable, incluso creo que ya los escucho decir que he hecho una locura, ya que era alguien perfecta para mí.

—Elizabeth no vendrá —informo. Por dentro espero que así dejen esto.

—¿Por qué? ¿Acaso se sentía mal? —Cuestiona mi madre, clavando sus encantadores ojos azules sobre mi persona.

—No vendrá porque… terminamos hace un par de meses —desvió la mirada observando el asiento vacío a mi lado, como si fuera lo más interesante del mundo, esperando que dejen el tema hasta ahí, ya que siempre he detestado los interrogatorios y el hecho de que sean mis padres los que cuestionen no lo hace menos fastidioso. 

—¿Pero por qué has hecho eso? Elizabeth es una niña tan linda, ¿o es qué ya tienes a alguien más? —Detesto esto.

Durante meses no se aparecen por aquí y rara vez llaman, como si el hecho saber si estoy vivo o muerto no les importara en lo más mínimo, pero justamente hoy quieren ser los padres modelo (o fingen serlo), ya que todo lo referente a mi vida parece serles de sumo interés, incluso mi padre me mira atento para ver qué es lo que diré, claro que no es precisamente el hecho de si estoy o no con Lizzy, se que lo que más le inquieta es que pudo haber hecho grandes negocios con la familia de ella, siempre y cuando nosotros estemos juntos. Así que puedo decir que le he jodido futuros contratos que involucran varios millones.

Intento evadir aquella molesta lluvia de preguntas con respuestas banales, pero no convencidos siguen insistiendo, tanto es mi fastidio que mis manos se forman en puños bajo la mesa, estoy tan cabreado que incluso me he hecho daño en las palmas de las manos, y ¿es que qué mierda les importa mi vida?

—Deberías reconsiderar tu decisión Ciel —me dice mi padre con voz severa, como si fuera más una orden en lugar de un consejo—. Con el tiempo llegaras a quererla.

—Solo piénsalo —le apoya mi madre—. Elizabeth es una mujer de mundo, tiene clase, educación y es sumamente hermosa.

—¡Basta! —Grito completamente asqueado de toda esta mierda de conversación.

—¡Ciel Phantomhive! No toleraré esta clase de comportamiento en la mesa. Siéntate —ordena mi padre poniéndose de pie.

—¡No lo hare y no regresare con ella! —Nunca grito, nunca me altero… “siempre pienso las cosas antes de decir algo”, pero hoy es la excepción—. Porque estoy con alguien ¿y saben algo? ¡Es un hombre! Su perfecto hijo es gay…

Mi padre camino hasta mi hecho una fiera y me abofeteo, me abofeteo tan fuerte que mi rostro quedo ladeado y un pequeño hijo de sangre caía por mi labio, mis brazos cayeron a mi costado sintiéndome entre confundido y dolido, para después llevar mi mano cubriendo la zona dañada. Sentía que la mejilla me palpitaba y un ardor se iba haciendo presente.

Mi madre veía toda la escena horrorizada, cubriendo su boca con ambas manos, mientras sollozaba débilmente, no sé si por la acción de mi padre o por la estúpida revelación que les acabo de hacer, (lo más seguro es que ni le importo el hecho de que Vincent levantara una mano en mi contra), aun así levante la mirada observando con odio a mi padre, quien fruncía el ceño intentando calmar su acelerada respiración.

Antes de que comenzaran un nuevo sermón, seguido de amenazas y juramentos de que todo lo que acababa de decir era producto del enojo, tire la silla tras de mí y salí del comedor directo a mi cuarto, escuchando los gritos de Vincent, quien fúrico me ordenaba regresar a la mesa. Evidentemente seguí de largo todo aquel escándalo y a grandes zancadas llegue mi habitación, dando un portazo en cuanto entre.

Quería gritar y maldecir, golpear cosas, romperlas y fue lo que hice. Frustrado como nunca antes, desquite mi ira contra todo lo que se me ponía en frente, rompiendo los espejos con el puño y arrojando cosas contra las paredes dejando escapar mis lagrimas silenciosas que rodaban por mis mejillas. Y es que no tenían derecho… no tienen ningún derecho de decirme con quien estar, a quien amar… Torpemente me recargue en la pared dejándome caer al suelo.

—Que tonto soy —murmure con una sonrisa socarrona, o eso es lo que intente.

