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Kalinka por Maira

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Sus hijos eran viles personas, unas ratas. Jamás podría corregirlos. Ya eran unos jóvenes adultos y la maldad en su interior se había convertido en un hambriento y terrible monstruo. Siempre buscaban más, mucho más, hasta el punto de superarse cuando creía que ya no era posible.

La conversación telefónica con los líderes de Anja Btrih en busca de llegar a un acuerdo, fracasó. Hakuei y Ruka habían asesinado a un investigador de dicha organización que no tenía ningún asunto con ellos, un inocente. Atsushi se puso furioso al enterarse de la noticia, tanto así que estuvo a punto de arrojarles una maldición.
No sólo habían desnudado salvajemente al pobre muchacho, de manera que las huellas del forcejeo sobre su piel se mostraran de una escalofriante tonalidad morada oscura; sino que lo habían torturado, violado, le habían dado una golpiza y como al parecer no era suficiente, experimentado con una combinación de habilidades mágicas sobre él.

Si tan sólo ese día las cosas en la empresa no se hubieran complicado, podría haber llegado a tiempo para detener el atroz acontecimiento.
Lo primero que notó al atravesar la puerta de la casa de tres plantas donde vivían, fue una extraña y sofocante energía negativa. Esa era la que despedían los cuerpos recientemente muertos, pensó horrorizado. ¿Acaso alguien había fallecido sin que él lo supiera? Durante unos momentos sintió una oleada de pánico y escribió un correo a Kazuki. Luego caminó despacio a través de toda la planta baja en busca de saber de dónde provenía la susodicha energía. Ah, percibía mucho miedo, mucho sufrimiento, una angustia sin igual…

Sus pasos se detuvieron en el pasillo que conducía a la cocina, justo frente a la puerta del sótano. Claramente pudo distinguir la presencia de sus dos hijos en el cuarto escaleras abajo.
Ese fue uno de los tantos momentos de su vida en que deseó poseer el Don de la Mente, por desgracia no lo había heredado de sus antepasados. Habría sido fácil asimilar lo ocurrido luego de haberles leído los pensamientos, sin importar lo que trajeran entre manos. Mientras bajaba las escaleras medio a ciegas, se había colocado a barajar todas las posibles situaciones en las que ese par de diablos se podría haber involucrado: tal vez hubieran iniciado una sesión de espiritismo, cabía la posibilidad de que el espíritu de algún antiguo miembro de la familia hubiera decidido hacerles una visita; aunque no lo encontraba tan lógico debido a la intensidad de las ondas energéticas percibidas. Su mente vagó por confines imposibles, cada vez más sombríos.
Así fue que, al posar ambos pies sobre el suelo del sótano, se encontró con Hakuei sentado sobre una amplia caja de madera a la derecha. Una pierna permanecía flexionada y el antebrazo descansando cómodamente en la rodilla. La pequeña y amarillenta luz que pendía del techo apenas le iluminaba el rostro, no obstante, destacaba a la perfección el parche que le cubría el ojo ausente.
Por supuesto con él estaba Ruka, el inseparable hermano. Atsushi frunció el entrecejo al verle de pie. Las manos ensangrentadas despedían pequeños destellos ante cada movimiento de los dedos. Definitivamente algo no andaba bien.
Entre ellos se encontraba un muchacho joven, en primera instancia pensó que se trataba de un amigo o invitado; pero lo que lo desconcertó e hizo que el aire se le quedara atrapado en la garganta, fue notar a través de su figura los relieves del viejo mueble a sus espaldas. El muchacho señaló muy despacio hacia un rincón donde se amontonaban más cajas, la luz no llegaba a iluminar demasiado, tampoco necesitaba más para saber lo que había sucedido. Mientras la frágil figura del fantasma se esfumaba, él miró alternadamente a sus hijos. Ruka se atrevió a chasquear la lengua, gesto que a Atsushi le ponía los nervios de punta.

Cerró los puños, los apretó fuertemente, el entorno comenzó a oscurecerse y a lo lejos pudo escucharse el sonido de algo espeluznante. Algo no humano. Hakuei y Ruka se miraron alarmados, intercambiaron un claro mensaje telepático del que su padre jamás se enteraría; sin embargo Atsushi comprendía con una claridad asombrosa su lenguaje corporal, lo suficiente como para no necesitar enterarse de lo que sucedía. Los mocosos estaban dispuestos a atacarlo y huir. Él jamás permitiría que le hicieran daño.

