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Sedúceme por Haruka Eastwood

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Notas del capitulo:

Hola! Finalmente les traigo el final de este fic, aunque aun faltan los finales alternativos xD, espero que les guste el capítulo y comenten D: de lo contrario esta autora llorara… TmT 

Lamento que sea un capítulo tan largo n.nU

¡FAVOR DE LEER NOTAS FINALES!

Titulo: Sedúceme

Resumen: Después de una odiosa semana de exámenes, Ciel se ve arrastrado a un bar por su amigo Alois, donde por culpa de unas copas de más, demuestra su lado seductor con un moreno de atrayentes ojos escarlata. ¿Será él quien seduce o caerá en las garras de la seducción?

Categoría: Kuroshitsuji

Clasificación: No menores de 16 años

Género: Romance, Erótico.

Advertencias: Lemon.

N° Capítulos: 15 de 17

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Sedúceme

Capítulo 15: No todo es felicidad

Su mano temblaba mientras sujeta el pequeño vaso con agua para poder tragar aquel horrible medicamento, detestaba eso, realmente lo hacía pero sabía que era sumamente necesario para estar mínimamente bien. Por ahora no quería pensar en lo que pasaría cuando estuviese postrada en una cama, conectada a un sinfín de aparatos luchando por su vida, tal y como lo había hecho su madre. Aquella hermosa mujer que se fue cuando solo tenía quince años, la extrañaba y sonreía amargamente al pensar que tendría el mismo final que ella… moriría en un cuarto de hospital, frio y deprimente. Ironías de la vida.

No serbia de nada pensar en eso ahora, por lo que su semblante se volvió a relajar mientras inhalaba profundamente, concentrándose en el pequeño ruido de su niño tras la puerta.

—¿Ya estás listo? —pregunto con una encantadora sonrisa a Alois. El rubio, curioso se asomaba por la puerta entreabierta cual niño pequeño, dando un ligero respingo al sentirse pillado, provocando la risa de Hannah—. Ven amor —le llamo extendiendo su mano a un tímido blondo que entraba lentamente a su cuarto con la mirada gacha—. Solo hay que esperar a tu padre que ya no debe tardar.

Instintivamente Alois frunció el entrecejo, no deseaba ver a ese sujeto, al menos en mucho tiempo, suficiente daño le había hecho ya y odiaba tener que despedirse de aquel que tanto ama, porque no era una despedida como cualquier otra. Alois sabía mejor que nadie que después de ese momento intentaría por todos los medios olvidar a Claude, al menos de manera romántica, después de todo aquel moreno seguiría siendo su padre le gustara o no.

—Me gustaría que solo tú me acompañaras —susurro con timidez, dándole una de sus mejores sonrisas, poniendo ojitos de cachorrito para aquella encantadora mujer que enterneció su mirada. No era fácil resistirse a la dulzura de aquel rubio, por lo que un poco indecisa decidió cumplirle el capricho a su hijo, total, no lo vería en mucho tiempo.

—Claro —concedió acariciando los dorados cabellos de su niño—. Adelántate, en un momento te alcanzo.

Alois asintió satisfecho por haber convencido a su madre, saliendo rápidamente de la habitación directo al carro que ya le esperaba para ir al aeropuerto. Solo un poco más y sería libre, libre de aquel recuerdo que lo atormenta y de aquella mentira que solo le lastima. Aunque no lo parezca ama demasiado a Hannah y se odia por engañarla, sabe que no lo merece ya que ha sido una de las pocas personas que le ha mostrado un amor desinteresado, sin embargo él se metió con su esposo, aquel hombre serio e hipócrita que al final termino jugando con los dos. ¡Había sido un completo idiota! No, aun lo era, porque se enamoro de él a pesar de que nunca seria correspondido, porque solo cumplía el papel del amante en turno. Se sentía sucio,  y ya no deseaba que su mente le atormentara cada noche, porque aunque no lo haya planeado estaba a punto de alejarse para olvidar a Claude definitivamente. «Es lo mejor» se repetía constantemente.

Mientras tanto Hannah miraba un tanto confundida como Alois salía del cuarto, sin embargo lo dejo pasar para tomar su móvil y marcarle a Claude, para decirle que se marcharía sola con Alois al aeropuerto, pero cuando estaba a punto de presionar el botón de marcar, recibió una llamada del moreno, quien con su clásico tono le dijo que se hiciera cargo de todo, que lo lamentaba pero no podría llegar a tiempo. Vaya esposo, pensó la mujer para sus adentros, tomando un abrigo para dirigirse al auto.

—Te he notado muy triste —comento Hannah a un pensativo blondo, que se dedicaba a mirar el blanco paisaje a través de la ventana del carro. Alois dio un brinquito en su asiento al sentirse descubierto, observando a la mujer con culpa—. ¿Tiene que ver con alguien? —inquirió suavemente.

—Yo… yo… —tartamudeo mirándola con los ojos cristalinos—. Lo siento.

—No tienes por qué disculparte conmigo —pidió con una mano sobre el hombro del menor—. No es como si me hubieses hecho algo a mí.

Se sentía despreciable y eso era decir poco, tal vez todo sería más fácil si Hannah se enojara con él, si le gritara que lo odiaba, porque para Alois era todo lo que podía merecer de aquella encantadora mujer, sin embargo era lo contrario. Le sonreía, le cuidaba y se preocupaba por su persona. «Soy una mierda» se dijo cuando sintió los cálidos brazos de su madre rodearle tiernamente para acurrucarlo en su pecho.

Permitió que una traicionera lágrima resbalara por su mejilla, mientras por su mente pasaba la alocada idea de confesarle todo lo ocurrido, pero a la vez tenía miedo de perder el amor de Hannah. Realmente era patético y más aun cuando decidió quedarse callado, disfrutando de los mimos que la mujer repartía en su cabeza.

Suspiro una vez más en cuanto llegaron al aeropuerto, bajándose del auto seguido de Hannah, despidiéndose como si no la volviera a ver, observando que Ciel hacia exactamente lo mismo con sus padres, pero aquella expresión vacía en el rostro de su amigo le desconcertó, parecía muerto en vida y se preguntaba si así lucia él. Era lo más probable pero no quería ser inoportuno con su comentario por lo que se mantuvo en silencio todo el vuelo, el cual no le tomo más que unas cuantas horas. Para cuando llegaron a Inglaterra el auto que contrato el padre de Ciel ya los esperaba, por lo que subieron sin decir absolutamente nada, después de todo sabían que ya no había vuelta atrás y si estaban ahí era porque habían decidido olvidarse de aquel par y empezar desde cero, como si nada de eso hubiese ocurrido… era su momento de superación.

Se sentía desdichadamente libre, ya que la primera vez que amaba con locura y lo entregaba todo, fue también la primera vez que lo traicionaron de la manera más despreciable que había, preguntándose constantemente ¿por qué rayos había confiado ciegamente en alguien como Sebastián? Al final él también lo traiciono. Se decía a sí mismo, que absolutamente todas las personas mentían y que ya no podía confiar en nadie, por lo que conforme pasaban los días también se iba alejando de su rubio amigo, que tristemente observaba como Ciel se volvía una persona fría, cruel y distante con todos, como si hubiese levantado a su alrededor un enorme muro que evitaba que lo volvieran a lastimar.