Limpie mi rostro con el dorso de la mano, sintiéndome más vulnerable que nunca, porque un solo nombre venia a mi cabeza en estos momentos. Curiosamente lo he tenido enfrente todo este tiempo y precisamente es ahora que me vengo dando cuenta que realmente le amo, amo demasiado a ese idiota, galante y sex symbol presumido que se hace llamar Sebastián Michaelis.

—Estúpido Sebastián —balbuceé, aunque realmente no quería ofender a la persona que amo.

Soy raro, orgulloso, serio y muchas veces puedo parecer alguien arrogante y altivo, pero aún así me he enamorado de una persona que muchas veces parece mi opuesto, sin embargo somos tan similares. Cursimente diría que es mi complemente, aunque negarlo es mentirme a mí mismo y creo que ya lo he hecho demasiado, por lo que con las manos temblorosas y aun sin saber exactamente que decir marque su número.

—Contesta —pedí con el aparato pegado a mi oído.

¿Por qué cuando mas necesitas a las personas estas completamente solo? Y es que tras intentarlo seis veces deje caer el móvil. No quería hablar con nadie más, únicamente ansiaba escuchar la voz de él, de Sebastián. Sujete mi cabeza que comenzaba a dolerme horrores y cerré los ojos por lo que parece ser una eternidad, quería quedarme así, pero el sonido de unos suaves pasos me saco de mi ensoñación.

Al abrir los ojos pude ver a mi madre, quien cuidadosamente entraba, recogiendo unas cuantas cosas del suelo, poniéndolas en su lugar, para después sentarse frente a mí con un pequeño botiquín de primeros auxilios y sin decirme absolutamente nada comenzó a curar la herida de mi mano, para seguir con la de mi mejilla. No entendía que pretendía, por lo que la mire detenidamente, observando su rostro sereno.

—Debes ir a pedirle perdón a tu padre —ordenó en cuanto termino de colocarme una vendita en el labio.

—No lo hare —rete viéndola directamente a los ojos de manera desafiante.

—Estás confundido —tajo—. Sabes perfectamente que no eres gay. Así que vas a ir a pedirle perdón a tu padre por todas esas barbaridades que has dicho. —Estaba a punto de replicar cuando su dedo se poso sobre mis labios—. Sé que últimamente no hemos estado mucho en casa y te has sentido solo, pero con todo esto simplemente has logrado que tu padre decida enviarte a un internado.

La observe perplejo, y es que simplemente no podía creer lo que me estaba diciendo, sé mejor que nadie que no estoy confundido y pese a que me costó aceptarlo estoy seguro de mis sentimientos hacia Sebastián, por lo que sutilmente aparte su mano de mi rostro, levantándome y dejándola ahí.

—No estoy confundido —la encare, observando cómo se ponía de pie—. Estoy enamorado de un hombre, te guste o no.  

—Basta —me tomo de los hombros sacudiéndome un poco—. No sabes lo que dices. ¡No puedes estar enamorado de un hombre! —Enojado la aparte de mi cuerpo, no tenia caso discutir con ella porque no escucharía razones—. Estás confundido —murmuro bajito—. Eso es, solo estas confundido, por lo que te quedaras aquí encerrado hasta que recapacites.

—¡No lo estoy! —Grite tan fuerte como pude en cuanto ha salido por la puerta.

Estoy demasiado cansado, por lo que sin pensarlo me tire en la cama, cayendo en un profundo sueño.

Cuando abrí los ojos eran las ocho de la mañana, me dolía todo el cuerpo y la cabeza me martilleaba, era una sensación como de resaca aunada a la maldita hambre que sentía, debido a que ayer no probé alimento alguno.

Suspiro derrotado, probablemente mis padres han regresado a sus viajes de negocios, lo cual es perfecto para mí. Lo más seguro es que todas mis tarjetas de crédito estén canceladas y que el dinero que me dan mensualmente se verá reducido considerablemente en los próximos meses, o al menos hasta que “recapacite” o desista de mi “absurda idea de ser gay”, lo cual no va a pasar, pero no es que sea gay, porque no me gustan los hombres, únicamente quiero a Sebastián y me daría asco estar con alguien más.

Perdido en mis pensamientos bajo las escaleras hasta la cocina, con la esperanza de ver a Meyrin y pedirle que me prepare algo para el desayuno, pero grande es mi sorpresa al entrar al comedor y ver a Vincent hablando por el móvil, caminando de un lado para otro. Estoy a punto de marcharme cuando le escucho llamarme con aquel tono severo.