Con un movimiento de su mano impulsó todas esas fuerzas concentradas en su interior, los golpeó contra las estanterías más cercanas. Por sobre todas las cosas, además de poseer un contacto natural con El otro mundo, Atsushi era un poderoso hechicero telequinético. Con el poder de su mente podía mover los objetos más impensables: desde pequeñas monedas, clips metálicos para sujetar papel, canicas de cristal, anillos; hasta muebles, puertas, cuerpos humanos y vehículos de carga pesada. Nada implicaba un esfuerzo para él, mucho menos cuando se encontraba fuera de sus casillas.

Si miraba hacia atrás, al pasado, no recordaba que sus hijos hubieran llevado a cabo ninguna buena acción. Su historial era oscuro, plagado de violencia y perversidad. Con apenas doce y trece años habían llevado a Kazuki, su pequeño hermano adoptado, al cobertizo de una de las tantas casas de veraneo que poseían. Una vez allí, encerrados bajo dos enormes candados lo habían torturado por ‘curiosidad’. En esa ocasión Kazuki estuvo al borde de la muerte, con los poderes de su mente le habían hecho explotar los ojos.

Atsushi no sabía qué hacer al ver que no dejaba de empapar en sangre una tras otra todas las toallas. Llevarlo a un hospital no era una opción, ¿Cómo explicaría el incidente? A la solución la halló en cuanto vio al par de mocosos asomados a través del umbral de la puerta, a la espera de que el más pequeño muriera. Su expresión inmutable mientras observaban a Kazuki retorcerse de dolor fue la gota que colmó el vaso, decidió darles una lección que recordarían durante el resto de sus vidas.
En ese entonces sus malos pasos por las artes oscuras eran más que evidentes, llevaba a cabo todo tipo de experimentos con seres despreciables que atrapaba en las calles. Ladrones, violadores, escorias humanas similares, todos por igual iban a parar a su ‘Casa del horror’; una pequeña apartada de la ciudad que había enviado a construir con ese propósito.
En aquellos tiempos su obsesión por la inserción de partes ajenas al cuerpo humano, era abrumadora. Les arrancaba los brazos y piernas e intentaba intercambiarlos, uniéndolos a los nuevos cuerpos mediante el empleo de conjuros prohibidos. Atsushi creía que era capaz de quitarle al malvado lo que el buen hombre no poseía, regalárselo sin pedir nada a cambio. Se imaginaba a miles personas que habían nacido sin piernas o le habían sido amputadas, con una nueva oportunidad de volver a caminar. Soñaba con devolverles la visión a los ciegos. No importaba qué tan oscuros fueran los senderos que tuviera que recorrer para lograrlo.
Pensó que si no lo intentaba, su pequeño de ocho años se quedaría ciego. No podía permitir que esa injusticia sucediera bajo su propio techo. 
Fue entonces que alzó su mano con la palma extendida hacia Hakuei y Ruka, al instante haciendo uso de todas sus fuerzas los inmovilizó. Dejó a Kazuki tendido sobre el suelo del cuarto de baño y se acercó a ellos. Qué placer le producía verlos aterrorizados.

Bajo los alaridos de dolor, por la falta cometida se cobró el ojo derecho de cada uno. Los arrancó de manera limpia y seca de las cuencas, los acercó suavemente hasta que se posaron en la palma de su mano. Qué extraños se veían aquellos globos oculares flotando en el aire, pensó en su debido momento. Procuró sólo cerrar las arterias correspondientes para que no se desangraran, al dolor se lo merecían.
Al volverse hacia el pequeño Kazuki, que no dejaba de gritar o quejarse, se colocó de rodillas en el frío suelo de lozas y acercó el primer ojo a la cuenca vacía, sangrante. Tenía que concentrarse en lograrlo, pero debido al escándalo del resto de sus hijos no podía. Decidió enviarlos a volar hasta que se golpearon contra la pared del pasillo, a su vez cerró la puerta e hizo que la llave diera dos vueltas en la cerradura. Despacio, pensó, con las gotas de sudor resbalándole por el rostro. Tomó el menudo rostro del pequeño en un intento de tranquilizarlo. Sí, sabía que dolía, pero tenía que aguantar. Logró insertar el primer ojo con éxito, no tardó en ubicar el segundo en la cuenca vacía restante. La imagen frente a sus ojos era la propia de una pesadilla, su pequeño con ambos ojos inyectados de sangre, el iris demasiado oscuro, las pupilas dilatadas. Intentó concentrarse en hacer que los nervios, los vasos sanguíneos y la arteria central que conectaba la retina se unieran a los nuevos ojos. Necesitaba que el cuerpo de Kazuki los aceptara. No tenía mucho tiempo antes de que comenzaran a echarse a perder.

