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MI ESTÚPIDO PRÍNCIPE por Karenlauren

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Abrí los ojos deslumbrándome por la luz del sol que se colaba entre los árboles...

Había estado llorando hasta que se quedó dormido, recordó todo lo sucedido y quería seguir llorando pero no le quedaban lágrimas. 

Se incorporó y gateó hasta el estanque dónde observó su reflejo, aún llevaba las ropas de gala de la noche anterior, llevaba el pelo revuelto y sus ojos estaban enrojecidos e hinchados de tanto llorar. 

Cogío un poco de agua con las manos para mojarse la cara. 

< Es hora de avanzar....> 

Lo sé, interrumpió a su conciencia sin recibir respuesta. 

Se levantó con esfuerzo, mareado y confuso consiguió llegar hasta la muralla de palacio dónde no había nadie. Totalmente vacio... 

< No te tortures más > le aconsejó su otro yo con una voz que reflejaba toda su decepción, tristeza y soledad.

Pero... ni tan siquiera me está buscando... apreté las manos en puños y empecé a escalar el muro, en lo alto antes de saltar al otro lado me paré a ver con melancolía aquél cruel palacio que se alzaba majestuoso mientras su corazón se hundía en la más profunda oscuridad de su ser.

Adiós, Kaname.

Terminó de pasar las piernas a otro lado y saltó, su caída fue parada por unos suaves arbustos. Salió de ahí y dirigió hacia su único "hogar": la cabaña del bosque.

Corrió por delante de la casa/mansión de Aidou pero en ningún momento sintió la necesidad de pedir su ayuda... Ya había aprendido la lección, si quería sobrevivir no podía confiar en nadie.

Al oír ruidos del pueblo supuso que no podría pasar por ahí, así que fue por otro camino dando un rodeo que evitaba el pueblo para no ser reconocido. Llegó hasta la entrada de su bosque.

< ¿Recuerdas el camino? > preguntó su conciencia al ver que se quedaba quieto delante de la línea de árboles pero ambos sabían que, en realidad él aún estaba esperando a que cierto hombre de ojos chocolate y pelo castaño fuera a buscarle.

Asentí y entré en el bosque... Ya no había vuelta atrás, quizás si le hubiera ido a buscar unos instantes antes le hubiera podido perdonar y escuchar pero ya estaba claro que no iba a ser así. Su corazón se cerró por completo... O eso creía él. 

Nada más entrar caminó por un lecho de hojas, el otoño estaba entrando y pronto llegaría el invierno... por suerte antes de haber ido a Palacio pudo conservar fruta en almíbar y carne y pescado secos para poder pasar el invierno. 

Llegó hasta su casita, entró y miró con desgana el estante de la comida... Caminó hasta tirarse en su futón y envolverse con la colcha hasta la cabeza para dormirse en un profundo sueño, ahora mismo su cabeza era el último sitio en el que quería estar. 

 

                              

                                                 ....

 

 

Semanas pasaron y nadie fue a buscarlo, poco a poco perdió las esperanzas hasta el punto de sorprenderse por el simple hecho de escuchar voces en el lago dónde se bañaban los jóvenes y esconderse de ellos.

Estaba sentado a los pies de su árbol frutal favorito, el melocotonero dónde se había encontrado por primera vez con Ruka... En aquél entonces el árbol estaba en flor y lleno de vida mientras que ahora sus ramas estaban secas y vacías...como su corazón.

De repente sintió una náusea,  extrañado se incorporó e hizo ademán de irse a su casa... 

¿Habría pillado un resfriado?

Con esa pregunta en mente sintió cómo las náuseas volvían y esa vez con más intensidad... Se llevó una mano al vientre inclinándose para no mancharse mientras que con la otra se apoyaba en el árbol.

Más preocupado que extrañado por estar enfermo caminó lentamente hacia su cabaña y se recostó dentro de su calentito futón, no quería hacer esfuerzos. 

< ¿Qué ocurre amigo?> dijo su conciencia con quién hacía mucho que no hablaba. 

No lo sé, dijo confundido y sincero. 

< ¿Es el cuerpo?> asentí y traté de incorporarme pero le atravesó  un dolor en el vientre haciendo que se recostara. 

< Mierda, esto es malo... necesitas ayuda, un doctor> dijo alarmada mi conciencia. 

- Me niego... - susurré tozudo, no quería encontrarme con "cierta persona" por casualidad. 

< Pero...> 

- No pasa nada, de verdad... - le interrumpí pero no pude terminar ya que otra náusea me interrumpió, saqué la cabeza por la ventana y vacié lo poco que quedaba en mi estómago. 

Al terminar me dejé caer por la pared limpiándome los labios con un paño que había dejado al lado por si acaso. Volví a la cama y dormí todo el día. Al levantarme, sentí el frío colándose por la ventana y me estremecí dentro de mi calentito futón encogiéndome para entrar en calor.

Ya llegaba el invierno.

Pensé en tapar la ventana pero no quería que la habitación oliera a vómito así que tan sólo la dejé así.

 

 

...

 

Horas, días, semanas, e incluso me atrevería a decir meses des de que llegó el invierno. Mi rutina era muy simple: levantarme, comer, ir a fuera a coger leña, encender el fuego y pasar todo el día delante de este hasta que llegaba la noche y regresaba a su futón para dormir.

Las primeras semanas estuvo con náuseas y vómito pero poco a poco se le pasó.

Durante los momentos que gastaba observando el fuego, es decir casi todo el día, Zero pensaba en su familia, en cómo los hechaba de menos, en que necesitaba que alguien que no fuera su estúpida conciencia le dijera que todo iría bien, en que echaba de menos a Kaname...

