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Too young to die por Andhara

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Notas del capitulo:

He vuelto! y más feliz que nunca porque ya tengooo revieeews!!!!! :DDD

Muchas gracias a MariaAntonietta y Baal por sus hermooosissssisimos cometarios.

A lo que ibamos. En este cap. no sale Ryu (no me mateis!), pero creo que os gustara je jeje jejejjejejejje Ademas una parte importante del pasado de Shino sera desvelada.

Espero que os gusteeee!

Pos eso, advertencia de contenido sensual.

Cancion del título: Here comes your man, Pixies (porque no he echo esto antes?)

 

-Sí… espero.

La música de espera volvió a sonar detrás del auricular. Shino empezaba a resoplar. Había repetido lo mismo más de tres veces y le seguían derivando.

El día anterior había albergado la esperanza de poder avanzar un poco más con Ryu. Al fin y al cabo le había estado evitando durante una semana, síntoma de incomodidad, pero luego accedía a quedarse a solas con él en su casa. Para Shino esto no eran más que claras pistas de que lo deseaba tanto como él. Había visto como le miraba, el pobre debía andar echó un lio. El chico rio ante el recuerdo. Realmente se lo estaba pasando bien.

Pese a sus intenciones iniciales de incomodar un poco al muchacho, todo se esfumó después del conflicto del tatuaje. Eso era un recordatorio marcado en sangre y tinta sobre la piel, y era para él, para nadie más. Nunca había querido miradas lastimosas  y condolencias. Era el camino que él había escogido, nadie se debía compadecer. Cada vez que sentía el odio taladrándole el alma solo tenía que mirarse en el espejo desnudo. Sólo él, sin ropa ni disfraces. Y allí estaría su pequeño memorándum, recordándole los fluorescentes blancos y las voces lastimeras que no quería oír.

Una voz habló tras el teléfono:

-Buenos días, ¿con quién habló?

-Soy Shinosuke Matsuoka. Hace unos años vivía en el centro de protección de menores de Bunkyo. Quisiera conseguir el contacto de un compañero que vivió allí conmigo.

- Umm sí, señor. Yo no le puedo facilitar esa información. Le pongo con el centro y ellos le indicarán. Gracias por su espera.

De nuevo el hilo musical. Al menos parecía que hacía progresos y hablaría directamente con el centro. Por tal de poder llamar en horario de oficinas tuvo que faltar a clase. Con ese ya llevaba dos días sin ir. No es que le preocupará mucho, pero si no llegaba al mínimo de clases exigidas tendría que repetir y pasar otro año más cautivo.

Después de que Ryu se fuera, estuvo toda la tarde pensando y le costó muchísimo dormir. No podía parar de pensar en aquel fatídico año en el centro después de que Taro se fuera. Primero le echó de menos y con los meses el sentimiento de pérdida se convirtió en odio. Odio por no llamar, odio por no venir a visitarlo, odio a si mismo por echarle tanto de menos. Después de aquello todo se precipitó: el incidente, el internamiento, la vuelta al centro, el piso tutelado... Al parecer Taro se llevó la estabilidad en sus maletas.

-Centro de menores del distrito de Bunkyo, ¿en qué puedo ayudarle?- la voz le resultó familiar.

-Buenos días, soy Shinosuke Matsuoka. Quería…- dijo autómata.

-¿¡Shin-chan?!- la voz saltó en sorpresa y gozo.

- ¿Ogawa-san?- Shino reconoció la voz de la mujer detrás del teléfono, lo más parecido a una madre que nunca había tenido.

-Cuanto tiempo. Hacía años que no sabíamos nada de ti. Estaba tan preocupada. ¿Todo va bien?- la voz de Ogawa sonada angustiada, al borde de las lágrimas.

-Sísí, todo va muy bien. ¿Cómo va por el centro?, no esperaba encontrarla a usted.

-Como siempre, querido. Aquí siempre hay faena. ¿Tienes algún problema, por eso llamas?

-No, nada de eso. Quería conseguir el teléfono de Rintaro, o su dirección, o algo.

-Mmmm, lo tendría que buscar. ¿Por qué no te pasas mañana y así me cuentas como te va todo?

-Perfecto Ogawa-san, me gustaría mucho verla.-Shino agradecía sinceramente la conversación distendida y agradable, hacía tiempo que no escuchaba una voz atenta.

-Te espero.- y colgó.

Shino suspiro, al parecer tampoco asistiría mañana a clase.

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Agradeció la mañana con la anciana. Siempre había cuidado mucho de él y aunque antaño rechazara su cariño, ahora lo extrañaba. Consiguió el teléfono de su amigo de la infancia y el vello se le erizó al leer el apellido impuesto olvidado. Rintaro Koguchi. Los Koguchi, aquellos que le quitaron su único amigo. Cuantas veces había maldecido ese nombre entre las sabanas húmedas de lágrimas.

