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Too young to die por Andhara

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Notas del capitulo:

Hoy no solo traigo el penultimo capitulo del fic, sino tambien una gran gran disculpa. 

He estado todo el verano inactiva y todo este primer trimestre. En plena semana de examenes me he dignado a acabar este fic. Sí, ya esta acabado, la semana que viene subiré el ultimo capitulo.

No diré nada más. Os dejo leer.

Se me olvidaba. En este capitulo hay dos referencias a unas canciones (una de ellas muy poco explicita) 

Perfect day de Lou Reed

Hapiness is a warm gun de The Beattles

A ver si descubris donde

Canción del titulo: Kids of the Black Hole, de The adolescents

-Estamos sobrepasando el límite del mariconeo.- Shino se separó ligeramente, pero de forma contraria a sus palabras se mantuvo pegado a él, acariciándole el mentón con el pulgar. Ryu sonrió y le besó rápido y con fuerza antes de separarse del todo.

- Me da absolutamente igual. – sonrió.- Pensaba que podría seguir con mi vida ¿sabes? Que al final me acabaría más o menos olvidando de ti. Pero joder Shino, eres la puta droga. Cuando me había acostumbrado al mono llegas aquí y me doy cuenta de que de superarlo una mierda.-Shino sonrió divertido.

- La adicción nunca desaparece, sólo se controla. ¿No te dijeron tus padres que con las drogas no se juega?-dijo enarcando una ceja para luego empezar a reír más fuerte.-Me ha gustado el símil de la droga. Soy tóxico hasta para mí mismo.

- No puede ser tan malo algo que es lo único que me hace sentir vivo y olvidarme de la mierda. ¿No crees?

- Suenas como un puto adicto de verdad.- Shino siguió riendo. Le agarró la cara con una mano, apretándole los mofletes y le zarandeó.

Sus músculos se relajaron y les fue imposible de recordar los años solitarios. Era como siempre, dos amigos que se querían, independientemente de la forma, y que al fin y al cabo se necesitaban. Necesitaban besarse y sentirse para apaciguar la soledad de sus almas. Ryu pensó con gracia como después de la última pelea creyó que aquello era imperdonable. Visto desde tan lejos parecía algo totalmente vació como para dejar de lado aquello que les hacía realmente feliz. Shino por su parte se sintió un poco diva del drama al recordar cómo casi muere desnutrido por tal estupidez. La lluvia de los años había barrido la rabia, pero no la solitud que los había unido entonces y ahora les reencontraba.

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Shino abrió la puerta apresurado, entrando a paso rápido mientras se retiraba el pelo hacia un lado.

-          ¿Ren? ¿Taro?- esperó unos segundos mientras se giraba hacia él y le hacía señas con la cabeza. Vía libre.

Ryu cruzó el umbral de la puerta y se giró para cerrarla. Al volver la vista al piso Shino se encontraba mirándole, con los brazos caídos y con una mirada demasiado intensa, demasiado profunda, demasiado llena de aquello que siempre se le había antojado indescifrable. El vello del cuerpo se le erizó y sin poderlo remediar echó el cuerpo hacia atrás paralizado por el miedo a la inmensidad de aquello que ante él se alza infranqueable. Shino cruzó los brazos por encima de su cabeza, sacándose la camiseta gastada y descubriendo un pecho pálido y ancho.

Ryu se aproximó a pasos indecisos, con cautela. El corazón le bombeaba de forma ensordecedora y Shino seguía mirándole, estoico y lejano. Aligeró el paso llegando frente a él, en un acto reflejo y natural le posó las manos en la cintura. El contacto de su piel cálida le hizo contener el aire durante unos instantes, como si el misterio de la vida se le hubiera rebelado. Fue esa sensación extraña, esa toma de consciencia de la vida, de tener un cuerpo que respira, vive y siente frente a los ojos. Shino estaba vivo, no era un recuerdo enterrado, ni un actor porno barato tras la pantalla del ordenador. Era un ser, era Shino y estaba allí para él, desnudo y vulnerable.

Shino le tomó de la cadera y le acercó más, desplazando una de las manos hacia su trasero. Le besó de forma profunda y sensual. Ryu siguió el beso y le empujó hacia delante hasta el sofá. Shino se sentó, sacó una cajetilla del bolsillo y se encendió un cigarro. Le miró desde abajo entre el humo y torció la sonrisa. Le bajó la bragueta con una sola mano y Ryu se sacó la camiseta por la cabeza, abandonándola en algún lugar del suelo mugroso. Encajo una rodilla frente a la entrepierna del Shino y aguantó el peso de su cuerpo con el brazo contra el respaldo del sofá.

