Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sedúceme por Haruka Eastwood

[Reviews - 130]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Final alternativo 2: Sebastián x Ciel

 

 

 

 

 

Hola! Creo que esta vez no demore tanto xD pues solo quiero darles las gracias por haberse animado a leer el capítulo anterior y comentar, realmente me hacen inmensamente feliz y ahora si, es el final ♥ de mi para ustedes. Espero que les guste y que haya cumplido sus expectativas, si es así, amaría saber su opinión. 

 

¡Sim más preámbulos, a leer!

Titulo: Sedúceme

Resumen: Después de una odiosa semana de exámenes, Ciel se ve arrastrado a un bar por su amigo Alois, donde por culpa de unas copas de más, demuestra su lado seductor con un moreno de atrayentes ojos escarlata. ¿Será él quien seduce o caerá en las garras de la seducción?

Categoría: Kuroshitsuji

Clasificación: No menores de 16 años

Género: Romántico. Erótico.

Advertencias: Lemon

N° Capítulos: 17 de 17

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Sedúceme

Final alternativo 2: Sedúceme…

Rápido. Así es como describiría aquella situación tan inverosímil, en donde Sebastián apareció repentinamente y lo apreso entre sus brazos de una forma tan posesiva y necesitada, que sintió fundirse con él, con esa necesidad asfixiante de contacto que le quemaba la piel, haciéndole recordar y ansiar una cercanía más intima, más sensual; sentir sus manos sobre su cuerpo. No podía soportarlo, ni a él, ni a su maldita presencia. Se había ido para olvidarlo, para sacar de su mente aquella frase que dejo su mundo de cabeza, sumergiéndolo cada vez más en una catástrofe que amenazaba con acabarlo desde dentro.

 «Voy a ser padre». Solo eran cuatro palabras, solo cuatro y tenían el poder de destruirlo, de pisotearlo y de matarlo de una forma cruel… fatal y fría. No era insensible, mucho menos inconsciente. Sabía del anhelo de aquel hombre por formar un hogar, una familia, una que él nunca tuvo porque se le fue negada gracias a ciertos deseos egoístas. Ciel no iba a ser un obstáculo en su felicidad.

¡Ni ahora ni nunca! No era un niño incapaz de comprender la magnitud del asunto, él hubiera esperado, él hubiera entendido, ¡Él le hubiera apoyado! Realmente lo hubiera hecho, porque amaba con locura a Sebastián, ¿pero ahora? ¿Ahora porque aparecía ante él y exclamaba un perdón que no estaba seguro poder darle? ¿Por qué no se quedo lejos de él para siempre, disfrutando de ese sueño de ser padre?... era verdad, ya no era simplemente un sueño, su más grande anhelo era una realidad, tan tangible como Sebastián y como él. Tristemente, Ciel ya no era parte de su vida, de nada que tuviera que ver con aquel hombre.

Imponente, grácil y fuerte, un perfecto animal al acecho… en esos momentos Sebastián Michaelis se asemejaba a una poderosa pantera, una perfecta máquina de matar que fue capaz de esperar todo un año para encontrar el momento justo y saltar sobre su yugular, terminando con lo poco que quedaba de él. Lo aprisionaba de una manera asfixiante, territorial y posesiva… «Ya no más…» se dijo.

—No… ¡No me toques! —Lo aparto con brusquedad, no podía tenerlo tan cerca, mucho menos cuando creía estar olvidando, enterrando esos recuerdos en lo más profundo de su ser.

Repentinamente se sintió acorralado entre aquellos ojos escarlata y la brillante sonrisa de Undertaker, que se había esfumado en cuestión de segundos por su culpa. No tenía que pensar, ni siquiera quería hacerlo, se limito a tomar su mano y comenzar a correr como si la vida se le fuera en ello. A él, venían una infinidad de recuerdos que amenazaban con fracturar su mente, unos tan placenteros, tan felices y mágicos, que deseo revivirlos. Y otros…

Su cuerpo temblaba levemente entre más se adentraba, esquivando arboles y aferrándose a la cálida mano de Adrian, quien simplemente se había mantenido al margen de toda la situación, conocía el punto de vista de Ciel a la perfección; era todo lo que le importaba, porque en ese corto periodo de tiempo, Ciel paso a ser parte de su pequeño mundo. Él, alguien tan elitista le había dado acceso libre a su persona, a sus emociones y a lo más intimo de su ser.

—Ciel —detuvo aquella carrera sin sentido, poniendo al menor frente a él, contemplando esos bellos zafiros que lo habían enamorado de una manera inimaginable—, mírame… Ciel —aquel tono de voz dulce, era tan diferente, había perdido aquel toque alegre para darle un matiz de tristeza que intento ocultar—. Te amo, te amo mucho, pero tú, ¿tú me amas?

—Yo… —bajo la cabeza, sujetando su mano con fuerza, del mismo modo que él lo había hecho cuando un par de meses atrás, se había derrumbado, presa de la tristeza, la ira y la confusión.

Ciel estaba plenamente consciente de que Adrian era un hombre maravilloso, alguien sincero, risueño y bastante misterioso, con la capacidad de plasmar una sonrisa en sus labios. Era alguien que le había ayudado, que le había demostrado sus sentimientos abiertamente sin miedo a ser descubierto o juzgado, aun así… aun así no podía decirle que le amaba, no podía corresponderle, porque cada que quería hacerlo la sensación de las tibias manos de Sebastián acunando su rostro y robándole un dulce beso venia a su mente.

Era incapaz de borrar las sensaciones de su piel cada que le acariciaba. Sus palabras, su aroma, todo estaba grabado en él. Y por primera vez, realmente deseo olvidarlo, odiarlo… darle vuelta a la pagina para poder continuar, sin embargo no podía, por más que lo intentaba él seguía presente, interponiéndose entre su felicidad, arruinando su vida. ¿Por qué? ¡¿Por qué no desaparecía?!

Basto un pequeño beso sobre su frente para sacarlo de la obscuridad de sus pensamientos, sintiendo como los finos y largos dedos de Adrian recorrían su mejilla, quitando todo rastro de lágrimas a su paso... ya no deseaba llorar, pero lo seguía haciendo por alguien que ansiaba olvidar.

