PEREZA
~AOMINE DAIKI~
“La pereza no es más que el habito de descansar antes de estar cansado”
Cubriste tu rostro cuando los rayos del sol te parecieron insoportables. Habías estado durmiendo en la terraza del colegio desde que llegaste, sin importarte el haberte saltado ya 4 clases, incluido la hora del almuerzo.
Perdiste la cuenta de cuantas veces Momoi había ido a verte para decirte que volvieras, regañándote como una madre haría a su hijo. Aun así, no obedeciste y decidiste quedarte ahí dándole la espalda.
“Que fastidiosa eres Satsuki”
Esa era tu repuesta de siempre, sin embargo, la pelirrosa distinguió algo inusual en tu tono de voz, y supo que no debía seguir insistiendo, así que se retiro de ahí.
Cuando escuchaste a distancia sus pasos, y ya no sentías su presencia, soltaste un bufido.
Hoy habías estado mas malhumorado de lo normal, es más ni siquiera irías a la práctica de ese día, aunque eso no era nada bueno, pero tu razon era que, según tu, estabas muy cansado, a pesar de no haber hecho nada.
Oíste el ruido de tu celular, pero no te molestaste en contestar. El tono de llamada lo distinguiste bien, lo habías puesto ese sonido para que cuando lo escucharas, no contestaras. El rubio llamo alrededor de 2 veces más, las cuales, ninguna contestaste.
Sin embargo, después un tono diferente llego hasta tus orejas. No era Kise, esta vez era otra persona. Pensaste tal vez que el ojimiel había tomado otro teléfono para marcarte, pero no. Ese era un sonido que tu habías elegido para la persona con quien te enfrentabas a diario.
“Kagami…”
Con toda la energía que pudiste almacenar en el brazo, tomaste el celular del bolsillo derecho, y lo regresaste hacia tu oreja, mientras habrías el aparato lentamente y contestabas con toda la pereza del mundo.
“¿Qué?”
“Joder Ahomine, ¿Por qué a Kise no le contestaste?”
“Solo dime que mierda quieres”
“Kise está organizando una fiesta, y me dijo que yo te preguntara si podías venir, ya que a él no le contestaste”
“Estoy cansado”
“¿De qué?”
“Solo dile que no iré”
“Te vas a quedar solo Aomine, ya podrás descansar cuando mueras”
“Si, si, lo que digas…”
Y dicho eso colgaste. Ni siquiera meditaste tus palabras, lo único que querías era descansar, y si para eso debías esperar la muerte, pues, que viniera; Lo que no esperaste es que alguien obedeció a tu petición.
Escuchaste una suave melodía que te adormeció, y tus parpados se cerraron lentamente, hasta convertirse en poderosas cerraduras, sentiste el cuerpo inmóvil y sin la fuerza para moverte; Sentiste un aroma peculiar… “Humo” y escuchaste sirenas y gritos cerca de tuyo, sin embargo, no te levantaste ni abriste los ojos, solo te dejaste llevar…
Los maestro le avisaron, sus amigos le llamaron, inclusive tu y yo le gritamos, y el muy terco de Aomine no nos escucho. Pero ya estaba muerto, que más daba.
Y dime ¿Estás dispuesto a esperar la muerte solo para descansar?