Cada día le era más complicado mantener una charla con él, observando cómo pasaba de las clases a la biblioteca, para al final del día encerrarse en su habitación. Le dolía verlo así, sin embargo se sentía impotente al no poder hacer nada por él, incluso muchas veces, Alois llego a creer que Ciel le miraba con rencor, por lo que intento darle su espacio, pero al final se canso.

—¡Ciel! —Grito el rubio corriendo en dirección hacia el que creía seguía siendo su mejor amigo—. Espera…

—¿Qué quieres? —Espeto sin siquiera voltear a ver al blondo.

Paso saliva, sentía su garganta seca y el cómo su pecho le dolía debido a la frialdad de su único amigo, no quería perderlo, no a él, por lo que con una mano en el pecho se acerco a Ciel, viéndolo tristemente. Al menos aun tenía la esperanza de que su relación volviera a ser como antaño.

—S-Solo… —tartamudeo cerrando los ojos—: solo quiero hablar.

—No tengo nada que hablar contigo —espeto girándose sobre sus talones para quedar frente a Alois—. Déjame tranquilo —escupió con veneno.

—¡¿Por qué rayos eres así?! —Inquirió con molestia—. Se supone que somos amigos, sin embargo me tratas como si me odiaras. 

—Te odio —aseguro clavando sus zafiros en los ojos de Alois, quien le contemplaba escéptico, como si hubiese dicho la peor barbaridad de la historia, pero antes de que pudiera decir algo la voz de Ciel le hizo guardar silencio—. Te odio, realmente lo hago. Todo esto fue por tu maldita culpa… si no me hubieras llevado a ese estúpido bar nada de esto abría pasado. ¡¿Entiendes?! —Bramo afilando la mirada—. Tú eres el peor de todos… porque si no hubiese sido por tu puta culpa yo estaría en estos momentos en casa, tendría a Lizzy que me adoraba y nada de toda esta mierda hubiera pasado.

Incrédulo se mantuvo de pie sin moverse ni un ápice, observando como Ciel se marchaba, mientras amargas lágrimas rodaban por su mejilla. Probablemente él tenía razón y todo eso había sido su culpa y si pudiera arreglarlo realmente lo haría, pero no podía… por más que lo deseara no podía hacer ya nada.

Decir que se sentía miserable era poco, prácticamente parecía un alma en pena rondando por los pasillos de su mansión, la cual sentía tan fría desde que Alois se había marchado hace ya medio año. Sabía que era patético llorando por su partida mientras le pedía perdón a la nada, como si Alois le pudiese escuchar, aunque no entendía del todo el enojo de su amado rubio al cual le enviaba diariamente mensajes diciéndole que le amaba y que ansiaba poder verlo, y es que únicamente podía hacer eso, ya que sabía que toda llamada que realizaba era ignorada por Alois, pero mantenía la esperanza de que leyera sus mensajes.

Suspiro nuevamente caminando hacia su cuarto, mientras observaba su reloj de pulsera, el cual marcaba las diez de la noche. Técnicamente era temprano, sin embargo se sentía demasiado cansado, por lo que pensaba acostarse y dormir hasta el día siguiente, un gran plan, después de todo no tenía nada más que hacer, pero grande fue su sorpresa al abrir la puerta de su habitación y ver a Hannah de rodillas en el suelo tosiendo sangre.

—¡Hannah! —Exclamo con el rostro pálido, acercándose a ella.

—No me toques —espeto golpeando la mano de Claude—. ¿Cómo pudiste? —volteo a verle con los ojos vidriosos, a punto del llanto.

Realmente no entendía nada, estaba a punto de preguntar cuando ella se desplomo en sus brazos con la respiración agitada, por lo que ignorando todo lo demás la tomo en brazos y acomodo en la cama como otras tantas veces. Le pesaba verla en ese estado; cada vez lucia más delgada y pálida, debido a que los medicamentos ya no tenían el mismo efecto en ella, por lo que cada vez las dosis eran mayores, sin embargo ella se negaba a permanecer en un hospital. Hannah le había dicho a Claude que quería estar en casa todo lo que se pudiera, ya que no quería verse en las mismas condiciones que su madre, por lo que tras un suspiro de derrota acepto aquel gran capricho, pensando que no sería igual que la madre de Hannah, debido a que aquella mujer falleció de cáncer de pulmón debido a que fumaba demasiado.

Con delicadeza limpio el pequeño rastro de sangre que quedaba en su labio y mano derecha, para cubrirla con la sabana como hacia siempre, sentándose a su lado y colocando un nuevo paño húmedo en su frente, para intentar bajar la fiebre. Tiernamente aparto su cabello de la cara, observándola un par de minutos antes de levantarse, pero en cuanto se dio la vuelta observo su celular tirado, exactamente donde había visto a Hannah momentos antes, por lo que se apresuro a levantarlo observando que ella había visto la inmensidad de mensajes que le había mandado a Alois.

Frustrado desvió el rostro apretando el aparato entre sus manos, y es que últimamente andaba tan distraído que hasta el teléfono había olvidado, sin embargo jamás pensó que Hannah revisaría sus mensajes. Al final termino descubriendo que la amante que tanto le atormento resulto ser él, lo peor de todo es que se trataba de Alois. Sabía que ahora ya no había excusa que valiera, al final ella había visto todo, por lo que no tenía caso mentirle, aunque la realidad es que ya no estaba con él, pero no era por que quisiera, sin embargo no le mintió a Hannah cuando le dijo que la amaba y que estaría con ella. ¡Maldición! ¿Por qué todo tenía que ser tan jodidamente difícil?

Estaba en su límite y había llegado a un punto en donde ya no sabía qué hacer, por lo que desorientado opto por permanecer sentado a un lado de la cama, sosteniendo la delgada mano de aquella que era su esposa, de aquella mujer que juro amar y respetar frente a un Dios en el que no creía. No era el momento, pero su mente evocaba esos maravillosos días que paso al lado de su niño y que probablemente ya no vuelvan, curiosamente se sentía solo y deseaba arreglar las cosas, no importa cuánto tiempo le llevara. Lo más seguro es que Alois ya ni siquiera lo recuerde, que lo haya olvidado… sin embargo él no podía.

Volvió a suspirar, últimamente lo hacía mucho, como si con ello pudiera sentirse mejor, pero todo lo que lograba era intensificar el dolor en su pecho, aquella molesta sensación que cada noche descomponía su expresión estoica por una melancólica. Era patético, lo reconocía cada que observaba la luna a través del amplio ventanal del cuarto, mientras una traviesa lágrima escapaba de sus ojos.

Con movimientos lentos y cansados se levanto de la silla, ya que lo mejor sería dormir en otra habitación, porque estaba seguro que Hannah no querría verlo en un buen rato, se lo merecía, por lo que tranquilamente se encamino hacia la puerta cuando el suave carraspeo de ella le detuvo, obligando a devolver sus pasos para quedar junto a su esposa, mientras la ayudaba a incorporarse para que bebiera un poco de agua.

—¿Cómo pudiste? —Musito débilmente cuando su sed estuvo saciada, apartando suavemente el brazo de Claude—. Se supone que es nuestro hijo… nuestro pequeño al cual debíamos cuidar.