—Lo sigues amando, ¿cierto? —Ciel se paralizo, eso no podía ser verdad, él amaba a Adrian, aun así se sentía como si se estuviera mintiendo—. Nunca dejaste de hacerlo —con delicadeza le tomo de la barbilla, tentado a besar sus labios por última vez, él lo sabía, siempre lo supo aun así… aun así se quiso arriesgar y creer que Ciel le correspondería, sin embargo se equivoco—. Tu mi pequeño niño, debes aprender a perdonar, e ir con quien realmente amas…

¿Por qué todo era tan difícil? ¿Por qué no podía decirle: Te amo, y quedarse con él? Todo sería más fácil, no habría más lágrimas, no habría más dolor, no habría más Ciel maldiciendo a un Sebastián que prefería dejarlo en el peor momento de su vida, pero no podía culparlo. No podía hacerlo cuando todo fue por el bien de un pequeño bebé… inocente, frágil… en espera de ser amado.

Porque a pesar de que podía presumir tener a sus dos padres con vida, se sentía realmente solo antes de que llegara Sebastián. Había tantos momentos tristes, tantos logros que quiso compartir en familia, días en completa soledad, fotos donde salía él, rodeado de lujos innecesarios viendo hacia la cámara, mientras imaginaba que su padre tomaba la foto y su madre le abrazaba. Él nunca hubiera privado a ese pequeño de su padre, él hubiera entendido…

A lo lejos escucho el grito de Sebastián: desgarrador, intenso y temeroso de no volver a verle. Debería estar feliz, debería estar acunando a su hijo entre sus brazos, sin embargo estaba ahí, gritando con desespero su nombre una y otra vez mientras comenzaban a caer pequeños copos de nieve… tal y como había sucedido la última vez que se vieron.

Suspiró con melancolía, sintiéndose patético y miserable por lo que estaba a punto de hacer. Observo los preciosos ojos de Adrian: tristes, melancólicos y opacos, queriéndose camuflar tras una amplia sonrisa, que lo único que hizo fue decirle sin palabras lo maldito que estaba siendo con la única persona que se mostro sincero con él, sin prejuicios, brindándole su apoyo incondicional.

Con una ternura que incluso él desconocía, se acerco dubitativo y beso la mejilla de Undertaker, quien no pudo decir nada más, simplemente observo a su pequeño niño, con una amplia sonrisa y mirada vidriosa, interpretando ese beso como una despedida definitiva… había llegado mucho más rápido de lo que imagino.

—Gracias…

—No hay nada que agradecer… mi lindo conde.

Cada vez se escuchaba más cerca la voz de Sebastián. Indeciso, el pequeño Phantomhive volteo clavando su mirada en aquel hombre desesperado que apenas y era visible gracias a los inmensos arboles, aun así cuando le vio no dudo ni un segundo en correr en su dirección, volviéndolo a estrechar entre sus brazos, de una manera posesiva, parecía que quería fundirse con él.

—Suéltame —cada musculo de su cuerpo se tenso de forma dolorosa, buscando con la mirada a Undertaker, había decidido irse con él, al final se dio cuenta que no podría dejarle por un capricho como Sebastián quien solo le lastimaba—. ¡He dicho que me sueltes!

—No pienso arriesgarme a perderte —sentencio mirando aquellos preciosos zafiros que lo enamoraron desde el momento en que los vio—. Necesito decirte tantas cosas… Ciel, mi Ciel. Solo escúchame.

Con una mano le sostuvo de la cintura, mientras la otra acuno su mejilla. Sin poder evitarlo unió sus labios con los de Ciel, tan cálidos, dulces y suaves, sintiendo que volvía a la vida después de tanto tiempo anhelándolo. Le necesitaba de una manera desesperada, tan malditamente asfixiante que creyó volverse loco, ahora haría hasta lo imposible con tal de mantenerlo a su lado.

—¡Déjame! —Le aparto con brusquedad de su cuerpo, limpiándose los labios con el antebrazo de forma desesperada.

Le odiaba o al menos eso quería creer. Estaba consciente que entre sus brazos se derretía, su tacto le quemaba la piel; todo Sebastián le provocaba un maldito deseo, le hacía sentir cosas brutales y salvajes que ignoraba poseía, comenzando a resquebrajar su perfecta mascara de frialdad. En esos meses había hecho hasta lo imposible por forjarse una perfecta mascara, misma que se había empeñado en mantener para sobrevivir a él, a Sebastián Michaelis, sin embargo, con él tan cerca era cada vez más complejo seguir actuando.

—No pienso hacerlo hasta que me escuches —sus fuertes brazos le rodearon.

Se sentía aprisionado e imposibilitado para escapar, llegando a dudar si realmente quería dejarlo. Una parte de él le decía que corriera y huyera como hace unos minutos, mientras que otra le decía que se quedara, que aceptara la explicación o se arrepentiría… entonces pensó en Adrian. Él estaba ahí, viéndolo, observando como otro hombre le aprisionaba entre sus brazos, le besaba y mimaba cuando momentos antes le había dicho que le amaba.

Intento apartarse de aquel cálido cuerpo mientras sus ojos observaban todo con detenimientos, solo para darse cuenta que Undertaker no estaba, tan solo se había ido sin decirle ni una sola palabra, ni un adiós… nada. Alterado sintió como sus ojos se humedecían, ¿por qué le había dejado ahí? Probablemente entendió mal sus últimas palabras, eso no había sido una despedida, él era… ¡No tenía idea! Ansiaba autoconvencerse de que se trataba del amor de su vida.

