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Too young to die por Andhara

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Notas del capitulo:

Este capitulo es raro y no me acaba de convencer (sobretodo por el tratamiento temporalq ue me quedo raruno), pero bueno. No tengo mucho que decir porque no quiero hacer microspoilers jajaja

Aunque no he recibido ningun review este ultimo cap estoy muy muy muy feliz porque...*redoble de tambores* Ya tengo una idea preciooosa para mi proximo fanfic!!!! Queda relativamente poco para que este acabe, pero igualmente ya es momento para madurar bien la idea y que no sea solo un bulto sin forma completa ni hilo cuando lo empiece. 

Bueno, me callo ya y a leer.

Cancion del titulo: Come as you are de Nirana

El verano había pasado rápido y pegajoso. Los últimos coletazos de las vacaciones se hacían evidentes en el creciente ritmo de la vida y en la excitación colectiva que aumentaba día a día ante la expectación del nuevo curso.

Ryu sentía los nervios aumentar día a día, hora a hora. Ya tenía todo listo para irse a la Universidad de Kyoto. Ya hacía meses que sabía que no había conseguido entrar a Tokyo, pero aún no había sido capaz de manifestar en alto que se tenía que marchar. Se decía a él ismo que lo hacía por Shino, pero en su aforo interno sabía que era mentira. Era él el que más se negaba a aceptar lo inevitable.

Había ido arrastrando el día en que se lo diría a Shino. Tenía pánico de su reacción y de la suya propia. Había pasado uno de los mejores veranos de su vida y ahora que sentía que su vida cobraba un sentido y una estabilidad el mundo se fundía bajo sus pies. Pero el día había llegado, porque en una semana exacta dejaría Tokyo para no volver hasta a saber cuándo.

Se retorció las manos, nervioso. Shino mantenía los ojos cerrados con la cabeza apoyada en el cristal del metro. Llevaba una boina agranatada y una camisa de estilo militar a medio abotonar. Ryu tuvo que concentrarse para apartar la mirada de su pecho desnudo.

-Había pensado de raparme el pelo este verano, pero joder. Ya es demasiado tarde. ¿Tú que crees?-hablaba con tono desenfadado, en ese momento no tenía más preocupación que su corte de pelo. Ryu apretó los puños, arrepentido de sacarle de su feliz ignorancia.

-El martes que viene me voy a Kyoto.- habló deprisa, rezando para que fuera tan rápido que el dolor fuera corto.

-¿A Kyoto? ¿A qué coño vas a Kyoto?- Ryu apretó los dientes, no le había entendido y lo tendría que repetir. Se levantaron de sus asientos para bajar a la siguiente parada.- ¡Eh!-exclamó Shino exigiendo respuesta.

-A la Universidad. No entré a Tokyo. Me voy a vivir allí, Shino.-dijo con voz apagada y la mirada gacha.

-¿Qué?-levantó la vista para mirar al pelirrojo. Le miraba sin pestañear. Las puertas del metro se abrieron y los usuarios les esquivaron como si fueran piedras en medio del rió. Las puertas se cerraron de nuevo y Shino siguió allí, congelado en su posición.- ¿Des de cuando lo sabías?-su mirada se volvió fría.

-Des de finales de Julio.-Ryu agachó la cabeza, avergonzado de sus actos.

-¿Por qué coño no me lo habías dicho?

-Por qué sé que te abrías enfadado y quería disfrutar de este verano a tu lado. Sin preocuparme de que pasaría cuando llegara setiembre.

-¿Qué me habría enfadado? ¿Por qué coño me iba a enfadar? Me habría ido contigo, hijo de puta, pero ya veo que no entro en tus putos planes.-le agarró del cuello de la camiseta, ganándose las miradas de los pasajeros.-Capullo de mierda. Me das asco, me das jodido asco. Me prometiste que te quedarías conmigo. ¿Qué puto valor tienen tus palabras? ¿De toda la mierda que ha salido por tu puta boca que era verdad?-a cada palabra subía el tono.- ¡Me abandonas! ¡Como todos!

La puerta del metro se abrió de repente y Shino, que aun tenia agarrado al moreno, le empujó fuera del vagón. Ryu cayó al suelo de la estación y la gente gritó. Shino bajó también y colocó un pie a cada lado del moreno tendido. Ryu vió como apretaba las fauces con fuerza y los ojos le vibraban acuosos.

