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Drama Queen por Ellie77

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Death Note pertenece a Tsugumi Oba y a Takeshi Obata.

Pairings: MxM ǀ BxA ǀ LxL.

Advertencias: AU ǀ Lenguaje vulgar ǀ Yaoi (Boys Love) ǀ Contenido heterosexual ǀ OoC ǀ Presencia de OC’s.

N/A: Considerando que estaba en finales, es hasta para mí una sorpresa actualizar :D

 ǀ Drama Queen ǀ

 

Capítulo 8:

Mate, el sabor a chocolate

.

.

Muy lejano, tan exterior

Me he destrozado, he perdido mi camino

Tengo que llegar a ti

 

Tired Of Being Sorry Ringside

 

.

.

Mello no me cuestionó nada. Desde que nos fuimos de Wammy’s luego de su práctica hasta que nos separamos en el parque no dijo ni una sola palabra relacionada con el tema, cosa que le agradezco profundamente. No es como si no confiara en él, al contrario; a pesar de que comenzamos con el pie izquierdo y que llevamos pocos meses de tratarnos, he aprendido a confiar en él. Pero eso no significa que pueda contarle algo que ni yo mismo he asimilado. Pienso hacerlo después, de eso no hay duda, así como también voy a tener que decírselo a Linda, a Alex, a Beyond y a mi mamá. Mas en este instante necesito estar solo. Debo digerirlo, terminármelo de creer y saber que voy a hacer a partir de este momento.

Nunca descarté la posibilidad de que mi mamá o mi papá fuesen a tener más hijos; ambos son jóvenes y a pesar de que la cagaron en su adolescencia, los dos merecían una segunda oportunidad. Mas los efímeros noviazgos de mi mamá y el estilo de vida tan libre de mi papá me hicieron creer que podría quedarme como hijo único para ambos. De parte de Elsa es así; ningún hombre quiso algo serio a su lado a sabiendas de que tenía un hijo y ella tampoco iba a embarazarse de otro tipo que fuese a dejarla. Y por parte de mi papá, bueno, debo reconocer que por su parte todo era más fácil: sus padres lo apoyaron en todo momento, alcanzó a estudiar una carrera universitaria y sobre todo está el hecho de que no se hizo cargo de mí, solo por esto último tenía muchas más probabilidades de rehacer su vida luego de su error.

La navidad pasada me contó que había comenzado una relación con una compañera de trabajo. En ese momento no lo vi como algo malo, bien por él; a esas alturas había perdido cualquier esperanza de que mis padres estuvieran juntos. Lo felicité y le deseé lo mejor. Tampoco quise aunar tanto en el tema porque tenía hambre y la abuela ya nos llamaba para cenar. Consideré que esa declaración no tendría ninguna trascendencia, que papá terminaría por hartarse de aquella novia y todo seguiría como siempre: siendo yo él único. Nunca me hubiera imaginado nada de lo que me dijo en esa llamada telefónica.

Voy a tener un hermano… o una hermana, qué sé yo.

Sin darme cuenta mis pasos me llevaron al lugar en el que ahogaría mis penas. No se trata de ningún bar, todavía soy menor de edad y no iban a dejarme entrar a menos que trajera una identificación falsa, la cual olvidé en mi cuarto. Era un sitio mejor, uno que huele a hogar y a queso, y donde otras veces he venido cuando me siento miserable y necesito que alguien me escuche: la pizzería de los Auditore.

No voy a ir a con mi suegro a lamentarme sino que a veces Linda le ayuda a su padre con el negocio —es muy amable con los clientes y jamás se comería la mercancía—, así que con algo de suerte ella se encuentra ahí. Cruzo los dedos para que así sea. Ya pasé tiempo a solas reflexionando, ahora necesito escuchar las palabras de apoyo de mi novia.

El sonido de la campanilla anuncia mi llegada. Miro el local, hay poca gente. Me concentro en dar con la silueta de Linda. La veo parada tras el mostrador atendiendo a un cliente, y no hace falta si quiera que me acerque para saber de quién se trata. Joder, cualquiera reconocería ese desordenado cabello blanco a un kilómetro de distancia.

Doy un par de pasos más para hasta estar a la par de Near. Al sentirme él me mira por el rabillo del ojo. Nunca había sido consciente de que Near era un tipo bajito, me siento mucho más alto a su lado; también a esta distancia me percato de lo blanca que es su piel y que no tiene ni una sola imperfección. Debe ser el terror de todos los dermatólogos.

—Hola, Matt. —Linda sonríe al verme y dejo de mirar a Near para devolverle el gesto. Me siento un poco mejor con tan solo verla —. ¿Pasa algo o acaso ya te había invitado? ¿No me digas que sí te había invitado? ¡Dios, no lo recuerdo! ¡Soy pésima en estas cosas! Permíteme y yo…

—No es nada de eso. —Le resto importancia con un gesto de mano. La veo suspirar aliviada, aun así parece agitada todavía —. Necesito hablar contigo.

Su mirada se dulcifica al instante. Ella suele ser muy perceptiva así que supongo que nota que no estoy de los mejores ánimos. La veo mirar a varios lados para después detener su vista en Near. Dice algo parecido a que ya le traerá su pedido y se aleja de mi vista para entrar a la cocina del lugar.

