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Drama Queen por Ellie77

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Death Note pertenece a Tsugumi Oba y a Takeshi Obata.

Pairings: MxM ǀ BxA ǀ NeLi ǀ LxL.

Advertencias: AU ǀ Lenguaje vulgar ǀ Yaoi (Boy’s Love) ǀ Hetero ǀ Conteniedo sexual ǀ OoC ǀ Presencia de OC’s.

N/A: ¿Aún hay alguien por ahí?¡Estoy viva!

 ǀ Drama Queen ǀ

 

Capítulo 11:

Mate, un año menos

.

.

Ahora me despierto y grito en una gravedad cero

Y está empezando a pesar sobre mí

Abortemos esta misión ahora

Por favor, ¿puedo bajar?

 

Astronaut Simple Plan

                                                                                                                     

.

.

Curiosamente, a diferencia de todos los días, no es el sonido de mi alarma el que me levanta sino el de la alerta de una llamada entrante. Me desperezo y sin muchas ganas intento tantear mi teléfono celular que dejé sobre la cómoda. Como no doy con nada, me retiro el cobertor y me incorporo en la cama; luego de tallarme los ojos ahora sí tomo el móvil. Debe ser verdaderamente importante como para que no hallan colgado.

—¿Quién habla? —Sigo tan somnoliento que ni siquiera me fijé en quién llamaba.

—Apuesto a qué te desperté, ¿verdad? —No respondieron a mi pregunta, por suerte soy capaz de identificar el tono de voz.

Mello.

—Obviamente, idiota. Llamas demasiado temprano.

—Matt, no jodas, ya deberías estar vestido.

—Creía que ya me conocías lo suficiente como para saber que yo no soy precisamente madrugador.

—Cierto, no sé por qué esperé tanto de ti. —Ambos reímos al final. Ya sus ofensas me saben a broma —. Como sea, no te llamé para pelear contigo tan temprano.

—¿Entonces para qué? —pregunto con curiosidad.

—¿Estás haciéndote el imbécil o realmente lo eres? ¡Cómo no vas a saber!

Intento pensar en los motivos que podría tener pero no se me ocurre ninguno en concreto. Mi cerebro empieza a funcionar de forma correcta luego de las ocho.

¿Alguna tarea que olvidé? ¿Un trabajo en equipo que también olvidé? ¿Una fecha importante? ¿Acaso no tenemos clases? ¿¡Qué!?

—¡Tú cumpleaños, idiota! —responde luego de largos segundos de silencio —. ¡Dieciocho años! ¡Tu puta mayoría de edad!

Como no termino de creérmelo, me levanto de la cama en tiempo record y, sin soltar el celular, camino hacia mi escritorio en el cual tengo un pequeño calendario. Arranco la hoja que corresponde a enero, y es ahí cuando me doy cuenta que por primera vez en mucho tiempo Mello tiene una muy buena razón para tratarme como retrasado mental. Hoy es primero de febrero, día de mi décimo octavo cumpleaños.

El tiempo pasa demasiado rápido, apenas la semana pasada Mello y yo tuvimos que montar toda una obra de teatro para poder comprar cigarrillos y alcohol; fuimos a una tienda distinta a la de siempre y la encargada nos pidió identificación a ambos; Mello tenía la suya y yo… bueno, había olvidado la falsa así que tuve que improvisarme una historia de que me la habían robado. Y hoy, siete días después, puedo comprar todo el tabaco que quiera —o pueda costearme— legalmente.

—Vaya, tienes razón. —Es la respuesta más inteligente que soy capaz de improvisar. ¡Arriba yo! —. Es mi cumpleaños.

Casi puedo imaginarme a Mello golpeándose la frente al otro lado de la línea.

—Y eres idiota.

—Por ser mi cumpleaños deberías ser más amable conmigo, sabes.

—Y lo estoy siendo. Por eso te llamé para felicitarte.

—Entonces gracias, supongo.

—¿Solo eso? Eres un insensible.

Volvemos a reír de eso. Nuestras conversaciones muchas veces son estúpidas pero nos causan gracias; al menos sabemos tolerar los comentarios tontos y los chistes malos de cada uno. Supongo que eso es parte de la amistad.

Seguimos con un poco de charla banal un rato más hasta que Elsa llega, me toca la puerta y comienza a vociferar que me dé prisa o se me hará tarde. Me despido de Mello para luego quitarme la pijama y vestirme rápidamente, superando mi propia marca. Tomo la mochila y el celular y bajo tan pronto como puedo. Abajo mi madre me espera con un tazón de cereal servido y el dinero sobre la mesa.

—Siempre es lo mismo contigo, Mail —me regaña, bonita forma de comenzar el día de mi cumpleaños —. ¿Cuándo será el día en que no tenga que preocuparme porque estés listo a tiempo? ¿Qué pasará cuando estés en la universidad?

—Ya, ya, no te hagas drama —hago el burdo intento de reconfortarla —. Es solo que Mello me llamó para felicitarme y me entretuve con él.

—¡¿Ves?! —Vuelve a enojarse y esta vez no entiendo la razón —. ¡Por el coraje que siempre me haces hacer casi se me pasa!