—Hannah…

—No me hables… —escupió afilando su mirada—. Me das asco —siseo—, fui una estúpida, porque estoy más que segura que ni siquiera respetaste nuestra casa. ¡Por todos los cielos! Te odio —frunció el ceño intentando contener las lágrimas, antes de soltar una risilla amarga mirando la nada—. Ya nada importa, ¿cierto? —Le miro temerosa, conteniendo el jadeo que amenazaba con salir de sus labios temblorosos—, pronto… pronto moriré y podrás hacer lo que te plazca. Seguramente es lo que tanto esperas…

—Te equivocas —la miro directamente a los ojos, con una mezcla de enfado y tristeza, él nunca deseo lastimarla, mucho menos su muerte, sin embargo parecía todo lo contrario.

—Oh, es verdad —ironizo, mirando a Claude desafiante—. Él también te odia, tal y como yo, de lo contrario no te estarías arrastrando como el gusano que eres rogando por perdón. ¡Eres patético!

—Basta —pidió en un susurro lastimero.

—¿Por qué habría de hacerlo? —Las lágrimas comenzaron a humedecer sus mejillas, mientras luchaba por contener ese nudo en la garganta que hacía que su voz saliera temblorosa—, si todos estos años pareciera que no te importaba en lo más mínimo lo que yo pudiera llegar a sentir, entonces, ¿por qué abría de importarme el cómo te sientes ahorita? —su pecho le dolía al sentirse desplazada, amaba a Alois como si fuera su propio hijo y a pesar de todo amaba al bastardo que tenía por esposo, pero el saber que ambos eran amantes la estaba destrozando por dentro, se habían burlado en su propia cara, en su casa y muy probablemente en la misma cama en la que ahora permanecía sollozando.

—Tienes razón —la miro, comenzando a limpiar sus lagrimas con sus pulgares—. Soy patético y he cometido más errores de los que puedo recordar… sin embargo nunca quise lastimarte, ni a ti ni a nadie…

—Claude… ¿te importo? —Pregunto repentinamente, sorprendiendo al moreno—. Aunque sea un poco…

—¡Claro que me importas! —La tomo de los hombros acercándola a su cuerpo—. Nunca lo dudes… solo no lo dudes.

—No mientas —sollozo aferrándose a ese cálido cuerpo—, deja de mentir…

—No lo hago… —sentía como Hannah temblaba entre sus brazos—. Me importas, me importas mucho…

Quería creerle, pero en el fondo sabía que realmente no le importaba a Claude, vaya, tantos años a su lado y al parecer finalmente se daba cuenta y eso le dolía, realmente había sido una estúpida amando a un hombre que ni siquiera la respetaba, que le mintió y la engaño. Se sentía idiota al darse cuenta que amaba a un hombre que era gay, porque no importase lo que hiciera, jamás podría conquistarlo como lo hizo Alois, aquel pequeño y encantador rubio al cual quiere como un hijo, le quiere y lo cuida como ese tesoro que le fue negado… que absurdo resulto ser todo, al final las dos personas que más ama en este mundo se aman infinitamente… no era necesario preguntarle a Alois, bastaba con recordar los últimos días que estuvo en casa. Al final el motivo de la tristeza de su niño resultaba ser aquel hombre que tenía frente a ella.

Sonrió con tristeza, estaba siendo demasiado egoísta, aunque en el fondo quería serlo, quería que Claude la amara tanto como ama a Alois… pero se sentía despreciable al saber que si ese fuera el caso, su muy idiota esposo sufriría cuando ella ya no este, aun así ansiaba escuchar lo que tanto teme, pero a la vez sabe que sería lo mejor…

—¿Lo amas? —Inquirió con frialdad, apartándose de Claude, solo para mirarlo directamente a los ojos, aquellos enigmáticos ojos ámbar—. ¿Amas a Alois?

—Sí…

—Claude —suavizo su expresión, comenzando a acariciar la mejilla de él—. Estoy muriendo y sabes tan bien como yo que no me queda mucho tiempo —coloco un dedo sobre los labios de Claude para evitar que la interrumpiera—. En estos momentos solo tengo dos opciones, la primera es odiarte a ti y a él por mentirme y pasar los últimos días de mi vida maldiciendo a dos tontos —sonrió con ternura—. También está la opción más viable… simplemente me resigno a aceptar que se aman, al fin y al cabo yo me voy a ir y ustedes se van a quedar.

—No es tan fácil…

—¿Por qué no?

—Me odia… lo sabes y lo peor de todo es que ni siquiera se el motivo.

—El todo poderoso Claude Faustus parece confundido —se mofo Hannah, comenzando a reír por la expresión seria y decaída que mostraba el mayor—. Eres idiota —murmuro entre risas—, te odia porque eres un maldito insensible, un idiota frió y antipático, incapaz de decir una frase cariñosa… puede que sea eso.

—Esto es extraño —comenta mirando hacia la ventana—, deberías odiarme.

—¿Te haría sentir mejor?

—Tal vez…

—En ese caso no te odiaré —dice Hannah con un extraño brillo de malicia en sus ojos—. Es más, te perdono por todo.

Pero antes de que pudiera seguir hablando un repentino ataque de tos la hizo callar, por lo que Claude la obligo a recostarse para que siguiera durmiendo, observando atentamente su rostro tranquilo, entendiendo que ella era alguien increíble. Cualquiera lo hubiera odiado, insultado, pero ella… ella le daba ánimos, muy a su manera pero lo hacía, cuando él se hubiese odiado.

Acaricio suavemente la mejilla de Hannah, dándole un tierno beso en frente antes de salir de la habitación, necesitaba pensar y debía hacerlo rápido. Sabía que a ella no le quedaba mucho tiempo de vida, ya que los doctores le calculaban a lo mucho tres meses, debido a que se negó a seguir con el tratamiento, el cual alargaba su vida a cambio de fuertes dolores.

Con un pequeño ademan de mano se despidió de su amigo Soma, regalándole una enorme sonrisa antes de regresar a su habitación, tentado a pasar a la biblioteca para hablar con Ciel, pero sabía que no tenía caso. El Phantomhive había roto toda clase de amistad con él, ignorándolo olímpicamente, como si no existiera, absurdamente llego a creer que era su culpa, sin embargo él también estaba sufriendo e intentaba superar todo de la mejor manera posible, pero en cambio Ciel le echaba la culpa de lo que ocurrió, como si el hecho de que se haya enamorado de Sebastián fuera también su culpa. Alois nunca lo obligo a acostarse con él, a besarlo, ni a tener citas… pero era un idiota desconsiderado e insensible que no se daba cuenta de las cosas y solo buscaba a quien culpar.

—Joven Faustus —escucho que le llamaban.

Cielos como odiaba todo, él realmente la tenía más difícil en todos los sentidos, porque de aquel hombre que se enamoro resultaba ser su padre adoptivo, alguien a que tendría que volver a ver en algún momento, vivían en la misma casa y para su mala suerte llevaba su apellido, todo era un constante recordatorio de lo miserable que era en cuestiones de amor.

—Si, dígame —se giro, observando atentamente a aquel hombre regordete con expresión seria, que se acomodaba las gafas mientras leía algo en una pequeña carpeta que sostenía siempre.