Llamó pronto, con temor a que en aquellas horas que tardaba en llamar, Taro se emancipará y le perdiera la pista durante 5 años más. Se preguntó cómo seria. Se fue cuando eran niños y él mismo no se reconocería si se viera. ¿Aún mostraría todos los dientes torcidos al sonreír?

Cogió el teléfono la señora Koguchi y escuchó como un chico la llamaba mama. El alma le crujió. Mama, repitió por dentro. ¿Has olvidado tan pronto de dónde vienes, Taro? Al ponerse el chico al teléfono no reconoció la voz grabe que le hablaba, como supuso que él tampoco reconocería la suya. Se presentó cordialmente y al hacerlo el chico al otro lado estalló en júbilo.

-¿Shin? ¿Mi Shin?-dijo. Shino no reconocía la voz, pero no dudo al oír el ritmo y el tono de las palabras. Era él.

Taro insistió en quedar esa misma tarde, aunque vivía en otra ciudad. Quedaron en la estación. Allí estaba Shino, apoyado en una farola y con el corazón en el puño. Mató el tiempo mirando los cordones de sus botas, como si aquellos le fueran a sacar de su agónica espera. Miró la punta, hacía tiempo resplandeciente, ahora era opaca bajo una capa de polvo, alcohol y sangre. ¿Qué diría cuando Taro le preguntara sobre lo que había estado haciendo estos años? Me he drogado, he follado y me he pegado. Sonrió irónico ante sus pensamientos. Antes eran uno, unidos por el mismo sufrimiento. Taro seguramente ahora era como cualquier otro, era feliz, estudiaría administración de empresas en la universidad y tenía una novia de tetas grandes y cintura estrecha. Las botas de Taro debían brillar más que el primer día, no como las suyas.

Un chico más alto que él se acercó. Tenía el pelo castaño por la barbilla y llevaba un gorro caído hacia atrás. Shino pensó que hacía que su cabeza pareciera la de un sacerdote maya. Vestía un abrigo ancho con capucha de esquimal, los vaqueros estrechos con el tobillo al aire y bambas bajas. Todo un modernito, le faltaba el skate a la espalda. Shino pegó una calada profunda y le miró entre el humo. Si quería tabaco no se lo iba a dar.

-Eh, hola.- dijo el chico visiblemente incomodo- ¿Te llamas Shin? Estoy buscando a un amigo, debería estar aquí y eres el único que parece estar esperando. Emm… lo siento.- el chico se giró para irse, avergonzado a más no poder. Shino ahogó una risa maliciosa, puto hípster.

-¿No sabes cómo son tus amigos?- Shino siguió el juego

Taro se giró, envalentonado. Valiente, pensó Shino. No todo el mundo ponía esa expresión cuando le hablaba.

-Hace mucho que no le veo.

-Sí que debe hacer mucho. Puto Taro estúpido.

Al muchacho alto se le iluminó la cara y espachurró al pelirrojo entre los brazos.

-Mierda de Shin. ¿Qué coño te has hecho en la cabeza? Pareces un matón con esas pintas.- Shino rio por dentro, quizás si era un matón.

-De ti no puedo decir lo mismo. Pareces un puto maricón.

Taro le soltó y carcajeo de forma estruendosa. Shino se fijó en los dientes. Alineados, perfectos, blancos. Saltaba a la vista que había llevado aparatos. Aun así seguía riendo tan fuerte y con la boca tan abierta que parecía que se le iba a desencajar la mandíbula. Shino sonrió feliz.

-¿Cuántos años hacía? ¿5? Fíjate, dejo a un niño y me encuentro un yakuza. No sabes cómo te he echado de menos, cabrón.

- Porque quisiste. Prometiste que volverías. –Shino escupió el veneno. Demasiado pronto quizás.

Taro desencajó la sonrisa:

-Sí, lo siento. Era otra ciudad, no me dejaban salir solo. Yo que se tío. Fue raro.

-Supongo.- Shino pisó el cigarro.

-Vamos a tomar algo y nos ponemos al día de todo estos años.

Shino asintió silencioso y fueron al bar más próximo.

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Después de muchas cervezas, Taro (o Rin, como al parecer ahora le llamaban) iba más borracho que una cuba. Shino, con una resistencia sobrenatural a la cerveza, seguía tan sereno que podría llegar a su casa a la pata coja si quería. Hablaron de banalidades durante horas, Shino no mencionó nada del incidente, no era tan patético. Taro le explicó sus aventuras y desventuras en la difícil vida escolar. Shino le contó mierdas sobre fiestas y guarras. Parecía que a Taro las historias de guarras le entusiasmaban en especial.

