Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sedúceme por Haruka Eastwood

[Reviews - 130]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola!! 

Espero que les guste el capítulo y comenten.

Mi Facebook por si gustan agregarme

¡Sin más preámbulo a leer!

Titulo: Sedúceme

Resumen: Después de una odiosa semana de exámenes, Ciel se ve arrastrado a un par por su amigo Alois, donde por culpa de unas copas de más, demuestra su lado seductor con un moreno de atrayentes ojos escarlata. ¿Será él quien seduce o caerá en las garras de la seducción?

Categoría: Kuroshitsuji

Clasificación: No menores de 16 años

Género: Romance, Erótico.

Advertencias: Lemon.

N° Capítulos: 7 de 17

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Sedúceme

Sebastián Michaelis Pov

Capítulo7: Tal vez me gustas

Una vez que Claude se marcho me fui directo a mi oficina, solo quería algo de paz, más que nada meditar un poco ya que últimamente me he sentido asediado por Best. Realmente no tengo ni la mínima idea de donde saco que yo tenía un amante. ¡Vaya que es absurdo! Si bien no la amo, y no creo hacerlo, tampoco me conseguiría un amante… al menos no por ahora.

Llevamos más de cinco años casados, creo que ya debería conocerme bien. Aquel día de la ceremonia le deje muy en claro que yo no la amaba y probablemente nunca lo haría, aun así ella acepto casarse conmigo, diciendo que se esforzaría al máximo para que la llegue a amar. No niego que es una mujer increíble, graciosa y bastante amable, a la cual le he cogido un enorme aprecio, ya que cinco años no pasan en vano, pero no puedo amarla, lo que siento por ella es un aprecio más que nada fraternal, como si fuera una hermana… bueno, no precisamente una hermana ya que tenemos intimidad con frecuencia, el punto es que nunca podre amarla.

Con pesar me deje caer en la silla de mi escritorio, pidiéndole a Mina, mi asistente, que no me pasara ninguna llamada, tampoco tenía ánimo para ver a alguien, por lo que cancele todas mis citas programadas para el día de hoy, que para mi buena suerte solo era una comida con Joker, el cual está encargado de las relaciones internacionales por lo que viaja con frecuencia, se que entenderá que estoy indispuesto.

Luego de media hora siento sofocarme en mi oficina, por lo que salí a dar una vuelta, no iría realmente lejos, solo al café que está a dos calles de aquí. Es un lugar bastante tranquilo, sobre todo a esta hora ya que casi no hay gente. Me tomaría un café, tal vez me anime a comerme un pastel y si tengo ganas de regresar a la oficina lo hago, aunque tampoco es que quiera permanecer en casa, al menos no con Best cerca.

Al entrar saque mi teléfono para apagarlo, ya que no quería interrupciones en mi momento de paz, me dirigí a la mesa que siempre suelo ocupar y grande fue mi sorpresa al encontrarme ahí sentado a aquel chico del bar, parecía tan metido leyendo la carta que ni siquiera se percato de mi presencia por lo que sonreí un tanto divertido acercándome hasta la mesa.

—Pequeño zafiro, no espere encontrarte aquí —murmure una vez que estuve lo suficientemente cerca.

Divertido observo como todo su cuerpo se tensa, haciéndome sonreír con mofa, ya que me agrada molestarlo, sobre todo por aquellas reacciones tan inusuales, pese a que la mayoría son bastante hostiles, pero ese tono tan orgulloso y esa mirada altiva me llama demasiado la atención, logrando que me pierda en esos enormes y resplandecientes zafiros.

—Vaya, no espere encontrarte aquí perro —esboza una sonrisa ladina bajando la carta—. No tengo tiempo que perder contigo.

Chasquea la lengua dispuesto a levantarse e irse, pero instintivamente le detuve del brazo, no sé ni porque, simplemente no quería que se fuera, tal vez porque si lo hacía existía la probabilidad de que ya no lo volviera a ver. Pero no entiendo porque me afecta ese hecho cuando solo fue sexo de una noche, como muchos otros… no, miento. Ninguno fue como él, como Ciel.