-Lo sabía, lo supe desde el principio. Sabía que eras un puto niño mimado que me haría a un lado cuando se cansara de su juguete nuevo. Me hiciste creer que eras distinto, pero no, eres como todos los demás. –Shino colocó un pie sobre el estomagó de Ryu y este sintió ganas de vomitar.

Seguridad llegó sorprendentemente rápido. Agarraron a Shino por los hombros y le arrastraron, separándole del moreno. Mientras lo hacían Shino le escupió desde las alturas. Ryu sintió todo el odio de su alma en ese escupitajo. El corazón se le contrajo tanto que se lo tuvo que agarrar con la mano. Apretó los ojos con fuerza y las lágrimas empezaron a correr mientras desconocidos le ayudaban a levantarse del suelo.

No volvió a ver a Shino.

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Estuvo varios días sentado en el sillón de su apartamento. No comió y apenas se levantaba para mear. Alternaba periodos de sueño y vigilia sin sentido y sin patrón. Descuidó sus horarios y necesidades por pensar. Pensaba y pensaba, repitiendo incontables veces el rostro de Ryu mirándole desde el suelo, lleno de sorpresa y dolor.

Después de aquello le habían encerrado varias horas en un cuartucho mohoso. Al salir era de noche y la soledad le consumía. Tenía una casa, pero sentía que no tenía lugar a donde ir. No llamó a Ryu, ni tuvo las ganas de hacerlo. Era como si el moreno no existiera, como si fuera una ilusión confusa de sus recuerdos. Igual que su amigo Taro, igual que su madre… Todos eran personas que ya no existían, al menos no para él.

Un día Shino se levantó del sillón. Agarró la máquina de rapar y se la pasó por la cabeza, en el mismo salón. Sin gracia y cuidado acabó con el pelo rapado a trasquilones. Se duchó y comió y se sorprendió al notarse las costillas pegadas a la piel y el rostro ojeroso y demacrado. Se asqueó de sí mismo, no solo de su imagen, también de su alma.

Agarró su teléfono totalmente vació de batería y lo puso a cargar. No esperó y llamó a Taro en cuanto pudo. Le llamaba porque aunque no fuera aquel al que tanto quiso una vez, seguía siendo lo más parecido a una familia que jamás había tenido, lo único que tenía en ese mundo egoísta. Fueron unos minutos largos y llenos de nerviosismo. Se retorcía las manos y se las pasaba por el pelo tan corto que pinchaba. Al fin la pantalla se encendió.

-¿Taro? Soy Shino. Emm…puedes venir a vivir conmigo si quieres.-hizo una pausa repleta de anticipación.-Por favor, no puedo quedarme solo. No otra vez.

Las lágrimas le corrieron amargas por el rostro por primera vez desde el incidente. Un torrente de emociones le desbordó. Recordó los labios del moreno y no pudo evitar pensar que aquella mañana habían tenido su probablemente último beso. Gimoteó y sintió que el aire le faltaba. Taro le llamaba asustado al otro lado de la línea pero Shino suficiente tenía con conseguir respirar.

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Ryu se marchó a Kyoto tal y como estaba previsto. No llamó ni visitó a Shino. Sabía perfectamente que para él estaba muerto. Solo le bastaba con recordar su cara de odio para saber que estaba todo perdido. Que la había cagado y que por su egoísmo había perdido lo único que le importaba en ese mundo. Igual que la primera vez que tuvieron sexo y se comportó como él niñato que era.

En esos momentos ni siquiera entendió porque había preferido la universidad a él, porque no había hecho algo para poder tenerlos a los dos al menos. La culpa le nublaba la razón y Ryu vió como toda su alma se volvía pequeña y quebradiza. Se vió obligado a aislarla en un rincón de su ser para poder seguir viviendo. Una carcasa vacía que no sufre ni tampoco ríe.

Antes de marcharse fue hasta su piso y pasó una nota por debajo de la puerta. No tenía la esperanza de arreglar las cosas, sólo de liberar al menos un pequeño peso del alma atormentada del muchacho.