—Alois Faustus, ¿cierto? —Contemplo el pequeño asentimiento de cabeza del menor, restándole importancia a su mueca de asco—. El directo le espera en su oficina para tratar algunos asuntos de suma importancia.

—Gracias —murmuro por lo bajo completamente extrañado.

Estaba completamente seguro que no había hecho absolutamente nada para ser llamado a la oficina del director, por lo que tranquilamente se dirigió al lugar, observando momentáneamente a Sullivan, la secretaria del director, quien le sonrió amablemente antes de permitirle pasar.

—Buenas tardes —saludo a aquel hombre rubio y alto que permanecía concentrado en el papeleo sobre su escritorio—, director Wólfram…

—Oh, joven Faustus —exclamo con aquel extraño acento alemán mientras se recargaba por completo en su silla, con el propósito de prestarle toda su atención al menor que tenía enfrente—, por favor tome asiento.

—No entiendo… ¿para qué me mando llamar?

Su cuerpo se tenso mientras se sentaba, debido a que la expresión siempre amable y despistada de aquel hombre se había tornado sería, por lo que intrigado esperaba que le dijera que era eso tan importante.

—Ayer en la mañana llamo su padre —instintivamente el cuerpo de Alois se estremeció ante la sola mención de ese hombre, por lo que miro fijamente a aquel hombre serio que se recargo en el escritorio—, ha solicitado su baja permanente de esta institución…

—¡No puede hacerme esto!

—Joven Faustus —le reprendió—, entiendo su molestia. Usted es un buen alumno por lo que he intentado convencer a su padre de lo contrario, sin embargo insistía que su decisión se debe a asuntos estrictamente familiares, los cuales eran de suma importancia, por lo que no había nada que pudiéramos hacer al respecto.

—Entonces…

—Me temo que su baja será tramitada en lo que resta del día, por otra parte él quedo de pasar personalmente a recogerlo mañana a las ocho en punto.

Su mente parecía bloquearse de absolutamente todo a su alrededor, incluso cuando el director le hablaba él solo movía positivamente la cabeza. No tenía ánimo para nada, ya que aun no se sentía preparado para volver a verlo, aun era muy pronto y el fantasma de su recuerdo seguía tan vivo como seis meses atrás cuando dejo esa casa. Las manos le temblaban, sintiéndose incapaz de articular palabra coherente, porque de ser posible ya hubiese salido corriendo con tal de no verlo, pero eso era imposible. Solo quedaba el anhelo de escapar, correr y gritar que era libre, lástima que no podía ser así.

Resignado salió lentamente de la oficina del directo, dándole las gracias por todo. En cuanto estuvo fuera se dirigió directamente a su habitación, lo quisiera o no tendría que empacar, por lo que con una expresión de frustración comenzó a meter todo dentro de su maleta. Cuando estaba a punto de terminar el suave toqueteo en su puerta le saco de sus pensamientos, al abrir observo a su amigo Soma que le miraba curioso.

—¿Qué tienes? —Pregunto amablemente el chico.

—Me voy —sollozo abrazándose a Soma, quien no entendía absolutamente nada, tan solo se dedico a abrazar a su amigo rubio hasta que se tranquilizo.

Con una mezcla entre tristeza y confusión, el joven príncipe escuchaba al pequeño rubio, al cual había llegado a apreciar bastante en el poco tiempo que llevaba de conocerlo. Tampoco se espero que el padre del menor quisiera sacarlo tan repentinamente, mucho menos al saber que Alois tenía buenas notas, a su parecer era un poco absurdo, desgraciadamente él nada podía hacer, por lo que el resto de la tarde se dedico a ayudarle a Alois a empacar.

A la mañana siguiente el blondo tenía unas ojeras tremendas, debido a que no logro conciliar el sueño en toda la noche, sin mencionar que dudo por un largo rato si debía de ir a despedirse de Ciel o no, aunque al final prefirió dejarlo así, de todas formas el Phantomhive ni siquiera le escucharía, por lo que no tenía caso intentar hablar con él, curiosamente llego a considerarlo una pérdida de tiempo.

Suspiro pesadamente caminando hacia el enorme portón de salida, observando como el director en compañía de Sullivan se despedían amablemente de Claude, era un pésimo momento para encontrarlo, no sabía que decir, como actuar, ¡¿por qué todo tenía que ser tan jodidamente difícil?! Sin embargo las palabras murieron en su boca cuando la suave voz de Claude le llamo.

—Vamos hijo —musito despacio, como si temiera que Alois emprendiera la huida como un animalito asustado, pero al no recibir respuesta se tomo el atrevimiento de tomarlo del hombro y guiarlo hacia el lujoso coche que había rentado momentos antes para ir a recogerlo.

Tranquilamente se dejo guiar, mirando de soslayo a aquel hombre de sus sueños y pesadillas, era malditamente atractivo y su estúpido corazón no hacía otra cosa que latir con desespero por aquel que ni siquiera le mira, al menos eso es lo que Alois cree. Claro que Claude lo miro, ¿Cómo diablos no hacerlo si estaba mucho más hermoso de lo que recordaba? Ahora más que nunca estaba decidido a recuperarle, por lo que tras pasar saliva apretó fuertemente el volante.

Recién empezaba su día y él ya se sentía cansado, por lo que perezosamente se recargo en su cómoda silla, mientras su mirada se posaba sobre la foto de su escritorio, aquella donde Beast lucía un lindo vestido azul, el cual le daba un aire de ternura debido a su abultado vientre. Debía sentirse plenamente feliz porque finalmente tendría a la familia que tanto deseo, sin embargo conforme pasaban los meses se sentía más desdichado.

Lo extrañaba, lo hacía cada día de su miserable y patética vida, por más que lo intentara no podía sacarse de la cabeza aquella expresión dolida en el rostro de su amado Ciel cuando le dijo que sería padre, que no podía irse… simplemente que no podía seguir con él a pesar de que lo ama. Ama con locura a su pequeño zafiro, sin embargo no quería ser como su progenitor. Lamentaba el haberlo buscado, porque se entero que el hombre se marcho con la amante dejándolo a su madre sola con Claude, que en aquel entonces solo tenía pocos meses de vida, mientras estaba embarazada de él. No quería que su hijo le viera cono un padre bastardo, pero Ciel le vería peor que eso y se lo había ganado a pulso.

Día tras día se mortificaba pensando que en ese momento, tenía que decidir entre la única persona que amaría por el resto de su vida y su hijo, sabía que no podía tenerlos a ambos, porque en el momento que lo hiciera Beast le quitaría a su hijo y jamás se lo dejaría ver, la conocía y era capaz de eso y mucho más, no quería perder a su pequeño, pero tampoco deseaba alejar a Ciel. Le dolió decidir quedarse al lado de una mujer que no ama con tal de tener a su bebé en brazos a quien amaría y cuidaría porque era una parte de él. Debería sentirse feliz, sin embargo había momentos en que quería llorar cual niño pequeño que ha visto un monstruo, aquel protagonista de sus peores pesadillas.

—Señor Sebastián —escucho la molesta voz de su asistente.

—Carajo —bramo mirando aterradoramente a la mujer, quien instintivamente retrocedió unos pasos—. ¿Qué quieres? —espeto.

