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Drama Queen por Ellie77

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Death Note pertenece a Tsugumi Oba y a Takeshi Obata.

Pairings: MxM ? BxA ? NeLi ? LxL.

Advertencias: AU ? Lenguaje vulgar ? Yaoi (Boy’s Love) ? Hetero ? Contenido sexual ? OoC ? Presencia de OC’s.

N/A: ¡Muchas gracias por leer!♥

ǀ Drama Queen ǀ

 

Capítulo 22:

Mate, soy la reina del drama

.

.

Porque esta vida

Es una sinfonía agridulce

Intenta hacer que los extremos

Se encuentren

 

Bitter Sweet Symphony The Verve

.

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—Qué tenga buen día.

Es una mierda desearle un buen día a las personas cuando solo quisieras mandarlas al demonio. No es que sea culpa de los clientes, al contrario, gracias a ellos cobro mi sueldo; el problema es tener que ponerles buena cara cuando en mi mente solo estoy pensando que la vida es un asco.

Sigo con la mirada a la señora que acabo de atender hasta que sale del supermercado. Permanezco como imbécil un rato más hasta que caigo en cuenta de que no aparecerá ningún otro cliente solo por quedarme viendo la entrada. Todavía falta media hora para que pueda tomar mi descanso, y no es como que tenga hambre pero estoy harto de estar en la caja. Sí que será un día largo.

El trabajo, sea un asco o no, siempre había logrado distraerme de mi miseria. Pero justo de unos días a la fecha llevo siendo más miserable que dé costumbre y mi jornada laboral no me basta para olvidarme de ello. Y es que no es tan fácil sacarme de la cabeza toda la mierda que tengo ahora, más cuando también he sido bastante injusto conmigo mismo; no me he dado el tiempo de autocompadecerme y lamentar todo lo que sucedió con Mello.

Eso sí, todavía me queda algo de orgullo y por eso no voy a llorarle. No lo haré y es mi última palabra.

Mihael Keehl es un completo cobarde. Claro, frente a todos dándoselas de muy valiente y fuerte, que puede contra cualquier obstáculo, que es el número uno, mejor que Near y otro sin fin de idioteces, ¡¿y qué es lo que hace?! Se va y huye ante la primera adversidad. Es un cobarde, lo reitero, se lo dije y lo seguiré pensando.

A mí no me pesaba tanto que ya tantas personas supieran la verdad, es más, me aliviaba de algún modo. Lo acepto, decirle a mis padres que pasé de toquetear tetas a penes no iba a ser fácil, mas sé que lo más seguro es que habrían terminado apoyándome; y pienso que con la hermana y el cuñado de Mello igual habría sido fácil. Y aunque no lo hubiera sido, yo no iba a dejarme vencer. Yo hubiera seguido adelante. Lo quería tanto que estaba dispuesto a darlo todo por lo que fuera que tuviéramos.

Había ya muchas ilusiones de por medio. ¡Joder, teníamos planes! Nos íbamos a ir juntos a Londres, compartiríamos la renta, seríamos la compañía el uno del otro, él me cocinaría y yo haría la conexión a internet más rápida. Y ahora todo se arruinó por culpa suya.

Juro que me seguiría quejando de Mello de no ser porque parezco una chica que se quedó ardida debido a un desamor. Pero, mierda, ¿es que por qué tengo que ser así? ¿Por qué no puedo ser un poco como él y tratar de hacer como si nada hubiera pasado? O mejor, ¿por qué él no es un poco como yo y me busca y me dice que nada va a cambiar, que todo seguirá como hasta ahora?

—¡Jeevas! —escucho gritar a mi jefe. Justo como en una sitcom, esto era lo que me faltaba —. ¡Deja de holgazanear y acomoda la mercancía que está en el pasillo tres!

Bueno, al menos mantendré la mente ocupada. Y eso es una lástima. Pienso que me hubiera gustado seguir siendo miserable un rato más. Casi que me siento el protagonista de un vídeo emo de My Chemical Romance.

Me dirijo hacia el pasillo y abro la caja que mi jefe debió de haber dejado ahí y que él no acomodó porque no tiene la necesidad ya que le paga a su propio gato. Esa es la vida de nosotros los asalariados.

Son latas de verduras. Eso es bueno, me gusta acomodar latas. Arrastro la caja hasta el anaquel y comienzo a colocarlas.

—Cuando termines con eso vas al pasillo cinco y limpias… —finjo que lo escucho, asiento en determinados momentos para darme mayor credibilidad. De cualquier manera, haga lo que haga, siempre termina regañándome. Al menos ahora quiero que tenga un motivo real.

—Sí, ya voy.

—¿Puedes dejar de poner esa cara de retardado? ¡Espantarás a mi clientela!

—Lo lamento, señor —contesto por inercia.

—¿Se puede saber qué mierda te tiene así?

Aquella pregunta me sorprende. Mi jefe nunca me ha preguntado nada más allá de lo laboral. Siempre hemos mantenido esa línea, por eso me extraña que me cuestione algo un tanto más personal.

—Pues… son asuntos de la universidad —ideo al momento, lo cual tampoco es del todo una mentira. Aunque le dedico menos tiempo, también pienso en qué diablos haré con el asunto de mis estudios y cómo diablos voy a mudarme a Londres ahora.

—¿Vas a estudiar en la capital, no? —Asiento. Creo que sigo teniendo la misma expresión de imbécil —. Todos hacen eso. Siempre se van lejos para poder irse de libertinos. —Para que digo que no si es verdad; sí, quiero estudiar en una buena universidad, pero una vida lejos de casa es tentadora —. ¿Y ya has arreglado todo lo necesario o eres como todos que dejan todo para últimos momentos?

—Tenía tiempo planeando todo pero me cambiaron los planes. La persona con la que iba a irme me quedó mal y, bueno, he estado buscando departamentos por internet estos días pero la renta es cara, no podría pagarla solo.

Me gustaría que se compadeciera de mi historia y me dijera que va a darme un aumento, mas sé que no será así. Mi jefe es un hombre duro, tacaño hasta la médula, a lo más que puedo aspirar es a que me permita hacer un par de horas extras a la semana, y eso si bien me va.