Había llegado a la conclusión que no podía odiarle, estaba furioso y decepcionado con él pero no le odiaba. Siendo su primer amor le había hecho muy feliz. No podía volver a mirarle a la cara por miedo a que le dijera aquello que más temía... prefería no saberlo, pero tan solo por eso estaba tan sólo, por las noches un terrible dolor agujereaba su pecho haciendo que tuviera pesadillas dónde gritaba y lloraba de desesperación para después no poder recordar ese terrible sueño.

Cualquier persona que le hubiera encontrado en ese estado hubiera pensado que estaba más en la muerte que en la vida por sus ojos vacíos y frialdad, tan sólo se mantenía vivo por instinto ya que su mente era un infierno de soledad  y desesperación.

Uno de los actos rutinarios que tenía era, cada día, hacer una marca en la pared para contar los días, contó las rayitas hechas con una piedra afilada. Llevaba 87 días metido en esa cabaña sin salir, el tiempo ya empezaba a mejorar. El frío se iba ya que por las noches no hacía tanto frío y salía el sol más temprano por las mañanas.

Decidió levantarse y salir, nada más atravesar la puerta un suave y helado viento le azotó. Remprimió un escalofrío y observó el paisaje, un bosque de nieve. Copos caían del cielo recubriendo en un suave manto helado todo el bosque.

Hechó a andar y llegó hasta el lago de augua sólida por el frío y se arrodilló delante de la orilla cómo había hecho miles de veces. Observó su reflejo en la cristalina y bella agua que cruelmente reflejaba su demacrado rostro rojo de tanto llorar... No tan sólo eso sinó que su vientre estaba un poco hinchado...

< Por favor, basta... a mi también me duele y es deprimente>

Se hechó a reir mientras lágrimas caían de su rostro.

- Así es como animas a alguien? – susurró para su conciencia.

< Amigo...> había mucha lástima en su voz < déjame estar al mando hasta que te recuperes... por favor...>

Zero no respondió, tan sólo se dejó traga por su ser hasta llegar al lugar dónde resisdía su otro yo para tomar un largo descanso.

 

...

 

- Amigo, no puedo caminar con este bombo... – el cuerpo de Zero se llevó una mano hasta su vientre mientras observaba los árboles en flor de fuera de su casa – cámbiemos...

< Ni hablar, estoy durmiendo> contestó Zero < Además ya llevas unos ocho meses al mando, si no me equivoco... Y lo haces fantásticamente! Sigue así!>

- Y una mierda! – Zero fue arrastrado hasta tomar el control de su cuerpo volviendo a su lugar de “piloto”.

 

- No! Espera! – gritó Zero a su conciencia.

Un par de meses atrás, por primavera había descubierto que estaba embarazado y ahora, en recién entrado verano le quedaba poco para dar a luz.

Estaba muy nervioso ya que no sabía cómo iba a salir el bebé de su interior y el parir solo le asustaba más pero ahora ya se había recuperado, no había superado lo de Kaname así que tan sólo aceptó ese hecho y salió adelante.

Al principio fue duro ya que estaba solo pero poco a poco se acostumbró. Selevantó de su futón dejando de ver los árboles des de la ventana y fue afuera, se puso la ropa que había comprado anteriormente y se cubrió el pelo y el vientre con una capa marrón.

Bajó hasta el pueblo dónde paseó tranquilamente cómo hacía algunas tardes.

A diferencia de las demás sintió una punzada en su etómago y se agarró el abombado vientre alarmado...

< Eso es una contracción, amigo....> me asusté aún más al oí reso. Miré a mi alrededor alarmado y vi que la gente me miraba extraño, todos me miraban. Entré en el primer establecimiento que vi cerrándo la puerta detrás mío.

Una mujer de edad avanzada me atendió.

- ¿En qué puedo ayudarle?

Me quité la capucha y ella vió mi rostro cubierto en sudor y contraído por el dolor. Después vió cómo me agarraba la tripa y lo comprendió.

- Por el amor de Dios!

- Ay...u-uda.... – gemí por el esfuerzo de mantenerme de pié y las contracciones que se hacían cada vez más intensas. - ...me fav...or

Ella me miró nerviosa y me hizo entrar a la trastienda de aquél peculiar lugar cubierto de objetos extraños.

Me tumbó en un colchón viejo recubierto de mantas y me retiró la ropa.

- ¿Eres un hombre?

Solté un alarido por la contracción y asentí.

- Pero...¿Cómo...?

- Ahora...n-no...momento – solté de sopetón.

Ella asintió, se giró y cogió algo afilado que no alcancé a ver bien.

- No va a salir por ahí así que tengo que cortar...

Entendí sus palabras al sentir cómo, con el cuchillo que llevaba en la mano cortaba la parte baja de mi vientre para sacar al bebé, quién salió lentamente.

Con el mismo cuchillo le cortó el cordón umbilical y esuché un llanto de dolor de alguien que acababa de dar su primera bocanada de aire.

Sonreí entre lágrimas y gritos de dolor mientras la mujer me daba a mi bebé envuelto en una manta y yo lo abrazaba tiernamente.

- Es un niño, felicidades. – dijo mientras enhebraba una aguja y la pasaba por el fuego de la vela. Me dolieron más las suturas que no el corte en si.

Mis gritos y el llanto del bebé se entremezclaron en la sala dándome el nombre perfecto para mi pequeña bolita que ya había abierto los ojos mostrando el mismo color de su padre, chocolate, con mi pelo plata, la piel blanca y mis delicadas facciones.

- Akemi (significa hermoso amanecer XD)... – susurré cuando la mujer dejó de torturarme con el hilo y la aguja.

- ¿Qué? – la miré y sonreí.

- Se llamará Akemi. – dicho esto caí inconsciente en un profundo y plácido sueño.

Ya no estaba solo.

 


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