Repentinamente su celular timbro, y apartando a Sebastián con enfado, lo saco de su bolsillo, viendo en la pantalla el nombre de Adrian. Se trataba de un sencillo mensaje de texto el cual decía: «Mi pequeño niño, no quise ser una molestia ya que tu y él tienen demasiadas cosas que aclarar. Sé que todo se solucionara entre ustedes, siempre lo supe, y si me llegas a necesitar no dudes en llamar. Bs»

Perdido. No existía otra palabra que lo describiera en esos momentos, incluso ahora se seguía cuestionando qué rayos había pasado, primero estaba feliz con Undertaker, después había aparecido Sebastián alterando su pequeño universo, obligándolo a alejarse de él como si fuera toxico. Su supuesto novio interpreto todo de una forma errónea, sacando conclusiones apresuradas, ¿de dónde rayos saco que él quería reconciliarse con Sebastián? Era verdad que lo seguía amando más de lo que le gustaría admitir, pero comenzaba a sentir algo por Adrian.

Al final se había marchado de forma silenciosa dejándolo entre las fauces de una bestia que parecía estarle cazando como si él fuera una presa. Tan solo le dejo un puto mensaje que le hizo temblar de pies a cabeza, aunque no sabía si de rabia o tristeza, ¡vaya mierda de novio! Le había terminado por teléfono, cuando finalmente se había decidido a permanecer a su lado y olvidar para siempre a Sebastián… ahora estaba en una jodida cafetería. No tenía idea de cómo es que estaba ahí, y lo peor de todo, ¡Frente a él estaba la última persona que quería ver!

—Sé que actué mal —su tono suave y aterciopelado era sereno, como el de un niño que intenta disculparse después de haber hecho algo mal, aun así Ciel permaneció serio, sin inmutarse ante sus palabras. «Solo son mentiras» se dijo una y otra vez—. Debí confiar en ti… explicarte y no huir…

—Eres un maldito perro —espeto—, lo eras antes y lo seguirás siendo… por el hecho de que hayas aparecido de la nada, saltado sobre mi y menearme la cola esperando a que yo te de la mano, para que puedas poner tu maldita pata no significa que te haya perdonado.

—Lo sé —sonrió con nostalgia, viendo hacia la ventana—. Pero el hecho de que estés aquí significa mucho para mí…

—Si no tienes nada importante que decirme, será mejor que me vaya.

—Deseo explicarte, pero no pienso obligarte a escuchar —le miro a los ojos, sabía que Ciel se quedaría un poco más pese a sus palabras, por lo que volvió a posar su vista en la ventana—. Aquel día llegue a casa y le pedí el divorcio.

—Mentiroso.

—No puedo obligarte a creerme —dijo con serenidad—. Todo cambio cuando me dijo que estaba embarazada… sabes que desde siempre he anhelado una familia, criar y mimar a un hijo, aun así no desistí de la idea de divorciarme; lo último que quería era permanecer al lado de una mujer no amo. El hecho de no vivir con ella no significaba que sería un mal padre, claro que las cosas no serian tan fáciles… ella armo un alboroto, primero me amenazo con quitarse la vida si la dejaba, después dijo que si lo hacía por una amante podía olvidarme de ver a mi hijo.

—No soy estúpido, y sé que tú tampoco lo eres —espeto afilando la mirada—. Ella no podía prohibirte ver a tu hijo.

—Lo sé —apretó los puños con fuerza—. Yo pude haber continuado con él divorcio, pero en el momento que ella se enterara que tenía un amante, se quedaría con la totalidad de lo que me pertenece debido a las clausulas del acta de matrimonio. El dinero era lo de menos, lo que realmente me preocupo fue que desapareciera o que en un momento de locura se quitara la vida.

»Los siguientes días estuve entre abogados —tomo la pequeña mano de Ciel, notando que no ponía resistencia—, incluso visite varios médicos.

—¿Por eso no respondiste mis mensajes?

Sebastián asintió suavemente antes de seguir con su relato.

—Todos los abogados coincidieron en algo. Me aconsejaron que no me divorciara por dos motivos, el primero era que si ella descubría mis infidelidades me quitaría todo lo que me pertenece. La segunda razón fue que si Beast seguía mostrando pensamientos suicidas podría solicitar la custodia de nuestro hijo —bajo la mirada, comenzando a trazar círculos sobre la mano de Ciel con su pulgar—. Los médicos dijeron que sería sometida a varias pruebas y si demostraba ser un peligro para ella o el bebé que llevaba, tendría que ser internada a la fuerza.

»Me sentía desesperado y malditamente frustrado, viendo como el tiempo pasaba más rápido de lo que espere. Al final vi tus mensajes y llamadas, por lo que no dude en ir a tu lado —vio la extraña mueca en Ciel, sin saber cómo interpretarla—. Sin embargo las cosas me seguían saliendo mal, una tras otra. Mi error fue darte tu espacio, porque sabía perfectamente que cuando te enojas no me escuchas, te niegas a verme… y aproveche para arreglar lo de Beast…

—Y cuando finalmente estaba todo listo, yo me había ido.

—Si… —carraspeo, intentando eliminar el nudo de su garganta—. Me obligue a aferrarme a lo que aun me quedaba, a mi hijo, sin embargo él día que nació descubrí que no era mío, sino del amante de mi esposa… lo peor fue saber que yo soy… estéril.

Observo el vaho de su respiración, hundiendo más el rostro entre los pliegues de la gruesa bufanda, meditando en el hecho de haber aceptado la oferta de Sebastián para llevarlo a su hotel. Claro que su terquedad se interpuso, después de todo solo estaba a un par de calles (ocho para ser exactos), llegaría caminando en cuestión de minutos, sin embargo empezó a nevar, afortunadamente estaba a nada de llegar.

—Estúpido frio —bisbiseo en la entrada del inmenso hotel. Había alquilado una habitación que compartiría con Undertaker, aunque ahora era una pésima idea, pero dudaba que se encontrara ahí, por lo que se adentro en el elevador, pulsando el botón número seis, comenzando a frotar sus manos—. Seguramente se fue a vagar —intento convencerse, introduciendo la llave para abrir la puerta.

Y como si hubiera visto un fantasma, se paralizo en el alfeizar de la puerta, aun inmóvil, intento separar sus labios, mirando con incredulidad a Undertaker que permanecía recostado en la cama, cubriendo sus ojos con el antebrazo.