Los primeros intentos fueron inútiles, no podía creer que estaba fallándole a su propio hijo adoptivo. Trató de invocar diferentes clases de espíritus para que acudieran en su ayuda, desgraciadamente ninguno fue de utilidad. Estuvo a punto de rendirse, se echó a llorar por completo desesperado con la cabeza sujeta entre las manos, se balanceó como quién cae en la cuenta de que su situación ya no tiene remedio, hasta que al fin recordó un hechizo que podría funcionar.

Ohm mihr lask tier… ─pronunció infinitas veces hasta el agotamiento, entretanto visualizó todo su poder emanando a través de sus manos y uniendo cada célula. Era la última oportunidad, su única esperanza. Intentó ignorar el sonido de cascabeles de serpiente que los rodeaban, los gemidos de miedo de Kazuki, el potente aroma a azufre que le quemó las fosas nasales. Momentos más tarde sus fuerzas comenzaron a flaquear. Sacudió su cabeza sin dejar de hablar, por completo trastornado. Todas las imágenes frente a sus ojos se tornaron oscuras, y al regresar a la normalidad ya era de noche. Lo supo al atisbar el cielo a través de la pequeña ventana de cristales esmerilados. “¡Papi, puedo ver!”, fueron las palabras que lo llevaron directo a la gloria.

Lo que no supo hasta varios días después, era que parte de su poder como hechicero se había esfumado. Sus ‘Ojos de fuego’ eran inútiles, dejó de tener premoniciones, su habilidad para controlar el clima también desapareció. Después del incidente de Kazuki, jamás pudo volver a recomponer partes del cuerpo humano.

El cuerpo del muchacho del sótano ya estaba rígido cuando decidió pedir explicaciones, obviamente no las obtuvo de labios de ese par. Tuvo que registrar todos los bolsillos de los desgarrados pantalones que habían ido a parar contra un par de antiguas sillas. Al resto de las identificaciones las encontró en el bolsillo derecho de la chaqueta, ubicada unos cuantos centímetros más atrás. La placa de bronce con el símbolo de la escoba en llamas le hizo saber que era uno de ellos, chasqueó la lengua, entretanto Hakuei y Ruka comenzaban a ponerse de pie.
Uno de ellos amenazó con utilizar sus ‘Ojos de fuego’ sobre él, pudo sentir el lacerante calor en su piel y detenerlo justo a tiempo. Puso toda la resistencia posible contra aquel invisible poder, ambos habían heredado la fortaleza propia de los Sakurai. Un ligero dolor de cabeza lo desconcentró durante unos instantes. Ese era Ruka, su intento de hacerle explotar los sesos había fallado, pues Atsushi era mucho más poderoso que ellos aunque unieran sus fuerzas. La tensión flotó en el aire, tanto así que parecía haber tomado una forma física. Por un instante estuvo seguro de que los mataría. No, tenía que controlarse. Al final amenazó con arrancarles la cabeza si no vestían el cuerpo y lo envolvían en alguna sábana que encontraran por allí.

Al cabo de un par de días el asunto había sido olvidado. Decidió pedir a sus fieles sirvientes que transportaran el cuerpo hacia alguno de los cobertizos de las casas de recreo más cercanas. No podía enterrarlo por sus propios medios, quizá el muchacho tuviera una familia que lo buscara con desesperación. Por el bien de su propio clan decidió no denunciar el asesinato.
Como era de esperarse, al comienzo de la siguiente semana la organización contactó con ellos. Eran excelentes e incansables investigadores, en el pasado varios de sus antecesores se habían visto envueltos en varios problemas. Durante sus años de cabecilla de la familia había intentado mantener la paz, pero en medio de un descuido había fallado.
No pudieron llegar a un acuerdo. Muy a pesar de deshacerse en disculpas, de prometerles que enviaría el cuerpo, de que sus hijos recibirían el castigo adecuado por su falta, nada funcionó. Recibió una serie de amenazas, era obvio y lógico. En su lugar también se habría puesto como loco.
Un hombre por otro hombre, le dijo una voz fría como el hielo. Eso significaba que tenía que reunir a la familia, resguardar a los miembros que poseían poderes. La llamada se cortó de repente y azotó el teléfono contra la pared, el pobre objeto se hizo añicos.