No hizo amigos en la universidad, iba de su habitación a las clases y viceversa y ahora que Shino ya no estaba ni siquiera encontró motivos para volver ni en vacaciones a Tokyo. No había nada por lo que despertarse por las mañanas, solo la propia tendencia orgánica a seguir vivo y la de la mente a mantenerse ocupada en la cotidianidad.

La amargura le corría por la sangre y por primera vez, creyó vislumbrar una mínima parte del dolor y la soledad que Shino había sentido a lo largo de los años.

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Taro ya se estaba instalando en su casa cuando la nota se coló por debajo de la puerta. Cuando Shino la descubrió sintió un escalofrió recorrerle la espalda, como si fuera la llamada de un fantasma. No abrió la puerta, porque para él no había ya nada que ver, aunque estuviera parado delante de esta.

“Lo siento. Te he fallado”

No estaba firmada, pero a Shino no le hizo falta para saber su autor. “Lo siento” decía. No le pedía perdón, no pretendía recuperarle, solo le compadecía. Shino arrugó la nota y la apretó con el puño. Pensó en el olor de Ryu, ese que le recordaba a un hogar. Sonrió irónico al pensar que también había perdido la paz.

Había perdido muchas cosas en su vida, muchísimas. Ahora había perdido más de golpe que nunca, de una sola ventolada a traición. Así era como se sentía, traicionado. Se acarició el tatuaje sobre la ropa, intentando recuperar la cordura.

Taro abrió la puerta del piso de repente. Soltó unas cajas en el suelo y le miró.

-¿Todo bien?-dijo mientras respiraba exhausto. Shino no le había contado que había pasado, pero Taro era lo suficientemente inteligente para saber que algo iba mal. También era lo suficiente cauto para no presionarle.

-Sí.

Taro se acercó a él y le pasó una mano por el pelo rapado y punzante. Shino consintió la caricia mientras le miraba fijamente.

-Ven aquí.-Taro le agarró la cabeza con suavidad mientras sonreía. Le acercó a su pecho y Shino apoyó la cabeza en él.-Sé que durante muchos años no estuve a tu lado, pero ahora si lo estoy Shin. Te quiero ¿vale?

Shino le miró a los ojos y se sorprendió al comprobar que nunca antes le habían dirigido tales palabras. Taro seguía con su sonrisa afable, mirándole desde sus alturas. Le acarició la nuca y Shino volvió a acurrucarse en su pecho.

-Gracias, Taro. De verdad.

Estuvieron un buen rato abrazados en medio del pasillo. Shino seguía con el papel encerrado en su puño, pero por unos instantes lo olvidó para dejarse a merced del latir tranquilo del castaño. El pecho retumbaba en su oído a un ritmo lento, cadencioso y relajado. Su respiración se acompasó con la de Taro y por un momento Taro habría jurado que Shino se acababa de dormir.

Tenía un aspecto decrepito. Realmente le había asustado cuando llegó a Tokyo, con el pelo mal cortado, la cara chupada y los ojos hinchados. Había mejorado en los últimos días, pero Taro le sorprendía demasiadas veces con la mirada perdida y nublada, con la mente en mundos inexistentes.

Taro se prometió enmendar sus errores del pasado. Abandonó a su amigo, pero ahora estaría allí para él, recuperando el tiempo perdido e intentándole dar la compañía que una vez le arrebató.

Las últimas noches Taro había estado alternando dormir en un colchón en el suelo del salón y en la cama con Shino. Normalmente se acostaba con él directamente, pero más de una noche Shino le había despertado vagabundeando por la casa, para luego pedirle su compañía. Taro suponía que eso pasaba en las noches de intranquilo insomnio.

No tenía ni idea de que era lo que atormentaba tanto el alma del pelirrojo y le daba miedo saberlo. Ninguna vez preguntó, porque le conocía y sabía que era algo que prefería olvidar cuanto antes mejor. Y también sabía, por la experiencia de la vida, que salvo en contadas excepciones, cuando no verbalizas las cosas, parecen menos verdad. 

Notas finales:

Lloremos juntos hermanos. La felicidad ha llegado a su fin. ¿Que pasara apartir de ahora? Quien sabe, quien sabeee....

Espero que os haya gustado mucho y no dudeis en comentar para darme tomatazos por mi horrible redaccion, temporalidad y originalidad. 

Muchos muchos besitos y os dejo ya que voy liadisima con trabajos y examenes, Mua muaaaaa.


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