Antes de poder preguntarle de qué habla, se acerca a mí para abrazarme muy fuerte. Como soy mucho más alto que ella, es capaz de esconder la cabeza en mi cuello; su respiración hace cosquillas. Como estoy tan poco acostumbrado a esta clase de demostraciones de afecto entre los dos, tardo en corresponder, pero cuando lo hago, lo hago también con ganas.

—Feliz cumpleaños —me susurra. Después del abrazo, vuelve a mirarme a los ojos para tomar mi rostro entre sus manos —. Mira que grande estás ahora, ¿recuerdas cuándo todavía eras el bebé de mami?

—Eso es vergonzoso, mamá —arrastro las palabras, realmente abochornado.

—¡Aún eres el bebé de mami! —Sé que lo hace para molestarme. La odio pero la amo.

Después de haberse burlado lo suficiente de mí, me suelta para volver a su rutina. Se coloca el gorro de enfermera y procede a maquillarse.

—¿Tu padre ya se comunicó contigo? —cuestiona mientras se hace no-sé-qué cosa en las pestañas.

—Eso estoy viendo —comienzo a revisar el celular. Si alguien me felicitó de seguro lo hizo por Facebook, What’s App o mensaje.

Dos de mis compañeros me han escrito cortos mensajes en mi biografía; Linda me ha mandado un mensaje larguísimo por what’s con emoticones de corazones, besos y toda la cosa; para mi sorpresa, incluso Alex y Beyond me han escrito, aunque no pasa de un «feliz cumpleaños» y «felicidades, geek» respectivamente, de cualquier forma después de lo sucedido ni siquiera esperaba que me felicitaran. Y por último también tengo un mensaje de mi papá; no dice mucho, solo me felicita, me manda un abrazo, menciona que me tiene una sorpresa y que espera comunicarse conmigo durante el transcurso del día.

—Papá me felicita y dice que va a regalarme algo.

—Igual y te manda una de esas cosas que a ambos tanto les gustan, ¿no?

—Es lo más seguro. —Con mi papá comparto la afición por los videojuegos, es una ventaja ya que siempre sabe qué regalarme.

—Te ves animado por eso. —Elsa me sonríe. Ha terminado con su arreglo personal y de verdad se ve muy bien; desde que tiene «algo» con ese doctor se esfuerza más en su imagen. Como yo me parezco mucho a ella, si me maquillara, de seguro sería así de guapa. Que pensamiento tan gay —. Tal vez hoy regrese temprano así que te traeré un pastel o una tarta, aunque casi doy por hecho que en la noche saldrás. —Ante eso solo puedo sonreír y encogerme de hombros, es el plan más seguro —. Como sea, espero que te la pases bien. Ten un muy bonito día.

Cuando se despide de mí me da un beso en la mejilla dejando marcado su labial el cual limpio con la manga del saco del uniforme. Tanta melosidad por parte de mi madre es extraña pero se siente un poco bien, sin embargo eso es algo que no voy a admitir frente a ella, ya no soy un bebé de mami.

Elsa sale de casa. En cuanto me termino el cereal yo también lo hago. Camino hasta la estación de autobús y por suerte —regalo de Alá desde los cielos— el transporte apenas viene llegando. El día va mejor de lo que esperaba. Apenas se estaciona, subo detrás de una anciana. Tomo asiento en uno de los lugares del fondo.

El autobús emprende marcha. Se detiene en otra parada y veo a Mello subir, me busca con la mirada y al verme se dirige hacia donde estoy. A mí me gusta estar sentado a un lado de la ventana pero como a Mello también tuve que aprender a resignarme a cederle ese privilegio todas las mañanas. Soy el más sensato de los dos y no voy a pelearme por un lugar.

—Buenos días, cumpleañero —saluda apenas se sienta.

—Buenos días a ti también.

Al parecer los dos estamos de buen humor.

Mello se coloca sus audífonos y yo decido perderme en mi propio mundo. El camino transcurre así, lento y tranquilo, los dos relajados y disfrutando de nuestro espacio personal. Lástima que cuando llegamos a Wammy’s esa atmósfera termina. Volvemos al «día a día». Mello apaga su música y yo suelto un suspiro a la vez que estiro mis extremidades. Ambos bajamos, yo después de él, para seguido ingresar al colegio.

Fuera de las personas allegadas a mí, para los demás es un día normal. Como no soy un chico popular pocos deben saber que se trata de mi cumpleaños. Aunque, para ser honesto, por mí está bien; si todos lo supieran e intentaran estar sobre mí para felicitarme, me sentiría abrumado. No soy ninguna clase de Grinch de los cumpleaños pero detesto el exceso de atención.

Al entrar en el salón de clases, algunos de mis compañeros también me felicitan. Solo algunos, tampoco es como si entre todos nos lleváramos muy bien, y eso que solo somos veintitantos en total. Alcanzo a ver a Alex sentado en su pupitre hablando con Beyond; el loco me da una rápida mirada para después seguir enfocado en lo que sea que estuviera hablando con Alex; este, en cambio, se me queda mirando. Nos quedamos viendo un rato mas yo retiro la mirada primero. Intento no darle demasiada importancia al asunto.

Me considero una persona tranquila, paciente y para nada rencorosa. Pero esta vez realmente estoy enojado, quiero seguir estando enojado. El coraje que Alex me provocó no se me puede pasar así como así.