Allí se encontraba en esos momentos, en la misma casa de siempre sin una factible vía de escape. Los malditos sabían todo acerca de él. Al llegar a su casa de campo más cercana en busca de considerar si sería un buen escondite, había recibido una nueva llamada. Quizá estuvieran rastreándolo, envió a un par de sirvientes a explorar su vehículo personal en busca de algún extraño sistema de rastreo.
Fuera a donde fuese, lo encontraban. Al fin llegó a la conclusión de que no podía escapar de su destino, tendría que defender a la familia con uñas y dientes. Reunió a todos los miembros más cercanos, efectuó una serie de llamadas hacia las diversas ciudades dónde los demás brujos Sakurai vivían. Les ordenó que se pusieran a salvo, que se mantuvieran juntos, atentos. No podría hacer más por ellos que asignarles jefes provisionales.

Masashi, Satoshi, Yusuke; sus sobrinos, su hermano Asanao. Además de Hakuei, Ruka y él mismo. Kazuki era un muchacho común y corriente, carente de cualquier tipo de habilidad mágica, pues los ojos extraídos habían perdido todo su poder. Decidió mantenerlo a su lado todo el tiempo.

 

Él temía las consecuencias que el encierro de sus hermanos trajeran, jamás habían permanecido dentro de casa durante tanto tiempo. A pesar de la constante presencia de su padre, se sentía en permanente peligro. Desde que tenía memoria podía percibir la amenaza de ese par como una sensación densa y tangible.
Allí estaba, como siempre aislado de los demás. Ningún miembro de su familia además de su padre le inspiraba confianza, se sentía inseguro ante esa naturaleza tan diferente de la suya. Observaba el exterior tras las blancas cortinas, era la habitación de su padre. Atsushi había trasladado el trabajo de la oficina a su escritorio y trazaba rápidamente unos caracteres con una pluma negra, en extremo cara.
Cada vez que lo veía experimentaba una sensación parecida a volar. Siempre se había sentido un poco turbado por el hecho de amar a su padre. Sabía que estaba mal, que era incorrecto, pero no lo podía evitar. Era una sensación que surgía desde la boca de su estómago, bonita, agradable. Sus abrazos y los besos en la frente le caldeaban el pecho. Se sentía afortunado de permanecer a su lado.

Al cabo de varios minutos comenzó a sentir sueño, se frotó los ojos con un par de dedos y se puso de pie. Procuró estirarse bien, se le escapó un pequeño sonido placentero. Sacudió los hombros, por último cruzó la estancia hasta situarse a espaldas de su padre.

Eran muchas las preguntas que invadían su cabeza cuando se encontraba cerca suyo. ¿Por qué era el único miembro de la familia que carecía de habilidades mágicas?¿Por qué no se parecía a su padre, ni a la mujer de las numerosas fotos sobre la chimenea que era su madre?¿Cuál era el verdadero motivo del odio que sus hermanos le profesaban?

Avanzó despacio el par de pasos que lo separaban del cómodo sillón de escritorio, se inclinó, pasó los brazos por el cuello de su padre en un abrazo cariñoso. Su pecho permaneció junto a la espalda contraria, mientras su mejilla casi rozaba la de Atsushi, aspiró suavemente el olor de su colonia. Era el paraíso, no podía negarlo. Sus oscuros ojos recorrieron las frases escritas sin siquiera prestar atención a su significado.

─¿Durante cuánto tiempo permaneceremos aquí? ─se atrevió a preguntar. Día y noche veía transitar a través de la verja principal personas ajenas a la casa, la mayoría empleados del pelinegro.

─No lo sé, Kazuki ─respondió, un poco distraído en su tarea.

─¿Es normal que me sienta asustado? ─luego de preguntar, posó su mentón en el hombro ajeno. Maldito fuera el sillón de escritorio que se interponía de forma que no pudiera abrazarlo bien.