De inmediato siento el ambiente tensarse. No soy bueno con las personas y de por sí tratar con Near es difícil. Sé que a él le da igual mi presencia pero yo necesito deshacerme de esta incomodidad al menos intercambiando algunas palabras. Corro el riesgo de que no me conteste, bueno, eso es casi un hecho pero al menos de mi parte no quedará.

—No sabía que te gustaba la pizza. —Sí, eso fue demasiado estúpido. Apuesto a que si Near fuera más expresivo se estaría riendo en mi cara. Momentos así agradezco que una piedra sea más efusiva que Near.

—¿A quién no le gusta? —contesta directo y sin más. No hablará mucho pero siempre es elocuente con sus palabras.

—Sí, es cierto.

Si se tratase de otra persona hubiese preguntado cuál era su pizza preferida, pero como es Near dejo que la conversación muera en ese punto. Al menos cumplí con mi parte de «socializar».

Linda sale en ese instante con una caja grande. Huele muy bien, aparte tengo bastante hambre. Near la toma. Observa a Linda, a la caja y luego a Linda de nuevo. Señala un billete que dejó sobre el mostrador y da media vuelta.

—Puedes quedarte con el cambio. —Con eso me deja más que claro que la gente con dinero no entiende la importancia de unas cuantas libras —. Por cierto, Matt… —Lo miro y él a mí, creo que es la primera vez me le quedo viendo tan fijo por más de dos segundos. Escucho a Linda dar un respingo; cuando estoy por girarme a verla, Near suelta —: tienes la bragueta abajo.

Abro los ojos lo más que puedo y sin perder ni un segundo tanteo el cierre y lo subo. No sé qué mierda hacia Near mirándome ahí abajo, tampoco me interesa saberlo, solo quiero que el bochorno pase.

Linda suspira y murmura un par de cosas en italiano, idioma que domina gracias a su padre y a su abuelo. Después vuelve a sonreírme y me siento perdido en sus ojos color café. Examina el lugar para verificar que nadie nos pone atención y me pregunta:

—¿Qué sucedió?

Cubre mi mano con la suya y le da un leve apretón. Sé que como siempre tendré su apoyo y estará para mí cuando la necesito. Sin embargo, cuando estoy por contarle todo, su celular comienza a sonar. Linda retira su mano y saca el celular de su bolsillo, al ver el número se aleja; supongo que se trata de su padre.

La veo mientras habla. Frunce el ceño, parece que le está reclamando a la persona al otro lado de la línea. La conversación se extiende más de lo que supuse, incluso me veo en la obligación de atender a algunas personas en lugar de Linda —sé hacerlo, no es la primera vez que la ayudo—. Mientras le cobro a una familia pienso que sería una buena idea pedirle trabajo al papá de Linda, me serviría para distraerme.

Ella sigue hablando por un largo rato mientras yo continuo haciendo su trabajo. De pronto, el local está repleto de personas. No es el tipo de terapia que esperaba pero al menos he logrado pensar en otra cosa. Cuando Linda por fin se despega del celular, hace varias muecas seguidas y se jala ambas coletas; conozco ese gesto, está bastante enojada. Quizá su padre la dejó encargada de la pizzería por el resto de la tarde, suele hacer eso seguido, y eso siempre la pone de mal humor.

—Lo lamento, Matt. Debo hacer otras cosas.

—¿Tu papá te dejó a cargo, verdad?

Linda tarda en responder.

—Ya sabes cómo es él. Piensa que no tengo nada más qué hacer y se aprovecha de mí —suelta una risilla bastante nerviosa al final. Siento que me estoy perdiendo de algo. Lástima que jamás sé identificar nada de estas cosas; no soy una persona perceptiva.

—¿Quieres que te siga ayudando?

—No —suelta al instante —. No es necesario. Hay mucha gente.

—Por eso. Puedo hacerte más ligera la carga si me quedo.

—No hay necesidad, Matt. Aparte si de pronto a mi papá se le ocurre venir, me va a regañar cuando te vea.

Contra eso no tengo ningún argumento. El señor Auditore da por hecho que cuando vengo a visitar a Linda en el trabajo, vamos a besuquearnos al almacén. Es bastante mal pensado. Eso jamás lo hemos hecho en el almacén.

—Entonces nos vemos mañana en clase.

—Adiós, Matt. —Hace ya algún tiempo dejó de llamarme «mi amor» o «cariño». Es tan obvio que me es imposible no notarlo.

Nos damos un beso de despedida y salgo del local. Ni siquiera pude hablarle de lo que me sucede, aunque ella tampoco volvió a preguntar. Entiendo la situación con su papá mas no voy a negar que esperaba más de su parte. Sí, lo sé, soy un novio bastante comprensivo. Demasiado.

 

Al día siguiente todo transcurre con normalidad, casi me da la sensación de que nada ha cambiado. Sin embargo, a pesar de que soy un tipo relajado, me es imposible ignorar la realidad de lo que está ocurriendo a mi alrededor, menos cuando pareciera que apenas me descuido esta vuelve a patearme en las partes nobles.