—Ciel —musito sin moverse—. Creí que no vendrías…

—¿Por qué me dejaste? —Afilo la mirada, y aquel tono tranquilo se volvió gélido—. Desapareciste y simplemente me enviaste un puto mensaje. ¿Pensabas que iba a estar feliz, leyendo que habías terminado conmigo de esa maldita forma?

Con gráciles movimientos se levanto de la cama y acorralo a Ciel contra la pared.

—Te recuerdo que fuiste tú quien termino conmigo —recargo su cabeza sobre el frio hombro de Ciel—. ¿Querías que me quedara para ver cómo te reconciliabas con aquel que te destrozo el corazón y te hizo salir huyendo?

—¡Basta! —Le aparto con brusquedad, mirando la seria expresión del mayor—. ¡Yo no termine contigo! ¡No tenía ningún motivo para hacerlo!

—En ese caso, ¿cómo pretendías que interpretara ese “Gracias”? —Lentamente lo llevo hasta la cama, obligándolo a recostarse bocarriba, mientras él se sentaba a horcajadas sobre las piernas del menor—. Dime… ¿qué sientes por mí, me amas, me quieres o… simplemente fui un consuelo?

Su cuerpo se paralizo, incapaz de responder algo coherente miro los ojos verdes de Undertaker. Había regresado al mismo punto donde todo comenzó, era incapaz de decir lo que sentía por él, no era una simple amistad, pero tampoco era un sentimiento más allá de cariño… simplemente…

—Te quiero —aseguro.

—Dicen que la mejor manera de demostrar tu afecto por una pareja es… de forma física —con sus labios roso el oído de Ciel, comenzando a deslizar sus manos por aquel lindo cuerpo, con el único propósito de hacerlo entrar en calor.

—Detente.

—¿Por qué? Yo te amo, tú me quieres —sonrió juguetón—. Entonces, hagámoslo.

—N-No… —se estremeció, sintiendo los cálidos labios del mayor sobre su cuello, repartiendo pequeños besos.

—Shh, solo déjate llevar…

Undertaker reclamo sus labios en un beso hambriento, recorriendo sus manos sobre el cuerpo de Ciel hasta llegar a su entrepierna, acariciándolo lentamente sobre la tela del pantalón, antes de separarse y hábilmente desabotonarlos con la única intención de comenzar a desnudar a su pequeño amante.

—¡Detente! —Le abofeteo con fuerza, apartándolo para ponerse de pie lo más rápido que su tembloroso cuerpo le permitió,

Había sentido miedo, por unos segundos creyó que lo sometería y obligaría a tener relaciones. Ciel le quería mucho, Undertaker fue su apoyo, su amigo… su amante, sin embargo la idea de que otro hombre lo tocara de aquel modo le desagradaba, podía aceptar sus besos, sus abrazos y mimos, sin embargo un contacto más íntimo era inconcebible. No necesitaba pensarlo dos veces, así que salió, viendo de soslayo la cara de confusión y arrepentimiento en Adrian.

—¡Espera! —Grito poniéndose de pie, sintiendo como su pequeño niño le azotaba la puerta en la cara. Todo lo que quería es que tomara una decisión, que estuviera seguro de quedarse con él o dejarlo, sin embargo nunca creyó que lo asustaría.

—Cariño —Rachel le apretujo entre sus brazos—. Sé que llegaste ayer, y créeme que no miento cuanto te digo que a tu padre y a mí nos encantaría quedarnos unos días contigo, pero tenemos un negocio muy importante que atender. Lo más seguro es que cuando regresemos ya no estés en casa, aun así sabes que te amamos, y si se te ofrece algo no dudes en llamarnos.

Los negocios siempre eran más importantes que él, ya ni siquiera le extrañaba, por lo que con una falsa sonrisa despidió a sus padres, viéndolos subir al auto rumbo al aeropuerto, dispuestos a enfrascarse en un nuevo viaje de negocios que duraría más de un mes, mientras él… Él se quedaría en casa...

Al entrar en su cuarto escucho el tono de llamada, no tenía caso darle importancia, seguramente sería Undertaker pidiéndole disculpas por su comportamiento del día anterior. Lo había entendido en los primeros veinte mensajes, así que podía dejar de llamar con tanta insistencia. Cogió el maldito teléfono para apagarlo, dándose cuenta que era Sebastián, no tenía ánimo para charlar con alguien, pero tampoco quería estar solo, por lo que con voz temblorosa atendió la llamada, siendo presa de unos estúpidos nervios que no creyó volver a tener, mucho menos por él.

Todo había pasado como la primera vez que se conocieron. Mensajes de buenos días, buenas noches y una que otra frase cursi que Sebastián solía decirle, claro que las llamadas constantes no se hicieron esperar, incluso Ciel se sorprendió al notar que podía pasar horas hablando por teléfono con él de cualquier clase de tontería. Simplemente quería escuchar su voz… solo eso.

Habían salido a caminar un par de veces: al parque, al acuario o simplemente lo hacían para distraerse, perdiéndose entre las calles sin tener un destino fijo, notando como Sebastián mantenía cierta distancia con él, evitando incomodarlo. Ni siquiera había intentado robarle un beso y eso le encantaba, aunque poco a poco comenzaba a desear volver a probar esos adictivos labios, y antes de que se pudiera dar cuenta, se estaba volviendo a enamorar de ese maldito hombre de actitud galante y sonrisa seductora que podía derretirle con sus dulces palabras.

Lo cierto es que seguía indeciso, una parte de él ansiaba corresponderle y otra temía ser lastimado nuevamente, aunque pensándolo bien, toda aquella situación había sido demasiado compleja como para que se volviera a repetir. Sebastián nunca le había sido infiel, tampoco le mintió en cuanto a su relación… tan solo seguía un poco molestó con él por no haberse explicado. Tristemente su tiempo se terminaba más rápido de lo que creyó, ya que dentro de dos días tenía que volver al colegio, mientras que sus padres seguían en su viaje de negocios, que al parecer duraría otro mes.

