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LA ESPADA DE POSEIDÓN por desire nemesis

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                                           ¡MOTÍN A BORDO!

 

 

 

Estaban en cuclillas, alrededor de Seto Kaiba, sus tripulantes y Joseph oían atentos cada palabra que salía de su boca mientras el dibujaba con un palillo en el suelo círculos y líneas entre pequeños objetos que simulaban las posiciones de los marineros del barco.

 

¿Estás seguro?—preguntó el rubio una vez disgregada la concurrencia.

 

¡No hay más remedio! Ya has oído lo que piensan hacernos—le contestó el castaño—Si quieres puedes quedarte aparte de esto. Mi plan parece no tener tu conf…--decía el ojos azules cuando se dio cuenta de que el otro sonreía.

 

No seas tan desconfiado. Me preguntaba cuanto confías en ti mismo y esto me ha dado la respuesta. No debes…--dijo el ojos mieles.

 

Esto no tiene nada que ver con si confío en mi o no, por supuesto que lo hago. ¿Cómo diablos crees que llegaría a capitán si no? La cosa es que tu no eres uno de mis hombres y ya has sido muy vapuleado—le dijo Seto.

 

¡O sea que eres tú el que no confía en mí!—dijo con mala cara el otro.

 

¡No me malentiendas pero no te conozco mucho y de lo poco que te conozco pues la has llevado feo!—le dijo el capitán.

 

Herido en su orgullo el otro reprimió sus emociones y nada dijo, solo se volteó y se fue con cara de pocos amigos. Su actitud decía claramente que le demostraría quien era él en la contienda que estaba por surgir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

……………….

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un hilillo de humo salió por un resquicio de la puerta mientras dentro un coro de gente gritaba ¡¡Fuego!!

 

Todos sabemos que ese es un grito difícil de ignorar y menos si estás en un barco en medio de la mar. De inmediato los piratas abrieron la puerta prestos a apagar un incendio que no era tal y cayeron en las redes de cierto ojos azules. Sus marineros usaron casacas para enceguecer a sus enemigos y los aporrearon lo más fuerte que pudieron. Uno especialmente grande se defendió bastante logrando desenvainar su espada y lastimando a uno de los marineros que se alejó de él de inmediato dejando a su compañero en desventaja ante el otro pero para asombro de todos Joey se le aproximo raudo por detrás y le golpeó la nuca con el codo, con tal ferocidad que el otro cayó desmayado.

 

Después miró a cierto castaño con el talante de quien dice: “¿Ves?” El ojos azules le sonrió y asintió reconociéndolo mientras sus marinos se desperdigaban silenciosos por la nave. Joseph se fue delante de Seto y este permaneció a sus espaldas hasta que en una encrucijada el melado se detuvo y de tanto en tanto atisbó por un pasillo revelando que allí había algún o algunos piratas.

 

Seto se asomó despacio mientras el otro también asomaba su dorada cabeza. Tres piratas estaban jugando al tute por dinero, estaban visiblemente borrachos y uno permanecía ardido con el otro tal vez por alguna trampa en el pasado. De pronto se levantó gritando y entonces rápido como una liebre el ojos mieles llegó hasta ellos siendo imitado por Seto que tardó solo un segundo en darse cuenta que era la oportunidad que estaban necesitando.

 

En un segundo Joseph estaba sobre uno ellos y Kaiba sobre el otro. Los derribaron en un santiamén pero el tercero era un asunto aparte. Desenvainó su espada y atento siguió sus movimientos con su punta mientras ellos desarmados lo asediaban.

 

Los dos entendieron que se trataba de un trabajo de equipo y que uno debía servir de señuelo para que el otro lo redujera. Seto iba a hacerlo pero el otro se le adelantó mientras el pirata comenzaba a dar la alerta a voz en grito.

 

Se adelantó y la espada le lastimó el brazo mientras Seto se le acercaba al otro por detrás y lograba desmayarlo. Después tomó el arma y siguieron por unas escaleras hacia la cubierta de arriba, salieron agazapados en la oscuridad como perros salvajes que asedian el ganado discurrieron despacio y alerta por unos segundos hasta que sintieron vivos pasos acercándose desde la proa. Vigilantes de oídos agudos que escucharan los gritos de su compañero.

 

Los esperaron parapetados tras la pequeña torreta que formaba la salida y cuando pasaron a un lado se arrojaron en su contra.

 

En un momento uno de los piratas pegó al capitán en las piernas por abajo y por un lado haciendo que cayera y otro estuvo a punto de ensartarlo desde arriba pero el melado empujándolo  con su cuerpo lo tiró por la borda recibiendo un mazazo en plena espalda que lo hizo dar con la cabeza en la barandilla. Seto se levantó entonces y ensartó al pirata. Joseph miró en derredor y luego se percató de la mano que el otro le extendía para ayudarlo a parar. La tomó y fue levantado.

 

¡Gracias!—le dijo el capitán muy de cerca.

 

El otro asintió.


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