Me encamino a mi asiento y dejo mis cosas. Mello hace lo mismo; no obstante, en lugar de sentarse, se dirige hacia a mí y termina sentándose en la paleta de mi pupitre.  

—Oye, había pensado que podríamos ir al «lugar secreto» a festejarte, como cuando fue mi cumpleaños.

Luce demasiado emocionado. No es algo que me incomode, al contrario, eso me hace sentir importante para Mello, y es una sensación agradable. Pero como a mi madre, no voy a admitirlo delante de él. No quiero subirle más el ego. O quizá debería, el ego de Mello debe inflarse de vez en vez; él necesita que le recuerden lo genial que es para estar bien consigo mismo. Es medio blandito en el fondo.

—Suena bien.

—Obviamente, la idea fue mía.

—Estás copiándote mi idea así que el genial soy yo.

—Como sea —desvía el tema, no soporta que nadie le gane en lo más mínimo —, podemos comprar algunas frituras y cervezas…

—Y cigarrillos, no te olvides de los cigarrillos.

—Sí, sí, esos también. ¿Entonces va?

Antes de poder terminar de darle el visto bueno, escucho un carraspeo. Ambos volteamos y me encuentro con la mirada de Linda. Ni siquiera me di cuenta en qué momento llegó.

—Perdón por interrumpirlos —habla en forma suave, hasta dulce. Se enfoca en mí —. ¿Puedo hablar contigo Matt?

—Sí, claro —contesto.

—Me gustaría que saliéramos fuera del salón. —Coloca un mechón de cabello detrás de su oreja, todavía mirándome —. Es algo privado —se excusa.

Mello parece no darle demasiada importancia, únicamente se regresa a su asiento como si nada y centra su atención en otra cosa. Yo me levanto del mío y sigo a Linda hasta los pasillos; como el timbre está a punto de escucharse ya no hay mucha gente rondando.

Admito que esperaba una felicitación o incluso un pequeño regalo, Linda suele hacer eso; en cambio, en lugar de eso Linda se me lanza. Pasa sus brazos por mi cuello y me planta un beso demasiado apasionado como para tratarse de ella en la escuela —siempre es muy discreta tanto en la calle como en Wammy’s—. Después de que el shock pasa también la abrazo, paso una mano por su cabello y la otra la apoyo en su cintura.

—Feliz día —ronronea de forma sexi en mi oído.

¿Quién eres y qué hiciste con mi novia? Eso no importa. Por favor, no te vayas.

—Si ese fue mi regalo me doy por bien servido.

Ella sonríe y se ruboriza levemente.

—Esto solo fue la felicitación, mi verdadero regalo te lo daré luego.

—¿Ah, sí?

—Para celebrar la fecha quiero invitarte a un lugar muy especial en la noche. Ahí te daré tu verdadero regalo.

Por alguna razón, tal vez porque soy hombre, lo primero en que pienso es en sexo.

—¿Y la pizzería?

—Ya le pedí permiso a mi papá, por eso no te preocupes.

En parte esto es algo que tenía tiempo esperando. Luego de esa pequeña pelea que tuvimos antes de Navidad, si bien hablamos y arreglamos el asunto, como que las cosas no andaban bien del todo. Y ahora que se presenta la oportunidad de limar esa aspereza es algo que no puedo —ni quiero— dejar ir.

Pero por el otro lado ya tenía planes, planes que se concretaron hacía apenas unos minutos. Vida, ¿por qué te encanta tanto meterme en problemas? ¿Acaso es porque no creo en Dios?

—Por favor, ven conmigo —suplica, parece que adivinó mis pensamientos —. Escuché lo de Mello, y entiendo que ahora es tu mejor amigo pero de verdad quiero que esta fecha la pases conmigo. ¿Sí se puede?

Permanezco en silencio. Decidir entre pasar el tiempo con mi novia o con mi mejor amigo es un dilema ante el cual nunca antes me había enfrentado. Por un lado está Mello y su oferta de embriagarnos y fumar; por el otro está Linda, su romanticismo y posible sexo. Supongo que la respuesta es obvia.

—Está bien, vamos a ese lugar tan especial que tanto dices.

Linda se anima de inmediato, su sonrisa es radiante. De la emoción me da otro beso tan apasionado como el anterior. Supongo que elegí bien pero una leve punzada —sentimiento de culpa, supongo— está ahí.

No es que valore más una relación que una amistad, sin embargo en este caso siento que he descuidado a Linda. Tanto que le reclamé su falta de apego y yo estaba haciendo lo mismo. Además pasar ese día con Linda ya era algo así como una tradición; he estado junto a ella los últimos cuatro cumpleaños de mi vida.

—Verás que la pasaremos increíble —continúa entre risas —. Entonces nos vemos cerca de la pizzería. Tranquilo, el lugar que te digo queda cerca de ahí.

—Confío en ti.

Justo en ese instante el timbre resuena en toda la escuela.

Luego de otro beso, nos tomamos de la mano e ingresamos al salón. Cuando pasamos por su fila, se suelta y se despide de mí con un gesto de mano. Vuelvo a dirigirme a mi pupitre y tomo asiento. Me giro hacia Mello el cual levanta la vista de su cuaderno y me dirige la mirada, sonríe de forma socarrona y con el dedo pulgar limpia sus labios. Tardo en entender pero al final capto el mensaje; me limpió la boca con el dorso de mi mano, mi piel queda manchada con labial rosa.