Por si fuera poco, Linda sigue tal y como el día anterior: metida en su propia burbuja. Siempre respeté el espacio de cada uno pero esta vez siento que Linda se ha tomado bastante en serio eso de la individualidad. Sea como sea, a pesar de cómo me siento, no tengo ganas de armarle drama ni a ella ni a nadie, suficiente tuve cuando le conté a Elsa lo de mi padre; aunque no me lo haya demostrado abiertamente, sé que a mi mamá le afectó a su manera.

Como necesito distraerme de lo que me rodea, aprovechando que tenemos clase libre debido a que Yagami tuvo que salir, decido que es buen momento para jugar una partida de cualquier juego en la consola; para mi puta mala suerte, la batería está por agotársele y como quien no quiere la cosa el aparato se apaga apenas estaba por comenzar el juego. Refunfuñando guardo la portátil en la mochila y saco mi celular; los estúpidos juegos de Facebook siempre sirven para matar el tiempo.  

No soy muy fanático de Facebook —de hecho de ninguna red social en particular—, así que lo reviso en promedio menos de diez veces al mes, y eso es mucho decir. Así que antes de comenzar el Candy Crush, opto por abrir los mensajes, solicitudes de amistad y notificaciones que tengo pendientes. Las personas que han decidido agregarme son solo dos y ambas tienen cara de psicópatas, por ende ignoro las solicitudes; los mensajes son del chat grupal que tenemos los del salón de clases y como son solo idioteces ni siquiera termino de leerlos; lo que me sorprende es una notificación en particular, de esas que te avisan por adelantado el cumpleaños de tus «amigos». Para mi sorpresa, el cumpleaños de Mello es el trece de diciembre, el próximo domingo.

Por inercia alzo la vista y con la mirada busco a Mello, encontrándolo de pie al frente del salón en una especie de riña con Near. Joder, yo ni siquiera había notado el momento en que Mello se había parado de su butaca y ahora resulta que hasta tiene bronca con nuestro no muy querido compañero. Ya acostumbrado a este tipo de escenas, me levanto y me encamino a donde ellos. Si las cosas suben de tono Mello va querer golpear a Near, y aunque muchos querrían que eso pasara, no puedo permitir que Mello se meta en problemas por culpa de ese odio irracional.

Apenas estoy a unos pasos de ellos, Mello empuja a Near con fuerza y este termina cayendo sobre su trasero al no poder mantener el equilibrio. Bien, no alcancé a llegar antes de que la bomba detonara. Los chicos y chicas del salón se aglomeran alrededor, incluso también algunos otros que pasaban por los pasillos. Los coros de «pelea, pelea» no tardan en aparecer.

—No voy a discutir eso contigo. Es un tema que no te concierne —escucho a Near decir cuando ya estoy lo suficientemente cerca.

—Ni a ti, imbécil. ¿¡Cómo mierda sabes eso!?

—Nadie es tan estúpido como para no notarlo.

—Sea como sea, no te metas en…

—Mello —le llamo y él se gira a verme al instante —. Por tu Jesús, ¿qué parte de que no te metas en problemas no entiendes? —Por fin logro llegar hasta donde él. Para evitar que se lance de nuevo en contra de Near, le tomo del brazo —. Vamos afuera.

—Hazle caso al geek, poof —alcanzo a escuchar a Beyond. Pero momento para sus bromas no pudo haber elegido —. Recuerda siempre ceder ante tu princesa.

Las carcajadas comienzan a estallar, haciendo imposible que se logre escuchar cualquier otra cosa. No puedo evitar ruborizarme por la vergüenza, incluso Mello también se ha puesto rojo, aunque en su caso supongo que es de coraje. Para evitar que su cólera se desate, y a sabiendas de que eso desatará más bromas, termino sacándolo del salón. Como no deseo seguir escuchando la mierda que gritan dentro del aula, jalo a Mello hacia el armario del conserje de nuestra sección.

Mello forcejea para que lo deje ir a la vez que vocifera un sinfín de maldiciones para con Near. Cansado de su actitud, e incluso sorprendiéndome a mí mismo, lo tomo del brazo con todas mis fuerzas y lo estampo contra la pared. Pongo las manos a cada costado de su cabeza para dejarlo sin escapatoria.

Nos miramos a los ojos, es como una lucha sin palabras entre ambos. Y de nueva cuenta, sorprendiéndome por quién sabe cuánta vez en todo el rato, Mello es quien termina apartando la mirada.

—Puedes ser rudo si lo propones, pelirrojo —alega en tono burlón —. Me has aprendido algo.

Sonrío de medio lado

—Es bueno que vayas aprendiendo a tomarme en serio, que ni siquiera yo sé de qué soy capaz.

—Me tientas a arriesgarme.

Retiro las manos mas no me muevo ni un centímetro.

—¿Qué pasó con Near? —cambio de tema de forma abrupta.

—Él se lo buscó.

—Sí, sé que tratándose de ti, él se lo busca. Pero, dime, ¿qué pasó?

—Solo… ¿tú no sientes esa necesidad de partirle la cara cada vez que lo ves? ¿Quitarle a golpes ese aire de superioridad que se carga?