-          ¿A qué coño esperas?- Shino le agarró del cuello y tiró hacia sí. Ryu sintió el sabor a ceniza de sus labios y los devoró, satisfaciendo sus dos grandes adicciones.

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Ryu había pensado que sería un sexo de típica reconciliación, donde los protagonistas se besan con lágrimas en los ojos entre sabanas de algodón blanco. En un principio se sintió ligeramente perturbado por esto, por la falta de romanticismo. Pero una vez acabados, Ryu sintió una felicidad repentina que le invadía, hasta el punto de hacerle emocionar. Contuvo las lágrimas, como buen machote que era y se preguntó como un acto tan salvaje le podía hacer llorar como una niña y no ser precisamente de dolor. Comprendió en ese instante que nada más que aquello hubiera sido propio de ellos, autentico, personal y verdaderamente conciliador. Ryu sintió la paz de recuperar aquello que tanto había echado en falta y parte de esto era un sexo duro y sucio en un apartamento lleno de humedades y grietas, en un sofá de cuero viejo y espuma podrida. Y es que no podía ser de otra forma, no si se trataba de Shino. El mencionado en ese momento fumaba despreocupado, sentado en el sofá con las piernas abiertas. Solo llevaba un calzoncillo gastado y hematomas bajo la piel.

-          Te he echado de menos.- pronunció de repente. Le miró de reojo y sonrió ligeramente.- Fue duro cuando te fuiste, dejando de lado mi numerito. Te necesitaba. Y eso me hacía odiarte más.- sentenció musicalmente. – Ya sabes que rollos me llevaba en esa época. La independencia moral y emocional y esas gilipolleces. Ha llegado un punto…tengo que dejar de luchar contra quien soy ¿no crees?-le miró como esperando una respuesta pero sin dar tiempo a contestar.- Te necesito. Te necesito a ti i necesito a Taro. Y ya está. No hay más. Eso no me hace menos molón. Me hace más Shino y con eso basta. ¿Qué hay de tu familia? ¿Cómo le va a tu hermana?- añadió rápidamente, como dando por zanjado el tema anterior.

-          Se va a casar. Supongo que en poco tiempo tendré un sobrinito.

-          Nunca he ido a una boda. ¿Me llevarías contigo? Sería muy épico. – sonrió divertido- Yo con mi corbata de zebra. Te podría dejar unos pantalones de rallas. Así iríamos conjuntaditos.

Ryu rió y le besó. Al despertar a la mañana siguiente no había nadie junto a él. El chico que encontró en ese mismo sofá el primer día que entro al apartamento salió de una de las habitaciones.

-          Eyyy. Te has despertado.- tenía la voz trompetil rasgada por el exceso.- ¿Buena borrachera anoche? Shin me ha dicho que te diga que se ha ido a trabajar.

Ryu asitió con la cabeza y se levantó con parsimonia del sofá, colocándose las prendas que aun no llevaba puestas. Supuso que el chico no sabía nada, que suponía que su presencia en el sofá era el resultado de una noche de alcohol y drogas, justo como la misma que le llevo por primera vez a casa de Shino.

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El club estaba abarrotado esa noche. Tocaba un grupo medianamente conocido en la ciudad así que nadie desaprovecho la oportunidad. Shino intentó escurrirse entre los cuerpos sudados y el roce excesivo con desconocidos le asqueó. Un calor flameante empezó a surgirle en las entrañas, extendiéndosele por el cuerpo. El agobio creció y finalmente no pudo evitar abrirse paso a empujones e insultos, ganándose miradas amenazadoras.

Finalmente llegó al lugar donde se había situado su grupo y Ren le miró con mofa ante su cara de cabreo. Su cuerpo pedía alcohol a gritos para poder soportar esa noche impregnada de olor a sobaco. Pese a eso, solo de pensar en las toneladas de carne compacta y sudorosa que le separaban de la barra se le quitaban las ganas. Tomó e botellín de las manos de Ren entre gruñidos de desaprobación y bebió un trago largo.

A Shino el tiempo se le antojaba que pasaba lento. Cambiaba el peso de pie constantemente y se retorcía las manos, luchando por no volver a mirar el reloj. Se tocaba el pelo con nerviosismo y se crujía el cuello. No solo le agobiaba la gente sino que encima tenía la mente llena de pensamientos inquietantes sobre la pasada noche.

Ryu había vuelto. Ryu estaba en Tokyo. Ryu había estado en su cama. Ryu. Ryu. Ryu. Sus pensamientos giraban en torno a él sin retorno. Habían follado y había estado genial, pero que pasaba ahora. ¿Volvían a ser una parejita adolescente? ¿Volverían a andar de la mano aunque fueran sobrios? Shino no lo descartaba y era incapaz de descubrir si eso le desagradaba o entusiasmaba. Simplemente le costaba de imaginar. Si no iba a ser así ¿que sería? ¿Quedarían para follar y beber cerveza? Tampoco le resultaba plausible en vista de cómo su cabeza daba vueltas y vueltas a la imagen de Ryu dormido en el sofá.