─Por supuesto ─decidió que era tiempo de descansar un poco, así le colocó la tapa a la pluma y se estiró sin deshacer el abrazo, hasta que los huesos de su cuello y su espalda tronaron placenteramente. Una vez relajado, ladeó la cabeza hasta tener el rostro de Kazuki a escasos milímetros, lo miró con esa media sonrisa que al menor tanto le gustaba. Hizo una pausa, un simple silencio que a ninguno de los dos le pareció incómodo─. No permitiré que te suceda algo malo, Kazuki ─al fin alzó su mano y la posó sobre la cabeza del nombrado, suavemente la movió en un ligero círculo a modo de acariciarle esa zona.

─Mhh… ─Kazuki hundió la nariz en el hombro del mayor, cerró los ojos. Aspiró todo su aroma que consistía en colonia, ropa limpia y la propia esencia de su piel. Se mantuvieron así largos instantes, entretanto recibió algún que otro pequeño beso en su pómulo que lo hizo sonreír. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser su padre?

─Tranquilo ─sonrió y le besó el rostro por última vez, pues sintió unos imperiosos deseos de recargar la cabeza contra la suya. A sus ojos, Kazuki era como un pequeño gatito. Podía sentir su amor, estaba al tanto de sus sentimientos; pero jamás le reprochó nada al respecto, simplemente no podía negarse a darle lo que necesitaba. En más de una ocasión había sentido el impulso de apretujarlo entre sus brazos y por fin satisfacerlo. Lo único que lo detenía era aquel sentimiento de culpa que surgía cada vez que se lo pensaba mejor. No compartían lazos de sangre, no era su hijo verdadero como Ruka y Hakuei; sin embargo, pensar en ponerle las manos encima a Kazuki terminaba por mortificarlo.
Cerró sus ojos, continuó acariciando con sus dedos el cálido cuero cabelludo y los suaves cabellos castaños. Los brazos del más joven se cerraron aún más en torno a sus hombros, eso significaba que en esos momentos se sentía seguro. Escuchó sus suspiros, la energía pura que Kazuki desprendía también le provocó suspirar. Esa tranquilidad era lo único que necesitaba en el mundo.

Sí, un gatito. Un abandonado minino desesperado por un poco de amor. Sonrió como un tonto.

 

Él era un ‘Brujo de cocina’, podía llevar a cabo potentes hechizos a través de diversas sustancias agregadas a las comidas e infusiones. Cada día que pasaba se perfeccionaba más en la materia. A sus dieciocho años conocía tantas hierbas y sustancias naturales, que había llenado cuadernos completos con sus notas particulares.
Nadie más en su círculo familiar actual poseía esa habilidad. Durante siglos, todas las mujeres la habían transmitido a sus hijas e hijos. Por supuesto, él la había heredado de su madre; quién a su vez la había heredado de la suya, y su abuela, naturalmente de su progenitora.
Era una cadena tan antigua como el mismísimo origen de los hombres, poderosa e indestructible.

Podía preparar pasteles para atraer el amor, causar desgracias con una simple taza de té, condensar la muerte en una copa de vino. Nada era imposible para él, excepto regresar al mundo a quienes ya habían partido.

Conocía recetas para potenciar los poderes psíquicos. Sus sopas eran famosas debido al alto nivel de protección que le otorgaban a quienes las bebían. Elaboraba brebajes que atraían la suerte, o al contrario, la anulaban.
Sus favoritas eran las hierbas y flores que recolectaba con sus propias manos, por esa razón había aprendido la ardua tarea de conducir un automóvil. Era un tanto complicado escaparse de casa sin que su padre se enterara, pues algunas, como las Lilas o los Lirios, debían ser recolectadas únicamente bajo la luz de la luna llena. A su vez había aprendido que existían estaciones específicas para recolectar flores y frutas. El Romero se recolectaba en invierno. A cambio el Laurel, los limones de uso común, la Manzanilla y el Anís, en verano. La primavera conformaba una óptima estación para el Girasol, la Menta, el Boldo.