No estuvieron el día de su cumpleaños, ni en navidad, mucho menos en año nuevo, aunque era algo tan común en ellos que ya ni le sorprendía, tan solo habían enviado uno que otro mensaje de felicitación, junto a otros donde le pedían disculpas por su ausencia. Nada nuevo.

En ese momento su teléfono timbro; rodo los ojos con cansancio, imaginando que se trataría de sus padres, disculpándose por no poder llegar el día que tenía pensado regresar a la escuela. Y como todas las veces anteriores, no se había equivocado, por lo que una sonrisa amarga se formo en sus labios al leer:

«Hola cielo, te queremos desear un lindo viaje, sabes que papá y yo te amamos, por lo que esperaremos pacientes para poder verte en tus vacaciones de verano. Tal vez vayamos a la playa, pero pórtate bien y estudia mucho. Bs mamá»

Vaya, eso significaba que habían olvidado que se iba dentro de dos días, o lo más probable es que ya no tendrían tiempo para enviarle un nuevo mensaje. ¡Cuánto amor! Estaba a punto de arrojar el maldito teléfono contra la pantalla en el mismo momento en que volvió a timbrar, esta vez se trataba de Undertaker, preguntando si tenía planes para ese día…

Después de tanta insistencia, el pequeño Phantomhive le había perdonado, claro que toda posibilidad de tener una relación más allá de la amistad con él había quedado en el olvido. Aun así, Adrian se conformaba con poder seguir siendo su amigo, y aquellas charlas por teléfono o cuando se reunían le alegraban, aunque también traían un matiz de tristeza, después de todo no podía alejarse de la noche a la mañana de la única persona que amaba.

Intento ser sutil al negarse, aunque eso no evito sentirse culpable cuando escucho la suave risa de Undertaker diciendo que no habría problema, que seria para otra ocasión… estaba de más decir que eso no era posible, él regresaría al colegio, mientras aquel chico de actitud misteriosa se quedaría ahí, en Londres. Se había alegrado mucho por él, cuando le conto que finalmente trabajaría en una funeraria.

Actualmente, solo existía una persona que ansiaba ver, pero maldito orgullo que le impedía realizar una simple llamada. Ciel suspiro frustrado, revolviendo su cabello mientras pasaba de una mano a otra el móvil. Ni siquiera tenía idea de que decirle y un “Hola, ¿qué haces?” sonaba demasiado fingido… muy actuado. Volvió a leer el nombre de contacto, era relativamente fácil, solo tenía que presionar el botón y listo, para su desgracia, término marcando sin querer.

Un tono y no pudo más, termino por colgar, incluso pensó en el pretexto perfecto y es que si Sebastián le regresaba la llamada, tan solo diría que fue un error, si eso sonaba bien. Sentía el corazón latiéndole a mil por hora cuando, entro una llamada, las manos le temblaban y su voz se negaba a salir, sonaba más bien como un susurro lastimero, demasiado patético para alguien como él, ¡por todos los cielos!, solo estaba hablando con él idiota de Sebastián.

Poco a poco comenzó a tranquilizarse y a hablar con normalidad. Repentinamente la voz del otro lado ceso, dejando un extraño silencio que volvió a ponerlo un poco nervioso, nada que no pudiera controlar.

Ciel…quería invitarte al cine mañana en la tarde —carraspeo con nerviosismo y a pesar de que no podía verle, estaba seguro que Sebastián se encontraba jugando con el segundo botón de su camisa—. O si lo prefieres te invito a cenar…

Idiota.

He de tomar eso como un sí, pequeño zafiro.

—Es un no —tajo—. Mejor nos vemos mañana a las seis en tu departamento.

Se removió muy incomodo, comenzando a observar todo a su alrededor y a jugar con sus manos de forma infantil. Era demasiado tarde para arrepentirse, ayer aun tuvo oportunidad, bastaba con volverlo a llamar y cancelar aquella “reunión” tan… improvisada. Podría haber aceptado la invitación al cine, incluso ir a cenar, sin embargo, estando en la sala de Sebastián sin saber exactamente qué hacer, no podía evitar imaginar toda clase de cosas.

Para Ciel, aquel idiota poseía una pasión incontrolada que lo volvía peligroso, muy a su pesar, debía admitir que le hacía sentir deseo, odiaba sentir cosas brutales y salvajes por aquel hombre que era puro musculo, fuerza y elegancia; con él tan cerca, era capaz de percibir su aroma, su calor… ¡Joder!

Cerró los ojos e inhalo con fuerza aquel exquisito perfume. Sándalo, murmuro en su fuero interno, cálido y oriental, que al mezclarse con el aroma natural de él, era irresistible. Por más que lo intentara, no podía concentrarse en otra cosa que no fuera aquel perfecto ejemplar de hombre que tenía a un lado, ni siquiera prestaba atención a la película que el mismo había elegido.

En lo único que podía concentrarse era en los suaves movimientos de labios de Sebastián, mientras disfrutaba una barra de chocolate; trago saliva al verlo deslizar su húmeda lengua, recogiendo los pequeños trocitos. Sintió como un calor asfixiante y abrasador se apoderaba de su cuerpo con cada segundo que pasaba, obligándolo a separar los labios y soltar un jadeo que solo él fue capaz de escuchar. No podía soportarlo, ni siquiera fue consciente del momento exacto en que se montó a horcajadas sobre el regazo de Sebastián, robándole un beso pasional y necesitado, que todo lo que hacía era incrementar el calor de su cuerpo de una forma desesperante.

—Ciel...  —musito claramente sorprendido, aun así se limito a corresponder aquel contacto tan demandante.

Disfruto introduciendo su lengua en aquella húmeda cavidad, buscando a su compañera de baile que no tardo en encontrar, enredándose, comenzando una lucha por el control del beso, mientras sus manos se deslizaban por la espalda de Ciel, hasta posarse en sus perfectas y redonditas nalgas que no dudo en apretujar y amasar, sacando encantadores gemidos de esa boquita de tentación.