—Tengo una sobrina que vive en la capital. Tal vez ella pueda ayudarte. —¿En serio me ha dicho lo que creo que me ha dicho? ¿No habré escuchado mal? ¿Mis orejas están limpias? No es el soñado aumento pero me ha dejado con la boca abierta, no literal, claro. ¡Es que me está ayudando! —. Te paso sus datos.

Ni siquiera he aceptado la oferta cuando saca su libreta y pluma y comienza a anotar a la velocidad de la luz. Arranca el pedazo de hoja y me lo extiende. Me ha anotado un nombre seguido de un número de celular. El shock por su amabilidad pasa cuando leo.

—¿Misa? —¿Su sobrina en serio va por la vida con ese nombre?

—Lo mismo pensé yo cuando mi hermana se casó con un jodido chino.

Bueno, quién soy yo para juzgar los nombres de las personas cuando me llamo «Mail».

Segundos después todo regresa a la normalidad. Mi jefe vuelve a su faceta y me exige que deje de holgazanear, que las latas no van a acomodarse solas y que como ya me resolvió la vida debo rendirle mejor en el trabajo. Si ese es el precio de su ayuda preferiría seguir a la deriva.

Aunque debo sacar lo positivo del asunto y justo ahora en mi situación es lo que más debería hacer. No todos los días el ser más cascarrabias de todo Winchester te tiende una mano de la nada.

De hecho, me siento un poco feliz.

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.

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El rayo de amabilidad solo iluminó a mi jefe esa vez. Los días posteriores continuó maltratándome justo como él sabe hacerlo. No presto tanta atención a eso como tal, al menos con sus cargas extra de trabajo logro distraerme. Ahora sí ya me cansé de sentirme miserable por lo que busco despejar la mente.

Lo fines de semana es cuando más gente va a la tienda, no se diga los domingos —razón por la cual mi descanso es el jueves; es casi un pecado descansar el fin—. Detesto los domingos casi tanto como los amo. Por un lado, termino con las plantas de los pies adoloridas y con ganas de matarme al cruzar la puerta de mi casa; por el otro, también es el día que con más rapidez pasa.

Los clientes que van hoy son fáciles de tratar; nadie me ha insultado ni aventado los centavos en la cara en lo que va de la mañana. Hay decenas de personas con temperamentos de mierda. He podido comprobar con mis propios ojos que existen peores que Mello... oh, mierda, ¡mierda! Justo tan bien que lo llevaba.  ¿Por qué tiene que venirme a la mente ese idiota?

Mantengo una rabieta interna. Al menos no hay ningún cliente por el momento, tampoco voy a desquitarme a lo imbécil.

—¿Cuánto es? —Una voz me trae de vuelta a la realidad. Sí que estoy distraído, ni siquiera noté al chico.

—Son... ¿Near?

A la vida le encanta joderme más de lo que yo mismo puedo hacerlo. Jesús, si es que existes, prometo considerar seriamente el creer en ti si dejas de mandarme estas estúpidas pruebas.

Niego con la cabeza y me concentro. Paso los productos por el escáner; gel antibacterial, pañuelos, caramelos de menta, una botella de agua. Me siento bastante tenso y no tengo porqué ponerme así; soy el cajero y Near un cliente, no es como si pudiera portarme grosero o darme el gusto de quebrarle su estúpida nariz.

Me he dado cuenta que cuando estoy molesto tiendo a ser algo violento, aunque tampoco es que haya mucho problema ya que solo queda en mi mente; en mi imaginación ya ahorqué a Near unas tres veces.

—Son dieciocho libras —me mantengo en papel de buen empleado. De aquí al Óscar.

Near saca su billetera y me extiende un billete de cincuenta libras. Bien, que quede claro que es él quien busca bronca, no yo.

—¿No tendrás alguno de una denominación más pequeña?

—No.

—Me acaban de hacer corte de caja. No tengo cambio.

—No tengo más dinero. ¿O aceptas tarjeta, acaso?

—Joder, Near, te pudres en dinero. —Y ahí se acabó mi prometedora carrera en Hollywood.

Quien nunca podría aspirar a ese futuro es el mismo Near. Tiene la misma puta expresión de siempre. Su cara nunca me había molestado tanto como a Mello pero ahora... ¡joder, ahí está de nuevo!

—No tienes por qué exaltarte. ¿Dónde está el gerente?

—Y ahora me vas a reportar, ¡aleluya! —La ironía tampoco es lo mío, pero ciertamente ya no me reconozco —. Deberías ser un poco más considerado con el proletariado.

—¿Acaso le hablas así a todos tus clientes?

—Es lo mínimo que te mereces después de haberte acostado con mi exnovia, ¿no crees?

Near permanece mudo ante eso. Guarda su billete y saca otro de veinte libras. Al menos es un tanto más considerado de lo que pensaba, o me tiene lástima, o quiere largarse porque ya no me aguanta.

—Sabes, pensaba que tenías eso superado —le escucho decir mientras cuento su cambio.

—Te acostaba con Linda, con mi novia de años, con la novia que yo pensaba que no rompía un plato. ¿Crees que eso se supera de un día para otro?

—Tenía entendido que Mello te ayudaba con eso.

Doy un respingo, espero que no lo haya notado. Suficiente tengo con mi mente como para que ahora este idiota también me recuerde a ese idiota. Mello, Near, ¡todos son idiotas!

—Aquí está tu cambio —se lo entregó rápido. Quiero que se vaya antes de que mi jefe en verdad me regañe.

Near cuenta las monedas y las guarda. No obstante, no se va. No entiendo que más puede querer aparte de joderme la existencia.

—¿Se te olvida algo? —indago.

—Tu actitud también justifica la de él.

—¿Perdón?

Near me mira, permanece en silencio. Por alguna razón siento que eso no augura nada bueno.

—No es nada.

—Entonces vete. Y que tengas un buen día —La cortesía ante todo; además puede que mi jefe esté observando.