—No, Mello, nunca he sentido esa necesidad; es más, ya estoy acostumbrado a Near y a su forma de mirarnos por encima del hombro. Y mientras no se meta conmigo o con alguno de ustedes, está bien.

—Ahí está el problema —creo escuchar que susurra.

Por alguna razón siento que eso de «la necesidad de golpear a Near» no es del todo verdad. Sin embargo, como tampoco quiero atormentarme con ese tema, y menos ahora que tengo otras cosas en mente, decido dejarlo pasar. Además no es como si quisiera incomodar a Mello con eso más de la cuenta.

—Solo porque el domingo es tu cumpleaños, haré que te creo.

—¿Cómo lo sabes? —Parece sorprendido de mis palabras. Por mi parte solo me encojo de hombros.

—Facebook y sus notificaciones adelantadas.

—Ya veo.

—Hagamos algo por la fecha —propongo al instante. Mello parece pensárselo; para persuadirlo mucho más, agrego —: Conociéndote, no quiero que te la pases de amargado en esa fecha. Así que qué mejor compañía que yo —termino, señalándome.

—Es un argumento pobre… pero de acuerdo. Suena mejor a quedarme ese día en casa con mi hermana y el estúpido de Giovanni.

—¿Entonces es un hecho? —lo admito, estoy sorprendido de haberlo convencido tan pronto.

—Un hecho, pelirrojo.

 

Aunque Mello parece ser de las personas que adoran llamar la atención, él mismo me comentó que agradecía que su cumpleaños cayera en fin de semana para no tener que soportar las felicitaciones hipócritas de nuestros compañeros de clase. En ese sentido lo entiendo. A mí tampoco me gustan ese tipo de felicitaciones, de hecho ni siquiera me gusta celebrar mi cumpleaños. Pero como a Mello sí le gusta decidimos organizar una reunión —sí, creo que ese término es el que mejor queda—, y como no queremos que nadie nos moleste la haremos en el único lugar donde sabemos que nadie nos fastidiará: el «lugar secreto».

Meto a la mochila unas cuantas latas de cerveza que compré de contrabando, algunas bolsas de frituras y mi cajetilla de cigarrillos. Me la cuelgo al hombro y salgo de casa, no sin antes mandar un mensaje a Elsa de que llegaré muy tarde y no me espere despierta. Ella misma me ha dicho que no hace falta que le pida permiso, que se conforma con que le avise; y como no me contesta el celular se tendrá que conformar con ese recado.

Me encamino hacia la casa de Mello a pie ya que no tengo tiempo para esperar el autobús y no es como si su casa me quedara muy lejos de la mía. Inclusive siento el trayecto más corto. Cuando menos me doy cuenta ya estoy al pie de su puerta; toco y enseguida esta se abre. No sé si es bueno o malo que quien me haya abierto sea Stephen, el cuñado de Mello.

—No te esperábamos, Matt. —Se suponía que no debían hacerlo pero como no puedo decirle eso solo le sonrío relajado.

A pesar de que hoy cumple la mayoría de edad, y de que es algo que uno no se espera, Mello es de los que todavía piden permiso, bueno, no tanto así; es más bien él es de los que avisan con anticipación. Podrá parecer un delincuente en potencia pero mantiene una buena imagen delante de su hermana. Sin embargo como esta idea nos surgió de pronto no pudo comentarle nada a Halle, así que en lugar de entretenerse dándole explicaciones acerca de que iremos al bosque a beber prefirió que solo fuera a buscarlo y lo sacara de casa con el pretexto de que quiero invitarlo a algún lado por su cumpleaños, de esa forma obtendrá completa autorización. Quedo como un callejero ante Stephen y Halle pero ante él como un buen amigo, con eso me basta.

—Mello y yo vamos a ir a festejar su cumpleaños.

—¿Ah, sí? ¿Y a dónde?

La lengua se me traba y se me nubla la mente en ese instante; me veo incapaz de idear alguna buena excusa, bueno, una buena mentira sobre el lugar al que supuestamente lo llevaré. Por suerte Mello aparece en ese momento, salvándome de la situación. Al mirar a Stephen frunce el ceño, mas relaja la mirada al posarla en mí. Se me acerca y jala mi brazo, tirando de mí hacia la puerta.

—Vamos, Matt, ya sabes que debemos llegar a tiempo a la casa de Beyond si no el muy mierda no nos dejará pasar.

Lo miro un momento, confundido;  ni siquiera invitamos a Beyond ni a Alex a esta reunión. Pero a los pocos segundos capto la idea así que le sigo el juego.

—Sí, vamos. Ya me ha mandado como veinte mensajes preguntando dónde estamos.

Veo a Giovanni con ganas de decir algo más pero termina por darse por vencido. Alcanzo a escuchar su despedida y un «cuídate, Mihael» que el aludido no se molesta en contestar. Ya afuera, Mello suspira; debido al frío el vaho se escapa de su boca. Me percato de que también lleva una mochila, debe traer lo mismo que yo, omitiendo el detalle del tabaco, claro.

—¿Cómo va la fecha? —pregunto, interesado.

—Bien. Me la he pasado todo el día viendo películas y comiendo chocolate.