—¿Te dieron tu regalo?

—Algo así —comienzo a rascarme la nariz —. Oye, Mello…

—Lo sé. Cambio de planes, ¿verdad? —adivina. A veces me pregunto si en verdad soy tan predecible o si las situaciones que me rodean lo son.

—Linda me tiene algo preparado y… no sé, creo que por el bien de mi relación debo darle prioridad. Cada uno ha estado en sus cosas y…

—No te esfuerces en explicarme, lo entiendo. —Aunque pareciera que quiere reconfortarme, su expresión da a entender otra cosa. Pero bueno, es Mello después de todo. Siempre parece molesto aunque no lo esté —. Es tu novia, hay oportunidad de que arreglen sus asuntos. Yo no voy a interponerme en eso.

—¿Seguro que no hay problema? —Sea como sea, no estoy del todo cómodo con la situación.

—Obvio no, idiota. —Estira su mano para poder alcanzar a darme un zape —. Yo no voy a hacer drama por algo así.

Me recargo en el respaldo del asiento, aliviado. Es reconfortante que todo se solucione así de fácil. Ojalá fuese así siempre, voto porque la vida sea así de simple.

—En fin. —Mello vuelve a retomar la palabra —, mañana sin falta retomaremos nuestros planes. ¿Hecho?

—Por supuesto, no voy a quedarme con las ganas.

Nos sonreímos mutuamente para, de alguna manera, sellar esa promesa. Hacer algo más vistoso podría verse raro —aparte no queremos que nadie más se entere y nos arruine el plan—. Antes de poder iniciar alguna otra conversación, el profesor Lester hace acto de presencia. Nos resignamos a abrir nuestro libro en alguna página y seguir con nuestra aburrida vida estudiantil. Creo que debería apreciar más mi vida en la preparatoria, la universidad está a la vuelta de la esquina. Pero como soy yo estoy seguro que no lo haré sino hasta el último momento.

.

.

.

Espero a Linda fuera de la pizzería tal y como ella me lo indicó. El frío cala en los huesos y cuando guardar las manos en los bolsillos no me es suficiente, enciendo un cigarrillo. A Linda no le gusta que fume, lo considera un hábito horrible y además está el hecho de que daña mi salud y bla bla bla. Aunque al inicio de nuestra relación intentó hacer que lo dejara al final terminó dándose por vencida, creo que puedo llegar a ser muy obstinado en algunas ocasiones.

Luego de un rato de esperar a la intemperie, veo la silueta de Linda acercarse. Tiro el cigarro y lo piso para apagarlo, lástima que el humo ni el olor puedan disiparse.

—Hola —saluda, y me sorprende que no haga ningún comentario despectivo respecto al tabaco —. ¿Tienes mucho esperándome?

La luz que proporciona el local de los Auditore y el alumbrado público me permite observarla con algo de claridad. Admito que me sorprende lo que las mujeres son capaces de hacer con el maquillaje y la ropa. Linda no suele maquillarse —al menos yo jamás le veo nada— pero cuando lo hace se ve todavía más hermosa de lo que de por sí ya es; y en mi opinión siempre se viste bien, fresca y femenina. A veces me pregunto cómo es que un chico como yo logró conquistar a una chica como ella. Si es que Dios existe le estoy sumamente agradecido.    

—No mucho, no te preocupes. —En realidad no sé ni cuánto tiempo tengo aquí afuera pero es mejor no arruinar el momento. La noche pinta demasiado bien.

—Entonces ya no perdamos más tiempo. Vámonos.

Me toma por el brazo y, a pesar de los abrigos de ambos, soy capaz de sentir sus senos. Pareciera que lo hace intencionalmente ya que no hace ningún afán de retirarse, al contrario, se acerca todavía más.

Caminamos un par de calles de la misma manera. No soy bueno reconociendo calles, no tengo ni la menor idea de donde nos encontramos, solo sé que ya nos hemos alejado bastante de la pizzería. Me mintió, el lugar no queda para nada cerca. No obstante, cuando pasamos cerca de una pareja bastante entrada en lo suyo, logro darme una idea de dónde nos encontramos.

—Oye, Linda… —susurro. Ella no logra escucharme.

Juro que nunca me imaginé estar en un lugar así. Bueno, igual eso sí llegué a pensarlo, pero nunca, nunca creí que Linda sería quien me trajera.

Veo otras tres parejas en la misma situación, carteles de descuentos en alquilar habitaciones y puestos de condones ambulantes. No me asusta la situación en sí, solo es… extraño visitar un lugar como este. A nosotros nunca nos faltaron lugares en los cuales tener relaciones. Está su casa, está la mía, el cine, los baños del centro comercial, ¿por qué recurrir a un hotel?     

Nos paramos frente a un edificio que luce un poco más decente que los otros. Linda tira de mi brazo un par de veces, sin embargo yo no puedo salir del shock.

—¿Qué sucede?

—¿Este es mi regalo? —no puedo evitar preguntar. Como Mello dice: soy idiota.

—En realidad… es solo una parte. —Incluso ella luce nerviosa.