—Adiós —se despide Near luego de unos segundos. Por fin se largará, ya hasta me parecía eterno —. Y el tic delata tu nerviosismo, por cierto. No tienes que tratar de aparentar nada.

Caigo en cuenta que efectivamente me estoy rascando la nariz. Juro que le hubiera lanzado a Near la caja de caramelos de no haber escuchado los gritos de mi jefe tan cerca. Igual estaría bien que me corriera; él es un imbécil conmigo y ya no tengo ánimos de tratar bien a nadie.

—¡Jeevas, no te quedes ahí holgazaneando!

Tengo ganas de perseguir a Near y darle la paliza de su vida, de dejar botado el trabajo, de salir a la calle a gritar lo mierda que me siento. De simplemente hacer algo y por fin sacarme este peso de encima. Pero no lo hago. Dejo que Near se vaya, asiento ante los regaños de mi jefe y me quedo en la misma posición, esperando más clientes.

Cuando Linda se aburrió de mí no me di cuenta de ello, cuando Mello comenzó con su paranoia tampoco pude hacer algo para hacerlo entrar en razón. Aunque sé que los errores no han sido míos, no puedo evitar sentirme culpable. Al parecer lo único que sé hacer es solo quedarme parado sin hacer nada.

Y ahora que lo medito, creo que esa fue la conversación más larga que he tenido con Near.

.

.

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Mi veredicto final es que, en efecto, acabaré odiando más los domingos de lo que los amo. Si preguntan es culpa de Near. Y de Mello. Y de Linda. Y de todos quienes me han jodido directa o indirectamente.

El resto de la jornada la pasé deseando que terminara mi turno. Soy la persona más feliz del mundo cuando el reloj de la computadora marca la hora. Pronto acabará mi infierno. Mi jefe me dará bandera blanca para salir cuando termine con el corte de caja. Agradecería que no me faltase dinero, eso sería el colmo de mis males.

Lo observo con atención mientras él cuenta con sus propias manos el dinero que se encontraba en mi caja registradora. Siempre lo cuento yo mismo pero tal parece que no confía en mis habilidades; y no lo culpo, es que soy bastante distraído.

Justo como ahora. En lugar de seguirle prestando atención, paseo la vista por el supermercado; como no hay nada nuevo, la clavo al exterior de la ventana. El sol comienza a ponerse y el inicio de la vida nocturna da sus primeros indicios. Cómo me gustaría poder ir a un bar —ahora ya de manera legal— y emborracharme hasta perder la conciencia; también muero por un cigarro. Ese sería un gran plan si no tuviera que cuidar con mi vida la miseria de sueldo que gano en este lugar.

Veo a una mujer pasear con un bebé; un grupo de amigos que de seguro irán a realizar mis planes frustrados; dos chicas tomadas por el brazo, cotilleando; una pareja que va de la mano. Un sin fin de gente pasa frente a mí y tratar de adivinar su vida me parece más interesante que pensar en mis propios problemas. Así de mal estoy.

Las chicas se detienen un momento y ambas miran en dirección a la tienda. Es como si me observaran a mí. Sonríen y alzan la mano en gesto de saludo. Tal vez están siendo coquetas conmigo, quién sabe; no soy bueno para adivinar esas cosas. Sin embargo, como tampoco creo que le sonrían a mi jefe, trato de espabilar y devolver el saludo. No obstante fui demasiado lento, cuando vuelvo a mirar ya se han ido. No importa. Igual, como los rayos del sol me dan de frente a la cara, no pude distinguir bien si eran bonitas o no.

La pareja también se acerca, mas los veo detenerse rápidamente. ¿Esperarán a que les abramos? ¿Acaso no han leído el letrero que dice "cerrado"? ¿Sí puse el letrero? Ahora esa cuestión no me deja estar en paz. Como necesito cerciorarme de eso último, me acerco a la puerta para verificar. La pareja ya no se ve cerca. Me doy cuenta de que sí había puesto el letrero y sonrío, al menos no lo olvidé. Sin embargo esa sonrisa se esfuma al poder distinguir el escenario frente al supermercado.

El chico tiene tomada a la chica fuertemente de la mano, está jalándola hacia el frente del local vecino. Es como si quisieran ocultarse pero sin hacerlo realmente. Esa teoría tiene mucho sentido ahora que me he dado cuenta de que el chico es Mello y la chica es Sayu. Parecen hablar de algo, eso creo. Por mi posición y el ángulo en que se encuentran tan sólo veo la espalda de Sayu, y aunque distingo el rostro de Mello tampoco estoy tan cerca como para volver a contarle las marcas de acné de la cara.

Un sin fin de preguntas rondan mi cabeza. ¿Por qué los dos están aquí? ¿Por qué Mello se acercó a la tienda donde trabajo cuando nunca lo había hecho? Y la más importante: ¿por qué está con Sayu cuando cientos de veces me dijo que la detestaba?

Aunque de alguna manera sé la respuesta, una parte de mí me pide fantasear con la idea de que ha venido a buscarme y Sayu es, o su apoyo, o quien busca evitarlo. Da igual el papel que ella tuviera, tan sólo quiero que Mello tenga un poco de valor en este jodido asunto y se acerque al cristal de la puerta, pidiéndome con la mirada que hablemos. Y yo sabré responderle de igual manera ya que en estos meses de conocernos y ser mejores amigos con derecho a toquetearse hemos desarrollado la habilidad de hablar sin decir ni una sola palabra.

Soy un jodido romántico, un estúpido más bien. Pero cuando mi mirada parece encontrarse con la de Mello, me aferro a esa fantasía a pesar de ser una idiotez.

Por más cursi que suene, el tiempo se detiene para mí. De seguro ya estoy sonriendo como idiota aún y cuando lo maldije todo el día y los últimos. Y sí estoy sonriendo, el reflejo del cristal me lo confirma. Mas mi reflejo sonriente no dura demasiado. Mello aparta la mirada y la posa en Sayu, toma el rostro de ella entre sus manos y acerca el suyo. Puede que no tenga la mejor vista de todas pero no me hace falta ser Hawkeye para saber que se están besando.

