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LA ESPADA DE POSEIDÓN por desire nemesis

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                                                  ¡DATE UN BAÑO!

 

 

 

 

Era ya de noche. Todo permanecía por ahora en calma. Los últimos resquicios de la tormenta se alejaban por el horizonte dejando paso a la oscuridad y el frío que calaba los huesos en la tela mojada.

 

Joseph tosió y  entonces alguien se alertó de su presencia en el pañol del ancla. El centinela se acercó con paso precavido y su espada desenvainada.

 

Los ojos mieles le miraron en la oscuridad como preguntándose que acción tomar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Seto se había acostado en uno de los lados de la bodega en un jergón de paja que le prepararan sus hombres pero no podía descansar, molesto como estaba consigo mismo. Era una pena lo que le había pasado a ese tipo justo cuando…

 

Se abrió la puerta.

 

¡Les traigo compañía!—gritó uno de los piratas y algo azotó la cubierta inferior causando la curiosidad del ojos azules. ¿A que se referiría? Se preguntó y su corazón dio un salto como él cuando su mirada divisó a cierto rubio de ojos mieles.

 

¿Qué haces aquí? ¿Cómo…?—preguntó el aturdido castaño.

 

¿Podrías dejar de preguntar un momento y ayudarme? ¡Estoy helado!—le dijo el melado y el otro reaccionó como cualquier capitán en su posición.

 

¡Claro! ¡Traigan mi manta!—ordenó Seto y luego de que le trajeran se la colocó en torno a su torso. Él ya se habían secado pues hacía rato que estaba abajo. Después de unos momentos el otro pasó a contarle.

 

                                                                                

Pude llegar a la cadena del ancla y estuve toda la tormenta agarrado a ella. ¡Uff! ¡Que horrible tarde! Me tomó tres intentos subir a bordo. Estoy muerto—dijo el melado.

 

El castaño que hasta el momento se encontraba apenado, sonrió.

 

¿Y tú por qué sonríes?—preguntó Joseph.

 

¡Por nada!—dijo Seto volviendo a su corte serio—Me alegra simplemente que estés con vida—

 

Ya me daban por difunto. ¿No?—preguntó el otro colocándolo en una posición incómoda—Descubrirás que soy un hueso duro de roer—añadió.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Yagari estaba inquieto en su cabina. Sería mentira decir que nunca antes se había encontrado con una tormenta semejante pero ese monstruo que apareció de la nada, su intento de llevarse el barco y su repentina desaparición, eran cosas que lo turbaban enormemente.

 

Golpearon a la puerta--¡Pasen!—ordenó.

 

El otro entró—Capitán. Vengo para informarle que apareció uno de los prisioneros. Él que se cayó por la borda—

 

¿Y donde está?—preguntó interesado Toga.

 

Lo dejé en la bodega on los otros prisioneros—respondió el marino.

 

¡Tráelo! Quiero saber como sobrevivió todo este tiempo en un mar tan embravecido—le dijo y el otro corrió a cumplir la orden.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Un marino entró de repente y miró nervioso en derredor. Vio a Joseph y corrió hacia él, lo agarró del brazo y tiró de él.

 

¡Oye!—dijo el castaño mientras el otro trataba de zafarse--¿Qué haces?—

 

¡El capitán quiere hablar con él!—gritó el marinero a modo de explicación y el rubio algo contrariado se dejó llevar mientras Seto lo seguía con la vista. Otro marino los esperaba con la puerta entornada  y un palo en las manos para defenderse si intentaban escapar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

…………

 

 

 

 

 

 

 

Los mieles y el azul se encontraron con el mismo énfasis.

 

Me parece extraño—dijo el capitán.

 

Es obvio—le respondió el melado.

 

¿Cómo rayos sobreviviste?—preguntó ásperamente Yagari.

 

¡Ya te lo dije!—contestó Joseph.

 

¡No te creo!—le dijo el ojiazul.

 

¡Es tu problema!—respondió el rubio.

 

No, mi amigo, en tu caso también es tu problema porque yo tengo tu vida en mis manos—dijo el capitán.

 

¡Bueno! ¿Y que propones para que te convenza?—le preguntó el melado con las manos en las caderas.

 

El otro entrecerró los ojos y luego sonrió zorrunamente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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El agua le entraba por la boca, la nariz y los oídos mientras era arrastrado de la nao con una cuerda por el mar. “Maldito hijo de su madre” pensaba el rubio mientras sentía el impacto del agua en la popa. El ojiazul le había dicho que estaría agarrado a la cuerda el tiempo que había faltado y si veía que resistía como afirmaba haber resistido el día anterior, le creería.

 

 

 

 

 

 

 

 

…………..

 

 

 

 

 

Aporreó la puerta de la bodega exigiendo atención.

 

¿Pues que quieres?—preguntó un marinero de mala manera.

 

Quiero saber que han hecho con Joseph—exigió Seto.

 

¿El rubiecito? Tranquilo hombre. Si se está bañando plácidamente—respondió entre risas el otro.

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

POR EL DIA QUE NNO ACTUALICE

FELICES FIESTAS!!!!!!!!!!!!!


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