—E-El señor Joker esta aquí… —tartamudeo torpemente antes de agregar—: pide verlo para hablar de su viaje…

—Dile que pase —tajo rodando los ojos al ver la torpeza de Ángela, realmente era molesta, tanto que aun se preguntaba ¿por qué diablos no la había corrido?

Intento relajar su expresión mientras se acomodaba en su silla, cuando vio entrar a Joker con una amplia sonrisa en su rostro, siempre se veía tan jovial y alegre, de hecho varias veces se llego a preguntar ¿por qué no se casaba? Sería un buen esposo y reconocía que era atractivo, nada que ver con sus gustos, pero eso no le impedía apreciar la belleza ajena. Sin embargo, Joker siempre alegaba que amaba viajar, por eso busco un trabajo donde pudiera hacerlo, y curiosamente ser el encargado de las relaciones comerciales de la empresa era algo ideal para él.

—¡Sebastián, te tengo buenas noticias! —Dijo con alegría—. Y pensar que no te veo desde hace nueve meses, sin embargo sigues igual que siempre.

—Lo mismo digo…

La frase murió en sus labios cuando escucho su teléfono sonar, y con un suave movimiento de mano le indico a Joker que contestaría, sin embargo este solo le sonrío, como si le dijera que no le molestaba, pero su rostro se torno serio al ver que Sebastián palidecía en cuestión de segundos, poniéndose de pie.

—¿Qué paso? —Cuestiono alarmado al ver que el moreno se dirigía a la salida.

—Beast está en el hospital —murmuro y sintió como el agarre del peli naranja se intensificaba sobre su brazo—. Al parecer el parto se adelanto.

—Voy contigo, en tu estado no es bueno que manejes.

Un tanto extrañado por el singular ofrecimiento, le miro un par de segundos antes de asentir lentamente con la cabeza, sabía que no era el momento para ponerse a discutir o alegarle el hecho de que le acompañaría a ver a su esposa, ya que había cosas más importantes. En parte tenía razón, sentía como sus manos temblaban y sería una molestia manejar en esas condiciones. No era para menos, ya que por lo que le dijo Beast estaba por cumplir apenas el octavo mes, lo único que deseaba es que su bebé estuviera bien, lo demás no le importaba.

Rápidamente llegaron al estacionamiento y con un par de miradas se subió al auto de Joker, yendo de copiloto. Cada cierto rato lo observaba de soslayo y en un intento por distraer su ajetreada mente camino al hospital empezó a recordar al hombre que iba a su lado, a quien conoció hace ya varios años gracias a su esposa, ambos eran grandes amigos y según le conto Beast se conocieron en una feria cuando eran niños y desde entonces habían mantenido contacto. Si mal no recordaba Joker había comenzado a trabajar para ellos gracias a la amplia recomendación (por no decir insistencia) de Beast.

De hecho cada que Joker estaba en Londres aprovechaba el tiempo para pasar a visitar a su mujer, curiosamente era algo que le tenía sin cuidado, sobre todo sabiendo que cualquier hombre se sentiría celoso si un mejor amigo, conviviera demasiado con su esposa, pero él no era celoso, mucho menos si se trataba de ella. Mentira, lo era y mucho, recordaba aquella vez que casi golpea a un hombre que se atrevió a mirar con deseo a su Ciel.

Su Ciel… se escuchaba bonito, lástima que ya no lo era y probablemente no lo seria nunca, sin embargo se había prometido no vivir con arrepentimientos, porque ¿Qué clase de padre seria si se arrepintiera de escoger a su hijo antes que a su pareja? De acuerdo, eso se escuchaba fatal, en ese caso quedaba como alguien despreciable en cuestiones amorosas, pero bueno en cuestiones familiares… ninguna era convincente, era una mala persona y punto, por lo que soltó un suspiro cansino, observando el hospital a un par de calles.

Preocupado y emocionado a la vez, él no creía en Dios, pero en estos momentos le rogaba a uno que su hijo estuviera bien y es que habría que ver la emoción con la que meses atrás Sebastián compro todo lo necesario para su bebé, con la expresión de un infante que entra a una juguetería por primera vez, así entro a la tienda de artículos para bebés. Había comprado una cantidad excesiva de ropa, la cual no terminaría de ocupar ni aunque le pusiera dos diferentes por día, ya que los pequeños crecían demasiado rápido, pero era algo que no le importaba.

Juguetes y artículos varios, y no era ninguna exageración decir que eran montañas, pero ¿quién podría culparlo? Después de todo era su primer hijo y también sería el único, por lo que se encargaría de darle lo mejor, al fin y al cabo podía permitírselo, porque el dinero no era ningún impedimento para él.

En cuanto se estaciono el carro corrió por los pasillos directamente a la recepción, tenía que saber que había pasado con Beast, por lo que suspiro de alivio en cuanto le dijeron que estaba bien, sin embargo seguía ansioso dando vueltas como león enjaulado en la sala de espera, provocando la risa de Joker que se había quedado para asegurarse de que su amiga estuviera bien, por lo que tras un par de horas en aquel desesperante lugar una enfermera se digno a hacer acto de presencia, indicándole a Sebastián que era el afortunado padre de un hermoso y fuerte varón, al cual podía pasar a ver.

Algo curioso para la enfermera y que seguramente no olvidara nunca, fue que mientras Sebastián se dirigía a ver a su esperado hijo, aquel otro hombre que le acompañaba se mostro más preocupado por la madre de la criatura, por lo que sin perder tiempo se adentro a la habitación que momentos antes había mencionado, mientras el padre caminaba feliz para poder ver a su bebé.

—Logan —musito Sebastián a unos cuantos pasos del cunero.

Muchas veces imagino como seria su futuro hijo y es que al ser Beast y él de cabello negro, por lógica su bebito seria igual, aunque le daba más curiosidad saber si su cabello seria ondulado como el de su madre o lacio como el de él. Aunque pensándolo bien, ambos tenían los ojos de un inusual tono rubí, por lo que lo más seguro es que los de Logan sean iguales, incluso puede que se parezcan a los de su difunta madre Victoria, los cuales eran de un precioso tono jade, sin embargo al mirar al pequeño sus ojos se abrieron de la impresión y rápidamente busco a una enfermera.

—Aquí hay un error —le dijo a la mujer completamente alarmado—. Creo que me han enviado al cunero equivocado.

—Su nombre es Sebastián Michaelis, ¿cierto? —Cuestiono amablemente la mujer con unas carpetas en las manos, observando el asentimiento de aquel hombre—. No hay ningún error señor Michaelis —preocupada observo como el rostro del moreno palidecía—, ¿se siente bien?

—Eh… sí, yo, yo lo lamento —balbuceo saliendo rápidamente de ahí, yendo dirección al cuarto de Beast.

Aquella mujer le debía una muy buena explicación, ¡Maldición! ¿Cómo rayos pudo haber estado tan ciego? Lo lamentaba por el bebé, realmente lo hacía, pero ese niño no podía ser su hijo… él no era idiota, por todos los cielos si estaba más que claro, en cuanto le ha visto se dio cuenta, lo peor de todo es que sabía perfectamente quien era el padre, ¡Eran malditamente iguales! Sus ojos eran amatista, mientras que su fino cabello era de un inusual tono anaranjadito.