Y me doy cuenta que ellos están saliendo o algo parecido, que tal vez Mello la trajo aquí a propósito para que los viera, que lo de dejarme atrás va muy en serio y que ahora es algo así como un bicurioso reprimido que tiene que utilizar a una chica que lo quiere con tal de guardar las apariencias.

Me da lástima, también coraje; siento un nudo en la garganta y soy un masoquista por seguir mirando.

—¡Te faltaron diez libras, Jeevas! —escucho pero a la vez no lo hago. Las posibles deudas con mi jefe ya no importan. Mi jodido día realmente sí pudo empeorar aún más.

Mello se separa de Sayu y vuelven a emprender camino, tomados de la mano. Con toda mi fuerza de voluntad trato de ignorarlos y no salir corriendo a por donde se han ido. Ya no vale la pena, después de todo. Las cosas me han quedado más que claras.

También ignorando a mi jefe, ahora clavo la vista en las chicas que vi primero. Siguen ahí, continúan sonriendo y miran en mi dirección. Al menos su coqueteo sí era para conmigo.

Les sonrió para después dirigirme a donde mi jefe. Debo pagar esas malditas diez libras y salir corriendo de este lugar.

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Tan solo necesito llegar a casa y descansar. Cuando estoy acercándome veo a Elsa bajar de un coche. He visto ese Mustang un par de veces, sé que se trata del doctor. Me dedico a observar la escena de mi madre sonriendo cual quinceañera y despidiéndose con un beso; antes de alejarse completamente, vuelve a donde el doctor para darle otro. Se despiden de nuevo; él sonríe, ella se aleja y su novio decide irse hasta que la ve entrar a la casa. Parece que la vida sentimental de mi madre es mil veces mejor que la mía.  

No soy un mal hijo, ¡claro que me alegro por ella! Pero es jodidamente horrible el tener que ver a una pareja feliz cuando a ti en el amor te ha ido de mierda. Primero Linda, después Mello, ambos me han vuelto un amargado en tiempo récord.

Trato de alejar esos pensamientos e ingreso a casa. Cuando entro, Elsa me recibe con una radiante sonrisa en el rostro y un efusivo saludo. No cabe duda de que el amor la tiene flotando entre las nubes. Me pregunto si yo me habré visto igual a ella. Lo más seguro es que sí.

—¿Qué tal estuvo tu día? —Su voz es más dulce incluso, también la atmósfera a su alrededor se siente diferente y no puedo evitar sentirme ajeno.

Me frustra esta sensación. ¿Cómo es posible que no pueda compartir su alegría? Joder, pronto dejaré de vivir con Elsa por lo que necesito estar al cien por cien en estos momentos; quiero burlarme de su enamoramiento, quiero disfrutar la alegría que ella siente en estos momentos, quiero tantas cosas y todo es bastante contradictorio.

—¿Sucede algo? —Aunque suene preocupada, todavía tiene esa aura radiante a su alrededor.

Realmente debo lucir miserable.

—Solo pensaba en que pareces una colegiala con su primer novio —trato de desviar la situación —. ¿Qué vamos a cenar? Tengo hambre.

No sé si se ha quedado satisfecha con eso, por eso prefiero no verla a la cara. Pero el que no me haya sacado bronca significa que sabe que algo me sucede. Agradezco que siga la corriente y no pregunte nada más.

Subo rápido a mi habitación y tomó una ducha. Cuando bajo, me sorprende que Elsa ya tenga hot-cakes preparados. Esto suele pasar pocas veces. Sucede, o cuando viene de buenas, o cuando yo estoy mal. Y dada la actual situación no tengo ni la menor idea de qué pueda ser.

—Vamos, sírvete. —Vuelvo a asentir. Me siento, tomo algunos, les pongo miel de maple y como. Estoy haciendo todo por inercia. Y es una pena ya que la comida está rica.

Durante la cena hablamos un poco de cómo nos fue en el día. La dejó hablar más ya que sus anécdotas son más alegres y yo no deseo contar nada. Sé que no se merece que no le ponga atención a su relato por estar perdido en mi mundo pero no puedo hacer más. Soy un mal hijo. Ya no es que quiera o no quiera refundirme en mi miseria, es que no puedo hacer otra cosa que no sea sentirme de esta forma. Me detesto por ello.

Cuando terminamos, como ella cocinó, la regla no escrita dicta que a mí me toca lavar los trastos y lo hago sin rechistar. Eso debe delatarme todavía más. No tengo ganas de jugar videojuegos o escuchar música —lo cual es raro tratándose de mí—, tan solo quiero terminar con esto para poder ir a tirarme a la cama.

Y pensar que si no le hubiera contestado a mi padre aquella vez, Mello y yo habríamos terminado follando y nada de esto estaría ocurriendo. ¿Por qué mierda el hubiera no existe?

—Mail. —Elsa me llama, de la impresión termino soltando el plato que enjabonaba.

—Me asustas —trato de hacerme el digno. Continúo con mi labor.

—Esa actitud solo me confirma que en verdad tienes algo.

Necesito desahogarme con alguien pero no deseo que esa persona sea Elsa. No quiero que mi propia madre me vea de esa forma. Tampoco es que ahora quiera contarle la verdad, ya no valdría la pena.

—¿Es por lo de Charles? —tardo un poco en captar quién demonios es Charles. Luego de unos segundos me siento idiota al no darme cuenta de que se trata del doctor.

—No tengo nada.

—¿Entonces es algo con tu padre? —Elsa sí que es persistente.

—No tengo nada, mamá.

—El que me llames «mamá» da a entender todo lo contrario.

No tengo argumentos contra su lógica.

Elsa continúa insistiendo tanto que me veo obligado a dejar de lado los trastos para poder rebatir sus ideas. Es que sigue teniendo argumentos muy buenos, quizá podría tomar alguno como pretexto para que así me deje en paz.

—¿Entonces es la universidad?

—Vale, sí, me has descubierto —decido tomar con el que puedo sonar más convincente —. Tenía problemas para conseguir un lugar en el cual vivir en Lodres pero ya mi jefe me echó una mano.