—Eres más aburrido de lo que pareces.

—Lamento decepcionarte —rio por ello, no puedo evitarlo; él también lo hace. Luego de unos segundos en silencio, agrega —: También Halle y el idiota de su esposo se lucieron con los regalos de este año.

Ante esa mención no puedo evitar decir:

—Sabes, deberías ser más amable con él.

Apenas estaba por dar un paso y se detiene en seco. Me mira, no como si hubiese dicho la cosa más estúpida del mundo, más bien como que dije la frase más idiota de todo el universo.

—No jodas, ¿con Giovanni?

—Sí, con Stephen.

—¡Y lo llamas por su nombre! —escupe, irritado.

—Es buena persona y se preocupa por ti. Deberías…

—Escucha Matt —Con un gesto de mano corta cualquier cosa que vaya a decirle, interrumpiéndome de forma abrupta —, no proyectes tus sueños frustrados en mí que nuestras situaciones son distintas. Giovanni no es mi padre, menos el tuyo. Ni te ilusiones con que las cosas entre él y yo vayan a cambiar. —Luego de eso, agrega —: No es mi culpa que siempre esperes demasiado de todo.

Mello suele herir a las personas cuando está a la defensiva. Me hubiera molestado más por ese comentario pero decido ignorarlo por dos cosas: porque tiene razón y porque quiero pasar su cumpleaños con él.

—Sé que persuadirte no sirve de nada así que mejor vámonos. Ya vi que ni en tu cumpleaños tu humor mejora.

Al parecer ni Mello quiere hacer el asunto más grande así que solo comenzamos a caminar. Para mi sorpresa nos dirijamos a la cochera de su casa. La abre con una especie de control remoto —su casa es muy lujosa, bueno, cualquier casa es más lujosa que la mía—. Espero mientras él entra y busca algo. No me da buena espina en realidad. Y mi mayor terror se confirma cuando Mello saca su motocicleta.

—Oh, no. ¡No, no y no! —Ahora soy yo quien interrumpe cualquier cosa que él pueda decirme —. Ni creas que me subiré a esa cosa. Quiero vivir muchos años.

Mello rueda los ojos.

—Queda lejos y ni pienses que me iré caminando.

—Caminar es sano.

—No voy a caminar teniendo a esta belleza en casa.

¡Por Buda! —no creo en él pero necesito exclamar algo—, ¡Mello le habla con más amor a la moto que a una chica! Con razón ignora tanto a Sayu, ¡es motosexual! Quizá la palabra no exista pero estoy seguro que sí debe haber alguna parafilia para con esos objetos.

—Pues yo me voy caminando. ¡Aparte todavía es temprano! —declaro.

Mello suelta una risotada. Se monta en la motocicleta, dejándome espacio. Su rostro deja entrever lo entretenido que está con la situación.

—No seas miedoso y súbete —menciona divertido. Como no me muevo, suelta un suspiro —. Que te subas. —Agrava la voz, está poniéndose serio.

—No.

—Es completamente segura, no te va a pasar nada. Yo tengo años andando en moto y mírame, estoy en una sola pieza.

—Eso es porque tu Dios te ama. Yo soy un hereje, y si es que Jesús existe, no va a tener compasión de mí.

—Eres un jodido marica, Matt.

—Cállate.

Veo a Mello masajearse el puente de la nariz. Del bolsillo saca una barra de chocolate, la desenvuelve rápido y le da un mordisco. Comienzo a colmar su paciencia.

—Es mi cumpleaños… Hazlo por mí.

—Y luego dices que el marica soy yo. Eso sonó muy homosexual.

—¿Te vas a subir o no?

El ultimátum. Sus ojos azules me miran fijo, como dagas que quisieran clavarse en mi carne. Siento escalofríos, tengo hasta miedo de imaginarme lo que Mello pudiese hacerme cuando lo saque por completo de sus casillas, sin embargo por alguna razón no puedo apartarle la mirada. Sus irises son tan azules… azul como el cielo en un día de verano, bueno, un día que esté despejado. Vaya, mis comentarios, hasta en mi mente, también suenan muy homosexuales.

Hubiese puesto más peros pero en este punto que sé que ya lo hice enfadar. Me doy por vencido y me acerco a Mello y la motocicleta. Me subo como puedo, perdiendo el equilibrio y casi cayendo, por suerte Mello no prestó demasiada atención a eso.

—¿Traes casco para mí?

Escucho a Mello reír, esa risa no es augurio de algo bueno. Así de rápido cambia su estado de ánimo. Odio que él sea tan voluble y que yo no pueda presentir nada.

—Aunque trajera, no te lo daría.

Antes de que pueda decir cualquier cosa —ya sea exigirle un casco, arrepentirme o gritarle que es un puto desquiciado con inclinación sexual hacia las motos que me va a matar—, el motor de la motocicleta ruge y emprendemos marcha. Siento el aire golpearme de lleno en la cara, duele más de lo que imaginé. Pasamos tan rápido que no alcanzo a distinguir ni autos ni edificios ni personas. Lo sé, voy a morir, así que sí: hasta aquí llegué.