—Que descortesía de tu parte… Ciel.

—Suéltame —bruscamente se zafa de mi agarre mirándome como si me odiara. Ahora menos puedo dejarle que se vaya así como así—. Te he dicho que no tengo tiempo que perder contigo.

—Porque no, acaso: ¿temes enamorarte de mí?

Vaya, diría que espere casi cualquier tipo de reacción menos esa, aquel leve rubor que se poso sutilmente en su cara, era perfectamente visible en sus mejillas, mientras sus ojos eran levemente cubiertos por su flequillo. Aquella inocente reacción me hizo sonrojar por mi comentario, y acabe soltándolo, momento que él aprovecho para salirse y empezar a correr.

Realmente no corría nada rápido, por lo que dos calles más adelante lo detuve, cerca de un callejón al cual nos metimos para evitar miradas curiosas de gente que podría fastidiarnos el momento.

—¡He dicho que me sueltes! —brama encolerizado, mientras observo su pecho inflarse y desinflarse a causa de su agitación y de la reciente carrera que ha intentado emprender—. ¿Qué no entiendes?

—Tú eres el que no entiende. No voy a soltarte.

Le miro directamente a los ojos, aquellos ojos que parecen cristalizarse a causa de la rabia, tal vez porque lo tengo retenido en un callejón. Contengo la respiración al creer que va a llorar, pero simplemente me golpea el pecho evadiéndome, haciendo que la distancia entre nosotros sea más grande, pero me niego a ceder, acerco un poco más mi cuerpo al de él, tomándolo de los hombros.

Ya no forcejea, solo se ha quedado quieto, apretando fuertemente los puños.

—Ciel, mírame —ordenó con seriedad a lo que él chasquea la lengua claramente mosqueado, como si en cualquier segundo fuera a salir corriendo.

—¡¿Para qué?! ¡Dime para que Sebastián!  —sus ojos lucen más cristalizados y una lagrima resbala por su mejilla mientras yo me quedo en silencio observándolo. Por primera vez no sé qué decir, me he quedado sin palabras, solo, solo no quiero verle llorar—. Ya obtuviste lo que querías de mí aquella noche, así que déjame tranquilo, porque no soy tu puto juguete, ni una prostituta a quien frecuentar.

Sus manos se vuelven a interponer entre nosotros, mientras se va resbalando por la pared hasta quedar sentado en el suelo, como si con ello fuera a desaparecer de su vista. Me arrodillo para quedar a su altura, se ve pequeño, frágil y solo me provoca abrazarlo. Me recuerda a un niño, pero eso es absurdo, ya lo que lo más probable es que tenga entre dieciocho y diecinueve años.

Tomo sus muñecas apartándolas de su rostro, no parece oponerse. Mi mirada choca con la suya, al menos ya no parece molesto y eso me tranquiliza un poco. Con delicadeza tomo su barbilla entre mis dedos, incitándolo a alzar la mirada, su piel parece quemar la mía, necesito besarlo, necesito de él.

—Ciel…

—Déjame ir —intenta que su voz suene de mando, carraspea, pero al final ha parecido más una súplica.

No es que no quiera, simplemente no puedo.

—Jamás.

—¿Por qué me haces esto? —pregunta retadoramente.

—No entiendo.

—¡Vete a la mierda Sebastián! —espeta—. Toda esa jodida noche me seguiste, me perseguiste con tus intentos de coqueteo y me follaste hasta quedar saciado ¡dejando solo una puta nota, solo te falto el billete! —se vuelve a soltar de mi agarre—. Y ahora vienes y me jodes mi intento de superarte…

¿Intento de superarme? Joder, que yo no quiero que me supere. Se levanta dejándome de rodillas con la clara intención de irse, no lo soporto más, me levanto y tomándolo de las muñecas lo arrincono contra la pared y uno mis labios con los suyos en un desesperado beso, sintiendo como sus manos entran en contacto con las mías. Siento su tacto como fuego, un fuego abrasador que inunda mi torrente sanguíneo, que me obliga a querer saciarme de él, de sus besos, de caricias, de su cuerpo.