Lo deseaba y necesitaba tanto, era un deseo primitivo que lo orillaba a querer marcarlo como suyo, apresándolo entre sus brazos, notando lo pequeño, frágil y exquisito que era. Finalmente, cuando se separaron de aquel beso, llevo sus labios hasta el níveo cuello de Ciel, lamiéndolo con deleite, dejando una que otra marca de propiedad, sintiendo como su pequeño amante se aferraba a su cabello, comenzando a mover sus caderas sobre su sexo, incitándolo y provocándolo de una manera tan placentera, que no evito soltar un ronco gemido.

—Sebastián —ronroneo, volviendo a cazar eso expertos labios, en un beso hambriento que le hizo estremecerse de pies a cabeza—. Te necesito… ya.

—Sera todo un placer —deslizo sus manos bajo la ropa de Ciel, despojándolo del suéter que traía—. Eres precioso, y eres todo mío.

—Idiota… mmm ¡Ahh~! —Apretó con fuerza los labios al sentir la experta boca de Sebastián mimando sus pezones.

Deslizaba su lengua sobre uno, succionándolo con algo de fuerza, mientras que el otro lo acariciaba suavemente; todo lo que podía hacer era aferrarse a esa espesa mata de cabello azabache, intentando contener sus gemidos sin mucho éxito.

Repentinamente, aquellas grandes manos lo guiaron para que se pusiera de pie, viendo atentamente como desabrochaban su pantalón, al mismo tiempo que Sebastián iniciaba un recorrido de besos desde el centro de su pecho, hasta su sexo, el cual no dudo en engullir, comenzando una rápida felación, masajeando sus testículos que le hizo vibrar de placer, soltando más de un ronco gemido, incapaz de articular palabra coherente.

Una extraña corriente eléctrica surco su espina dorsal. Sebastián bloqueaba todos sus sentidos con cada lamida sobre su piel sensible, sintiendo que en cualquier momento podría correrse, sin embargo, con una sonrisa maligna se aparto de la entrepierna de su pequeño amante, sujetando su miembro y presionando la punta.

—Aun no —articulo, su voz parecía más un rugido extasiado.

Atrajo a Ciel hacia su cuerpo, sentándolo sobre él a horcajadas, acariciando sus redonditas nalgas, al mismo tiempo que deslizaba un dedo entre ellas, buscando la entrada del menor, y sin dudarlo introdujo dos dedos de golpe, volviendo a cazar esos deliciosos labios en un beso hambriento, que poco a poco pasaba a ser un ultraje a su boca.

—Te amo —murmuro, perdiéndose en el intenso color de los ojos de Sebastián, al mismo tiempo que era llenado por completo.

Cerró los ojos, apretándose contra el cuerpo de su amante, quien para su molestia seguía teniendo ropa, por lo que le desnudo, sintiendo el reconfortante calor de su piel contra la suya, y aferrándose a su cuello, comenzó a cabalgar sobre aquel enorme miembro, siendo ayudado por las grandes manos de Sebastián que sujetaban su cadera, acelerando el ritmo.

—Yo también te amo, Ciel… mi Ciel.

Su calor, su aroma, su figura. Todo él era un manjar que había soñado por tanto tiempo poder volver a probar. Y sin salir de su interior lo sujeto con fuerza, recostándolo sobre el sofá, comenzando a masturbarlo al ritmo de sus potentes estocadas que daban en el punto exacto, haciendo que su niño se retorciera de placer, aruñando su espalda en el proceso.

—S-Sebastián… —aprisiono la cadera del moreno entre sus piernas, y arqueando la espalda se corrió entre los vientres de ambos, mientras Sebastián lo hacia dentro de él, recostándose a su lado, comenzando a llenarlo de mimos, deseando poder permanecer así para siempre.

—Amor, ya es hora de despertar —le beso dulcemente—. Tu vuelo sale dentro de dos horas…

Su voz era un susurro apenas audible. Apretujo el pequeño cuerpo de su niño contra el suyo, comenzando a odiar la idea de tener que separarse de él, aunque no podía hacer nada más que respetar su decisión y resignarse a volver a verlo en sus siguientes vacaciones. Afortunadamente habían logrado reconciliarse con él, aunque pensándolo bien, ahora tenía menos deseos de dejarlo ir.

—No iré —susurro al acurrucarse más contra el cálido cuerpo de su amante—. No pienso regresar a esa escuela… en un principio me fui para olvidarte —levanto el rostro, mirando la expresión de sorpresa y alegría en el rostro de Sebastián—. Voy a inscribirme en mi antiguo colegio y asunto arreglado.

—¿Y tus padres? —Lo beso pasionalmente, moviéndose suavemente hasta que se acomodo entre las piernas del menor, rosando su miembro contra aquella linda entrada—. No crees que se molesten.

—No… mmm ¡Ahh~! Creo… —se encogió de hombros restándole importancia—. Seguramente les tiene sin cuidado~

Olvido lo demás y se concentro en las placenteras embestidas de Sebastián, las cuales eran constantes y tiernas, mientras repartía besitos sobre su pecho y rostro haciéndolo sentir mimado, después de todo, lo demás no importaba. Sus padres nunca estaban con él, así que no debería preocuparles si va o no a ese estúpido colegio. Y efectivamente, una semana después cuando hablo con Rachel, ella le dijo que apoyaba su decisión, ni siquiera le cuestiono sus motivos, tan solo le pidió (exigió) buenas calificaciones. ¡Vaya padres!

Con pereza, Alois se acerco a su escritorio y tomo una vieja libreta, normalmente la ocupaba para hacer garabatos o algún dibujo, sin embargo, se extraño cuando de entre sus hojas salió una foto. Se trataba de él y Ciel posando en la playa; de manera instintiva sonrió ante el recuerdo.

Aquella tarde habían perdido su pequeño equipaje, y el hotel donde pretendían quedarse estaba lleno. «Vaya suerte», había exclamado el pequeño Phantomhive, su mal humor era evidente, aun así accedió a tomarse una foto. Realmente lo extrañaba, y seguía sin comprender del todo su enfado, ya que conocía la historia de lo que paso con Sebastián, toda una pena. Mentiría si dijera que no le dio algo de lastima… aunque Hannah siempre le decía que la vida sigue.

