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Las cinco cosas que odio de ti por Xerxes Uryu

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Notas del capitulo:

Jo, jo, jo. Lo prometido es deuda, dije que subiré capítulos cada tercer día y lo pienso cumplir. Por cierto, este capítulo está dedicado a Bessy11 por dejarme un lindo review, te adoro~.

Espero que disfruten la lectura

NO soy un puto celoso,  solo que me molesta que seas amable con otras personas que no sea yo.

— ¡Buenos días Ishida-kun! —saludó Orihime abrazando entusiasmada al chico con espejuelos.

—B-Buenos días Inoue —respondió el Quincy un tanto apenado por el efusivo saludo de su amiga.

—Ishida-kun, ¿podrías acompañarme a algún lugar cuando acaben las clases? Quiero que me ayudes en algo y tú eres el indicado —le sonrió de forma inocente.

—H-Haré lo posible.

Ambos siguieron hablando bajo la inquisidora mirada de un malhumorado pelirrojo. El Shinigami chasqueó la lengua y volteó la cabeza hacia otro lado para evitar seguir mirando la horrible escena.

Las clases transcurrían e Ishida sentía una fuerte presión en su nuca. Trataba de quitarse esa horrible sensación y poner la mayor atención posible a la maestra pero por desgracia la sensación, lejos de desvanecerse, se incrementaba más.

Al escuchar el timbre que anunciaba la hora del almuerzo Uryū se retiró del aula para ir a la tranquila biblioteca. No contaba que justo en el umbral de ésta se encontrara Ichigo cruzado de brazos.

—Que sorpresa encontrarte aquí Kurosaki, pero dudo que estés aquí para leer —comentó el pelinegro ajustando sus lentes.

—Es cierto. La verdad quiero preguntarte en qué tienes que ayudar a Inoue y exactamente por qué eres el “único” que puede hacerlo —dijo todo con un tono fastidiado.

—Ella simplemente quiere que le ayude en unos asuntos de costura, eso es todo —explicó el menor a ver si el celoso de Ichigo se tranquilizaba.

— ¿Pero te acordaste de qué tú y yo teníamos planes esta tarde? —comentó más brusco el Shinigami.

—Ya lo sé —respondió con el mismo tono—, pero no puedo ser grosero con ella y negarle ayuda.

El mayor apretó los dientes furioso. ¿Cómo era posible que Ishida pusiera a otras personas por encima de él? ¿Qué acaso no era su condenado novio y por ende el Quincy tenía que atenderlo nada más que a él? Al parecer eso era algo que Uryū le importaba muyo poco. Pues bien, dos podían jugar ese juego.

—Pues has lo que dé la regalada gana —masculló enojado—. Vete con Orihime como el buen príncipe que eres.

Y se fue sin dirigirle la mirada, mas si lo hubiera hecho habría visto un atisbo de tristeza en los ojos oceánicos de Ishida.

 

Si ya había dejado las cosas claras con Uryū ¿por qué demonios estaba en la plaza central donde se suponía que tenían que haberse visto? Era algo de lo cual no estaba seguro. Tal vez tenía la minúscula esperanza de que el pelinegro, en un milagro, llegara a decirle que había recapacitado y que quería pasar la tarde con él, tal vez.

—Son las ocho —dijo viendo su celular. Lo esperaría.

Pero conforme el tiempo pasaba las esperanzas de Kurosaki se destruían junto con su corazón. Algunas personas que habían pasado lo veían con comprensión, quizá lastima. Otras lo miraban burlonas, tal vez regocijándose de su tristeza. Y unas pocas, que tenían el valor de acercársele, le preguntaban si estaba bien, sólo para recibir una sonrisa forzada y decirles que no le pasaba nada malo.

Cuando ya estaban dando las diez supo que no iba a llegar, así que resignado decidió irse. Mas sin embargo un ruido le detuvo en su tarea. Al ver que no era nada importante suspiró y se dispuso a retirarse, pero otra vez escuchó el ruido y volteando la cabeza, grande fue su asombro al divisar al Quincy corriendo como alma en pena y llamándolo con todo lo que sus pulmones podían.

— ¡No te atrevas a irte, maldito Shinigami! —gritó Ishida ya más cerca de él.

Al llegar, lo primero que hizo Ishida fue recargarse en sus rodillas para poder atrapar algo del vital y tan necesitado oxígeno y Kurosaki… bueno, de seguro tenía la cara hecha un poema porque al levantar la mirada el brabucón del Quincy dijo:

— ¿Acaso tengo monos en la cara o por qué me miras así?

— ¿Qué pasó con Inoue? —preguntó saliendo apenas del asombro.

El azabache volteó la cabeza; algo sonrojado.

—Me dijo que podía hacerlo ella sola —explicó, subiendo el puente de sus lentes en el acto.

“Mal mentiroso” pensó el pelirrojo. Sabía cuándo Uryū mentía: evitaba ver directamente a los ojos y se ajustaba los anteojos en un claro, y tierno por cierto, tic nervioso.

Pero su atención cayó en la bolsa que traía consigo el de ojos azules y su acompañante se apresuró a dárselo.

— ¿Es para mí?

—No, es para mi amigo imaginario que está a tu lado —ironizó el menor ganándose una mirada asesina del Shinigami —. ¿Qué esperas? ¡Ábrelo!

Sin esperar otra orden más Ichigo abrió la bolsa y se sorprendió al ver que dentro de ella estaba una chamarra negra y afelpada por dentro. Le dirigió una mirada curiosa y el de piel pálida se ajustó sus lentes otra vez.

—Te quejabas tanto del frío estas últimas semanas que te compré esta chamarra para que te calles de una buena vez.

A pesar del comentario tan tosco sabía que Ishida se había preocupado por él tanto que le había comprado la prenda para reconfortarlo. Sin ningún aviso abrazó al Quincy.

—Créeme que esta noche ni tú ni yo tendremos frío  —susurró sensualmente causando un escalofrío en el menor y llevándoselo para cumplir con su advertencia.

Notas finales:

Y eso ha sido todo. Nos veremos el lunes


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