—Joder —Bramo hecho una fiera mientras caminaba por los blancos pasillos, deteniéndose frente a la puerta de su habitación, la cual abrió, observando cómo Joker sostenía la mano de aquella puta, ¡Si, una puta, eso era Beast!—. ¿Cómo mierda pudiste engañarme? —seseo viendo a aquel par con odio.

Ella se tenso, mientras que instintivamente Joker se ponía delante de Beast como si presintiera que en cualquier momento Sebastián se lanzaría a golpearla. Sin embargo este en un rápido movimiento lo tomo del cuello, apretando su agarre de tal manera que sus uñas estaban comenzando a clavarse en el cuello de Joker.

—Nueve meses sin vernos he… —escupió con odio—, mejor dicho, nueve meses que no coges con esta zorra —le arrojo con fuerza, observando con repugnancia como tosía intentando llenar de aire sus pulmones—. Acabo de recordar que yo también te tengo buenas noticias —fingió una sonrisa—, eres padre.

—Sebastián… espera… —pidió con desespero Beast, sin embargo las palabras se quedaron atoradas en su garganta al ver la expresión atemorizante que le dedicaba su aun esposo, incluso podía jurar que era un demonio.

—Cállate —rugió logrando un escalofrió en los presentes—. No te quiero volver a ver, así que ni te molestes en regresar a casa.

—No Sebastián… espera —gimoteo, sin embargo el nombrado simplemente salió a grandes zancadas de la habitación, de lo contrario sería capaz de golpearla.

No solo le había mentido. Qué más daba que se acostara con otros, él también lo hacía, sin embargo le arrebato la posibilidad de estar con la persona que más ama, jugó con sus sentimientos, con aquel enorme anhelo que tenía por ser padre, por tener una familia… pero es que realmente era idiota. Ya tenía una familia al lado de Ciel, pero ahora lo había perdido absolutamente todo. Incluso comenzaría a creer que la vida le odia.

Tranquilamente se estaciono, ganándose una mirada severa del menor que hasta hace unos segundos mantenía su vista fija en la ventana, observando el paisaje de fuera. Estaba nervioso, ¿para qué lo negaba?, ya que lo más probable es que no volvería a tener otra oportunidad como esa.

—Alois, escúchame yo…

—¿Por qué debería hacerlo? —Tajo el menor observándole molesto.

Respiro tranquilamente, dejando pasar aquel comentario.

—Lo siento —soltó, ganando la atención del pequeño rubio—. Fui un idiota por no decirte que te amo.

Alois apretó sus manos en puños, mirando con enfado a Claude. Maldito sea aquel hombre que seguía haciéndole daño, por lo que sin pensarlo golpeo fuertemente su pecho una y otra vez, intentando descargar toda la frustración y aquellos sentimientos de contrariedad que deseaba enterrar en lo más profundo de su corazón.

—¡Cállate! —Ordenó con los ojos vidriosos—. ¡Tú no me amas!

Desesperado tomo los hombros del menor y sin darle tiempo a nada más junto sus labios con los de Alois, quien en un principio se resistió al contacto, sin embargo era una sensación que su cuerpo anheló durante tanto tiempo, por lo que al final termino correspondiendo con la misma intensidad aquel contacto.

—Te amo —susurro entre sus labios en cuanto se separaron del beso, acariciando suavemente la mejilla de Alois con su pulgar—. Realmente te amo.

—Eres un idiota —le recrimino con lagrimas en los ojos, volviendo a besar a Claude, solo que ahora de manera dulce.

El vuelo directo a Londres les pareció más corto de lo que realmente era, ya que aprovecharon el tiempo para charlar, sin embargo Claude aun no aclaraba el delicado estado de Hannah al menor, sabía que Alois la adoraba y seria duro para él enterarse de todo, por lo que en cuanto llegaron a la mansión Faustus, Claude le tomo del brazo guiándolo hacia la estancia. Explicárselo era igual de complicado como hablar con él, por lo que sutilmente le comunico el estado de salud de ella, sin embargo lo que nunca espero Alois fue enterarse que su madre sabía lo ocurrido entre él y Claude.

Con la duda plasmada en su rostro se levanto del sofá, ahora no sabía cómo actuar ante la única mujer que amaba, sin embargo ansiaba verla, lo necesitaba. Tranquilamente Alois camino por los pasillos notando que por primera vez le parecían demasiado cortos, por lo que cuando levanto la mirada se encontraba frente a la habitación de Hannah, las manos le temblaban y se sentía incapaz de tocar la puerta, pero en el momento en que lo hizo escucho la dulce voz de su madre. Sin pensarlo se adentro, observándola con ternura, se veía tan frágil ahí acostada, que sin poder evitarlo sus ojos se cristalizaron y corrió a abrazarla.

—Lo siento… lo siento tanto —gimoteo entre los brazos de ella, los cuales le acurrucaban contra su cuerpo, acariciando suavemente su cabello, depositando un beso en su cabeza mientras susurraba algo para que solamente Alois la pudiera oír—. Lo prometo —dijo sin apartarse de Hannah, dejando de llorar.

Su azulina mirada se poso en el pequeño letrero que tenía frente, el cual ponía con letras doradas “Biblioteca”. Se había convertido en su sitio de confort desde que ingreso a esa escuela, ya que estando entre libros evitaba pensar en aquel que tanto daño le hizo. Desgraciadamente cada día era un tormento debido a las constantes pesadillas en donde Sebastián le decía que solo fue un juego…

Sentía que le habían utilizado, incluso se había desquitado con su único amigo. Sabía perfectamente que Alois no tenía la culpa de nada, sin embargo en aquel momento le grito cosas impensables, lo lastimo cuando él estaba en las mismas condiciones. Realmente era un mal amigo, mejor dicho era el peor de todos, y es que no encontraba el momento para disculparse, estaba arrepentido y que cada que tenía la oportunidad observaba al pequeño rubio, sin embargo desde aquel día en donde lo culpo por todo dejo de verlo durante una semana, incluso estuvo tentado a ir a su habitación para disculparse, pero su maldito orgullo le detenía. Y cuando finalmente le volvió a ver, estaba acompañado de un chico, que si mal no recordaba se llama Soma. ¡Vaya suerte la suya!

No era tan complicado, solo tenía que acercarse y disculparse, pero pensarlo y hacerlo eran dos cosas completamente diferentes, por lo que tras un suspiro de frustración ingreso a la biblioteca, observando en una de las mesas más apartadas al llamado Undertaker. Imposible que se llamara así, pero después de una pequeña investigación se dio cuenta que era tan aislado como él, incluso más, debido a que nadie sabía su verdadero nombre, a excepción de los profesores y estaba claro que no iría a preguntar.

De cierta manera le generaba una especie de curiosidad, por lo que había estado observándolo los últimos meses, claro que sin que se diera cuenta, porque él no era ninguna clase de acosador y ese día realmente seria como cualquier otro. Tranquilamente se dirigió a una de las mesas dejando sus cosas, para después ir por los libros que necesitaría para su tarea, lamentablemente el que necesitaba se encontraba en la parte más alta del estante, por lo que con molestia acerco la pequeña escalera para poder tomarlo.