Como no sé ni de que sostenerme, termino abrazando fuertemente a Mello por la espalda como si mi vida dependiera de ello, realmente siento que es así. Es la única forma que encuentro para aferrarme a la vida. Sé que sigo vivo cuando el olor a shampú del cabello de Mello me inunda las fosas nasales.

Cuando llegamos al bosque, agradezco al Dios en el que no creo por seguir en una sola pieza. Debido al terreno tan irregular, Mello baja la velocidad. Pronto llegamos al «lugar secreto». Una vez ahí, deja estacionada la motocicleta a un lado de la casa, oculta entre unos arbustos. Después procedemos a ingresar por la ventana tal y como lo hicimos la última vez. Por suerte adentro todo sigue tal cual lo dejamos la última vez así que no hay necesidad de acomodar nada.

Como ya comienza a oscurecer, saco la lámpara de mi mochila y la enciendo; aprovecho el fuego del encendedor para prenderme un cigarrillo también.

—Ya ni siquiera pides permiso —dice Mello a la vez que saca algunos sándwiches y cervezas de su bolsa. Imito su acción colocando al lado las bolsas de frituras y el alcohol que traje también.

Hago espacio en el sofá y me siento junto a Mello. Contrario a lo que esperaba, él comienza con el chocolate en lugar de tomar una cerveza; yo tampoco tomo una, prefiero seguir con el cigarrillo, he logrado entrar en calor gracias a él. Sin embargo apenas el chocolate y el cigarrillo se terminan, cada uno toma una cerveza; las abrimos casi al mismo tiempo y les damos un trago a la vez. Oficialmente nuestra reunión ha dado comienzo.

Pasamos el rato entre charla trivial y tragos de cerveza, por mi parte también con el humo del tabaco. Ni siquiera soy consciente de cuánto tiempo pasa, solo me percato del momento en que se nos termina el alcohol. Admito que todavía tengo ganas de beber pero como ni Mello ni yo vamos a ir a la ciudad a por más no digo nada al respecto. Y tampoco es como si pudiésemos emborracharnos hasta la médula; no cuando Mello va a conducir esa motocicleta del demonio y a llevarme con él. 

Comenzamos a comer después de hacer las latas a un lado. Mello ataca las barras de chocolate que trajo consigo mientras yo tomo un sándwich. En ese instante me surge una gran idea; tomo mi mochila y de esta saco una caja de fósforos —los tengo por si en algún momento el encendedor llega a fallar—, saco uno y lo encajo en el pan y con otro lo enciendo. Una vez listo, pongo el sándwich frente a Mello. Creo que sí se me subió un poco —bastante— el alcohol cuando me doy cuenta de lo que estoy a punto de hacer.

—Happy birthday to you, happy birthday to you. —En lugar de parecer que canto más bien es como si estuvieran torturando a alguien; como cantante me muero de hambre —. Happy birthday dear Mihael… ¡Happy birthday to you! —grito al final, desafinando todavía más si es que se puede.

—Cantas jodidamente mal —comenta entre risas. No me ofende porque sé que es real y porque estoy algo ebrió.

—Lo sé, lo sé, pero sopla la vela. No te olvides de pedir un deseo —le menciono también a medio reír, no puedo evitarlo. Siento mi sonrisa ensancharse cuando Mello acerca sus labios y sopla el fósforo —. Y bien, ¿qué pediste?

—Si te lo digo no se va a cumplir, al menos eso dicen.

—Oh, no te preocupes, de cualquier forma sé lo que pediste: que tu moto esté contigo por muchos años más, ¿verdad?

—Mi moto es todo lo que necesito —suelta. Mi estado no me permite saber si lo dice en broma o si es real —. No se queja, no pide demasiado, no está encima de mí… es perfecta.

—Son el uno para el otro.

—¿Tan obvio soy?

—Se te nota mucho y admito que me resultas entretenido de observar, amigo mío.

Mello ríe, más bien se carcajea.

—Me siento honrado de ser lo suficientemente interesante para captar tu atención. —De nueva cuenta, no sé si lo dice en juego o habla en serio; mi nublada mente ebria no me deja pensarlo con claridad.

—No te creas tanto por ello. —respondo todavía alegre.

Es raro, con Mello es increíblemente fácil hablar. Me rio mucho con él pero también puedo hablarle de temas más serios, no como Alex que se toma todo a broma; tampoco pone barreras ni me insulta como Beyond.  Es casi como mi mejor amigo, o más que eso. Me siento un poco mal al llegar a esa conclusión, más cuando para mí ese lugar lo ocupaba Alex y ahora lo estoy haciendo a un lado, aunque, bueno, él fue quien se alejó primero de mí.

Prefiero dejar de pensar, por suerte el alcohol en mi organismo me ayuda a ello. Solo me dedico a seguir comiendo para que la borrachera se me baje un poco. Y da resultado, al menos se me han quitado las leves ganas de vomitar.

—Y dime, ¿le eres fiel a tu moto? —continuo con la joda. Son pocas las veces en que puedo ser yo el que lo moleste así que no voy a desaprovechar.

—Como tú a Linda. Y eso ya es decir mucho.

Ante la mención del nombre de mi novia hago una mueca, Mello lo nota. Lo veo dudoso entre si cuestionarme o no.