—¿Qué haces? —Una gruesa y aterciopelada voz se escucho a sus espaldas.

No hacía falta girarse para saber que se trataba de Claude, quien le apreso entre sus brazos de forma posesiva, comenzando a repartir besos por su nuca, jugando con el borde de su playera, la cual poco a poco fue subiendo hasta dejar al descubierto sus pezones, que no tardaron en ser mimados y aprisionado entre el índice y el pulgar del moreno.

—C-Claude…

—Te necesito —su voz parecía más un gruñido.

Estaba completamente excitado, por lo que apretó el cuerpo de Alois contra el suyo, comenzando a frotar su erección contra las redonditas nalgas de su niño, que comenzaba a soltar encantadores gemiditos, no lo resistía más, y termino por desabrochar los pantalones de Alois, bajándolos hasta sus rodillas, obligándolo a apoyar las manos sobre el escritorio y con todo el descaro del mundo, se arrodillo, comenzando a deslizar su lengua por la entrada de Alois.

Era un degenerado y pervertido, aun así le encantaba, por lo que no contuvo su jadeo, aunque estuvo tentado a protestar cuando Claude se levanto y mordió con poca fuerza su hombro, logrando que una extraña corriente eléctrica surcara todo su cuerpo al mismo tiempo que aquella enorme erección se frotaba entre sus nalgas, desesperándole.

—Papi~ —hizo un mohín, mirándolo de soslayo con aquella fingida inocencia—. Te quiero dentro…

—Sabes que me excitas cada qué me dices así…

—¿Enserio…? ¡Ahh~! ¡Joder! —Se agarro con fuerza del escritorio, cuando sintió como la enorme erección de Claude se abría paso en su interior, comenzando con unas embestidas rudas y potentes, que hacia flaquear sus piernas, creyendo que en cualquier momento podrían fallarle—. Más… mmm d-duro.

—Dime que es lo que hacías —con una mirada llena de maldad y prepotencia, redujo la intensidad de sus estocadas, desesperando aun más a Alois.

—Solo mmm pensaba en… ahh —apoyo los codos contra la fría superficie al mismo tiempo que Claude le tomo con fuerza de la cadera, arremetiendo con ahincó, llegando más profundo cada vez.

—No debes pensar en alguien más —bramo, y con un rápido movimiento, salió de su interior, volteándolo y recostándolo sobre el escritorio, haciendo que Alois le rodeara la cadera con sus piernas—. Eres solo mío —sentencio robándole un fogoso beso, pasional y territorial. 

—Idiota —gimió, rodeando el cuello de Claude con sus brazos, comenzando a jugar con esa espesa mata de cabello azabache—. Pensaba en Ciel… y ahh p-papi es muy celoso…

—¿Ciel? —Cuestiono, atrapando el lóbulo de la oreja de Alois entre sus labios—. Se me había olvidado decirte… que se reconcilio con… Sebastián.

El pequeño rubio lo vio entre sorprendido y enfadado por haberse olvidado de algo tan importante, sin embargo, en el momento que pensaba reclamar, Claude arremetió con fuerza bruta, logrando que se corriera entre ambos, mientras el moreno le llenaba por completo de su esencia.

—No estoy muy seguro de esto —chasqueo la lengua, evadiendo la penetrante mirada de su amante.

Sebastián le había convencido para ir a casa de Claude, al principio no le tomo importancia, claro que al estar frente a la entrada comenzaba a creer que era una pésima idea, seguramente Alois le odiaría y no querría verlo. Bueno, eso es lo que haría él, pero pensándolo bien, el pequeño rubio era más razonable en ese sentido por lo que un tanto dudoso termino por entrar.

Ni siquiera había asimilado del todo la situación, cuando fue rodeado y apretujado en un sorpresivo abrazo por un lloroso Alois, que no dejaba de exclamar lo mucho que le había extrañado, que era un idiota, egoísta, necio y varias cosas más que prefirió ignorar, terminando por corresponder aquel sofocante, pero agradable contacto, el cual no creyó volver a tener.

Finalmente escondió el rostro en el cuello de Alois, murmurando suavemente un «Lo siento». Y es que por más que lo negara, había extrañado mucho a aquella molestia rubia, que nunca se quedaba callado.

—Ciel Phantomhive, no pienso admitir esta clase de comportamiento aberrante en mi casa —observo retadoramente a su único hijo de dieciocho años, quien estaba al lado de Sebastián—. Y en cuanto a ti, será mejor que te retires y nunca más te vuelvas a acercar a mi hijo.

—No vengas a imponer tu autoridad si nunca estuviste conmigo —bramo, viendo como su madre se había quedado al margen de toda la situación, comenzando a sollozar quedamente—. No tendría porque importarte que yo sea gay.

—¡Es incorrecto! —Le miro ceñudo—. Eso es lo que quiero que entiendas, ¡No es normal que estés con otro hombre!

—Hi hi hi ese lado tuyo no lo conocía —repentinamente todos voltearon a ver a un risueño Undertaker, quien se mantenía en el alfeizar de la puerta, junto a Meyrin—. Y tampoco parecía que te incomodara cada que te besaba.

Nadie sabía exactamente qué decir, era prácticamente imposible que Adrian se refiriera de aquella manera a Vincent, sin embargo por la palidez en su rostro, Ciel entendió que Undertaker no mentía. Aunque no sabía cómo asimilar el hecho de que su padre y su amigo fueran amantes, al menos agradecía no haber caído desmayado como su madre.

Claro que tras descubrir que el gran Vincent Phantomhive tenía un amante, que resulto ser hombre, no le quedo de otra, que aceptar la relación de su hijo con Sebastián. En cuanto a Rachel… ella simplemente pidió el divorcio.

No sabía que decir, después de todo, Alois era Alois. Aun así, Ciel nunca creyó que su mejor amigo quisiera casarse con Claude usando un estúpido vestido, eso sí, tenía que admitir que le quedaba muy bien, aunque eso no quitaba el hecho de que era demasiado raro hasta para él.

—Pareces mujer con ese vestido.