—¿Pero por qué venir aquí? Digo, pudimos quedarnos en tu casa...

—Matt, todas las veces que hemos tenido sexo estamos con el temor de que alguien pueda descubrirnos. Creo que nos merecemos una noche en la que solo pensemos en nosotros dos.

—Pues sí… tienes razón —Contra eso no tengo nada que objetar.

—Entonces vamos.

Toma mi mano y me jala hacia el interior. Por dentro el hotel no luce tan mal, de hecho es hasta un poco agradable; aunque tantas combinaciones en tonos pastel me marean.

—¿Traes tu identificación? —pregunta Linda antes de acercarnos a la recepción.

—Apenas hoy cumplí los dieciocho, aún no tengo.

—La falsa —me regaña en un susurro. Si estuviéramos en otro lugar de seguro se golpearía la frente —. Sé que tienes una y no quieras ocultármelo ahora.

—Bueno, sí tengo pero no la traje. —Cuando salgo con Linda en lo menos que pienso es en hacer algo fuera de la ley. Ella no fuma, no bebe, no es ese tipo de persona.

—Entonces hay que improvisar.

Ambos nos acercamos a la recepcionista. Esta nos mira alzando una ceja, debe notar nuestra actitud sospechosa; hasta yo lo notaría. Nos da una mirada aburrida y nos atiende de la misma forma, pareciera que odia su trabajo.

—Buenas noches. —Linda, cordial como siempre —. Eh… pues… —No sabe ni cómo pedirlo, no me sorprende —. Una habitación, por favor.

—Su identificación —pide la mujer. Dio en el clavo.

Linda saca su cartera de la bolsa, se está tomando la improvisación demasiado en serio. Toma una tarjeta de quién sabe qué cosa y se la da. Al recibirla, la recepcionista se sorprende y nos mira a ambos.

—Tengo disponible la veinticuatro y la treinta.

¿Qué mierda hizo Linda?

—La treinta está bien.

—Qué pasen una buena noche —nos desea a la vez que nos entrega una llave. Hasta el semblante le cambió.

Después de que nos dice cómo llegar, Linda me vuelve a tomar del brazo y ambos nos dirigimos hacia la habitación treinta. Queda en el tercer piso, siendo la que está hasta el fondo. Realmente vamos a tener privacidad.

Linda abre el cuarto y los dos entramos al mismo tiempo. No parece nada del otro mundo; hay una cama, un buró y otra puerta la que supongo da a un baño o algo así.

—Es un lugar muy bonito —comenta Linda paseando la mirada.

—Si tú lo dices. —Yo no le veo nada de especial.

—No sabes ver detalles.

Ignorando eso, justo en ese instante la intriga de lo sucedido en la recepción vuelve a mí.

—Oye, ¿cómo le hiciste para que nos dieran la habitación?

—Solo le di dinero. Doblé los billetes y los puse detrás de un cupón.

—¿¡La sobornaste!? —Linda hoy sí que me ha sorprendido. ¿Ella, la defensora de la ética, haciendo tal cosa?

—Eso no importa, no pienses en ello. En este momento lo que importa eres tú.

Ella se lanza de nuevo hacia mí, vuelve a besarme. A pesar de que sigo sin terminar de creerme la situación, termino cayendo ante sus encantos, ¡es imposible no hacerlo!

Linda tiene razón: nunca hemos tenido una noche solo para nosotros dos, donde no tengamos más preocupaciones aparte de qué posiciones vamos a intentar. Este debe ser un gran paso hacia la mayoría de edad. ¡Benditos dieciocho!

De a poco Linda disminuye la intensidad. El beso se vuelve más lento, hasta un poco tierno diría. Linda me toma el rostro por las mejillas y me sonríe de forma dulce. Sin embargo, de nuevo sorprendiéndome, en lugar de volver a besarme la veo soltar un par de lágrimas.

—Realmente te amo, te amo como no he amado a nadie.

La declaración es hermosa. No es como si nunca me hubiera dicho o escrito algo similar —para mi cumpleaños pasado incluso me compuso una canción—, pero esta vez lo siento mucho más profundo. O quizá solo son ideas mías. No sé, no soy bueno en estas cosas.

—Yo también te amo. —Es lo único que se me ocurre responder, después de ese otro shock quedé en blanco. De cualquier modo Linda que yo no soy precisamente bueno con las palabras.

—Te lo digo en serio, muy en serio. Sí, eres mi primer novio, técnicamente el primer chico con el que me relacioné de esta manera, pero estoy segura de que como te quiero a ti no voy a querer a nadie. Pase lo que pase siempre recuerda eso, por favor.

Quiero hacer una broma con respecto a eso, pero al ver su semblante decido solo asentir y volver a besarla de manera suave. Esa es mi manera de responder a sus palabras. Soy torpe, soy más de acciones que de palabras.

—Vamos, no te pongas melancólica. Es mi cumpleaños, ¿no? —Ahora soy yo quien la toma por las mejillas, esta vez para limpiar sus lágrimas —. Mejor dime cuál es mi regalo. Estoy muy ansioso.

Quiero disipar esta atmósfera que de pronto nos envolvió. Por suerte lo logro.

Nuevamente Linda luce avergonzada.

—No es algo en sí —susurra, sonrojándose a morir.

