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LA ESPADA DE POSEIDÓN por desire nemesis

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                                                   MI MISIÓN

 

 

Bien si ya terminaron con todo este protocolo…--dijo Joseph caminando para hacerse notar—Hay algo que quisiera que me dieran—como todos lo miraran expectantes y sorprendidos y un largo silencio se hizo, él aclaró--¡Denme la espada!—

 

¿A que se refiere este tipo?—preguntó el menor de los Kiryu.

 

He venido aquí solo por ella. Mi tío me envió con la misión de recobrarla—explicó el joven rubio.

 

¡Pues no la tendrás!—dijo muy serio Ichiru.

 

¿Tu tío?—se preguntó Kaien--¿Él es el hombre santo a cargo del templo? Dile que pretendíamos devolverla ni bien la guerra terminara—Zero a su lado miraba sorprendido a Joseph.

 

Mientras Seto recordaba las palabras que el otro le dirigiera horas antes:

 

“¿A que ibas cuando tomaste mi barco?”

 

“Estaba camino a resolver un asunto familiar”

 

Palabras verdaderas que escondían algo más. Eso significaba que el otro todo el tiempo había sabido de la espada.

 

El otro empezó a reír a carcajadas e Ichiru con su mal humor preguntó de qué reía.

 

Nunca en mi vida oí tal cosa…--mientras se esforzaba en dejar de reír añadió—Jamás oí que nadie llamara así a mi tío. Puede ser de todo pero… ¿un hombre santo?—sus risas se hicieron mas vivas mientras recordaba esa mención de nuevo.

 

¡Terminemos con esto!—dijo Ichiru y se lanzó contra el melado que inesperadamente evadió todos sus ataques haciendo gala de una velocidad inaudita. Entonces el príncipe echó mano de sus recursos y mientras lanzaba un último ataque llamó a sus lanceros bien dispuestos tras las puertas principales--¡Id por él!—les dijo cuando las puertas estuvieron abiertas y el ojos mieles le evadía yendo hacia atrás y saltando de una manera asombrosa para evadir sus estocadas. Lo que más rabia causaba al peliplateado es que el otro parecía disfrutar con todo eso pero de seguro no disfrutaría de ser atravesado por unas bien afiladas lanzas, pensó con malicia mientras se hacía a un lado para dejar que los otros le atravesaran a placer.

 

Entonces pasó algo extraordinario.

 

A medio camino de su caída, cuando Joey se dirigía a una muerte segura se detuvo en el espacio mirando con entrecejo fruncido a los lanceros para después de un momento saltar hacia atrás y quedar con una de las manos y ambos pies en tierra, luego se irguió—No creí que necesitara de esto—dijo.

 

¿Acaso eres como ellos?—preguntó Cross y el otro le dirigió una mirada furiosa que antes nadie le viera.

 

¿Cómo te atreves a compararme con ellos?—preguntó con voz ominosa para luego mirar de nuevo a los nerviosos lanceros y decirles—Espero que disfruten más de su próxima vida—todos pudieron ver que era claramente una amenaza y de pronto el suelo se estremeció y las paredes comenzaron a resquebrajarse por donde estaban estos, luego la tierra saltó en mil pedazos y una nube de polvo cubrió a los lanceros, inmediatamente se escucharon sus gritos y después…

 

Dos enormes serpientes doradas emergieron del lugar, una con un cuerpo entre sus fauces que se sacó sacudiendo su cabeza y se dirigieron hacia el melado. Por un momento el capitán pensó en acudir a su lado pero lo dejó de pensar al ver la actitud del otro que parecía incólume. De pronto las serpientes rodearon a Joseph con varias vueltas pero no sobre su cuerpo y no con más de dos colocándose a ambos lados de él.

 

La espada que tienes en tus manos es poderosa lo acepto—dijo de pronto Joey a Ichiru—Pero lo que hace que su poder sea el mayor no solo depende de ella—

 

¿Qué insinúas?—preguntó el otro.

 

Lo que hace más poderosa a una espada legendaria es el que está tras ella—dijo el rubio y entonces para sorpresa de todos las serpientes bajaron sus cabezas hasta una pequeña distancia de la cabeza del melado pero lo más sorprendente no fue eso sino que abrieron sus bocas y en lugar de las lenguas bífidas que debían tener portaban dos empuñadoras labradas en oro.

 

Sin mirar en el interior el rubio metió sus manos en ellas y las empuñó para después retirar sendas armas de ellas. Eran espadas doradas, más largas y finas que la plateada.

 

¿Quién eres tú?—preguntó Kaien poniéndose entre Zero y él.

 

Saben… no me importa el futuro de este reino o su pequeña guerrilla. Eso me tiene sin cuidado y en verdad pienso que se lo merecen en castigo por haber tomado algo que no les pertenece. Su futuro sería una buena advertencia para los que intentaran algo parecido a lo de ustedes pero el hecho de que este pequeño mocoso intentara matarme es algo que no pienso olvidar—dijo el ojos mieles ignorando la pregunta y mirando a su atacante.

 

Kuran y Shizuka lo miraban atentos.

 

Entonces Zero se interpuso entre su hermano y el temible enemigo que se le presentaba—Te devolveremos la espada. Deja que la recupere—le dijo a Joey.

 

Niño, ese es mi trabajo—le contestó el ojos mieles con una mirada tan profunda como el tiempo.

 

¡Tú no te entrometas en esto!—le ordenó Kaname mientras halaba de él para sacarlo del camino.

 

¡Déjame!—le dijo el peligris tratando de zafarse y entonces vio la mirada de Kuran hacia el rubio.

 

¡No te metas en su camino! No tienes idea de quien es—dijo el ojos bordó.

 

¿Y tu si?—preguntó pasmado el menor.

 

Si—respondió el otro para dar certeza a su sospecha.


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