Casi diecisiete años y ni siquiera media uno sesenta… incluso muchas veces se sentía pequeño. Fastidiado tomo el libro, pero en el momento de querer bajar su pie resbalo, obligándose a cerrar los ojos, preparándose para el impacto contra el suelo. Espero que doliera y mucho, pero todo lo que sintió fue una sensación cálida obligándolo a abrir sus ojos, los cuales se toparon con una preciosa mirada verde que le observaba entre divertido y preocupado.

Su rostro se sonrojo furiosamente al darse cuenta que quien le sostenía en brazos era Undertaker.

—¡B-Bájame!

—Qué pequeño niño tan maleducado —se mofo el mayor, haciendo sonrojar aun más a Ciel con aquella peculiar risa.

—Idiota —farfullo, mientras era bajado de esos fuertes brazos, observando a “su salvador” de soslayo.

—Eres muy lindo —comento picando con su uña la mejilla del menor—, nunca antes te había visto, ¿cómo te llamas?

¡Que nunca antes lo había visto! ¡Era un completo idiota! Llevaba acudiendo a la biblioteca los últimos cinco meses y resulta que nunca lo había visto, o era ciego o un completo idiota. Lo más probable es que ambas.

—Que te importa.

—Mucho gusto “Que te importa” —intento sonar serio, pero de la nada comenzó a reírse estrepitosamente, sujetándose el estomago.

—Quieres callarte —siseo molesto dándose la vuelta para recoger el libro que momentos antes había tirado—. Ciel, me llamo Ciel Phantomhive y… gracias por evitar que callera.

—Un placer pequeño Ciel, mi nombre es Adrian Crevan —se inclino hasta rosar el oído del menor con sus labios—. Es un secreto… sin embargo solo a ti te permitiré llamarme así.

Sus mejillas se tiñeron de un hermoso carmín y su cuerpo se estremeció por completo ante la seductora y aterciopelada voz del tal Adrian. Cada musculo de su cuerpo estaba completamente tenso, imposibilitándose el moverse, sin embargo aquel descarado comportamiento no le molesto en lo más mínimo, jamás lo admitiría pero de hecho le había gustado.

Al siguiente día entro como siempre a la biblioteca, solo que esta vez se dirigió directamente hacia Undertaker, quien le recibió con una alegre sonrisa.

—Es bueno volver a verte —dijo feliz.

—Siempre vengo.

—Oh, ¿enserio? —Se puso pensativo antes de chasquear los dedos, se giro un poco y de su mochila saco un pequeño estuche que contenía sus lentes, los cuales se puso sonriéndole al menor—. Lo más seguro es que no te haya visto porque no traía lentes.

—Deberías usarlos —comento con enfado el Phantomhive.

—Debería, pero no me gustan —esbozo una sonrisa ladina que sonrojo a Ciel.

Ese tipo era molesto…

Conforme pasaban los días el semblante de Ciel se llenaba de preocupación, una demasiado notoria y es que no había visto a Alois por ninguna parte, incluso sopeso la idea de que hubiera enfermado, pero ¡un mes sin verlo! Era más que alarmante, por lo que tras pensarlo detenidamente dejo de lado su maldito orgullo que no le ayudaba en nada y fue directamente a su habitación, encontrándola cerrada. ¡No era nada bueno! Si algo le hubiera pasado seguro y se entera, pero simplemente había desaparecido. En ese momento recordó lo que le dijo Undertaker: «Sería menos problemático si le llamaras», lo pensó, realmente lo hizo pero entonces, ¿qué le diría?

Molesto consigo mismo recurrió al último recurso que le quedaba, el cual era preguntarle a Soma, cuando lo ha hecho se llevo una enorme sorpresa al enterarse que Claude le había sacado del colegio, ahora se sentía peor por Alois, sin embargo no podía hacer ya nada, solo esperaba que se encontrara bien.

Algo que nunca espero Ciel fue hacerse tan cercano a Undertaker, ya que muchas veces le parecía un sujeto molesto, aun así le agradaba demasiado su compañía, sentándole mal el hecho de que dejaría la escuela en Diciembre, pero por más que preguntara el motivo siempre obtenía la misma respuesta.

—Esto nunca ha sido lo mío —comento con una sonrisa.

—Entiendo… probablemente yo también salga esas fechas y aproveche para ir a ver a mi familia —su voz sonaba melancólica.

—Aun faltan tres meses —giro su rostro viendo al menor con una sonrisa—. Mejor hay que aprovechar el tiempo.

Observo el leve asentimiento de cabeza e hipnotizado por esos encantadores ojos azules acerco su rostro al de Ciel, hasta que sus labios tocaron los del menor, moviéndolos lentamente, sorprendiéndose al ser correspondido por el azulino que sonrojado cerró los ojos intentando seguir aquellos sensuales movimientos de labios. Ni siquiera sabía porque lo hacía, pero le gustaba, el contacto con Undertaker era cálido y demasiado agradable, no pensaba… tan solo se dejo llevar por primera vez por lo que sentía en esos momentos.

Había bebido demasiado, incluso le costaba mantenerse en pie, aun así logro llegar a aquel cuarto pintado de blanco, con pequeñas figuritas infantiles que decoraban la pared. Sonrió ladinamente dejándose caer en el alfombrado suelo, recargándose en la pared más cercana, de esta manera pudo observar detenidamente la cuna, el ropero lleno de pequeñas prendas y aquellas cajas que contenían un sinfín de juguetes, que con tanto esmero había comprado para aquel bebé que resulto ser hijo de otro.

¿Realmente se merecía todo aquello? Era muy probable, nunca fue el mejor hijo y como esposo fue un patán, un bastardo al que no le importaba largarse cada dos por tres para follar con algún chico lindo, como hermano era un asco y como amante… sonrío con amargura. Como amante era una mierda, porque día con día recordaba a su pequeño niño, a aquel a quien realmente ama, pero también es el mismo al que le negó la ayuda cuando más le necesitaba, le dio la espalda a la única persona que logro robar su corazón…

Era un bastardo, pero sobre todo un egoísta que quería recuperar a la persona que meses atrás dejo por un falso hijo, lástima que cuando lo busco se dio cuenta que ya ni siquiera estaba en Londres, aquella mujer pelirroja que estaba al servicio de la familia Phantomhive lo recibió con amabilidad y una enorme sonrisa, para su desgracia le dio la peor noticia de todas.

—¿Eres amigo del joven amo? —Inquirió Meyrin con un pequeño sonrojo.

—Algo así —sonrió.

—Lo lamento mucho, pero el joven amo se marcho a un internado en diciembre del año pasado —bajo apenada la cabeza—. Lo más seguro es que no vuelva hasta dentro de un par de años.

—Sabe… ¿Sabe el nombre del internado?

—Me temo que no, nunca se lo pregunte. Se veía muy mal el pobre Ciel —murmuro lo último tan bajo que difícilmente Sebastián le entendió, pero ahora se sentía más miserable que nunca.

—¿Por qué se fue?

—Discutió con sus padres —la mujer suspiro desviando la mirada—, al parecer deseaban que el joven amo se comprometiera con la señorita Elizabeth, pero él se negó diciendo que amaba a alguien más… y que resultaba ser un hombre… —rápidamente se cubrió la boca con ambas manos, observando asustada al apuesto hombre frente a ella, debido a que eso era un secreto de familia ¡y se lo había dicho a un completo extraño! Pero aquella expresión abatida le extraño, pero antes de que preguntara la aterciopelada voz de Sebastián se escucho.