—Ciel, ven aquí —espeta guardando el celular en su saco. Inhalo y exhalo mirándolo fijamente sin moverme ni un ápice del lugar donde me encuentro, por lo que suspira molesto—. Hablando con tu madre hemos decidido enviarte al colegio Eiton, el cual es un internado. De esta manera no te desconcentraras de tus estudios y podrás recapacitar sobre aquella absurda idea que se te ha metido. 

—¡No puedes hacerme esto!

—Ya lo hice, así que ve preparando tus maletas.

Ya ni siquiera sabía cuál era el sentimiento que me invadía en estos momentos, por lo que antes de hacer una tontería me fui de ahí dejando a mi padre hablando solo. Simplemente tome mi abrigo y salí de casa sin rumbo fijo, tan solo camine alrededor de media hora, deteniéndome justamente en aquel café donde volví a ver a Sebastián, al entrar me senté en una mesa apartada. Pedí algo para desayunar mientras volvía a sacar mi móvil para intentar llamar al idiota de Sebastián, pero como paso la noche anterior, seguía sin contestarme.

—Ciel —escuche la voz de Alois, solo que esta vez sonaba desanimada—. ¿Qué te paso en el labio? —Pregunto alarmado en cuanto levante el rostro, mientras él se sentaba a un lado de mí.

Se veía tan afligido que incluso pase por alto el hecho de que estuviera aquí, ya que esta cafetería le queda bastante lejos, pensándolo bien, solo viene cada que necesita pensar en algo o cada que el “supuesto amor de su vida” le termina.

—Eso debería preguntarlo yo, ¿qué tienes?

—Nada —se apresuro a contestar con una sonrisa nerviosa, por lo que arqueando una ceja me le quede viendo fijamente, hasta que suspiro claramente derrotado—. He tenido problemas con Claude… bueno, algo así…

—¿Qué? —Negué con la cabeza—. Explícate.

—Él siempre ha estado enamorado de Hannah… así que yo paso a ser algo así como “la puta en turno”. —Sus ojos se cristalizaron y pequeñas lágrimas rodaron por sus mejillas—. Hace unos días los vi abrazados y él le decía que la amaba…

—No es que lo defienda, pero se nota que te ama —le di un sorbo al chocolate caliente que tenía enfrente antes de seguir ablando—. ¿Has intentado hablar con él? —Pregunte, pero por su reacción se que solo lo ha estado evitando—. Alois, ¿cómo diablos pretendes aclarar las cosas si todo lo que haces es evitarlo?

—No es tan fácil —inflo los cachetes quitándome la taza de chocolate, dándole un sorbo—. Además, aun no me has dicho qué te paso.

Solté un suspiro cansado y por primera vez en mucho tiempo le comencé a contar todo lo que me paso, sin la necesidad de que me insistiera. Desde la cena hasta la estúpida decisión de mi padre, y es que si no puedes lidiar con un hijo homosexual basta con que lo encierres en un internado pijo del cual no podrá salir. Al final prometió investigar acerca de ese colegio, aunque no tengo muy en claro, ¿para qué lo hará?

Conversamos un rato, y al menos puedo decir que me siento más tranquilo con respecto a toda esta mierda, claro que aun no sé bien qué hacer con mis padres y su loca idea de que estoy confundido, lo último que quiero es hablar con ellos, por lo que bloquee todas sus llamadas. Ahora lo único que me interesa es hablar con él, pero el maldito no me coge el teléfono. 

A eso de las ocho de la noche me siento más desesperado que nunca y es que el idiota se Sebastián jamás demora tanto en devolverme una llamada, lo peor de todo es que lo he estado llamado desde ayer, mandándole mensajes y nada. Frustrado suelto un suspiro y sigo caminando por entre las calles del centro, observando atentamente a las personas que sonríen y a las parejas que parecen divertirse, lo que me hace recordar las citas que he tenido con él, claro que es un poco diferente ya que nunca nos besamos en público… más bien es como si fuéramos un par de amigos que quieren salir a distraerse un rato.

