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LA ESPADA DE POSEIDÓN por desire nemesis

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                        LA BESTIA DIVINA Y EL EMPERADOR

 

 

 

Una habilidad poco conocida de los dioses griegos era su habilidad para tomar la forma de un único animal. En el caso del melado era la del halcón así que el salto suicida que todos pensaron que estaba dando solo era el inicio de su vuelo.

 

Seto dirigió su vista hacia arriba mientras caía y para su sorpresa vio como el rubio se lanzaba en su pos y después se transformaba en un… ¿Un ave?

 

El halcón trató de evadir las flechas mientras dirigía toda su velocidad hacia la criatura que caía pero una de las flechas impactó en su cuerpo cruzándolo de lado a lado. Muy pocos tampoco saben que un dios griego en realidad puede morir. No de muerte natural pero si asesinado por lo que el rubio maldijo su suerte.

 

El ave lanzó un chillido agudo al ser alcanzada. Seto miró en su dirección. Para ese entonces tenía una decisión tomada que eso le dijo que era la correcta. Su cuerpo caía con la cabeza para abajo por lo que al levantar la vista en realidad la bajaba y veía como el suelo se acercaba a él a gran velocidad por lo que el impacto era inminente.

 

En su angustioso dolor el griego trató de enfocar sus ojos en la otra figura que se acercaba a tierra y entonces divisó como un rayo caía al suelo y todo se volvió blanco en derredor por la luminosidad que tal emisión desprendía.

 

Entonces para su sorpresa vio a esa temible criatura acercarse y tomar su cuerpo entre sus manos mientras lo llevaba de vuelta a la montaña.

 

La sorpresa de todos fue manifiesta al ver a esa enorme criatura posarse en la terraza. El virtual emperador permaneció tan sorprendido como sus hombres por un momento y luego ordenó que mataran a la bestia que se veía por todo el lugar en signo de adoración. Los temibles ojos azules de ese dragón de pureza infinita se clavaron en los ojos de cada soldado por turno y después en los del engreído Mekiaman. Los soldados soltaron sus armas y se alejaron de ellas mientras la bestia lanzaba aire por sus fosas nasales con estruendo.

 

El emperador blandió la Emiratus contra él—No te acerques—le advirtió—Esta arma tiene la capacidad de matar a los dioses—le advirtió.

 

Por eso enviaste a por ella—aludió Hermes y el otro se medio volteó a verlo medio sorprendido de que un ave hablara.

 

¿Como sa…?—preguntó el ojos azules.

 

Porque tus soldados nos la robaron a nosotros—le explicó el rubio.

 

Pero si estaba en As…--medio dijo el otro.

 

En Asgar, si. Fue un largo viaje viejo y me voy a cobrar esta humillación—dijo el ojos mieles mientras recuperaba su cuerpo de apariencia humana.

 

Porque no solo has enfadado a ese dios sino a mí—dijo el rubio mientras se sacaba la saeta del cuerpo con esfuerzo—Yo soy un… un colega suyo—dijo ahora y le dio algo de pesar usar esa denominación pues le recordó a ese que no vería jamás.

 

Shiroi Ryuu, perdóname, no fui capaz de mantener a este hombre cruel lejos de tu sagrado recinto—dijo la anciana de pronto llorosa.

 

¡Nada debo perdonarte! Fui yo el que he desatendido mi feudo y desatendí la promesa que hace tanto te hice. Creí que la bondad y prosperidad que vi en este lugar libraba a estas tierras del la mala semilla y decidí descansar pero veo ahora que mi decisión era errónea y que habéis sufrido por mi culpa—dijo la potente voz del monstruo divino—Pero yo limpiaré mis campos de esta putrefacta zarza—dijo mirando con brillantes ojos azules al malvado que en un momento tuvo entre él y el animal sagrado a la pitonisa y frente al cuello de esta la espantosa espada.

 

¡Anda! ¡Atácame ahora! Si lo haces matarás a tu amiga!—se burlo el emperador caminando hacia el camino que bajaba del palacio para escapar arrastrando a la anciana consigo.

 

El gran dragón pareció sentirse frustrado por un momento y luego rugió—¡No escaparás de mi!—

 

De pronto una bola de luz y relámpagos rodeó a la enorme bestia y el malvado Mekiaman se quedó atónito y ciego como todos para después percibir una sombra en la luz que se transformó en un ser que se lanzaba en su contra. La figura arremetió desde lo alto sobre él, cayendo con su espada vuelta contra su cabeza y anonadado presenció su asesinato.

 

Lo siguiente que todos percibieron fue la cabeza del megalómano rodando hacia el grupo con una mirada sorprendida en sus ahora opacos ojos.


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