Lo tenía todo en su cabeza, estudiaba muy duro a diario. Se pasaba el día en la cocina, practicando varias veces las preparaciones que le presentaban dificultades. Por lo tanto, el encierro en casa de su tío no había resultado demasiado agobiante. Bien sus pies habían pisado la espaciosa cocina no se había apartado de ella. No le importaban las miradas que los sirvientes le dirigían, al contrario, le divertían. Sólo extrañaba un poquito sus paseos en coche.
Sus primos le tenían sin cuidado, en especial Hakuei. Pensaba que eran unos idiotas, que jamás se verían librados de las desgracias mientras ellos existieran. Si había unos Sakurai más problemáticos que ellos, tendrían que ser unos verdaderos demonios. Jamás había escuchado que sus primos se comportaran bien. Incluso su padre, el miembro más tranquilo de la familia, solía quejarse y hablar muy mal acerca de sus sobrinos.

Su apariencia era delicada. De no ser por sus poderes, Yusuke podría haber sido un objetivo potencial de las locuras de sus primos. Él no les tenía miedo, sabía que en fondo Hakuei y Ruka lo respetaban porque lo consideraban un sujeto peligroso. Tanto así que durante las reuniones familiares, ninguno de los dos se sentaba a compartir el almuerzo o la cena. Ser un brujo de cocina tenía sus ventajas. Por esa razón, en muchas ocasiones, solía sentir pena por su pobre primo Kazuki.
A su vez, el muchacho conformaba un pequeño misterio. Jamás había pedido detalles acerca de la historia que su padre le había comentado, sólo sabía que antes del ‘incidente’ su tío Atsushi había sido un hombre más poderoso de lo que era actualmente, que entre ellos cuatro algo había cambiado radicalmente y que sus primos jamás dejarían de aborrecer a su hermano menor. Una verdadera pena.

 

Ubicado en un rincón, se entretenía creando figuras con las sombras que la luz solar proyectaba. Su poder era considerado uno de los más peligrosos y terroríficos de toda la familia Sakurai, pues era letal, difícil de dominar.
A la tierna edad de cuatro años, Masashi había comenzado a manifestar los primeros signos del mismo. Accidentalmente había matado a su niñera, a ella le siguieron dos desafortunados sirvientes. Fue entonces que su padre decidió tomar las medidas necesarias. Con mucha paciencia le enseñó las intrincadas artes de dominar ‘La niebla oscura’, así como su notable poder para controlar las mentes ajenas.

Masashi aún recordaba con claridad el momento en que su padre lo había sentado sobre su regazo y le había contado la historia de su tatarabuelo, el brujo más oscuro que la familia Sakurai jamás hubiera tenido. En esos tiempos, el miedo de volverse una persona tan siniestra lo persiguió hasta que al cabo de varios meses, su padre le tranquilizó y le dijo que nada malo sucedería si lograba controlar sus habilidades correctamente. A partir de ese entonces trabajó muy duro, era extremadamente difícil manejar las sombras a su antojo; pero con la práctica, al fin lo logró.

‘La niebla oscura’. El poder de extraer las sombras, darles una forma concreta, sólida, y volverlas contra su propietario. Aún en la actualidad a Masashi le inspiraba cierto respeto. Temía volverse loco como su ancestro, de quién se decía, en sus últimos días de vida el poder había tomado su cuerpo y actuado por propia voluntad. Muchas personas inocentes habían perdido la vida.

Estaba distraído, cavilando en diversas cuestiones, entretanto las sombras se dispersaban de su sólida forma esférica y adquirían la del humo, ligeras, alargadas, traslúcidas. Un sonido estridente lo arrancó de su placentero estado. Volteó a ver un pequeño cenicero de mármol que había caído al suelo, junto a un mueble, pero en la sala de estar no había nadie más. No quería entrar en pánico. Entrecerró los ojos, con aire sospechoso se inclinó hacia adelante y su espalda se despegó del respaldo, las finas patas del sofá individual crujieron bajo su peso. No, definitivamente estaba solo. Volvió a su posición e hizo girar en medio de un divertido torbellino aquella oscura materia. Todo estaba bien, se dijo a sí mismo, tal vez el objeto se encontrara muy cercano al borde y se hubiera caído.
Con el oído agudizado por si acaso volvía a escuchar algún sonido, continuó en un intento de distraerse. Alzó su dedo índice, lo giró en círculos a modo de que las silenciosas sombras formaran un anillo enorme.

¿Dónde se habían metido todos? De repente le pareció que ese sector de la casa se encontraba demasiado silencioso. Pensó en encender la radio que se encontraba en la sala, de esa manera aunque no prestara real atención a la música podría relajarse. Se encontró silbando, bastante nervioso. Su hermano Yusuke habría pensado que era un gallina.

