Bilbo se encontraba sentado en su escritorio mirando fijamente su tan ansiado- y doloroso- libro.
Los recuerdos le llegaron tan de golpe y sintió como en su pecho se comenzaba a formar un hueco y llegaba hasta su anciano corazón.
El dolor, la desesperación, la esperanza y la nula resignación se instalaron en su cuerpo, como si acabara de pasar. Como si en realidad acabara de dejar el cuerpo frio de Thorin.
Siempre pensó que todos sobrevivirían y se sintió tan dichoso y lleno de consuelo cuando Thorin dejo a un lado su enfermedad del oro y peleo junto a los suyos, para protegerlos. Nunca había visto a alguien tan majestuoso y bello. Y decidió que quería seguir a Thorin a donde sea que fuera, que era un Rey por el cual valía perder la vida; y que sobre todo, era su Rey.
Pero cuando vio caer al hijo mayor de Dis con una herida mortal, supo que los cuentos que le contaba su madre sobre aventuras que terminaban en un final feliz, eran mentira.
Thorin se convirtió en una bestia. Fili, tan joven como era, se lanzo a lo desconocido y poco después, vio el mismo destino que su hermano. Y él se vio desmayado, llenando su inconsciencia con suplicas a los Dioses, suplicas de un nuevo comienza, que en realidad lo que había pasado fuera solo un mal sueño y al despertar, todos estuvieran bien y ha salvo.
Pero despertó.
Y los Dioses no lo escucharon.
Y fue peor.
Se acerco a Thorin escudo de roble. Respiraba tranquilo y el fue a su ayuda, pensando ingenuamente que el enano solo estuviera fatigado. Oh que ingenuo podía ser. Al ver toda esa sangre en el pecho de Thorin y aquel que manchaba la pulcra nieve quedo en shock. Se acerco corriendo, desesperado.
Tomo la enorme mano de Thorin y la apretó, como si ese gesto mantendría al rey en el mundo de los vivos. Se sentía tan mal.
Thorin no lo hizo sentir mejor.
Empezó a disculparse y a despedirse. Y aun que Bilbo suplico y suplico… Thorin se fue. Se le fue de las manos con la brisa más fría que él hubiera sentido alguna vez.
Y sintió tanto coraje e impotencia. Y deseo-tantas veces después de ese día- febrilmente que le arrancaran el corazón.
Alguien toco su hombro con desesperación y lo regresaron a la realidad. A esa realidad que el tanto odiaba porque Thorin no estaba en ella.
—Frodo…— Nombro calmadamente.
—Ya casi es hora tío… ¿Estas bien? — Pregunto preocupado su sobrino.
—Sí, si…— Le contesto con un gesto cansado, mientras le miraba.
Frodo, su joven sobrino, casi su hijo; el ancla que lo mantuvo pegado a esta vida tan vacía. Solo esperaba que el no tuviera que sentir alguna vez lo que el sintió. Que tuviera que vivir con una carga como lo era la soledad fría que él sentía, que no tenía nada que ver con el clima del exterior; ese frio que no se quitaba ni con mantas, hogares cálidos o el mejor tabaco de la comarca.
—Bueno…— Trató de escucharse relajado el viejo hobbit. — Es hora de que empiece la fiesta, ¿Cierto? — Preguntó sin esperar respuesta y se levantó.
Frodo quito la cara de preocupación y en su redonda cara se instalo una sonrisa y asintió mientras salía de la casita de bolsón cerrado.
Bilbo le dio una mirada a su casa y suspiro. Del cajo de la repisa saco un pedazo de pergamino que beso con devoción. En ella estaba plasmada la imagen de un enano, que alguna vez fue rey, rey bajo la montaña. Su rey bajo la montaña.