—¿No decías que era el diablo en persona?

—Hasta el diablo tiene sus buenos momentos, digo, tú siempre tienes un carácter de mierda pero ahora el doctor Charles te endulza la vida.

—Hablamos de ti, no de mí.

—Es un ejemplo, ma.

—Y deja de hacerte el gracioso.

Detiene su ronda de preguntas pero no parece que eso la haya dejado satisfecha. Aunque cuando creo que dará la media vuelta y me dejará terminar de lavar los platos en paz, vuelve al contrataque.

—¿Y qué Mello no te estaba ayudando en eso?

Golpe bajo, Elsa. Golpe muy bajo. Escuchar su nombre era lo que menos necesitaba. Quería evitar que la conversación tomara este rumbo, no sé que tanto soporte antes de simplemente darme por vencido. Llevo varios días fingiendo, honestamente ya me cansé. Pero no voy a llorar. No voy a llorar, he dicho.

—No me ayudó.

—¿Y por qué no lo hizo? ¿No me dijiste que su hermana podría ayudarles con eso? —De nuevo ataca. ¿Podría parar? —. ¿No se supone que se irán juntos?

—Se suponía.

—¿Entonces ya no? ¿Pero por qué? —Ha pasado de la molestia a la preocupación; esto debe ser muy raro para ella.

—Porque no nos iremos a vivir juntos.

—Eso ya lo sé, que no soy tonta. —Regresa su exaltación —, por eso te pregunto: ¿por qué?

—Tuvimos diferencias.

—¿Y qué son, un matrimonio con «diferencias irreconciliables» y por eso se van a separar?

Podría decirse que somos algo como eso, exceptuando la parte del matrimonio, claro está. Pero sí tuvimos diferencias irreconciliables y por eso nos vamos a separar. Yo quiero gritarle al mundo mi nueva devoción por la bandera del arcoíris mientras él quiere tener ambas cabezas clavadas en un agujero femenino. Así no se puede.

—Son justo eso. Tuvimos un pleito que no vamos a poder solucionar y es mejor que cada uno vaya por su lado. —De un tiempo a la fecha me he dado cuenta de que mentir es más fácil si cuentas verdades a la mitad.

—¿Y puedo saber el motivo de su pelea, o es bastante estúpido como para que me lo quieras decir?

—Una chica —continúo con la dinámica de las verdades-mentiras a medias. Esta coartada fue lo primero que se me vino a la mente y, como dije, no es que la esté engañando del todo, solamente acomodaré los hechos a mi conveniencia. Vamos, que tan estúpido no soy.

A juzgar por el rostro de Elsa, creo que se imagina lo peor.

—¿Acaso te interesó la chica con la que él salía o es al revés?

—No, no, no, no. No es eso —detengo la novela en su cabeza —. Él salía… sale más bien, con una chica que no me gusta para él porque no le conviene —hago una pausa para pensar cómo seguir —. Ella es… ya sabes. Es una chica fácil. Y Mello prefiere creerle a ella que a mí. No puedes negar que eso es una diferencia irreconciliable.

No me consta que Sayu sea una puta o no, pero para mí ya lo es. No me importa mancharle la reputación aunque sea solo con mi madre.

Elsa permanece en silencio. Mi historia debió haberla convencido, hasta yo me la creería. Que un amigo prefiera a una chica antes que la amistad es algo que amerita una separación definitiva. Eso fue lo que me pasó con Alex, por ejemplo. Y no es como si mintiera al decir que el marica de clóset de Mello prefirió a la tapadera de Sayu por sobre lo nuestro. Solo, como dije, estoy acomodando las cosas, evitando más preguntas de Elsa y manteniendo mi reputación como heterosexual también.

—No pensaba que Mello fuera de los que se dejaría manipular por una chica —dice luego de haber procesado la información.

—Yo también pensaba muchas cosas de él, y mira —pensaba que era valiente, que no le importaba el qué dirán y que nunca jugaría sucio, al menos no conmigo.

—Es una lástima —suelta un sonoro suspiro —. Me agradaba la amistad que tenías con él.

—A mí también —me encojo de hombros. Vuelvo a acercarme al lavabo para continuar enjuagando platos.

—Estas cosas tan solo comprueban que la adolescencia es una edad difícil —menciona, apoyando los codos en la base del fregadero —. No puedes terminar de conocer a una persona en esta etapa, cambian demasiado a una velocidad increíble.

Tampoco puedo rebatirle ese argumento pues el claro ejemplo soy yo. En menos de un año pasé de ser heterosexual, tener una novia y dos grandes amigos a volverme gay, mantener un affair con un chico y quedarme completamente solo.

—¿Lo dices por algo en específico? —No puedo evitar preguntar.

—Lo digo por ti. —Me da a su vez un coscorrón —. Un día actúas como un idiota y al otro te sumes en una onda depresiva que me preocupa.

—No te lo tomes tan en serio, Elsa.

—¡Soy tu madre y me lo tomo tan en serio como quiera!

Rio ante su actitud y ella vuelve a golpearme. Aunque muchas veces me pregunté por qué mi mamá no era como la de Alex o la de mis otros compañeros, debo admitir que quiero a Elsa tal y como es. Parecemos más hermanos, sí, pero me gusta nuestra dinámica familiar.

No es que esa charla resolviera mis problemas, pero me siento un poco más liviano.

—Tú tampoco te lo tomes tan en serio —vuelve a adquirir el tono suave que tenía cuando recién llegué. También me agrada el doctor Charles McCartney, McClain o Mc lo que sea, por tenerla de tan buen humor —. Cuando entres a la universidad podrás comenzar desde cero. Conocerás más gente, tendrás otros amigos y otras preocupaciones. Dejarás de pensar en idioteces de adolescente para ahora concentrarte en las idioteces de la juventud. Y créeme, las que tienes ahora no son nada comparadas con lo que viene.

—¿Quieres decir que será peor? —Asiente —. ¿Qué no se supone que eres mi madre y me amas y deberías animarme, no tirar mis ilusiones al piso y bailar sobre ellas?