—Más o menos ya tengo la idea de lo que es —le hago saber para que la vergüenza le pase un poco —. Siempre me ha gustado estar contigo, esta vez será mucho más especial.

—Y diferente —me interrumpe —. Quiero hacerlo de forma diferente.

Lo que vino a mi mente fue un oral, pero eso ya lo hemos hecho así que no sería algo nuevo. Estoy por preguntarle a qué se refiere, sin embargo, antes de poder pronunciar alguna palabra, ella toma mis manos y las baja por su cuerpo hasta colocarlas en su trasero. Tardo unos segundos en captar pero al hacerlo me sonrojo tanto o más que ella.

—¿Segura? —Necesito confirmar si realmente es lo que creo que es.

Ella asiente como respuesta.

—Una segunda primera vez, ¿no? —ríe para quitarse el bochorno —. Sería bonito.

—Doloroso. —Es en lo primero que pienso, eso es lo que tengo entendido.

—Pero es algo que quiero compartir contigo. Me siento segura y preparada.

Lo pienso un poco. No es que nunca hubiese tenido la fantasía, darle por detrás a mi novia es algo que vengo queriendo desde que vi una porno de la temática.

—¡Mira! —exclama, interrumpiendo mis pensamientos. Se aleja de mí y toma su bolsa la cual había dejado encima de la cama —. Traigo lo necesario: condones, lubricante. —Toma ambas cosas y me las acerca —. Te lo ruego, hagamos el amor de esa manera. Quiero hacerlo contigo así, solo contigo.

Ante su rostro, su suplica y su sonrojo, no puedo resistirme. Tomo lo que tiene entre las manos y lo lanzo a la cama para enfocarme en ella. La beso otra vez de manera arrebatada.

—Voy a confiar en ti —le digo, ella ríe.

—Y yo cuidaré de ti. —Linda continúa la broma.

La pasión regresa; las chamarras y los suéteres comienzan a estorbar. Cuando estamos desnudos vamos a la cama. Tenemos sexo normal una vez para luego prepararla para «nueva» la penetración. Estoy tan nervioso y excitado. Linda es la que me va indicando cómo hacerlo, al parecer se había visto un par de videos del tema; yo solo sigo sus instrucciones, no creo que las porno que he visto sean una buena referencia.

Y en eso se nos van las horas, en mí entrando por ese orificio y en ella intentando soportar la situación. Demasiadas emociones en una sola noche.

.

.

.

Después de descansar y asearnos, salimos del hotel rumbo a una farmacia para comprar algún medicamento para el dolor —a Linda le dolían demasiado las caderas—. La acompañé a su casa, nos despedimos con un beso y luego regresé a la mía.

El día siguiente transcurre muy normal, casi como si se tratara de un guion. Despierto, me visto, tomo el autobús, me encuentro con Mello, charlo con él, llego al colegio, supuestamente estudio, paso algo de tiempo con Linda y a la salida me dirijo de vuelta a casa, mas en esta ocasión Mello me acompaña.      

Los planes en los que quedamos ayer siguen en pie, pero en la mañana Elsa me pidió que quitara la nieve del patio de entrada; al parecer su casi novio iba a venir y quiere que tenga donde estacionar su coche. Cuando le mencioné que ya tenía cosas qué hacer, se enojó conmigo y me gritoneó que me iría mal si no la obedecía, lo que se traduce a no darme mi mesada. Como necesito el dinero para fumar y embriagarme, decido hacerle caso.

Mello ha venido para ayudarme a terminar más rápido. Mientras yo tiro la sal encima de la nieve, él la recoge con la pala y la amontona en la parte donde antes había césped. Si continuamos llevando este ritmo chance y terminemos pronto.

—Sabes. —Llevamos rato en silencio, ya me hace falta iniciar conversación —, creía que no sabías hacer este tipo de cosas, como de seguro en tu casa tienen quien lo haga.

Me gusta burlarme de su situación de rebelde-sin-causa-y-niño-acomodado; siempre hace unas rabietas tan graciosas por ello. Aunque en el fondo le tengo un poco de envidia, cómo me gustaría tener servidumbre en mi casa.

—No siempre fue así —explica, con el ceño fruncido —. De hecho mi situación mejoró desde que Halle se casó con Giovanni.

—Y aun así no lo quieres.

Mello me da una mala mirada, pero el enojo no le dura mucho. Continúa quitando nieve, ignorándome momentáneamente. Rio por ello. Es tan fácil sacarlo de sus casillas.

—Mejor cuéntame cómo te fue ayer —pregunta de pronto, sin dejar de hacer lo que hace.

—¿Cómo qué? —comienzo a rascarme la nariz. Ahora Mello ríe.

—No te preocupes, no me interesa saber si tuviste suerte. Solo dime si fueron a algún lado en especial o si hicieron algo fuera de lo común.

—Fuimos a un hotel —termino encogiéndome de hombros, intentando no darle importancia al asunto. Solo pido no ponerme rojo. 

—Ya. No digas más. Me queda claro.

Quedamos de nuevo en silencio. Nunca me ha gustado dar detalles de mi relación absolutamente a nadie, siento que eso es algo muy privado. No tanto por mí sino por respeto a Linda.

—Matt.