—¿Pasa algo con ella?

—No pasa nada. —Es la verdad, no ocurre algo realmente. Preferiría estar peleado con ella a sentir que nos estamos alejando solo porque sí —. Sabes, hace mucho no hablo con ella. Bueno, la veo en clases y eso, pero no es lo mismo.

—¿Seguro es solo eso? ¿No ha pasado algo en particular? ¿No te ha hecho algo…?

—No es como si me hubiera hecho algo en sí, es solo que… —me detengo un instante, dudoso entre si seguir o no. Pero tan rápido como llegó, la duda se esfuma. Como pocas veces necesito hablar con alguien y Mello es el indicado ahora —. Cuando quise contarle lo sucedido con mi papá… tuvo cosas qué hacer.

—¿No crees que estás siendo un poco exagerado con eso? —opina. Se lleva una fritura a la boca y continua —. Como ella te dijo: estaba ocupada, es todo. Todo volverá a la normalidad en unos cuantos días. Lo que pasa es que tú también estás «sensible», supongo.

—¡Ese no es el problema, joder! —alzo la voz más de lo que debería, incluso Mello se gira hacia mí para mirarme fijo —. No se trata de que tenga cosas qué hacer, se trata de que me está evitando. Y no es algo que tenga un par de días, Linda tiene semanas comportándose así conmigo —respiro profundo para calmarme y poder continuar. No quiero desquitarme con Mello, después de todo es su cumpleaños y aparte no tiene la culpa de mi crisis de noviazgo —. Le valgo una mierda. Ni siquiera me dejó contarle lo sucedido con mi papá y no parece interesada en averiguarlo.

—¿Y qué pasó, Matt?

Por fin se atreve a hacer la pregunta del millón. Sé que Mello quería cuestionarme eso desde antes; ya sea por respeto o porque no quería ser entrometido no lo hizo. También sé que cuando Mello pregunta algo no lo hace por simple curiosidad sino porque le importa. De verdad me alegra tanto ser importante para él.

Vuelvo a respirar profundo, ordenando en mi mente las palabras para comenzar a relatar. Nunca he entendido por qué hago eso; siempre termino contando todo tal y como se me viene a la mente en el momento.

—Mi papá tenía, bueno, tiene una relación con una compañera de trabajo. No creía que fuera serio, nunca tiene nada serio; pero ahora resulta que va más en serio de lo que esperaba. Va a tener un hijo con ella. —Como dije, siempre suelto todo tal cual. Por su parte Mello no se sorprende, tampoco pareciera compadecerse de mí. A pesar de que estoy acostumbrado a las palabras compasivas de Linda y a las frases de ánimo de Alex, me alegra que se mantenga callado —. Su novia se lo dijo el mismo día que iba a visitarme, por eso no vino.

—¿Eso es lo que te ha tenido así?

Ahora que lo he escuchado de mi propia boca, sí, suena a poca cosa. Pero no es como si pudiera evitar sentirme mal por ello. Para mí es algo importante.

—Lo sé, lo sé: soy un jodido sentimental y solo me falta menstruar.

—No realmente.

—¿Ah?

—Digo que no es para menos. Debe ser duro —clava sus ojos azules en mí, su mirada luce más blanda incluso —. No tengo la menor idea de cómo te sientes, solo sé que piensas que tu vida dará un giro de trescientos sesenta grados y tú no podrás hacer nada para evitarlo. Y eso, créeme, eso sí lo entiendo —hace una pausa y come otra fritura. El tiempo que dura masticándola me parece una eternidad —. Lo que no logro entender es otra cosa. Así que dime, Matt, ¿por qué esperas tanto de tu padre? Y no me salgas con que no lo haces. Esperas más de tu padre de lo que estás dispuesto a admitir.

—¿Tiene algo de malo acaso? —suelto un suspiro. Fumaría pero no quiero arruinar el momento con las quejas de Mello acerca del humo del cigarro —. Siempre quise una familia «normal», que mis padres estuvieran juntos y estuvieran para mí. Y a pesar de que suene egoísta, siempre deseé que se hubiesen casado a pesar de todo. Tendrían peleas y quizá hasta se odiarían pero al menos estarían juntos y conmigo.

—No sabes lo qué dices.

—No, no lo sé. Y eso se quedará en lo que es: un sueño. Porque sé que no debo esperar nada de nadie. Aunque no lo creas, me sé esa ley de vida, por eso me caga estar decepcionado por algo por lo que no debería estarlo. Porque tampoco es como si odiara a mi mamá, a mi papá, a su novia o a mi hermano. Solo soy de las personas que a pesar de todo continúan teniendo esperanza en todo.

Se sintió tan bien decirlo y sobre todo saber que tenía toda la atención de la persona a la que se lo conté.

No espero que Mello me conteste algo por eso último, estoy bastante agradecido con que me haya escuchado. Por ello me sorprendo al sentir su mano en mi hombro, supongo esa es su forma de hacerme saber que tengo su apoyo en cualquier situación, por más estúpida o pequeña que parezca. Como tampoco soy bueno con las palabras, pongo mi mano encima de la suya para hacerle saber que sé lo que me está queriendo transmitir con ese gesto, o al menos creo saberlo.