—Ciel… ¿qué hice?

Meyrin abrió los ojos observándolo entre asustada y sorprendida.

—¿Acaso usted es…?

—Nunca quise hacerle daño —confeso, pero antes de que pudiera decirle algo más el puño de la mujer se estampo en su mejilla con demasiada fuerza.

—¡Váyase! —Ordeno—, por su culpa Ciel estaba llorando aquel día. ¡Por su culpa se fue! —Miro al hombre con resentimiento—. Sera mejor que no vuelva nunca.

Sin decir nada más salió de aquella enorme mansión sintiéndose una mierda. Conocía a aquel pequeño orgulloso y el hecho de que haya llorado por su culpa había sido la gota que derramo el vaso, creyendo que se merecía más que aquel simple puñetazo por parte de aquella mujer. Quería pedirle perdón, pero ni siquiera sabía dónde encontrarlo. Inútilmente pensó preguntarle a Alois, quien recientemente había regresado de estar en un colegio de Inglaterra, pero si hacia eso probablemente Claude le mataría por acercársele, ya que sabía que el rubio le odiaba por lastimar a su amigo.  

Recientemente todo estaba en su contra y no hacía nada para remediarlo, solo se pasaba los días bebiendo, ya ni siquiera iba al trabajo… patético.

Cerró los ojos dejando que finalmente las lagrimas empaparan sus mejillas, ya no podía retenerlas más, amaba a Ciel, quería tenerlo a su lado, besarlo, amarlo y cuidarlo, sobre todo sabía que si volviera a tenerlo entre sus brazos jamás lo soltaría, desgraciadamente sentía que cada día ese pensamiento se volvía más distante e imposible. Una efímera ilusión…

—«Prométeme que siempre vas a cuidar del tonto de Claude» —recordó las palabras que meses atrás le dijo Hannah, sonriendo amargamente mientras depositaba un enorme ramo de rosas frente a su tumba.

Hacía ya tres meses que había fallecido y realmente la extrañaba mucho, sin embargo el la recordaría siempre con alegría, por lo que miro al cielo esbozando una amplia sonrisa, al mismo tiempo que observaba que pronto nevaría, después de todo ya era diciembre.

—Será mejor irnosronroneo Claude sobre su oído.

—Sí…

—Dentro de una semana cumplirás diecisiete —musito con alegría—, ya has pensado lo que quieres de cumpleaños.

—No realmente —respondió Ciel encogiéndose de hombros.

Hacía ya dos horas que habían llegado a Londres, lo cual le traía malos recuerdos a Ciel, sin embargo ya no se sentía tan triste por lo de Sebastián, debido a que cada día se daba cuenta que quería más a Undertaker, quien era alguien alegre aunque bastante misterioso. 

—Pequeño Ciel —ronroneo el mayor con un toque de sensualidad, mientras picaba juguetonamente la mejilla del menor—. ¿Te gustaría dar un paseo?

—Tsk, pero no hagas eso —le miro con fingida molestia.

—Hi hi hi como digas.

Caminaron tranquilamente por las calles hasta llegar a un parque, el cual ofrecía una vista preciosa debido a que los árboles estaban cubiertos de nieve, permanecieron admirando los alrededor unos instantes antes de que Ciel se girara y sonriera cálidamente a Undertaker quien le robo un pequeño beso.

—Tonto —farfullo el menor escondiendo su sonrojo mientras caminaban tranquilamente, buscando una cafetería ya que el clima era cada vez más frio.

Iban tan distraídos bromeando que no notaron aquella presencia que incrédula veía al pequeño azulino, iluminándosele la mirada, sintió como su corazón latía frenéticamente y sin pensarlo corrió a abrazar a Ciel.

—Eres tú, eres tú —exclamaba Sebastián apretujando cada vez más el pequeño cuerpo entre sus brazos, sin querer soltarlo—. Por favor perdóname, por favor —musito entre sollozos—, te amo, te amo tanto… por favor perdóname —se aparto un poco observando a Ciel, su Ciel en shock—. Realmente lo siento, solo… solo te pido otra oportunidad, solo una —rogo esperanzado.

—No… ¡No me toques! —lo aparto y tomando la mano de Undertaker comenzó a correr sin rumbo fijo entre los árboles, escuchando el grito desesperado de Sebastián cada vez más lejos, quien no dejaba de llamarlo.

Adrian solamente había observado toda la escena atentamente, conocía a la perfección la historia de lo que paso entre los dos, al menos el punto de vista de Ciel, —que era lo que a él realmente le importaba—. Le dolía admitir que aquel pequeño seguía perdidamente enamorado de ese hombre (a pesar de todo el daño recibido), ya que cuando este corrió a abrazarle se dio cuenta de la fugaz mirada esperanzada del pequeño y como su cuerpo quería obligarle a corresponder aquel abrazo que tanto deseaba, que necesitaba y que muy probablemente anhelo por mucho tiempo. Él amaba a Ciel, realmente lo hacía, pero sonreía con amargura al saber que ese pequeño no le amaba como él deseaba y tal vez nunca lo haga.

—Ciel —detuvo aquella carrera sin sentido, poniendo al menor frente a él—, mírame Ciel —pidió con dulzura besando su frente, para después limpiar las amargas lagrimas que recorrían esas blancas mejillas—. Te amo, te amo mucho, pero tú, ¿tú me amas?

—Yo… —bajo la cabeza, apretando la cálida mano de Undertaker.

—Le sigues amando, ¿cierto? —Tristemente vio como el menor se tensaba—. Nunca dejaste de hacerlo —tomo al menor de la barbilla obligándolo a verlo—. Tú mi pequeño niño, debes aprender a perdonar e ir con quien realmente amas…

Ciel observo aquellos preciosos ojos verdes los cuales se tornaron melancólicos a pesar de la amplia sonrisa que Adrian intentaba mantener. Después dirigió su vista a aquel blanco camino lleno de nieve, apretando la mano de Undertaker se acerco besando su mejilla con una ternura desconocida para él mayor, lo cual le hizo saber la respuesta de su gran amor.

—Gracias… —sonrió verdaderamente el pequeño Phantomhive… después de todo se merecía un final feliz al lado de él, ¿cierto?

 ~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

 Fin (?

Notas finales:

¡No me maten! D: el motivo de este final es que cuando lo empecé a escribir deseaba que Ciel se quedara con Under, pero me dio penita Sebastián TmT  más que nada lo hice así por comentarios que decían que no querían que Sebas y Ciel terminaran juntos y otros querían que regresaran jejeje probablemente Ciel agradeció a Undertaker y se fue en busca de Sebastián o puede que le agradeciera y dijera que era él a quien amaba n.n

Todo pudo haber pasado. Más adelante escribire los dos diferentes finales n.n aunque realmente no prometo nada jejeje así que por lo pronto dejaré esto como terminado :3

Yo me despido y agradezco infinitamente a aquellas personas que me apoyaron a lo largo de esta historia con sus maravillosos rw. ¡Muchas gracias! Sin ustedes no hubiera sido posible llegar al final. *Intenta no llorar… llora xD*

Mil gracias por leer~♥

Haruka Eastwood


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