—¡Kimono! —Le miro ceñudo—. Te he dicho muchas veces que esto no es un vestido, es un Kimono, y es japonés.

Se giro, para volver a quedar frente al espejo, observando su figura. Alois portaba un precioso Kimono blanco al igual que el obi, que tenía un bordado de mariposas en color plateado y dorado. No podía evitar dejar de sonreír, después de todo estaba a punto de casarse con su amado Claude.

—Como sea —le miro atentamente—. ¿Por qué no te vestiste con un traje blanco?

—Se supone que soy la novia —sonrió—. Y la idea de un vestido no me convenció del todo, así que decidí usar esto —dio una vuelta completa—. No es vestido, pero es menos soso que un traje, ¿a que me veo divina?

Ciel rodo los ojos, definitivamente, Alois siempre seria… Alois.

—Sí, aja… lo que tú digas.

Quince minutos después, Ciel ya se encontraba en su lugar (hasta el frente), justo al lado de Sebastián, quien le sujeto la mano mientras veían como la ceremonia se efectuaba a la perfección, y en el momento que escucho decir a la feliz pareja sus votos, no pudo evitar ver de soslayo a Sebastián, deseando unir su vida a la de él.

Había perdido la cuenta de las veces que suspiraba y se veía en el espejo. Su corazón no dejaba de latir como loco ante la idea de que finalmente se casaría con Sebastián… después de cinco años, uniría su vida a la persona que más amaba, aunque pensándolo bien, desde el primer momento estaban destinados a estar juntos y una boda solo era puro formalismo, algo simbólico y romántico, celebrado entre sus amigos más cercanos, claro que eso no quitaba sus nervios.

—Te vez bien.

Ciel dirigió su mirada hacia su padre, que permanecía atrás de él, mirando hacia la ventana, se le veía nervioso, tanto como él. No iba a negar que después de saber la verdad, descubrir que era gay y que tenía una relación con Undertaker sintió que lo odiaba, incluso lo culpó por todo lo que había pasado entre Sebastián y él, aunque al final no tenía caso.

—Gracias… ¿y Undertaker?

—Con Sebastián —sonrió—. Me alegra que no te casaras en Kimono.

—Creo que tú te verías mejor que yo —contraataco, sonriendo ampliamente al ver sonrojado al imponente Vincent Phantomhive.

—Ya es hora —carraspeo incomodo, mientras salían de la habitación.

Incluso Sebastián lucia ansioso, recibiendo las burlas de su torpe hermano, y es que le era cómico ver a un hombre de treinta actuando así. Claro que cuando Claude se caso con Alois estaba igual que él, por lo que era momento perfecto de su venganza por las burlas que recibió aquel día.

La marcha nupcial interpretada con maestría en piano, les indico a todos que guardaran silencio, viendo al lindo —y tímido— novio caminar por la alfombra hasta llegar a Sebastián. A su parecer, Ciel se veía realmente bien con ese traje blanco bastante entallado, que definía su esbelta figura.

—Te vez precioso —ronroneo Sebastián, en cuanto lo tuvo enfrente.

—Tonto…

Sus zafiros se cruzaron con esos preciosos rubíes que lo sedujeron desde el momento en que los vio. Ambos con las manos entrelazadas escuchaban con atención al hombre que efectuaba la ceremonia, y es que era increíble como aquella velada que inicio como tragedia dio pie a un juego de seducción. Uno donde solo tenían dos opciones, seducir o dejarte llevar, aunque al final no importaba quien dio el primer paso para conquistar al contrario. Lo realmente importante es que se amaban… solo eso.

—Por favor, sus votos —el juez miro a Sebastián, quien asintió, viendo fijamente a Ciel, dedicándole una sonrisa.

—Mi amado Ciel… he de decirte que desde el momento en que te vi me enamore. Todo en ti me cautivo, y me jure a mí mismo, hacer todo lo posible por estar a tu lado, no solo hoy, sino toda mi vida. Comencé a anhelar ver tu sonrisa al despertar, para al final del día, contemplar tu perfecto rostro antes de dormir… y hoy, ante tu familia y la mía, juro amarte y cuidarte, incluso después de la muerte.

Con un nudo en la garganta, el pequeño Phantomhive sonrió, reforzando el agarre sobre la mano de Sebastián. Y en un gesto de timidez, bajo la cabeza un poco, ocultando el intenso sonrojo en sus mejillas, junto al tembloroso tono de voz.

—S-Sebastián… desde que te conocí, pusiste mi mundo de cabeza en más de un sentido, adentrándote en mis pensamientos, en mis sueños… en mi corazón y en mi vida. Fuiste una avalancha de emociones y sentimientos encontrados que me demostraron quien era yo realmente, lo que quería, lo que anhelaba… y lo que deseaba. Me enseñaste el significado del verdadero amor… has cambiado el rumbo de mi vida y me encanta… y hoy, ante tu familia y la mía, juro amarte y cuidarte, incluso después de la muerte…

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Fin ♥

Notas finales:

¡Vincent es de Undertaker! 7u7 y pues ya saben que me encanta salir con una tontería en un momento serio xD y como no permito que mi amado Under este con alguien más, pos tenía que cambiar de bando a Vincent xD mil perdones si a alguien le molesto OuO

 

Hace tiempo, leí en un rw que les gustaría ver un lemon Claude x Alois, donde el pequeño rubio le diga papi a Clau, se me hizo tan perverso que no pude omitirlo xD por cierto, amo la forma en que esos dos conversan jajaja

 

¡Quiero llorar! Cielos, mil gracias por leerme y soportarme todo este tiempo, sobre todo, por ser pacientes ♥ Muchas gracias, y es que ¡Llegamos al final!

 

Aprovechando, quiero invitarlos a leer mi nuevo proyecto, esta vez es algo original, mio de mi al cien por ciento >w< se llama “Ella en tu mirada” solo espero que alguien se anime a leer, y pues saben que nos estamos ¿leyendo? xD

 

¡Los quiere bien queridamente Haru! Y les dejo mi Facebook por si gustan agregarme.

 

Haruka Eastwood


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).