-¿Te hacen unos picos en mi casa?-escuchó decir a Ren. La frase le disgustó y frunció el ceño.

Ren siempre había sido dado a las adicciones pero en sus últimos meses su afición a la heroína rozaba la preocupación severa. No le culpaba. Conforme los años pasaban aumentaba su soledad proporcionalmente a como descendían sus expectativas de tener una vida digna. Sabía que Ren sufría. El tiempo avanzaba inexorable y  un puñado  de chicos desgraciados se encontraban con la imposibilidad de convertirse en hombres. Todos sus sueños de rebeldía y libertad se veían truncados por la realidad. Olvidar quienes eran en realidad, aguantar un día más, de eso se trataba.

No le gustaban mucho los Beatles pero solía recordar una de sus canciones, no muy conocida, de poco antes de la disolución. Una Oda a la heroína y una elegía al consumidor. Él había probado el caballo, un par de veces de hecho, pero no lo suficiente para caer en su nirvana simulado. Le asustó su efecto pacificador. Un par de encuentros con la droga le bastaron para ver como de peligrosa podía ser la felicidad más que la tristeza o la rabia.

Ren estaba en ese punto en que había perdido la consciencia de la dimensión de su desgracia (siempre que fuera colocado, claro) y por eso mismo la ambición. Sus discursos incendiarios sobre mesas de bar menguaban día a día. Dormía por las mañanas y se drogaba por las noches, abandonándose a la placidez de un sueño inexistente.

Shino sufría por su amigo pero era incapaz de sacarlo del ciclo vicioso. No se trataba de hacerle saber que la droga le hacía mal, eso Ren ya lo sabía. El problema era que todo el mal, todos los riesgos le compensaban cuando sentía la heroína correr por sus venas y liberar su alma de la desesperación. Shino sentía que la única forma de ayudarle seria hacer que la dejara de necesitar y eso no estaba en sus manos. Le miró con severidad, enfatizando que aun que no interviniera no le gustaba. Odiaba que lo hiciera en su casa, porque de alguna forma se sentía cómplice, pero lo prefería a una cuneta. Ren ignoró su mirada y salió del bar con uno de los presentes totalmente dispuesto a darse su dosis de tranquilidad.

Pasados unos minutos Shino no soportó más el agobio del gentío y la culpabilidad y salió solo del bar a pasos de gigante y empujones variados. Rondó por la calle mal iluminada y se apoyó en una pared mientras se encendía un cigarro y se sobaba la sien. La frente le pinchaba ante un futuro incierto y oscuro. El retorno de Ryu no mejoraba la situación. Se sentía como cuando tenía 18 años y un abismo se abría bajo sus pies.

Un par de chicos claramente skinheads pasó por delante suyo. Shino los analizó con ojos afilados, intentando discernir el bando.

-¡Tú! ¿Qué coño miras anarquista maricón?- uno de los chicos captó su mirada y le enfrentó. Ahora estaba claro el color de sus banderas.

- Vuestras preciosas botas proletarias. Importadas de China y cosida por un obrero de verdad, espero. – no estaba para gilipolleces y Shino odiaba con toda su alma a todos aquellos que defendían algo y luego se lo pasaban por los cojones solo para aparentar que lo defendían. Contradictorio.

- ¿¡Habéis escuchado al hijo de puta este?!- los otros dos se unieron. Se acercaron a él con aire amenazante y las caras congestionadas de rabia. El chico que había hablado le agarró de cuello de la chaqueta, empujándole contra el muro. -¿Tus papis no te han enseñado a respetar a los mayores?- le doblaba la anchura y la altura, pero Shino mantuvo la vista al frente. Intentó aguantar una risita por la acidez del muchacho. Era gracioso que le confundieran con un niño de papa, pero tampoco extraño, conocía a muchos así.

-Lo abrían hecho si no estuvieran muertos por sobredosis.-exageró la situación y sonrió socarronamente.- el chico le soltó con un empujón y le miró con desprecio.

-Pues te lo digo yo.

Se alejaron entre insultos murmurados y Shino pensó que no eran más que unos gallitos. Emprendió el camino a casa a riesgo de encontrarse a Ren apretando un cinturón con la boca. Andaba por la calle a paso lento y pesado. Sin ganas de llegar pero tampoco de estar ahí. Escuchó unos pasos rápidos tras de él. No tuvo tiempo de rodearse cuando un silenció sordo engulló el mundo.

Notas finales:

Gracias por leerme. 

Andhara


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