Cuando escucho mi nombre dejo lo que estoy haciendo. Mello también deja la pala de lado y se acerca de a mí. Frota sus manos un poco y las guarda en sus bolsillos, se nota que tiene frío; Es una nena en cuestiones invernales.

—¿Qué pasa? ¿Quieres descansar o cambiamos de roles?

—He estado pensando en algo.

—¿En qué? —Mello es siempre directo, me da mala espina cuando no va directo al grano.

—En lo que te dijo Alex de Linda.

—Ah. ¿Y eso qué? —me pongo a la defensiva. No puedo evitarlo, todavía me enoja el tema.

—Yo siento que él no te mintió. —Joder, ¿ahora tú también? —. ¿Por qué lo haría? No tiene razones. Además Near…

—Mello, para ti Near tiene la culpa hasta del calentamiento global. Y sí, es un hijo de puta y todo lo que quieras pero Linda no, ella no es así. Ella me ama, de verdad lo hace, me lo ha demostrado.

Mello suspira, pareciera que está contando hasta diez en su mente. Es lo malo de él, se enciende como pólvora, así sea por un verdadero pleito o por solo llevarle la contraria; no me gusta hacerlo enfadar por eso normalmente cedo ante sus ideas las crea correctas o no, pero en esta ocasión no estoy dispuesto a dar mi brazo a torcer. ¡Estoy cansado de este tema!

—Linda es incapaz de hacer algo como eso —continuo —, si llegara a sentir algo por otra persona me lo diría.

—¿Y por qué estás tan seguro? —pregunta, decidido —. No tiene que sentir algo por alguien, puede ser solo simple calentura.

—Ella no…

—Además, si tú le has fallado, ella también puede hacerlo.

—¡Yo nunca le he fallado! —grito, exaltado. ¿Pero de qué habla? Yo no…

—¿Y cuándo me besaste a mí, eh?

Eso es algo que ya había olvidado… Bueno, no, pero ha pasado tanto tiempo que ya ni siquiera pienso en eso. Admito recordar ese momento de vez en vez —más que nada cuando miro a Mello a los ojos—, aunque termina quedando como algo sin trascendencia. Un error de borrachera y ya.

—Eso no cuenta —desvío la mirada, el solo hecho de recordarlo en este momento es bochornoso.

Comienzo a rascarme la nariz —¡maldito tic nervioso!—. Me gustaría decir un montón de cosas pero considero más prudente quedarme callado. Soy pacifista, casi tanto como un hippie que sí se baña y que, lamentablemente, no fuma marihuana.

Para no hacer esta discusión más grande prefiero fingir que me quedé sin argumentos; Mello creerá que ha ganado y seguiremos quitando la nieve. Tampoco es como si tuviera ganas de pelearme con él, menos ahora que tenemos tan buenos planes para en la tarde.

—¿Por qué no cuenta? —Creo que él sí quiere pelear conmigo, y al parecer está tan enojado que quiere seguir echando en cara ese maldito beso —. Digo, fue un beso muy apasionado. Y de no haber sido por mi pene habrías terminado follando conmigo.

—¡Pero tienes pene! Y por suerte eso no pasó. Además tengo la teoría de que esas bebidas tenían algo.

—Ese no es el punto. Lo que quiero decir es que así como tú tuviste ese… desliz, Linda pudo tener uno también.

—¡Que no!

—¿¡Por qué eres tan terco!? —grita ahora sí muy enfadado. Está rojo de coraje.

—¿Terco yo? ¡Y tú qué! ¡Tú eres la terquedad hecha persona!

—¡Dios, Matt!

Ahora yo soy el que intenta contar hasta diez. Inhalo, exhalo, y así muchas veces. No quiero perder los estribos de nuevo, no ahora, no con Mello. Recuerda, Matt, eres un pacifista, ¡un jodido pacifista! ¡Esto podría arruinar tu historial para el Nobel de la Paz!

—Mira, no me importa lo que Alex haya dicho, yo confío en ella —intento explicar lo más tranquilo que puedo —. Y sí, le fallé en esa ocasión. —Ok, eso cuesta admitirlo —. Pero fue un error.  

—Error que ella igual pudo cometer.

—Y sigues con lo mismo —exclamo ya cansado del asunto. Discutir con Mello es como discutir con una pared, y en verdad creo que sería más fácil hacer entrar a la pared en razón.

—Lo que pasa es que eres demasiado inocente. Te falta ver las cosas con un poco más de malicia.

—¿O sea que según tu lógica debo desconfiar de todos?

—Al menos no confiar ciegamente en nadie.

Mello se cruza de brazos. Me mira socarrón, como si con su último argumento hubiera ganado la discusión. Una parte de mí sigue pensando que es mejor dejar las cosas así y ya no hacer tanto escándalo, la otra piensa más o menos lo mismo. Ya no tengo nada de ganas de discutir, aparte si me peleara con Mello me quedaría sin amigos.

—Como sea, eso no quiere decir que Linda sea capaz de eso —vuelvo a decir cansinamente. Deseo dar por terminado el asunto.

—¿De ponerse ebria y casi follar con un chico en una fiesta…?

—Ya, Mello, dejemos este tema por la paz y sigamos quitando nieve. Se nos hará tarde.

—¿…Así como tú te pusiste ebrio y casi follas conmigo? —continua. Es estresante.