El silencio que nos envuelve es demasiado cómodo como para querer hablar, incluso me veo incapaz de romper el contacto entre nuestros dedos. El calor que emana de su mano es tan agradable que siento deseos de apretarla. Justifico eso con el hecho de que soy un maldito sentimental y que Mello hasta ahora es el único que me ha brindado su apoyo. Bueno, Elsa también lo hizo pero es diferente el cariño de una madre al de un amigo. Sí, eso es.

Al final terminamos apartando cada uno la mano. Proseguimos a comer y la charla trivial vuelve. No obstante, me siento todo diferente, como aquella vez en la que besé a Mello pero de una forma mucho más agradable y sin saliva de por medio.

Cuando las frituras y los sándwiches se terminan recogemos todo. Por consejo de Mello, esta vez dejo la lámpara en el baño para no tener que cargarla cada vez que venimos —aparte nadie se la va a robar. El baño apesta a mierda, nadie sería capaz de entrar ahí—. Con la pantalla de mi celular alumbro la ventana y ambos salimos del lugar secreto.

Ya afuera, Mello se dirige al arbusto de donde intenta sacar su motocicleta que al parecer se atoró un poco entre las ramas. Como está tardando bastante y tengo demasiado frío, sin importarme lo que diga, enciendo un cigarro para calentarme un poco.  

—Fue un buen cumpleaños —declara Mello. Eso me alegra, más de lo que creo que debería —. La pase mejor de lo que esperaba.

—Gracias, supongo —me encojo de hombros. No sé qué puedo responder a eso.  

—Aunque eres un mal amigo por no regalarme nada.

—¿Qué? —No puedo evitar sobresaltarme.

—Bueno, Stephen me regaló un celular, Halle una chaqueta y Sayu me mandó una caja de chocolates. Tienes que darme algo muy bueno, eso es difícil de superar —me sorprende la mención de Sayu. Si no quiere nada con ella, ¿entonces por qué acepta sus regalos? Aunque en lugar de cuestionar debería alegrarme por eso. Van avanzando en su todavía inexistente relación.

—A ver, ¿y quien dice no lo tengo? —Prefiero continuar con la línea de la conversación en lugar de meterme en temas que no tienen que ver conmigo —. Guardé tu regalo para el final.

Mello alza una ceja y sonríe socarrón.

—Lo olvidaste. —En cuanto me ve abrir la boca, rueda los ojos —. Y ahora te sacarás algo estúpido de la manga, lo sé.

Me conoce bastante. Lo admito, olvidé el asunto del regalo; siempre olvido todo y no creí fuera a necesitarlo. Y sí, también me sacaré algo de la manga pero no será estúpido.

—Tu regalo es… es… —De pronto una idea surge y es lo primero que digo —: No te cobraré nada por mis servicios informáticos hasta tu próximo cumpleaños.

—No ibas a hacerlo de todas formas.

—¿Qué te hace creer eso?

—Te persuadiría para que no lo hicieras, o en su defecto te amenazaba.

Mierda, tiene razón; eso confirma que me conoce bien.

Como sigue teniendo problemas con las ramas, vuelvo a sacar mi celular y le ilumino el panorama para que pueda sacar su motocicleta. Cuando lo logra, voltea para mirarme fijo a los ojos. A pesar de la poca luz que brinda el aparato, soy capaz de apreciar sus ojos azules que parecen absorberme y el pequeño barro que le salió en la mejilla izquierda.  De nueva cuenta me siento como hipnotizado por sus ojos azules. Al final termino desviando la vista. Siento mi pecho agitado, como si hubiese corrido varias millas. Decido no pensar demasiado en ello y hacer como si nada.

—Vámonos, Matt. Te dejo en casa. —Mello también lo deja pasar. Se monta en la moto, dejándome espacio. Esta vez me subo rápidamente.

—Vaya, hasta que por fin harás algo por mí.

—Si siempre lo hago, idiota.

—Ya, no te enojes. Todavía es tu cumpleaños y aún te trataré bien.

—Entonces me gustaría que todos los días fueran mi cumpleaños.

Mi pecho vuelve a agitarse al escuchar eso. A pesar de que quiero hacerme a la idea de que hizo ese comentario en joda, algo dentro de mí me dice que eso lo ha dicho muy en serio; y esa parte lo grita más fuerte.

Sin decir nada más, enciende la moto y comienza a andar. Extrañamente, aunque va muchísimo más lento que hace rato, me veo en la necesidad de aferrarme a su cuerpo para no caer.

Notas finales:

¡Hola!

Como ya mencioné allá arriba, ¡terminé semestre!

Dejando eso de lado, ahora sí ya comenzará todo, de verdad. Venga, todavía nadie le dará a nadie duro contra el muro (o quizá sí XD), mas las cosas ya se darán; ¡ahora sí! ¡Por fin después de 8 capítulos!

Debido a que he estado muy atareada no he podido contestar reviews. Sea como sea, gracias a Onizuka y a Pookie por sus reviews. En vacaciones ya me pondré al corriente con mi vida fanfickera (?).

Sin más qué decir, me despido. ¡Gracias por leer!


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