—Soy honesta, mi cielo, es mi deber ser realista. —Ruedo los ojos. Ella ríe y aprovecha para pasar su brazo por mi espalda —. Pero si te sirve de consuelo, yo estaré ahí para ayudarte, y tu padre también lo hará. A pesar del tiempo tú seguirás siendo nuestro bebé —pellizca mi mejilla, duele como una mierda.

—No hagas eso —me quejo.

—Solo disfruta lo que queda de tu ahora y lo que viene, Mail. Será fantástico. Vive la siguiente etapa que está por llegar y vívela intensamente, ¿sí? Promételo. Prométeme que lo harás.

Lo dice con tanta seriedad que no puedo reírme de ella. Lo único que me queda es acceder a su petición. De cualquier manera, sus palabras parecen bastante sabias.

—Vale. Lo haré.

.

.

.

No es como si todo se hubiese resuelto de forma mágica, pero avanzo, y quiero seguir haciéndolo.

Como siempre fui un cursi de primera y ahora ya soy más marica, decido ir al lugar secreto. Qué no, no voy a llorarle a Mello, tampoco se trata de alguna idiotez como cerrar ciclos o algo así —todavía no llego a ese nivel de sentimentalismo—, solo soy consciente de que ya ninguno de los cuatro va a volver ahí y necesito ir a por mi lámpara; es una Coleman y tal vez luego pueda sacarle algo de provecho y venderla.

Aprovecho que es jueves para no ir tan tarde. Ya no tengo ni medio de transporte ni compañía, no quiero arriesgarme yéndome a las tantas horas de la noche yo solo, aparte el camino de ida y venida es realmente pesado. Por eso las seis y tanto de la tarde es muy buena hora.

El camino a través del bosque es tranquilo, cuando llego al lugar secreto me sigue pareciendo igual. No obstante, cuando me acerco a la ventana, me sorprende escuchar ruidos provenir de dentro. Tal vez sea algún zorro, un hurón o una ardilla, es lo común; con eso en mente decido ingresar. Tengo que sacar esa lámpara sí o sí, me urge ser menos pobre.

Mas cuando entro, en lugar de ver algún hurón o una ardilla, me encuentro cara a cara con el zorro astuto de Beyond. Está sentado en el sofá, fumando un cigarrillo; por el olor que desprende me doy cuenta de que solo es tabaco, lo cual es bueno, no quiero caer en la tentación, aunque pensándolo detenidamente ya no tengo a quién rendirle cuentas.

—Hola. —No encuentro nada mejor qué decir para romper el incómodo silencio.

—Hey, geek, ¿qué haces aquí? —me sonríe, expulsando de a poco el humo.

—Te pregunto lo mismo.

Beyond tira la colilla del cigarro y termina de apagarla con su tenis.

—¿Si te dijera que me dio melancolía y quise recordar viejos tiempos me...?

—Creería que más bien viniste a fumar a gusto —interrumpo.

—No cabe duda de que sí fuimos amigos.

Honestamente no sé cómo tomarme eso, tampoco sé cómo actuar ante él. No se me olvida que por su culpa Alex y yo peleamos ni que cuando nos vio a Mello y a mí no pudo mantener la boca cerrada. Así que en mi cerebro rondan las opciones de tomar la lámpara e irme o quedarme un rato con él a hacer nada realmente. Antes de que elija, vuelve a tomar la palabra.

—¿Por qué no te sientas? —saca una cajetilla del bolsillo de su sudadera y me la extiende —. Toma uno en son de paz.

Nunca, al menos desde que empecé a fumar, he podido resistirme a un cigarro. Al parecer soy bastante fácil de persuadir por ese lado y el mismo Beyond lo sabe. No titubeo cuando tomo uno y me lo llevo a la boca.

—¿Y tú si viniste a recordar viejos tiempos? —pregunta a la vez que me ofrece fuego.

Me siento a su lado para poder acercar el cigarrillo. Cuando está encendido, vuelvo a guardar mi distancia.

—Vine a por la lámpara.

—Qué coincidencia. También vine por ella.

—Es mía, idiota.

—Y por eso ya no me la llevaré —ríe luego de eso —. Sabes, Matt, tú siempre has sido un marica de primera. Tan solo admite que, más que por la lámpara, te pego la melancolía. Descuida, no voy a juzgarte.

No me gusta ser catalogado de esa manera, al menos ya no. Antes me daba igual, ignorar a Beyond cuando decía cosas idiotas era fácil, pero ahora ese adjetivo ha tomado otro sentido y logra ofenderme. Ironías de la vida.

—Solo cállate —doy una larga calada al cigarro. Necesito relajarme.

—No te lo tomes personal. Así como tú me conoces, yo también te conozco a ti —imita mi acción, soltando el humo hacia mi dirección —. Yo sí te extraño un poco, lo creas o no.

—No te creo —contesto, tajante.

—Oh, creo que ya entiendo —menciona eso en un tono que no sé identificar —. Lo que pasa es que ya no puedes ser amable conmigo porque a Mello le dan celos, ¿o me equivoco?

Cuando escucho la mención de Mello me tenso al instante, lo más seguro es que no logré disimularlo. Aunque ya no importa, nada que tenga que ver con él lo hace.

—No digas tonterías. Él y yo ya no somos amigos.

—Eso me consta, Matty.

—Entonces cállate.

Beyond alza una ceja, contrariado. Algo no le debe cuadrar.

—Espera, ¿eso es todo lo que dirás? ¿No te sorprende cómo lo sé? ¿No quieres averiguarlo?

—Ya estaba al tanto de que sabes, idiota. Alex me lo dijo. Y, por cierto, eso te hace igual de marica o hasta más. Eres más cotilla que una mujer.

—Fue mi descubrimiento del siglo —justifica, encogiéndose de hombros —. Pero, bien, eso ya no importa —da otra calada a su cigarrillo —. Mello y tú ya no son amigos porque ya son novios, ¿no? Si es así, felicidades.

—Mello debe ser el novio de Sayu Yagami, más bien.

Que se soltara a reír no era la reacción que esperaba pero tampoco me sorprende, el punto con él es esperar lo inesperado. Así es como aprendí a lidiar con Beyond tanto tiempo.