—Algo que nunca volverá a pasar. Ni contigo ni con nadie.

—¿Cuánto apuestas?

Antes de que pueda responder, Mello me toma por el brazo. Me acerca a él de un tirón y, aprovechando que estoy en shock, me agarra por los hombros. Por un momento creí que iba a abrazarme o a susurrarme algo, pero que me esté besando es algo que me toma por sorpresa.

Es un beso… extraño, ni siquiera puedo distinguir si me agrada o no —aunque la respuesta más probable es que no—. Siento su respiración contra mi rostro y eso también es raro. Mueve sus labios contra los míos de forma suave, aprieta el agarre en mis hombros. Él mantiene los ojos cerrados, yo los tengo abiertos; al no querer desentonar más, los cierro.

A diferencia de la primera vez, no hay música, ni gente, ni alcohol alrededor. Solo estamos él, yo, la nieve, y las personas que puedan vernos. Cuando a mi mente llega esa posibilidad, me separo bruscamente. Miro hacia los lados esperando que nadie nos haya visto. Me siento algo paranoico. A Mello parece no importarle, cuando está molesto solo puede prestar atención a la causa de su estado de ánimo quien en este caso soy yo.

—Ves, volvió a pasar —dice muy quitado de la pena —. Volviste a serle infiel.

Lo miro, incrédulo. ¿Qué mierda acaba de pasar? A ver, estábamos discutiendo, me besa, ahora me revela entre líneas que me estaba dando una lección… ¡Joder! Demasiado por digerir en menos de un minuto.

—A ver, a ver, esto ni siquiera cuenta como infidelidad. Es… un beso. Y tú eres mi amigo, no te veo de esa forma.

—Cuando toda esta mierda pasó, el que armó drama fuiste tú. ¿Cuántas veces no te dije que solo era un beso? Pero al parecer para ti fue infidelidad o algo así.

—¡Estaba confundido por haber besado a un hombre!

—Confundido porque besarme te gustó. Admítelo. Eso para ti cuenta como traición.

¿No era mejor dejar todo esto enterrado? ¿Por qué me viene a echar en cara ahora todo esto? No me gusta pensar en ello, ¡nunca me detuve a pensarlo!

—No me gustó —declaro. Me parece extraño que haya titubeado al decirlo.

—Te gustó.

—Que no.

—Que sí.

—Por favor, dejemos esto por la paz. Esta conversación es muy gay.

—Pero aún no has entendido mi punto.

—No hay nada qué entender. No cuenta como infidelidad porque el beso ni siquiera me gustó y yo no siento nada homo por ti.

—Demuéstralo.

Ahora soy yo el que se acerca, le tomo también por los hombros y le planto un beso. Sus mejillas están frías pero su boca es cálida. Esta sensación sí me recuerda un poco a lo que sentí aquella vez en la sala de Beyond, cuando caí encima de él y comenzamos a devorarnos mutuamente.

Con mis pulgares acaricio su rostro suavemente y cambio la cabeza de ángulo para poder encajar mejor con él, me sobresalto un poco al sentir que Mello también toma mis mejillas y las acuna entre sus manos con una delicadeza que no creía que tuviera. Con su lengua delinea mis labios, y supongo que el éxtasis del momento es tanto que termino abriendo la boca para darle paso a su lengua.

Nuestras lenguas se enredan, las caricias son tiernas, la temperatura empieza a subir. Estoy besando a mi mejor amigo, y peor aún, ¡estoy besando de nuevo a un chico y lo estoy disfrutando!

Supongo que esto sí es infidelidad.

Nos separamos luego de un largo rato, aun así no retiro las manos de su rostro ni él retira las suyas del mío. Sus mejillas ahora se sienten cálidas, supongo que por el sonrojo y el calor del momento; no quiero ni imaginarme en qué condiciones me encuentro yo.

Permanecemos mirándonos de manera fija; ha pasado un largo tiempo desde que había observado sus ojos tan de cerca. Su mirada es como el cielo del verano y me siento cursi al pensar en esa comparación, cursi y homosexual.

—Matt, esto…

Sus palabras son interrumpidas por el sonido de un claxon. Nos separamos al instante, intentando actuar de la forma más natural posible y fallando brutalmente. Un auto color gris se estaciona frente a la casa y, al reconocer de quién se trata, trato de ignorar todo lo que ha sucedido.

—¡Papá! —grito al mismo tiempo que me dirijo al auto.

Lástima que el cosquilleo en mis labios no halla desparecido, sigue ahí y supongo que seguirá. Mas por el momento prefiero concentrarme en otra cosa.

.

.

.

Notas finales:

¡Hola!

Sé que tenía el fic demasiado abandonado y que las excusas en sí no arreglan nada así que solo me queda pedirles una disculpa a todos quienes leen esta historia.

¡Pero he vuelto!

A partir de este punto puedo decir que el fanfic comienza a entrar en el salseo. Nos quedan nueve capítulos por delante (sí, solo serán 20) por lo que lo interesante ya comenzará a suceder.

Muchas gracias a Alexgeta♥, Nancy♥, Demon Lady♥ y a Raleigh♥ por sus reviews. Son amorsh.

Intentaré darme prisa en la continuación. Me siento inspirada~

¡Gracias por leer!

Arrivederci…


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