El menor confirmó sus sospechas. Taro había llevado una adolescencia normal y corriente, y feliz. Hablaron de batallitas de cuando eran críos y Taro insistió en visitar su casa al enterarse que vivía solo. Siendo la hora que era, al final se quedó a dormir.

Pese que ahora eran muy distintos Shino se encontró arropado en la presencia que le había faltado durante tanto tiempo. Pero también se sintió un desgraciado al darse cuenta de que mientras a él se le escapaba la vida y la ilusión entre cuatro paredes solitarias a Taro le colmaban de regalos y almohadones mullidos que le hacían olvidar el amigo que una vez tuvo. No le culpó, él siempre fue propenso a las turbaciones y al fin y al cabo eran dos críos. ¿Quién iba a renunciar a la felicidad y a la familia por una amistad efímera e infantil?

Durmieron en la misma cama, como cuando eran niños. Shino descubrió que mientras muchas cercanías le sacaban de quicio, otras las buscaban y no pudo evitar acercarse al calor del castaño durante la noche. Taro hizo lo propio y le rodeo con el largo y delgado brazo. Por unas horas volvió a tener 13 años y una mente relativamente en paz.

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Shino se despertó de pronto entre sus propios gemidos. Al abrir los ojos se encontró con Taro a escasos centímetros de la cara, sonriente.

-Me he despertado y he visto que tu amigo también lo estaba, así que he creído que tenía que hacer algo al respecto.-dijo mientras señalaba hacía abajo y ampliaba la sonrisa.

Shino abrió los ojos como platos pero Taro, aumentando el ritmo de la caricia, le impidió reaccionar. Shino solo gruñó ante el placer y la impotencia. De repente paró, y Shino aprovechó para levantarse rápido, quedando sentado en filo de la cama, asimilando la situación.

-¿Qué coño haces?- aun respiraba entrecortadamente y la erección le seguía palpitando dentro de los calzoncillos.

- Siempre vi cómo me mirabas. ¿Te gustaba verdad? Lo he vuelto a ver en tus ojos hoy, en la estación. –mientras, Taro se bajó de la cama, acariciándole las rodillas y la ingle.- Maricón, has dicho. ¿Eso te gustaría Shin?- sonrió de forma pícara, como cuando hacían alguna travesura.

De repente Taro bajó el calzoncillo de Shino y cogió su pene con la mano grande, varonil y huesuda. Shino se revolvió. Mierda, mierda, ¿cuándo habían llegado a ese punto? Sin previo aviso, Taro se metió el pene en la boca húmeda y caliente y Shino gimió guturalmente arqueando la espalda. Mierda, mierda. Se seguía repitiendo a si mismo. El pelirrojo seguía revolviéndose, intentando huir, sin mucho éxito, del agarre y del placer.

Taro aumentó el ritmo, subiendo y bajando, presionando con los labios. Shino no pudo más y dejó de resistirse, agarrando los cabellos castaños y marcando el ritmo de la mamada, mientras gruñía y apretaba fuerte las fauces.

Shino abrió los ojos, espantado. Efectivamente iba empalmado. Taro dormía a su lado, con la respiración tranquila y profunda. Joder, pensó Shino. Al final sería más gay de lo que creía. Se dirigió al baño, al final del pasillo y encendió el agua fría.  El agua le corrió por el cuerpo y la piel se le erizó. Que puto frio. ¿Qué hora sería? El sol ya entraba alto por la pequeña ventana.

Al salir, Taro ya andorreaba por la casa. Al verlo, Shino no pudo evitar pensar en la cara que había puesto antes de chupársela. Estaba seguro de que si lo hiciera pondría esa cara exactamente igual. Había sido tan vivido que dudó de la posibilidad de que hubiera ocurrido de verdad durante la noche.

-¡Buenos días zanahoria! ¿Que hay para desayunar?- Taro sonreía ampliamente, como siempre.

-Cereales baratos.- Shino se sorprendió de su propia voz, ronca y recelosa.

-Algo es algo.-Taro se encogió de hombros.- Por cierto vístete que te vas a poner malo.

Se quedaron mirando durante unos segundos  hasta que Shino retiró la mirada y se adentró en su dormitorio. El chico apretó los dientes, lo que le faltaba, tener tensión con su amigo reencontrado de la infancia. 

Notas finales:

Aiiiiiii! Espero que no me mateis mucho jajajaja

¿Que opinais de Taro? ¡Quiero saber! 

En unos cinco dias colgare el proximo capitulo (tengo unos cuantos escritos, que se avecinan examenes finales)

Muchas gracias por leer! muuuuuuaaa


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