En un principio se niega a cooperar, pero rápidamente sus labios se mueven con los míos, intensificando el contacto, mis manos le toman de la nuca y mi lengua delinea su labio inferior pidiendo permiso, el cual me es otorgado casi de manera inmediata, por lo que adentro mi lengua hasta encontrar la suya, masajeándola en una danza erótica que le hace ahogar un gemido entre mis labios.

Finalmente nos separamos por falta de aíre, observando sus mejillas sonrosadas y aquel fino hilillo de saliva que resbalaba por la comisura de sus labios, mismo que me encargue de limpiar con mi lengua, recibiendo una mirada molesta que me hizo sonreír ladinamente.

—Eres un idiota.

—Puede ser —le conteste aún divertido volviéndolo a besar—. Me gustas.

Aquella simple frase salió naturalmente de mis labios, que incluso yo me sorprendí pero no más que él, haciendo que volviera a mirarme con enfado, solo estaba seguro de una cosa y es que no mentía.  

—¿Cómo te puede gustar una persona que ni siquiera conoces? —arqueo una ceja indignado cruzándose de brazos.

—En ese caso hay que conocernos —dije sintiéndome plenamente bien, a lo que le observe desviando la mirada claramente avergonzado.

—Quiero un té, y no estaría mal acompañarlo con un pastel.

—Oh, ¿me estas invitando? —ronronee cerca de su oído estremeciéndolo con mi cálido aliento, observando atentamente como los bellitos de su nuca se erizaban.

—Tú vas a pagar… idiota.

«Ciertamente, mi pequeño zafiro era alguien único, alguien que logro cautivarme con una mirada». Con tranquilidad nos dirigimos a la cafetería de antes, sentándonos en una mesa cerca de la ventana, mientras pedíamos algo. No podía despegar mi vista de Ciel y su hermoso rostro al momento de que su vista se centraba en observar la calle, y a las personas pasar. En cuanto la mesera trajo lo que ordenamos le vi comer en completo silencio, pero era algo cómodo y a la vez muy tranquilo, le di un sorbo al café americano antes de hablar.

—Bueno, veamos. Me llamo Sebastián Michaelis, recién cumplí los veinticinco años, tengo a un idiota como hermano y trabajo en las empresas Bennington —dije de forma clara y rápida, realmente no sabía que decir sobre mí, ya que nunca me lo había planteado, debido a que la mayoría de personas que se me acercan es porque saben con antelación quien soy yo.

—Eres un anciano —murmuro como si nada a lo que me dio un tic en la ceja.

Yo… ¿anciano? ¿Cómo se le ocurre? Si era considerado uno de los empresarios más jóvenes en el ramo de las telecomunicaciones, sin mencionar uno de los más exitosos. No podía ser un anciano. Al parecer ver mi cara de disgusto le hizo sonreír, por lo que hice lo mismo dejando salir un suspiro cansino.

—¿Cuántos años tienes? —pregunte curioso.

Suspiro y tomo un sorbo de su té en completa calma, mirándome con arrogancia.

—Me llamo Ciel Phantomhive, hijo único, es evidente que voy a la escuela y para tu información tengo quince años. Así que no solo eres un anciano, sino también un pervertido.

No veía mi rostro, pero estaba seguro que me puse pálido, y es que como no estarlo si acababa de besar a un niño de quince años… no solo eso, sino que también me acosté con él. Lo cual es ilegal, claro que todo fue con su consentimiento… yo Sebastián ¿me enamore de un niño?... 

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

Notas finales:

Gracias por leer ~ ♥

Haruka Eastwood


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).