Luego de varios minutos, cuando logra calmarse, lo escucho decir:

—A Mello le encantan las sobras. — No entiendo a qué se refiere, tampoco me interesa.

—Da igual. Así es como son las cosas.

—Te dejo por ella, entonces. —Más que preguntar, afirma.

No puedo contradecirlo porque es verdad. A mi pesar, lo es. Mello me dejó porque es un cobarde, por temer a la reacción de terceros y no querer reconocer lo que teníamos, por no aceptar esa parte de él. Y Sayu, de seguro, como la arrastrada que siempre fue, le ayuda para que pueda seguir viviendo en su mentira. Siempre esperé que ella tuviera un poquito más de amor propio. Pero no. Mello sigue usándola como le da la gana y ella va detrás de él sin importarle todo lo que ya le había hecho. Viéndolo de ese modo, tal vez sí son tal para cual.

—Pues lo hizo. A Mello le gusta mentirse a sí mismo.

—Y pensar que se veía más decidido. No sé, nunca pensé que fuera de los que salen corriendo con la cola entre las patas, siempre te vi más a ti en ese lugar.

—Gracias por la confianza.

Doy una larga calada, necesito desestresarme de todo esto y Beyond no me está ayudando en nada. Lástima que mi relajación se ve interrumpida de nueva cuenta por él.

—Pero eso solo demuestra lo marica que es —sostiene con una seriedad que haría que le creyera todo —. Siempre lo supe. Y ya ves, jamás me equivoco.

—¿Y lo mismo viste en Alex? ¿En mí? —cuestiono por mera curiosidad. Ahora que lo pienso, desde siempre hizo comentarios aludiendo a nuestra sexualidad.

—En su mayoría todos somos así solo que los estándares socioculturales nos reprimen. Pero a las mujeres también les gustan las mujeres y a los hombres también nos gustan los hombres —vuelve a utilizar ese tono de político en campaña. Le daría mi voto sí o sí —. Piensa, Matt, ¿no crees que la sociedad es injusta? En el caso del sexo masculino, nos cohíben más. Desde siempre nos han dicho que el rosa es femenino, que no podemos llorar y que con urgencia debemos perder nuestra virginidad para no ser unos fracasados. Nuestros estándares son todavía más exigentes.

—¿Lo que tratas de decir es que en el fondo todos somos bisexuales?

—No lo digo yo, muchos estudios lo sostienen.

—Pienso que te estás inventando toda esa palabrería.

—¿Tan mal piensas de mí?

—Eres un idiota.

—Idiota tú, geek, tú eres a quien le rompieron el corazón.

—Idiota.

Algo que siempre me gustó de Beyond es que en cierta forma las conversaciones eran fáciles con él; las palabras nunca fueron necesarias y jamás me sentí obligado a continuar con las charlas. Para mí que soy un torpe social eso está perfecto, me permitía ser yo mismo. Aunque eso no evitaba que su gusto en películas fuera horrible; recuerdo cuando nos obligó a Alex y a mí a ver A Serbian Film, la cual no pude ver ni la mitad. O cuando me pidió ingresar en la deep web y salió decepcionado.

Termino mi cigarro y lo apago en el suelo. Me levanto para ir a por la lámpara al baño y contengo la respiración mientras la saco. Cuando me acerco a la ventana, Beyond también lo hace. Ambos salimos del lugar secreto y creo que por mera costumbre comenzamos a caminar juntos.

Termina por acompañarme hasta mi casa. No era necesario pero lo agradezco, supongo. Nos despedimos en la acera, pero antes de que pueda caminar hacia mi puerta, su voz me detiene.

—Solo una última duda, geek —mete las manos en los bolsillos de su sudadera y me mira con atención —. ¿Cómo te consideras: bisexual o gay?

—¿Qué?

—¿Qué tanto te gustan los hombres?

La pregunta tan directa me toma por sorpresa. Y es que, según mis propias investigaciones y la escala de Kinsey, soy algo gay, pero sólo me ha nacido estar con Mello y mi experiencia no va más allá. Tal vez solo fue una etapa, una intensa pero etapa al fin y al cabo. Pero mis dudas no son algo de lo que hablaría con Beyond.

—No me quebró la cabeza —respondo para poder librarme. Como no dice nada más, vuelvo a despedirme —: entonces nos vemos, igual nos volvemos a encontrar.

Antes de que dé la media vuelta, me toma del brazo para jalarme hacia él. Se acerca tan rápido a mí que no me da tiempo de procesar qué mierda está ocurriendo, por eso el beso que me da me deja tan sorprendido que suelto la lámpara.

Es extraño, ¡es una locura! Ni siquiera he podido cerrar los ojos. Y es todavía más raro cuando siento su lengua golpear mis dientes. Trato de alejarme intentando retirarlo, sin embargo, ya sea porque no tengo ganas de luchar o porque extrañaba esta clase de contacto, termino por dejarme llevar. Decido cerrar los ojos y abrir la boca, permito que su lengua choque con la mía y sus manos se aferren a mi espalda. Ya no tengo nada que perder.

Qué importa si nos ven los vecinos, mi madre o quién sea. De alguna manera siempre quise que Mello, con lo impulsivo que era, se atreviera a hacer esto conmigo. De besarnos en medio de la calle sin importarnos nada más.

Cuando las cosas comienzan a salirse de control, dígase Beyond metiendo las manos bajo mi playera, es cuando sí lo retiro de un empujón. Trato de tomar aire y recuperar la compostura. Fue un beso bastante intenso.

—Pues muy hetero no eres, Matt.

—¿Por qué lo hiciste?

—Curiosidad —responde, encogiéndose de hombros —. Ahora sí, nos vemos. También espero que nos volvamos a ver.

Ni siquiera espero a perderlo de vista, ingreso a mi casa sin mirar atrás.

Siempre pensé que debía tener un vínculo con alguien para poder disfrutar de estas cosas, al menos ese patrón es el que regía mis relaciones con Linda y Mello. Pero con Beyond, mierda, mierda, ¡mierda!