Sonrío con nostalgia frotando mis manos frente a mi rostro para entrar en calor, ya que al parecer dentro de poco comenzara a nevar. Observo el vapor que emana mi aliento y sin pensarlo miro de soslayo un estudio fotográfico, más concretamente un enorme cuadro de una pareja de recién casados y cuyo fondo aparece una acogedora cabaña, mi mente parece volar con la idea de imaginarme a Sebastián y a mí en una foto igual, por lo que me sonrojo un poco, sacudiendo mi cabeza para olvidar aquel absurdo pensamiento y es que “dos hombres casados” es simplemente tonto.

Aun así estoy decidido a estar con él, por lo que tomo un taxi, dándole la dirección del departamento de Sebastián, aquel que alguna vez menciono que también sería mi hogar, en el camino tomo mi celular y envió un último mensaje con la esperanza de que lo vea. Al llegar me bajo y pago al taxista, pero contrario a lo que cualquiera creería me quede ahí afuera esperándolo, ni siquiera me tome la molestia de ir con el portero para que me deje pasar ya que prefería esperarlo aquí afuera, pese a que estaba haciendo algo de frio.

Cubrí mi rostro hasta la nariz, recargándome en una pared a esperar, era algo estúpido, pero tenía una enorme corazonada. Simplemente me dedicaba a ver a las personas que pasaban por ahí y como predije comenzó a nevar después de un rato, aun así no me moví de mi sitio, y aquellos pequeños copos de nieve humedecían poco a poco mi ropa haciéndome tiritar. Alrededor de las diez de la noche temblaba de frio, sin embargo no pensaba irme, no sin antes verlo.

Dirigí mi mirada al cielo… a pesar de todo el frio se veía hermoso y los copitos me daban una vista única, solté un suspiro bajando la mirada, en ese momento un carro que conocía tan bien se detuvo frente a mí y de el bajo Sebastián con la respiración agitada, al verme su rostro palideció, se quito la gabardina y la coloco sobre mis hombros, sin embargo todo lo que hice fue aferrarme a su tibio cuerpo, respirando su encantador aroma. Sabiendo que todo lo que ansiaba era quedarme así por siempre con él.

—Te amo, te amo Sebastián… —dije sin darle tiempo a decirme nada, pasando por alto las dos horas que el maldito desconsiderado me había hecho esperar—. Quiero estar siempre contigo —me aparte de su cuerpo viéndolo a los ojos, aquellos preciosos rubíes que muchas veces me miraban con amor ahora parecían confundidos, sin embargo tome una gran bocanada de aire para seguir hablando—. Mi padre quiere enviarme a un internado lejos de aquí… —musite dolido aferrándome a su saco, como queriendo buscar el consuelo que no llegaba—, vámonos de aquí, vámonos lejos… dijiste que harías cualquier cosa por mí, pero todo lo que quiero es permanecer a tu lado.

—Ciel… —me mira confuso, apartándome de su cuerpo, colocando sus manos sobre mis hombros—. No puedo… yo… Ciel, voy a ser padre, no puedo irme, no puedo dejarla, ni a ella ni a mi hijo…

—¡Mentiroso! Eres un maldito mentiroso —grite frustrado, pero sobre todo decepcionado. No podía estar pasándome esto—. Tú dijiste que me amabas.

—Ciel, escúchame —pidió con una voz tan amarga que no pude hacer más que observarlo molesto—, después de verte regrese a casa con la intención de pedirle a Beast el divorcio… pero no puedo separarme de ella, no cuando me ha dicho que seré padre… Ciel, yo —se detuvo, su voz paso a ser un murmullo lastimero, como si temiera continuar—, yo siempre desee ser padre.

Lo entendía todo. Ese momento fue el equivalente a la ruptura de todas mis emociones, de mi corazón, de mi todo y es que por más que dijera amar a Sebastián nunca podría darle un hijo de su propia sangre, después de todo ambos somos hombres, me dolía admitirlo, pero ese algo que lo aferraba a su esposa era lo único que yo no podría ofrecerle.

—No me toques —espete dolido apartando su mano de mi rostro—. No me vuelvas a tocar Sebastián Michaelis —sisee con odio, dejando que mis lagrimas empaparan mi congelado rostro.

No dije nada más, incrédulo me di la vuelta dejándolo ahí de pie. En algún momento llegue a pensar que todo era un sueño, quería despertar y ver al Sebastián sonriente que me abrazaba y mimaba, aquel que me miraba con amor y decía cosas cursis y sin sentido, aquel que me cuidaba y decía que era su niño para verme rabiar y después contentarme con besos.