Volteó rápidamente al escuchar un roce de ropas, volvió a encontrarse con la sala desierta. ¿Las cortinas se balanceaban solas? Era un movimiento casi imperceptible, pero juraría que lo hacían. Cuando volvió a voltear y se recargó contra el sofá, decidido a abandonar la sala, un susurro pareció atravesarlo. Fue un sonido sutil que le caló hasta los huesos. Los cabellos de su nuca se erizaron y al siguiente momento, sin saber cómo se vio huyendo a través del pasillo. Alguien lo perseguía, ni siquiera se atrevió a voltear, podía sentir los apresurados y pesados pasos sobre la alfombra del estrecho pasillo. Terminó por encerrarse en el cuarto de baño más cercano que encontró, echó el seguro, retrocedió hasta que la parte posterior de sus piernas chocó contra el borde de la tina e inevitablemente cayó hacia atrás. Se hizo daño en la cabeza, pues el impacto fue muy fuerte, más todo signo de dolor fue suplantado por un profundo pánico al notar que el pomo de la puerta giraba suavemente hacia un lado y hacia otro.

Se quedó mudo de horror, pudo escuchar el sonido de su propia sangre latir en sus sienes, allí afuera había algo que intentaba entrar. No se atrevió a moverse, ni siquiera a respirar, se mantuvo despatarrado en el interior de la tina, tal cual había caído en ella, atento a los sonidos que se escuchaban. ¿Por qué siempre tenían que sucederle ese tipo de cosas macabras? Lo que en un principio pareció ser un susurro, continuó como una serie de rápidos golpes provenientes de todos lados. El sonido constante de algo parecido a un animal le obligó a cubrirse los oídos. Momentos más tarde pudo apreciarlo claramente: el balido de una cabra, infernal, insoportable, infinito. Cerró sus párpados con fuerza.
Gracias a sus estúpidos primos, su tío y sus antecesores, esa casa le resultaba el mismísimo infierno. Sabía que muchas cosas terribles habían sucedido allí, aunque en esos momentos intentó dejar su mente en blanco y no maldecir a su padre por las historias que siempre se había encargado de relatarle antes de dormir.

Al cabo de cinco minutos que se le hicieron eternos, todos los sonidos cesaron y el entorno se encontró sumido en un profundo silencio. Lo que hubiera estado molestándole, se había ido. Él no se movió hasta que el anochecer lo obligó a ponerse de pie en busca de encender la luz. 

Notas finales:

Buenas ouo/ aquí vengo con otro capi.

Espero que este también les haya gustado u3u~

Les voy a dejar rapidito la lista de pj, por si hay alguno que no conocen:

Aquí tenemos a papi Atsu

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Luego a Hakuei êuê ya lo conocen. Ruka es de Nightmare, el señor que no tiene pelo largo(?

http://2.bp.blogspot.com/_8H18bZpc43w/S8etlTADMtI/AAAAAAAADvM/dawtzk5_JV8/s1600/nighmate12.jpg

Yusuke es de lynch.

http://40.media.tumblr.com/tumblr_m3rjh1i2zK1qex9e1o2_500.jpg

Al igual que don Asanao, que es especial para ser brujo(?

http://yaplog.jp/cv/party_ktz/img/370/a75lp-5-ab47_p.jpg

Masashi, Jupiter (El gordo Miwa <3)

https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/236x/36/72/44/367244cc3175e6869f4d7a8fab0d21fd.jpg

Kazuki de Screw (Alias: Kazu-chu (?))

http://4.bp.blogspot.com/-2RAS_98NLqY/UPLr-ktN42I/AAAAAAAAQOE/E6R2UG5NZzw/s400/RRKazuki01.jpg

Satoshi es de Girugämesh

http://fc07.deviantart.net/fs71/f/2010/205/3/2/SATOSHI_girugamesh_2_by_Ny_x.png 

Y pues, hasta aquí avanza la historia hoy. Espero que les guste porque estuve mucho tiempo corrigiéndolo –saca el martillo(?-

Luego les dejaré una data acerca de los conceptos que voy nombrando aquí, por si acaso alguno no queda muy claro.

Nos estamos leyendo en el próximo capi ouo/ feliz año nuevo, que creo que no se los dije.

Besines~


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