Me gustó ese beso.

¿Por qué tienen que pasarme estas cosas a mí? No salgo de una cuando ya estoy metido en otro lío.

Tierra, trágame... otra vez.

.

.

.

He vivido más experiencias memorables durante este último año de las que tuve en toda mi vida. Y si bien había ocasiones en las que consideraba que mi vida era aburrida, creo que preferiría volver al tiempo en que mi mayor preocupación era acerca de cuál cereal escoger en el supermercado.

Pero ya no es así. Ya he comenzado a preferir el café por sobre el cereal y ahora mi mente está más enfocada en los cursos preuniversitarios que están a la vuelta de la esquina y en que todavía no puedo mover ni un solo dedo para buscar un departamento en Londres. Preocupaciones de nuevo adulto les llama Elsa; yo prefiero el término mierdas antes de la veintena, incluso rima.

Mientras ordeno un poco la ropa sucia en mi habitación, encuentro en mi mandil la nota que me dio mi jefe aquel día en que un rayo de sol de verano le fundió el cerebro y lo hizo ser amable. Vuelvo a leer los datos escritos. 555 907 XXXX. Misa Amane. El nombre sigue pareciéndome extraño pero considero que a estas alturas ya no tengo nada que perder. Quién sabe, incluso hasta podría tener un golpe de suerte.

Con esa idea en mente tomo mi teléfono y comienzo a marcar. A los dos pitidos toman la llamada.

—¡Hola, hola! ¡Habla Misa-Misa! —Su voz es tan chillona que tengo que retirar el celular para no reventarme el tímpano.

—Buenas noches, señorita Misa —titubeo un poco, después de todo estoy hablando con una chica mayor que yo; inseguridades de mi ser aún adolescente, supongo —. La verdad es que me pasaron su número ya que…

—¿Eres de Shine Group, acaso? ¡Matsu me había contactado con ustedes!

—Soy más bien Matt, de Winchester, al sur de Inglaterra. —Antes de que vuelva a hablar de cosas que no entiendo, decido continuar —. Trabajo para tu tío y él me dijo que podía llamarte. Ingresaré a la universidad y no tengo un lugar para quedarme.

—Oh, ya veo. —Ahora pareciera decepcionada. Espero que esto no arruine su percepción de mí —. ¿Buscas alojo o algo así?

—Bueno… que me orientaras y eso. Yo no sé moverme en la capital y ya tengo el tiempo encima —rio, nervioso.

No escucho su voz durante un buen rato. Igual la entiendo. Es bastante raro que te llame un chico que no conoces de nada y que te pida tan de repente que lo ayudes a buscar un departamento, y para colmo de males que su llamada te decepcione ya que esperabas otra. Solo espero que se apiade de mí y no me cuelgue.

Por favor, no lo hagas, Misa. De chico con nombre raro a chica con nombre raro: ¡no lo hagas!

—¡Ah! ¿Cuándo puedes venir a dar una vuelta a la ciudad? ¡Seré tu guía, Matty-chan! —Mi nueva opinión de ella es que es muy confianzuda. No me ha preguntado nada más ni ha corroborado que de verdad conozco al ogro de su tío —. Aunque, claro… —ahora escucho su risa. Es bonita —, si no es mucho pedir… necesito un incentivo.

—No te preocupes, te pagaré —soy más directo —. Por cierto, en verdad soy de Winchester y conozco a tu tío. Estricto pero agradable. Un tipazo.

Ella vuelve a reír.

—Descuida. Él me llamó hace unos días para avisarme.

—¿Dijo cosas buenas sobre mí? —De nuevo la curiosidad.

—El simple hecho de que me pidiera que te ayudara es suficiente.

Ambos estamos en la misma sintonía.

Nos ponemos de acuerdo en los detalles. Llegaré a Londres el sábado a medio día y ella irá a recogerme a la estación de trenes. Le menciono también mis características físicas para que logre identificarme; Misa me dice que con tan solo verla sabré que se trata de ella.

 

—Gracias por todo, Misa.

—¡De nada, Matty-chan! ¡Te veo el domingo!

Me dejo caer sobre la cama apenas cuelgo. Registro el número de Misa en mis contactos y por mera curiosidad ingreso a What´sApp solo para saber si tiene alguna foto de perfil. Cuando reviso su contacto no aparece nada, ni foto ni estado; supongo que así es como tiene configurada su privacidad. No me quejo, yo hago lo mismo.

Antes de cerrar la aplicación, es imposible no mirar que sobre el nombre de Misa se encuentra el de Mello. Me ha eliminado de su vida pero no de sus redes sociales a lo que veo. Bueno, él mismo siempre me dijo que bloquear personas le parecía estúpido e infantil. Mira quién habla… el estúpido e infantil.

También me parece idiota bloquear personas así que solo cliqueo su contacto para eliminar nuestra conversación. What’s App tarda varios minutos en eliminar todos los mensajes que teníamos.

Cuando ya no aparece su nombre, salgo de la aplicación y hago a un lado mi teléfono.

Realmente no puedo evitar reírme de todo esto.

Soy la reina del drama.

.

.

.

FIN

Notas finales:

Y sí, así termina jajaja.

Luego de más de tres años he podido darle fin a esta historia. Ya puedo descansar en paz(?).

Gracias por leer, por seguir aquí, por darle una oportunidad, incluso si se esfumaron en el camino, gracias. Espero que les haya gustado esta historia tanto como a mí me gusto escribirla. Lo admito, me costó, había veces en las que igual pensé en lanzar la toalla, pero gracias a todo su apoyo es que pude ponerle punto y final a este fanfic.

¿Qué el final fue muy abierto y no resolvió nada? ¿Qué pasó con todos? ¿En serio así termina? Pues no. Esta fue solo la primera parte de toda la trama que mi ser construyó. La segunda parte llegará algún día, tal vez no pronto, pero lo hará :D (cuando logre estabilizar mi trance de estudiante a profesionista jajaja). ¡Ya tiene nombre, incluso!

Espero que nos volvamos a leer.

Para ustedes, una parte de mí.

 


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