Creí estar seguro de su amor, pero es que yo nunca podre competir con un hijo, porque tan solo fui su amante…

Tome un taxi para ir a casa, mientras avanzaba veía por la ventana los edificios iluminados y decorados en espera de una cálida navidad. Incluso yo esperaba una a su lado, ansiaba compartir un agradable momento y al final de la noche intercambiar regalos, algo absurdo… solo que en ese instante no lo parecía, más bien prometía ser una mágica velada.

—Ironías de la vida —mascullo sin ánimo bajándome de taxi.

Al entrar a casa Meyrin corre a recibirme, diciéndome que han estado muy preocupados buscándome, me ayuda a quitarme el abrigo, preocupada de que pueda coger una pulmonía y es que todas mis ropas están mojadas, llena de energía corre escaleras arriba y me prepara el baño, una vez listo me doy una ducha caliente, al salir me pongo el pijama y comienzo a sacar la ropa de mi armario al igual que las valijas. No tiene caso quedarme aquí, ahora todo lo que quiero es estar lo más lejos de él y de estos estúpidos recuerdos.

—Ciel, te he traído un poco de té para que entres en calor —me entrega una humeante taza, a lo que agradezco con una forzada sonrisa, bebiendo un poco del liquido, mismo que resbala por mi garganta. No puedo despegar la vista de la taza ya que unas traviesas lágrimas han empezado a resbalar por mis mejillas. Meyrin me observa atenta y delicadamente me aparta la taza colocándola en la mesita, abrazándome fuertemente—. Todo estará bien.

Me dejo hacer, y es que pese a que no sabe nada de lo que ha pasado con Sebastián sus palabras me reconfortan, como si supiera exactamente que decirme para hacerme sentir bien. Al separarme de ella le agradezco con una diminuta sonrisa limpiándome el rostro con el antebrazo. Justo cuando acabo de hacerlo entrar a mi cuarto mis padres con cara de pocos amigos, comenzando a reclamarme el hecho de que ignore sus llamadas durante el día, para que al final mi madre me apretuje entre sus brazos, susurrándome lo preocupada que estuvo.

—Ciel… escucha hijo, tu madre y yo lo hemos estado pensando —comienza mi padre de manera lenta, como si le constara continuar, pero antes de que lo haga le interrumpo.

—Iré al colegio… —anuncio con voz firme y veo a mis padres sonreír ligeramente.

Probablemente es una decisión un tanto precipitada, pero es lo último que me preocupa en estos momentos, incluso mi madre me dice que si quiero puedo esperar para irme después de navidad, pero niego con un suave movimiento de cabeza, todo lo que quiero es alejarme de aquí lo más rápido posible, por lo que al día siguiente ya tengo todo listo. Según mi padre es mejor así, ya que me voy familiarizando con todo, lo cual me tiene sin cuidado, al final partiré mañana martes, por lo que hoy le he llamado a Alois a primera hora de la mañana para vernos y poder despedirme adecuadamente de él.

En un principio le extraño mi llamada, pero le dije que en cuanto le viera le explicaría todo, por lo que al salir de casa me dirigí al café: Mayordomo obscuro. Era un raro nombre, pero el lugar era muy tranquilo, Alois no tardo en llegar, aun así en cuanto me vio corrió a abrazarme, comenzando a llorar, realmente no entendía para nada de que iba todo esto, pero al ver su mejilla roja me entraron muchas dudas. Al final me dijo que Claude quiso hablar con él, se pelearon y el maldito bastardo le abofeteo.

Vaya que ambos hermanos eran igual.

En cuanto estuvo más tranquilo le explique lo que había pasado con Sebastián y que al final si me iría a Eiton, por lo que sus ojos azules parecieron brillar y encarándome me dijo que el también se iría. Según Alois, el Faustus se quería deshacer de el mandándolo a ese internado. Tal parece que no nos íbamos a separar después de todo, por lo que ambos nos marcharíamos al día siguiente.

Tras despedirme de mis padres y Alois de Hannah tomamos el vuelo directo a Inglaterra, el cual fue bastante corto, al bajar del avión ya nos estaba esperando el chofer que contrato mi padre, por lo que subimos al auto en completo silencio. Después de todo habíamos decidido comenzar una nueva vida y olvidarnos de ese par para siempre… 

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

Notas finales:

Muchísimas gracias por leer ~♥ 

Haruka Eastwood


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).